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En el extremo izquierdo, la serpiente cornuda,

Vigilante, astuta, protección tan oportuna,

Contra tentaciones malas, confusión en la mente,

Alerta permanece, sabia y diligente.

En el centro, un cetro, símbolo de autoridad,

De justicia y castigo, en la noche y en la verdad,

La luna menguante, en su aura amarilla,

Confunde la mente, sumerge en la arcilla.

Dos pirámides majestuosas, en el fondo se alzan,

Una azul, ilusión eterna, la vida y sus gazas,

Otra, negra, el dolor y sufrimiento habita,

La dualidad del cosmos, en la noche infinita.

Dos perros, lealtad y fidelidad al hombre,

Uno anaranjado, alegría, el sol que asombre,

El otro, negro, en la sombra del dolor,

Dos facetas del destino, en el mismo amor.

En el centro, el escorpión, en triángulo encerrado,

En el blanco y su pureza, enigma trazado,

Urano en Escorpio, el misterio del ser,

Intuición profunda, regeneración al nacer.

Del otro lado, la letra hebrea, Tsadeh en su danza,

La dualidad enfrentada, en su ser se alcanza,

Número 18, líderes y convulsiones,

La transgresión y el cambio, en sus visiones.

El crepúsculo, en su poder mágico se enciende,


En la luz y la sombra, su esencia se extiende,

El reflejo del alma, en la mente se cierne,

La dualidad del destino, en la noche que gobierna.

Así se entreteje, el poema del tarot egipcio,

En versos se relata, el destino y su oficio,

En la dualidad del ser, la verdad se desvela,

En la noche eterna, donde la vida destella.

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