Está en la página 1de 3

LA ARTICULACIÓN ENTRE TEORÍAS

NOMBRE:

1. Lea detenidamente el texto

2. Cuál es el eje central del texto.

3. Identifique la restricción que tiene “la articulación entre teorías”

4. Por qué podemos decir que la articulación de teorías le cerró el paso a la teoría evolutiva.
Explique del eclipse de darwinismo.

5. En qué sentido podemos decir que la articulación entre teorías, no sólo amenaza a las teorías
nuevas, sino también al conocimiento anterior.

Un aspecto relacionado con la puesta a prueba (contrastación) de teorías es el relativo a cómo se


articula lo que sostiene una teoría con lo que sostienen las demás.

En el marco de una ciencia que presupone el orden en la naturaleza, al menos en lo referente a


poder dar cuenta de los fenómenos naturales mediante regularidades, suele esconderse un
presupuesto de mucha importancia. Se trata de la presuposición de que la naturaleza no tiene
inconsistencias. Los fenómenos naturales pueden presentar diferentes aspectos que pueden ser
abordados por las distintas disciplinas, pero de ninguna manera se espera que desde una disciplina
se afirme algo que se niega desde otra. Es cierto que cuando observamos el movimiento aparente
del sol podemos asociarlo con el movimiento de los girasoles “mirando” al sol, o bien podemos
tomar detalle del mismo movimiento aparente del sol para decidir cuestiones sobre astronomía y
así calcular otros aspectos relativos al movimiento de rotación terrestre. Lo que no puede ocurrir
es que el estudio de los girasoles nos permita afirmar que el movimiento del sol es de 15 grados en
cada hora y que el estudio de la rotación terrestre nos arroje una cifra diferente.

En esto tan sencillo consiste la suposición de que la naturaleza es una sola, más allá de que las
distintas disciplinas enfoquen diferentes aspectos de los fenómenos.

Dicho de este modo se hace evidente que las teorías sobre girasoles y las teorías sobre rotación
terrestre tendrán necesariamente algunos puntos de contacto, al menos en cuanto al movimiento
del sol a lo largo del día. Una teoría no puede dar como consecuencia una afirmación diferente que
la otra al tratar sobre un mismo aspecto del mundo. Esta restricción hace que cada teoría nueva no
solamente enfrente los datos disponibles como marco de contrastación sino también que enfrente
al resto de las afirmaciones aceptadas hasta el momento, afirmaciones que provienen de otras
teorías.

Pasemos entonces a un caso más sofisticado, y además, real. En ocasión de presentar su teoría
sobre la evolución biológica, tanto Darwin como Wallace proponían que las especies no habían
sido creadas por Dios sino que unas provenían de otras por medio del mecanismo de variedad y
selección natural. En cada generación aparecía un rango de variación para cada característica (por
ejemplo, diferente largo de cuello en los antecesores de las jirafas). Dada esta variedad y las
condiciones ambientales en las que esos animales vivían (hábitat) algunas de las variedades de
ciertas características estarían favorecida frente a otras que estaban en inferioridad de condiciones
(los animales de cuello más largo alcanzarían más alimento de los árboles que las de cuello corto).
Así, algunos individuos de cada generación estaban favorecidos en ése ambiente y otros estaban
relativamente en problemas. De este modo los más favorecidos vivirían más, tendrían más prole y
al cabo de varias generaciones era esperable que la población tuviera mayor frecuencia del rasgo
favorecido. Al cabo de mucho tiempo, incluso era esperable que los individuos ya no pudieran
asociarse con la especie original. En ese caso el proceso de selección natural había dado como
resultado una evolución de una especie a otra (una especiación).

Claro está que esto no ocurría en poco tiempo sino a lo largo de miles o millones de años. Y allí
estaba la clave de la teoría evolutiva. Una vez que la vida aparece en el planeta, el proceso de
selección natural mediante la presión de selección en cada generación con una variedad de rasgos
daría como resultado cambios aparentemente drásticos que vistos en detalle, podrían mostrar un
registro gradual Ahora bien, la pregunta crucial no se hizo esperar: ¿cuántos miles o millones de
años habían sido necesarios para que, partiendo de unos seres vivos muy primitivos, hubiésemos
llegado a tener en el planeta la diversidad que hoy encontramos? La respuesta evolutiva era que
aproximadamente el proceso había llevado entre 4 y 5 millones de años. Bien, tenemos el
panorama biológico completo. Ahora consultemos a los geólogos para saber cuál es la edad de la
Tierra.

La geología de la época de Darwin y Wallace tenía las siguientes herramientas para decidir sobre la
cuestión. La Tierra se había formado con el sistema solar como un cuerpo incandescente y desde
su formación se había comenzado a enfriar. Para calcular desde hacía cuánto tiempo se había
estado enfriando, el cálculo era sencillo. Sabiendo que toda esta masa incandescente había llegado
a unos 23 grados centígrados de temperatura global, podían calcular que el proceso había llevado
menos que 3,5 millones de años. Así como podemos saber hace cuánto tiempo se apagó una
hoguera si al acercar la mano a las piedras que la rodean las sentimos tibias, así mismo los físicos y
los geólogos hacían la cuenta de cuánto tiempo la Tierra llevaba enfriándose. Se debe agregar,
claro está, que el sol agrega una cantidad de energía por día y que la Tierra absorbe parte de esa
energía y la vuelve a irradiar al espacio. Con todos los cálculos la teoría física les daba a los
geólogos el dato de la edad de la Tierra.

Malas noticias para Darwin y para Wallace. No había habido tiempo para que la vida evolucionara
de acuerdo con los procesos que ellos proponían. La teoría de la evolución ya tenía un problema
con el registro fósil porque que no se encontraban los fósiles que según la teoría deberían haber
estado allí. Pero esta dificultad podía sobrellevarse con argumentos adicionales. Si no encontramos
fósiles de las especies intermedias que se supone que existieron entre unas y otras ya conocidas,
esto se debe a que en los procesos de especiación las especies intermedias no están bien
adaptadas y son pocos los individuos que componen esas poblaciones. Una vez que los individuos
comienzan a tener los rasgos de la nueva especie bien adaptada entonces la población crece en
número y vuelve a haber una gran cantidad de fósiles de la nueva especie. De este modo los
peldaños faltantes (incluido el famoso “eslabón perdido”) pueden ser explicados por los mismos
procesos que la teoría propone. Sin embargo ahora enfrentaba un problema diferente. Según la
teoría biológica la tierra era más antigua de lo que los propios geólogos sostenían. Pues bien, los
geólogos podían equivocarse, pero sobre la base de cuáles argumentos podemos afirmar que se
equivocan si solo están utilizando las fórmulas bien conocidas del enfriamiento de sólidos, líquidos
y gases (contando los océanos y el aire). La teoría evolutiva se enfrentaba entonces a las teorías
físicas del calor y a las teorías geológicas sobre la edad del planeta. El resultado fue sencillo, la
biología perdió la batalla en ese momento y sumado a otras dificultades, sobrevino lo que algunos
autores han llamado “el eclipse del darwinismo”.

En realidad la física o la geología no ofrecía un dato sino que arrojaba como consecuencia una
afirmación. Esta afirmación se obtenía de todos los cálculos y conjeturas utilizadas para
comprender el proceso de enfriamiento del planeta. Si algo estaba mal, el resultado no sería
confiable.

Hubo que esperar al descubrimiento de la radiactividad para darse cuenta de que aquellos cálculos
que le cerraron el paso a la teoría evolutiva, estaban mal. La tierra contiene suficiente material
radiactivo como para que el proceso de enfriamiento sea mucho más lento que lo que se espera de
un cuerpo que solo cede calor sin generarlo. Los elementos radiactivos son una fuente de calor
adicional de modo que si la tierra comenzó como un cuerpo incandescente y al cabo de cierto
tiempo debería haberse enfriado hasta tener la temperatura que registramos hoy, al tener en
cuenta que la radiactividad agrega energía, caemos en la cuenta de que la tierra lleva muchos más
años enfriándose. De no haber tenido esta fuente extra de calor, el cálculo estaba muy bien. Pero
no conocíamos un factor crucial para el cálculo. Imagine por un momento que las piedras de la
hoguera tienen una batería interior que las mantiene caliente durante días y días a pesar de que la
hoguera se apagó. Esta situación haría confundir a cualquiera que quisiera evaluar el momento en
que se apagó la hoguera.

La moraleja de este episodio histórico es doble. Por un lado la articulación teórica es una barrera
tan difícil de franquear que las nuevas teorías podrían fracasar incluso a pesar de tener mejores
predicciones que las teorías con las que se enfrentan. El problema es que la edad del planeta no se
estaba calculando sobre la base de la evolución sino sobre la base de conocimientos más
afianzados en la comunidad. La teoría de la evolución no fue diseñada para evaluar la edad del
planeta, aunque podría haberse usado para fijar una edad mínima, en cambio parecía que la
geología y la física del calor eran las disciplinas más adecuadas para la tarea. Por otra parte la
articulación de teorías podría muy bien ser un arma de doble filo y mostrar que el conocimiento
aceptado hasta el momento debe ser puesto en duda. En este sentido la articulación no solo
amenaza a las teorías nuevas sino al conocimiento anterior.

También podría gustarte