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Había una vez en las altas montañas de los Andes, un pequeño pueblo llamado

Quri. En este lugar, la vida transcurría tranquila y las montañas se erguían


majestuosas, custodiando secretos ancestrales. En este rincón remoto vivía
Kuntur, un niño de ocho años con ojos curiosos y cabellos tan oscuros como la
noche.

Kuntur disfrutaba explorar las laderas empinadas y las estrechas sendas que
zigzagueaban entre las altas cumbres. En uno de sus paseos, mientras el sol se
sumergía detrás de las montañas, Kuntur descubrió a un pequeño cachorro
temblando entre las rocas. Tenía un pelaje suave y blanco como la nieve, y unos
ojos chispeantes llenos de vida. Kuntur sintió inmediatamente una conexión con
el pequeño animal y decidió llamarlo Inti, en honor al dios sol.

Desde aquel día, Kuntur e Inti se volvieron inseparables. Juntos exploraban cada
rincón del pueblo y sus alrededores, llenando sus días de risas y aventuras. Pero
un día, mientras jugaban cerca de un antiguo árbol de piedra, descubrieron algo
extraordinario. En la raíz del árbol, había una piedra mágica que resplandecía
con una luz dorada. Una voz suave resonó en la mente de Kuntur, revelándole
que debían entregar esa piedra a un anciano sabio que vivía en lo más alto de
las montañas.

Emocionados por la misteriosa misión, Kuntur e Inti se prepararon para su viaje.


Empacaron alimentos, abrigos y la piedra dorada en una pequeña bolsa. A la
mañana siguiente, comenzaron su ascenso a través de los caminos
serpenteantes que llevaban a la morada del anciano.

A medida que subían, el aire se volvía más delgado, y las estrellas parecían estar
más cerca. Kuntur admiraba la belleza de las alturas mientras Inti saltaba y
jugaba a su alrededor. En su travesía, encontraron arroyos cristalinos y flores
coloridas que adornaban el paisaje alpino. Pero también se enfrentaron a
desafíos, como fuertes vientos y senderos resbaladizos, que superaron juntos
con valentía.

Finalmente, después de días de caminata, llegaron al hogar del anciano. Su


cabaña se erguía modesta pero majestuosa, construida con madera resistente y
piedras talladas. El anciano, de barba blanca y ojos centelleantes, les dio la
bienvenida con una sonrisa cálida.

"Kuntur, has llegado", dijo el anciano con una voz sabia. "Y has traído contigo la
piedra dorada. Es un regalo de los dioses, destinado a ser entregado en este
lugar sagrado".
Kuntur le entregó la piedra al anciano con reverencia, y este la sostuvo con
manos arrugadas pero firmes. La piedra resplandeció con una luz aún más
intensa cuando entró en contacto con las manos del anciano.

"Gracias, joven Kuntur", expresó el anciano. "Esta piedra tiene el poder de traer
equilibrio y armonía a nuestras tierras. Tu valentía y amistad, junto con la lealtad
de Inti, han hecho posible esta entrega".

El anciano les ofreció un lugar junto al fuego y compartió historias de tiempos


antiguos, de dioses que miraban desde las altas cumbres y de la conexión
especial entre los seres humanos y la naturaleza. Kuntur escuchaba
atentamente, mientras Inti se acurrucaba a su lado, disfrutando del calor del
fuego.

Después de una noche llena de magia y sabiduría, el anciano condujo a Kuntur y


a Inti a un rincón especial de su jardín. Allí, plantaron una semilla que
simbolizaba la amistad y la conexión entre ellos. El anciano les dijo que esta
planta crecería fuerte y florecería como un recordatorio eterno de su visita.

Con el corazón lleno de gratitud, Kuntur se despidió del anciano y emprendió el


descenso de la montaña junto a Inti. Ahora, con la piedra dorada entregada y la
semilla plantada, sabía que llevaba consigo no solo un tesoro mágico, sino
también la sabiduría y la bondad compartidas por el anciano.

El viaje de regreso fue más rápido, ya que descendieron con la ligereza de


quienes llevan consigo el peso de una misión cumplida. Kuntur y Inti volvieron
al pueblo de Quri, donde fueron recibidos como héroes. La piedra dorada había
cumplido su propósito, y la noticia de su entrega se extendió por todo el
pueblo.

Los días pasaron, y Kuntur continuó explorando las montañas con Inti a su lado.
La planta que habían sembrado en la morada del anciano floreció, llenando el
aire con un aroma dulce y recordando a todos la importancia de la amistad y la
conexión con la naturaleza.

Con el tiempo, Kuntur se convirtió en un joven fuerte y sabio, y la amistad entre


él e Inti perduró a lo largo de los años. La historia de su extraordinaria aventura
se transmitió de generación en generación, convirtiéndose en una leyenda que
recordaba a todos la magia que se encuentra en las montañas, en la amistad
sincera y en las misiones que trascienden lo ordinario.

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