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Cómo los mongoles fracasaron dos veces

intentando invadir Hungría en el siglo XIII


 Autor de la entrada
 Por Jorge Alvarez
 Fecha de la entrada
 28 May, 2021
 Categorías
 En Cultura, Historia
Los mongoles durante la primera invasión de Hungría, en una ilustración de la Chronica
Hungarorum, de ános Thuróczy/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons

Suele decirse que el verdadero sentido de la Historia consiste en aprender de los errores del
pasado para evitar repetirlos. La frase es espléndida en forma y fondo, sólo que no se aplica
en la práctica o suele resultar inútil por el cambio de contexto. A veces, sin embargo, hay
excepciones y una de ellas fue la que protagonizaron los húngaros a mediados del siglo
XIII, cuando tomaron buena nota de la devastadora invasión mongola para iniciar un
programa de construcción de castillos de piedra que, cuatro décadas más tarde, les
permitiría rechazar una segunda incursión.

En 1229 Ogodei, tercer hijo de Gengis Kan, había sucedido a su padre en el mando de la
Horda de Oro, el imperio mongol. Centró su atención en la expansión hacia China y Asia
central, acometidas por la Horda Blanca (el kanato oriental), mientras que su sobrino Batú
Kan, vástago del primogénito Jochi (nieto de Gengis, pues), se ocupaba del oeste, o sea de
Europa, al frente de la Horda Azul, el kanato que constituía la parte occidental de aquellos
vastos dominios.
Los mongoles se llevan prisioneras húngaras en 1285, según el Chronicum Pictum/Imagen:
dominio público en Wikimedia Commons
En 1237, la Horda Azul saqueó el Principado de Vladímir-Súzdal y tres años más tarde hizo
otro tanto con el de Kiev. Eso dio alas a Batú para entrar en Polonia y seguir hacia Bohemia
y Hungría, campando por el valle del Danubio hasta la costa del Adriático, sitiando Viena.
No continuó porque aunque en 1241, en Legnica, había conseguido imponerse ante una
coalición de las órdenes templaria, teutónica y hospitalaria, a la que se sumaron los polacos
y el Sacro Imperio, la victoria resultó pírrica debido a la muerte de Ogodei y la
consiguiente inestabilidad por la sucesión.

Batú levantó el sitio y regresó para participar en la elección del sucesor. El proceso fue
tormentoso y Batú, que discutió con sus parientes, vio imposible hacerse con el liderazgo,
por lo que optó por marcharse y mantenerse al margen, estableciendo su capital en Sarái, en
el Bajo Volga. En 1255 estaba planeando nuevas campañas cuando falleció, siendo
sucedido en apenas un año por Sartaq, Ulaqchi y Berke, siendo éste el que retomase las
razias sobre Galitzia, Lituania, Polonia y Prusia, exigiendo la sumisión del rey Béla IV de
Hungría.
Extensión de la Horda de Oro a finales del siglo XIII/Imagen: Gabagool en Wikimedia
Commons
A pesar de que era quien ocupaba el trono húngaro durante la invasión de Batú Kan y, por
tanto, sabía lo temible que resultaba el enemigo, el monarca se negó. Aquella guerra sólo
había durado un año de marzo de 1241 a abril de 1242, pero resultó desastrosa para el país,
incapaz de contener a los invasores. Miles de cumanos, túrquidos nómadas de las estepas
que huían de los mongoles, pidieron asilo a Béla, que se lo concedió a cambio de su
conversión al catolicismo y la adopción de la lengua húngara. No se adaptaron a su nueva
vida sedentaria y eso originó disturbios internos en el país.

Una de las acusaciones que se les hacían era ser agentes de los mongoles; de hecho, los
cumanos orientales se habían unido a la Horda Azul. Pero éstos no necesitaban ayuda;
cinco ejércitos que actuaban por separado, mandados por Kadan (hijo de Ogodei), Böchek
y Bogutai, más el principal de Batú Kan y Subotai (el legendario general de Gengis) y otro
que venía de asolar Polonia bajo la dirección de Orda (hermano de Batu) y Baidar (nieto de
Gengis), cruzaron las fronteras húngaras, aplastaron a los locales en la batalla de Mohi y
camparon a sus anchas.
El rey Béla IV de Hungría en una miniatura de la Chronica Hungarorum, deJános
Thuróczy/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Encontraron facilidades, eso sí, y no precisamente de los cumanos. Hungría no estaba
preparada para rechazar a un enemigo tan poderoso y buena parte de sus ciudades carecían
siquiera de murallas, mientras que los castillos estaban construidos siguiendo la tipología
arquitectónica de los siglos IX y X, con simples empalizadas de madera que la maquinaria
de asedio enemiga destrozó con facilidad. Únicamente una decena de fortalezas eran de
piedra y fueron precisamente las que lograron resistir; alguna pese a haber quedado tras las
lineas mongolas, si bien la mayoría lindaban con el Ducado de Austria.

El paso de las tropas de Batú y Subotai fue catastrófico. Se calcula que mataron a una
cuarta parte de la población y saquearon e incendiaron dos tercios de las ciudades, antes de
retirarse hacia el este por el citado óbito de Ogodei. Los cumanos, que emprendieron
nuevamente la huida, arrasaron a su paso los campos que dejaron los mongoles,
provocando así una terrible hambruna. Lo único positivo fue la conservación de la
integridad territorial del país.

Béla entendió que era necesario tomar medidas para prevenir otra posible oleada en el
futuro y acometió un plan de defensa que incluía fundar un cuerpo de caballería pesada -el
tipo de combatiente que mejor se había fajado ante el enemigo-, conceder la nobleza a
quienes fueran capaces de acudir a su llamada con caballo y arnés, entregar el sudeste de
Hungría a la Orden de San Juan a cambio de su ayuda, contratar un millar de ballesteros
venecianos y pactar una cruzada con el papa Gregorio XI (que no se materializó por la
enemistad entre el pontífice y el emperador Federico II Hohenstaufen).

Pero lo más importante del programa de Béla fue la construcción de castillos, casi un
centenar, muy diferentes a los que había hasta entonces y que tan inútiles resultaron. Ahora
los ordenó hacer de piedra y ubicados en lugares elevados, de modo que la gente pudiera
refugiarse en ellos al darse la señal de alarma y, haciendo acopio de víveres, resistir un
asedio, dificultando el aprovisionamiento de los sitiadores mediante una táctica de tierra
quemada.

Las amenazas de la Horda se reprodujeron dos décadas después, cuando el rey rechazó la
sugerencia de Batú Kan de entroncar con la corona de Hungría por vía matrimonial y,
consecuentemente, incorporar un contingente húngaro a la nueva campaña europea que
proyectaba. No se llegaría a concretar porque Batú murió en 1255, aunque su hermano y
sucesor, Berke, insistió en ello, ofreciéndole al monarca parte del botín que obtuvieran y
una exención de tributos. También obtuvo una respuesta negativa.

El castillo de Spis (en la actual Eslovaquia), uno de los mandados construir por Béla
IV/Imagen: Petr Kratochvil
Béla falleció en 1270 sin que las advertencias mongolas se concretasen. Le sucedió su
octavo vástago, Esteban V, que tuvo un reinado corto, de sólo dos años, cogiendo el testigo
su hijo Ladislao IV. No tuvo un reinado fácil debido a que aún era un niño y los nobles más
poderosos impusieron su autoridad. Pese a ello, le ayudaron a reprimir una insurrección que
protagonizaron los cumanos en 1282; toda una ironía teniendo en cuenta que al rey se le
conoce por el apodo de el Cumano porque su madre, Isabel, era una princesa de esa etnia.

La situación se tornó aún más caótica al año siguiente, cuando Ladislao abandonó a su
esposa y renunció al cristianismo, yéndose a vivir entre los cumanos y tomando a varias
mujeres como concubinas. Y mientras, otros cumanos acudieron a la Horda de Oro
pidiendo una intervención. Nogai Kan, tataranieto de Gengis y sobrino de Berke (a quien
apoyó en la guerra civil contra Hulagu), no podía aspirar al trono por ser su madre una
concubina, pero era el gobernante de facto al delegar en él Arghun Kan, con quien llegó a
un acuerdo para ocuparse de la zona occidental.

Entre 1259 y 1265 bien asesorado por el famoso general Burundái, se había convertido en
un experimentado militar después de un período de razias por Polonia, Tracia y Lituania
que se extendió desde 1259 hasta 1271. Asimismo, había conseguido la alianza bizantina
tras casarse con una hija ilegítima del emperador Miguel VIII Paleólogo, así que todas las
circunstancias hacían soplar el viento a favor de una segunda invasión de Hungría,
aprovechando el confuso estado en que estaba el país.

Ladislao IV de Hungría ataviado a la moda cumana en una ilustración del Chronicum


Pictum/Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Al igual que en la expedición de Batú, la invasión no se llevó a cabo desde un único punto
sino que Neogai entró al mando de un ejército a través de Transilvania, mientras que
Talabuga, nieto de Batú Kan, lo hacía por el norte (atravesando Transcarpacia y Moravia).
Además, una tercera fuerza enviada por el rey León I de Galitzia-Volhynia (lo que más
adelante sería el Reino de Rutenia), reforzada con tropas de la Rus de Kiev, en ambos casos
por obligación de vasallaje hacia la Horda de Oro, penetró por el centro. Era el invierno de
1281.
Se escogió esa estación para coger por sorpresa a los húngaros y porque en ese momento
los mongoles pasaban por una poco común etapa de estabilidad interna. Algo que, de paso,
sirvió para poder reunir una considerable cantidad de efectivos, aunque no tantos como
cuentan las habitualmente exageradas crónicas, que hablan de cien mil y hasta doscientos
mil hombres; los historiadores actuales rebajan la estimación a unos treinta mil. Enfrente, el
adversario presentaba un número similar.

Talabuga sufrió un duro revés en los Cárpatos al tratar de cruzarlos en plena nevada. El frío
y el hambre, causado éste por la falta de víveres debido a que los húngaros, como había
previsto Béla, corrieron a refugiarse a los castillos destruyendo todo lo que no pudieron
llevar consigo, sufrieron bastantes bajas, empeoradas por las acciones guerrilleras del
enemigo, que tenía que recurrir a esa táctica ante la insuficiencia de soldados.

De hecho, los mongoles encontraron abandonadas la mayoría de las ciudades. Incluso Pest,
si bien Buda resistía con sus ataques sorpresivos bajo el liderazgo de Isabel la Cumana. Por
contra, fueron incapaces de conquistar ningún castillo ni urbe fortificada, cargando otra vez
de razón a Béla IV. Otra cosa eran los pueblos, donde los campesinos quedaron
desamparados y sufrieron las iras del invasor. Pero éste fue contundentemente derrotado en
Turusko, en las montañas Trascău (una cordillera de los Cárpatos occidentales que hoy se
encuentra en Rumanía).

Talabuga no tuvo más remedio que emprender la retirada, durante la cual se vio envuelto en
una emboscada tendida por la caballería ligera székely (los sículos, una etnia de lengua
húngara que habitaba el sureste, en la zona oriental de Transilvania), que mermó su ejército
hasta tal punto que la leyenda decía que sólo quedarón él, su esposa y un caballo. En
realidad, los supervivientes todavía pudieron saquear las localidades de Volinia (el oeste de
Ucrania) por las que fueron pasando en su penosa marcha.
El Reino de Hungría en la segunda mitad del siglo XIII/Imagen: Fz22 en Wikimedia
Commons
Nogai, en cambio, acampó en la región transilvana hasta la primavera, empleando el tiempo
en depredar poblaciones, caso de Brasov, Reghin o Bistrita, por citar las más destacadas;
incluso logró tomar algún castillo importante, como el de Ban Mikod (situado en Turda, en
la provincia rumana de Cluj), que pertenecía a la corona. Pero tuvo que afrontar ataques
sucesivos de sajones, valacos y székelys, encabezados por el voivoda Roland Borsa, un
héroe local, que fueron diezmando sus tropas. Ante la noticia de que Ladislao IV marchaba
hacia allí para rematarlo, optó por levantar el campamento y retirarse también.

La estrategia húngara de fortificaciones inexpugnables, tierra quemada y guerrillas sirvió de


ejemplo para los polacos al año siguiente, cuando Nogai y Talabuga intentaron una invasión
de ese país para evitar la intervención del duque Leszek II el Negro en apoyo de Hungría y
Rutenia. Mal coordinados a causa de las crecientes desavenencias de sus líderes, los
mongoles fueron incapaces de tomar ningún castillo importante ni ciudad fortificada, al
igual que su incursión contra los circasianos en 1290 también acabó en fracaso.

Nogai, que había encumbrado a Talabuga a la cabeza de la Horda de Oro, terminó


asesinándolo en 1291 y sustitituyéndolo por Toqta, nieto de Batú Kan… con quien acabó
sumido en una guerra civil al ver que no podía manejarlo a su antojo. Perdió la vida en
1300, en una batalla contra fuerzas rusas leales a Toqta, pero uno de sus hijos sería zar de
Bulgaria. Para entonces Ladislao, que había retomado su modo de vida prebélica cumana -
hasta fue excomulgado por volver al paganismo-, llevaba una década muerto, a manos de
una nobleza que estaba harta de él.

Fuentes

A history of Hungary (Peter F. Sugar y Péter Hanák)/The Mongols and the West: 1221–
1410 (Peter Jackson)/The History of the Mongol conquests (J.J. Saunders)./Transylvania in
the second half of the Thirteenth Century. The rise of the congregation system (Tudor
Salagean)/Wikipedia

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