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Historia de vida | Flor María Rodríguez de Colina, una mujer que cumplió con su propósito
en la tierra, fue mi Abuela y Madre de Crianza - Edgard José.
Índice.
• Historia de vida.
• Vivencias de Flor María.
• La Celebración de sus 15 años.
• El desaire y su desenlace.
• Doña Flor María.
• En memoria de mi madre de crianza.
Flor María Rodríguez, nació el 16 de febrero 1918 en Churuguara, sector Pozo Redondo, estado
Falcón, Venezuela, era una hermosa mujer inteligente, noble y valiente, con su estirpe española,
ojos marrones, cabello castaño, nariz perfilada, color de piel blanca, sus características
fenotípicas las hereda de su padre Juan Rodríguez, hijo ilustre, proveniente de una familia
próspera que se asentó en el pueblo de Churuguara y se dedicaban al oficio de la ganadería y
el comercio en la región.
Los padres de Flor María fueron Juan Antonio Rodríguez y María de Rodríguez, sus hermanos
Juan, Davilina, Isvelia, Rafael Ramón, Miguel Antonio, Simón Rodríguez.
El linaje donde germinó mi abuela Flor, cuidaba celosamente los vínculos filiatorios, por esta
razón en el núcleo familiar, sólo se permitía la unión con personas de ascendencia
consanguínea, o entre individuos emparentados que tuviesen la aprobación del patriarca.
Cuenta mi madre que Flor María tenía un pretendiente de muy buena posición económica,
aquel flamante caballero, contaba con toda la aprobación familiar y habían acordado
concederle a la doncella, pero dicho admirador no era del agrado, ni el interés de Flor María,
en consecuencia, su destino de vida sentimental ya estaba a punto de concretarse formalmente
ante la familia.
Cuando llegó el día de la ceremonia, no se hicieron esperar las felicitaciones y los mejores
regalos de familias, amigos y seres queridos de la cumpleañera, toda la hacienda estaba
decorada de manera espléndida para celebrar los 15 años por todo lo alto, pero algo
inesperado estaba por suceder.
Comenzaron a llegar los invitados, incluyendo el admirador que esperaba con ansias formalizar su
compromiso sentimental, de modo que en el lugar habría una gran fiesta, estaba la torta, música en
vivo y los mejores preparativos para servirse, pero faltaba lo principal, no había quinceañera, Flor
María se marchó de la hacienda en complicidad del obrero capataz Felipe Colina Acosta, este fue la
persona que luego se convirtió en su compañero de vida, con quien se casó y tuvo hijos e hijas.
Flor María salió de su casa natal sin mirar atrás, dejó todos sus privilegios, para ir tras un futuro
incierto, ella realmente no se aferró a lo material y la prosperidad que podía recibir de sus
padres, y menos la buena fortuna de aquel supuesto admirador.
Hay una frase que dice: “El tiempo me dará la razón” en el caso del candidato que los padres
de Flor María habían dispuesto para unirla en matrimonio, nunca tuvo hijos porque fue un
hombre estéril.
El desaire y su desenlace.
En cuanto a la familia de Juan y María Rodríguez, todos estaban desconcertados por la decisión
que su amada hija había tomado, y al verse burlados por no localizarla, fue tanto su
descontento, que el patriarca Juan en compañía de sus hombres arremetió contra la familia de
Felipe que habitaba en el pueblo de Churuguara, y estos por temor huyeron del lugar.
Las consecuencias que enfrentó mi abuela al independizarse de núcleo familiar a muy temprana
edad, no solo significaron despojarse de lo material, sino que dejó a medias su etapa de
aprendizaje y formación que los padres podían impartir en su desarrollo personal, social,
económico y productivo.
Antes de partir, Doña Flor María cumplió su propósito en la tierra, y se dedicó a la crianza y cuidado de
su familia junto a su compañero de vida Felipe Colina Acosta, fue la única hija del matrimonio de Juan
y María de Rodríguez que logró concebir hijos e hijas, por consiguiente, levantó una descendencia de 9
hijos (5 varones y 4 hembras) en la cual nació mi madre Maritza Colina Rodríguez.
Ambos provenían de familias muy distintas, con visiones e ideologías totalmente diferentes, como
resultado, mi abuela Flor no continuó la tradición familiar de prosperidad comercial y labores de
ganadería que se dedicaban sus padres, siendo una mujer que contaba con una herencia próspera, por
orgullo renunció a la misma y se sometió a vivir con los pocos recursos que tenían, y es así como aquella
hija de importantes hacendados decidió cambiar toda su fortuna por vivir humildemente en su propio
aposento y el hogar de toda su generación.
La tendencia que más predominó en la familia, fueron las actividades típicas en la parentela de mi
abuelo Felipe, entre ellas, trabajos de jornaleros, agricultores, labores del campo, oficios de obreros y
la música.
Cabe resaltar que mi abuelo Felipe, se destacó como músico en el pueblo, y tocaba el violín, un talento
que heredó de su familia materna, fue hermano de Angela Acosta, cantautora y compositora musical
de Décimas y Salves, llegó a componer canciones para agrupaciones folclóricas regionales.
Finalmente, a modo de describir los recuerdos que tengo de mi abuela, puedo resaltar que fue una
mujer noble, valiente y servicial, con una gran templanza, segura de sí misma, siempre con los pies
sobre la tierra, de carácter fuerte y dominante, su tono de voz era grave como un trueno, inspiraba
autoridad, con su buen corazón y carisma, obtuvo la admiración y el respeto en el pueblo, fue amiga de
los amigos, generosa y sociable, de trato fiel y sincero, mujer luchadora que dedicó su vida para levantar
su generación y preservar la descendencia de la dinastía Rodríguez.
Hago memoria de Flor María, la mujer a quien le debo la crianza, en todo tiempo me demostró su amor
sincero, como a un hijo engendrado en su vientre.