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Sujeto pasivo puede ser cualquier menor de dieciocho años, sin distinción de sexo. Se
ha discutido si el menor que ya se ha corrompido puede o no ser sujeto pasivo. Alguna doctrina
ha entendido que no [Molinario, Soler, Sarrulle]. Otros, partiendo de la base de que la corrupción
admite grados, entienden que sí [Ramos Mejía, Ure, Núñez, Creus, Estrella, Donna, Figari,
Arocena, Parma – Mangiafico – Álvarez Doyle]. Éstos consideran que la ley no sólo procura que
los niños no se corrompan, sino que también quiere que los ya corruptos recuperen su
normalidad sexual o, al menos, no agraven su nivel de corrupción. Por último, hay quienes
sostienen que no puede promoverse la corrupción de quien ya se corrompió, pero si facilitarse
[Gómez, Tenca].
Se ha dicho que el sujeto pasivo debe ser un menor capaz de comprender la naturaleza
del acto corruptor, para que exista la posibilidad de que la desviación del normal desarrollo de la
sexualidad se produzca, por lo que no podría ser sujeto pasivo un niño de muy corta edad
[Fontán Balestra, Núñez]. Sin embargo, como bien señala otro sector doctrinario, aquí no pueden
establecerse pautas generales, ya que la depravación podría ser alcanzada por medio del
acostumbramiento, pudiendo éste influir en el desarrollo sexual posterior, aunque la víctima no
haya alcanzado a comprender la significación del acto sexual al momento de experimentarlo
[Creus, Buompadre y Aboso].
El consentimiento del menor para participar activa o pasivamente en los actos sexuales
con idoneidad corruptora no excluye la tipicidad. Por el contrario, en la generalidad de los casos
se va a dar ese consentimiento, al menos, en la figura básica.
Se ha afirmado que este delito sólo admite el dolo directo [Estrella, Donna]. La carga
subjetiva de los verbos promover o facilitar es incompatible con un dolo eventual en el aspecto
volitivo [En contra, Villada]. Sin perjuicio de ello, podría admitirse como supuesto de dolo
eventual, la indiferencia respecto de la edad de la víctima, por parte de aquél que promueva o
facilite prácticas sexuales anormales [Gavier, Reinaldi, Arocena].
Agravantes.
Medios intimidatorios o coercitivos, son los que generan el temor del sujeto pasivo y de
los cuales se vale el autor para obligarlo a hacer algo o a tolerar su acción.
Para que el delito se agrave por el vínculo matrimonial, el matrimonio debe ser válido y
subsistente. Como en la actualidad la edad mínima para contraer matrimonio es la de dieciocho
años (artículo 403 inciso f) del C.C.yC.), en coincidencia con la edad máxima para ser sujeto
pasivo de la figura delictiva en análisis, la promoción o facilitación de la corrupción, en perjuicio
del cónyuge, sólo sería posible si ha mediado autorización de los representantes legales del
menor o dispensa judicial, según el caso (artículo 404 del C.C.yC.), que haya posibilitado la
celebración del matrimonio antes de los dieciocho años.
El tutor, tal como vimos al analizar las circunstancias agravantes de los abusos sexuales
previstos en el artículo 119 del C.P., es la persona designada por el juez de familia para proteger
la persona y los bienes de un menor que no ha alcanzado la plenitud de su capacidad civil,
cuando no haya persona que ejerza la responsabilidad parental, representándolo en todos los
actos de la vida civil. (art. 104 del C.C.yC.). De conformidad con los artículos 106 y 107 del
C.C.yC. el tutor puede ser designado por los padres, como acto de última voluntad (tutela
testamentaria) o por el juez (tutela dativa).
Aquí juega un rol fundamental el aspecto subjetivo. Bien podría decirse que, mientras
que en los abusos sexuales el autor actúa sobre el cuerpo del menor, generalmente en procura de
un desahogo sexual; en la corrupción de menores el autor actúa preponderantemente sobre la
psiquis del menor para introducirlo, por acostumbramiento, imitación o persuasión, en prácticas
sexuales que, además de coincidir con las acciones típicas contenidas en los distintos párrafos del
artículo 119 y/o con algunas otras figuras delictivas del título tercero, son aberrantes, ya sea por
la corta edad de la víctima, por la perversión en el modo de ejecución o por la inusitada lujuria
desplegada. Ahora bien, como el pederasta pretende la depravación del sujeto pasivo; tiende a
normalizar esas prácticas en el menor y, para hacerlo posible, debe ir conduciéndolo en ese
estado de depravación, sin mayores sobresaltos, a fin de que no se interrumpa el proceso que se
ha propuesto. De manera que, al analizar los hechos, en general, se podrá advertir con claridad si
estamos ante un abuso sexual aislado, ante una reiteración de abusos sexuales, o ante hechos que
configuren una verdadera corrupción de menores. En el último caso, veremos que el autor ha
realizado un despliegue para ganarse la confianza del menor, a fin de que acepte los hechos que
aquél le propone y, de esta manera, poder darles continuidad a las prácticas tendientes a provocar
o mantener el estado de corrupción. En ese trabajo de persuasión, en la práctica, la violencia y
las amenazas, que agravan el delito, serán el último recurso utilizado por quien promueve la
corrupción; así como el buen trato, la seducción y los obsequios serán, generalmente, los
primeros.
Pero, para otro sector doctrinario, entre el delito de corrupción de menores y estas otras
figuras contra la integridad sexual se da un concurso aparente de leyes, en el que el primero
desplaza a los otros por una relación de consunción [Creus, Donna]. De modo que, si un sujeto
cometiera varios hechos que tipificaran distintos delitos contra integridad sexual en perjuicio de
un mismo menor, y esos actos tuvieran entidad corruptora y fuesen realizados con la finalidad de
corromper al menor, se aplicará sólo la figura del artículo 125 del C.P. Para esta postura, los
diversos abusos individuales son manifestaciones de una misma actividad corruptora, integrada
por el conjunto.
El artículo 125 bis del C. P. dispone: “El que promoviere o facilitare la prostitución de
una persona será penado con prisión de cuatro a seis años, aunque mediare el consentimiento
de la víctima.”
La prostitución es la entrega sexual habitual y onerosa realizada por una persona respecto
de personas indeterminadas. Estrella la define como la habitualidad de prestaciones carnales a un
número indeterminado de personas, con fines de lucro. Si no media un precio puede hablarse de
corrupción [Núñez, Gavier, Reinaldi]. Para parte de la doctrina el precio no es esencial [Soler,
Creus, Tenca].
Con relación a las acciones típicas de promover y facilitar vale lo dicho al tratar el
artículo 125 del C.P.
Promueve la prostitución de una persona quien la incita o estimula para que se ofrezca
sexualmente a personas indeterminadas. La promoción sólo puede cometerse por medio de
acciones, de conductas positivas.
El sujeto pasivo puede ser cualquier persona, femenino o masculino. Desde la reforma de
la ley 26842 (BO 27/12/12) se ha ampliado significativamente el eventual sujeto pasivo de la
figura básica de este delito, ya que hoy pueden serlo los mayores de edad que se prostituyen
voluntariamente. Con lo cual el legislador se muestra decidido a imponer una moral social más
que a proteger un bien jurídico.
En cuanto a la culpabilidad, este delito sólo admite dolo directo, que estará dado por el
conocimiento y voluntad de realizar aquellos actos que sean idóneos como para promover o
facilitar la corrupción del sujeto pasivo.
Agravantes:
Lo primero que habría que señalar aquí es el grosero error de técnica legislativa que
significa no haber suprimido la numeración 125 bis en el articulado, acumulando figura básica y
sus agravantes bajo el nº 126.
Son agravantes comunes a los artículos 127 y 145 ter (incisos 1, 6 y 7 y último párrafo),
también modificados por la ley 26842. Las circunstancias que se han tenido en cuenta son los
medios comisivos, la relación entre sujeto activo y pasivo, la calidad del sujeto activo y la edad
del sujeto pasivo.
Dice el artículo 126 del C.P. “En el caso del artículo anterior, la pena será de cinco a
diez años de prisión, si concurriere alguna de las siguientes circunstancias.
1) Mediare engaño, fraude, violencia, amenaza o cualquier otro medio de intimidación o
coerción, abuso de autoridad o de una situación de vulnerabilidad, o concesión o recepción de
pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre la
víctima.
2) El autor fuere ascendiente, descendiente, cónyuge, afín en línea recta, colateral o
conviviente, tutor, curador, autoridad o ministro de cualquier culto reconocido o no, o
encargado de la educación o de la guarda de la víctima.
3) El autor fuere funcionario público o miembro de una fuerza de seguridad, policial o
penitenciaria.
Cuando la víctima fuere menor de dieciocho años la pena será de diez a quince años de
prisión.”
Agravantes por los medios comisivos:
En el inciso primero, se han tenido en cuenta para el agravamiento punitivo, los medios
comisivos.
El engaño es la mentira, la falta de verdad en lo se dice, la negación de lo verdadero o la
afirmación de lo que es falso, a fin de inducir a error a otro.
También puede ser considerado engaño el silencio cuando existe un deber jurídico de
manifestar lo que se calla, siempre que el sujeto activo tenga el deber jurídico de cuidar a la
víctima, pudiendo surgir éste de la propia ley, de un contrato o de una conducta precedente.
El fraude es un engaño calificado. Es la maniobra ardidosa, el despliegue de medios
engañosos tendiente a generar una falsa representación en el sujeto pasivo. En el fraude, el autor,
además de la palabra, realiza una puesta en escena, simulando hechos, presentes o pasados para
crear una falsa apariencia, una discordancia entre la creencia de la víctima y la realidad.
La violencia es la energía física aplicada sobre la víctima, tendiente a vencer su
resistencia. Queda comprendida en esta modalidad la utilización de medios hipnóticos o
narcóticos, conforme lo establece el artículo 78 del Código Penal.
La amenaza es el anuncio de un mal futuro, que sea grave y serio, tendiente a evitar la
resistencia de la víctima.
El abuso de autoridad es el exceso por parte de quien tenga alguna facultad de mando
sobre la víctima.
El abuso de una situación de vulnerabilidad es el aprovechamiento de una situación de
mayor debilidad o fragilidad. La vulnerabilidad es siempre relativa y sólo puede medirse ante
amenazas específicas. Aquí nos interesa la vulnerabilidad de las personas ante la promoción de la
prostitución. Habrá que ver entonces si en razón de la edad, género, salud, situación familiar,
económica, cultural o laboral, la víctima tenía menguada su capacidad de determinación y el
autor se valió de su conocimiento de tales circunstancias para inducirla al ejercicio de la
prostitución o si ella eligió libremente su destino, a partir de sus limitaciones, pero haciendo una
razonable valoración de costos y beneficios a partir de su propia escala de valores y no de los
que se le pretendan imponer.
Concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una
persona que tenga autoridad sobre la víctima es el otorgamiento de un pago o de cualquier otro
beneficio y la aceptación y recepción de éste por parte de quien tiene autoridad sobre la víctima,
para influir sobre la voluntad de ésta, orientándola hacia la prostitución. Se contempla así un
supuesto de codelincuencia en el cual son sujetos activos tanto el que hace el pago o concede el
beneficio como el que recibe uno u otro.
Agravantes por la relación entre sujeto activo y pasivo:
A las circunstancias agravantes de los abusos sexuales, contenidas en el cuarto párrafo
inciso b) del artículo 119 del C.P., que ya analizamos en la unidad anterior, a la cual nos
remitimos, se agrega aquí el cónyuge, el colateral y el conviviente. Cónyuge es quien se
encuentra unido en matrimonio con la víctima, mientras no medie una sentencia de divorcio.
Colateral, conforme al artículo 532 del C.C.yC., se llama línea de parentesco “que une a los
descendientes de un tronco común.” Son los hermanos, tíos, primos, etc. Conviviente, como
vimos en el inciso f) del artículo 119, es el que cohabita con la víctima, el que vive en el mismo
domicilio.
Agravantes por la calidad del sujeto activo:
Funcionario público, conforme al artículo 77 del C.P., es “todo el que participa
accidental o permanentemente del ejercicio de funciones públicas sea por elección popular o
por nombramiento de autoridad competente”.
Ya hemos visto que cuando la ley se refiere a los miembros de una fuerza de seguridad,
quedan comprendidos los de Gendarmería Nacional, Prefectura Naval Argentina y Policía de
Seguridad Aeroportuaria; cuando menciona a una fuerza policial, alude a los miembros de la
Policía Federal Argentina y al personal policial de cada provincia; y cuando menciona la fuerza
penitenciaria, abarca tanto a los integrantes del Servicio Penitenciario Federal como a los de los
establecimientos carcelarios provinciales.
Agravante por la edad del sujeto pasivo:
En Europa, han adoptado este sistema el Reino Unido, Francia, Finlandia, España,
Italia.
Una variante abolicionista es el modelo sueco, que reprime al cliente de quien ejerce la
prostitución, al consumidor de la oferta sexual. En 1999, Suecia se convirtió en el primer país en
reprimir la compra de servicios sexuales, pero no la venta (el cliente comete un delito, pero no la
prostituta). Luego se aprobaron leyes similares en Noruega (año 2009) y en Islandia (año 2009).
3- Sistema prohibicionista.
Este es el sistema de la mayoría de los estados de EE. UU., donde, en general se castiga
más o menos severamente al proxeneta y levemente a quienes se prostituyen y a los clientes.
También es el modelo de Catar, República Popular China, Corea del Norte, Corea del
Sur, Irak, Emiratos Árabes, etc.
Pese a que se dice que, en Europa, no hay ninguna nación que adopte totalmente un
sistema prohibicionista puro, puede señalarse a Irlanda como el país que más se ajusta a este
modelo, porque se castiga a quien ejerce la prostitución en una casa de tolerancia, pero no a
quien la ejerciera individual y discretamente en su domicilio.
Pero la Ley 16666 derogó el decreto 10636 en julio de 1965, volviendo al texto originario
de la Ley 12331, actualmente vigente, de acuerdo al cual sólo se reprime cono delito al
intermediario, pero no a quien se prostituye ni al cliente.
Este artículo 17 de la Ley 12331 fue derogado por la ley 21338 en 1976 y reestablecido
por la ley 23077 en 1984, manteniendo su vigencia hasta la actualidad. Durante ese período, el
proxenetismo puro era un hecho atípico, en la medida en que quienes ejercieran la prostitución
fueran personas mayores de edad y lo hicieran voluntariamente. De lo contrario, le eran
aplicables las figuras de promoción o facilitación de la prostitución del Código Penal.
Administra el que controla el dinero que ingresa por caja y ejecuta los gastos, pagando al
personal, a los proveedores, los servicios del local, etc. Es el que selecciona el personal,
admitiendo o despidiendo según las pautas fijadas por el propietario. El que se ocupa de relevar
cuáles son las necesidades del prostíbulo para su correcto funcionamiento y procura su
satisfacción.
De acuerdo a la importancia del giro del negocio, estos roles pueden estar en cabeza de
distintas personas e incluso, en el caso del regente, multiplicarse por turnos, o confundirse en una
o dos personas.
Como el delito en comentario tiene pena de multa, siempre que no haya reincidencia,
conviene tener en cuenta que la acción penal, en ese caso, se extingue con el pago voluntario del
mínimo de la multa, y la reparación de los daños eventualmente causados, durante la etapa de la
investigación penal preparatoria; y con el pago del máximo de la multa, y la reparación de los
daños, si el proceso hubiere pasado a la etapa del juicio correccional (artículos 4 y 64 del C. P.).
Como puede verse, aquí la sanción administrativa es tanto para quien ejerce la
prostitución como para el cliente que solicita, negocia o acepta el servicio sexual.
Relación de especialidad entre la administración prostibularia (artículo 17 de la Ley
12331) y la facilitación de la prostitución (artículo 125 bis del C.P.
Es importante tener claras las distinciones apuntadas, sobre todo por las diferentes escalas
penales en juego en uno u otro delito. Se han dado casos en los que algunos magistrados de la
justicia federal, han maltratado este delito, evidenciando una inmadurez jurídica alarmante,
considerando víctima de trata a personas mayores de edad que ejercían la prostitución
voluntariamente y por propia iniciativa, en una casa de tolerancia, no habiendo existido traslado
interno ni externo; o en casos quien se prostituía, era persona oriunda de otra provincia o país,
pero había llegado a Mendoza por su propia iniciativa y medios. Con lo cual, las acciones de
acoger o recibir no s daban respecto de una víctima de trata. Por supuesto que esa falta de
claridad jurídica impide diferenciar la trata de persona (artículos 145 bis y ter del C.P.) de la
facilitación de la prostitución (artículos 125 bis y 126 del C.P.) y de la administración
prostibularia (artículo 17 de la Ley 12331). Y por si ello fuera poco, en algún caso se ha llegado
a condenar al administrador prostibulario por el delito de rufianismo (artículo 127 del C.P.),
como para no dejar dudas de la solidez de la confusión.
Si quien ya optó por ejercer la prostitución, elige formar parte de una organización
prostibularia, por las facilidades que le brinda el contar con un lugar mejor que el que podría
haberse procurado individualmente, por su ubicación, su ambientación, sus comodidades, su
seguridad, el nivel de la clientela, la regularidad de la demanda, el buen trato, etc., no es víctima
de trata. En estos casos, la persona tendrá un domicilio cercano al prostíbulo, manejará su
teléfono celular, sus horarios, no habrá perdido el contacto con sus amistades ni la contención de
sus familiares, aunque tal vez haya preferido mantener en reserva su actividad. Además, tendrá la
administración de sus ingresos, que, en definitiva, serán la razón por la que ejerce un trabajo
socialmente considerado deshonrante, pero que le permite sobreponerse a su vulnerabilidad
económica, o al menos disminuirla. Por supuesto que, como todos, tendrá sus condicionamientos
y dificultades para desarrollar su plan de vida; pero se maneja con libertad dentro de esas
limitaciones, como que, seguramente, habrá tenido otras posibilidades laborales, pero se inclinó
por la prostitución por su mayor rentabilidad. Las diferencias con una verdadera víctima de trata
de personas son muy significativas, y de allí la diferencia en la sanción penal del infractor a la
ley de profilaxis antivenérea y a del tratante de personas.
Rufianismo o rufianería. Acción típica. Agravantes
“Será reprimido con prisión de cuatro a seis años, el que explotare económicamente el
ejercicio de la prostitución de una persona, aunque mediare el consentimiento de la víctima.
La pena será de cinco a diez años de prisión, si concurriere alguna de las siguientes
circunstancias.
1) Mediare engaño, fraude, violencia, amenaza o cualquier otro medio de intimidación o
coerción, abuso de autoridad o de una situación de vulnerabilidad, o concesión o recepción de
pagos o beneficios para obtener el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre la
víctima.
2) El autor fuere ascendiente, descendiente, cónyuge, afín en línea recta, colateral o
conviviente, tutor, curador, autoridad o ministro de cualquier culto reconocido o no, o
encargado de la educación o de la guarda de la víctima.
3) El autor fuere funcionario público o miembro de una fuerza de seguridad, policial o
penitenciaria.
Cuando la víctima fuere menor de dieciocho años la pena será de diez a quince años de
prisión.”
Debe distinguirse el rufianismo puro del proxenetismo, ya que el rufián puede no ser ni
promotor ni facilitador de la prostitución. El rufianismo no presupone ni implica favorecer o
facilitar la prostitución ajena. Si ello ocurriera, habría un concurso real de delitos, ya que
estaríamos ante dos hechos distintos (promover la prostitución de una persona, y luego, explotar
las ganancias provenientes de esa actividad).
Núñez señala que las ganancias que deben ser explotadas para ser típicas son las que
provienen directamente del ejercicio de la prostitución, no de actividades afines como, por
ejemplo, de regentear o administrar un prostíbulo. Si el regente de la casa de tolerancia fuese a la
vez pareja de una de las mujeres que trabajaran allí y ambos compartieran sus ingresos como
cualquier pareja bien avenida, él debería responder por la infracción al artículo 17 de la Ley
12331, pero no por rufián.
El consentimiento de la víctima no excluye la tipicidad. Antes de la reforma de la ley
26482 (BO 27/12/12), el delito de rufianismo requería de la concurrencia de ciertos medios
comisivos (“engaño, abuso coactivo o intimidatorio de una relación de dependencia, de
autoridad, de poder, violencia, amenaza o cualquier otro medio de intimidación o coerción”), que
suponían la exclusión del consentimiento de la víctima.
El delito de rufianismo sólo admite dolo directo. Ello implica el conocimiento del origen
de las ganancias, de la falta de derecho a compartirlas, y la voluntad de aprovecharlas de modo
parasitario.
La pena prevista para la figura básica es de cuatro a seis años de prisión. Se repiten las
causales de agravamiento del artículo 126 del C.P., por los medios comisivos, la relación entre
sujeto activo y pasivo, la calidad del sujeto activo (incisos 1, 2 y 3 del segundo párrafo), con una
pena de cinco a diez años de prisión, y por la edad del sujeto pasivo (cuarto párrafo), con una
pena de diez a quince años de prisión, por lo que remitimos a la explicación de esas
circunstancias agravantes en el delito de promoción o facilitación de la prostitución.
“Será reprimido con prisión de tres a seis años el que produjere, financiare, ofreciere,
comerciare, publicare, facilitare, divulgare o distribuyere, por cualquier medio, toda
representación de un menor de dieciocho años dedicado a actividades sexuales explícitas o toda
representación de sus partes genitales con fines predominantemente sexuales, al igual que el que
organizare espectáculos en vivo de representaciones sexuales explícitas en que participaren
dichos menores.”
Acciones típicas.
En este primer párrafo del artículo 128 del C.P. encontramos dos tipos de conductas
punibles:
Los objetos del delito son “toda representación de un menor de dieciocho años dedicado
a actividades sexuales explícitas” y “toda representación de sus partes genitales con fines
predominantemente sexuales”. Se ha empleado -ya a partir de la Ley 26388- la terminología
propia del “Protocolo facultativo de la convención sobre los derechos del niño relativo a la venta
de niños, la prostitución infantil y la utilización de los niños en la pornografía” (art. 2, inc. C),
que complementa la Convención de los Derechos del Niño. En definitiva, si bien la redacción
actual opta por frases más descriptivas que buscan minimizar el contenido valorativo del
término, se continúa hablando –con otras palabras- de pornografía.
Cuando la ley dice “partes genitales” se refiere a los órganos sexuales externos, y al
exigir que su representación tenga “fines predominantemente sexuales”, pretende evitar que se
puedan considerar delictivas representaciones que tengan otros propósitos, tales como
educativos, científicos o artísticos.
No hay limitación en los medios comisivos. La difusión de las imágenes puede darse por
cualquiera, incluidas por supuesto las redes informáticas.
Este delito admite dolo directo, indirecto o eventual. La duda podría radicar en la edad de
aquél cuya imagen se difunde o en la del que participa en el espectáculo en vivo.
En cuanto a la pena, cabe destacar que, si bien no se modificó la estructura del tipo penal
de este primer párrafo del art. 128, respecto de su antecesor establecido por Ley 26388, sí fue
aumentada significativamente su escala penal por la Ley 27436, elevando el mínimo de seis
meses a tres años y el máximo de cuatro años a seis años.
Está tipificada en el artículo 128, segundo párrafo del C.P., que expresa:
“Será reprimido con prisión de cuatro meses a un año el que a sabiendas tuviere en su
poder representaciones de las descriptas en el párrafo anterior.”
Esta disposición constituye la principal modificación introducida por la Ley 27436 (B.O.
23/4/2018), pues anteriormente la simple tenencia de este tipo de material constituía un hecho
atípico.
Ha sido cuestionada la tipificación de esta conducta, como por ejemplo lo hace Figari, al
señalar que se está castigando una conducta que, si bien puede ser deleznable y reprochable
moralmente, en forma alguna afecta al bien jurídico que se pretende tutelar, y en cambio
constituye una invasión al ámbito de intimidad del sujeto activo, que vulneraría el principio de
reserva penal establecido en el artículo 19, primera parte, de nuestra Constitución Nacional.
Podemos decir que en ese sentido se da una discusión similar a la que existe en torno a la
constitucionalidad o inconstitucionalidad de la tenencia de estupefacientes para consumo
personal (art. 14, segundo párrafo de la Ley 23737). Cabe recordar a este respecto, que luego de
una cambiante jurisprudencia, nuestra C.S.J.N. se ha inclinado últimamente por la
inconstitucionalidad del precepto referido (Caso “ARRIOLA” - 25/08/09).
Es de destacar que el “Protocolo facultativo de la convención sobre los derechos del niño
relativo a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de los niños en la pornografía”
-fuente indudable de nuestro actual artículo 128-, en su artículo 3 c), se refiere solamente a la
tenencia con fines de distribución o comercialización y no a la simple tenencia dolosa sin dichas
finalidades. Dicho instrumento internacional dice: “La producción, distribución, divulgación,
importación, exportación, oferta, venta o posesión, con los fines antes señalados, de pornografía
infantil, en el sentido en que se define en el artículo 2.” De todas formas. es sólo una pauta
interpretativa, ya que el mismo Protocolo señala que los Estados Parte se comprometen a
tipificar las conductas enumeradas “como mínimo”, sin limitar lo que más allá pueda legislar
cada gobierno.
Está prevista en el artículo 128 tercer párrafo del C. P., que dice:
“Será reprimido con prisión de seis meses a dos años el que tuviere en su poder
representaciones de las descriptas en el primer párrafo con fines inequívocos de distribución o
comercialización.”
Palazzi señala que como la ley dice que esta finalidad debe ser inequívoca, se entiende
que sólo el contexto del caso permitirá al juzgador concluir cuándo se está en presencia de tal
intención.
Este delito está contenido en el artículo 128 cuarto párrafo del C. P., en estas palabras:
“Será reprimido con prisión de un mes a tres años el que facilitare el acceso a
espectáculos pornográficos o suministrare material pornográfico a menores de catorce años.”
Se tutela el normal desarrollo de la sexualidad del menor de catorce años. Se trata de que
no lleguen al menor de catorce años las representaciones pornográficas, a fin de evitar la
incitación a prácticas sexuales prematuras.
Las acciones típicas son facilitar –en el sentido de permitir o no impedir que un menor de
catorce años presencie un espectáculo pornográfico-; y suministrar –dar o entregar- material
pornográfico por cualquier vía, ya sea a título oneroso o gratuito, a dichos menores.
Es de destacar que en este caso el tipo penal utiliza la palabra “material” pornográfico,
término mucho más abarcativo y comprensivo que el de representación o imagen, por lo que
quedarían incluidos objetos de la más variada índole, muñecos, accesorios, indumentaria, textos,
implementos varios, etc.
Si la intención del autor fuera promover o facilitar la corrupción del menor, la figura en
estudio quedaría subsumida en el tipo penal previsto en el artículo 125 del C.P. La aplicación de
esta infracción debe reservarse para aquellos casos en que el agente no tiene ese propósito, como,
por ejemplo, si su intención fuere sólo vender una revista más, sin importarle quién es el
destinatario.
Agravante.
El artículo 128, quinto párrafo del C.P. contempla una circunstancia agravante para las
escalas penales contenidas en los incisos precedentes. Expresa: “Todas las escalas penales
previstas en este artículo se elevarán en un tercio en su mínimo y en su máximo cuando la
víctima fuere menor de trece años.”
La ley 27436 (B.O. 23/4/2018) introdujo este último párrafo en el art. 128, en virtud del
cual se agravan todas las escalas penales previstas en dicha norma, que se elevarán en un tercio,
tanto en su mínimo como en su máximo, cuando la víctima fuera menor de trece años.
Según explica Figari la razón de esta agravante genérica para todos los tipos penales
comprendidos en el artículo, radica en la mayor vulnerabilidad de estos menores; armonizando
con la edad prevista en otros delitos contra la integridad sexual –abuso sexual simple,
sometimiento sexual gravemente ultrajante para la víctima y violación–, en los que la
intangibilidad sexual de los menores de trece años se presume iure et de iure, pues carecen de
capacidad suficiente para comprender y dimensionar las actividades con connotación sexual.
El delito de exhibiciones obscenas, está contenido en el artículo 129 del C.P., que
expresa:
“Será reprimido con multa de mil a quince mil pesos el que ejecutare o hiciese ejecutar
por otros actos de exhibiciones obscenas expuestas a ser vistas involuntariamente por terceros.
Si los afectados fueren menores de dieciocho años la pena será de prisión de seis meses a
cuatro años. Lo mismo valdrá, con independencia de la voluntad del afectado, cuando se tratare
de un menor de trece años.”
Debe tenerse presente que la caracterización como “obscenas” de las exhibiciones que se
realicen, dependerá de quien las valore y del momento y lugar en que se lo haga. Acuerda la
doctrina en que se trata de un término dinámico. Y tanto la doctrina como la jurisprudencia
entienden que lo obsceno no es sólo lo inmoral o impúdico, sino aquello que se relaciona con
una expresión torpe o excesiva de lo sexual, por su predominante tendencia a excitar los apetitos
sexuales o hacer apología de la lascivia. (Núñez).
De ello se desprende que se trata de un delito doloso, que admite inclusive el dolo
eventual. Donna admite sólo dolo directo. La exhibición por imprudencia o negligencia no es
típica a la figura.
Sujeto activo puede ser cualquier persona que realiza la acción típica o la hace ejecutar
por un tercero. En este último caso, para Núñez, el que ejecuta debe ser un tercero penalmente
irresponsable, lo que constituye un caso de autoría mediata. Si es responsable, éste será autor, y
quien la hace ejecutar, el instigador de la exhibición hecha por el otro.
Sujeto pasivo puede ser cualquier persona. Pero la pena se agrava cuando las víctimas son
menores de dieciocho años; o cuando son menores de trece años, aunque presencien la
exhibición voluntariamente.
El consentimiento del sujeto pasivo excluye la tipicidad de las exhibiciones, porque no se
ve afectado el bien jurídico protegido. Esto no aplica respecto de los menores de trece años, cuyo
consentimiento no tiene eficacia para admitir un acto con connotación sexual.
Cuando se trata de menores de dieciocho años edad, pero mayores de trece años, la ley no
hace referencia al consentimiento; pero una interpretación sistemática de toda la regulación de
los delitos contra la integridad sexual, permite sostener que su consentimiento también es
excluyente de la tipicidad en las exhibiciones obscenas. De no existir, las exhibiciones que
sufran, serán agravadas.
“Será reprimido con prisión de uno a cuatro años, el que sustrajere o retuviere a una
persona por medio de la fuerza, intimidación o fraude, con la intención de menoscabar su
integridad sexual.
La pena será de seis meses a dos años, si se tratare de una persona menor de dieciséis
años, con su consentimiento.
La pena será de dos a seis años si se sustrajere o retuviere mediante fuerza, intimidación
o fraude a una persona menor de trece años, con el mismo fin.”
El bien jurídico protegido es tanto la libertad individual del sujeto pasivo, como la
libertad o reserva sexual de éste, por el peligro que para éstas importa la acción del agente. Ha
elegido el legislador ubicarlo en el título de los delitos contra la integridad sexual de las personas
porque, en el rapto, ése es el bien jurídico tutelado preponderante. El menoscabo de la integridad
sexual es, en este delito, el elemento subjetivo del tipo. Es con ese fin que deben ejecutarse las
acciones típicas de sustraer o retener. En rigor de verdad, el aspecto de la integridad sexual que
correrá peligro va a estar directamente vinculado a la intencionalidad del sujeto activo, a lo que
se agrega la lesión a la libertad de locomoción del sujeto pasivo.
La ley 25087 (BO 14/05/99) incluyó como posible sujeto pasivo al varón y cambió el
enunciado del elemento subjetivo requerido, sustituyendo la expresión “con miras deshonestas”
por “intención de menoscabar su integridad sexual”.
Sustrae quien separa a la víctima del lugar donde se encuentra, cualquiera sea. Implica la
“remoción” de la víctima, y en general, esta acción es seguida de la retención.
Retiene el que impide a la víctima apartarse del lugar en que se encuentra, manteniéndola
en un mismo lugar, privándola de su libertad de trasladarse. La retención puede darse en el lugar
en el que la víctima está por haber ido voluntariamente, o en aquél al que fue llevada por quien
previamente la sustrajo. No es necesaria la previa sustracción.
Las acciones típicas implican verdaderas privaciones de libertad, por lo que el rapto es un
delito permanente, en el que la acción se prolonga durante un tiempo. Si bien quien sustrae
consuma el delito en el momento en que separa a la víctima del lugar en que se encuentra, el
momento consumativo se prolonga con la retención de aquélla.
Es indiferente el lapso que dure la privación de libertad, pero sí se requiere que aquél
exceda el tiempo razonablemente necesario para consumar el acto contra la integridad sexual que
tenía en miras el agente, para que el delito tenga independencia y no quede absorbido por el
delito sexual tentado o consumado. La necesaria privación de libertad para consumar un abuso
sexual con acceso carnal, quedaría subsumida en ese delito. No sería típica a esta figura. Pero sí
lo sería la sustracción o retención previa que, por su prolongación, se autonomice de la
indispensable para la comisión del menoscabo a la integridad sexual típico.
La fuerza es el empleo de una energía física sobre la víctima, que se resiste a ser sustraída
o retenida, o sobre los terceros que la auxilian o defienden. Quedan incluidos los medios
hipnóticos o narcóticos, señalados por el artículo 78 del C.P. Pero no constituye un rapto típico
la acción en que la fuerza se despliega sobre terceros que se oponen a la actividad del agente
sobre una mujer que ha consentido en ser llevada por él o sobre terceros que tratan de sacar a la
mujer del lugar donde voluntariamente permanece con aquél [Creus].
La intimidación debe ser consecuencia de una amenaza seria de un mal futuro, grave,
inminente y de posible realización, que inspire en la víctima un temor que la lleve a aceptar lo
que no desea.
Buena parte de nuestra doctrina consideran que la sustracción o retención de una persona
privada de razón o de sentido que no opone resistencia al hecho, no es típica al rapto si no se usa,
además, alguno de los medios comisivos enunciados por la ley. El fundamento es que no hay
aquí una previsión como la del artículo 119 del C.P. “…aprovechándose de que la víctima por
cualquier causa no haya podido consentir libremente la acción”. En contra de esta opinión,
Soler y D’Alessio, admiten el rapto de la persona privada de sentido en el momento de la
sustracción, por entender que existe una “presunción de disenso”, como sería en el caso de la
sustracción de una mujer que está dormida al momento del hecho.
El rapto, en cualquiera de sus formas, es un delito doloso que además requiere un especial
elemento subjetivo, consistente en la intención de menoscabar la integridad sexual de la víctima.
Sin esta intención, la sustracción o retención configurarán una privación ilegítima de la libertad,
pero no rapto.
Sujeto pasivo puede ser cualquier persona mayor de trece años, sin distinción de sexo.
Cuando la víctima es menor de trece años, se aplica la escala pena agravada del tercer párrafo.
Es evidente que esta estructura del tipo penal constituye un error legislativo, ya que,
tratándose de menores de trece años, la exigencia de medios comisivos está de más. Se ha creado
una incongruencia en la sistemática imperante en la generalidad de los delitos contra la
integridad sexual, en los que la ley presume, sin admitir prueba en contrario, que el menor de
trece años carece de la madurez necesaria para consentir cualquier acto de naturaleza sexual, por
lo que, por debajo de esa edad, no se requieren medios comisivos. Esta falta de sistematicidad
merece corrección legislativa. Mientras ello no ocurra, no corresponde extender la aplicación de
la agravante, por vía de interpretación, a los casos en que medie el consentimiento de la víctima.
Éstos deberán ser tratados como supuestos de rapto impropio y les será aplicable la escala penal
del segundo párrafo.
Rapto impropio.
Para que se den las acciones típicas, debe darse una acción positiva por parte del sujeto
activo. De alguna manera, la víctima debe ser separada por él de la esfera de control de las
personas bajo cuya custodia y cuidado se encontraba (padres, tutores, guardadores), aunque
gozara de cierta libertad e independencia en sus actividades y costumbres. El autor debe haber
inducido al menor a irse con él o a quedarse con él. Ese actuar positivo del agente es, para
algunos, la seducción [Fontán Balestra - Ledesma, Creus, Donna, Arocena, Pazos Crocitto y
otros]. Cuando la iniciativa parte del menor, que le pide al agente que lo lleve o lo reciba con él,
no se configura el rapto impropio, porque no se le pueden atribuir las acciones de sustraer o
retener [Fontán Balestra, Creus, Estrella, Figari, Aboso]; sin perjuicio de que pudieran darse
otros delitos, como son las infracciones a los artículos 149 del C.P. (ocultación del menor),
cuando se tratare de un menor de quince años; o 120 del C.P. (estupro), si se reunieran los
requisitos tipificantes de esta figura.
Este consentimiento, libre y voluntario, no viciado por coacción ni error, excluye los
medios requeridos por el rapto propio. Si el consentimiento ha sido viciado por fuerza,
intimidación o fraude, el hecho es típico al rapto propio, que será simple (primer párrafo) o
agravado (tercer párrafo), según la edad de la víctima.
Sujeto pasivo debe ser una persona menor de dieciséis años, sin distinción de sexo y sin
que interese, en principio, si ha tenido o no experiencia sexual. Pero esto no es pacífico, según
veremos a continuación.
En contra, algunos autores consideran que el sujeto pasivo debe ser una persona menor de
dieciséis años, pero mayor de trece [Gavier, Figari, Parma – Mangiafico – Álvarez Doyle].
Además, hay quienes propician revisar la necesidad penal de este delito, por entender que
los mayores de trece y menores de dieciséis años debieran poder decidir con quién desean
permanecer en convivencia [Aboso]. Para Tenca, tanto el rapto propio como el impropio han
perdido su razón de ser.
Pero otro importante sector doctrinario piensa lo contrario, es decir que el delito debe
cometerse aprovechando la inmadurez sexual de la víctima, porque si bien este tipo penal no la
exige, el fundamento de la ineficacia del consentimiento para legitimar el hecho es la
inexperiencia sexual de la víctima, de la que se aprovecha y abusa el autor del estupro y del rapto
[Gavier, Donna, Tenca, Figari, Pandolfi, Estrella, Marín]. Sostiene Estrella que la identidad de
las edades confirma esta equiparación. Y agrega: “Por ello, si bien la ley no lo requiere
expresamente, es condición implícita la inexperiencia sexual de la víctima para la configuración
del delito. Lo contrario importaría una inadmisible contradicción de la ley, que no reprimiría al
que mantiene relaciones sexuales con un menor que no sea inmaduro sexualmente, con el
consentimiento de éste, y sí lo haría al que solamente lo sustrae o retiene con aquellos
propósitos” De modo que, para esta postura, sujeto pasivo del delito de rapto impropio sólo
puede ser el menor de dieciséis años que sea sexualmente inexperto o inmaduro.
El razonamiento precedente nos parece inobjetable si lo limitamos a los casos en los que
el consentimiento de la víctima con experiencia sexual es excluyente de la tipicidad del hecho
que el autor tiene en miras, como ocurre en los supuestos de las distintas acciones del artículo
119 del C.P., cuando el menor ya tiene trece, catorce o quince años. Está claro que sería
asistemático reprimir como delito el acompañamiento voluntario para mantener una relación
sexual lícita. Pero este criterio no es aplicable cuando las miras del autor estuviesen puestas, por
ejemplo, en las infracciones a los artículos 125, 125 bis o 128 primero o cuarto párrafo del C.P.;
porque, en esos supuestos, el consentimiento del menor no tiene efecto desincriminante, aunque
tuviera experiencia sexual. En función de ello, en estos casos, la experiencia sexual de la víctima
no excluye el rapto impropio.
El artículo 131 del C. P. fue incorporado por la ley 26904 (BO 11/12/13), y dice:
“Será penado con prisión de seis meses a cuatro años el que, por medio de
comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de
datos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer cualquier delito
contra la integridad sexual de la misma.”
En los fundamentos del proyecto de ley presentado al Senado por la senadora María José
Bongiorno, que luego se convirtiera en ley, ella decía que las tecnologías de la información y la
comunicación (TIC), “…han sido objeto de utilización para el desarrollo de actividades
delictivas como la pornografía infantil, fraude, chantaje, violación a la privacidad, et., así como
para el surgimiento de nuevas prácticas punibles. En este contexto, las TIC resultan ser una
herramienta globalizada de uso contemporáneo asimilada especialmente por las nuevas
generaciones, y son precisamente los menores de edad quienes se encuentran en una situación
de mayor vulnerabilidad.” Y luego agrega: “…la facilidad para el anonimato e incluso para la
creación de identidades alternativas que permite la participación en las redes sociales
cibernéticas, contribuye a que pervertidos cometan conductas delictivas contra menores, que no
están adecuadamente contempladas en nuestra normativa, y que, por lo tanto, requieren de una
tipificación clara que no deje márgenes de impunidad interpretativa ante una conducta típica,
antijurídica, que le sea reprochable al autor.”
La acción típica es contactar, para lo cual, el menor debe recibir la comunicación. No es
necesario que responda [Buompadre. En contra, Parma – Mangiafico – Álvarez Doyle]. No se
requiere que se produzca un encuentro con el menor; ni siquiera que ello se acuerde. Es el sujeto
activo quien debe establecer el contacto. La ley no exige que sea el primer contacto, de modo
que podría tratarse de alguien que ya hubiera tenido algún trato personal con el menor. No hace
falta que el autor sea desconocido o que engañe al menor, aunque así ocurra en la generalidad de
los casos.
No hay acuerdo en doctrina respecto de quién puede ser sujeto activo de este delito. Hay
autores que sostienen que puede ser cualquier persona, aunque no haya alcanzado los dieciocho
años de edad, por entender que es un delito común, de titularidad indiferenciada [Buompadre,
Arocena - Balcarce, Riquert, M. A., Parma – Mangiafico – Álvarez Doyle]. Tampoco se requiere
que el autor tenga alguna cualidad o condición especial. Sin embargo, otros opinan que debe
tratarse de un mayor de dieciocho años [Tazza]. En los fundamentos que acompañaban al
proyecto de ley de la senadora Bongiorno, ella expresa que el grooming es “…una práctica que
ha estado a la luz de los desarrollos tecnológicos y que consiste en acciones deliberadas por
parte de un/a adulto/a de cara a establecer lazos de amistad con un niño o niña en internet, con
el objetivo de obtener una satisfacción sexual mediante imágenes eróticas o pornográficas del
menor o incluso como preparación para un potencial encuentro posterior, con fines sexuales.”
De todos modos, la edad del autor debe ser un dato importante a tener en cuenta para pronosticar
o descartar que el contacto haya tenido por finalidad la comisión de algún delito contra la
integridad sexual.
Pero a pesar de que la autora del proyecto define al grooming como una práctica de
adultos, lo cierto es que la ley no contiene ninguna limitación respecto del sujeto activo y,
atendiendo a la escala penal prevista para esta infracción, podrá imputarse a cualquier persona
mayor de dieciséis años, aunque lo común sea que quienes incurran en este delito sean personas
adultas.
El sujeto pasivo debe ser una persona menor de edad. Es este un elemento normativo del
tipo. De acuerdo con el artículo 25 del C.C.yC., “menor de edad es la persona que no ha
cumplido dieciocho años.”
Dada la gran variedad de motivaciones que puede tener un sujeto para contactar a un
menor a través de algún medio tecnológico, el elemento subjetivo del tipo tiene un rol central: el
autor debe contactar a la persona menor de edad “con el propósito de cometer cualquier delito
contra la integridad sexual de la misma”; es decir, con la finalidad de cometer algún delito de
los contenidos en el título III del Libro Segundo del C. P. De ello se deriva que no basta el
contacto tecnológico con la finalidad de acordar un encuentro para mantener alguna relación de
índole sexual ya que, si no hay engaño y el menor presta un consentimiento válido para el acto,
que excluya la tipicidad del eventual encuentro sexual, faltará este elemento del tipo. El principio
rector debe ser que en ningún caso puede constituir delito de grooming el contacto tecnológico
en procura de un acto no delictivo. La determinación acerca de si el propósito sexual era o no
delictivo, cuando el encuentro no se produjo deberá inferirse de las relaciones interpersonales
precedentes. Y si se trata de un desconocido, habrá que indagar sobre los contenidos de las
comunicaciones dirigidas al menor contactado y a otros menores, si los hubiere; si actuó con
engaño, proporcionando una falsa identidad o mintiendo respecto de su edad; si tiene
antecedentes penales por delitos contra la integridad sexual, etc.; para ver si aparece como
probable la intencionalidad de menoscabar la integridad sexual del menor.
Se tipifica lo que sería un acto preparatorio de los delitos contra la integridad sexual:
contactar a la víctima a través de los medios enunciados, para luego abusar sexualmente de ella,
o intentar corromperla, o prostituirla, o hacerla participar en actividades sexuales explícitas, o en
espectáculos pornográficos, u obtener de ella imágenes pornográficas, o exhibirle imágenes de
esta índole, o hacerle presenciar exhibiciones obscenas, o sustraerla o retenerla con la finalidad
de menoscabar su integridad sexual.
La pena prevista para el delito de grooming es de seis meses a cuatro años de prisión; que
resulta excesiva cuando el delito fin fuere un abuso sexual simple, o unas exhibiciones obscenas,
o un rapto de un menor de dieciséis años, con su consentimiento; puesto que, en esos casos, la
sanción por la consumación del delito fin sería igual o menor que la que podría aplicarse por la
consumación de un acto preparatorio para llegar a él. Ello constituye una violación al principio
de proporcionalidad de las penas, que altera la sistemática de nuestro Código Penal [En idéntico
sentido Riquert, M, Parma – Mangiafico – Álvarez Doyle].
El artículo 132 del C.P. establece: “En los delitos previstos en los artículos 119: 1°, 2°,
3° párrafos, 120: 1° párrafo, y 130 la víctima podrá instar el ejercicio de la acción penal
pública con el asesoramiento o representación de instituciones oficiales o privadas sin fines de
lucro de protección o ayuda a las víctimas.”
Con esta disposición, introducida por la ley 25087, y mantenida por la ley 26738, que
suprimió el segundo párrafo, se procuraba dar mayor protección a la persona ofendida por los
delitos contra la integridad sexual, brindándoles orientación y mayor seguridad para evitar la
revictimización, dándoles información adecuada y apoyo suficiente en lo jurídico, psicológico y
social.
Pero con el correr de los años la asistencia a las víctimas se ha ido generalizando, de
modo que ese asesoramiento y representación, hay en la actualidad se le brinda a toda víctima de
un delito grave contra bienes jurídicos individuales.
A nivel nacional rige la ley 27732 (BO 13/07/17), de Derechos y Garantías de las
Personas Víctimas de Delitos.
Y bajo la órbita del Poder Ejecutivo Provincial, existe el Centro de Atención a Víctimas
de Delitos (CAVD), dependiente del Ministerio de Seguridad, cuyo objetivo es brindar asistencia
integral a la víctima de un delito y a su entorno familiar.
Así las cosas, hoy en día ya no tiene razón de ser esta previsión especial del artículo 132
del C.P. para los delitos de abuso sexual, estupro y rapto; puesto que la protección legal se ha
ampliado considerablemente respecto del estrecho ámbito de aplicación allí previsto.
Vale recordar aquí, que, a partir de la vigencia de la Ley 27455 (BO 10/10/18), que
modificó el artículo 72 del C.P., en el caso de los menores, víctimas de cualquier delito contra la
integridad sexual, la acción penal puede promoverse de oficio. De modo que cualquier persona
puede denunciar el hecho con efecto promotor de la acción penal, ejerza o no la representación
de la víctima que no ha alcanzado la mayoría de edad.
La segunda parte del artículo 132, hasta la sanción de la Ley 26738, preveía que en los
casos de los artículos 119 1º, 2º y 3º párrafos; 120 1º párrafo y 130 la víctima mayor de 16 años
podía proponer un avenimiento con el imputado y el Tribunal podía, excepcionalmente, aceptar
la propuesta que hubiese sido libremente formulada, cuando en consideración a la especial
relación afectiva preexistente, considerara que era el modo más equitativo de armonizar el
conflicto con mejor resguardo del interés de la víctima. El avenimiento extinguía la acción penal.
En iguales circunstancias, y por aplicación de este mismo párrafo, el Tribunal también podía
aplicar al caso la suspensión del juicio a prueba.
El avenimiento fue derogado por la Ley 26738 (BO 07/04/12). ¿Qué ocurre entonces si
quien denunció por abuso sexual a la persona con quien tenía una relación sentimental (marido,
pareja, novio), quiere reconciliarse, recuperando o no la relación? ¿Puede la víctima hacer algo
para que ese, con quien pasó más buenos que malos momentos, o con quien comparte a sus hijos,
recupere su libertad?
En la actualidad, la única solución posible para esos casos de avenimiento entre víctima y
victimario, es la conciliación, que podría producirse sin intervención estatal, cuando la víctima
sea una mujer -dado que el artículo 28 de la Ley 26485 prohíbe las audiencias de conciliación en
todo hecho de violencia contra una mujer-, puesta en conocimiento de la Fiscalía o Juzgado en el
tramite la causa, en razón de que se encuentra prevista como causal de extinción de la acción
penal, en el artículo 59 inciso 6° del C.P.
Sa parifican las escalas penales del autor, partícipe primario y secundario. De modo que,
en este caso, el partícipe secundario no se verá beneficiado con la escala penal disminuida de un
tercio a la mitad, prevista en el artículo 46 del C.P.
Nota: Las rúbricas de los capítulos II, III, IV y V fueron derogadas por art. 1° de la Ley
n° 25087 B.O.14/05/1999.
Pena accesoria para delitos del Título III:
El artículo 1 de la ley 27206 (BO 15/10/15) incorporó como último párrafo del artículo
20 bis del Código Penal, el siguiente:
“En caso de los delitos previstos en los artículos 119, 120, 124, 125, 125 bis, 128, 129 —
in fine—, 130 —párrafos segundo y tercero—, 145 bis y 145 ter del Código Penal, la
inhabilitación especial será perpetua cuando el autor se hubiere valido de su empleo, cargo,
profesión o derecho para la comisión.”
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Mayo de 2023
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