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El texto aborda la significativa influencia de las dicotomías arriba/abajo y centro/periferia

en la cartografía y su repercusión en el pensamiento geopolítico de las sociedades


modernas. Esta dicotomía sirve para situar a los Estados que ejercieron el poder,
contrastándolos con la monstruosidad y barbarie asociadas a ciertas regiones. Un actor
clave en la evolución de la cartografía fue Regnier Gemma Frisius, cuya aplicación de la
trigonometría en el pasado contribuyó de manera crucial a la cartografía europea
moderna. Su mapamundi no solo reflejó avanzadas técnicas cartográficas, sino también la
ideología colonialista y la valorización teológica vinculada a cada espacio en la
modernidad. Incluso, incorporó elementos simbólicos como ángeles y monstruos,
cargando de significado simbólico el pensamiento geopolítico, destacando al
Monarca/Dios en el centro y contrastando la "monstruosidad" en el hemisferio sur.

Posteriormente, en el mapa de Frederick De Wit de 1670, se evidenció la continuidad del


estigma al sur, representando al monstruo con características bestiales y pigmentación
diferente. Los cuadrantes superiores o inferiores del mapa explicitaron valoraciones éticas
y estéticas asignadas a cada región, consolidando proclamas colonialistas y
diferenciaciones morales.

La disposición cartográfica fortaleció la idea de que aquellos en el norte se consideraban


observadores virtuosos, mientras que el sur se asociaba con la caída y la monstruosidad.
Esto legitimó la dominación colonial del norte sobre el sur, estableciendo una conexión
entre las relaciones norte/sur y la composición cartográfica arriba/abajo y centro/periferia,
influyendo así en el pensamiento geopolítico occidental.

En este contexto, se observa que la percepción de los cartógrafos entre 1544 y 1670 no
cambió, evidenciando la continuidad de las potencias imperiales en el poder. La
cartografía no solo era una representación objetiva del mundo, sino que también reflejaba
las relaciones de poder y las ideologías imperantes.

El trabajo de Gerhard Mercator inspiró a varios cartógrafos, como Jodocus Hondius, quien
creó un mapa de América en el cual persistía la representación de monstruosidad en el
sur. Estas representaciones estaban asociadas a creencias europeas sobre brujería y
antropofagia. El accidente seguía considerándose como el centro geopolítico y ético del
mundo, y la monstruosidad se extendió por todo el globo.
En el siglo XIX, la cartografía experimentó avances significativos con el desarrollo de
instrumentos de medición, abandonando gradualmente su iconografía fantástica y
buscando proyectar una ilusión de objetividad.

Este imaginario eurocéntrico y septentrional, caracterizado como norte arribista, se vinculó


con la normalización de las doctrinas económicas que sustentaron la división internacional
del trabajo en el siglo XIX. Un ejemplo representativo fue el atlas ilustrado de Robert
Montgomery Martin en 1851, que presentaba a Sudamérica como un territorio asociado a
la barbarie y al atraso, justificando así el orden imperial de la Segunda Revolución
Industrial.

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