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Hormigo

Retraso mental en niños y adolescentes.

Cap. 8: Retraso mental y trastornos en el desarrollo: autismo y psicosis.

Cuando decimos retraso mental, todos estamos de acuerdo en los criterios que definen
esta nosología. Cuando decimos autismo, psicosis, los criterios diagnósticos varían de
acuerdo con el posicionamiento teórico de quien los diagnostica. Etiopatogenia: origen o
causa del desarrollo de una patología.
-Desde la neurología: actualmente establece que el autismo no es una enfermedad
producto de una única etiología definida, sino que se trata de un síndrome de disfunción
neurológica, que aparece en el área de la conducta.
Está asociado a distintos factores causales: condiciones prenatales, condiciones
perinatales, condiciones que se manifiestan en los 3 primeros años de vida.
Su diagnostico continua siendo clínico, basado en la observación conductual, ya que no
existen marcadores biológicos que puedan validarlo, mostrando una disfunción del
sistema nervioso.
En el DSM IV está incluido dentro de los TGD. Queda separado de las psicosis infantiles.
-Desde el psicoanálisis: Roger Misés desde una concepción pluricausal considera a la
debilidad mental como resultante de la imbricación de factores biológicos y relacionales.
Establece la noción de psicosis de expresión deficitaria para aquellos sujetos en los que
están presentes ambas vertientes: psicosis y retraso mental.
Mannoni descubre que en el interior del retraso mental se encuentra un abanico de
reacciones perversas, psicóticas, fóbicas que hacen pareja con la forma de relación
madre-hijo, en tanto la madre responde a las demandas del hijo desde sus propias
fantasías.
Piera Aulagnier en su trabajo abocado a la comprensión de las psicosis presenta a la
función materna como aquella capaz de inscribir al hijo en la trama discursiva,
garantizando su acceso a la cultura, al campo social. En las psicosis la función materna
impone, mediante un exceso de violencia, una verdad que no condice con el discurso del
conjunto y que se manifiesta en el sujeto a través de la idea delirante primaria.
Fallas en la constitución del pensamiento: ¿autismo, psicosis o retraso mental?
En el psicoanálisis los síntomas son tomados como indicios, como indicadores de la
estructura psíquica y no como la patología en sí misma.
Por ejemplo: hablamos de signos de desconexión y aislamiento que no equivalen a
diagnosticar autismo.
Plantea la cuestión diagnóstica en términos de estructuración psíquica. Para ello sostiene
la premisa de la inexistencia del inconsciente desde los orígenes, éste se funda como
producto de la cultura, de la relación sexualizante con el semejante y como producto de la
represión originaria. El inconsciente se maneja por la ley de “identidad de percepción”,
tiende a reencontrar y ligar lo ya conocido, lo idéntico.
La función materna funda la sexualidad e inscribe al niño en una estructura discursiva
histórico-familiar y social. La madre se anticipa a las demandas del niño e interpreta lo
que este necesita desde su propia estructura discursiva. El pensamiento tiene en principio
un carácter alucinatorio (el bebé que succiona en el vacío, alucina el pecho materno).
La función intelectual del juicio o la aparición del pensamiento se sustentan en la
existencia de 2 juicios: de atribución (se refiere a un tiempo mítico en el que se en el que
se atribuye o desatribuye una propiedad a una cosa, ej. quiero comer o quiero escupir
esto), de existencia (supone la representación de la cosa.
La función del pensamiento, en su génesis, supone un juego de las mociones pulsionales
primarias, esto es de la pulsión parcial, cuyo fin será la búsqueda de una descarga.
El Yo se rige por la lógica de la negación, siendo la negación un sustituto de la represión.
El diagnóstico de retraso mental en psicosis y autismo.
La importancia del diagnostico reside en que éste condicionará el abordaje terapéutico a
seguir. El sujeto con retraso mental por lo general no llega a la consulta psicológica. Las
posibilidades de que se sostenga un tratamiento son escasas, no porque el sujeto carezca
de posibilidades o interés, sino porque desde la dinámica familiar es obstruido.
En los casos de autismo o psicosis, frecuentemente el conflicto se evidencia para los
padres con el ingreso de los niños a la escuela. La escuela en tanto espacio de encuentro
con el semejante, con las diferencias, representará por excelencia la salida exogámica del
niño. Es el espacio de transición de lo íntimo, lo privado, lo conocido, a lo público, social.
Muchas veces el diagnostico que se sostiene es el de retraso mental, sin que se aborde la
verdadera problemática en cuestión: fallas en la constitución psíquica. Los sujetos son
tratados y nominados como retrasados mentales, sin que se realicen un tratamiento
psicoterapéutico adecuado. Se continúa buscando una etiología genética.

Cap. 9: Características de la función materna en niños y adolescentes con retraso


mental.

La función materna es condición necesaria y primordial para la constitución psíquica del


sujeto. Podrá ser ejercida por quien haga de sostén del niño y actúe como organizador
inicial de su psiquismo.
Winicott madre suficientemente buena. La función materna tiene 3 finalidades:
-sostenimiento: se refiere al modo en que la madre toma en sus brazos al bebé y la
seguridad que genera en éste.
-manipulación: favorece el desarrollo muscular y la coordinación.
-mostración de objetos: se refiere a hacer real el impulso creativo del niño.
Señala que un contacto deficiente con la madre generará trastornos en el pequeño, ya
que es la madre quien echa en la infancia los cimientos de la salud mental del ser
humano.
Freud: el nacimiento de un hijo con alguna discapacidad vuelve “imposibles” las
proyecciones futuras depositadas en él. La función materna en niños y adolescentes con
retraso mental adquirirá características y matices propios, que incidirán en la capacidad
adaptativa del hijo.
En el retraso mental y en la psicosis se encuentra un punto en común: un exceso de la
violencia primaria de la interpretación. Sin embargo habría diferencias significativas.
En la psicosis pareciera existir el deseo de maternidad, que no ha podido tramitarse en el
“deseo de hijo”. En el retraso mental, “el deseo de hijo” puede estar presente, pese a ello,
la discapacidad impacta en la función materna de modo de un trauma y establece un
duelo fallido, que se expresa en la madre como una depresión sintomática.
Las respuestas del sujeto ante estas circunstancias son distintas: el psicótico “se
defiende” mediante la creación de la idea delirante primaria, mientras que el sujeto con
discapacidad mental no puede defenderse, no cuenta con los recursos suficientes, desde
los aspectos cognitivos y simbólicos, como para generar una actitud representativa que se
lo posibilite.
La discapacidad no garantiza la posibilidad de la descendencia y coagula al hijo en el
lugar de objeto sin la posibilidad de instituirlo como sujeto deseante.
La discapacidad del hijo cuestiona a la madre en su función. La madre otorga un sentido a
la discapacidad que guarda relación con su historia, sus miedos, sus temores.
Se observa una negación y renegación del diagnóstico.
Todas las madres atraviesan por las distintas etapas del duelo descriptas por Bowlby:
shock y embotamiento, negación, desesperanza y reorganización, que se suceden
simultáneamente y cobran vigencia en distintos momentos de la vida.
El ingreso del sujeto al campo social favorece la construcción de un proyecto
identificatorio. En las madres de hijos con retraso mental la salida es restringida o está
ausente. La imagen del cuerpo se funda en una relación de orden linguistico con el otro, la
falta de palabras no permite su estructuración.
De los casos se desprende la existencia de características comunes a la función materna
en niños y adolescentes con retraso mental:
-identificación a atributos fálicos de las figuras parentales.
-ligazón edípica con dichas figuras parentales, que posiciona al hijo como producto de un
deseo incestuoso.
-prevalencia de una modalidad de relación de la función simbólica atrapante y expulsiva.
-el lugar asignado al padre del niño, en tanto garante de la ley, es fallido, se trata de
funciones parentales débiles o ausentes.
-la madre se apropia de ese hijo rechazado, sobreprotegiéndolo con conmiseración y
excesos de cuidado y protección.
En el retrasa mental el ejercicio de la función materna, con sus características
particulares, hay características comunes que inciden en la constitución psíquica del hijo.
Ello se ve reflejado en la capacidad adaptativa, a través del logro o restricción en las
habilidades adaptativas.
Janin

Cap. 8: Patologías graves en la infancia.

Detectar patología es diferente a colgar un cartel, a plantear un trastorno como un sello


inmodificable. Detectar dificultades implica poder descubrir qué es lo que ese niño tiene
para decir, qué conflictos está manifestando. Por lo contrario, clasificarlo, catalogarlo,
supone despojarlo de su subjetividad como ser singular.
Las patologías “graves”.
Elijo poner en duda todo “diagnóstico” invalidante, suponiendo que todo niño tiene
posibilidades impensadas.
Es habitual que la gravedad de un trastorno se mida más por aquello que resulta
insoportable a los adultos que por el sufrimiento del niño.
Sujeto en estructuración y por ende con múltiples posibilidades.
La primera tarea será humanizarlo, subjetivarlo. Tolerar idas y vueltas, sostener la
conexión, posibilitarle a un niño regresiones y progresiones, es parte de la tarea analítica.
Todo sujeto está sujetado a avatares de los otros. Por lo que considera insoslayable, el
tema del entorno. A la vez el niño transforma lo percibido a partir de su propia posibilidad
inscriptora y ligadora.
Para poder pensar las intervenciones es fundamental conocer los momentos de la
constitución psíquica.
Algunos indicadores: no nos remiten a la gravedad o no de la situación, sino que son sólo
un indicio que abre preguntas. Algunas cuestiones que pueden llamarnos la atención:
1°año de vida: mirada vacía, usencia de mímica y gestos de llamada, falta de sonrisa.
Fines del 1°año: no reconozca la presencia del padre, no se angustie frente a la ausencia
materna, trastornos del sueño y alimentación permanentes, retrasos en la motricidad.
2 años: no haya esbozos del lenguaje ni comunicación alguna, no pueda armar juegos
imitativos, utilice el cuerpo del otro como parte de su propio cuerpo.
3 años: no intente conectar con otros niños, no manifieste curiosidad por lo novedoso,
entre en estados de terror con frecuencia, tristeza y apatía.
4 años: tipo de contacto estilo robot, estado de alerta permanente, ausencia de juegos
dramáticos, lenguaje confuso, bizarro o ecolálico, actos estereotipados.
5 años: no juegue con otros niños, confunda fantasía y realidad.
Estos son solo indicadores que nos llevan a formularnos preguntas a observar, sin
apresurarnos en sacar conclusiones. Uno de los problemas que se hace evidente es la
dificultad de los adultos para pensar al niño desde la lógica infantil, y en su singularidad
como sujeto marcado por sus propios conflictos y por los de los otros. No todos los niños
tienen las mismas adquisiciones en el mismo momento y no todos aceptan
placenteramente lo que la sociedad les impone. Y esto en sí no implica patología “grave”.
Si pensamos en términos de estructuración psíquica prevalecen los trastornos: en la
constitución de los ritmos, en la diferenciación adentro-afuera, en la erotización, en la
articulación de las zonas erógenas, en la constitución del yo, en la diferenciación yo-no
yo, en la constitución de una imagen unificada de sí.
Todo diagnostico de dificultades es un corte transversal, y por ende temporario, en un
proceso en el que pueden predominar las transformaciones, lo que llevaría a plantear un
pronóstico positivo.
El niño transforma lo percibido a partir de su propia posibilidad inscriptora y ligadora. Es
en el trabajo con el niño mismo, a partir de un vinculo que se da de un modo
particularmente intenso, que vamos escribiendo con él una historia, muchas veces allí
donde no se había escrito ninguna.
Todo esto nos marca lo impredictible de la evolución de un niño y de cómo el tema parece
ser siempre apostar a las posibilidades creativas.

¿Autismo o autismos?
Considero que las psicosis infantiles son trastornos severos en la constitución psíquica y
que el autismo muestra uno de los modos más primarios de estos trastornos, que se
refiere a fallas muy tempranas en la estructuración de la subjetivad, con un elemento
distintivo: la incapacidad para comprender el vínculo humano.
Más que autismo hay autismos, en tanto son muchas las diferencias que encontramos
entre los niños que son diagnosticados de este modo. La sintomatología es muy variable y
también la evolución a lo largo del tratamiento.
Denys Ribas realiza algunas reflexiones acerca del autismo planteando la relación entre el
autismo y la pulsión de muerte, al hablar de la dificultad para representar en el autismo.
Describe al autismo como automutilación psíquica. El niño autista no come libidinalmente
a su madre, sino que la corroe.
Si bien hay características generales (no hablan o tienen un lenguaje ecolalico, necesitan
que todo quede inmutable, no se conectan con otros, mirada vacía, ausencia de mímica y
gestos de llamada, insensibilidad a las estimulaciones auditivas, movimientos
estereotipados, no diferencia entre familiar y extraño), nos encontramos habitualmente
con un espectro muy amplio de niños a los que se define como autistas con múltiples
determinaciones.
Hay un encuentro fallido entre el funcionamiento del niño y el de aquel que cumple la
función materna, encuentro fallido que implica que allí donde debería haber un “plus” de
significación y de fantasía, hay un vacío. Cuando una madre “desvitaliza” a su bebé, la
propia vitalidad está en juego. Cuando ella esto ensimismada en su propia conflictiva, en
situación de duelo, cuando se ha retraído narcisisticamente y no puede conectarse con el
hijo, éste vivirá la ausencia, el vacío del otro como propio y a la vez generado dese él
mismo.
El dolor produce una estampida, pero cuando sobrepasa hasta la capacidad de huir
puede producirse un efecto de autoanestesia: no se siente.
Las psicosis infantiles
Nos encontramos con frecuencia con la violencia de la interpretación materna, con padres
que hace sobreinterpretaciones o interpretaciones delirantes del accionar del hijo. No hay
un vacío, sino un exceso en juego.
Es frecuente que estos niños, como lactantes, hayan sido ávidos y voraces y que no
puedan separarse de la madre necesitando un contacto corporal con ella. Es posible que
vivan la separación como si se les arrancase una parte de sí.
Hay niños que pueden sentir que los objetos animados cobran vida y se convierten en
terroríficos, lenguaje confuso y bizarro, predomina la desestimación, con agujeros
representacionales y los temores son a desintegrarse, a ser tragaos, a caer y a explotar,
una negación de la verdad biológica de los vínculos de parentesco, otras veces el
reconocimiento se hace suponiendo repeticiones lineales y absolutas.
En las consultas con niños que presentan dificultades importantes, los padres llegan con
discursos en lo que no aparecen interrogantes ni dudas.
Es un terreno en el que nos encontramos con una gran variedad de presentaciones y con
múltiples determinaciones. Importa destacar: la singularidad de cada caso, los llamados
TGD que incluyen generalmente autismos, psicosis infantiles y otras patologías, suelen
ser trastornos en la estructuración del psiquismo, las causas no son univocas, los
momentos tempranos de la estructuración psíquica van a estar en juego, son tratables
psicoanalíticamente, las intervenciones del analista son estructurantes.
Las patologías severas implican siempre a muchos participantes, que están
multideterminadas y que incluyen un espectro muy amplio de funcionamiento. La
generalización puede llevar a perder de vista la especificidad de cada caso.
Si tomamos los tiempos de la estructuración psíquica:
1. La constitución de las zonas erógenas.
2. La articulación de las zonas erógenas para la constitución del yo.
3. Los ritmos.
4. Defensas.
5. El vacio del sentido. Todo es igual.
6. La capacidad para procesar la información.
El juego implica el armado de un espacio psíquico y en el jugar mismo se construye este
espacio. Supone la separación del otro, el registro de la ausencia y la posibilidad de
recrearla.
La constitución del psiquismo: constitución del universo sensorial de la diferenciación
adentro-afuera y de las zonas erógenas como articuladas entre sí, el yo, el preconsciente,
defensas, el padre, yo-ideal. Falla en la identificación constitutiva del yo, tres elementos:
no poder pensarse a sí mismo cambiando en el tiempo, no poder estar solo, no jugar.
La falla en la identificación se hace evidente en las nociones de tiempo y espacio.
Las intervenciones
Apelar a la creatividad y producir ese acto particular que es la intervención analítica.
Intervención que en estos casos implicará muchas veces crear las condiciones para que
el aparato psíquico se constituya, marcado por los deseos y la represión.
Intervenir no significa solo hablar. Muchas veces, accionar, dibujar, modelar, jugar son
modos privilegiados en los que se puede posibilitar la creación de un espacio psíquico. La
estabilidad del encuadre temporal y espacial es fundamental.
Con los niños autistas estamos comprometidos con las zonas profundas de nuestro yo
corporal y grupal.
La meta consiste en trabajar con el paciente en una operación doble: dar un continente a
sus contenidos y dar un contenido a su continente, pero sin olvidar nunca la movilidad de
los limites y la polivalencia de las significaciones, al menos en la mente de un analista.
Las intervenciones del analista tienen un valor estructurarte cuando éste: sostiene el
vínculo a pesar de la desconexión del otro, arma ritmos a partir de ruidos o golpes,
posibilita el registro de sus propios afectos a través de un funcionamiento empático, va
estableciendo diferencias yo-no yo y sosteniéndolas, abre un mundo fantasmático,
armando un espacio lúdico en el que se puedan ir anudando metáforas, no sólo construye
una historia, sino que funda un código compartido.
Todo niño tiene algún momento en el que emerge otro tipo de investidura, de conexión
con el otro.
Cuando el analista no se anticipa a darle al niño lo que supone que quiere y espera que lo
pida, está aireando el vínculo y posibilitando la palabra.
En todos los casos al tratamiento individual del niño hay que sumarle el trabajo
psicoanalítico con los padres.
Con los niños en los que predominan las producciones bizarras el analista no debería
paralizarse frente a las producciones alucinatorias o delirantes del niño y darle un espacio,
ayudar a diferenciar fantasía y realidad.
Hay veces que de lo que se trata no es del desciframiento o por lo menos no con el niño
mismo. En estos casos, no hay una historia a develar, sino una a construir. Es ahí que las
intervenciones son estructurantes, motorizan la estructuración psíquica.
Cada una de las intervenciones puede implementarse con diferentes recursos.
Con los padres se hace imprescindible trabajar, escuchando el sufrimiento que los
desborda.
La pulsión de vida, el deseo de curar, debe ser sostenida por un analista que se siente
solo, desamparado frente al abismo.
Con respecto a las determinaciones en un niño con perturbaciones severas se trata más
bien de matices, de funcionamientos psíquicos, maternos y paternos, que implican toda la
complejidad y las contradicciones del psiquismo.
La urgencia de todo niño en crecimiento y de una historia a escribir-inscribir nos exige
afinar nuestras intervenciones, comprometernos con las transformaciones posibles y pone
en juego el deseo de curar.

La intervención siempre debe ser humanizante (psicosis, autismo).


-considerar al niño, su familia y el contexto.
-posicionamiento involucrante (aceptación del otro)
-discurso como posibilidad simbolizante (significación, debe dar lugar a lo posible, la
duda).
-el vínculo se debe configurar en y desde el amor (aceptación).
-deseo de enseñar (motorizar, buscar estrategias).
-interactuar con un objeto en común (relación tríada: alumno docente objeto).
-introducir la sorpresa como diferencia (posibilitadora del placer).
-juegos (son prioritarios en la infancia, función simbólica).
-desplegar la función simbólica (dibujo).
-arte.
-deporte.
-considerar el uso de los sentidos.
-trabajar lo especular (fotografías, historias, espejos).
-expresividad en sus diferentes modos (especular).

Cap. 10: Las crisis y los niños.


Lou Andrea Salomé plantea el tema de dolor con relación a fenómenos sociales. Las
consecuencias en el psiquismo infantil de las crisis sociales.
-El futuro incierto, miedo al futuro.
La realidad social, política, económica, golpea y nos lleva a pensar en el valor de la
irrupción de un “afuera” en la constitución de la subjetividad. Desde la desmentida y el
refugio en fantasías omnipotentes hasta la depresión, la desesperación, el estado de
angustia permanente, todas las variables se despliegan.
Piera Aulagnier, la función metapsicológica que cumple el registro sociocultural: la
relación que mantiene la pareja parental con el niño lleva siempre la huella de la relación
de la pareja con el medio que la rodea, el grupo enviste antes del nacimiento de un sujeto,
el lugar que se supone ocupará, el sujeto deberá encontrar en el discurso del grupo
referente que le permitan proyectarse en un futuro, para poder alejarse de los padres sin
perder todo soporte identificatorio; la posición de la pareja ocupa en el medio social
desempeñará un papel en el modo en que el niño elaborará sus enunciados
identificatorios
Los modos de inscripción y las posibilidades identificatorias son diferentes en los niños de
diferentes sectores sociales. La desocupación conmueve y golpea a los niños.
Cuando el futuro se supone catastrófico, evoca en cada uno imágenes de la propia
historia. La economía lo invadió todo, y supuestamente, es la razón última. Una razón
deshumanizante que deja reducidos a números y a ganancias posibles a los seres
humanos. Quedamos desbordados por afectos que no podemos procesar. Afecto: es un
primer registro de la vitalidad propia y ajena.
-La transmisión de lo traumática.
Frases que se asocian en los niños a imágenes de películas, de cuentos, a las propias
pesadillas, a lo vivenciado y a lo transmitido, ligadas a la angustia con la que son dichas.
Quizás todo sea posible o imposible en un mundo caótico, sin ninguna regla clara.
A los niños, la contradicción entre palabras y acciones, entre principios morales, normas y
actos, les dificulta constituir su propio sistema normativo, pero también sentirse parte de
un mundo protector, que sostiene reglas claras. ¿Cómo constituir la propia subjetividad en
un mundo sin reglas?.
Freud sostiene que la ética supone una limitación de lo pulsional. Los principios éticos se
oponen al cerramiento, a la descomplejización que implica la desaparición de la pulsión
misma como motor y a la vez fortalecen el movimiento de búsqueda permanente, como
derivación a otras metas.
La idea de un debacle, de un no-futuro o de un futuro espantoso produce la inundación de
afectos y fantasmas ligados a lo temido por uno mismo y por las generaciones que lo
precedieron. Transmisión transgeneracional de los traumas, en cualquier generación el
traumatismo no elaborado puede ser objeto de una puesta en forma creadora.
Los niños son receptores de las historias de sus padres y abuelos y deberán apelar a
salidas creativas para poder elaborar traumas ajenos (esfuerzo al aparato psíquico).
Cuando se deja de pensar en términos de futuro, de proyectos, el pasado vuelve, ya no
como historia, como relato de sucesos pasados, sino como retorno de lo temido,
inundando y aplastando al presente.
-La historia.
Sabemos que para construir un futuro hay que poder recuperar la historia y hacer justicia.
Es importante que se juzgue a los autores de torturas, asesinatos y apropiaciones de
niños.
-Las culpas.
En los adultos frente a todo lo perdido aparecen autorreproches. Otro modo es plantear
una culpa colectiva, que vuelve a borrar las responsabilidades efectivas. Así quedamos
con una imagen devaluada y culpabilizada de nosotros mismos.
Los niños repiten ¿Quién tiene la culpa? Sintiéndose posibles culpables de algo
indefinido. Padres que se autodescalifican permanentemente y estallan a cada instante.
Cae entonces sobre los niños la exigencia de sostener a los adultos, de hacerse cargo de
lo que sus padres no pueden resolver.
Las demandas parentales vienen siendo desmedidas y se viene transmitiendo a los hijos
un vaticinio catastrófico, que no es más que la proyección en el hijo de la propia
sensación de fracaso en relación con los propios proyectos. Mientras tanto los niños se
desvitalizan o entran en funcionamientos maniacos, tratando de “alegrar” a los adultos,
sintiendo que fracasan en el intento por causas que desconocen y que suelen atribuir a
fallas propias.
-Los duelos.
Los niños sienten las crisis directamente pero fundamentalmente a través de sus efectos
sobre los padres. La confusión infantil frente al desborde de los adultos es total.
En un mundo en el que hay para muchas carencias de comida, de abrigo, de viviendo,
también nos encontramos con carencia de representaciones. No se encuentran palabras
para nombrar lo que ocurre, hay un incremento de afectos que no pueden ser traducidos
en sentimientos y un bombardeo de estímulos visuales.
Para ubicar al otro como tal, como un sujeto con derechos, hay que reconocerse a uno
mismo como alguien igual a otros, con derechos y obligaciones y al prójimo como un
semejante diferente.
Los niños frente a la depresión de los padres, suelen ubicarse como causa de la
depresión o identificarse con el otro deprimido. La depresión se transmite a los hijos
muchas veces sin palabras (vacío de intercambios, silencio pesado).
¿Qué pierden los niños en los tiempos de crisis? 2 cuestiones:
-a los padres como fuente de seguridad y como filtros de los estímulos del contexto.
-un espacio en la cabeza de los padres, ocupados en otras cuestiones.
Hay que tener en cuenta que la marginalidad no implica sólo cuestiones económicas, sino
la imposibilidad de armar redes para resolver los problemas.
-Los proyectos.
El mañana, el proyecto diferido, queda anulado o ubicado como catastrófico. Frente a
esto, en un puro hoy que lo invalida como niño, puede apelar a un funcionamiento
maniaco y moverse sin sentido, armar una coraza de protección y desmentir percepciones
y afectos, quedar en estado de alerta, deprimirse, entrar en estados de desborde.
El temor al futuro deja a los niños en una eterna niñez, en una dependencia sin salida.
Un tema fundamental es el sostenimiento de proyectos por parte de los padres (vital).
Uno de los elementos constitutivos del psiquismo es la esperanza de obtener ayuda
externa.
-Las consecuencias psíquicas de las crisis.
La apatía y el ensimismamiento son cuestiones que se reiteran. Esto puede llevar a los
niños a moverse sin rumbo, a estar en estado de alerta permanente y a dificultades para
pensar, mientras los adolescentes tienden a tener funcionamientos violentos o a recurrir a
las drogas, tentativa eficaz de auto curación de sufrimientos impensables.
Cuando los ideales colectivos tambalean es muchas más difícil sostener y transmitir
ideales. Y sin ideales, no hay proyectos ni idea de futuro. Hay una tendencia a centrarse
en los ideales del yo-ideal.
Los proyectos son la presencia de la pulsión de vida allí donde el narcisismo primario se
quiebra, muestran distancia con el ideal y a la vez lo ubican como posible. Proyecto y
esperanza permiten desplegar el empuje pulsional de un modo mediatizado, frenar la pura
insistencia de la muerte.
Vacío de sentimientos y pensamientos aparecen siendo el gran protagonista de la
psicopatología infantil y juvenil en la actualidad.
Tipos de depresión en los adultos, desarrollos de H Kohut sobre el hombre culpable (qué
es lo que no hice o hice mal) y el hombre trágico (soy insuficiente para cumplir con lo que
debería hacer, no voy a poder). Si pensamos en el peso del Superyó y del Ideal de yo,
podemos distinguir: adultos deprimidos (por culpa en relación con el pasado), adultos
deprimidos (por insuficiencia en relación al futuro), adultos desbordados (suelen ponerse
violentos), adultos paralizados y expectantes (en alerta constante).
Podemos inferir que esto trae diferentes tipos de efectos:
Frente a los adultos deprimidos por culpa los niños suelen: ubicarse como culpables,
hacer actuaciones maniacas intentando alegrar a los adultos, tener funcionamientos que
pueden ser catalogados como hiperkinesia.
Adultos deprimidos por insuficiencia promueven en los niños: temor al futuro, sensaciones
de insuficiencia, apatía, renuncia a aprender, a competir, a luchar, en un bajar los brazos,
rendirse antes de comenzar la pelea.
Los adultos desbordados suelen favorecer: sopor, desconexión, trastornos de
pensamiento, estado de alerte angustioso, actitud vengativa frente al mundo, dificultades
para atender en el ámbito escolar.
Frente a los adultos expectantes, los niños suelen entrar en: estado de despliegue
narcisista, depresión.
-De lazos fraternos.
No solamente hay tristeza y desesperanza en las situaciones de crisis. También puede
haber en estas situaciones transmisión del apoderamiento, como dominio de los
problemas, como acción coordinada con otros.
Lo que se pone en juego son redes fraternas y se van recomponiendo lazos solidarios. La
acción compartida permite apoderarse de lo desconocido y ligar la angustia.
Las acciones colectivas tienen un plus de sentido: permiten el procesamiento del dolor,
del desamparo, de la caída de la propia imagen a través del armado de nuevas cadenas
representacionales, se construye una memoria compartida que se opone al olvido y a la
muerte.
El grupo social puede operar como continente protector de los niños. Cuando hay
posibilidades de respuesta por parte de los padres, los niños se sienten muchas más
contenidos. El sostén grupal da mayores posibilidades de complejizar psíquicamente.
El lazo con el otro es esencial. La solidaridad es comúnmente descrita como un elemento
indispensable de la sobrevida. Se trata de sobrevivir con el otro.

Vasen

Cap. 4: Una bi-polaridad que no es bipolar.

Bipolaridad en adultos.
La bipolaridad es una categoría heredada de la psiquiatría de adultos en la que se
describe un cuadro que clásicamente se llamaba psicosis maníaco depresiva.
En el espectro de los trastornos del ánimo o del humor que plantea el DSM para los
adultos se incluyen los desordenes depresivos o maníacos (mono polares) y los bipolares
(se combinan episodios que van de la euforia maníaca al talante depresivo, que tiene
cierta duración y que se presentan con una típica alternancia cíclica).
Para considerar un trastorno bipolar en un adulto se requiere que la perturbación del
ánimo sea, además de cíclica, primaria.
Dentro del trastorno se describen algunas variantes.
-Tipo I: se trata de un cuadro en el que se ha presentado al menos un episodio maníaco o
mixto de una semana de duración como mínimo y que ha requerido de una hospitalización
(brote psicótico con componentes claramente maniacos).
-Tipo II: episodio hipomaníaco, una exaltación que no llega al desborde psicótico. Estos
rasgos se presentan de una manera atenuada y sin alterar profundamente el juicio.
-Ciclotimia: el cuadro presenta fluctuaciones de ánimo más suaves.
-Distimia: suele reservarse para cuadros de depresión leve.
-Episodio mixto: se caracteriza por la combinación de fases en casi todos los días,
durante una semana, que genera deterioro de actividades sociales, ocupacionales, lazos.
Un cuadro propiamente bipolar para ser considerado como tal, debería incluir la
alternancia cíclica de momentos maniacos y depresivos diferenciado y separados en el
tiempo, por breve que este lapso sea. La ciclación es lo prioritario.
Se aplica a quienes superan, en general, los 18 años.
En los últimos años predomina un criterio que hace de la manía lo central. Quienes lo
padecen se sienten irritables, enojados, celosos, resentidos, ansiosos, evitativos,
temerosos, inadecuados y confusos. Además de las variaciones del ánimo, experimentan
variaciones en la actividad, energía, el peso, el metabolismo, el ciclo de sueño y vigilia.
Son esos síntomas secundarios, no típicos sino atípicos, los que toman la delantera en las
descripciones del cuadro en la infancia.
La mal llamada bipolaridad infantil.
Este síndrome es introducido entre los niños de un modo forzado, ya que carece a esas
edades de un perfil propio que justifique seriamente su consideración como cuadro de la
infancia.
Construir un conjunto sobre la base de un rasgo y después pretender incluir en él a
quienes carecen de dicho rasgo es algo paradójico. La bipolaridad en los niños es un
conjunto vacío.
Esta lógica clasificatoria no se contenta con generar estos dos conjuntos disjuntos sino
que además, profetiza. Dice que los niños irritables que aún no presentan la bipolaridad
como rasgo, la van a tener más adelante.
La cronicidad de la serie sintomática, la predominancia depresiva/heterogénea y los
cambios sintomáticos post-puberales.
Los síntomas a los que se alude para configurar el TBPI son muy inespecíficos.
El mal llamado TBPI se caracteriza en este grupo etáreo por su atipicidad, prevaleciendo
la cronicidad sobre los ciclos y la irritabilidad, el malhumor, la hiperactividad, la
impulsividad, a veces la tristeza o bien la cólera y exigencias desmesuradas e intolerancia
y beligerancia.
Papolos: la bipolaridad infantil reunía 4 características diferenciales con respecto al
cuadro adulto, pese a lo cual los mantienen como variantes de la misma especie: en
chicos el trastorno es crónico y no episódico, se acompaña de disforia e irritabilidad,
presenta rasgos de oposicionamiento y manifiesta crisis de furia, caprichos y rabietas.
Estas descripciones ponen de relieve el peor inconveniente clínico del TBPI como
categoría: esto es que reúne y homogeniza a chicos con problemáticas y formaciones
clínicas de muy diferente nivel de gravedad.
En los últimos años trasladan el nucleo sintomático desde los cambios cíclicos del humor
y la manía, casi inexistentes en niños, hacia considerar que el núcleo del TBPI es ahora la
agresión, la ansiedad, trastornos del ritmo de sueño/vigilia, trastornos de la atención (ADD
y ODD).
Este cambio corresponde a la nueva aproximación dimensional, que en contraste con una
categórica, no exige cuadros recortados con precisión. Pretende estar más cerca de lo
que los niños experimentan pero sólo en función de encontrar lo antes posible los
sustratos neuro-bio-genéticos.
Este debate pone sobre el tapete que con este nuevo perfil, muchos de los mal llamados
niños bipolares se parecen sospechosamente a los que tradicionalmente describíamos
como psicosis infantiles, desalojadas del DSM.
Las psicosis de la infancia no son pensadas como un cuadro diagnostico, sino sólo como
un síntoma. Los síntomas de psicosis pueden aparecer bajo la forma de rasgos de
megalomanía en los jóvenes. En los niños es rarísimo encontrarlos así como tampoco es
frecuente hallar delirios o alucinaciones por debajo de los 12 años. Lo que sí es posible
detectar es la prepotencia y desinhibición, alimentadas puberalmente.
Por contraste con este nivel de inespecificidad los criterios para que un adulto sea
clasificado como padeciendo un TBP son bastante específicos.
El TBPI es un trastorno “otro” del humor, una condición diferente que el TBP tipo 1 o 2 de
los adultos, no su variante prodrómica o infantil.
El traje bipolar remendado se ha convertido en disfraz y eso es lo grave.
Dos novedades. Es altamente probable que en el DSM V encontremos 2 nuevos cuadros
que están en una órbita cercana.
El primero trastorno mixto de ansiedad y depresión (síntomas inespecíficos). El segundo
trastorno de desregulación del temperamento con disforia (síntoma básico: un ánimo
negativista persistente con frecuentes crisis de ira).
¿Mitogenética?
El llamado TBPI está siendo planteado como un trastorno neurobiológico del cerebro que
tendría bases genéticas y por ende hereditarias. Afectadas por el entorno, pero causado
por estas anomalías. Se parte de la premisa de que se trata de un trastorno
genéticamente heredado por lo que su genotipo puede expresarse o permanecer latente.
Desde esta perspectiva el supuesto funciona como profecía autocumplida. Una verdadera
hipoteca.
Hay otros factores que inciden y no están sólo en los genes. Hasta ahora no se han
descubierto genes que puedan considerarse productores de depresión o bipolaridad.
-Algunas reflexiones sobre psicofármacos y TBPI
Están liderados por las sales de litio y el valproato de sodio, cuya función es la de
estabilizar y la carbamazepina que actúa del mismo modo y se le supone una acción
antiagresiva, se le suman los anti psicóticos y antidepresivos.
Los síntomas de la mal llamada bipolaridad infantil no son principalmente los ciclos
inestables del humor, sino un desestabilizador conjunto heterogéneo de síntomas
intensos. Síntomas demasiados diversos para un solo diagnostico o a veces para un solo
fármaco.
Los criterios generales para el empleo de psicofármacos se aplican para los síntomas de
niños clasificados como TBPI. En primer lugar los medicamentes actúan sobre síntomas
exclusivamente, no son curativos pero pueden contribuir a abordar esos síntomas. En
segundo lugar deben emplearse sólo cuando no hay más remedio, agotadas otras
modalidades de intervención. Por último no puede esperarse de ellos ninguna ganancia
subjetiva, ningún aprendizaje.
A pesar de la publicidad de la industria farmacéutica, los resultados del tratamiento
farmacológico del TBPI no han sido demasiado estimulantes. No obstante la
farmacoterapia es considerada como el principal pilar en el tratamiento del TBPI.
El criterio más lógico sería medicar los síntomas que son los que desestabilizan y
desorganizan, y no pretender una estabilidad artificiosa a través de estabilizantes. Hay
medicamentos que deberían ser lisa y llanamente evitados en los niños.
La sintomatología agrupada bajo el nombre TBPI es inespecífica, producto de que
corresponde a diversos cuadros clínicos y diagnósticos que son en general de cierta
gravedad.
La medicación debe apuntar a los síntomas más graves cuando estos adquieren
intensidad o persistencia.
Nunca el tratamiento de una problemática severa puede ser abordado con psicofármacos
únicamente. Hacerlo es iatrogénico.
El TBPI se parece cada vez más a un producto de marketing farmacéutico.
La bipolaridad infantil es el nombre impropio de un disfraz al que se le está cayendo la
careta.

Cap. 5: Un trastorno demasiado generalizado del concepto de desarrollo.

Engloba a niños que presentan severas dificultades en su constitución subjetiva y sus


posibilidades de lazo social.
Dentro de este grupo, los cuadros de mayor severidad son los de autismo.
La denominación TGD incurre en un doble exceso de apropiación de ese campo complejo
del sufrimiento grave en la infancia.
El primero de estos excesos se da en profundidad, se trata de la prevalencia indebida de
una concepción exclusivamente biologista del desarrollo por sobre otras lecturas. La
materialidad de nuestra subjetividad, aun la de nuestro cerebro, no puede ser entendida
solamente desde una perspectiva eminentemente biológica.
El segundo efecto de apropiación indebida se da no ya en profundidad respecto de la
nación de desarrollo sino en extensión, ya que el termino generalizado produce la
extensión ilegitima de una sigla que recae sobre niños con problemáticas muy diferentes.
Lo decisivo es el punto de partida ético de las intervenciones. La humanización del
encuentro debería sobreponerse a la tabulación de la entrevista.
-Espectros: enfoque dimensional, incluye un continuo de manifestaciones que se
presentan en varios cuadros clínicos de diferente gravedad.
Hay varios factores que han contribuido a esta expansión que adquiere visos epidémicos.
En primer lugar este incremento ocurre en familias con una inserción social precarizada.
En segundo lugar, a partir de 1990 se ha generalizado a través del enfoque dimensional,
el llamado espectro autista, otro término que funciona como palabra maestra y cumple
una función de paraguas que en lugar de recortar entidades discretas, promueve un
continuo donde las gradaciones y los matices prevalecen. El acento para la creciente
inclusión en el espectro autista está puesto en similares pero no idénticas áreas
afectadas: la comunicación, las elaciones sociales y el pensamiento imaginativo.
Esta amplitud para muchos incluye y para otros excluye al síndrome de Asperger. Lo que
se pierde es la significación clínica de la gravedad de los síntomas.
La novedad que aportaría el DSM V sería una acentuación en la trama espectral, por lo
que el desorden de Asperger colapsaría en esta nueva categoría unificada. Serían
estigmatizados por su asociación con el desorden autista clásico.
En tercer lugar la inclusión de niños en programas de cobertura y acciones de cuidado se
hace a través de un etiquetamiento que legitima la gravedad del cuadro y la pertinencia de
cierto tipo de abordajes.
El empleo del término espectro autista lleva a que un número importante de chicos con
cuadros atípicos con dificultades sociales y un CI normal, sin síntomas psicóticos clásicos
ni deterioro demostrable, en los que antes se pensaba una forma de psicosis atípica,
terminaron clasificados como Asperger´s.
Lo que más ha aumentado es lo que se denomina síndrome de desintegración infantil.
Lo que abarcan los mal llamados TGD
Suelen aparecer en niños menores de 3 años e implican una afectación generalizada que
involucra la comunicación, el lenguaje, el aprendizaje, la conexión emocional y afectiva
con otros.
-Autismo primario:
En la descripción pionera de Kanner en 1943 quedó acuñado el término que aportó a la
comprensión de un síndrome de profunda soledad, un desarrollo anómalo del lenguaje,
repetición de ruidos, una memoria destacable, movimientos inusuales como manierismos,
estereotipias y auto agresiones, un rechazo por los cambios. Hasta los 80 el autismo era
diagnosticado como esquizofrenia infantil.
El cuadro de autismo infantil no es sólo una modalidad clasificatoria sino un diagnóstico
válido que goza de amplio consenso.
-Síndrome de desintegración infantil. Autismo secundario.
Síndrome de Heller.
Es un cuadro que se manifiesta predominantemente en varones que tienen un desarrollo
normal del lenguaje y de las posibilidades de lazo social hasta los 2 o 3 años. En ese
momento se observa la perdida de habilidades adquiridas (lenguaje, habilidades motoras.)
El síndrome de Heller es también llamado psicosis desintegrativa y fue descripto en 1908.
La diferencia entre la psicosis y el autismo está dada por la capacidad de representar y de
lograr una representación de sí.
-El desubicado Síndrome de Rett.
En 1922 un medico austriaco identificó un síndrome en 22 niñas que luego de 6 meses de
desarrollo normal sufrieron un devastador deterioro.
La inclusión de este síndrome dentro de la clase de los TGD puede considerarse una gran
aporte a la confusión general. Esta pertenencia se basa en que en determinado momento
de su evolución las niñas que lo padecen presentan rasgos que se asemejan al autismo
cuando su etiología y su ominosa evolución vital son diferentes.
Se pretende encontrar entidades biogenéticas como base orgánica explicativa y sobre la
base de esta semejanza se agrupa en una misma clase cuadros cuya complejidad excede
los niveles biológicos de explicación.
-El Síndrome de Asperger y el espectro autista.
En 1944 un psiquiatra vienés describió a 4 niños que tenían en común dificultades para su
integración social, a pesar de no presentar retrasos en la adquisición del lenguaje.
TGD: espectro autista: el autismo y el síndrome de Asperger serian los extremos más
severos.
Hay razones importantes para considerar equivocada la inclusión de este cuadro dentro
de los TGD o del espectro autista.
La primera es que el SA no es un trastorno generalizado, los niños que lo padecen tienen
desarrollos importantes en muchas áreas y funciones y dificultades mucho más
focalizadas en otras.
La segunda es que las dificultades relativas (apego a ciertos temas) no son efectos de un
desarrollo entorpecido, sino de adquisiciones alteradas.
La tercera es que tienen algún grado de dificultad para empatizar o conectarse con otros,
pero no son autistas en el sentido del repliegue y la ausencia de representación.
Fenotipos conductuales similares no siempre implican una patogénesis en común.
Considero que SA no debe encuadrarse dentro de los TGD ni del espectro autista.
Determinaciones mito genéticas.
La idea de que hay determinaciones absolutas no puede absolutizarse. A esa
determinación biológica convertida en absolutización genetica la he llamado mitogenética.
Hay una materialidad que no depende sólo de la estructura neuronal y no podemos
pensar la subjetividad sólo desde la bioquímica o la cibernética.
El alma entendida de un modo laico, es el conjunto de relaciones sociales inter e
intrasubjetivas que cada uno es capaz de constituir y producir.
Cada vez está más claro que lo que cuenta no son sólo el ADN y su configuración, sino lo
que lo rodea.
La realidad no se constituye sólo con lo que está escrito en los genes, sino que se
alimenta con lo que de ellos se expresa. Diferencia entre genetica y epigenética.
Las marcas químicas en lo genes, no alteran la secuencia de base, el orden de las letras
con las que los genes están escritos, pero si afectan su expresión.
La vida deja marcas, inclusiva en los genes.
Una conducta por repetitiva o trastornada que sea, no debería ser leída como el efecto de
una secreción biológica. Aunque la implique. No es el cerebro el que piensa, es el niño.
La etiología en los genes, la terapéutica en los fármacos. Esta linealidad pasa por alto lo
que dice la genética actual: lejos de ser una determinación programática, su genetica
convierte al bebé humano, en un ser que nace programado para ser re-programado.
La cura no está en los fármacos, aunque ayuden, la responsabilidad tampoco está en los
genes, aunque importen.
Desconocer ciertos condicionantes de partida permite evaluar lo enorme del desafio.
Entenderlos como determinaciones inamovibles nos paraliza e impide su transformación
en condiciones susceptibles de modificaciones a partir de la neuroplasticidad que a esta
altura sabemos que dispone nuestro cerebro como condición de desarrollo.
No hay una causa, sino factores que intervienen conjuntamente con otros factores.
Las experiencias vividas en la niñez y la pubertad son marcadores de identidad y de la
salud futura.
Genotipo: configuración de los genes de un individuo. Fenotipo: expresión concreta de
ese código genético. Endofenotipos: cambian a lo largo de la vida.
Desarrollo ¿germinación o apropiación?
El autismo ha dejado de ser un cuadro mental para pasar a ser un trastorno del desarrollo,
un desorden biológico y no un padecimiento subjetivo.
Lo que llamamos desarrollo humano, lo que podríamos definir como esencia humana, no
consiste en un patrimonio biológico interno de rasgos físicos hereditarios, o de modos
corporales de reactividad, aunque estos influyan, sino en un patrimonio social externo
susceptible de interiorización.
Aun en el autismo más grave reducir al niño a una especie de autómata pre-programado
empobrece las posibilidades de cualquier abordaje. Fueron los trabajos de Rimland los
que difundieron la idea de que era un problema del desarrollo y no un padecer que
involucraba subjetividad.
Un concepto estrecho de desarrollo lineal, endógeno, es un límite al pensamiento. El
desarrollo es la apropiación, siempre limitada, del bagaje sociocultural por parte de un
recién llegado que en ese proceso pasará a constituirse como subjetividad deseante,
pensante.
Más allá del desvelamiento de lo inconsciente, hay una tarea de producción por delante.
Esa producción que encuentra su lugar privilegiado en el juego es también el modo de
apropiarse del universo simbólico y social del que niño autista está excluido.
Más allá de la condición que genere el cuadro de autismo primario profundo o autismo
secundario importa considerar el modo en que los padres estructuran la cualidad del
vínculo que establecen con él.

Cap.8: Psicosis infantiles ¿Síntoma o formación clínica?.

Las psicosis infantiles son insistentes en su presentación en la clínica a pesar de haber


sido declaradas inexistentes en el manual. Psicosis en los niños bajo 2 formas centrales:
esquizofrenia infantil y trastorno bipolar infantil.
Para la psiquiatría norteamericana actual psicosis no es en sí un diagnostico, sino un
síntoma, que suele estar relacionado con ilusiones o alucinaciones.
No hay una comprensión de lo que implica un síntoma de psicosis en infancia y menos
aún una estructura o formación clínica que pueda llamarse con todo derecho psicosis
infantil.
La esquizofrenia hebefrenica en los postpuberes, se caracteriza por la aparición de
síntomas negativos, para caracterizar el cuadro como esquizofrenia las fases deben durar
al menos seis meses. Si la duración es menor a seis meses el DSM (4) considera el
cuadro como esquizofreniforme.
Además de ésta, del mal llamado TBPI y los cuadros por sustancias, el DSM contempla el
episodio psicótico de duración breve (un mes), desencadenado reactivamente por una
situación definida. Luego el trastorno esquizoafectivo (exaltación del ánimo o depresión),
una variedad atenuada es el trastorno esquizoide de la personalidad.
La esquizofrenia como tal es rara antes de los 15 años y recién allí puede aparecer con
sintomatología florida. Pese al borramiento del manual, psicosis infantil sigue siendo el
nombre de un problema severo que ha ido en aumento.
-¿En qué consiste lo que insiste?
La psicosis infantil se caracteriza por la ausencia de desencadenamiento, es una psicosis
de la continuidad. No se trata de una estructura que se deshace o desmorona.
Implican una falla fundante en la identificación. Esto “no constituido” genera una
subjetividad que no se organiza al modo neurótico.
Lo clásico de la psicosis adulta es que aquello no simbolizado retorne desde lo real a
través de alucinación, en la psicosis infantil se trata de un real que siempre estuvo allí sin
tramitación psíquica, sin ningún tipo de anudamiento, impidiéndolo o distorsionándolo.
El anudamiento que resulta impedido o distorsionado es el de la trama simbólica que
afecta al lenguaje y discurso, al pensamiento y al juego.
Lo que se ha producido es “una instalación perturbada en la simbólica matricial”, que deja
cierta ineptitud para poder ingresar en circuitos sublimatorios y consensuales ligados, en
la infancia, al juego y al aprendizaje.
Hay irrupción de los derivados del ello en el yo, con la consecuente alteración o no
constitución de los llamados procesos secundarios del pensamiento. La matriz lógica y
gramatical que nos vincula como seres de trato y palabra está rota. La máquina de pensar
pensamientos está alterada, desorganizada.
El autismo se caracteriza por el repliegue en un universo sin representaciones que lo
liguen a otros y a sus propias experiencias, las psicosis infantiles son efecto de una
profunda desorganización subjetiva que desacopla los sistemas de significaciones
compartidas o compartibles, generando la imposibilidad de ligar pensamientos a aquellas
redes o generando productividades descarrilladas y maneas de reorganización
empobrecedoras.
Ningún diagnostico es exterior a aquello que diagnostica ni inocente respecto de él. No
debe llevarnos a la clausura en lo ya sabido, a la anulación de los restos enigmáticos que
desafían nuestros saberes y nos obligan a seguir pensando.
Las PI son una formación clínica compleja, predomina un régimen fantasmático regulado
por el goce. Síndrome de Asperger sería mejor ubicarlo como una variedad muy
estructurada de psicosis infantil y no dentro del espectro autista. Lo que las caracteriza es
la desorganización. Parecen urbes psíquicas superpobladas por abigarrados racimos de
seres fantasmagóricos.
Por PI entendemos un cuadro en el que los clivajes subjetivos (represión primaria) han
fracasado, generando la desorganización de la gramática y la sintaxis (falta de
pronombres adecuados, no hay yo, o hay segunda o tercera persona), la semántica (el
significado consensual está perdido y alterado por mecanismos de proyección o
identificación proyectiva) y la pragmática (no se involucra con su propia producción). La
alteración de la prosodia (como en Asperger), tono de dibujitos.
El pensamiento está alterado en su contenido y curso al igual que el discurso y el jugar.
En la psicosis suele haber expresiones o gestos bizarros. Siempre en plural las psicosis.
La diferencia central a establecer es entre cuadros donde predomina la desorganización o
formas restrictivas de reorganización (que caen dentro del campo de la psicosis) y otros
donde predomina la dispersión y el desorden (dentro del campo de las neurosis o cuadros
mixtos). Ubicados de esa manera, curiosamente el ADD como entidad se diluye.
El DSM plantea que los cuadros fronterizos comienzan en la adultez y cierra entonces a
ellos del territorio de la infancia.
Al igual que las psicosis infantiles, los cuadros neuróticos no tienen carta de ciudadanía
como formación clínica valida en el DSM IV, los niños que los padecen terminan rotulados
como trastornos por ansiedad.
-El DSM 5 y el síndrome de riesgo de psicosis.
Primera nota sobre iatrogenia (alteración en una persona por la intervención de un
medico).
Sugerencia al DSM, pese a que aún no tiene un claro alumbramiento, avanza en una
prescripción: ante la menor duda: medicar.
Cientos de miles de adolescentes y jóvenes adultos recibirían una innecesaria
prescripción de anti psicóticos atípicos.
No hay prueba de que los anti psicóticos atípicos prevengan de episodios psicóticos.
Debemos esperar hasta que haya un test de diagnostico especifico y un tratamiento
seguro.
Segunda nota sobre iatrogenia.
Ante esta posible avalancha medicalizadora, no está de más recordar que los
psicofármacos que han sido mal llamados anti psicóticos no actúan curativamente sobre
ningún cuadro de psicosis, como su nombre parecería sugerir. Ejercen un valiosos filtro y
organización sobre los síntomas positivos (ilusiones, alucinaciones, trastornos del
pensamiento, agresividad), el efecto es menor en los síntomas negativos (apatía,
anhedonia y retracción social).
Un enfoque terapéutico basado solamente en la medicación, sin que medien otros
abordajes de la problemática subjetiva, familiar y social, es iatrogénico.
La administración de psicofármacos y un control periódico acallan síntomas y tranquilizan
ánimos. Pero son pan para hoy y hambre para mañana.
Nuestra obligación ética es favorecer el acceso a formas de elaboración y producción
subjetiva al alcance de quienes la necesitan y no asociarnos a un disciplinado
acallamiento de síntomas.
No olvidemos que nuestra función es ser creadores de posibilidades subjetivas y de
integración, no guardianes del orden y el silencio.

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