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Para realizar este recorrido será necesario retomar los conceptos que
ya hemos visto, por lo que les recomendamos tener a mano los módulos
anteriores así como también los foros en los que ya hemos trabajado.
De este modo, podremos integrar los contenidos de cada encuentro.
ÍNDICE
Se entiende por violencia contra las mujeres toda conducta, acción u omisión,
que de manera directa o indirecta, tanto en el ámbito público como en el privado,
basada en una relación desigual de poder, afecte su vida, libertad, dignidad, integridad
física, psicológica, sexual, económica o patrimonial, como así también su seguridad
personal. Quedan comprendidas las perpetradas desde el Estado o por sus agentes.
Entonces, las violencias por motivos de género no sólo implican la violencia física, sino también la
simbólica, la psicológica, la mediática, la sexual, la económica y la patrimonial. Estas violencias son ejercidas
en diversos ámbitos, como el doméstico, el institucional, el laboral, los medios masivos de comunicación,
y los ámbitos de salud. A su vez, son ejercidas cotidianamente, naturalizadas e invisibilidades, y generan
sentimientos de desprotección y angustia, incomprensión, vulnerabilidad, depresión, entre otros.
* Ley nacional de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que
( )
En la punta, se encuentran las formas más visibles y extremas, como el femicidio, la violencia física y
el abuso sexual. Pero, debajo de la superficie, hay otras manifestaciones menos visibles como el humor
sexista, la discriminación en el trabajo, los micromachismos, el sexismo en el lenguaje y la publicidad.
Generalmente, las formas de violencia ubicadas en la parte superior del iceberg, son menos toleradas,
y las que están por debajo están más naturalizadas y son permitidas sin cuestionamiento a pesar de
que son tan importantes como las visibles, ya que son las que sostienen y legitiman las violencias por
motivos de género.
Los femicidios, por ejemplo, generan una gran (y justa) indignación, mientras que el humor sexista es
tolerado, sin reconocer que también se trata de una expresión de superioridad de un género por
sobre el otro.
Las formas menos evidentes, contribuyen a reforzar y reproducir las formas más extremas.
Resulta fundamental la re�exión sobre nuestras acciones, actividades o conversaciones
cotidianas.
La Subsecretaría de Mujeres y Géneros de la Municipalidad de San Martín diseñó hace unos años lo
que llamamos “Violentómetro”, el cual se propone visualizar de forma simple los diferentes niveles de
violencia por motivos de género, identificando el nivel de intensidad en que estas se van presentando
en las acciones cotidianas. Te invitamos a descargarlo en el campus.
Los micromachismos
Son actitudes casi imperceptibles y la mayoría de las veces son inconscientes, es decir, no están
planificadas deliberadamente. Sin embargo, que sean inconscientes no quiere decir que sean inocentes.
Se van incorporando desde la crianza, asociados a los mandatos de la masculinidad hegemónica, y a
la manera de vincularse entre mujeres y varones.
En términos de la Ley 26.485, los micromachismos pueden definirse como violencia simbólica, ya que
tienen que ver con la producción y reproducción de mensajes, prejuicios y estereotipos que afectan
la dignidad de mujeres y LGBTIQ+. Se reproducen en todos los ámbitos y tipo de vínculos.
1. En el ámbito laboral
Se pueden expresar en forma de bromas o comentarios que señalan a las mujeres como incapaces
de realizar ciertas tareas, o explicar cómo se debe hacer algo sin que se lo haya solicitado. Su uso
tiene que ver con formas sutiles del ejercicio del poder.
2. “Qué suerte, tu marido te ayuda en casa”
No, el hombre no debe “ayudar” en casa: él, como otro habitante del hogar, es responsable de la
mitad de las tareas, o, en su defecto, de las que se pacten entre los miembros de la pareja. Así
como tampoco obligatoriamente son tareas para los hombres los arreglos del hogar, ocuparse del
auto. Así como de las mujeres, llevar a sus hijos/as al pediatra, reuniones escolares o formar parte
del grupo de “mamis” de la escuela.
Seguro que se te ocurren muchos más. Entre todos y todas podemos acabar
con el machismo, siendo un poco conscientes y advirtiendo a quien se le “escapa”
algún que otro micromachismo.
Los micromachismos funcionan de manera automática. Es decir, no tienen que ver con una voluntad
de hacer daño, sino que (amparados en la costumbre) se consideran actitudes “normales”.
Los pueden reproducir tanto varones como mujeres, y se pueden dirigir a cualquier persona. Pero no
por ser micro producen menos daño: generan diversos grados de malestar, discriminación, dificultan
la igualdad en las relaciones, y con el tiempo limitan la autonomía y autoestima especialmente de las
mujeres y LGBTIQ+.
En aquellos casos donde hay un vínculo entre el agresor y la víctima, durante mucho tiempo se los
ha denominado “crímenes pasionales”, asociándolo a la idea de amores antes que a una relación
desigual de poder. Por otro lado, existen femicidios en el ámbito público, donde no existe un vínculo
cercano con el agresor, pero se basan explícitamente en el hecho de ser mujeres, como fue el caso
de Micaela García.
Hoy existe en nuestro país una fuerte discriminación hacia el colectivo travesti-trans. Las ONG, movimientos
y grupos organizados de la comunidad LGBTIQ+ visibilizan las condiciones estructurales de vulnerabilidad
a la que se ven sometidas las personas trans y travestis. La mayoría de estas personas sufren múltiples
formas de exclusión de las familias y los espacios de socialización desde edades muy tempranas.
Así como también la interrupción del trayecto educativo, dificultades en el acceso a la salud y la
enorme dificultad de una inserción laboral formal. Por todas estas situaciones, hoy lamentablemente
la esperanza de vida de las personas trans y travestis no alcanza los 40 años de edad, y las condiciones
en las que viven son precarias y riesgosas.
Los mitos funcionan sosteniendo la asimetrías de género en la pareja y se entraman con la idea de
“amor romántico” dificultando así el corte del vínculo violento. Podemos considerar que los mitos
románticos son el conjunto de creencias socialmente compartidas sobre la supuesta verdadera
“naturaleza del amor”.
Revisar nuestros vínculos más cercanos desde una perspectiva de género nos permitirá
promover formas de relacionarnos más sanas y libres de violencia.
> Mito del emparejamiento. Se refiere a la idea de que es natural y universal que las personas formen
parejas heterosexuales. Invisibiliza que se puedan elegir como pareja personas de su mismo género
y también limita la posibilidad de pensar otras configuraciones de familia, por ejemplo: dos padres
con sus hijas o hijos.
> Los celos son una muestra de amor. En este mito, los celos lejos de ser vistos como una forma de
control, son un requisito indispensable para que el amor sea verdadero. Y si no hay celos, se entiende
como indiferencia o falta de amor.
> Mito de la omnipotencia. Se representa con la idea de que el amor todo lo puede y todo lo cura. En
este mito el amor verdadero superará todos los obstáculos, tanto sean externos como internos de la
pareja. El poder mágico del amor para salvarnos.
> Mito del libre albedrío. Creencia de que nuestros sentimientos amorosos son íntimos y no están
influenciados o determinados por factores sociales y culturales ajenos a nuestra voluntad.
> Mito de la perdurabilidad. Supone que la pasión es eterna, por lo tanto debería sostenerse el mismo
nivel de intensidad y pasión de los primeros meses a lo largo de toda la vida.
> Mito del amor como dolor o pelea. ¿Cuántas veces hemos escuchado la frase “los que se pelean se aman”
o le hemos dicho a alguien que si una persona le molestaba o hacía sufrir es porque le amaba? Según
este mito, la violencia y el amor serían compatibles.
Estos mitos en su conjunto, sustentan la idea de que en el amor no se ven los defectos, es incondicional,
irrenunciable, para siempre y no acepta cuestionamientos ni dudas, ya que de otra forma no sería un
amor verdadero. El “mito del amor romántico” incluye celos, posesión, control, dolor.
Hoy día nos encontramos cuestionando fuertemente el ideal y la práctica del amor romántico como
fuente de felicidad y de realización personal. Sobre esta idea del amor romántico se reproducen las
dependencias materiales, afectivas, sociales y subjetivas.
Revisar estas ideas que muchas veces tenemos incorporadas, nos da la posibilidad de
modi�car nuestros vínculos y/o construir otros nuevos, en condiciones de igualdad y
libres de violencia.
La violencia doméstica
El ámbito doméstico está ligado al concepto de familia, de pareja, a lo íntimo y lo privado.
Si bien existen distintos tipos de familias, es muy común en nuestra sociedad que al hablar de ellas,
se reafirme que, el modelo de familia remite a una nuclear compuesta por una pareja heterosexual
con sus hijas e hijos cuando esto no contempla todas las realidades.
En esta “familia modelo”, quien cumple la función de “jefe de familia” es el padre y es quien concentra
los ingresos económicos y la toma de decisiones, y la madre es a quien le corresponde el trabajo
doméstico y de cuidados no remunerado.
Diferentes estadísticas dan cuenta que la gran mayoría de las violencias se dan puertas adentro de
los hogares, donde son más invisibles, ya que son los ámbitos de más difícil intervención.
Durante mucho tiempo, este tipo de violencia estuvo silenciada dado que el ámbito privado se
consideraba una cuestión personal en donde nadie externo se podía meter.
Para muchas mujeres y personas LGBTIQ+, el hogar puede ser incluso el espacio de mayor riesgo para
su integridad psicofísica.
Así como el iceberg nos permite comprender las formas en que se manifiestan las violencias por
motivos de género, entender el ciclo de la violencia nos permite comprender los distintos momentos
y etapas de las situaciones de violencia.
Este concepto sirve también para poder prevenir mayores daños. Además, analizar el círculo de la
violencia nos permite comprender ciertos interrogantes que surgen usualmente.
¿Por qué no lo deja? ¿Por qué no lo denuncia? ¿Por qué cuando se atreve a denunciar, luego, retira
la denuncia? ¿Qué sienten las víctimas en cada etapa de ese vínculo violento?
La dinámica cíclica de la violencia tiende a intercalar períodos de calma y afecto con situaciones de
tensión y maltratos que pueden llegar incluso a poner en riesgo la vida de las mujeres. Con el correr
del tiempo, se convierte en un vínculo de dependencia emocional que rompe de tal manera la
autoestima y la autonomía de las mujeres que se vuelve una dinámica difícil de romper, tanto para
el varón que agrede como para la víctima.
El Ciclo de la violencia
En la primera fase del ciclo, llamada de acumulación de tensión, aunque la violencia es sutil o invisi-
ble, se caracteriza por el aumento gradual de los conflictos y la violencia. Se pueden presentar celos
reiterativos, control, cambios de humor repentinos, violencia verbal, amenazas o incluso agresiones
físicas. Quien atraviesa la situación no logra comprender estas situaciones como conductas violentas
y tiende a la justificación. Pero a su vez intenta complacer las expectativas y demandas de su pareja
para evitar conflictos.
En este momento es fundamental que el entorno pueda escuchar sin juzgar y conocer qué es lo que
esa persona realmente necesita. También es importante contar con abordajes especializados y
respetuosos en las comisarías y otros dispositivos de atención.
Por su parte el varón que ejerce la violencia, muchas veces puede reconocer que se “descontrola”,
pero se justifica culpabilizando a la víctima y tergiversando las razones.
Luego del estallido de violencia, llega la tercera fase, etapa de arrepentimiento o de “luna de miel”.
Quien ejerce la violencia suele mostrar su arrepentimiento, pedir perdón, hacer regalos o mostrarse
amable y cariñoso, prometiendo que no volverá a suceder. Sin embargo, nunca se hace responsable
de la situación, siempre se justifica. Esta fase está rodeada de frases y expresiones que se basan en
los mitos del amor romántico.
Aquí, puede darse que la persona agredida cambie algunas actitudes para evitar la repetición de
nuevos episodios, ya que suele verse responsable de la situación.
La persona violentada quiere creer en esas promesas y entiende que las demostraciones son la
“verdadera cara” de su pareja. Este momento es clave para promover la continuidad del ciclo,
momento en el cual la víctima se aísla de su entorno o de quienes señalan los hechos de violencia
en el vínculo.
Superar las situaciones de violencia es un proceso largo y difícil. Una vez que las personas que
las están atravesando reconocen las violencias, habrá avances y retrocesos. Es muy necesaria
la contención, el acompañamiento y asesoramiento de otras personas e instituciones.
Al acompañar a una persona intentando salir de una situación así, es importante comprenderla, no
juzgar sus decisiones y comportamientos, y no exigir o forzar a que tome ciertas resoluciones,
actitudes o que realice determinadas acciones. Dado que se trata de relaciones sociales de poder
asimétricas, es fundamental no revictimizar. Las personas en estas situaciones deben tomar decisiones
importantes: iniciar procesos legales o no, continuar o no con la convivencia, implementar cambios a
múltiples niveles (cambiar de empleo o lugar de residencia; escolaridad de sus hijas/os, etc.). Esto
demanda un esfuerzo emocional, monetario y temporal. Es clave en este momento promover la
autonomía económica para fortalecer la independencia. Y siempre construir redes de contención y
apoyo, en las familias, con las amistades, compañeros/as de trabajo.
Tipos y modalidades
Continuamos leyendo la Ley 26.485 la cual identifica en sus artículos 5° y 6° los tipos y modalidades
de violencia de género.
El tipo se refiere a la forma o características de esa violencia y del daño o perjuicio que se produce.
Si bien sabemos que la violencia afecta a la persona en su totalidad y la mayoría de las veces suceden
simultáneamente varios tipos de violencia, podemos pensar los “tipos” de violencias en base al
género como las dimensiones de la vida de las personas que se ven más afectadas.
Cuando se nos presente la duda, formulemos la pregunta ¿cómo se ejerce esa violencia?
Modalidades de violencias
Doméstica Aquella ejercida por un integrante del grupo familiar con vínculos
por consanguinidad, pareja o afinidad, independientemente
del espacio físico donde ésta ocurra, igentes o finalizadas.
Tipos de violencias
Las organizaciones del mundo del trabajo han comenzado a visibilizar la necesidad de implementar
acciones de prevención y erradicación de la violencia y discriminación por motivos de género.
Frente a una situación de violencia en el ámbito laboral o más bien en el mundo del trabajo, se debe
considerar la doble subordinación -tanto de género como laboral- en la que se encuentran las mujeres
y las personas de la diversidad.
La violencia en el mundo del trabajo por motivos de género constituye una de las principales fuentes
de inequidad, discriminación, estigmatización y conflicto en el ambiente de trabajo. Sus consecuencias
trascienden al plano individual, organizacional y social, por lo que el abordaje de esta problemática
configura un tema central desde la perspectiva de los Derechos Humanos
La violencia laboral por motivos de género se puede manifestar en todos los momentos de la relación
laboral: en el acceso al empleo, durante la relación laboral o al momento de extinguirse, y en relación
con integrantes de la misma organización o con terceros, como clientes o proveedores.
Pueden darse a partir de situaciones de abuso de poder jerárquico, por ejemplo, por parte de un superior
o quien imparte lineamiento o encuadres de trabajo, pero también pueden ocurrir situaciones de acoso
y violencia laboral hacia las mujeres entre pares laborales o de trabajadores hacia sus superiores
mujeres, en donde puede haber un único agresor o varios que cuentan con la complicidad de otros
integrantes del grupo.
También encontramos micromachismos en el espacio laboral, como no prestar atención a las propuestas
realizadas por mujeres (a menos que las repita un varón), o dar por sentado que una mujer no va a
entender ciertos temas porque son “masculinos”, aunque sean de su área de especialidad.
Otra expresión de micromachismo corriente es relegar, en los equipos de trabajo, a las mujeres las
tareas administrativas o de gestión cotidiana (como, por ejemplo, servir el café, atender el teléfono,
tomar nota en las reuniones), aunque no sea su tarea específica, sino que se corresponde con la lógica
de la división sexual del trabajo de la que venimos hablando.
También puede darse una situación de micromachismo laboral cuando los varones intentan explicar
algo a sus compañeras de forma condescendiente, suponiendo que ellas no lo saben y como forma de
demostrar conocimiento y poder. A esta expresión se la suele denominar mansplaining.
Otro ejemplo de violencia laboral de género, que se manifiesta como una conducta discriminatoria, es
cuando en una entrevista de trabajo a las mujeres se les consulta sobre su situación conyugal, o si tienen
o desean tener hijas/os. De esta forma, se presupone que las mujeres son las principales responsables
de las tareas de cuidado y que esto afecta su rendimiento laboral.
Puede consistir en proposiciones, acercamientos o invitaciones no deseadas, o presión que puede ser:
Es importante que sepas que existe en el ámbito de la Municipalidad de San Martín el Protocolo de
Violencia Cero, el cual establece un procedimiento interno ante situaciones de violencia de género,
acoso sexual, conductas sexistas, discriminación por razones de género u orientación sexual. En el
próximo módulo se ampliará más la información.
REFLEXIONES FINALES
A lo largo de este módulo, hemos trabajado las causas y manifestaciones más comunes de las violencias
por motivos de género. Pudimos reconocer que su causa no es individual sino que corresponde a la
diferencia estructural de la valoración de las mujeres y diversidad por debajo de los varones. También
observamos que no ocurre de la misma manera en todas las personas y que además se complementa
con componentes de discriminación.
Su manifestación más evidente son los femicidios, pero existen otras formas menos visibles que dan
lugar a las situaciones de violencia.
Por último, en el ámbito laboral, estas violencias también están presentes, a veces de forma más directa
y visible pero, otras veces, ocurren de manera más solapada, sutiles y naturalizadas.