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¡MIOPIA
Título original: Seven Myths o f the Spanish Conquest
Originalmente publicado en inglés, en 2003, por Oxford University Press, Nueva York.
Traducción publicada con permiso de Oxford University Press, Inc.
This translation, originally published in English in 2003, is published by arrangement
with Oxford University Press Inc.
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ISBN: 84-493-1638-3
Depósito legal: B. 37.344-2004
Un puñado de aventureros
El mito de los hombres excepcionales
* El señor Cristóbal Colón, / sin brújula zarpó. Pero / cuando la tripulación jaleo
armó, / su voz alzó Cristóbal Colón. / V dijo: «Hay tierra en algún lugar, / y hasta que
allí arribemos, / yerro no cometeremos, / siempre que cantemos una alegre canción. /
Como el mundo es redondo, / sanos y salvos seguiremos. / Hasta airibar al objetivo,
/mantendremos el ritmo». / Los marineros armaron gran juerga. / Y alguien gritó: /
«¡Brindemos por Isabel! / ¡Trae aquí el ron!». / Y así la música aplacó la rebelión, /
gracias al sabio Cristóbal Colón. (N. de ¡a t.)
26 LOS SIETE MITOS DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA
salmantinos pensaban que era plana y que, por tanto, las tres carabelas
se hundirían en el abismo cósmico después de recorrer una corta dis
tancia».18Si bien los hombres de Salamanca tenían razón (acerca del ta
maño de la tierra), se equivocaban (en lo que había al oeste). Y aunque
Colón se equivocaba (acerca del tamaño de la tierra), tenía razón (en
que encontraría tierra si navegaba hacia el oeste). Al final, si Colón se
obstinó en el error y logró salir airoso no fue por la intuición y el genio
que le atribuyen los mitos posteriores, sino (en palabras de Eco) «gra
cias a la serendipia».19
Tal vez fue serendipia, sí, pero también un proceso histórico. Con el
fin de comprender cómo encaja Colón en el mito de los hombres excep
cionales, debemos situar su figura en el contexto de dos procesos histó
ricos distintos. El primero es el proceso de expansión portuguesa por el
Atlántico en el siglo XV. El segundo es el proceso de construcción del
mito moderno de Colón en el mundo anglófono durante el siglo XIX.
Colón tenía profundos vínculos con Portugal. A pesar de que era
genovés de nacimiento y la patrocinadora de sus viajes por el Atlántico
era la reina Isabel de Castilla, Colón pasó en Portugal gran parte de su
vida, desde la década de 1470. A finales de aquella década contrajo ma
trimonio con la hija de un colonizador portugués por tierras del Adán-
tico, y reiteradas veces solicitó el amparo de la monarquía portuguesa
antes y después del primer acercamiento a la corona de Castilla.
Los vínculos con Portugal tienden a ignorarse en las representacio
nes populares de Colón por varios motivos. Uno es el hecho evidente de
que el contrato final de Colón con Isabel propició, a lo largo del siglo
XVI, conquistas mucho más españolas que portuguesas en América. Otro
es la versión tópica de la historia enseñada en las escuelas, que se inspi
ra en el desarrollo decimonónico del mito de Colón.20Pero también ca
be atribuir a Colón parte de la responsabilidad. Los años que pasó como
extranjero que hacía proselitismo de sus ideas erróneas acerca del tama
ño de la tierra fomentaron una imagen de distinción individual, teñida
de paranoia, que él no dudó en promover también por escrito. «La ima
gen del hombre solitario predestinado —señala Fernández-Armesto—
que se enfrenta a la ortodoxia para cumplir un sueño que se anticipa a su
tiempo deriva de la imagen que difundió Colón de sí mismo, la imagen
de foráneo insociable, ridiculizado por la clase social y científica domi
nante, reacia a aceptarlo.»21En consecuencia, los propios textos de Co
lón han sido caldo de cultivo de leyendas y mitos sobre su personaje, y
ahí se incluye la omisión del contexto portugués.
34 LOS SIETE MITOS DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA
relegado por los historiadores del período colonial, al igual que lo fue
también en vida por los oficiales reales. Cuando Gomara ensalzó la con
quista de América como el momento más grandioso de la humanidad
desde Jesucristo, no sólo tenía en mente a Cortés más que a Colón, co
mo personificación de aquel logro, sino que incluso negaba al genovés
el estatus de primer descubridor.32Hacia finales del siglo XVI Colón co
menzó a aparecer en la poesía épica italiana, y en el siglo siguiente se
forjaron dos imágenes complementarias sobre él, ambas arraigadas en
sus propios textos, pero revestidas del sesgo romántico característico
de la formación de leyendas. Una de esas imágenes veía a Colón como
instrumento de la providencia, la otra lo retrataba como visionario in
fravalorado, un soñador heroico injustamente ridiculizado. Es el caso
de la obra de Lope de Vega titulada E l Nuevo mundo descubierto por
Cristóbal Colón (1614). Con todo, el genovés siguió siendo un segun
dón lejano con respecto a Cortés, principal héroe simbólico del descu
brimiento y la conquista.33
Todo empezó a cambiar con el tricentenario de la llegada de Colón a
América por primera vez. Curiosamente, no fue ni en España ni en Lati
noamérica, sino en los flamantes Estados Unidos, donde se produjo la
rehabilitación y reconstrucción del navegante. Las nuevas repúblicas
de Latinoamérica no dudaron en apropiarse del símbolo de Colón; una de
ellas tomó su nombre, y dos colonias del Caribe se disputaron la propie
dad de los restos mortales del navegante.34Pero fue en Boston, Baltimo
re y Nueva York donde tuvieron lugar las celebraciones del 12 de octu
bre de 1792. Los historiadores norteamericanos, como Washington
Irving, fueron los que suscitaron interés por la figura de Colón entre los
lectores anglohablantes del siglo XIX. Y los inmigrantes italianos e ir
landeses en Estados Unidos, así como sus descendientes, a finales del
siglo XIX fundaron instituciones de solidaridad centradas en la imagen
de Colón como inmigrante católico emblemático.35
El interés académico y popular por Colón se fue acrecentando tanto
en Norteamérica como en Europa a medida que se aproximaba el cuar
to centenario del primer viaje, efeméride que culminó en dos colosales
celebraciones del cuarto centenario en Madrid en 1892 y en Chicago en
1893. Años de preparación, millones de pesetas y dólares invertidos,
centenares de acontecimientos relacionados, millones de visitantes y
participantes, todo ello trajo como consecuencia la creación de una
imagen de Colón en la mente popular de ambos lados del Atlántico,
imagen que ha sobrevivido hasta la actualidad. En 1912, el día de Co
38 LOS SIETE MITOS DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA
lón pasó a ser fiesta oficial y, en 1992, suscitó una controversia casi tan
grande como las celebraciones del. siglo anterior. Ya sea vilipendiado o
ensalzado como héroe, nuestro Colón —el del mito, la historia y el de
bate de nuestro tiempo— no es un hombre del siglo XV, sino del XX, y
con un barniz del siglo XXI.36
leída por el rey, como muy probablemente ocurrió. Puede que Díaz hu
biera perdido esperanzas en la eficacia de la probanza más convencio
nal después de haber escrito muchas en etapas anteriores de su vida. Al
solicitar una pensión en 1552, por ejemplo, declaraba que escribía a su
majestad como súbdito leal, después de treinta y ocho años a su servicio.
Y seis años después solicitó al rey que se dignara a concederle plenos fa
vores. Pero, a pesar de provenir de una familia de alto nivel social, los
contactos de Díaz resultaron ser un obstáculo más que un salvocon
ducto para obtener todos los beneficios que codiciaba. Por ser parien
te de Diego Velázquez (antiguo mecenas y gran enemigo de Cortés), le
fue denegada, a instancias de Cortés, la recompensa merecida en Méxi
co en la década de 1520, y en las décadas siguientes recibió un trato ca
si tan humillante como el de colono marginado en Guatemala.41
Puede que Díaz, por la edad que tenía cuando concluyó el libro, no
concediese tanta importancia a la reacción oficial de la corona cuanto a
la satisfacción del proceso creativo y la oportunidad de lanzar inconta
bles dardos envenenados a Gomara, cuya versión de los hechos era, a
juicio de Díaz —que en este punto adolecía de cierto simplismo—, con
traria a lo que realmente sucedió.42En este sentido, su relato es compa
rable a un libro de historia moderno. Pero la estructura, el tono y la
fuerza del texto de Díaz siguen profundamente arraigados en las con
venciones de la probanza. Según un estudioso de Díaz, Ramón Iglesia,
su obra es una relación exagerada de méritos y servicios.43
¿Por qué sentía Díaz la necesidad de enumerar tales «méritos y ser
vicios»? La insatisfacción con su suerte, la mísera ración de despojos
que le correspondió por las conquistas de Tenochtidán y las tierras al
tas de Guatemala, y su deseo de dejar constancia de los hechos para la
posteridad son sólo parte de la respuesta. El contexto general de sus ex
pectativas y del formato elegido es la cultura del mecenazgo en la Espa
ña del siglo XVI, un sistema de redes sociales, políticas y económicas que
sustentaban casi todas las actividades españolas en América, además de
fomentar la cultura escrita de las probanzas.
El mecenazgo real no sólo ayuda a explicar la primera fase de desa
rrollo del mito de los grandes hombres —las probanzas—, sino tam
bién la segunda, que es el corpus literario que comprende las crónicas
o historias escritas en el período colonial. La línea divisoria entre ambas
fases es difusa, lo cual constituye un argumento más a favor de la tesis
que pretendo defender, a saber, que la probanza derivó con el tiempo
en el género de la crónica, las probanzas se utilizaron como fundamen-
UN PUÑADO DE AVENTUREROS 41
dor») para describir ese rol providencial.46Un tercer motivo fue la labor
de apoyo desarrollada por los franciscanos en beneficio de Cortés y la
conquista.
Los frailes de la Orden de San Francisco fueron los primeros reli
giosos españoles que se adentraron en las regiones mesoamericanas que
con el tiempo serían colonias de la Nueva España. En rivalidad direc
ta con los dominicos, y en menor medida con otras órdenes, y poste
riormente también con el clero seglar (sacerdotes que no pertenecían a
ninguna orden), los franciscanos fueron una pieza clave de las activida
des de la iglesia en toda la América colonial española. En México cen
tral, el Yucatán y otras partes de Nueva España, los franciscanos del si
glo XVI se afanaban en la conversión de los pueblos indígenas y la
construcción de una iglesia colonial. La influencia de los propios indí
genas en el proceso y los textos elaborados durante el mismo, tanto por
los frailes como por las poblaciones autóctonas, dieron lugar a un ex
traordinario corpus literario que sirvió de fundamento para la discipli
na académica de la etnografía.47
Los franciscanos consideraban que el apoyo de Cortés al estableci
miento de la Orden en México, así como a sus actividades durante los
primeros años del período colonial, era crucial para su misión, y en con
secuencia contribuyeron mucho a la formación de su leyenda. Toribio
Motolinía, que fue uno de los doce primeros franciscanos que se esta
blecieron en México, preguntó al emperador en una carta de 1555:
«¿Quién así amó i defendió los Indios en este mundo nuevo como Cor
tés?». Motolinía (que tomó su nombre de la palabra nahuatl que desig
na la «pobreza») en parte reaccionaba ante los textos de Bartolomé de
las Casas, que atacaba duramente a Cortés, además de pertenecer a la
orden de los dominicos. El franciscano comunicó al emperador que
Bartolomé de las Casas y otras voces críticas pretendían ocultar, a tra
vés de exageraciones, errores, mentiras y la simple ignorancia, «los ser
vicios que á Dios i á V. M. hizo [Cortés]». Ante todo, «por este Capitan
nos abrió Dios la puerta para predicar su Santo evangelio, i este puso á
los Indios que tuviesen reverencia á los santos Sacramentos, i á los Mi
nistros de la Iglesia».48
El mismo Bernardino de Sahagún, franciscano que había legado
una importante crónica mexicana de la conquista en el último libro de
su épica Historia general de las cosas de Nueva España, de doce volúme
nes, posteriormente reescribió la historia para presentarla como «un
canto de alabanza a Hernán Cortés y una justificación de la victoria es
UN PUÑADO DE AVENTUREROS 43
Lasso de la Vega (véanse las figuras 3 y 4), las más influyentes fueron las
de Cortés, Gomara y Díaz.54 Su efecto fue la magnificación de Cortés
como conquistador emblemático, así como la lectura de la conquista de
México como símbolo y modelo de toda la conquista, de modo que se
relegaba a Colón y Pizarro a un segundo plano, a la sombra de Cortés,
y otras conquistas y conquistadores quedaban casi eclipsados.
Durante siglos, las fuentes habituales de la conquista y temas afines
eran los informes de Colón y Cortés, las crónicas similares de otros con-
UN PUÑADO DE AVENTUREROS 45
Ni sueldo ni obligación
E l mito del ejército del rey
tras fuerzas no bastaran prenderle ni hacer lo que hicimos, sino que Dios
milagrosamente nos quiso dar victoria contra él y de su fuerza.20
Baja nobleza . 2 (3 %) 10 (7 %)
Comerciantes 4
Artesanos 20 17 13
Asesores, secretarios
y empleados similares 15 2 10
Profesionales 4 6 12
Miembros del clero 1
Notarios 2 4 9
Rentistas 2 2
Armadores 1 5
Funcionarios reales 1 7
Otros líderes 31
Propietarios de caballos 44
Propietarios de esclavos 2
(Total clase media) (45 [60 %]) (43 [92 %]) (139 [90 %])
Campesinos 16 1
Navegantes 10 2
Soldados 2 3
Artilleros 2
(Total plebeyos) (28 [37 %]) (4 [8 %]) (4 [3 %])
Total 75 (100 %) 47 (100 %) 153 (100 %)
Puentes: Lockliait, Cajamarca, 1972, pág. 32; Avellaneda, Conquerors, 1995, págs. 91,93.
Note: Estas cifras no representan a todos los miembros de las expediciones, sino sólo a aquellos
para los que se dispone de tal información. Los métodos y circunstancias en que se recabó la in
formación no estaban estandarizados, y la tabla, por tanto, debe entenderse como una distribución
aproximada.
NI SUELDO NI OBLIGACIÓN 71
tierras altas, son factores que explican la reacción de Alvarado tras re
cibir noticias acerca de las tierras y la riqueza potencial de Sudamérica,
reacción que consistió en utilizar sus recursos y estatus para formar otra
gran compañía de conquista. A pesar de sus encomiendas en México y
Guatemala y su consolidación como gobernador de este último territo
rio en 1530, Alvarado aspiraba a conquistar también Perú ya desde
1531. Pero sus ambiciones deben entenderse también en un contexto
más amplio. Los conquistadores, en calidad de agentes libres que bus
caban su oportunidad, bien a través de las redes de vasallaje con sus
compatriotas, bien en la rivalidad con otros españoles, raras veces se li
mitaban a una sola región. Los conquistadores no eran enviados por el
rey ni en calidad de soldados de su ejército, ni como colonos suyos.
Tanto el rey como los propios conquistadores aludían a la colonización,
pero más como medio de obtención de riqueza que como fin en sí mis
ma. La ambición constante de Alvarado era un rasgo totalmente cohe
rente con la lógica de la conquista.47
La expedición de Alvarado, bien financiada, contó con la presencia
de antiguos combatientes de la conquista de México, Yucatán, Guate
mala, otras zonas de Mesoamérica e incluso del Caribe y Perú. No fue
una de las principales líneas de conquista de Sudamérica, pero a través
de sus miembros contribuyó a conectar los acontecimientos andinos
con las conquistas del norte. A la luz de las victorias de Pizarro en 1532-
1533, el objetivo del gobernador guatemalteco en 1534 probablemente
era eludir a Pizarro y conquistar Cuzco, o bien establecer una colonia
independiente en los territorios norteños del imperio inca, la región
de Quito (el Ecuador actual). Esto nunca ocurrió, por el simple motivo de
que Diego de Almagro, uno de los capitanes de Pizarro, viajó presuro
so al norte para reunirse con Alvarado. En lugar de enfrentarse, ambos
conquistadores hicieron un trato. Aunque se había remunerado a Alva
rado para que disolviera la expedición y regresara a Guatemala, aún
más rico que antes, Almagro tenía autorización para reclutar a los hom
bres de la compañía de Alvarado. Como Almagro se disponía a romper
sus vínculos de vasallaje con Pizarro y adquirir su propia gobernación,
todavía no conquistada, en el sur de los Andes, muchos de estos hom
bres acabaron combatiendo en las guerras de conquista de Chile.48
Así pues, los dos sistemas de relevo o líneas de conquista —forjados
por los vínculos de vasallaje y el ímpetu de la ambición individual— se
inician como uno solo en el Caribe. La línea sigue hacia México, luego
se bifurca hacia Yucatán y Guatemala, y vuelve a converger en el norte
NI SUELDO NI OBLIGACIÓN 79
Guerreros invisibles
El mito del conquistador blanco
Napot Canche era gobernador del cab [ciudad maya] aquí en Calki-
ní; su palacio es el lugar donde se rindió tributo al capitán, Montejo,
cuando él y sus soldados llegaron aquí. [,..] Su cerdo y sus culhuas [me
xicas] llegaron primero; el capitán de los culhuas era [un mexica llamada]
Gonzalo.
E l títu lo de C a lk in I (1579)
comprendió que «sería injusto para los aztecas [mexicas], al menos pa-
rà sus proezas militares, considerar la conquista como un logro exdusi-
vode los españoles».6
F i g u r a 7. Españoles con aliados daxcalas luchan contra los mexicas, qué lanzan
piedras; de fray Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España
o Códiceflorentino {1579).
86 LOS SIETE MITOS DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA
Fuentes: AGI, México 204, fe. 1-9; Iceza, Diccionario, I, pág. 98; Gerhard, «A black conquistador»,
1978; Alegría, Juan Garrido, 1990; Altman, «Spanish society», 1991, pág. 43 9.
' Nata: Se publicó una variante de esta tabla en «Black conquistadors», 2000, pág. 177.
96 LOS SIETE MITOS DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA
1502 o 1503 (véase la tabla 2). Posteriormente dedaró que había cruza
do d Atlántico como hombre libre, aunque probablemente adquirió su
libertad en el Caribe, Entre 1508 y 1519 combatió en la conquista de
Puerto Rico y Cuba, en la invasión de otras islas, y en el descubrimien
to de Florida. En 1502 d gobernador de La Española, Nicolás de Ovan
do, había traído africanos para que sirvieran como ayudantes de los
conquistadores, pero cuando hideron lo contrario y se sumaron a la re
sistencia indígena de la isla, prohibió la importación de esclavos negros.
La prohibición apenas tuvo efecto; los españoles induían en sus expe
diciones a todos los africanos que podían costearse.29Garrido no era en
absoluto el único conquistador negro que acompañó a Ponce de León
a Puerto Rico, ni era el único que invadió Cuba con Diego Velázquez,
quien en 1515 escribió al rey para decirle que habían participado en la
conquista muchos esclavos negros.30
En varios aspectos, Valiente y Garrido eran ejemplos prototípicos
de conquistadores negros. Al parecer, los dos habían nacido en África.
Sólo una minoría de los negros que participaron én la conquista había
nacido en España o Portugal (entre los ejemplos de este tipo se cuentan
Juan García y Miguel Ruiz; véanse las tablas 3 y 4, págs. 101 y 105 res
pectivamente), y sólo mucho más tarde se sumaron también soldados
negros nacidos en América. Uno y otro adquirieron la libertad a raíz de
sus experiencias militares; a Garrido se le concedió legalmente dicho
estatus, mientras que Valiente lo asumió en la práctica y sólo se le de
negó su confirmación legal a causa de las dificultades que planteaba la
comunicación a larga distancia en la América española d d siglo XVI.
Los dos tenían unos 28 años cuando emprendieron la carrera de con
quistador, y tal vez rondaban los 30 cuando combatieron por primera
vez en el Nuevo Mundo. Si bien los conquistadores españoles contaban
entre 25 y 30 años como media, los africanos eran por lo general algo
mayores, probablemente porque los africanos más jóvenes, menos his
panizados, no eran de tanta confianza para los españoles en los puestos
armados, y preferiblemente se les asignaban otras fundones de mayor
riesgo, como «blanco de las flechas». Por último, d nombre de pila de
ambos era Juan, al igual que más de la mitad de los conquistadores ne
gros conocidos, lo cual pone de relieve la falta de imaginación de los es
pañoles al bautizar esclavos.31
El principal aspecto en que divergen Valiente y Garrido es la época
de llegada al Nuevo Mundo. Garrido llegó mucho antes y por ello pudo
participar en las principales conquistas caribeñas y mexicanas. Valiente
GUERREROS INVISIBLES 97
Juan García España, mulato Ubre Perú Cuota de oro y plata por
su estatus de
«conquistador a pie» en
Cajamarca; parte del
botín en Cuzco
Miguel Kuiz España, mulato libre Perú Cuota de oro y plata por
su estatus de lacayo en
Cajamarca; parte del
botín en Cuzco, a título
postumo
Juan Valiente África (?), esclavo negro Perú, Chile Tratado como libre;
caballero; ascenso a
capitán; propiedad y
encomienda
fueates: AGI, M ixteo, 204, fe. 1*9; Icaxa, Diccionario, 1923» 1, pág. 98; Gerhard, «À black conquistador», 1978; Alegría, Juan Ga
rrido, 1990; AGI, M éxko, 2999,2, f. 180; Melénde* y Duncan, E l negro, 1972, píg. 25; Herrera, «People ofStuitUgo», 1997, p¿g.
254; Oviedo y Baños, H istoria, 1967 U723], págs. 347,390,394,438-439; Cieza de León, Perú, 1998 [1550], pág. 243; Lockhart,
Cajamarca, 1972, págs. 6-13,380-384,421-422; Boyd-Bowman, «Negro EÍavei», 1969, pigs. 150-151; Sater, «Black experience»,
1974, p&gs. 16-17; Visques de E spin o », Compendium, 1942 [1620], págs. 743*744.
No(a: Se publicó una variante de esta tabU en «Bleck conqulitidors», 2000, pág. 174.
102 LOS SIETE MITOS DE LA CONQUISTA ESPAÑOLA
Fuentes; Lockhart, Cajamarca, 1972, págs. 6-15, 380-384; Cieza de León, Perú, 1988 [1550],
pág. 243.
Nota: Se publicó una variante de esta tabla en «Black conquistadors», 2000, pág. 186.