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Sobre “30 monedas”: Poder memorable y expiación con Alex de la Iglesia.

Javier Bonafina

Nadie conoce el poder de una apertura memorable como Álex de la Iglesia. “El día de la
bestia” (1995), comienza con un sacerdote cometiendo pecados menores: robar la
billetera de un moribundo, atropellar a un artista callejero y robarle a un mendigo. Su
adaptación de Barry Gifford de 1997, “Perdita Durango”, inicia con un leopardo
desnudando a Rosie Pérez. “Balada Triste de trompeta” (2010), quizás su mejor obra,
comienza con un payaso obligado a luchar en la Guerra Civil Española. Las brujas de
Zugarramurdi (2013) con un robo a mano armada, en el que un hombre vestido como
Jesús se sale con la suya mientras su cómplice, Bob Esponja, es asesinado a tiros. “30
Monedas” (2020), tiene tres escenas iniciales que marcan el ritmo de toda la serie.

La primera tiene a un hombre robando un banco suizo, la seguridad lo llena de balas,


pero no muere hasta que está en el auto de fuga y un sacerdote con gafas de sol le quita
un collar. Luego, los créditos iniciales, representan la crucifixión de Jesucristo mientras
los romanos se ríen de su tormento y Judas huye de la escena para ahorcarse. Y
finalmente, una vaca da a luz a un feto humano en un pequeño pueblo (Pedraza) de la
España Medieval. A la mayoría de los cineastas les gusta jugar a ser Dios. Álex de la
Iglesia se luce en interpretar al Diablo.

De la Iglesia y su coguionista Jorge Guerricaechevarría soñaron con una obra así desde
el momento de su debut cinematográfico, “Acción Mutante” (1993). A lo largo de los
años, crearon un mundo reconocible y exclusivamente suyo, gobernado por sociedades
secretas y acosado por el caos bíblico; a su estilo, una amalgama de Luis Buñuel y Alex
Cox. Una síntesis de una versión religiosa de los Horrores Cósmicos de William Hope
Hodgson y HP Lovecraft. Para ellos el universo –ocasionalmente- se abre y se traga a
algunos mortales, aunque en este caso tiene más que ver con el Dios del Nuevo
Testamento que con los pulpos interdimensionales.

Cada episodio contiene algo tan profundo y extraño que por sí solo podría ser la trama
de una sola película. Lograron lo que busca el mundo del entretenimiento: crear varios
tipos diferentes de programas de televisión a la vez, desde un estudio derivado de “Twin
Peaks”/“Andy Griffith Show” sobre una ciudad en crisis, hasta una telenovela política al
estilo de Shonda Rhymes. y finalmente una fuente de acontecimientos sobrenaturales
como en las ofertas de monstruos que nos ofrecen la televisión y el cine.
Los creadores son muy conscientes de que están repitiendo modelos que funcionan y es
eso lo que buscan: que la actitud de conocimiento se convierte en parte de la diversión.
No le temen al cliché. No es sólo la lógica a lo Dan Brown, en la hay una conspiración
religiosa, tan profunda que trastornaría toda la fe si fuera desenterrada. También, es una
demostración perpetua de los pecados cotidianos: las pasiones extramatrimoniales, los
adolescentes que se portan mal, los policías y clérigos corruptos, las vecinas chismosas,
etc. El mundo podría estar al borde de la destrucción, pero nada es intrínsecamente más
importante que cualquier otra cosa.

Esta serie se basa en una idea inteligente y astuta - desearíamos que se explorara con
más frecuencia- todo acto político es un acto sacralizado y cualquier sacralización es un
acto político. En una de las escenas se explica que Judas era parte del plan para que
Jesús fuera crucificado, convirtiéndolo en una figura tan integral para la resurrección y,
por lo tanto, para la totalidad de los evangelios como Jesucristo mismo. Se narra de tal
manera que parece como si toda la idea del Mal en el mundo fuera algo tan divino como
un acto de caridad. En todo caso ¿Cuánto mal puede encerrar el bien?. Si lo pensamos
un poco, es el tipo de cosas que preocupan a gran parte de los discursos nacionalistas,
aunque en una forma expurgada y bizantina que distrae la atención. ¿Necesitamos que
haya cosas horribles en el mundo para demostrar el verdadero valor y poder de la
empatía y el altruismo?

Es una pregunta que llega al corazón de la naturaleza humana. Todo está oculto detrás
de la lujuria, la violencia y las conspiraciones. En todo caso ¿Qué grado de malicia se le
debe permitir exhibir a las personas?. Todos en el pequeño pueblo, donde viven los
protagonistas, tienen un terrible secreto esperando ser expuesto, lo que los hace a todos
muy susceptibles a los sucesos satánicos. Esperan -con esperanza- salvar a todos del
peligro apocalíptico, pero la lucha por las almas de todos termina antes de comenzar.

De la Iglesia es uno de los directores españoles que mejor ha adecuado su obra a la


lógica cultural del capitalismo tardío, imitando las formas de disipación del lenguaje
referencial y de hibridación tanto temática como estructural, pero también saturando y
multiplicando las imágenes, principalmente en la representación grotesca de sus
monstruos. La adhesión del director a las transformaciones recientes no interfiere con
sus señas de identidad, manifestando en esta serie televisiva una inconfundible destreza
para articular las constantes de su cine en temáticas como la religiosidad, el
desmantelamiento de lo institucional, la presencia del costumbrismo, la demonología o
el horror cósmico. Por otro lado, aunque normalmente se decanta por la hibridación de
géneros que define su filmografía, Jorge Guerricaechevarría y él construyen una historia
puramente de terror. En este sentido la línea argumental se intercala con cuatro
categorías arquetípicas del género: el ataque de extravagantes criaturas mutantes, la
llegada de misteriosos y oscuros doppelgängers, el poder sobrenatural de fuerzas
sublimes y la amenaza constante del demonio. De la Iglesia juega a trasladar las
referencias de varias generaciones al imaginario del siglo XXI, presentando monstruos
pretéritos con apariencia inéditas y que, también, encierran nuestra propia nostalgia ante
un mundo que parece desvanecerse.

Las primeras dos temporadas nos sumen en el mundo anterior y posterior a la Pandemia
de COVID 19. En la tercera temporada, habrá que esperar una revelación, algo que
quite el velo de los cegados por la luz, ante la presencia de tanta oscuridad. El
apocalipsis no es el anuncio de una catástrofe inminente. Sino el anuncio de que si todo
continua así, estamos dando el paso hacia el abismo. Es fundacional interrumpir el
tiempo presente, para avizorar la salvación. Para poder interrumpir los tiempos que
corren, para imponer una nueva conciencia, una que nos recuerde que el tiempo es un
bien escaso, no hay más ayuda que el recuerdo de aquellos que lo sacrificaron todo para
que podamos tener futuro. La Política no es otra cosa que el dominio del tiempo, en un
espacio determinado. El mal no cesa de vencer, aunque, también, no hay mal que dure
cien años, ni cuerpo que lo resista.

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