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Había Una Vez en Las Altas Montañas de Los Andes
Había Una Vez en Las Altas Montañas de Los Andes
Kuntur disfrutaba explorar las laderas empinadas y las estrechas sendas que
zigzagueaban entre las altas cumbres. En uno de sus paseos, mientras el sol se
sumergía detrás de las montañas, Kuntur descubrió a un pequeño cachorro
temblando entre las rocas. Tenía un pelaje suave y blanco como la nieve, y unos
ojos chispeantes llenos de vida. Kuntur sintió inmediatamente una conexión con
el pequeño animal y decidió llamarlo Inti, en honor al dios sol.
Desde aquel día, Kuntur e Inti se volvieron inseparables. Juntos exploraban cada
rincón del pueblo y sus alrededores, llenando sus días de risas y aventuras. Pero
un día, mientras jugaban cerca de un antiguo árbol de piedra, descubrieron algo
extraordinario. En la raíz del árbol, había una piedra mágica que resplandecía
con una luz dorada. Una voz suave resonó en la mente de Kuntur, revelándole
que debían entregar esa piedra a un anciano sabio que vivía en lo más alto de
las montañas.
A medida que subían, el aire se volvía más delgado, y las estrellas parecían estar
más cerca. Kuntur admiraba la belleza de las alturas mientras Inti saltaba y
jugaba a su alrededor. En su travesía, encontraron arroyos cristalinos y flores
coloridas que adornaban el paisaje alpino. Pero también se enfrentaron a
desafíos, como fuertes vientos y senderos resbaladizos, que superaron juntos
con valentía.
"Kuntur, has llegado", dijo el anciano con una voz sabia. "Y has traído contigo la
piedra dorada. Es un regalo de los dioses, destinado a ser entregado en este
lugar sagrado".
Kuntur le entregó la piedra al anciano con reverencia, y este la sostuvo con
manos arrugadas pero firmes. La piedra resplandeció con una luz aún más
intensa cuando entró en contacto con las manos del anciano.
"Gracias, joven Kuntur", expresó el anciano. "Esta piedra tiene el poder de traer
equilibrio y armonía a nuestras tierras. Tu valentía y amistad, junto con la lealtad
de Inti, han hecho posible esta entrega".
Los días pasaron, y Kuntur continuó explorando las montañas con Inti a su lado.
La planta que habían sembrado en la morada del anciano floreció, llenando el
aire con un aroma dulce y recordando a todos la importancia de la amistad y la
conexión con la naturaleza.