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El inquietante caso fue conocido como “La matanza de los turcos”. De los
expedientes guardados en el Archivo Histórico de la Provincia de Río Negro, surge que
más de cien comerciantes trashumantes de origen sirio–libanés habrían sido
asesinados y canibalizados por indígenas mapuches. Una historia tenebrosa con un
trasfondo de intereses poderosos. (Podcast del artículo aquí)
Los “mercachifles”
El denunciante agregó que Elías había partido desde General Roca en agosto de 1908,
con mercadería suya y pactado que regresaría antes de noviembre. Era habitual que
sirios–libaneses ya instalados, ayudaran a sus “paisanos” recién llegados con
mercaderías en consignación a fin de que pudieran comenzar una actividad rentable.
Estos se internaban en la meseta ofreciendo productos en las poblaciones y estancias
alejadas, volviendo varios meses después. También informó el denunciante, que Elías y
su peón, habían sido vistos por última vez en octubre de 1908, en el paraje conocido
como “Lanza Niyeo”. Agregando que unas semanas después fueron vistas las dos mulas
y el caballo de Elías deambulando por la meseta. Por lo cual tenía la seria sospecha que
Elías y su peón podrían haber sido asesinados.
La punta de la madeja
En conocimiento que los “turcos” solían salir de General Roca hacia el sur y recorrían el
territorio en dos o tres meses, pasando luego por el paraje “Lanza Niyeo” y más tarde
por “Lagunitas”, realizó el mismo recorrido. Al principio se encontró con el silencio
obstinado de los pocos pobladores. Todos los habían visto pasar, pero no sabían nada
más.
Comisario Torino y algunos de sus policías. Destaque a la der. Foto de Caras y Caretas.
La confesión
Todo cambió cuando detuvieron a unos mapuches que interrogados confesaron varios
crímenes, pero que no estaban relacionados con las desapariciones de “turcos”. Fue
entonces que el olfato de investigador del comisario Torino le guió directamente hasta
“Lagunitas”, donde procedió a detener a un menor llamado Juan Aburto. El joven
confesó enseguida que en el toldo (vivienda o choza) de Ramón Sañico, habían
matado algunos días atrás a tres sirios. También, que en otras oportunidades,
habían asaltado y matado a los “turcos” que llegaban hasta allí.
Con la suerte ahora de su lado, Torino llegó hasta el toldo de Ramón Sañico, quien ya
había huido pero pudo recuperar varios objetos robados. El rápido despliegue policial
permitió ir apresando a todos los integrantes de la banda y recolectar pruebas. No tardó
en localizar los toldos de Antonio Cuece, quien al parecer era mujer que vestía de
hombre y machi (bruja o curandera), conocida bajo el alias de “Macagua”.
Junto a ella estaba el huinca (hombre blanco) Pablo Berbránez, chileno, alto, rubio, de
ojos verdes y elegante vestir de negro -según le describe el historiador Elías Chucair-
cuya curiosa personalidad le llevaba a ser también Juez en Toltén, Chile. Ambos
ejercían el liderazgo sobre los capitanejos comandados por Pedro Villa, Bernardino
Aburto, Francisco Muñoz y Julián Benigno Muñoz, todos ellos con frondosos
prontuarios delictivos. Durante los cuatro meses que duró la investigación el comisario
Torino detuvo e interrogó a unas 80 personas.
En aquella época, las poblaciones más numerosas de la región eran “El Coy”, con un
centenar y medio de habitantes y “Lagunitas”, de apenas un centenar. En su gran
mayoría eran indígenas procedentes de Chile que se dedicaban a la crianza de ganado
lanar y yeguarizos, además de la cacería de avestruces y guanacos. Sin embargo, la
ausencia de control policial favorecía también la presencia de delincuentes dedicados al
robo, pillaje y todo tipo de crímenes. Eran tiempos en que lo habitual era el robo y
tráfico de ganado a Chile. Fue en ese lugar desierto y peligroso en que los mercachifles
se aventuraban con sus carros cargados de productos.
Según algunos autores: “Antes de comer un pedazo del corazón del turco José Elías,
Julián Muñoz les dijo a los presentes: “Antes, cuando era yo capitanejo y sabíamos
pelear con los huincas, sabíamos comer corazones de cristianos; pero de turco no he
probado nunca y ahora voy a saber qué gusto tiene”.
“Todos pa’dentro”, dicen que repetía el comisario Torino, asqueado ante aquellos
asesinos mientras los ataban con tientos a sus cabalgaduras para partir en caravana
destino a General Roca, a 22 días de distancia. Antes de arribar con los 45 hombres y 8
mujeres detenidos, la ciudad solicitó refuerzos policiales ante la conmoción general que
produjo el descubrimiento de hechos tan repulsivos.
Personal policial de la partida del comisario Torino. A la derecha, los menores detenidos, entre
ellos Juan Aburto.
Quizás habrá sido por sus poderes mágicos, no se sabe, pero la machi nunca fue
arrestada. El comisario Torino la describió como una mujer vieja y moribunda, postrada
en una cama con tuberculosis avanzada y sífilis, y que por eso no la llevó con el resto de
los detenidos. Sin embargo, unas semanas después le llegó información sobre que la
machi había sido vista vagando por el desierto. Envió una comisión policial pero la
toldería estaba desierta. Lo curioso, es que sobre una mesa habían dejado un papel
firmado por un poderoso patrón de estancia de la zona que le pedía al comisario
dejar a la mujer tranquila “porque era una buena persona y no le hace mal a
nadie”. Misterio.
Mujeres detenidas. A la derecha Vicenta Guaichanas en cuya casa se habría cometido
antropofagia.
Las acusaciones por abuso de autoridad y procedimientos ilegales para obtener las
declaraciones de los detenidos llevó a que el comisario Torino y sus hombres fueron
encarcelados y suspendidos. El juicio duró cuatro años y ninguno retornó a la
institución policial. Sin embargo, la mayoría de los procesados recuperaron su
libertad al poco tiempo. Resulta extraño que ningún funcionario saliera en defensa del
eficiente comisario Torino, quien sufriera diversos vejámenes durante su detención.
Apenas la pequeña comunidad sirio-libanesa fue la que se acercó y pago un abogado
que le defendiera.
¿Por qué?
Todo parece indicar que Torino desarmó un mecanismo de comercio ilegal que
excedía a los capitanejos detenidos. Al parecer, los mapuches eran la mano de obra de
ignotos poderosos de la política que manejaban una organización dedicada al
comercio en Chile de productos robados en Argentina.
Ese mismo año, 1909, los registros indican que se esfumaron 50.000 ovejas del recuento
durante la esquila. Se presume que fueron comercializadas en Chile al igual que buena
parte de los botines obtenidos de los sacrificados “mercachifles”. Era un negocio grande
y Torino se había metido para encarcelar la mano de obra barata y útil de mapuches
necesitados.
Una historia más de la Patagonia feroz y sangrienta. Esta vez, el desierto se devoró a
inmigrantes que con su media lengua e inocencia creían en la buena fe y caían en la
trampa de delincuentes. Nunca se supo cuantos sirios-libaneses fueron asesinados
debido que su escasa documentación personal fue quemada junto a sus cuerpos. Según
los datos recogidos por el comisario Torino, unos 130 hombres.
Fuentes: