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Víctor Klemperer,

Quiero dar testimonio hasta el final. Diarios 1933-1941 (I)


y Diarios 1942-1945 (II),
Barcelona, Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, 2003.
893 y 973 páginas. Traducción de Carmen Gauger.

«Lo que importa no son las tanto, la exposición Guerra de


grandes cosas, sino la tiranía de exterminio: crímenes de la Wehr-
cada día, que se olvida. macht, 1941-1944, organizada
Mil picaduras de mosquito por el Instituto de Investigación
son peores que un golpe en la ca- Social de Hamburgo, recorrió nu-
beza. merosos lugares y mostró a un
Yo observo, anoto las picadu- millón de visitantes las atrocida-
ras de mosquito...» (II, 512). des que habían cometido los sol-
dados alemanes en los territo-
En los seis últimos años del si- rios ocupados durante la Se-
glo xx, Alemania vivió un intenso gunda Guerra Mundial. Tanto el
resurgimiento de los debates so- libro como la exposición des-
bre la época nacional-socialista. mentían la idea, todavía muy
La querella de los historiadores arraigada, de que los horrores
en la década de los 80 y las polé- habían correspondido en exclu-
micas sobre el nacionalismo ale- siva a los nazis, hacían llegar a
mán que acompañaron a la reu- los no especialistas los resulta-
nificación del país sirvieron de dos de las investigaciones aca-
antecedentes a un súbito interés démicas y, más aún, provocaban
de la opinión pública y de los la controversia al tocar la fibra
medios de comunicación por el sensible de las relaciones entre
Tercer Reich. Tres acontecimien- memoria, historia e identidad
tos motivaron este fenómeno, nacional en la nueva Alemania.
que alcanzó también, aunque en El tercer acontecimiento, es-
menor medida, a Estados Uni- trechamente ligado a los otros
dos, Gran Bretaña, Francia e Is- dos, fue la edición en 1995 de los
rael. En primer lugar, el libro Los diarios de Víctor Klemperer, un
verdugos voluntarios de Hitler profesor judío que había sobre-
(Madrid, Taurus, 1997), del his- vivido a la catástrofe y que había
toriador norteamericano Daniel tomado cuidadosa nota de lo
J. Goldhagen, p u s o s o b r e la ocurrido entre 1933 y 1945. Ha-
mesa en 1996 la implicación en el bían pasado más de treinta años
Holocausto de los alemanes co- desde la muerte de su autor, tan
rrientes, imbuidos a juicio de sólo conocido hasta entonces en
Goldhagen de un feroz antisemi- pequeños círculos científicos, y
tismo eliminador. Mientras el manuscrito había permane-

HISTORIA Y POLÍTICA, núm. 10, págs. 303-350


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cido olvidado en los archivos de las lenguas y literaturas románi-


una biblioteca. Transcritos y de- cas, disciplina que enseñaba en la
purados, los textos llenaban más Escuela Superior Técnica de
de mil seiscientas páginas y no Dresde. Convertido al protestan-
debió resultar fácil encontrar tismo, luchó y ganó condecora-
quién los publicara. Sin em- ciones en la Gran Guerra. Desde
bargo, los dos gruesos volúme- su cátedra y casado con la pia-
nes se convirtieron en un ines- nista Eva Schlemmer, Herr Pro fes-
perado éxito de ventas, alimen- sor Klemperer representaba per-
taron los debates en curso y fectamente el proceso de asimila-
hasta dieron lugar a una serie de ción que había experimentado la
televisión. Hoy se tienen, de comunidad judía alemana en las
forma casi unánime, por una décadas anteriores. De hecho, y
fuente excepcional para el estu- como deja claro ya en las prime-
dio de la vida cotidiana y de la ras páginas de su diario, se sentía
persecución de los judíos bajo la perfectamente alemán y compar-
dictadura de Hitler. Algo más tía los supuestos de un cierto na-
tarde que la inglesa (1998-1999) cionalismo liberal que creía en la
y que la francesa (2000) aparece existencia de caracteres naciona-
ahora una cuidada traducción les y se enorgullecía de los logros
española, lo cual confirma el de su cultura. El triunfo de los na-
atractivo creciente de estos te- zis destruyó la Alemania de Klem-
mas en nuestro país, nada ajeno perer e hizo de él un apatrida: ya
—pese a no haber participado no era un ciudadano alemán, sino
en la Segunda Guerra Mundial— un no-ciudadano judío. Apenas
a la ola de publicaciones que protegido por su matrimonio
anega las librerías de medio mixto con una mujer aria, pronto
mundo. No sólo los escritos de expulsado de la Universidad, se
Goldhagen, sino también los de dispuso a «dar testimonio hasta
otros autores destacados, como el final» de la degradación social
Ian Kershaw, Christopher Brow- y la opresión política que trajo
ning, Michael Burleigh o Robert consigo el Reich hitleriano. Y lo
Gellately, están disponibles en hizo con una minuciosidad ex-
castellano, y por vez primera hay trema, mezclando vivencias per-
investigadores peninsulares, sonales con observaciones
como Ferran Gallego, que traba- acerca del régimen y de su influjo
jan sobre la Alemania nazi. Sólo sobre los alemanes. Se jugó su
falta que los editores españoles vida y la de su mujer, encargada
presten más atención a las nove- de poner a salvo las comprome-
dades en lengua alemana, algo tedoras notas, pero consiguió su
que quizás se vea impulsado por objetivo y abrió así una nueva
la aparición de estos diarios. ventana a la realidad histórica de
Víctor Klemperer (1881-1960) aquellos tiempos oscuros.
nació en Prusia, hijo de un ra- Lo primero que destaca en el
bino, y se dedicó primero al pe- relato cotidiano de Klemperer es
riodismo y después al estudio de el impacto de la política antise-
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mita nazi sobre la vida de los ju- el teléfono, viajar en tranvía o en


díos alemanes. Ya desde el co- cualquier otro vehículo, comprar
mienzo se respira un ambiente de flores o tabaco, tener mascotas,
terror, «como ante un pogromo entrar en los parques, acudir a un
de la más tenebrosa Edad Media comercio fuera de unas horas de-
o de la más profunda Rusia de los terminadas o ir en bicicleta los
zares» (1,13). La violencia impune domingos. La discriminación im-
se manifiesta de vez en cuando pregna, hasta extremos increí-
—«cuento seriamente con que un bles, cualquier parte de la exis-
día me incendien la casa y me ma- tencia.
ten a golpes», anota en julio de El punto de no retorno llega
1935 0, 217)—y se desata en al- cuando obligan a los judíos a lle-
gunos momentos, como sobre var la estrella sobre la ropa, en
todo en la noche de los cristales de septiembre de 1941. El saberse
noviembre de 1938. Pero la tira- marcado supone una continua
nía se manifiesta en el día a: día a humillación: «Desde entonces no
través de las continuas disposi- me he movido por la calle con
ciones legales que cercan a quien naturalidad», escribe Klemperer
ha sido etiquetado oficialmente (I, 712). Se hace sentir el hambre,
como judío. Sólo su calidad de ex- más aguda aún para los que tie-
combatiente salva a Klemperer nen un acceso muy limitado a los
de perder la cátedra de inme- alimentos disponibles. Y, sobre
diato, aunque sus alumnos esca- todo, el «constante peligro de re-
sean y en 1935 le obligan a reti- gistros domiciliarios, malos tra-
rarse con una pequeña pensión. tos, prisión, campo de concen-
Los contratos editoriales se anu- tración y muerte violenta» (II,
lan y los editores rechazan sus 108). La Gestapo ataca con in-
obras. Una vez que las leyes de sultos, golpes y torturas; las de-
Nuremberg privan a los judíos de portaciones rumbo a Polonia se
sus derechos cívicos se suceden ven acompañadas por el suicidio
en cascada las normas racistas. de los que no pueden soportar la
Klemperer no puede entrar en la presión. Y siguen las reglamen-
sala de lectura de la biblioteca y taciones contra los supervivien-
más tarde ni siquiera tomar li- tes: se cierran las escuelas ju-
bros en préstamo, tiene que cam- días, se les prohibe comprar
biar su nombre por el de Victor- periódicos, se reducen constan-
Israel, se queda sin permiso de temente sus raciones. La guerra
conducir, recibe una tarjeta espe- se prolonga y ya es seguro que
cial de identidad con una «J» y fi- los nazis acabarán con todos,
nalmente se ve forzado a dejar su sólo cabe preguntarse cuándo
casa para trasladarse a una Ju- irán a por los matrimonios mix-
denhaus (casa de judíos). En 1942 tos. En 1943, los casados con
elabora detalladas listas de las arios y los privilegiados con hijos
prohibiciones vigentes: entre educados a la alemana son los
otras muchas, abandonar el tér- únicos judíos que quedan en
mino municipal, ir al cine, utilizar Dresde, apretados en viviendas
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cada vez más estrechas y siem- bor con el nacionalsocialismo


pre bajo la amenaza de que les por su estrecha militancia nacio-
separen de sus cónyuges y de un nalista, por su insistencia en las
pogromo final. Klemperer, dete- relaciones de sangre, por su vivir
nido varias veces sin consecuen- del pasado mítico. A su juicio, los
cias mayores, aguanta traba- sionistas reflejaban como un es-
jando en una fábrica hasta que le pejo la voluntad de Hitler, le da-
declaran exento por enfermedad ban la razón al propugnar la se-
y consigue huir, al borde de la paración definitiva de los judíos.
evacuación, gracias al caos que Por eso, los diarios de Klemperer
provoca el terrible bombardeo no pueden convertirse en una
de Dresde en febrero de 1945. Se bandera de quienes defienden el
arranca la estrella y vaga con su estado de Israel; para ellos su au-
esposa por Alemania, escon- tor nunca dejará de ser el repre-
diendo su verdadera identidad, sentante de una terca minoría asi-
hasta que lo liberan los nortea- milacionista, si bien es cierto que
mericanos en Baviera. Sin em- con el paso del tiempo el mismo
bargo, con ello no desaparece la profesor se interesó por los tex-
fatiga, sólo la sensación de ju- tos sionistas y acabó concedién-
garse el cuello a cada p a s o . doles una parte de razón. Con
Vuelve como puede a Dresde, en todo, él quería permanecer «libe-
zona soviética, donde más tarde ral y alemán for even (I, 525).
recuperará su cátedra. Allí mo- Ahora bien, el gran valor del
rirá quince años más tarde. testimonio de Klemperer reside
Pese a la persecución, Klempe- ante todo en su semblanza, pro-
rer se resistió largo tiempo a mar- lija y plural, de la sociedad ale-
charse de Alemania, y cuando lo mana que le rodea. En sus pági-
intentó era ya demasiado tarde. nas se recoge una infinidad de
Se consideraba alemán y no se detalles significativos y por ellas
imaginaba fuera de su país, tam- desfilan numerosos personajes
poco hablaba bien otros idiomas, que emiten múltiples juicios dis-
por lo que afrontó la situación tintos, un coro retratado por un
con cierto fatalismo: «nosotros informante experto a quien ob-
nos atrincheramos aquí y aquí sesiona eso que llama la vox po-
moriremos» (1,405). Sin embargo, puli, la opinión del pueblo ale-
eso no implicaba someterse en mán sobre lo que está pasando y
cuerpo y alma. De hecho, le re- el grado de penetración de la
pugnaba la actitud acomodaticia ideología nazi en la gente. Una
de muchos judíos que, con «men- vox populi que sabe dividida «en
talidad de gueto» (I, 175), defen- innumerables voces populi» (1,541),
dían el cumplimiento de las leyes difícil de captar en su totalidad
racistas. También le molestaban pero donde no obstante busca
especialmente la desgermaniza- con desesperación las raíces y el
ción judía, el triunfo de la orto- futuro del nazismo, de la guerra,
doxia religiosa y el avance del sio- su propio destino. De sus obser-
nismo, al que equiparaba sin ru- vaciones pueden extraerse algu-
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ñas generalizaciones que resul- ello se ve adobado además con


tan muy útiles para el historia- un estilo religioso, que deifica a
dor y suministran caudaloso Hitler, amante de las técnicas
combustible a las disputas his- oratorias del predicador, y se
toriográficas. acentúa con la acumulación de
Para empezar, en cualquier derrotas alemanas en la guerra,
rincón se hallan muestras del que hace al Führer invocar la
éxito del Tercer Reich. El testigo ayuda de Dios: «Karl se vuelve
se sorprende, por ejemplo, al ver devoto», ironiza Klemperer (II,
la cruz gamada en un tubo de 650), cuyas acotaciones abonan
pasta de dientes o en una pelota las tesis que, como las expuestas
infantil. Pero sobre todo abun- por Burleigh en El Tercer Reich
dan sus comentarios acerca del (Madrid, Taurus, 2002), ven en el
asunto que más le interesa: las nacionalsocialismo una religión
características del lenguaje nazi política.
y su influencia en los usos lin- Naturalmente, a Klemperer le
güísticos de los alemanes. Son intriga hasta qué punto com-
los materiales con los que más parte el antisemitismo oficial la
tarde elaboraría su libro LTL mayoría de los alemanes, y toma
Apuntes de un filólogo (Barce- nota precisa de incidentes que
lona, Minúscula, 2001), publi- observa personalmente o le re-
cado originalmente en 1947. En fieren otros. Las noticias resul-
la Lingua Tertii Imperii (lengua tan contradictorias y alimentan
del Tercer Reich) reina «la uni- la propia perplejidad de quien
forme pobreza de la esclavitud» las recoge, que a menudo coloca
(II, 490) y sobresalen algunos un ataque antisemita junto a una
rasgos fundamentales, como la muestra de solidaridad filose-
mentira descarada, la exagera- mita para preguntarse: «¿Cuál es
ción —lo que Klemperer llama la verdadera vox populi?» (II,
americanismo—y su parentesco 402). Sin embargo, cabe deducir
con la mecánica, el deporte o el algunas conclusiones. Los efec-
universo militar: «defenderse, tos de las intermitentes oleadas
alabarse, acusar; nunca, en nin- de propaganda hacen creer a
gún momento, una declaración muchos que existe un contuber-
tranquila» (I» 417). Parece omni- nio judío contra Alemania o que
presente la reiteración de algu- la guerra sirve a intereses del ju-
nos adjetivos —total, eterno, fa- daismo internacional. No son ra-
nático, obstinado—y de ciertos ras las críticas a los judíos orien-
sustantivos como poder (Machí) tales que llegaron al país hu-
o pueblo (Vb/fc), horda o infra- yendo de los pogromos eslavos.
hombre. Sus trazas se encuen- Hay ciertos grupos especial-
tran en lugares insospechados, mente feroces: por supuesto, la
desde las exposiciones florales Gestapo y algunos miembros del
hasta las revistas de gatos o de partido nazi, que no ahorran
automóviles. Incluso los judíos brutalidades e injurias. En los
utilizan palabras de la 177. Y todo medios intelectuales y universi-
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tarios, sumidos en el servilismo vendedores, pero sobre todo


más abyecto, medran quienes obreros, algo muy visible en el
estudian cosas tales como la período que Klemperer pasó en
«psicología judía». Pero entre los la fábrica: «continuamente ob-
sectores nazificados sobresalen servo el compañerismo, la natu-
de forma llamativa los más jóve- ralidad, a menudo hasta la cor-
nes, adoctrinados eficazmente dialidad de los obreros y las
por las autoridades y la red de obreras con los judíos; entre
organizaciones del partido-co- ellos habrá siempre, de un modo
munidad, con sus escuelas y u otro, algún espía o traidor.
c a m p a m e n t o s . Desde muy Pero eso no es obstáculo para
pronto aparecen hijos que se re- que, en su conjunto, no odien en
belan contra sus padres y siem- absoluto a los judíos» (II, 391).
bran la desconfianza y el temor a Quizás podría aventurarse que
la denuncia en sus propias fami- los trabajadores industriales,
lias. Y Klemperer relata diversos con frecuencia antiguos social-
sucesos, habituales desde 1941, demócratas, se entregaron en
en los cuales uno o varios niños, menor medida al racismo nazi
normalmente de las Juventudes que los miembros de las clases
Hitlerianas o vestidos de un medias. Pero sigue siendo una
modo que delata orígenes socia- hipótesis arriesgada. También
les elevados, gritan y le insultan surgen de vez en cuando consi-
en la calle: «'¡Que te maten, viejo deraciones sobre la indiferencia
judío, viejo judío!'» (II, 424). generalizada ante la suerte de
Sin embargo, también menu- los judíos: «Los pogromos de no-
dean los gestos filosemitas que viembre de 1938 creo que han
desafían el peligro de un castigo: causado menos impresión en el
gente que le trata con amabili- pueblo que la supresión de la ta-
dad cuando no hay nadie de- bleta de chocolate navideña» (I,
lante, que protesta por la discri- 533). E incluso sobre la ignoran-
minación a que se ve sometido, cia acerca del alcance de las me-
que se acerca para saludarle al didas antisemitas de algunos
ver la estrella: «no hay duda de compatriotas, que desconocen
que el pueblo ve como un pe- las prohibiciones o el significado
cado la persecución de los ju- de la expresión «no ario».
díos» (I» 712). Una actitud cada ¿Qué se sabía en Alemania del
vez más frecuente conforme Holocausto? Esta pregunta, una
avanza la guerra y se generalizan de las más antiguas e importan-
las deportaciones. Hasta la poli- tes en las discusiones sobre la
cía ordinaria se distingue por su implicación de los alemanes en
relativa corrección en contraste las matanzas durante la Segunda
con la violenta Gestapo. Tam- Guerra Mundial, se renueva con
bién aquí es posible señalar dife- la lectura de estos diarios. Desde
rencias sociales: entre los con- luego, Klemperer y sus vecinos y
trarios al antisemitismo apare- amigos sabían bastante de lo
cen algún alto funcionario, que ocurría. Al principio la infor-
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mación llega en relatos fragmen- mant(engan) ocultas a los arios»


tarios sobre deportaciones, fusi- (II, 328). Pero las fuentes infor-
lamientos y trabajos forzados en mativas, los soldados que vol-
Polonia. Pero a comienzos de vían del este, eran las mismas
1942 se habla de asesinatos en para todos.
serie de judíos e v a c u a d o s . Tanto las consideraciones so-
Campo de concentración equi- bre el antisemitismo como las
vale ya a sentencia de muerte. El noticias acerca del Holocausto
16 de marzo de ese año, Klempe- conducen, inevitablemente, a
rer anota: «Estos días he oído ha- contrastar los diarios de Klem-
blar de Auschwitz (o algo pare- perer con las tesis de Goldhagen.
cido) como del más horrible de Y es que el profesor de Dresde
todos los campos, cerca de K6- rechazó hace sesenta años lo
nigshütte, en la Alta Silesia. Tra- que afirma hoy el de Harvard, al
bajo de minas, muerte a los po- menos en varios terrenos cru-
cos días» (II, 46). Desde entonces ciales. La obsesión antisemita, la
se multiplican las noticias, difun- cuestión judía, no ocupaba un lu-
didas a menudo por las tropas gar central en la vida alemana
alemanas: masas de cadáveres, antes del ascenso de los nazis al
tifus en los guetos, gaseamientos poder. De otro modo habría sido
en los trenes. En octubre conoce imposible la asimilación. «Pues
ya la naturaleza de Auschwitz: las diferencias entre judíos y
«un matadero que trabaja a des- 'arios', las fricciones entre ellos
tajo» (II, 260). Hay bastante con- —escribe Klemperer—, no te-
fusión sobre Theresienstadt, en nían la importancia de las que
Bohemia, desde donde se distri- había por ejemplo entre católi-
buye a los deportados y donde cos y protestantes, o entre em-
permanecen los ancianos un presarios y obreros, o entre pru-
tiempo, que parece por momen- sianos orientales y bávaros del
tos un lugar habitable. En octu- sur» (I, 481). Mucho menos aún
bre de 1944, un interlocutor podía afirmarse que los alema-
«cree (por lo que cuentan los sol- nes compartieran un antisemi-
dados) que han sido masacra- tismo extremo, eliminador. Se di-
dos (más exactamente: fusilados ría que Klemperer contesta a
y gaseados) seis o siete millones Goldhagen cuando dice: «Me
de judíos (de los quince que ha- pregunto a menudo dónde está
bía)» (II, 616). El avance sovié- ese antisemitismo salvaje. Por
tico y las emisoras de radio alia- mi parte, encuentro mucha sim-
das confirman la magnitud del patía, la gente me presta ayuda,
horror. Podría argumentarse que aunque naturalmente con mu-
los judíos, amenazados directa- cho miedo» (I, 541). Así, y contra
mente, estaban mejor informa- las teorías goldhagenianas, los
dos que el resto de los alemanes. prejuicios antisemitas de la po-
El propio Klemperer considera blación constituyeron tan sólo
curioso e inexplicable que las una de las piezas en el complejo
peores medidas antisemitas «se cuadro que condujo al Holo-
308 HISTORIA Y POLÍTICA

causto. Goldhagen y Browning lismo y comunismo: ambos son


se enfrentaron en su día a pro- materialistas y tiránicos, ambos
pósito de las diferentes interpre- desprecian y niegan la libertad
taciones que les merecía el del espíritu y del individuo» (I,
mismo caso de estudio, el de un 74-75). El experto en la Francia
batallón de alemanes corrientes del siglo xvm descubre enseguida
dedicado a matar judíos en Po- analogías entre los principios na-
lonia: mientras Goldhagen atri- zis y las ideas de Rousseau: «El
buía sus acciones en exclusiva al desenmascaramiento postumo
antisemitismo, Browning mostraba de Rousseau se llama Hitler» (I,
el proceso gradual de brutaliza- 385). Pero, poco a poco, y sin
ción de unos hombres someti- abandonar del todo un juicio
dos a condiciones excepciona- que a veces se refiere a la nega-
les. El testimonio de Klemperer ción del individualismo que ca-
da la razón a Browning, autor de racteriza a la era de las masas en
Aquellos hombres grises (Barce- muchos países, acepta que el na-
lona, Edhasa, 2002), cuando zismo es un fenómeno esencial-
apunta lo que decía un soldado de mente germánico, «un tumor que
permiso: «espantosas matanzas ha surgido en Alemania; un car-
de judíos en el este. La tropa tenía cinoma de carne alemana» (II,
que beber aguardiente. 'Cuando 141). Hitler ha conectado con las
nos daban aguardiente siempre esencias del alma popular y ha
sabíamos lo que venía'. Algunos adaptado a ellas elementos aje-
se habían suicidado 'para no te- nos, fascistas o bolcheviques. El
ner que participar en eso otra nacionalsocialismo se convierte
vez y llevarlo en la conciencia'. así en una «hiperconsecuencia
Esto ya lo han contado de modo del Romanticismo alemán» (II,
análogo d e m a s i a d a s fuentes 586). Si Klemperer hubiera te-
arias y demasiadas veces para nido que terciar en la querella de
que sea leyenda» (II, 627). los historiadores, que giró en
Los crímenes nazis obligan a torno al lugar del Tercer Reich
Klemperer a cambiar de modo en la historia de Alemania, ha-
notable su concepción del Ter- bría aportado argumentos a am-
cer Reich y su análisis de los bos bandos, conservador y pro-
vínculos del nazismo con Alema- gresista, aunque, en su evolu-
nia. En los inicios, la política hi- ción, se habría d e c a n t a d o
tleriana le resulta completa- finalmente por este último. El na-
mente contraria a la civilización zismo no supondría un parénte-
alemana, lo cual le lleva a negar sis en la trayectoria de la Alema-
su carácter nacional: «Los nazis nia contemporánea, sino el re-
son los no alemanes.» (I, 217). sultado del Sonderweg (camino
Desde posiciones estrictamente especial) alemán.
liberales, equipara sus creencias Asimismo, ese cambio con-
y prácticas colectivistas a las de ceptual afecta de forma deter-
los bolcheviques: «pongo a la minante a la propia identidad de
misma altura nacionalsocia- Klemperer. No deja de ser ale-
RESEÑAS DE LIBROS 309

man, no puede dejar de serlo, Por último, los diarios pueden


pero se vuelve, o desea vol- servir para aclarar otra de las
verse, un feroz antinacionalista, grandes cuestiones que se han
incluso un cosmopolita ilus- p l a n t e a d o los h i s t o r i a d o r e s
trado. Sin embargo, esto no le acerca del nazismo: ¿qué hizo
resulta nada sencillo. En primer durar tanto el Tercer Reich?
lugar, porque comparte los pre- Klemperer oscila entre dos cre-
supuestos del nacionalismo cul- encias opuestas, piensa que el
tural alemán, ajenos al naciona- gobierno se tambalea y a conti-
lismo cívico y e s c a s a m e n t e nuación asegura que el Führer es
compatibles con el cosmopoli- indestructible. Y ambas sensa-
tismo: rechaza que la nación ciones beben de la vox populi, es
esté definida por la raza, pero decir, se asocian, como en los
asume que lo está por la lengua. trabajos de Kershaw {Hitler, Ma-
«Si yo me he criado en una len- drid, Biblioteca Nueva, 2000) o
gua —asegura—, estoy en su po- Gellately (No sólo Hitler, Barce-
der para siempre, no puedo se- lona, Crítica, 2001), con el mayor
pararme por ningún procedi- o menor apoyo social al régimen.
miento, por ningún acto de A menudo comenta cómo la agi-
voluntad propia, del pueblo tación y la propaganda lo inva-
cuyo espíritu vive en ella» (II, den todo con su capacidad para
326). Y, en segundo lugar, por- obnubilar al pueblo, que se traga
que al comprender la germani- una cosa y su contraria. Sin em-
dad del nacionalsocialismo en- bargo, el entusiasmo por el na-
cuentra muchas dificultades zismo no abunda entre quienes
para mantener la suya propia, retrata, sólo asoma de vez en
pues si los nazis se comunican cuando —por cada creyente hay
con el alma de Alemania y el nú- cincuenta no creyentes, señala—;
cleo fundamental del nazismo — como tampoco afloran actitudes
su «quintaesencia» dice él (II, de oposición activa más allá de
586)—es la guerra judía, el anti- los rumores o los chistes que co-
semitismo, ¿cómo puede un ju- rren por doquier. El terror repre-
dío seguir siendo alemán? Al fi- senta asimismo un papel rele-
nal, Klemperer no tiene más re- vante, pues hay espías y agentes
medio que hablar de un provocadores en todas partes y
«nosotros» distinto del de «los las desapariciones son algo coti-
alemanes»: el de los persegui- diano. Una mezcla de propa-
dos, el de los judíos. Estas con- ganda y terror sustentan pues a
tradicciones brotan, como otras Hitler. Pero también el miedo al
muchas, en un testimonio que caos y al comunismo soviético
no se pretende coherente sino que vendrían, cree el grueso de
auténtico, y que es fácil de utili- la opinión, a la caída de su régi-
zar con fines políticos si se es- men. O, ya en la última fase de la
piga en él a conveniencia, como guerra, el pánico ante el fan-
han hecho con poco fundamento tasma del ejército rojo, que trae-
los conservadores alemanes. ría la barbarie y la venganza si la
310 HISTORIA Y POLÍTICA

Wehrmacht cediera en el frente En definitiva, los diarios de


oriental. Más allá del influjo de lo Víctor Klemperer constituyen un
nazi en sentido estricto, cunde el documento de enorme valor. Y
mito del Führer invencible. Klem- no sólo para conocer mejor la
perer certifica la enorme impor- sociedad alemana bajo el Tercer
tancia que tuvieron en la cons- Reich y para revitalizar los deba-
trucción de ese mito los éxitos tes historiográficos, sino tam-
de la política exterior hitleriana bién para comprobar la inconce-
en los años 30, y por tanto las ce- bible capacidad de resistencia
siones de los partidarios del apa- del ser humano. Un profesor
ciguamiento, así como la facili- universitario que ronda los se-
dad con que Hitler avanzó en las senta años de edad, enfermo y
primeras campañas militares. El malnutrido, sobrevive a la escla-
caudillo unció a su carro a cien- vitud y a la guerra. Gracias en
tos de miles de nacionalistas, no primer lugar a su dedicación al
necesaria ni principalmente na- e s t u d i o , su «refugio de trin-
zis, que decidieron jugarse en la chera» (I, 216). Gracias también
partida la supervivencia de Ale- a su esposa, un ser frágil que se
mania. Hasta el mismo día de la crece en las dificultades y tira de
rendición hubo muchos alema- ambos hacia delante. Y gracias,
nes convencidos de que Adolf en fin, al cumplimiento de un im-
Hitler les conduciría a la victoria perativo moral, a su firme volun-
final, que guardaba un as en la tad de transmitir su experiencia,
manga, un arma milagrosa que de anotar hasta la última pica-
daría la vuelta a la situación. dura de mosquito: «seguiré es-
«Siempre esa fe en Hitler, no cabe cribiendo, esa es mi heroicidad.
duda que ejercía una influencia ¡Quiero dar testimonio, y testi-
de carácter religioso», escribe monio exacto!» (II, 99). Lástima
Klemperer el 4 de mayo de 1945, que no p o d a m o s expresarle
cuando ya se conocía el suicidio nuestro reconocimiento por ello.
del dictador. Las tesis de Kers-
haw sobre el liderazgo carismá-
tico se ven así plenamente co- JAVIER MORENO LUZÓN
rroboradas por estos textos.

Jan T. Gross,
Vecinos. El exterminio de la comunidad judía de Jedwabne (Polonia),
Barcelona, Crítica, 2002
[Princeton University Press, 2001], 238 págs.
Prólogo de Jorge Martínez Reverte.
Principios del verano, días pequeño del Este de Europa, Jed-
comprendidos entre el 25 de ju- wabne, próximo a lo que enton-
nio y el 10 de julio de 1941. El es- ces era la Prusia oriental, en la
cenario de la tragedia, un pueblo parte de Polonia ocupada por la

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