Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Enfoque de ciclo de vida. El ciclo de vida (o curso o transcurso de vida) es un abordaje que permite
entender las vulnerabilidades y oportunidades de invertir durante cada una de las etapas del desarrollo
humano; reconoce que las experiencias se acumulan a lo largo de la vida, que las intervenciones en una
generación repercutirán en las siguientes, y que el mayor beneficio de un momento vital puede derivarse
de intervenciones previas en periodos vitales anteriores.
Hablar de un continuo vital no equivale a hablar de grupos etarios, los cuales son usados de forma arbitraria
y según contextos particulares de desarrollo, para señalar líneas de corte que ayudan a la organización
de políticas públicas y a las acciones que de ellas se derivan. El ciclo vital, por lo tanto, puede dividirse en
diferentes etapas del desarrollo, aunque tales etapas no deben tomarse en forma absoluta y se debe
recordar que existe diversidad individual y cultural.
Desde la perspectiva del enfoque diferencial, el ciclo de vida atraviesa todos los demás sub-diferenciales.
Para cada momento vital es de especial relevancia reconocer los roles y relaciones de poder derivados del
género, de la pertenencia étnica, de la existencia de una situación de discapacidad o de situaciones que
generan un conjunto de características que exigen un reconocimiento real de los sujetos y sus
necesidades, y no solo una división de grupos de edad homogéneos.
El ciclo de vida aborda el continuo vital y sus momentos, en términos de potencialidades y capacidades
permanentes y adecuadas a las exigencias de cada uno de ellos y al logro de acumulados que les permitan
a cada individuo y a los colectivos tener una vida plena y con las mejores condiciones posibles de salud.
De igual manera, trabajar desde la perspectiva del ciclo de vida pone de relieve interacciones propias que
cada momento vital implica para los individuos y grupos sociales, en relación con los Determinantes
Sociales de la Salud.
Enfoque de género: Se entiende por género el conjunto de características sociales, culturales, políticas,
jurídicas y económicas asignadas socialmente en función del sexo de nacimiento (PNUD, 2008). La
categoría de género permite evidenciar que los roles, identidades y valores que son atribuidos a hombres
y mujeres e internalizados mediante los procesos de socialización son una construcción histórica y
cultural, es decir, que pueden variar de una sociedad a otra y de una época a otra.
Históricamente a las mujeres y a lo femenino se les otorgó el espacio de lo privado, caracterizado por
funciones reproductivas, en las cuales la maternidad y el rol doméstico se constituyeron en el eje principal
para la construcción de las identidades de las mujeres. A los hombres se les atribuyó el espacio de lo
público, con el ejercicio de funciones productivas y políticas, y el papel de proveedor económico y jefe del
hogar, con la potestad para ejercer el dominio sobre la vida, cuerpo y sexualidad de las mujeres, hijos
e hijas.
Es importante tener en cuenta que el género se articula con otras categorías como: edad, etnia, orientación
sexual, discapacidad y situaciones como por ejemplo el desplazamiento forzado, el conflicto armado o la
situación migratoria, entre otras. Por lo tanto, se reconoce la diversidad y heterogeneidad de las mujeres
y de los hombres, propuesta que se relaciona con el concepto de equidad de género, puesto que implica
el reconocimiento y valoración de dicha diversidad. Es decir, que el género se refiere no solo a las
relaciones y desigualdades entre hombres y mujeres (intergénero), sino también a las intragénero.
De otra parte, es importante resaltar que el género no es sinónimo de mujer, como ha sido utilizado en
muchas ocasiones. El género es una categoría de análisis que permite tener una comprensión integral de
la sociedad, la política, la economía, la historia, entre otras, que visibiliza las relaciones de poder existentes
en diferentes espacios, tanto públicos como privados. El género es una forma de ordenamiento de las
relaciones humanas que históricamente ha producido violencias, desigualdades y discriminaciones,
principalmente para las mujeres, sin desconocer que los modelos hegemónicos de la masculinidad además
de tener graves implicaciones para la vida de las mujeres, también afectan a los hombres.
Estas diferencias y desigualdades persisten en la cultura pese a que en la vida real las mujeres traspasan
muchas fronteras, rompen muchos paradigmas y están cada vez más articuladas a la producción
económica, a la generación de ingresos y a procesos de participación social y política. Persisten brechas
de género que es necesario reducir; en especial las referidas a la ciudadanía plena de las mujeres y a la
eliminación de las múltiples formas de discriminación y de violencia, sobre todo las violencias sexuales,
que se ejercen en su contra por el simple hecho de ser mujeres o de identificarse con el género femenino.
Si bien es cierto que las desigualdades y discriminaciones en razón del género se han venido
transformando gracias a la incidencia del movimiento feminista, los procesos de fortalecimiento de las
democracias, el papel de Naciones Unidas y los demás sistemas regionales de Derechos Humanos y el
reconocimiento de los derechos de las mujeres, y gracias a que cada vez un mayor número de mujeres
ocupan más espacios y ejercen diversos roles en el mundo social, económico, político, cultural y científico,
todavía persisten brechas de género que es necesario erradicar, en especial las referidas a la baja
participación política de las mujeres, la magnitud de las diferentes formas de violencia y discriminación
contra las niñas, adolescentes y mujeres, y la pobreza, principalmente de mujeres rurales, pertenecientes
a grupo étnicos y víctimas del conflicto armado, entre otras.
Específicamente en el ámbito de la salud, el género ha sido incluido como uno de los determinantes de la
salud. En los procesos de salud-enfermedad influyen los imaginarios, creencias, discriminaciones,
desigualdades, prácticas y roles tradicionales de género; las relaciones de poder asimétricas, las
identidades femeninas y masculinas hegemónicas, las valoraciones sociales sobre el cuerpo, la sexualidad
y la reproducción, y la autonomía y ejercicio de derechos, entre otros.
Enfoque étnico. La etnicidad “es una construcción de conciencia colectiva, relacionada con aspectos
físicos, culturales y sociales de grupos humanos que estos identifican como propios y que pautan relaciones
intergrupales dentro de un orden social” (Torres, 2001). También hace referencia a una serie de
condiciones y características sociales, culturales, económicas, y hasta fenotípicas, que permiten distinguir
a algunos grupos humanos de la colectividad nacional, los cuales están regidos total o parcialmente por
sus propias costumbres o tradiciones, organizaciones sociales y políticas y por una legislación especial
(Los pueblos indígenas de Colombia en el umbral el nuevo milenio, Población, cultura y territorio: bases
para el fortalecimiento social y económico de los pueblos indígenas, 2004).
Una etnia es un grupo humano diferenciado que habita en un espacio geográfico, posee características
culturales propias y una historia común. Por tanto, cada etnia está ligada a un territorio y a un origen
ancestral común, que le permite construir una identidad colectiva y compartir una cosmovisión. Colombia
se reconoce como un país pluriétnico y multicultural (Congreso de la República de Colombia, 1991); esto
exige y obliga a que toda actuación del Estado, en su conjunto, incorpore el enfoque diferencial étnico,
sustentado en el respeto, la protección y la promoción de su diversidad. Las etnias reconocidas en
Colombia son: indígena, afrocolombiana, negra, palenquera, raizal y Rrom o gitana.
Este enfoque permite identificar grupos con identidades diferenciadas en torno a elementos seleccionados
o “marcas étnicas” que tienen un contenido simbólico, tales como mitos, ancestros u orígenes comunes,
religión, territorio, memorias de un pasado colectivo, vestimenta, lenguaje o, inclusive, rasgos físicos como
el color de la piel, tipo de pelo o forma de los ojos. Estas características culturales y sociales propias
generan diferenciales en las condiciones de vida y el acceso a recursos de atención; así mismo, hay
conductas, creencias, estereotipos y prejuicios que tienen como base la discriminación, el racismo, la
segregación y el aislamiento de grupos o minorías étnicas, ligadas a la etnicidad.
Un aspecto fundamental de la etnicidad es la “cosmovisión” o sistema de creencias ancestrales, y las
religiones, que explican la concepción del mundo y los planos o niveles del ser humano, de la vida, de las
enfermedades y de la muerte, y el cómo enfrentarse a ellas. Otro aspecto es el derecho consuetudinario,
definido como el conjunto de creencias, normas, reglas y conductas que rigen la vida social de las
comunidades y las formas de relacionarse entre parientes consanguíneos y por afinidad, entre los
miembros de un mismo pueblo y entre estos y el resto del país.
El fomento de la participación de los grupos étnicos a través de mecanismos como la consulta previa en
las diferentes fases de los planes, programas y proyectos que los afecten, la adecuación sociocultural y
técnica de los servicios sociales desde el respeto por la cultura y las tradiciones, el reconocimiento del
sistema médico tradicional, las instituciones propias, la vinculación de sus agentes a la medicina
alopática mediante el ejercicio de la interculturalidad, la entrega de servicios de salud ajustados a las
condiciones de accesibilidad y dispersión geográfica, las adecuaciones socioculturales y técnicas en la
oferta institucional, el diseño de estrategias y actividades de todos los sectores —y específicamente en
salud— trascendiendo el concepto intervencionista en salud hacia el de atención intercultural, y la
visibilización estadística en los sistemas de información, entre otros, materializan el enfoque diferencial por
etnia.
Desde esta perspectiva, lo que se establece en el PDSP da cuenta de relaciones interculturales explícitas
en todos aquellos lugares del país donde se encuentran los grupos étnicos, y define acciones afirmativas
que protegen sus derechos colectivos, sus cosmovisiones y prácticas tradicionales en salud.
Otros diferenciales
El abordaje diferencial desde los derechos humanos y la protección ciudadana en un Estado Social
de Derecho incorpora otros reconocimientos relativos a condiciones y situaciones que generan
discriminación, exclusión y desigualdades. Se empieza por las personas con discapacidad quienes
pueden enfrentar impedimentos en igualdad de condiciones, dadas barreras en sus entornos, que
limitan su participación plena y efectiva en la sociedad. Su reconocimiento como sujetos de especial
protección busca proteger el goce efectivo de sus derechos y el respeto por su dignidad inherente,
sin discriminación alguna y con autonomía. Para esto Colombia cuenta con un acervo normativo que
es referente para las medidas a adoptar en salud pública, basadas en una inclusión efectiva.
Como situaciones especiales de Colombia se identifican las víctimas del conflicto armado y los
migrantes internacionales. Ambos se relacionan con el conjunto de derechos humanos y con lo
establecido en el derecho internacional humanitario. Tanto los hechos victimizantes como las
condiciones de vida y salud que los afectan son materia de la salud pública, en tanto sus dinámicas
de movilidad, asentamiento, retorno, violencia, entre otros; afectan sus procesos de salud-
enfermedad y reconfiguran las relaciones de población-territorio y la intersubjetividad local. El PDSP
2022-2031 establece relaciones directas con el conjunto de políticas y decisiones de Estado que han
estructurado respuestas específicas en el marco del sistema de salud y acciones conjuntas.
La discriminación múltiple puede incluir el curso de vida, las personas con discapacidad, las personas
de diversas orientaciones sexuales e identidades de género, las personas migrantes, las personas
en situación de pobreza, las personas pertenecientes a pueblos indígenas, las personas sin hogar,
las personas privadas de libertad, las personas en ruralidad, entre otros. Partiendo de este
reconocimiento, es que para efectos del PDSP 2022-2031 se asume una perspectiva de
interseccionalidad como el camino de integración de la diversidad y de acción frente a sus
afectaciones acumuladas y potenciadas desde la discriminación.
El concepto de interseccionalidad fue acuñado en 1989 por Kimberlé Williams Crenshaw, quien
después de 30 años, definió la interseccionalidad como “un lente, un prisma, para ver la forma en
que las diversas formas de desigualdad a menudo operan juntas y se exacerban entre sí” (Steinmetz,
2021)). En 1990, Collins definió la interseccionalidad como “la forma particular de intersección de
opresiones” reconociendo que no existe un solo tipo de opresión y que la opresión produce injusticia
(Collins, 2000). En la cultura francófona y latinoamericana, se comenzó a hablar de este término en
el año 2008, planteando que se enmarca en tres ejes de desigualdad dependientes y en interacción,
raza, sexo y clase (sexismo, clasismo y racismo). La interseccionalidad ha tenido grandes
discusiones desde diferentes enfoques, teorías, puntos de vista, paradigmas, etc; sin embargo, se
constituye en un abordaje que permite integrar diferenciales en contexto, con sus impactos y
afectaciones sobre sujetos individuales y colectivos.
En Colombia, desde la Constitución Política de 1991, se incluyen artículos relacionados con los
derechos humanos, la igualdad y la no discriminación. Sin embargo, aunque no se identifica un
desarrollo amplio de la interseccionalidad en las decisiones de Estado, el Departamento
Administrativo Nacional de Estadística (DANE) ha promovido la creación de estadísticas nacionales
con un enfoque diferencial e interseccional que permitan reconocer estas características sociales de
las diferentes comunidades que conviven en el territorio nacional.
Asimismo, en el 2018, el decreto 762 que busca asegurar la garantía de los derechos de las personas
con orientación o identidad sexual diversa, determina que la política pública tiene diferentes enfoques
y uno de ellos es el enfoque de interseccionalidad con la siguiente definición: “Articula y analiza la
confluencia de múltiples categorías identitarias o características particulares, como: sexo, género,
orientación sexual, identidad de género, etnicidad, discapacidad, ruralidad, rol social o político, clase,
etnicidad o raza, entre otras. De esta forma, comprende cómo interactúan en la vida de las personas
para poder intervenirlas de manera conjunta. y articulada.” (Presidencia, 2018).
En el año 2020 el mismo DANE, en el contexto de sus avances relacionados con construir datos
inclusivos y desagregados, establece la generación de estadísticas con un enfoque diferencial e
interseccional, y establece que la definición de interseccionalidad es “una perspectiva que permite
conocer la presencia simultánea de dos o más características diferenciales de las personas
(pertenencia étnica, género, discapacidad, etapa del ciclo vital, entre otras) que en un contexto
histórico, social y cultural determinado incrementan la carga de desigualdad, produciendo
experiencias sustantivamente diferentes entre los sujetos (adaptado de Corte Constitucional-
Sentencia T-141-15)”(DANE, 2020, p.14).
El abordaje de los sujetos de derechos en la salud pública centra la acción del conjunto de políticas
públicas y en particular del PDSP 2022 -2031 en la generación de aportes concretos al ejercicio y
goce efectivo de los derechos humanos y el derecho a la salud de acuerdo con los postulados que los
sustentan; el reconocimiento profundo de la diversidad y su integración en sujetos y contextos
específicos. De lo descrito se deriva que la salud pública se relaciona directamente con la calidad de
vida, el bienestar y el desarrollo humano categorías que sustentan el ordenamiento de las acciones
en el aparte que sigue a continuación.
Ref. Bibliográfica:
Plan decenal de salud 2022 – 2031. Ministerio de la Protección Social