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"En Mozambique me dijeron: 'No hay problema, podrás hacer eso en Alemania Oriental'. Pero
cuando llegué aquí, me quitaron el pasaporte y me emplearon en una fábrica de fundición de
hierro. Me engañaron". A pesar de esa mala experiencia, el mozambiqueño extraña algunas cosas
del pasado socialista de la RDA: "Había menos racismo. O tal vez existía, pero la gente lo ocultaba
mejor. Yo nunca tuve problemas en esa época por ser negro. Pero actualmente el racismo está
desatado en esta ciudad", afirma.
En los últimos años, el número de ataques racistas ha proliferado en el estado de Sajonia, al este
de Alemania.
Luke Wolff, nacido y criado en Dresde, no siente ningún tipo de "ostalgie". Pero puede entender
que haya personas que extrañen algunos elementos de la sociedad y del sistema de la extinta RDA.
"Mis padres, por ejemplo, eran personas muy simples. Ella era enfermera y él conductor de
camiones. Tenían una vida organizada, tenían trabajo, ganaban un poquito de dinero y eran felices:
vivían sin preocupaciones; luego, el capitalismo llegó de repente y todo se puso muy caro. La gente
en el este ya no se podía comprar nada y el consumismo se desató en algunas zonas", explica el
trabajador social de 42 años. Otra ventaja para Wolff era que en aquel "sistema comunista", como
él lo llama, la gente le daba mucha más prioridad a tener una identidad, no se trabajaba en exceso
y había "mucha más solidaridad".
"Extraño algunos aspectos de la RDA, pero otros absolutamente no", confiesa Chaimite. "En
realidad, tengo sentimientos contradictorios, a veces siento un poco de nostalgia, pero no me
gustaría volver a esos tiempos".
Para Hannelore Kassal, el Muro cobró significado al comenzar su relación con Manuel y ver las
dificultades para materializarla. Nacida en 1941 en Leipzig por circunstancias de la guerra, ella y su
familia son de Berlín y vivían en Berlín Este. "Mi padre estaba en el partido y en el gobierno, así
que mi huida le causó muchos problemas, y eso no me daba paz -recuerda Kassal-. Tampoco me
dejaron tranquila en Berlín Oeste; aunque estaba embarazada, durante todo un año tuve que ir a
declarar casi cada día ante la policía federal alemana, los americanos, los franceses, los británicos?
Yo no era nadie pero mi padre, en el otro lado, sí lo era". El espionaje mutuo era corriente. Kassal
constató que los occidentales que la interrogaban conocían en detalle su vida en el este, lo cual la
llenó de desasosiego, y tras caer el Muro en 1989, descubrió con horror muchas miserias.
Para Kassal, resulta difícil de aceptar que los alemanes occidentales deban seguir contribuyendo al
despegue económico del este. "Ahora ya han reconstruido todos los edificios, ¿por qué tenemos
que seguir pagando? En Alemania occidental hay muchas personas, sobre todo jubilados, que no
llegan a fin de mes", protesta.