Está en la página 1de 11

Felipe II

alteraciones de Aragón

Paula Sanchez 1F
Antecedentes

Tu nombre
Desde la instauración de la Inquisición en 1478 por los Reyes Católicos, y con el progresivo autoritarismo que
se desarrolla en el gobierno de Felipe II, hijo de Carlos I, se producen las Alteraciones de Teruel y Albarracín,
por los constantes contrafueros que cometían tanto los representantes del rey Felipe II como los inquisidores
de Teruel

Los constantes pleitos y desacuerdos con el rey desembocan en el asedio de la ciudad de Teruel por un
ejército imperial al mando del duque de Segorbe. Finalmente tras varios días de combates, la plaza se rinde la
noche del Jueves Santo de 1572, ajusticiando a los cabecillas de la revuelta en la Plaza de San Juan en los días
posteriores.
Tras escapar de su prisión en Madrid, huyó a Zaragoza, donde pidió la protección de los fueros aragoneses y
fue acogido al Privilegio de Manifestación -protección de la justicia aragonesa-. En Aragón encontró el apoyo
de Fernando de Gurrea y Aragón duque de Villahermosa (al que se expropiarían sus dominios en Ribagorza),
y Luis Ximénez de Urrea IV Conde de Aranda, y principalmente Diego de Heredia (de la baja nobleza). Felipe
II, desconfiando de que los tribunales aragoneses condenaran a Antonio Pérez, desistió de continuar el pleito
ordinario contra él y usó un tribunal contra el que los fueros aragoneses y la Justicia aragonesa no podían
oponerse: la Inquisición. Antonio Pérez fue acusado de herejía por haber blasfemado al quejarse a sus
allegados por su persecución.5
Los sucesos del 24 de mayo de 1591

En el 24 de mayo de 1591, a petición de los inquisidores y por orden del Justicia, se trasladó a Antonio Pérez a la prisión
que la Inquisición tenía en la Aljafería. Tras esto Heredia y sus seguidores atacaron e hirieron de muerte al marqués de
Almenara, representante del rey en el pleito del virrey extranjero, después de que sus criados fueran desarmados por el
Justicia.Después se dirigieron a la Aljafería y, tras violencia y amenazas, consiguieron que Pérez fuera devuelto a la cárcel
de los manifestados.Los inquisidores de Zaragoza publicaron un edicto recordando las graves penas que se podían
imponer a aquellos que maltrataran a los ministros Santo Oficio, a lo que los amotinados respondieron con nuevas
amenazas.
Cuando Felipe II recibió noticia del motín y de la posterior muerte de Almenara, ordenó que las fuerzas que se estaban
preparando para apoyar a la Liga Católica en la Guerra de los tres Enriques en Francia se concentraran en la plaza fuerte
de Ágreda, cerca de la frontera con Aragón.Tras asesorarse por sus consejeros, el rey escribió una misiva a las
universidades y pueblos de Aragón, describiéndoles el tumulto de Zaragoza y pidiéndoles sosiego y obediencia a lo que el
virrey dispusiera.Las ciudades, villas y comunidades respondieron condenando el motín y pidiendo el castigo de sus
promovedores, con lo que quedó aislada Zaragoza, donde todos los alborotadores parecían haberse congregado.La
Diputación consultó a una junta de letrados para dilucidar si había habido contrafuero en la entrega de Pérez a la
Inquisición, a lo que la junta respondió que no lo había habido, con lo que se preparó la restitución de Pérez a la cárcel del
Santo Oficio.Los amotinados volvieron a responder con amenazas y violencia, imposibilitando la ejecución de lo dispuesto
por la Diputación.La Diputación, en vez de imponer su autoridad, envió al inquisidor general un escrito cuestionando la
veracidad de los testigos contra Pérez, e insinuando que habían sido sobornados, para deponer falsamente, por el difunto
marqués de Almenara y el inquisidor Molina de Medrano.Viendo cómo evolucionaba su caso, Pérez intentó fugarse de la
cárcel de los manifestados y, descubierto, el justicia ordenó su trasladado a una prisión más segura y mejor guardada.
Los sucesos del 24 de septiembre de 1591

En 1590, Antonio Pérez, antiguo secretario de Felipe II y, por tanto, conocedor de importantes secretos de Estado, huyó de la cárcel
de Madrid durante su proceso criminal por el asesinato de Escobedo, secretario del hermano del rey. Tras su huida se refugió en el
convento de los dominicos de Calatayud y allí, invocando su condición de aragonés se acogió al privilegio de la manifestación, por lo
que tuvo que ser trasladado a la cárcel de los manifestados en Zaragoza, impidiendo así ser apresado por los alguaciles del rey. En
Madrid, tras haber sido declarado culpable y condenado a muerte por el asesinato de Escobedo, fue acusado de blasfemo; debiendo
ser trasladado por tanto a las cárceles de la Inquisición.

Este traslado sirvió de detonante para el estallido del motín, ya que la Corte de Madrid afirmaba que la Inquisición estaba por encima
de cualquier instancia de los reinos pero los foralistas (defensores de los fueros) lo consideraban ajeno a la ordenación de Aragón y
mantenían que permitir el traslado iba contra las leyes aragonesas. Grupos de artesanos y labradores, dirigidos por caballeros, se
echaron a la calle e impidieron que Antonio Pérez fuera llevado a las cárceles de la Inquisición.

El 24 de septiembre de 1591 tuvo lugar el segundo motín, provocado por la decisión del rey de trasladar a Antonio Pérez de nuevo a
las cárceles de la Inquisición. Esta vez el monarca envió al ejército castellano para sofocar la revuelta. Sin embargo, sólo un reducido
grupo se enfrentó a él en Utebo y el ejército entró sin encontrar oposición en Zaragoza.

La represión no se hizo esperar: el Justicia, Juan de Lanuza, fue encarcelado y ejecutado; en 1592 y 1593 se celebraron varios autos
de fe en los que fueron castigadas unas cien personas por su participación en el motín (condenadas a muerte, a galeras, a pagar
fuertes multas o a recibir castigos corporales); por último, en las Cortes de Tarazona se revisaron y modificaron los fueros aragoneses
según la voluntad del rey.
Imagenes relacionadas
Entrada del ejército real en Aragón
La noticia de que el ejército real iba a entrar en Aragón conmocionó a todo el reino. Los partidarios de Pérez exigieron a la Diputación que
declarara su entrada contrafuero y que ordenara la resistencia armada en su contra.Los diputados consultaron a una junta de letrados que
dictaminó que la entrada de fuerzas armadas extranjeras para imponer la justicia violaba el fuero segundo del Privilegio General.La
Diputación aprobó el dictamen y lo pasó al justicia para que él estudiara el caso y dictaminara si era o no era contrafuero. El justicia,
respaldado por cuatro de sus cinco lugartenientes, confirmó el contrafuero y ordenó la resistencia a las tropas reales, con lo que las
autoridades forales del reino declararon formalmente la guerra a su rey.La declaración fue publicada el primero de noviembre y fue
comunicada a los consistorios y señores de Aragón, que fueron conminados a mandar fuerzas a Zaragoza para participar en la defensa,
esperándose una fuerza de unos veinticuatro mil hombres armados, más numerosa que la del ejército real. También se pidió ayuda al
principado de Cataluña y al Reino de Valencia .El rey rechazó los argumentos presentados, diciendo que el ejército no entraba a imponer una
jurisdicción extranjera, sino a apoyar a las autoridades civiles y eclesiásticas de Aragón para que pudieran restablecer su autoridad y
jurisdicción. Los diputados se confirmaron en lo que habían dispuesto,con lo que le rey ordenó a su general, Alonso de Vargas, que se
preparara a entrar en Aragón con su ejército.En Zaragoza la opinión parecía unánime a favor de la resistencia, al menos mientras los
partidarios de Pérez permanecieron en la ciudad, pero en el resto de Aragón se veía con desconfianza que los mismos que no habían
apoyado las decisiones del Justicia de devolver a Pérez a la inquisición ahora pidieran apoyar al Justicia en contra del rey.Algunos
consistorios enviaron fuerzas a Zaragoza, pero fueron mucho menores de lo que se esperaba. La mayoría de las ciudades y universidades
contestaron al Justicia con una carta conjunta diciéndole que no iban a resistir al rey para así proteger a los quebrantadores de sus propias
leyes.Tampoco los señores de vasallos de fuera de Zaragoza respondieron a la movilización, algunos incluso auxiliaron al ejército real con
víveres y gente armada.Las Diputaciones de Cataluña y Valencia tampoco mandaron refuerzos. Los catalanes trataron de interceder ante el
rey para que no dejase entrar al ejército, pero sin éxito.El ejército real entró en Aragón el 7 y el 8 de noviembre, y contaba con doce mil
hombres de infantería, dos mil de caballería y veinticinco piezas de artillería. La fuerza a la disposición del Justicia, que salió el 8 de
noviembre de Zaragoza, era de apenas dos mil hombres, muy inferior en número, experiencia y equipamiento a la fuerza real.
Las tropas reales
entrando en
zaragoza
La represión

Los seguidores de Pérez intentaron pasar de nuevo


a Aragón con el apoyo de Enrique de Navarra, pero
fueron rechazados y algunos de sus caudillos,
incluido Heredia, capturados y ejecutados. Juan V
de Lanuza volvió a Zaragoza, donde fue capturado y
decapitado de un día para otro por orden personal
de Felipe II en la plaza del mercado sin juicio previo,
la misma suerte que corrieron muchos de los que
lideraron la revuelta. Villahermosa y el conde de
Aranda fueron apresados en Épila y enviados a
Castilla, donde murieron misteriosamente en
prisión. Pérez escapó a Francia y más tarde a
Inglaterra, lugares en donde estimuló la leyenda
negra contra el monarca y murió en 1611.
Acuerdo con las Cortes aragonesas

En 1592 Felipe II convocó a las Cortes de Aragón en Tarazona. No se suprimió ninguna institución aragonesa, pero
fueron reformadas: el rey tenía ahora el derecho a nombrar a un virrey no aragonés; la Diputación del Reyno (comité de
las Cortes) perdió parte del control sobre los ingresos aragoneses y vigilancia regional, quitándole además el poder de
llamar a representantes de las ciudades; la Corona podía retirar de su puesto al justicia de Aragón y la Corte de Justicia
se puso bajo control del rey; y finalmente se modificaron aspectos del sistema legal aragonés. En diciembre de 1593,
tras concluir las Cortes, se retiraron las tropas de Felipe II de Aragón.
La mayoría de historiadores coincide en que el acuerdo en las Cortes de Tarazona fue un compromiso entre los nobles
y el rey. Los nobles preferían aceptar la autoridad del rey como garante de sus privilegios, aun cediendo poder en los
fueros. Se coincide también en que Felipe II estaba en posición de haber acabado con los fueros y crear una estructura
centralizada (tenía un ejército y los sublevados estaban solos con apoyo limitado en Aragón y sin el apoyo deseado de
Cataluña ni de Valencia). Pero no fue así, y las causas son varias: Felipe II, a pesar de ser un monarca absoluto no se
encontraba totalmente a disgusto reinando a través de virreyes y Consejos. Un intento centralizador hubiera requerido
abolir los fueros en Cataluña y Valencia, las cuales no le dieron razón para ello, pues fueron leales al rey durante la
revuelta. Los componentes de la corona de Aragón pasaban por un momento de ya larga depresión económica y sus
Cortes normalmente le concedían los créditos solicitados, además conservaba el mayor poder en las partes más ricas
del reino: Castilla y América. Pero no perdió la oportunidad para erosionar algunos poderes de la nobleza aragonesa a
su favor limitando los fueros.
FIN

También podría gustarte