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Los recuerdos se amontonan como diarios viejos sobre una mesa polvorienta.
La soledad también.
Mientras la lluvia cae y el viento azota los árboles salgo del bar, uno más,
y comienzo a caminar.
Contemplo la noche deshabitada, las calles vacías, los lugares que tal vez
no vuelva a ver.
Tal vez haya algún lugar para los solitarios más allá del paraíso.
xoxoxxoxoxoxoxo
AGONÍA
En esa época tu pelo rubio era lacio y tus ojos azules aun tenían la
inocencia de la primera vez.
Durante tres noches seguidas me escape del hotel mientras ella dormía
para enloquecerme de pasión con Lourdes.
Finalmente comprendí que era casi vos y que ese casi era una distancia
enorme entre ambas (mirando algunas fotos muy guardadas también
descubrí que era morocha y con un ligero aire asiático).
Seguí todos tus cambios, tu pelo corto, tus rulos, la ropa de noche, la de
cuero negro.
Por eso la vez que llamé a la puerta del departamento de tu hermana para
saber si el corte de agua era en todo el edificio y me atendiste sentí una
sensación muy extraña.
Llegué tarde al estudio, cosa rara en mí, y me pasé el resto del día
pensando en vos.
Me dolió por Agu pero aspiraba a que algún día entendiera que junto a su
madre me estaba frustrando y seguramente ella no querría verme
consumido por la rutina, irritable y deprimido todo el tiempo.
Cada cosa nueva que aportábamos nos recordaba mil otras y nos
retrotraía en el tiempo hasta el hartazgo.
Nuestra vida (en ese momento pensaba que solo la mía) se fué
convirtiendo en un maratón de atenciones para con el otro.
Ella, tal vez como nadie, quiso preservar nuestra historia de todo lo ruín.
Espéro que Agustina comprenda algún día que ya no pude soportar esta
agonía.
xoxoxoxoxoxoxoxo
AZUL
Sé que puedo llegar al azul, a ese azul del cielo y del mar.
xoxoxoxoxoxoxoxo
EL JUGADOR
Tony abrió la puerta de la habitación 18, su habitación desde hacía casi un mes,
encendió la luz, echó llave y se encaminó hacia la mesita ratona frente a la
ventana que daba a la calle principal de ese pequeño pueblo.
Hacía más de dos años que había comenzado su peregrinaje por Lucía.
Recordó la primera vez que la vio con poco más de 16 años, sus negros bucles,
sus ojos inmensamente celestes y su carita de miedo.
Las chicas de “El Gato Negro” le dijeron que su padrastro la había vendido en
Catamarca dos días antes y de ahí derechito a Lanús.
Mal acompañada.
Ya en Los Polvorines, primer punto de rotación de los antros del viejo Caprari, se
la veía más segura.
Sabía que era hermosa y que los clientes se peleaban por ella.
Le dio las gracias desde su fragilidad con una voz suave y dulce que resultó toda
una caricia para Tony.
Tres días más tarde, y luego de las declaraciones de rigor, a Lucía, la negra
Carmen, Aída, la chilena, y Tony los mandaron a Campana, tierra de gitanos.
Era un buen lugar para un jugador profesional porque cada negocio se festejaba
apostando a la suerte de las cartas y Tony se llevaba un porcentaje de lo que
ganaba para la casa.
Allí también se reencontró con Don Eloy, viejo tahúr retirado y antiguo
compañero de juergas de su padre “El Gran Tony Bianco” que, como este cuatro
años antes, solo esperaba su turno para morir de cirrosis.
Sus 37 años, buen porte y aire mundano le abrían todas las puertas y no pocas
camas.
Solo Lucía parecía inmune a sus encantos y solo interesada en hacer dinero.
Pero Tony, que llegaba temprano para arreglar asuntos de plata, los puso en fuga
con un par de tiros de la 22 que siempre llevaba encima.
Sabía que el viejo tenía debilidad por ella y por su culo y no se lo negaría.
En dos días estaba en Alberti sin Tony a quien insistió en llevar como su
“protector”,
Ella soñaba con volver a su tierra para cuidar a su hijo de 4 años y poner un
pequeño negocio para cambiar de vida.
Dos días tardó en descubrir que el “bienestar” de todos tenía un nombre o mejor
dicho un apodo “El Barba”.
Recibió bien a Tony, le volvió a agradecer por haberla salvado dos veces y lo
presentó a todas en el boliche como su “héroe” personal.
Pero solo fue una formalidad, él lo supo enseguida, y luego volvió a lo suyo sin
darle más importancia al asunto.
Más de tres semanas tuvieron que pasar hasta que las chicas, que siempre le
contaban lo bien que la pasaban, los personajes con los que estaban y la plata
que ganaban, consiguieran que Calixto, mano derecha del Barba, lo invitara
personalmente.
Había estado jugando hasta las 6 y Karina, una pelirroja del plantel y también
residente en el España, lo mantuvo entretenido hasta las 7,30.
Ahora con anteojos de sol y de elegante sport esperaba que bajaran las chicas
leyendo “La Comuna”, el diario regional.
La combi que mandó Calixto llegó puntual y las damas, Karina y cuatro más,
subieron a ella preparadas para un día de playa.
El tiempo acompañaba.
Impresionante el lugar.
Rejas con seguridad interna (donde Tony dejó la 22) para entrar y luego un
bosquecito tupido.
Una casa de dos plantas con terraza y balcones a todo lujo y detrás una enorme
piscina, rodeada de palmeras y arena, donde un futbolista “oficialmente”
lesionado jugueteaba con dos chicas del “Profana” que, ya sin corpiño, trataban
de bajarle el short.
Al sol un par de veteranos retozaban con chicas que podrían ser sus hijas.
Los recibió Calixto (un morochón grandote de camisa hawaiana) con un plato
tibio de ”fuerza blanca” y cucharitas plásticas de helado porque “el metal
corrompe la mercadería” dijo.
Todos tomaron y aunque Tony no era un experto supo que era de la buena.
El almuerzo fue casi una parodia porque nadie tenía suficiente apetito.
Luego de las presentaciones del caso (el Barba le agradeció a Tony el haber
salvado a “su” Lucía) los mozos comenzaron a traer fuentes repletas de carne
asada y achuras.
A la izquierda de Tony se sentó una de las chicas del boliche que hablaba
seductoramente con un veterano algo entrado en carnes.
Tony sintió una caricia en su nuca y la voz de Lucia susurrándole – En una hora
estoy con vos.
Tony había soñado ese momento pero en la realidad gozaba más de lo esperado.
Enloqueció con sus pechos, se extasió en sus muslos y se agotó entre sus nalgas.
Su pasión y su deseo de satisfacerlo por todos los medios en cada uno de sus
caprichos lo llevó a múltiples orgasmos.
Solo así se puso la sunga ayudado por las chicas que no paraban de acariciarlo.
Liberó a las chicas para darse un chapuzón que lo volviera a la realidad pero se
sentía como el personaje de “El Graduado” percibiendo todo desde un envase de
goma.
Más allá Calixto penetraba al travesti al cual felaba uno de “los judiciales” a quien
su chongo le hacía los honores.
En un rincón, más alto que el resto y sobre una especie de trono, el Barba gozaba
alternativamente de la modelo y de una niña de no más de 13 años que estaban
enredadas en un feroz 69.
Entonces la vio.
Alguien con una cámara registraba todo y eso se proyectaba sobre una pantalla
que, recién se daba cuenta, dominaba la terraza.
Verla, en una especie de escena final, sonriente con sus tres entradas
remachadas de carne y semen fue demasiado para Tony.
Una vez que retiró el arma tomó un remisse, el primero que se apostaba en el
lugar, hasta el hotel en Rivadavia y Alem.
La niña frágil que llorara de temor entre sus brazos se había convertido en una
viciosa exhibicionista.
Estúpidamente, irremediablemente.
El sabor del whisky le trajo a la memoria a su padre “El Gran Tony”, gran bebedor,
gran tahúr y filosofo de café.
Y que le preguntara a las cartas cuando no supiera que hacer porque ellas le
indicarían el mejor camino a tomar.
Cargó.
Apoyó en la sien.
Disparó.
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HASTA MAÑANA
Ahora contar el dinero que le han dejado los cuatro o cinco clientes de
hoy.
Pero ahí quieren pollitas jóvenes y además nunca le gustó trabajar para
otro.
Tal vez leer algunas páginas de una novela de amor con esas cosas que
solo pasan en las novelas.
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Ni que hablar de pasar delante del lugar en que estuvo la antigua casa
paterna.
Su tumba, sencilla, era el único motivo para que yo estuviera otra vez
aquí.
La recuerdo desde sus siete años, mis diez, era mi sobrinita, la hija de mi
hermana mayor, la más dulce y simpática, la más bonita.
Creo que cuando cumplí quince comencé a mirarla con otros ojos y, si bien
seguíamos charlando nuestro estallido hormonal nos llevaba a un mayor
contacto físico con abrazos efusivos, agarrones intempestivos y demás
acercamientos burdos.
Poco después comenzó la conexión epistolar con confesiones más intimas
de nuestros respectivos aprendizajes amorosos.
Le dolía pensar que podía causar dolor y se debatía entre falsos “sies” y
silenciosos “noes”.
Era como si quisiera remediar todas las injusticias y reivindicar a todos los
marginados con su existencia.
Las concordancias no eran muchas, más bien podría decirse que nos unía
una suerte de encantamiento mutuo y la aceptación de nuestras
diferencias como características, casi admirables, en el otro.
No entendí.
De pronto comprendí cual era la distancia, esa otra distancia, que, decía
Mabi, no debimos recorrer.
Era tarde cuando llegué a la casa, su frágil cuerpo ya pendía de una soga
en el cuarto.
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¿Y así le pagan?
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POR FAVOR
Y el piso…
Por eso y en nombre de todo nuestro amor te pido desde este silencio
asfixiante…
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Él sentado con su bata negra adornada con escenas de todas las películas
de de Walt Disney.
Hay que recordar bien estos instantes porque más adelante algún
periodista del espectáculo le preguntará en que se inspiró para escribir
esa obra tan premiada y él le dirá que…
-La muerte
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