Está en la página 1de 4

DESPERTEMOS DE TODO LETARGO

<<…que Satanás no saque ventaja alguna sobre nosotros, pues no ignoramos sus maquinaciones>>(2
Corintios 2: 11).

La Gran Ramera y subsidiarios de ella (Ap. 17: 1-6), en estos tiempos que corren, a través de su
tenebrosa metodología, ha conseguido hacer creer a muchos, muchos cristianos genuinos que todo
aquel que se sube a un púlpito cristiano y predica con “unción”, es cristiano. Los medios de
comunicación “cristianos”, y la “TV. cristiana” en mayor o menor medida han contribuido
esencialmente a la divulgación de ese cliché.

Esa ha sido una labor meticulosa y laboriosa, así como muy sutil, por parte del enemigo, que le ha
llevado años realizar. Y lo ha hecho en gran manera a través de la infiltración (en iglesias,
denominaciones, institutos bíblicos, editoriales cristianas, medios de comunicación cristianos,
congresos de avivamiento, de “líderes” etc. etc.)

Una inmensa mayoría de creyentes asiduos a la “TV cristiana”, jamás osaría plantearse la posibilidad
de que alguno de esos predicadores famosos que salen por pantalla pudiera ser un falso apóstol, un
falso profeta, o un obrero fraudulento (2 Co. 11: 13). Ni siquiera se plantean esa posibilidad. Ni
siquiera se les pasa por la imaginación. Más aún, les ofende ese solo pensamiento.

“El púlpito cristiano no siempre sostiene en mensaje cristiano. No es menester discernir”


Nos dejamos convencer por la apariencia

Los que se oponen al verdadero Cristo, saben que nosotros los verdaderos cristianos tenemos la
ingenua tendencia a creer y a aceptar como de Dios cuando vemos a alguien sobre el púlpito con la
Biblia en la mano, dando un mensaje “edificante” y con “unción”; más aún cuando ese alguien es
famoso, y está respaldado por la “televisión cristiana”; o cuando es pastor de una mega iglesia; o
cuando está respaldado por señales y prodigios (ver Mt. 24: 24); o cuando ha conseguido un singular y
aparente crecimiento numérico, como podría ser en el contexto del G12, o similar. En definitiva, nos
dejamos convencer por la apariencia.

Hasta Samuel se dejaba llevar por la apariencia al ir determinado a ungir a Eliab, hermano de David,
como substituto de Saúl como rey de Israel (1 Samuel 16: 6). Dios tuvo que detenerle ahí mismo y
decirle: “No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no
mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el
corazón” (1 Samuel 16: 7)

El mismo Jesucristo también lo dijo: “No juzguéis según las apariencias, sino juzgad con justo juicio”
(Juan 7: 24)

Nos dejamos convencer por nuestra errónea creencia

Es tal nuestra ansia de ver que las gentes se conviertan a Cristo; es tal nuestra ansia de ver llegar ese tan
manido avivamiento nacional y hasta mundial que nunca llega, pero que se ha “profetizado”, se ha
prometido y se promete desde los púlpitos mediáticos y las plataformas cristianas multitudinarias, que
casi todo vale a la hora de creer y creer, como si eso en sí fuera una virtud cristiana per se. Y sin
embargo, la Biblia nos exhorta a hacer todo lo contrario a eso:

“Amados, no creáis a todo espíritu, sino probad los espíritus si son de Dios; porque muchos falsos
profetas han salido por el mundo” (1 Juan 4: 1)

Ha calado tan hondo el mensaje, subliminalmente esparcido de que lo que prima por encima de
cualquier otra consideración bíblica, es el “amor y la unidad entre los cristianos”, que cualquier opción
de dudar acerca de cualquiera de los ministros y “líderes” cristianos que llenan los espacios mediáticos
cristianos, es en definitiva un pecado gravísimo y un juicio prohibido; ¿y qué si el diablo ha podido
levantar a ministros suyos disfrazados como ministros de justicia, tal y como lo enseña la Biblia? (2
Corintios: 11: 13-15)

Siendo de ese modo, sin tener ya la más mínima posibilidad de juzgar el fruto de esos ministros sean
quienes sean, el engaño está servido en bandeja de plata.

¡Cómo contrasta esto con las palabras de nuestro Señor!: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen
a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis”
(Mateo 7: 15, 16)
“El diablo es el maestro del engaño; y no hay cosa más engañosa que la que más se parece a la verdad”

¿No podemos juzgar?


El argumento de los que defienden el proceder expresado arriba, está también sacado de las mismas
palabras de Jesús, pero torciendo su significado e intención. Argumentan diciendo que nosotros los
cristianos no debemos juzgar, para no ser juzgados (Mt. 7: 1). Pero ellos ignoran que el sentido de las
palabras de Jesús era en cuanto a no condenar (krínete en gr.) al hermano verdadero.

No debemos condenar (Mt. 7: 1) al hermano, eso está claro; pero sí debemos hacer lo siguiente:

I) Discernir acerca de la herejía y de los falsos profetas y falsos obreros en general (Jud. 3, 4; Ap. 2:
2; 2 Co. 11: 13-15, Mt. 7: 15, 16; 1 Jn. 4: 1; etc.)

II) Desecharlos y apartarnos de ellos (Tito 3: 10, 11; 2 Tim. 3: 5; 2 Juan 10, 11; etc.)

III) Cumplir con el deber de ser atalayas y voceros de Cristo (Ez. 3: 16; Is. 58: 1; 2 Pedro 2: 1-3; 2
Ti. 4: 1-5; etc)

Todo eso nada tiene que ver con juzgar condenando al hermano, sino con apartarse del falso hermano,
o de la falsedad del fruto del hermano que está en error, intentando con este último el hacerle volver de
su extravío (Santiago 5: 19, 20)

¡Cómo contrasta ese mensaje de “no juzgar al hermano”, con lo que verdaderamente enseña la Palabra
de Dios!

Si prestamos atención a la conducta de Jesús de Nazaret cuando anduvo por la tierra (y ese es el
ejemplo de los ejemplos a seguir-1 Jn.2:6), nos damos cuenta de que una enorme proporción de su obra
fue la de confrontar a los falsos creyentes de su tiempo.

Lo mismo encontramos en las epístolas de prácticamente todos los apóstoles. Constantemente ellos
confrontaban a los falsos hermanos, y los exponían públicamente, así como denunciaban su herejía, y
amonestaban también a los hermanos en general (ver 1 Co. 5; 2 Co. 11: 13-15; Gál. 1: 6-10; Gál. 2: 11-
14; Fil. 1: 15; Fil. 4: 2; 1 Ts. 5: 14; 2 Ts. 3: 2b; 1 Ti. 1: 19, 20; 1 Ti. 4: 1; 1 Ti. 5: 20; 1 Ti. 6: 3-10; 2 Ti.
1: 15; 2 Ti. 2: 15-18; 2 Ti. 3: 1-5; 2 Ti. 4: 1-4; 2 Ti. 4: 10, 14-18; Tito 1: 10, 11, 16; 3: 10, 11; He. 12:
15-17; 2 Pr. 2: 1-3; 2: 12-22; 1 Jn. 2: 18, 19; 4: 1; 2 Jn. 10, 11; Jud. 3, 4; 22, 23; etc. etc.)
“Despertemos de todo letargo espiritual”

Como podemos apreciar en algunas de esas citas, la reprensión es manifiesta, dirigiéndose a personas
por su nombre. Esos eran falsos hermanos que introducían encubiertamente falsas doctrinas. Veamos
uno de esos casos:

(2 Timoteo 2: 17, 18) “Y su palabra carcomerá como gangrena; de los cuales son Himeneo y Fileto,
que se desviaron de la verdad, diciendo que la resurrección ya se efectuó, y trastornan la fe de algunos”

Y sin embargo, parece que hoy en día eso ya terminó, para muchos al menos.

¿Será que ya no es necesario reprender, exhortar, confrontar? ¿Será que ya no es necesario


juzgar entre lo que es verdadero y lo que es falso? ¿Será que ya no es necesario apartarnos del
mal y de los que lo propagan? ¿y cómo nos apartaremos de los falsos obreros, falsos apóstoles y
falsos profetas si no hay nadie que denuncie su falso fruto?

En cuanto a los que levantan la bandera del “amor y de la unidad de los creyentes” sin tener en cuenta
ninguna otra consideración, entiéndase bien el asunto:

“El amor sólo puede entenderse y manifestarse como tal, en el contexto de la verdad y de la justicia
expresadas, sin usar de la misericordia como pretexto para ocultar esas dos últimas”.

Concluyendo
Despertemos de todo letargo espiritual, y prediquemos la Palabra, instando a tiempo y fuera de tiempo;
redarguyendo, reprendiendo, exhortando con toda paciencia y doctrina, porque aunque ahora sea el
tiempo en el que no se sufre la sana doctrina, sino que una gran mayoría de falsos maestros se
amontonan, y apartan la verdad del oído de muchos, llevándolos a las fábulas (2 Timoteo 4: 2-4),
seamos sobrios, y soportando las aflicciones, cumplamos con nuestro ministerio.

¡El Señor está cerca!

Dios les bendiga.

También podría gustarte