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Tal vez solo era el sonido del viento lo que azotaba el vidrio de mi venta, o el crujir de las ramas de

los árboles, lo que sin duda generaba en mí esa intranquilidad nocturna, no era muy fácil que el
sueño abandonara mis noches desde… aquella época.

— ¿Cuánto más? Solo quiero descansar.

Mis labios pronuncian en un fuerte reclamo a la oscuridad que inundaba la habitación, abrazo una
de las múltiples almohadas que hay en mi cama, la muerdo en un ataque de molestia aún más
grande por no poder encontrar el sueño en mis intenciones.

— Bueno, tú ganas, es momento de hablar.

Me siento por fin en la cama, poniendo mi desnuda espalda en la fría pared, un estímulo que me
hace recordar que sigo vivo.

— ¿De qué quieres hablar, o que te ha molestado?

Hablo a la esquina de mi habitación, sé que está ahí, solo que no responde, de una u otra manera
sé que me corresponde a todo el tiempo que llevo ignorando sus llamados, sé que tengo que ser
más humilde y condescendiente, pero… porque demonios tendría que hacerlo… no puede
quitarme el sueño para toda la vida. Me tomo un momento respiro profundo y enciendo un
cigarro, esperando el humo se lleve todo lo que necesito decir.

— ¿Listo para hablar Samael?

El frio de la habitación se intensifica y mis dedos comienzan a temblar y casi no puedo detener el
cigarro entre ellos.

*Posiblemente sea momento de hablar.

— A que corresponde tal intromisión a mi tranquilidad, y con tal súbito arrebato.

* Sabes que las cosas no están de lo mejor, hace tanto que no correspondes a mis llamados, aun
cuando te has visto beneficiado de mis dones, sabes que no has pagado por la gracia que se te
otorga.

— ¡Por Dios!

Sin demora y de un súbito golpe la obscuridad de la habitación se extendió de la esquina hasta el


resto de la habitación.

* No juegues con mi paciencia imbécil… No le menciones.

Su grito hizo que los vidrios casi crujieran y la puerta de la habitación se cerró de un solo golpe,
honestamente, no me inmuto su reacción si bien sé que el traer a Dios a la plática no es correcto,
tampoco me invade el miedo, porque sé que no me puede tocar.

— Calma, no fue intencional

Me acomodo nuevamente en la cama y me tapo aún más con las cobijas, el frio que hay en la
habitación mientras está presente, se torna insoportable, mi mente divaga un poco entre lo que
hay que hablar pero no quiero mencionarlo, me niego a traer esa conversación pendiente a mis
labios y mis oídos, bien sabía que la eternidad no vendría sola, y mucho menos con tranquilidad,
había aceptado la oscuridad en mí, solo para poder gozar de un poco más de tiempo, solo por la
ambición de ver el mundo cambiar a mis pies, solo por encontrarte en las vidas que vinieran
después de que te conocí.

— Bueno habla ya, dime que es lo que necesitas, ha pasado ya un tiempo en que no estábamos de
frente y mucho menos que reacciones de esa manera, por una pequeñez como es mencionarle,
dime cual es el motivo de tu cólera.

* El motivo de la misma, es en relación a tu incumplimiento de los acuerdos pactados.

Expreso con su voz aún más firme.

* Si bien tenemos un trato, no se ha cumplido a cabalidad y con ello, viene la desobediencia y falta
de interés en cumplirlo, aun pese a mi paciencia de 7 años, ya me he cansado de no tener mi parte
del trato, solo por tu falta de atención.

— Se perfectamente lo que no he hecho, pero aún más tengo presente lo que he evitado, y es por
ello que el postergar “Tu cena” no ha sido solo un acto al azar.

Justo al sacar el último aliento de aquel cigarro que tenía en la diestra, mi zurda arde como si las
llamas del mismo infierno la rodearan, y bueno… no era tan infame mi afirmación, pues el sello de
aquel contrato tomaba visibilidad en un tono verde, mientras la llamas se elevaban en todos los
azules existentes, incluso en aquellos que ni siquiera la mano del hombre ha podido replicar de la
naturaleza.

— Basta ya….

Expreso en un grito de rabia

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