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5.1 La Guerra de la Independencia: antecedentes y causas.

Bandos en conflicto
y fases de la guerra
En 1788 moría Carlos III y accedía al trono su hijo, Carlos IV. En 1789 se producía el
estallido revolucionario en Francia, que afectó a todo el continente y, por supuesto, a
España. La vacilante personalidad del monarca español, indolente, débil, poco capacitado,
manejado por su esposa, María Luisa de Parma y desinteresado por las cuestiones de
Estado, -asumió la corona con más de 40 años-, no era la más adecuada para afrontar esta
situación. Además, se evidenciaron las contradicciones derivadas de las limitaciones
de las reformas ilustradas. Ambos factores provocaron la Crisis del Antiguo Régimen en
España.

I. Antecedentes y causas
1. Política exterior
La Revolución Francesa terminó con el Tercer Pacto de Familia y obligó, primero a
Floridablanca y después a Godoy, a decidir entre las necesidades estratégicas (contra
Inglaterra) y las motivaciones ideológicas (contra Francia), dilema que caracterizó toda la
diplomacia del reinado.
a) Hostilidad contra Francia
• Primero Floridablanca intentó, infructuosamente, establecer un cordón sanitario que
evitase el contagio revolucionario.
• En 1792 Aranda trató de contemporizar con la Revolución.
• En 1793, después de la ejecución de Luis XVI, Godoy decidió la participación en la
Primera Coalición contra la Revolución (1793-1795). La derrota obligó a firmar la
paz de Basilea con Francia, (de ahí el título de Príncipe de la Paz), que además de las
cesiones territoriales (Sto. Domingo), suponía la reedición de los pactos de familia,
ahora con la república francesa y, en consecuencia, la guerra con Inglaterra (1797-1801
y 1804-1808), de nefastas consecuencias.
b) Alianza con Francia
• Por el primer Tratado de San Ildefonso (1796), España apoyaba a Francia en la lucha
contra Inglaterra. La escuadra inglesa destrozaba a la española en San Vicente y ocupó
Trinidad, la llave del Caribe, y Menorca.
• En 1800, Carlos IV firmó el segundo Tratado de San Ildefonso. Godoy ponía a la
armada española al servicio de Napoleón y declaraba la guerra a Portugal (Guerra de
las Naranjas: anexión de Olivenza). La paz de Amiens (1802) entre Francia e Inglaterra
permitió la recuperación de Menorca.
• En 1804 se reanudaba la guerra contra Inglaterra y en 1805 se formaba la Tercera
Coalición contra el Imperio. En octubre de 1805 Nelson aniquiló la escuadra
francoespañola en Trafalgar, perdiendo definitivamente Napoleón toda posibilidad de
invadir Inglaterra. Más graves fueron las consecuencias para España, pues la
destrucción de la flota significaba el comienzo del fin de su Imperio americano.
Napoleón, tratando de asfixiar la economía inglesa, decretó el bloqueo continental, el
cierre de todos los puertos continentales al comercio británico. Portugal, tradicional
aliado de Inglaterra desde Aljubarrota, se negó a secundar esta medida.

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• En 1807 Napoleón impuso a Godoy el Tratado de Fontainebleau, que establecía el
reparto de Portugal entre España, Francia y Godoy, facilitando el paso a través del
territorio español de tropas francesas. Napoleón, que nunca pensó en el reparto,
aprovechó las divisiones en la Corte española por las luchas entre godoyistas y fernandistas
(motín de Aranjuez) y decidió también la conquista de España. Esta ocupación desembocó
en el levantamiento popular de mayo de 1808 y la Guerra de Independencia.

2. Problemas internos
a. Crisis económica. El crecimiento económico se había interrumpido desde 1796 por:
• Estancamiento de la agricultura (concentración tierras en manos muertas,
descenso producción agraria por rendimientos decrecientes, ausencia de reformas
técnicas y en la propiedad de la tierra). Después, malas cosechas, aumento de los
precios, crisis de subsistencia y nuevo ciclo de hambrunas y epidemias.
• Hundimiento del comercio colonial: la guerra con Inglaterra desbarató el tráfico
comercial con América, la fuente de prosperidad más importante para las regiones litorales
más desarrolladas.
b. Crisis de la Hacienda, bancarrota financiera, debido a:
• Las costosas guerras exteriores: Guerra de los 7 años (1756-63), Guerra de
Independencia de las colonias americanas (1776-1783, Guerra contra la
Convención (1793-Revolución Francesa), Guerra contra Inglaterra (San Vicente 1797,
Trafalgar 1805). Esta última, además, hundió el comercio americano, pilar de la Hacienda
borbónica (un 25%).
• El fracaso de la reforma fiscal (contribución única de Ensenada), la excesiva
dependencia de impuestos indirectos (alcabalas, aduanas) y la exención fiscal de
clero y nobleza.
• La Corona, intentó paliar la crisis fiscal y reducir el déficit:
o Incrementó la presión fiscal sobre los menos favorecidos, aumentando las
tensiones sociales.
o Emitió deuda pública (vales reales), que también agravó el endeudamiento (en 1808 la
deuda alcanzaba diez veces la cantidad que se ingresaba cada año).
o Inicio la desamortización (1ª desamortización en 1798) de bienes de la Iglesia para
obtener nuevos recursos.
Ninguna de estas medidas, logró paliar la crisis de la hacienda, al borde del colapso
financiero.
c. Crisis social
Como consecuencia de la carestía, de la inflación, del aumento de la presión fiscal y las
epidemias, estancamiento demográfico e incremento del malestar social, sobre todo entre
las clases populares, propiciando motines y revueltas.
d. Crisis política
• Godoy: En 1792 accedía al gobierno el nuevo favorito de la reina, Godoy. La nobleza
le odiaba por advenedizo (era un hidalgo) y el clero por iniciar las desamortizaciones
(1798) y predicaba contra su mal gobierno desde los púlpitos, convenciendo a las clases
populares de que Godoy y los reyes eran culpables de todos los males. Las derrotas
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militares frente a Inglaterra, la grave crisis económica que provocaron, las
escandalosas relaciones personales de Godoy y la reina, los títulos y riquezas
acaparados alimentaron la oposición política:
o Los reformistas, antiguos ilustrados que pretendían la continuación de las
reformas, aunque sin afectar a los principios básicos del Antiguo Régimen.
Jovellanos, Urquijo.
o Los inmovilistas, en torno al Príncipe de Asturias, apoyados por el clero
antifrancés (muchos expulsados de Francia) más reaccionario, defensores de la
tradición, de los estamentos tradicionales (aristócratas, clero).
o Los liberales y los futuros “afrancesados”, partidarios de una constitución según
el modelo político francés.
• El motín de Aranjuez (causas): El desprestigio de Godoy y los reyes unió a la
oposición más conservadora en torno al príncipe de Asturias, el futuro Fernando
VII y su camarilla, que conspiraban abiertamente contra los reyes. La población veía en el
heredero a un salvador del país y de la dinastía. En octubre de 1807 fue abortada una
primera conspiración en El Escorial. El príncipe de Asturias obtuvo el perdón tras
delatar a todos sus partidarios. El Tratado de Fontainebleau y la masiva entrada de
tropas francesas, que debían ser abastecidas por la población, agravaron la crisis. El
17 de marzo de 1808, el príncipe y su camarilla instigaron un motín popular y
asaltaron el palacio de Aranjuez. Godoy fue depuesto, acusado de querer huir con los
reyes a América, y detenido. Carlos IV, se vio obligado a abdicar en Fernando.

II. La guerra
1. Las abdicaciones de Bayona
Cuando Fernando entró en Madrid, el ejército francés, dirigido por Murat, ya estaba en la
capital. Carlos IV, arrepentido de su decisión, solicitó la ayuda del emperador,
aduciendo que la abdicación había sido forzada. Napoleón, convencido de la mediocridad
de los Borbones españoles, conminó a Fernando y a sus padres para que acudiesen a Bayona.
Fernando partió el 10 de abril dejando una Junta de Gobierno, con instrucciones para
obedecer a Murat. En Bayona tendría lugar el episodio más vergonzoso de la historia
de la monarquía española, entre mutuos reproches (llegaron a insultarse en público)
Napoleón consiguió primero la abdicación de Fernando en beneficio de su padre y la
de éste en Napoleón. Después cedió la corona a su hermano José I. A cambio, Carlos
IV obtuvo varios castillos en Francia y una gigantesca renta (30 millones de reales). Y
Fernando (para los españoles se convirtió en un rey secuestrado, “el Deseado”), iniciaba en
Valençay un exilio dorado (incluso solicitó ser adoptado por el emperador).

2. El 2 de mayo
Con la abdicación de Carlos IV, Napoleón, para evitar que se convirtiesen en símbolo
de la resistencia, decidió el traslado a Francia del resto de la familia real. El
populacho trato de impedirlo y Murat ordenó disparar contra la multitud. A
partir de ahí se generalizaron las luchas callejeras y el levantamiento contra los
franceses. Fue un motín popular espontáneo, la mayor parte del ejército (sólo los
capitanes Daoíz y Velarde se unieron a la multitud desobedeciendo las órdenes y sublevando

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al Parque de Artillería), toda la nobleza, los funcionarios y el alto clero no la
secundaron. La resistencia frente a los más de 30000 soldados franceses era imposible y la
represión fue brutal, cientos de civiles fusilados (Goya, Cuartel de la Montaña, Príncipe
Pío). Las autoridades, el Consejo de Castilla, la Junta de Gobierno, los altos
funcionarios, la jerarquía de la Iglesia, casi todos los mandos militares, acataron las
órdenes francesas y apoyaron la represión.
Pero la reacción popular fue muy diferente. La represión atizó la revuelta. La tarde
del 2 de mayo, el alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón, dictaba su famoso bando
llamando a la guerra contra los franceses. Los levantamientos se generalizaron y a
finales de mayo casi todo el territorio se había sublevado. Las autoridades locales
que se opusieron fueron destituidas o directamente linchadas. Los notables locales
y el bajo clero (nobleza y alto clero solo se sumaron a la fuerza, por el temor a las
represalias) organizaron la resistencia, con partidas de hombres armados que
cortaron las comunicaciones del ejército francés.

3. Las actitudes ante la ocupación


• La mayoría de la población, de distintos grupos sociales y opciones ideológicas,
(ilustrados reformistas, liberales o contrailustrados) se opuso a la ocupación y
participó más o menos activamente en la lucha contra los franceses.
• Funcionarios públicos y empleados que vivían en las ciudades controladas por los
franceses, adoptaron una posición tibia e indecisa, cuando no colaboraron
directamente.
• José Bonaparte sólo recibió el apoyo de un reducido grupo, los “afrancesados”
procedentes de la alta nobleza, alto clero, mandos superiores del ejército y de la
marina, intelectuales y altos funcionarios. Casi todos ellos ilustrados que
consideraban inútil la resistencia y vieron en la nueva dinastía la oportunidad para
continuar las reformas interrumpidas durante el reinado de Carlos IV (Cabarrús,
Javier de Burgos, Leandro Fernández de Moratín).

4. El Estatuto de Bayona
Para legitimar la nueva dinastía Napoleón ordenó a la Junta de Gobierno convocar
una Asamblea de Notables, que no tenían nada que ver con las Cortes tradicionales
(por eso no existieron las Cortes de Bayona), 150 representantes de los tres
estamentos, elegidos por el gobierno, determinadas corporaciones y ciudades.
Como la guerra impidió su elección y su traslado a Bayona, solo pudieron asistir 94,
muchos españoles residentes en Bayona. La Asamblea no elaboró ningún texto
constitucional, simplemente aprobó el texto presentado por el emperador,
inspirado en la Constitución francesa de 1799. Es decir, el Estatuto no era una
constitución, sino una carta otorgada, extremadamente moderada:
• Incluía algunos derechos individuales: libertad de imprenta, libertad de movimientos,
libertad de industria y comercio, igualdad fiscal.
• Suprimía los gremios, los mayorazgos, la tortura y los tribunales especiales.
• Solo reconocía la religión católica y mantenía algunos privilegios
estamentales.

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• El rey conservaba el poder legislativo y ejecutivo, auxiliado por un Senado
integrado por la familia real y 24 miembros de designación real.
• Las Cortes eran estamentales, elegidas cada tres años por sufragio censitario
ultra restringido y sus atribuciones se limitaban a la aprobación de impuestos,
carecían de iniciativa legislativa.
• Después, iniciada ya la guerra, Napoleón suprimió la Inquisición, los derechos
señoriales, dos tercios de los monasterios, las aduanas interiores y los
tribunales señoriales. En 1810, también organizó gobiernos particulares,
segregados del resto de España, para Vizcaya, Navarra, Aragón, Cataluña, Burgos,
Valladolid, Palencia y Toro y en 1812, dividió Cataluña en cuatro departamentos,
incluidos en el Imperio francés.
La guerra impidió la aplicación del Estatuto y José I nunca logró ejercer el
gobierno efectivo de España porque las decisiones más importantes las
tomaban Napoleón o sus generales.

5. Características y Fases
a. Características
• El levantamiento se convirtió en una guerra de resistencia contra los franceses que
duró seis años (1808-1813) y coincidió con las guerras de liberación antinapoleónicas de
alemanes y rusos.
• Fue un conflicto internacional: España se convirtió en el escenario bélico del
enfrentamiento entre Francia y Gran Bretaña, que intervino no para auxiliar a los
rebeldes, sino en apoyo de Portugal y para salvaguardar sus intereses económicos.
• Un conflicto civil entre españoles, patriotas contra afrancesados.
• Un levantamiento popular xenófobo y religioso atizado por el clero frente a los
franceses sacrílegos.
• Fue una epopeya, según la historiografía posterior, que forjó, por primera vez (y creo que
también por última) un espíritu nacional común de todas las regiones de España
contra los franceses.
• La primera revolución contemporánea en España.

b. La relación de fuerzas
En apariencia el ejército francés contaba con una superioridad abrumadora sobre el
ejército español, apenas 100000 hombres desperdigados y mal pertrechados. Pero esta
superioridad se veía limitada por:
• La extensión del territorio ocupado y su difícil orografía comprometían la actuación
del ejército francés. Además, después de la derrota de Ocaña en 1809, el ejército español
rehuyó el enfrentamiento en campo abierto.
• La intervención británica, a pesar de las serias limitaciones de Wellington como
estratega y de su actitud interesada y torticera, y de los restos del ejército portugués,
reforzaron la resistencia.
• El ejército francés llegó a contar con 270000 efectivos en 1808, pero después fue muy
inferior y mal preparado, la mayoría extranjeros con escasa experiencia y reclutados a
la fuerza, y sus generales actuaban por su cuenta, sin obedecer las instrucciones de
Napoleón y de José I.
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• Napoleón nunca pensó que la guerra española iba a provocar tantos
problemas. Creía seriamente en el agradecimiento de la población por
haberla librado de los Borbones. No pensó en una resistencia seria y, grave error,
también creía que su ejército podría alimentarse sobre el terreno, como en otros lugares
de Europa. Pero surgieron las guerrillas, el primer ejemplo de guerra terrorista
contemporánea y los ejércitos franceses no supieron enfrentarse a ellas. Planteaba una
lucha total, ante el enemigo todo estaba permitido. Eran partidas de pequeños grupos,
restos del ejército, delincuentes y campesinos que escapaban de la miseria,
hambrientos, desharrapados, mal armados (navajas, trabucos), apoyados por la
población, que conocían el terreno, atacaban la retaguardia del ejército francés
y cortaban sus líneas de comunicación. La respuesta francesa fue la represión
indiscriminada, que alimentó la resistencia y la espiral de violencia (un pozo un
francés, Goya, los Desastres de la Guerra). Y las pequeñas partidas que surgieron por la
reacción popular espontánea acabaron transformándose en un fenómeno de masas,
verdaderos cuerpos de ejército con miles de hombres (el Empecinado, Espoz y Mina, el
cura Merino), sin jerarquía ni disciplina, que escapaban al control de las autoridades
civiles. Después de la guerra, muchos se enfrentaron al nuevo gobierno de Fernando VII y
a los gobiernos liberales del Trienio.
c. Fases
1ª. Mayo 1808-noviembre 1808. La victoria francesa dependía de la rapidez de
ocupación del país. Pero Murat, con un ejército de 150000 hombres, fue detenido por la
resistencia de Gerona, Zaragoza o Valencia y la derrota de Bailén. José I tuvo que
evacuar Madrid mientras los británicos desembarcaban en Portugal y Galicia.
2ª. Noviembre 1808-finales de 1811. Bailén fue la primera derrota francesa en campo
abierto. Napoleón no podía permitir que el ejemplo se extendiese por Europa e intervino
personalmente con lo mejor de su ejército (250000 soldados, la Grand Armée). En
diciembre de 1808 entraba en Madrid, en enero los ingleses reembarcaban y en
noviembre de 1809 derrotaba al ejército español en Ocaña, deshaciendo la resistencia
organizada. En 1810 solo resistían Levante, Cádiz y Lisboa, defendida por los ingleses.
En 1812, únicamente Cádiz.
3ª. Fase final: 1812 y 1813. En la primavera de 1812 Napoleón retiró gran parte de su
ejército para reforzar la Grand Armée destinada a la campaña de Rusia. Los aliados
iniciaron una nueva campaña desde Portugal, derrotando a los franceses en los
Arapiles (julio 1812). El desastre de Rusia obligó a la salida de más hombres y, en la
campaña de 1813, Wellington empujó a los franceses hasta los Pirineos (San Marcial, agosto
1813). En diciembre Napoleón, vencido también en Alemania (Ulm), trató de evitar ser
atrapado entre dos fuegos y firmaba el tratado de Valençay con Fernando VII.
d. Consecuencias
• Sociales y demográficas
o Grave empeoramiento de las condiciones de vida. Las clases populares fueron las
más afectadas: miseria, hambre, enfermedades, violencia, requisas, préstamos
forzosos, saqueos y robos por todos los contendientes (españoles, ingleses, franceses),

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destrucción de tierras de cultivo y ganado, destrucción de pueblos y ciudades
enteras.
o Desastre demográfico, la mortalidad se disparó, la natalidad se hundió. Las
bajas alcanzaron un millón de muertos, un 10% de la población.
o Resquebrajamiento de la sociedad estamental, por las innovaciones legislativas de
Cádiz que, aunque anuladas, ya habían prendido en amplios sectores de la población. El
régimen señorial se enfrentaba a importantes resistencias populares, una población
sumida en la miseria rechazaba el pago de rentas feudales.
• Políticas. Penetró el liberalismo en España a través de las Cortes de Cádiz y la
Constitución de 1812. Aunque estas novedades apenas entraron en vigor, los liberales
se enfrentaron con los defensores del Antiguo Régimen.
• Económicas. La guerra fue una catástrofe, cortó el proceso de crecimiento
económico iniciado durante la segunda mitad del siglo XVIII: hundimiento del
comercio americano, colapso de la industria, ruina de la agricultura y de la
ganadería, destrucción de infraestructuras, de obras de arte, de poblaciones
enteras. El ejército inglés, a veces, no podía distinguirse del francés y colaboró
activamente en el saqueo y el pillaje sistemático, sobre todo de las infraestructuras
industriales que podían hacer la competencia con la industria británica. La industria
catalana perdió más de 20 años del carro del desarrollo industrial iniciado en Inglaterra.
• El endeudamiento del Estado. La Hacienda española, que ya atravesaba graves
dificultades, sufrió aún más con la guerra, sumiéndose en una grave y profunda crisis
durante todo el primer tercio del siglo XIX. Los gastos aumentaron mientras los ingresos
disminuían agravando el déficit del Estado.
• Pérdida de las colonias. La guerra anuló el poder político de la metrópoli en América,
que no reconocía ni a José I ni a la Junta Central. En 1810 arrancaba el proceso de
independencia.
• España perdía su rango de potencia, no tuvo ningún papel en el congreso de Viena y,
a duras penas, pudo recuperar parte de lo expoliado por los ejércitos franceses.

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5.2. Las Cortes de Cádiz. La Constitución de 1812
1. La revolución política: las Juntas locales y provinciales
Después de las abdicaciones de Bayona se produjo un vacío de poder: las
instituciones y autoridades del Antiguo Régimen (Junta de Gobierno, Audiencias,
Consejo de Castilla, gobernadores…) reconocieron a José Bonaparte, pero la
mayoría del país no aceptó la autoridad del nuevo rey y reclamaba la restauración
de Fernando VII. Se produjo entonces una verdadera revolución política, los españoles
contrarios a la nueva dinastía asumieron la soberanía nacional y formaron sus
propios órganos de gobierno, rompiendo con las autoridades del Antiguo
Régimen. La población, sin contar con las autoridades del Antiguo Régimen (Junta
de Gobierno, Audiencias, Consejo de Castilla, gobernadores, alta nobleza exigían ante todo
el mantenimiento del orden) que acataron la soberanía de José I, organizó Juntas
Ciudadanas, controladas por los notables locales pero elegidas popularmente,
que dirigieron la resistencia contra los franceses.
Entre mayo y junio de 1808, las Juntas locales eligieron Juntas Provinciales (17),
que se declararon soberanas (recaudaban impuestos, declararon la guerra a Francia,
solicitaron la ayuda británica…) y no reconocían ninguna otra autoridad. Después de
Bailén, en septiembre, el Consejo de Castilla, totalmente desprestigiado, declaró nulas
las abdicaciones de Bayona1 y exigió a las Juntas Provinciales que se integrasen en
una Junta Suprema Central, con sede en Aranjuez.
La Junta Suprema Central estaba integrada por 2 representantes de cada Junta
Provincial (que se negaron a cederle toda su soberanía), más un presidente,
Floridablanca (35 miembros en total, nobles, clérigos, burgueses, de todas las tendencias
de la resistencia: conservadores, ilustrados, liberales). En diciembre de 1808, después de
la caída de Madrid, se trasladó a Sevilla y en enero de 1810, ante la proximidad de las
tropas francesas, a Cádiz, única ciudad no ocupada por los franceses y protegida por la
flota británica y española. Esta Junta asumió el gobierno del país hasta 1810, dirigió
la resistencia contra los franceses, firmó un tratado de alianza antinapoleónica
con Gran Bretaña y en 1809 emitió una convocatoria extraordinaria de Cortes a los
“representantes de la nación” (acto revolucionario, porque hasta entonces solo el rey
convocaba Cortes y, además, no eran Cortes estamentales y debían ser elegidas por
sufragio universal masculino). En 1810, desprestigiada por las derrotas, se auto
disolvió, dejando en su lugar un Consejo de Regencia de 5 miembros que debía
gobernar en nombre de Fernando VII.

2. Las Cortes de Cádiz


La Regencia trató de retrasar la convocatoria de Cortes, pero la presión popular en
Cádiz2 exigió su convocatoria. La elección de diputados a Cortes era complicada en un país
en guerra, ocupado por los franceses, y se optó por elegir sustitutos entre las personas de

1
Consideraba el reino como un mayorazgo, que el rey no podía enajenar porque no le pertenecía. El rey solo ejercía la
soberanía en nombre del pueblo.
2
Cádiz era una ciudad comercial, la última que conservó el monopolio del comercio con América, de talante más abierto
que las ciudades del interior y másproclive a mostrar simpatías liberales. Una isla liberal en un mar conservador (el resto
de la Península). De ahí la influencia en las Cortes y en la Constitución.

1
cada una de las provincias, incluidas las de América, que se habían refugiado en Cádiz:
burgueses liberales, funcionarios ilustrados e intelectuales huidos de las zonas
ocupadas. Por eso la mayoría de sus componentes pertenecían al Estado llano, la
burguesía liberal que determinó la orientación de las Cortes (profesionales liberales y
funcionarios 150, 97 clérigos, 37 militares, sólo 8 títulos nobiliarios). La alta Nobleza y el
alto Clero apenas estuvieron representados. Por supuesto ningún campesino.
El 24 de septiembre de 1810, se reunió una sola asamblea en representación de la
nación, no del rey, y en su Decreto de Constitución las Cortes establecieron:
• Soberanía nacional, representada en las Cortes.
• División de poderes:
o La Regencia o el rey el ejecutivo, sometido a las Cortes.
o Las Cortes el legislativo.
• Las Cortes debían elaborar una Constitución.
• Rechazo de las abdicaciones de Bayona y reconocimiento de Fernando VII como
rey legítimo de España.
El primer objetivo de las Cortes era redactar una Constitución, pero mientras tanto su
labor legislativa desmanteló el Antiguo Régimen a través de una serie de leyes:
• Libertad de imprenta y supresión de la censura (1810).
• Abolición del régimen señorial y supresión de los señoríos jurisdiccionales.
Aunque la nobleza consiguió salvar casi todos sus bienes porque las viejas posesiones
territoriales señoriales fueron convertidas en títulos de propiedad privada
(1811).
• Supresión de la Inquisición (1813).
• Eliminación de las organizaciones gremiales e introducción de la libertad
económica, comercial, de trabajo y de fabricación, la libertad de cultivo, transporte
y compraventa de artículos sin límite de precios. Fin de las aduanas interiores (1813).
• Supresión de los privilegios de la Mesta (1813).
• Desamortización bienes afrancesados, de las órdenes militares y de los jesuitas
(1813), mitad de tierras comunales de ayuntamientos, inicio de la
desamortización eclesiástica (1812).
Entre los diputados tres tendencias:
• Liberales, partidarios de reformas revolucionarias: un régimen liberal y la
elaboración de un texto constitucional al estilo francés (soberanía nacional, no
compartida con el rey, constitución, división de poderes, igualdad jurídica, fin de
los privilegios y el régimen señorial) pero nunca plantearon aspiraciones sociales
igualitarias. Dominaron los debates y casi todas las actuaciones de las Cortes (Agustín
Argüelles, Martínez de la Rosa, Toreno).
• Jovellanistas o moderados, herederos de las propuestas de Jovellanos, las reformas
desde arriba. Representaban al Consejo de Regencia y la Junta Central. Defendían
la soberanía compartida entre el rey y las Cortes (estamentales).
• Absolutistas, tradicionalistas o serviles, partidarios de la monarquía absoluta y el A.
Régimen. Rechazaban cualquier texto constitucional.

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Las Cortes solo representaron a la minoría ilustrada más liberal. El pueblo en
general estaba al margen y lo que pedía era la vuelta de Fernando “El Deseado”. De hecho,
cuando volvió y anuló la obra de los liberales no hubo ninguna reacción y el absolutismo fue
restituido (¡vivan las caenas!).

3. La C0nstitución de 1812
Proclamada el 19 de marzo de 1812, de ahí el apodo de la Pepa. Fue el marco jurídico
que definió el primer régimen liberal español, una verdadera revolución.
Autores: los diputados más innovadores del grupo liberal: el conde de Toreno, Agustín
Argüelles, Canga Argüelles, Martínez de la Rosa.
Contenido: 384 artículos, la más extensa de todas las constituciones españolas.
1. Sistema político: Monarquía constitucional parlamentaria
• Soberanía nacional, no compartida con el rey.
• División de poderes:
o Legislativo, cortes unicamerales, amplias atribuciones (leyes, impuestos,
sucesión, tratados internacionales…) elegidas por sufragio universal masculino
indirecto. Se reúnen anualmente durante tres meses, sin necesidad de
convocatoria real. Diputación permanente para vigilar el cumplimiento de la
Constitución.
o Ejecutivo, el rey, inviolable, derecho de veto limitado, elige a sus ministros, que
responden ante las Cortes.
o Judicial, tribunales independientes.
2. Derechos fundamentales:
• Fin de los privilegios estamentales, igualdad de todos ciudadanos ante la ley,
fuero único, excepto clero y ejército.
• Derecho a la propiedad privada individual, consustancial al liberalismo.
• Declaración de derechos: libertad de imprenta, inviolabilidad de domicilio,
sufragio, garantías procesales, educación elemental.
• Declaraba ciudadanos a los habitantes de ambos hemisferios, pero establecía una
especie de segunda categoría para los originarios de África, eufemismo para privar de
la ciudadanía a los negros y a las castas, es decir, a la mayoría de la población americana.
• Obligatoriedad de contribuir a la Hacienda.
• No permite la libertad de culto, solo reconoce la religión católica y prohíbe el
ejercicio de cualquier otra religión.
• Servicio militar, ejército permanente y Milicia nacional, para defender la
Constitución.
3. Administración territorial:
• División territorial en provincias.
• Alcaldes electivos.
4. Abolición del régimen feudal:
• Supresión de los señoríos jurisdiccionales, aunque reconocía la propiedad de la
tierra a la nobleza, en perjuicio de los campesinos.

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• Eliminación de los gremios, que atentaban contra la libertad económica, pero que
dejará indefensos a muchos trabajadores, protegidos por la estrecha reglamentación
gremial.
• Abolición de los diezmos.
• Supresión de los mayorazgos.
• Fin de los privilegios de la Mesta.
En definitiva, una Constitución moderna que imponía el fin del Antiguo Régimen,
inspirada en la francesa de 1791, con rasgos típicamente españoles: la declaración
religiosa católica, el utopismo para el momento social de la época. También cierto tufillo
democratizante, que no se verá hasta la Constitución de 1869, porque había que legislar
para un pueblo en lucha. Pero ya el preámbulo de la Constitución señalaba la revisión a los
ocho años de promulgada, y, con ella, el fin de las concesiones al pueblo. Teniendo en cuenta
las vergonzosas escenas de Bayona, unos legisladores audaces podrían haber proclamado la
República; pero no existía preparación para ella, los diputados necesitaban a la monarquía
porque era la única forma de gobierno que el pueblo conocía y aceptaba. Una constitución
demasiado moderna para el pueblo español, que evidenciaba el divorcio entre la
clase intelectual y las clases populares sin formación política.
La Constitución se convirtió en el mito referente del liberalismo español, aunque su
periodo de vigencia fue muy limitado: hasta 1814, de 1820 a 1823 y el breve periodo
tras el motín de la Granja en 1834. Tuvo una gran influencia fuera de España, sirviendo
de modelo en Portugal, Italia, Grecia, Bélgica y en todos los nuevos países iberoamericanos.
Pero en España fue el ejemplo de las diferencias entre la clase intelectual liberal y un pueblo
sin formación ciudadana ni política.

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5.3. El reinado de Fernando VII: liberalismo frente a absolutismo. El proceso de
independencia de las colonias americanas
I. El reinado de Fernando VII
Fernando VII no fue el monarca idóneo para el difícil momento histórico que le tocó vivir.
Sus limitadas aptitudes políticas y una personalidad cuando menos sinuosa
agravaron las profundas divisiones internas del país tras la guerra. Si el siglo empezó mal
para España, con una guerra catastrófica y la pérdida del imperio colonial, terminó aún peor,
con otra guerra demográficamente menos calamitosa, pero de similares consecuencias para
el imaginario nacional y el fin de los últimos vestigios del imperio ultramarino.
El reinado efectivo de Fernando VII empezó, en realidad, en 1814, desde el final de la
Guerra de la Independencia, y abarcó hasta su muerte en 1833. Se subdivide en tres etapas:
el Sexenio Absolutista (1814-1820), el Trienio Constitucional (1820-1823) y la
Década Ominosa (1823-1833). Fue, como en buena parte de Europa, un gobierno
reaccionario, un intento de conservar el Antiguo Régimen a toda costa por parte de
los sectores más intransigentes del absolutismo, y frente a los intentos modernizadores de los
liberales de Cádiz. La muerte de Fernando VII dejó paso, finalmente, a la revolución liberal.

1. El sexenio absolutista
Por el Tratado de Valençay (diciembre de 1813) Napoleón devolvía la Corona española
a Fernando VII. En marzo de 1814 cruzaba la frontera y, para eludir el juramento de
la Constitución, evitó dirigirse a Madrid. En abril, en Valencia, un tercio de los
diputados, los más conservadores (serviles) le entregaron un documento, el Manifiesto
de los Persas, que reclamaba la vuelta al Antiguo Régimen y la restauración del
absolutismo, al mismo tiempo que el general Elío le garantizaba el apoyo del ejército
(primer pronunciamiento). En mayo, respaldado por la nobleza, el clero, gran parte del
ejército y las masas populares (¡Viva el Rey, vivan las caenas, muera la Constitución!), dictó
un Real Decreto que suprimía las Cortes y toda su legislación, abolía la Constitución
y ordenaba la detención de regentes, ministros y diputados liberales. Después,
restauró el A. Régimen (privilegios estamentales, derechos señoriales, gremios,
Inquisición, privilegios de la Mesta y suspensión de la desamortización), excepto
los señoríos jurisdiccionales e iniciaba la persecución de liberales y afrancesados.
La vuelta al Antiguo Régimen, como pretendían los sectores más conservadores, no era
posible, lo que hizo Fernando fue volver al sistema vigente en 1808, un despotismo
ilustrado en el que el rey gobernaba con la ayuda de todopoderosos ministros, la
camarilla (clérigos, aristócratas reaccionarios…), aún más incapaces que el rey.
Inestabilidad, inmovilismo e ineptitud caracterizaron a los gobiernos que se
sucedieron entre 1814 y 1820.
En el aspecto internacional, España convertida en potencia de segundo orden, no
participó en las decisiones finales del Congreso de Viena y no recibió
compensación alguna por las catastróficas consecuencias de la invasión francesa.
Fernando situó a España en la órbita de los países conservadores de la Santa Alianza, que
garantizaban la restauración del Antiguo Régimen.

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2. El trienio constitucional (1820-1823)
El país estaba al borde de la catástrofe total, a la inestabilidad política e ineptitud de
la camarilla se unieron:
• Crisis económica: ruina de la agricultura y de la industria por los efectos de la
guerra, quiebra del comercio por la emancipación de las colonias.
• Independencia de las colonias americanas.
• Crisis social: malestar del campesinado por el restablecimiento de los derechos
señoriales y de los privilegios de la Mesta; descontento entre las clases populares
urbanas y burguesía, afectadas por el hundimiento del comercio colonial;
descontento en el ejército.
• Quiebra de la Hacienda, por la deuda acumulada, la crisis económica y la
desaparición de los ingresos americanos por la independencia de las colonias.
• Crecimiento de la oposición clandestina liberal. La represión empujó a los
liberales al exilio o la clandestinidad, organizando sociedades secretas, (integradas por
militares, comerciantes, propietarios, artesanos, escritores, nobles y clérigos con ideología
liberal) y buscando el apoyo del ejército a través del pronunciamiento. Así nacía el
militarismo, la implicación de los militares en la política (el rey ya había utilizado el recurso
al ejército en 1814). Entre 1814 y 1820 se sucedieron varios pronunciamientos
liberales frustrados: Espoz y Mina en Pamplona (1814), que logró huir; Díaz Porlier
en La Coruña (1815), ahorcado; Milans del Bosch en Valencia (1817); el general Lacy en
Cataluña (1817), ejecutado por Castaños y el coronel Vidal, también en Valencia (1819).
Finalmente, el 1 de enero de 1820 se sublevó el teniente coronel Rafael Riego, al mando
de las tropas acantonadas en Cabezas de San Juan para ser enviadas hacia América. El
pronunciamiento triunfó e inmediatamente surgieron por todo el país Juntas
Revolucionarias locales. Los sublevados, organizados en Junta de Gobierno,
restauraron la Constitución de Cádiz de 1812 y obligaron al rey a jurar la Constitución
(marchemos todos, y yo el primero, por la senda constitucional).
El nuevo gobierno liberal primero tuvo dificultades para controlar las Juntas locales
y, después, los liberales se escindieron en dos facciones irreconciliables, (progresistas y
moderados), generando gobiernos muy inestables y que continuarán durante todo el
siglo XIX:
• Los moderados, doceañistas, gobernaron hasta 1822, pretendían reformar la
Constitución de 1812 en sus aspectos más radicales (reforzar el poder de la
Corona, limitar el papel de las Cortes, Parlamento bicameral y eliminar el
sufragio universal) y pactar con las élites tradicionales. Argüelles, Martínez de
la Rosa y Toreno.
• Los exaltados o veinteañistas, gobernaron entre 1822 y 1823, (Riego, Mendizábal,
Quiroga, Alcalá Galiano, Espoz y Mina) querían reformar la Constitución
gaditana en un sentido más progresista, acelerando las reformas para eliminar
definitivamente el Antiguo Régimen (sufragio universal, cortes unicamerales,
limitación de los poderes de la Corona), con el apoyo de las clases medias
urbanas y la oficialidad del ejército.
Los gobiernos liberales recuperaron la legislación de Cádiz:

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• Libertad de industria y abolición de los gremios.
• Abolición del régimen señorial, de los señoríos jurisdiccionales y mayorazgos.
Los antiguos señores se convirtieron en propietarios y los campesinos en
simples arrendatarios que podían ser expulsados (origen desafección campesinos
con régimen liberal).
• Desamortización de las tierras de propios y baldíos, para reducir la deuda y
proporcionar tierras a los campesinos, aunque en la práctica beneficio a los grandes
propietarios.
• Supresión de la Inquisición, expulsión de los jesuitas, reducción del diezmo a la
mitad, eliminación de todos los monasterios, excepto los 8 más importantes y
desamortización de sus propiedades.
• Recuperación de la Milicia Nacional para defender el orden constitucional, que acabó
por institucionalizar la intervención del ejército en la vida política.
• División administrativa en provincias.
• Secularización de la enseñanza y extensión de la educación (Ley de Instrucción
Pública).
• Libertad de prensa (700 periódicos) y Sociedades patrióticas.
En resumen, estas medidas beneficiaron principalmente a terratenientes
(desamortizaciones y desvinculación de señoríos) y burguesía (libertad de industria y
comercio) y perjudicaron a los campesinos (desamortización eclesiástica y propiedades
comunales, desvinculación de la propiedad señorial) y artesanos (fin de los gremios), que
apoyaron la reacción absolutista. Por supuesto, con este panorama la economía
apenas mejoró y la inestabilidad social se hizo crónica, traduciéndose en descontento
político.
Problemas:
• Inestabilidad gubernamental por el enfrentamiento entre doceañistas y
veinteañistas.
• Presión de radicales exaltados, a través de las Sociedades Patrióticas.
• Empeoramiento de las condiciones de vida del campesinado por las
desamortizaciones, la desvinculación de las propiedades señoriales y la venta
de tierras comunales, que les inclinó hacia las tesis absolutistas. Idéntico proceso
ocurrió con el fin de la legislación gremial, que perjudicaba a los artesanos.
• El rey, que obstaculizó las reformas con su derecho de veto suspensivo y que solicitó
en secreto la intervención extranjera para recuperar su poder absoluto.
• La reacción absolutista, que produjo levantamientos (Guardia Real en 1822) y
organizó guerrillas, sobre todo en el Norte, (regencia de la Seo de Urgel, 1822) con apoyo
francés.
• Finalmente, las potencias europeas de la Santa Alianza, en el Congreso de Verona
(octubre de 1822), decidieron intervenir para acabar con el experimento
revolucionario español. Lo mismo ocurrió con el resto de procesos revolucionarios
europeos: la revolución española de 1820 había provocado una oleada revolucionaria en
todo el sur de Europa, incluyendo Portugal y Nápoles, donde se había proclamado la
Constitución gaditana. Sofocados estos brotes revolucionarios, era preciso acabar con el
ejemplo liberal español. Con la abstención de Inglaterra, que obtuvo garantías de que

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la intervención no se extendería a las colonias de América, se encomendó a Francia la
operación militar, deseosa de enjugar la afrenta de la derrota napoleónica y recuperar su
papel de gran potencia. El ejército francés (Cien Mil Hijos de San Luis), con el refuerzo
de 35000 voluntarios realistas, entró en España (abril de 1823) y recorrió, sin apenas
oposición, la Península. En octubre el duque de Angulema "liberaba" al Rey en Cádiz,
devolviéndole su poder absoluto.
Fue el segundo fracaso de experiencia liberal en España.

3. La Década Ominosa
Recuperado su poder absoluto, Fernando VII iniciaba uno de los periodos más negros
de la historia española (Década Ominosa):
• Represión sobre los liberales (oficialidad del ejército, jueces, funcionarios, secretarios,
profesores...) y ejecución de los militares más destacados (Riego, el Empecinado…). Lo
más selecto de la clase media ilustrada y liberal se exilió en Francia e Inglaterra.
• Desmantelamiento de la obra legislativa del Trienio: cierre de periódicos,
sociedades patrióticas, librerías y bibliotecas, universidades. Restitución del régimen
señorial. Anulación de las desamortizaciones y la supresión de las órdenes monásticas.
• Juntas de Fe, en sustitución de la Inquisición, encargadas de la censura.
• Creación de una milicia absolutista opuesta a la Milicia Nacional de los liberales,
reclutada entre las clases populares y medias. El odio social hacia los ricos, identificados
con los liberales, fue la base ideológica de este cuerpo que muchas veces ejerció una
violencia indiscriminada para disfrazar los simples ajustes de cuentas.
La Hacienda estaba de nuevo en bancarrota y la crisis económica se agravó por la
caída de los precios agrícolas, la presión fiscal, la ausencia de capitales para revitalizar el
tejido industrial y la pérdida del mercado americano. Únicamente la industria textil
catalana comenzó un ligero crecimiento. Para gestionar la grave crisis económica
Fernando VII recurrió de nuevo al despotismo ministerial con reformistas ilustrados
(incluso antiguos afrancesados, Cea Bermúdez o López Ballesteros), alejándose de los
absolutistas más intransigentes. Esta moderación del régimen no fue suficiente para los
liberales (continuaron los pronunciamientos, Torrijos) y le enajenó el apoyo de los de
realistas puros que rechazaban la relajación de la represión antiliberal (Guerra de los
Agraviados o de los Malcontents en Cataluña, 1827, considerada la primera manifestación
del Carlismo).
La cuestión sucesoria
En 1828, la falta de descendencia de Fernando VII unió a los absolutistas más
reaccionarios en torno a su hermano Carlos. Felipe V había establecido la Ley Sálica
en 1713. En 1789 las Cortes aprobaron la vuelta a la tradición castellana recogida en las
Partidas, que reconocía a las mujeres como herederas (Pragmática Sanción), pero el estallido
revolucionario en Francia impidió su gestión completa. En 1830, el nacimiento de una
heredera planteó el problema sucesorio, Fernando VII ordenó la publicación de la
Pragmática Sanción, que excluía al infante Carlos de la sucesión. Los realistas se
opusieron, porque apoyaban al infante Carlos y al absolutismo intransigente. Los
liberales la apoyaron porque así lograrían la liberalización del régimen.

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En 1832 el rey enfermó gravemente. La reina, tratando de evitar una guerra civil, derogó
la Pragmática Sanción. Pero el rey se recuperó, desterró a los ministros que apoyaban
al pretendiente y recuperó la Pragmática Sanción. El nuevo gobierno (Cea Bermúdez)
buscó el apoyo de los liberales a cambio del reconocimiento de la infanta Isabel
como heredera. En mayo de 1833 las Cortes juraban como heredera a la infanta Isabel. En
septiembre de 1833 Fernando VII moría "definitivamente". Los antiguos absolutistas
se dividieron en dos grupos:
• Absolutistas moderados, aliados con los liberales y sectores de la aristocracia
partidarios de las reformas políticas y económicas, que apoyaban a la nueva reina,
en quien veían la única posibilidad de cambio.
• Absolutistas intransigentes, los apostólicos, que apoyaban a Don Carlos.

II. El proceso de independencia de las colonias americanas


Al comenzar el siglo XIX, los dominios españoles en América se extendían desde
México hasta el extremo sur del Continente, excluyendo Brasil y algunos pequeños
territorios del Caribe. Cuando murió Fernando VII, en 1833, su hija Isabel sólo recibió las
islas de Cuba y Puerto Rico. En veinticinco años se disolvió el inmenso imperio
colonial construido en el siglo XVI, por la crisis política de la metrópoli, que
desembocó en la independencia de la mayor parte de sus territorios.
1. Causas
• Económicas:
o Los criollos rechazaban el monopolio comercial de la metrópoli, que les impedía
el comercio con terceros países (USA e Inglaterra).
o El aumento de la presión fiscal.
o El intervencionismo económico británico, tratando de limitar el poder de la
metrópoli después de su alianza con Francia (Trafalgar), apoyando las insurrecciones
independentistas.
• Políticas: La prohibición a los criollos del acceso a los cargos políticos, reservados
a peninsulares, para prevenir veleidades independentistas.
• Ideológicas:
o La difusión de las ideas ilustradas entre los criollos fomentó las pretensiones
independentistas y de autonomía de los territorios.
o El ejemplo de la independencia de Estados Unidos, de Haití (1804), de la
Revolución Francesa.
• Sociales: El sistema de castas garantizaba a criollos y peninsulares el control y
explotación de negros, mestizos e indígenas. El descontento se manifestó en
levantamientos sociales (revuelta de Tupac Amaru).
• Desencadenante: La alianza con Francia y la derrota de Trafalgar
interrumpieron las comunicaciones con América y facilitaron la intervención
británica en las colonias (Montevideo, Buenos Aires). La crisis política de 1808 y
el vacío de poder permitió la formación de Juntas. Algunas no reconocieron la
autoridad de la Junta Central.

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2. Protagonistas
Perú y Nueva España, los dos virreinatos más antiguos, fueron las regiones más
conservadoras y reacias a la independencia, porque la dominación de los criollos sobre
las castas dependía en parte del apoyo de la metrópoli. Nueva Granada y el Río de
la Plata, creados en el s XVIII, iniciaron la revolución (Bolívar y San Martín).
Los protagonistas de la independencia fueron las minorías criollas de plantadores,
grandes comerciantes y élites ilustradas, menos del 15% de la población,
apoyándose en una clientela ignorante y desposeída de mestizos y esclavos, los
estratos sociales más amplios. Por eso estas rebeliones jamás pensaron en atender
cualquiera de las reivindicaciones de las masas populares e indígenas. Eran liberales,
sí, pero acabaron imponiendo el caudillismo autoritario para mantener el orden
estamental existente.
3. Etapas
Primera etapa (1808-1814)
En 1808, las abdicaciones de Bayona y la guerra provocaron en las colonias un
vacío de poder similar al de la Península. En América la intervención popular fue
mucho menor que en el territorio peninsular y fueron los cabildos quienes
controlaron la situación, organizando Juntas similares a las peninsulares, que
reconocieron la soberanía de Fernando. La Junta Central no aceptó su autoridad
y apenas les otorgó representación en las Cortes de Cádiz, por lo que los
americanos rechazaron su autoridad. En 1809 Bolívar creaba una Junta Central
Suprema Gubernativa, reconocida en casi todas las colonias, y proclamó la
igualdad de derechos entre América y España. Era el primer paso para la
independencia.
Entre 1810 y 1812, coincidiendo con la campaña de Andalucía y el asedio de Cádiz, muchas
de estas Juntas, controladas por criollos, rechazaron la legitimidad del Consejo de
Regencia, declararon su autonomía, organizaron su propio ejército, expulsaron
a los virreyes y capitanes generales, solicitaron la ayuda de Inglaterra y de los
Estados Unidos y convocaron un Congreso, según el modelo francés o de
Estados Unidos, para elaborar una Constitución de inspiración liberal que
proclamara la independencia:
• 1811: La primera proclamación de independencia se produjo en Venezuela,
después en Paraguay, Chile, Nueva Granada y el Virreinato de la Plata.
• Diferente fue el caso de México, el movimiento insurgente (Hidalgo y Morelos) tenía
componentes de revolución social, protagonizada por campesinos indígenas, y fue
reprimido por criollos y peninsulares.
Segunda etapa (1814-1824)
En 1814 regresó Fernando VII, rehusando cualquier tipo de acuerdo con las
provincias rebeldes y envío un ejército para restablecer la autoridad de la
metrópoli. En 1815 la sublevación en América parecía vencida, con la excepción de
Buenos Aires y Paraguay, donde no llegó a alcanzarse una pacificación plena. Pero desde
1816 Inglaterra y los Estados Unidos apoyaron a los independentistas. Bolívar
en el norte y el general San Martín en el sur, reactivaron la guerra:

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• 1816: Declaración de independencia de las Provincias Unidas de Sudamérica
(Argentina).
• 1817: Conquista de Chile por San Martín. (Chacabuco).
• 1819: Bolívar proclama la República de la Gran Colombia (Congreso de Angostura).
• 1818: Fernando VII reclamó la ayuda de la Santa Alianza, (Congreso de
Aquisgrán), sin éxito, por la oposición británica a cualquier intervención.
• 1820: Sublevación de Riego, impidió la llegada de refuerzos a América.
• 1821: Bolívar y San Martín convergen en Perú (Conferencia de Guayaquil).
• 1821: México, Plan de Iguala, Iturbide proclama el Imperio.
• 1824: Batalla de Ayacucho, fin presencia española en el continente.
4. Consecuencias
Para España:
• En 1825, el imperio español quedaba reducido a las Grandes Antillas (Cuba y
Puerto Rico) más las islas de Asia y Oceanía (Filipinas, Marianas y Carolinas), hasta el
desastre de 1898.
• Quiebra de la Hacienda Real.
• Hundimiento del comercio con América y grave repercusión en la incipiente
industria textil catalana.
Para América:
• Inglaterra y Estados Unidos suplantaron el débil control político de la
metrópoli por una tutela económica y a veces política mucho más efectiva.
• Enfrentamientos civiles (realistas, independentistas), pérdidas demográficas y
económicas.
• Inestabilidad, fragmentación política, fracaso de los proyectos unitarios:
ruptura de la Confederación Gran Colombiana (1830, Colombia, Ecuador y Venezuela), de
la República Federal de Centro América (1839, Guatemala, Nicaragua, Honduras, Costa
Rica y El Salvador). El sur dividido entre Argentina, Uruguay, Bolivia, Perú, Paraguay y
Chile.
• Caudillismo. En la mayoría de los nuevos países se impuso, como en la antigua
metrópoli, el caudillismo militar, que estableció dictaduras apoyadas por los sectores
conservadores: O'Higgins en Chile, Gaspar Rodríguez en Paraguay, Iturbide en México,
Rosas en Argentina, Flores en Ecuador.
• Inestabilidad social. La oligarquía criolla (terratenientes, funcionarios y burguesía
urbana) monopolizó el poder, la tierra y la riqueza, 0lvidando los intereses de las masas
populares e indígenas. Es más, emprendió el control territorial efectivo de aquellos
territorios a los que la metrópoli no había prestado atención, iniciando una política de
exterminio sistemático del indígena. Se perpetuaron las estructuras de dominación
coloniales y, en consecuencia, los problemas sociales derivados de ellas provocaron
conflictos sociales que han perdurado hasta nuestros días.
• Dependencia económica, explotación de materias primas. El dominio español fue
sustituido por el británico y el estadounidense, (la primera decisión del gobierno argentino
libre fue la constitución de un empréstito con la casa Baring & Brothers al módico interés
del 30%). Gran Bretaña no solo ejerció la dominación económica de este espacio: si veía

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amenazados sus intereses nunca dudó en intervenir (Paraguay, Chile, Bolivia). Y Estados
Unidos pronto manifestó una actitud idéntica, doctrina Monroe (en contra de la
intervención de la Santa Alianza en lo que consideraba su patio trasero y una injerencia
europea en su esfera de influencia): compra de la Luisiana y Florida, guerras con México,
guerra con España (Cuba y Puerto Rico), intervenciones en Santo Domingo, Nicaragua,
Panamá, otra vez Cuba.

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6.1 El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista. Evolución
política, partidos y conflictos. El Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de
1837 y 1845

Introducción
I. El problema carlista (1833-1840)
a. Origen: La cuestión sucesoria
b. Carlistas e isabelinos
c. La Primera Guerra Carlista
Primera Fase: la organización del ejército carlista
Segunda Fase: ofensivas carlistas
Tercera Fase: el fin de la guerra
d. La cuestión foral
e. Segunda y Tercera Guerras Carlistas
f. Consecuencias
II. Evolución política, partidos y conflictos
a. La regencia de María Cristina (1833-1840)
1. El Gobierno Cea Bermúdez (absolutista moderado)
2. El gobierno Martínez de la Rosa y el Estatuto Real (liberal moderado)
El Estatuto Real de 1834
La diversificación del liberalismo: moderados y progresistas
3. Los primeros gobiernos progresistas (1835-37): Mendizábal y Calatrava
La Constitución de 1837
4. Nuevos gobiernos moderados (1837-40)
b. La regencia de Espartero (1841-1843)
c. El reinado de Isabel II (1843-1868)
1. La Década Moderada (1844-1854)
La Constitución de 1845
2. La crisis política del moderantismo y el Bienio Progresista (1854-1856)
3. La vuelta al moderantismo (1856-1868)
El Gobierno de la Unión Liberal
4. El final del reinado de Isabel II: la crisis del moderantismo (1863-1868)

1
Introducción
La crisis sucesoria de finales del reinado de Fernando VII se inscribe en el marco de
las revoluciones europeas de 1830. La revolución había estallado en Francia en julio
de 1830 y se extendió a los Países Bajos, algunos estados alemanes e italianos, Polonia y Suiza.
Como resultado, se consolidó la monarquía constitucional de Luis Felipe de
Orleans en Francia, nació el Estado belga, y se introdujeron constituciones en algunos
estados alemanes, Grecia y Portugal. Sin embargo, los regímenes liberales seguían siendo
minoría respecto del absolutismo.
El reinado de Isabel II constituye una etapa revolucionaria y esencial en la historia de
España: el paso de la Monarquía absoluta a un Estado burgués parlamentario. Es
un periodo muy complejo desde el punto de vista político. Se suceden dos regencias -
la de María Cristina (1833-1840) y la del general Espartero (1840-1843)-, las dos guerras
carlistas, cuatro constituciones y continuos pronunciamientos. Además, se produjo
el desmantelamiento definitivo del sistema social y económico del Antiguo
Régimen y se organizó un sistema capitalista moderno.

I. El problema carlista (1833-1840)


1. Origen: La cuestión sucesoria
Felipe V había establecido la Ley Sálica en 1713 (Auto Acordado). En 1789 las Cortes
aprobaron la vuelta a la tradición castellana recogida en las Partidas, que reconocía a las
mujeres como herederas (Pragmática Sanción, anulaba el Auto Acordado), pero el
estallido revolucionario en Francia impidió su gestión completa. En 1828, la falta
de descendencia de Fernando VII unió a los absolutistas más reaccionarios en
torno a su hermano Carlos. En 1830, el nacimiento de una heredera planteó el
problema sucesorio, Fernando VII ordenó la publicación de la Pragmática Sanción,
que excluía al infante Carlos de la sucesión. Los realistas que apoyaban el absolutismo
intransigente del príncipe Carlos se opusieron. Los liberales la apoyaron porque así
lograrían la liberalización del régimen.
En 1832 el rey enfermó gravemente. La reina, tratando de evitar una guerra civil, derogó
la Pragmática Sanción. Pero el rey se recuperó, desterró al príncipe Carlos y a los
ministros que apoyaban al pretendiente y recuperó la Pragmática Sanción. El
nuevo gobierno (Cea Bermúdez) buscó el apoyo de los liberales a cambio del
reconocimiento de la infanta Isabel como heredera. En mayo de 1833 las Cortes
juraban como heredera a la infanta Isabel. En septiembre de 1833 Fernando VII moría
"definitivamente". A los pocos días el infante Carlos reivindicaba sus derechos
dinásticos (Manifiesto de Abrantes), iniciándose la guerra civil, un pleito
dinástico y un conflicto ideológico entre liberalismo y absolutismo, entre dos
modelos políticos y sociales.
2. Carlistas e isabelinos
a. Carlistas, herederos de los absolutistas, apostólicos, tradicionalistas o realistas
intransigentes, seguidores de don Carlos, defensores del Antiguo Régimen, del
absolutismo.
• Componentes heterogéneos:
o Oficiales reaccionarios y pequeña nobleza rural, contrarios a cualquier cambio

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social y económico (impuestos, nuevas desamortizaciones) que alterase sus
privilegios.
o Gran parte del clero regular, desafecto a causa de las medidas desamortizadoras
y, en menor medida, del secular.
o Pequeños propietarios y campesinos de las provincias vascas, Navarra,
Cataluña o Aragón, perjudicados por las leyes aprobadas durante el trienio
liberal. Según los nuevos tipos de contratos, los campesinos que trabajaban
tierras ajenas debían abonar rentas y alquileres en metálico y no en especie como
hasta entonces. Para ello debían vender primero su cosecha. Si la cosecha era buena el
precio bajaba y si era muy mala no producía excedentes que vender.
o Amplios sectores del artesanado, afectados por la derogación de los privilegios
gremiales y por la competencia de las nuevas industrias.
o La tradición foral. Felipe V abolió los fueros de Cataluña, Aragón y Valencia
(decretos de Nueva Planta), pero respetó los de las provincias vascas y Navarra,
como premio a su lealtad. Esta situación siempre había sido considerada en Cataluña,
Aragón y Valencia como un agravio. El liberalismo, además, con su implantación
de una ley única (constitución) para todo el territorio, amenazaba la continuidad del
derecho foral y sus peculiaridades regionales. El pretendiente carlista prometió la
restauración de los fueros para los reinos de la Corona de Aragón y el
mantenimiento de las instituciones propias vasco-navarras de autogobierno y las
exenciones fiscales y de quintas.
• Programa ideológico-político, resumido en "Dios, Patria, Fueros, Rey":
o Oposición radical a las reformas liberales, inmovilismo.
o Defensa del Antiguo Régimen político, de la monarquía absoluta, negación de la
soberanía nacional.
o Tradicionalismo o integrismo católico, defensa de los privilegios de la Iglesia.
o Defensa del foralismo vasco-navarro y catalán, frente a las medidas político-
administrativas centralizadoras y uniformizadoras liberales.
• Ámbito geográfico: Zonas rurales de las Vascongadas, Navarra, Aragón,
Cataluña interior, Norte de Castilla y el Maestrazgo.
b. Isabelinos o cristinos, en referencia a María Cristina, la regente durante la minoría de
edad de Isabel, representaban a los partidarios del liberalismo, aliados con los
absolutistas moderados y sectores de la aristocracia partidarios de las reformas
políticas y económicas, favorecidos por la introducción de las prácticas capitalistas.
Apoyos: Los sectores liberales, los beneficiados por las reformas, los nuevos
propietarios, el sector mayoritario del ejército, funcionarios, la burguesía urbana,
el clero secular y el alto clero, la alta nobleza, la alta burguesía industrial y de los
negocios y la mayoría de las clases populares urbanas.
3. La Primera Guerra Carlista
El 1 de octubre D. Carlos proclamaba desde Portugal sus derechos dinásticos
(Manifiesto de Abrantes), en los días sucesivos se produjeron levantamientos carlistas y
organizaron partidas armadas por todo el país, sobre todo en la zona vasco-navarra,
la Cataluña interior, el sur de Aragón, el Maestrazgo y el norte de Castilla. Algunos

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mandos militares (Zumalacárregui), cabecillas locales (Cabrera) o antiguos guerrilleros (el
cura Merino), lideraron la insurrección.
En el exterior, la Cuádruple Alianza (Francia, Inglaterra y Portugal) apoyó a los
liberales, con armas, capitales y voluntarios. Las potencias de la Santa Alianza (Austria,
Prusia y Rusia) se limitaron a dar su apoyo "moral" a los carlistas.
Primera Fase: la organización del ejército carlista
Los carlistas intentaron convertir a los voluntarios de las partidas locales en un ejército
organizado. Zumalacárregui, desde Estella, organizó las partidas carlistas de
Navarra con tanta eficacia que las diputaciones de Vizcaya, Guipúzcoa y Álava le
nombraron jefe de sus fuerzas, encargándole la dirección de los ejércitos del Norte. En el
Maestrazgo y el interior de Cataluña el general Cabrera hizo lo propio. La necesidad
de controlar una gran ciudad para lograr el reconocimiento internacional (y
empréstitos de las casas financieras internacionales) empujó al pretendiente a imponer el
sitio de Bilbao, en contra del criterio de Zumalacárregui, que fracasó y acabó con la
muerte de Zumalacárregui, el mejor estratega al carlismo.
Segunda Fase: ofensivas carlistas
A pesar de la muerte de Zumalacárregui, el ejército isabelino fue incapaz de reducir los
focos carlistas. Desde 1837 el ejército carlista inició una serie de expediciones
intentado extender la guerra por todo el país y evitar el cerco del ejército liberal:
Expedición Gómez, la más llamativa, que recorrió el país de punta a punta, Expedición
Real contra Madrid, sin resultados prácticos.
Tercera Fase: el fin de la guerra
Las derrotas dividieron el carlismo en dos facciones:
• Los apostólicos, herederos del realismo exaltado, preconizaban la guerra a
ultranza y un absolutismo radical.
• Los seguidores del realismo moderado, que se mantuvieron junto a D. Carlos,
apoyaban las reformas para facilitar un acuerdo.
Finalmente, en el verano de 1839, el general Maroto se rendía ante Espartero
(abrazo de Vergara). Poco después, Carlos V marchaba al exilio en Francia. Cabrera
resistió en el Maestrazgo hasta 1840. Pero Vergara no resolvía los problemas que
habían originado el conflicto. Se limitaba a licenciar en condiciones ventajosas al
ejército carlista o integrarlo en el ejército Cristino, sin ofrecer soluciones para
la cuestión campesina y foral.
4. La cuestión foral
El mantenimiento o la restauración de los derechos forales fue una de las
principales reivindicaciones del carlismo, de ahí el apoyo popular en las Vascongadas,
Cataluña, Valencia y Aragón. Pero el foralismo chocaba con la concepción centralista
y unificadora del Estado liberal. El convenio de Vergara incluía una ambigua promesa
de mantener los privilegios forales de vascos y navarros. Sin embargo, en 1841, durante la
regencia de Espartero, la Ley Paccionada Navarra eliminaba sus aduanas,
privilegios fiscales, exenciones militares, Cortes e instituciones propias de
autogobierno, a cambio, establecía un sistema fiscal muy beneficioso (el cupo
anual) y conservaba su derecho foral.

4
Las tres provincias vascas también perdieron algunos de privilegios forales
(aduanas, Juntas Generales, Pase Foral) y en 1846 se les obligaba a contribuir a la
Hacienda estatal mediante los “conciertos económicos” pactados con las diputaciones
forales. Conservaron su exclusión del servicio militar obligatorio, hasta 1876, y su
derecho civil.
En 1876, Cánovas suprimió los fueros vasco navarros como castigo tras la
Tercera Guerra Carlista (1872-1876). Aunque en 1878 se aprobó un concierto
económico propio (régimen fiscal) para Navarra y las provincias vascongadas.
5. Segunda y Tercera Guerras Carlistas
El carlismo permanecería como un elemento de oposición latente. En 1845, Carlos V
abdicó en su hijo Carlos VI, conde de Montemolín, quien protagonizó sublevaciones
carlistas hasta la década de los setenta: Guerra dels Matiners (Segunda Guerra
Carlista), en Cataluña (1846-49), tras el fracaso del enlace entre Isabel II y el pretendiente
carlista, que habría resuelto el pleito dinástico; otra vez en Cataluña en 1855; la Ortegada
(general Ortega), el frustrado pronunciamiento de Carlos VI en San Carlos de la Rápita
(Tarragona, 1860). Al morir sin descendencia, sus derechos pasaron a su hermano
menor, don Juan, y poco después al hijo de éste, Carlos VII. El carlismo se
revitalizó después del derrocamiento de Isabel II tras la Revolución de 1868, entre
1872-76 (Tercera Guerra Carlista).
6. Consecuencias, que agravaron la ya delicada situación del primer tercio del siglo:
• Graves pérdidas demográficas, 200000 bajas.
• Protagonismo político del ejército, el prestigio de los militares liberales facilitó
su intervención en la vida política: Espartero, Narváez, O’Donnell.
• Los enormes gastos provocados por la guerra y la necesidad de recursos explican, en
parte, las desamortizaciones de 1836 y 1855. De una población de unos trece millones
de personas, el Gobierno liberal llegó a movilizar hasta medio millón de hombres, mientras
que los carlistas, con menos recursos y base geográfica, apenas 150000.
• La derrota del tradicionalismo carlista, que postulaba el retorno de los antiguos
fueros, en contra centralismo uniformizador liberal.
• Su herencia ideológica fue recogida, en cierto modo, por los nacionalismos, en
especial el vasco (Sabino Arana).

II. Evolución política, partidos y conflictos


1. La regencia de María Cristina (1833-1840)
Duró exactamente lo que la Primera Guerra Carlista1. La reina pactó con los
liberales, con mayoría en el ejército, para mantener en el trono a su hija, no por
convicción. La evolución política del liberalismo quedó ligada a la guerra, y el
resultado final acabó fortaleciendo el papel del ejército en las luchas entre las
diferentes familias políticas liberales para acceder al gobierno.

1
La Regente, impopular desde el principio por su matrimonio morganático, a los tres meses de enviudar, con un sargento
de la guardia de corps, intentó frenar el proceso de implantación del liberalismo.

5
1.1. El Gobierno Cea Bermúdez (absolutista moderado)
Cea Bermúdez, nombrado por Fernando VII para neutralizar a los absolutistas y
atraerse a los liberales moderados, opuesto a cualquier reforma no
administrativa, defensor del Despotismo Ilustrado y las prerrogativas reales. Fue
el autor del Manifiesto de la Reina Gobernadora, que evidenciaba las limitaciones
de sus medidas reformistas. De su gobierno fue la reforma administrativa
provincial de Javier de Burgos, ministro de fomento (1833-34).
1.2. El gobierno Martínez de la Rosa y el Estatuto Real (liberal moderado)
En enero de 1834, presionada por los altos mandos militares, la Regente sustituyó a
Cea Bermúdez por el doceañista Martínez de la Rosa, autor, junto a Javier de Burgos,
del Estatuto Real.
El Estatuto Real de 1834
No era un texto constitucional, sino una Carta Otorgada por la regente, muy
conservadora, para calmar al sector progresista del liberalismo. En realidad, sólo era un
reglamento de reforma de las Cortes, que pretendía conjugar la representación
estamental del Antiguo Régimen (altos miembros de la nobleza y del clero) y las nuevas
élites económicas procedentes de la burguesía en dos cámaras:
• Carácter: muy conservadora.
• No hay separación de poderes: Cortes solo carácter consultivo.
• Cortes bicamerales. Solo tenían carácter consultivo, se limitaban a aprobar las leyes
propuestas por el monarca y los presupuestos:
o Cámara de Próceres, Grandes de España, arzobispos, altos funcionarios y grandes
propietarios e industriales designados por el monarca con carácter vitalicio.
o Cámara de Procuradores, elegida por sufragio censitario indirecto
ultrarrestringido por los 16000 hombres más ricos del país.
• El monarca conservaba la iniciativa legislativa exclusiva y la potestad de convocar
y suspender las Cortes, veto absoluto, nombraba al presidente del Gobierno,
que elegía al Consejo de Ministros, sujeto a responsabilidad política ante el Parlamento.
• No hay declaración de derechos y libertades. Libertad de prensa muy limitada.
• Sufragio censitario indirecto ultrarrestringido.
• Milicias urbanas, para defender al nuevo régimen.
• Organización territorial centralista.
• Definitiva eliminación de gremios y libertad industrial y de comercio.
• Extensión breve: 5 títulos.
• Vigencia: 1834-37.
Era el triunfo de un liberalismo moderado o “doctrinario”, compromiso entre los
sectores más reformistas del absolutismo y los más moderados del liberalismo,
bajo la hegemonía de los primeros, que no logró satisfacer las expectativas de los liberales
más exaltados.
La diversificación del liberalismo: moderados y progresistas
Durante la guerra civil también se produjo la división del liberalismo en dos tendencias,

6
moderados y progresistas.
• Liberales moderados: terratenientes, grandes comerciantes e intelectuales
conservadores, restos de la antigua nobleza y altos mandos militares. Es decir,
liberalismo doctrinario:
o Orden y autoridad fuerte para evitar la anarquía y la revolución popular.
o Rechazaban cambios que pusieran en peligro sus propiedades.
o Supresión de la milicia nacional.
o Sufragio censitario muy restringido.
o Soberanía compartida entre las Cortes y la Corona.
o Amplias atribuciones a la Corona, (nombrar ministros, disolver las Cortes...).
o Separación de poderes más jurídica que real. El poder legislativo y el ejecutivo
casi asimilados. El judicial controlado (jueces nombrados por los gobiernos).
o Ayuntamientos y Diputaciones designados por el gobierno.
o Limitación de derechos individuales: libertad de prensa, opinión, reunión y
asociación.
o Proteccionismo económico.
o Buenas relaciones 0 Iglesia.
Componentes: Martínez de la Rosa, el conde de Toreno, Istúriz, Pérez de Castro,
Alcalá Galiano, Narváez, Bravo Murillo, González Bravo o Alejandro Mon. El
programa del moderantismo se materializó en la Constitución de 1845. Los
liberales moderados gobernaron casi ininterrumpidamente desde 1844 a 1868,
siempre apoyados por la reina:
o El gobierno de Martínez de la Rosa (1834).
o La Década Moderada (1844-1854).
o El 2º Período moderado (1856-1868).
• Liberales progresistas: antiguos exaltados o veinteañistas del Trienio, muy
influidos por el liberalismo británico, demócratas y anticlericales. Mediana y
pequeña burguesía urbana, industriales y comerciantes (frente a la oligarquía
agraria de los moderados) profesionales liberales (profesores, periodistas, abogados) y
parte de la oficialidad media o inferior del ejército:
o Soberanía nacional sin límites y predominio de las Cortes sobre el rey.
o Ampliación de las bases del sufragio censatario.
o Mayor autonomía de los poderes locales (ayuntamientos y Diputaciones
libremente elegidos).
o Amplios derechos individuales y colectivos: ampliación de la libertad de
imprenta, de prensa, de opinión, de religión...
o Milicia Nacional.
o Rechazo de la participación política de las clases trabajadoras y de la
democracia.
o Defensa del liberalismo económico y reducción de los aranceles aduaneros.
Componentes: Mendizábal, Espartero, Fermín Caballero, Olózaga, Calatrava,
Madoz, Prim. Ocuparon el poder en períodos breves, normalmente a través del
pronunciamiento, por no contar con el favor de la reina:
o En el Bienio Mendizábal (1835-1836).

7
o En 1836 organizaron el Motín de la Granja, obligando a la reina gobernadora a
restablecer la Constitución de 1812 y a formar el gabinete Calatrava (1836-
1837).
o Regencia de Espartero (1840-1843).
o Tras la Vicalvarada, en el Bienio progresista (1854-1856).
• De las filas del progresismo surgirá hacía 1849, como una escisión por la izquierda,
el partido demócrata, defensor del sufragio universal, la ampliación de los
derechos de asociación y expresión sin limitación, enseñanza pública gratuita,
reforma del sistema fiscal para introducir impuestos proporcionarles, supresión del
servicio militar obligatorio, implantación de los jurados populares en la
administración judicial, supresión de los fueros vascos y la ampliación de la asistencia
social estatal.
1.3. Los primeros gobiernos progresistas (1835-37): Mendizábal y Calatrava
• La convivencia entre moderados y progresistas resultó inviable. Buena parte de los
liberales consideraban insuficiente el Estatuto. La Regente solo apoyaba el
liberalismo porque de su triunfo dependía su supervivencia política. En 1835, el
descontento en el ejército, incapaz de contener la guerra, el regreso de liberales
exiliados, la expansión del cólera y los motines urbanos anticlericales, desembocaron
en la formación de Juntas revolucionarias y obligaron a la Regente a prescindir
de los moderados (Martínez de la Rosa y Toreno) y recurrir al progresista
Mendizábal, el verdadero inicio de la revolución liberal. Sus medidas
(restablecimiento de la libertad de imprenta, supresión de las órdenes religiosas,
desamortización de los bienes del clero regular, destitución de generales
conservadores) le enfrentaron a la Iglesia y el ejército, provocando su destitución en
mayo de 1836.
• La Regente recurrió Istúriz, liberal moderado, y disolvió las Cortes. Los liberales
progresistas promovieron protestas por las ciudades de todo el país, reclamando la
proclamación de la Constitución de 1812. En agosto la guarnición de la Guardia Real de
La Granja se pronunció a favor de la Constitución de 1812.
• Tras el motín de los sargentos de La Granja, María Cristina encargó formar gobierno
al progresista Calatrava, que restableció la Constitución de Cádiz y la
legislación del Trienio:
o Abolición definitiva del régimen señorial, de las vinculaciones y del
mayorazgo.
o Sustitución del diezmo por un impuesto de culto y clero.
o Libertad plena de imprenta.
o Mendizábal continuó con la desamortización.
o Abolición definitiva de los privilegios gremiales y libertad de comercio.

La Constitución de 1837
Para superar las deficiencias de la Constitución de Cádiz, demasiado radical para
los moderados, y del Estatuto Real, demasiado conservadora para los
progresistas, las Cortes aprobaron una nueva constitución: la Constitución de junio de
1837. Una constitución consensuada entre progresistas y moderados, de tendencia

8
progresista, pero con importantes concesiones a los moderados.
• Soberanía compartida, Rey y Cortes.
• Cortes bicamerales, iniciativa legislativa (a diferencia del Estatuto Real).
o Congreso elegido mediante sufragio censitario.
o Senado designación real, sobre una lista triple de diputados, elegidos por los
electores de cada provincia.
• Ampliación los poderes de la Corona: veto absoluto (no veto suspensivo como en
Cádiz), convocaba y disolvía las Cortes, nombraba a sus ministros, responsables
ante las Cortes.
• Amplia declaración de derechos: igualdad de todos los ciudadanos, libertad de
imprenta, inviolabilidad del domicilio, libertad religiosa, pero el Estado se
comprometía al mantenimiento del clero católico, sin rentas propias como
consecuencia de la desamortización.
• Sufragio censitario menos restringido que el del Estatuto, 4% de la población
(400000 electores sobre 15 millones de habitantes).
• Milicia Nacional, voluntarios para mantener el orden y dependiente directamente de los
ayuntamientos.
• Organización territorial: centralista. Alcaldes y concejales de los ayuntamientos
elegidos mediante sufragio censitario.
• Extensión breve: 13 títulos.
• Vigencia: 1837-45.

1.4. Nuevos gobiernos moderados (1837-40)


Aprobada la Constitución, la regente volvió a marginar a los progresistas y recurrió a los
moderados, que coparon todas las instituciones, excepto los ayuntamientos.
Cuando en 1840 la reina intentó modificar la Ley de Ayuntamientos, únicas
instituciones controladas por los progresistas y las únicas que podían votar todos los vecinos
(voto no censitario), imponiendo alcaldes de nombramiento gubernativo, los
progresistas se opusieron y la Milicia Nacional se sublevó. La reina, sin el apoyo
popular y de Espartero (enorme prestigio porque acaba de derrotar a los carlistas en el norte),
no tuvo más remedio que abdicar.

2. La regencia de Espartero (1841-1843)


En mayo de 1841, el general Espartero, líder progresista, que gozaba de enorme
prestigio por la victoria en el norte (Convenio de Vergara, 1839), fue elegido nuevo
regente por las Cortes. Era la primera vez que un militar asumía la jefatura del
gobierno.
El gobierno de Espartero aceleró la desamortización (clero secular) en beneficio de
los grandes propietarios, impuso el librecambismo en el sector textil y recortó los
fueros vascos y navarros (Ley Paccionada y Pase Foral). Estas medidas y su
autoritarismo le enfrentaron a:
• Los campesinos, perjudicados por las medidas desamortizadoras.
• Los sectores industriales catalanes (propietarios) que no podían competir con
manufacturas textiles inglesas.

9
• Los obreros, por la supresión de las asociaciones obreras y el aumento del paro.
• Los moderados, que recurrieron, otra vez, al pronunciamiento, (Montes de Oca y
Diego de León).
• Los sectores más progresistas del liberalismo, los republicanos, sobre todo en las
grandes ciudades.
La ley librecambista provocó altercados en Barcelona, que fue bombardeada, después
se extendió a Valencia y Sevilla, liquidando el prestigio de Espartero. Su enfrentamiento
con las Cámaras acabó con la disolución de las Cortes y, finalmente, la unión de
militares moderados (Narváez, O’Donnell) y progresistas (Prim, Serrano) obligó a su
salida del país. Con Espartero en el exilio desaparecía el único hombre que podía liderar
el liberalismo progresista y contener a los moderados.

3. El reinado de Isabel II (1843-1868)


Exiliado Espartero, Narváez desmanteló la rebelión urbana y progresista e inauguró
una década de dominio absoluto del liberalismo moderado. Para evitar una nueva
regencia, las Cortes declararon la mayoría de edad de la reina Isabel II, apenas una
adolescente2.
Características del reinado:
• Fraude, manipulación electoral (ningún gobierno perdió las elecciones),
falseamiento del sistema constitucional, favoreciendo exclusivamente a los
moderados, a su sector más reaccionario, defensores del orden, que restringieron las
libertades. La reina, al ligar su suerte a la de los moderados, hacía lo mismo
con su régimen y, en 1868, la nueva oleada revolucionaria provocó la caída de
ambos.
• La Constitución de 1845 otorgaba amplias atribuciones al monarca: veto,
nombramiento jefe del gobierno y los ministros, disolución Cortes. La reina, y
sobre todo su camarilla, usó todas estas prerrogativas para intervenir activamente en
el funcionamiento de los gobiernos en función de sus intereses y para
enriquecerse. En sus 25 años de reinado se sucedieron 51 gobiernos, algunos de
apenas unas horas.
• Asfixiante presencia del ejército en la vida política y recurso al pronunciamiento.
Régimen de los generales (espadones), los jefes de los partidos eran altos cargos
militares (Narváez, Espartero, Prim, O’Donnell, Serrano), evidencia de la
debilidad del sistema de partidos. Destacó Narváez, jefe del partido moderado, que
gobernó en seis ocasiones, sobre todo en la Década Moderada (1844-54).
• Siguen existiendo dos partidos liberales: Moderados y progresistas y, desde 1850,
los demócratas, fusionados con los republicanos después de 1868. Los
progresistas, para acceder al poder, debían recurrir a pronunciamientos

2
Era, en palabras de su preceptor religioso una persona inmadura, una niña con escasas luces y sin ninguna experiencia.
Mucho tuvo que ver su madre, la regente María Cristina, con sus continuas intrigas cortesanas y su clara preferencia por
los moderados. La tendencia a la conspiración palaciega, que interfería en la gestión de los gobiernos, la influencia de
personas como el padre Claret o sor Patrocinio de las Llagas ejercieron sobre la reina, la difícil convivencia con su esposo
y su agitada vida personal condicionaron la vida política del periodo. En palabras de Cánovas, reacio a admitir la vuelta de
la reina tras la Restauración monárquica, aquella señora era capaz no sólo de hacer caer un trono, sino de acabar con el
propio reino de los cielos.

10
militares (La Granja, Vicalvarada) o a la insurrección popular (Juntas
Provinciales y Milicia Nacional).
• Exclusión de la gran mayoría del país de la vida política: sufragio muy restringido.
Carencia de sensibilidad social. Empeoramiento de las condiciones de vida de las
clases populares, prohibición asociacionismo y dura represión en nombre del
orden.
• Crecimiento económico y consolidación de un Estado unitario.
Tres períodos:
• La Década Moderada (1844-1854).
• El Bienio Progresista (1854-1856).
• El segundo período moderado (1856-1868).
3.1. La Década Moderada (1844-1854)
Las divisiones del partido progresista fueron aprovechas por Narváez, el líder de la
revolución de agosto, que se convirtió en el hombre fuerte del momento, controló la vida
política y el ejército, depurando a los elementos progresistas, y reprimió con
dureza los movimientos de protesta populares. Junto a Narváez destacaron Bravo
Murillo, Martínez de la Rosa, Alcalá Galiano, López Ballesteros, González
Bravo y Alejandro Mon.
Características:
• Narváez y su régimen (plasmado en la constitución de 1845) representan el liberalismo
doctrinario, la versión más conservadora del liberalismo.
• Corrupción y autoritarismo definen todo el periodo.
• Apoyado por terratenientes y alta burguesía.
• Antepuso el orden a las reformas, que dio por concluidas por miedo a la revolución.

Medidas legislativas y reformas:


• Orden público: supresión de la Milicia Nacional (1845) y creación de la Guardia
Civil (1844), cuerpo de policía rural, pero con estructura militar, empleado en el
mantenimiento del orden público y la represión de revueltas sociales (sobre todo
en el campo).
• Control Administración local y provincial. Nueva ley de Ayuntamientos,
designación gubernativa de los alcaldes. Gobernadores civiles se convirtieron en
representantes del gobierno en las provincias.
• Limitación de los derechos individuales, Ley de imprenta muy restrictiva.
• Influencia de la Iglesia. Concordato de 1851. Paralización de la desamortización,
mantenimiento del clero y cesión del control sobre la enseñanza.
• Modernización del estado:
o Reforma de la Hacienda. Reforma del sistema fiscal de Alejandro Mon y Ramón
Santillán. Elaboración de un presupuesto general estatal anual.
Simplificación y racionalización de los impuestos, estableciendo los principios
de igualdad y proporcionalidad:
▪ Directos:
- La contribución territorial, personal, propiedades agrarias y urbanas.

11
- La contribución industrial y de comercio, empresas.
▪ Indirectos, los consumos, que gravaban productos de consumo diario.
o Unificación jurídica. Código Penal de 1851 y proyecto de Código Civil, base del
posterior de 1889.
o Establecimiento servicio militar (quintas) en Vascongadas y Navarra.
o Nueva organización ministerial: ministerios de Comercio, Fomento, e Instrucción
Pública, unidos a los tradicionales.
o Sistema de oposiciones para el acceso a la función pública, Bravo Murillo, 1852.
o Unificación pesos y medidas, sistema métrico decimal.
o Tribunal Supremo, cúspide de la administración de justicia.
o En 1851, para lograr la reducción del déficit estatal, Bravo Murillo procedió a la
conversión de la deuda, bancarrota encubierta.
La Constitución de 1845
La Constitución de 1845 recogía los principios del liberalismo doctrinario. Era, en teoría,
una reforma de la de 1837, en realidad un texto nuevo.
• Conservadora.
• Soberanía compartida: legislativo reside en las Cortes con el Rey.
• Ampliación atribuciones de la Corona: disolución de las Cortes, nombramiento y
cese del gobierno, senadores y sanción leyes.
• Declaración de derechos muy teórica y restrictiva.
• Exclusividad de la religión católica, con el compromiso del Estado de mantener el
culto y clero.
• Cortes bicamerales, pero con modificaciones:
o Senado vitalicio e ilimitado nombrado por la Corona entre la alta nobleza, Iglesia,
Ejército, Administración y grandes fortunas. Funciones judiciales.
o Congreso elegido entre las oligarquías de terratenientes, industriales y
comerciantes.
• Sufragio censitario muy restringido: Según la Ley Electoral de 1846, 1% de la población
(160000 electores frente a los 400000 de la Constitución del 37) sobre una población total
de 15 millones.
• Organización territorial: centralista. Ayuntamientos y Diputaciones sometidos a
la Administración central, con alcaldes y presidentes elegidos por el Rey.
• Extensión: moderada, 79 artículos.
• Validez: 1845-1854; 1856-1868.
Problemas internos, además del descontento popular, por la crisis, por el
autoritarismo, la supresión y limitación de las libertades y la marginación de los
progresistas:
• En 1845 estalló la Segunda Guerra carlista (1846-1849), consecuencia de la política
centralizadora, de extensión muy limitada.
• En marzo de 1848, la aguda crisis económica y el descontento popular coincidieron
con la llegada de las noticias de la revolución de febrero en París y demócratas y
republicanos iniciaron la revolución. Narváez suspendió las garantías
constitucionales y emprendió una durísima represión en las calles, con decenas de

12
fusilamientos. El fracaso revolucionario acentuó la división entre los progresistas:
en 1849 un sector se escindió en el Partido Demócrata.
Política exterior, subordinada a Francia y Gran Bretaña y al mantenimiento de
las colonias: Cuba, Puerto Rico, Filipinas, archipiélagos de las Marianas,
Carolinas y Palaos y enclaves reducidos en África (costa guineana de Río Muni y las
islas Elobeyes, Annobón, Fernando Poo y Corisco). Territorios de difícil defensa por su
alejamiento de la Península.
3.2. La crisis política del moderantismo y el Bienio Progresista (1854-1856)
Desde 1852 creció el descontento social y político con los gobiernos moderados por:
• La crisis económica y el aumento del desempleo.
• La corrupción política (fraude electoral, clientelismo) y económica (información
privilegiada, expropiaciones ferroviarias…).
• Los escándalos que afectaban a la reina (su vida personal) y su camarilla.
• La ineficacia y el autoritarismo de los sucesivos gobiernos.
La oposición al gobierno aglutinó a:
• Los sectores menos conservadores de los moderados, que pretendían ampliar las
bases del régimen, sin cuestionar la Constitución de 1845 y el papel de la Corona,
pactando con los progresistas: la futura Unión Liberal.
• Los progresistas, marginados del gobierno desde hacía diez años, sí querían un
cambio de régimen, con libertades más amplias, que incluyeron en el Manifiesto del
Manzanares.
• Más a la izquierda, demócratas y republicanos, demandaban sufragio universal y
medidas sociales próximas al socialismo utópico.
Primero, en junio de 1854, O’Donnell y Dulce, generales moderados, se
pronunciaban, sin éxito, en Vicálvaro (Vicalvarada). La presión popular continuó y en julio
Cánovas redactaba el Manifiesto de Manzanares, exigiendo la destitución de la
camarilla, la ampliación del sufragio, libertad de imprenta y municipal o la rebaja
de los impuestos. Su objetivo: atraerse a los progresistas (Serrano, Espartero) y las
masas populares. La revolución se extendió y se formaron Juntas por todo el país. La
reina no tuvo más remedio que entregar el poder a Espartero.
Espartero aceptó el poder a cambio de la expulsión de María Cristina y la
convocatoria de Cortes constituyentes. Restauró la constitución de 1837 y gobernó
con una coalición de unionistas (nuevo partido formado por O’Donnell) y
progresistas, que representaban los intereses económicos de la burguesía urbana
y de las clases medias, muy alejados de los intereses populares. Sus reformas, muy
limitadas, fueron:
• La non nata Constitución de 1856, que recogía los principales postulados del
pensamiento progresista: soberanía nacional, ampliación del sufragio,
derechos individuales, ayuntamientos electos, limitación del poder de la
Corona, Milicia Nacional.
• Medidas modernizadoras, fundamentalmente económicas:

13
o Ley de Mádoz, (1855) desamortización de bienes de propios y comunes3.
o Ley de Ferrocarriles, (1855).
o Ley de Minas.
o Ley de Sociedades Bancarias y Crediticias de 1856.
Problemas: En 1856 la situación era muy difícil para el gobierno de Espartero:
• Conflictividad social y deterioro de la situación económica: Especulación
ferrocarriles e inflación, malas cosechas, motines de subsistencia, epidemias
(cólera), aumento del desempleo, huelgas, descontento del campesinado por los
efectos de la desamortización.
• Conflictividad política. El Gobierno de coalición se enfrentaba a progresistas y
moderados. Para atajar las protestas O’Donnell disolvió la Milicia Nacional y
reprimió con dureza a los obreros huelguistas. Espartero, que se oponía a la política
represiva de O’Donnell, dimitió. La reina nombró a O’Donnell jefe de gobierno y
Espartero se retiró. Era el fin del Bienio Progresista.
3.3. La vuelta al moderantismo (1856-1868)
El fracaso del progresismo en 1837, 1843 y 1856 significó la absoluta inclinación de
la Corona hacia los moderados y la incapacidad de los progresistas para
convertirse en alternativa viable, divididos y sin apoyos suficientes: campesinos y
obreros industriales ya habían comprobado el desinterés de los progresistas hacia la
cuestión social.
Entre 1856-58 se alternaron en el poder O'Donnell y Narváez. O'Donnell
restauró en 1856 la legislación moderada (Constitución de 1845) y disolvió
definitivamente la Milicia Nacional, pero dimitió cuando la reina rehusó continuar
con la desamortización eclesiástica. Narváez completó el giro conservador, la vuelta
al orden, limitando las libertades (imprenta, reunión, asociación) y endureciendo las de
orden público.
El Gobierno de la Unión Liberal
El talante conservador y represivo de Narváez acabó privándole de todos sus
apoyos en las Cortes. En 1858 la reina volvió a recurrir a O’Donnell, que se mantuvo
como presidente del Consejo de Ministros hasta 1863, Gobierno Largo, al frente de un
nuevo grupo político llamado Unión Liberal (1858), un partido de centro que
pretendía integrar moderados y progresistas (militaron Cánovas del Castillo,
Alonso Martínez, Serrano, Topete, Ros de Olano y Ríos Rosas). El gobierno de la
Unión Liberal no tenía un programa político claro más allá de la salvaguardia del

3
La Ley de Madoz, 1855, tenía un objetivo mucho más claro que la de Mendizábal, obtener dinero para sufragar las
infraestructuras ferroviarias. Esta ley afectó también a la desamortización eclesiástica, todas las propiedades que no
hubiesen sido desamortizadas, incluidas Órdenes Militares, cofradías y obras pías y reguló la venta de bienes municipales.
Los bienes de propios (propiedad de los ayuntamientos, pero arrendados) serían, vendidos, pero no los comunales
(propiedad de los ayuntamientos, pero entregados a los vecinos para su uso). En la práctica era muy difícil distinguir entre
ambas por lo que los ayuntamientos aprovecharon para liquidar las propiedades comunales. La venta de estas tierras, en
subasta pública, debía hacerse en metálico; el dinero recaudado era un 10% para el Estado y el resto para los ayuntamientos.
La venta de las tierras municipales arruinó a muchos ayuntamientos, no solucionó el crónico problema de la deuda pública
y perjudicó a los vecinos más pobres, que perdieron la utilización de los terrenos comunales de su municipio (unos terrenos
de aprovechamiento libre y gratuito donde podían recoger leña o llevar a pastar su ganado). Esto forzó a una parte de la
población rural a emigrar a las ciudades.

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orden. Pero gracias a la estabilidad política y al crecimiento económico fue posible
la modernización del país:
• Expansión de los ferrocarriles, muchas veces especulativa. Entre 1859 y 1875
España pasó de 28 a 6124 km, la mitad de la red actual.
• Desarrollo industrial que favoreció la entrada de empresas e inversores de
capital extranjero. La industria textil catalana y la siderurgia vasca fueron las
principales beneficiarias.
• Establecimiento de la enseñanza primaria pública gratuita y obligatoria (ley
Moyano-1857), de escaso alcance por la escasez de recursos de los municipios,
encargados de su puesta en práctica. La educación secundaria estaba en manos de
instituciones religiosas y la universitaria era exclusiva para las élites.
Política exterior de prestigio, abandono del aislacionismo, intervenciones
militares en África (Marruecos), América (México, Sto. Domingo, Chile, Perú) y
Asia (Cochinchina)4. En realidad, campañas de prestigio que pretendían restaurar la
posición internacional del país y distraer a la opinión pública de los verdaderos problemas
internos.
Los problemas interiores más destacados:
• El carlismo, nueva intentona golpista, desembarco San Carlos de la Rápita del
conde de Montemolín y el general Ortega (la Ortegada), en abril de 1860. Como resultado
fue capturado el pretendiente y varios dirigentes carlistas.
• Las protestas campesinas por los efectos negativos de las desamortizaciones de
Madoz y el rechazo del sistema de quintas y de los impuestos de consumo, así
como a la presencia de la Guardia Civil, que pretendía hacer cumplir las leyes de
cercamiento y asegurar la propiedad privada.
• A partir de 1863, la crisis económica y las protestas endurecieron aún más la
represión. O’Donnell, desprestigiado, perdió la jefatura del gobierno en 1863 y su

4
Intervino, junto a Francia, en Cochinchina enviando una expedición militar de castigo por el asesinato de varios
misioneros españoles.
Marruecos fue el escenario de la actuación exterior más importante y popular. En 1859, los ataques marroquíes contra
Ceuta sirvieron de pretexto para que el gobierno decidiera enviar -con la unanimidad entusiasta de todo el espectro político,
incluidos demócratas y republicanos- un cuerpo de ejército al norte de África. En 1860, Prim ocupaba Tetuán y derrotaba
al ejército del sultán. Sin embargo, apenas se obtuvieron ventajas territoriales, únicamente la ampliación del perímetro de
Ceuta y la cesión a perpetuidad de un diminuto enclave Ifni y una indemnización que nunca llegó a cobrarse. El gobierno
británico presionó para que España firmara un armisticio con el Sultán, impidiendo así la ampliación de la influencia
española en el norte de África.
En colaboración con franceses e ingleses, también envió a México, en 1861, otra expedición militar dirigida por Prim. El
motivo fue la suspensión del pago de la deuda. Al descubrirse las verdaderas intenciones de Napoleón III, Prim decidió
concluir con la intervención, en 1862.
Más extraña aún resultó la intervención en Santo Domingo que había solicitado la reincorporación a España ante el temor
de la oligarquía terrateniente a una invasión desde Haití. El gobierno de O’Donnell aprovechó la oportunidad en un intento
para reforzar la presencia española en el Caribe, aprovechando la guerra civil norteamericana. A los pocos meses
comenzaron las acciones guerrilleras antiespañolas. Después de cientos de muertos y cuantiosos gastos, la isla fue evacuada
definitivamente en 1865.
Un año antes, en 1864, estallaba la guerra del Pacífico, que enfrentó a España con Perú, Chile, Ecuador y Bolivia
(bombardeo de Valparaíso, sin defensas, y El Callao por Méndez Núñez, tras los incidentes en las islas Chinchas con
colonos españoles), otra aventura neocolonial sin resultados prácticos.

15
liderazgo dentro de la Unión Liberal por sus enfrentamientos personales con Alonso
Martínez, Cánovas y Ríos Rosas.
3.4. El final del reinado de Isabel II: la crisis del moderantismo (1863-1868)
Dese 1863 se sucedieron las crisis políticas, siete gobiernos entre moderados y
unionistas, pero ni Narváez ni O’Donnell fueron capaces de solucionar los problemas de
España.
• Crisis económica, típicamente cíclica: crisis bursátil (quiebra de compañías
ferroviarias), industrial (textil) y agraria.
• Crisis política, descrédito de la Corona, sostenida únicamente por los
moderados. Progresistas, demócratas y republicanos no participaban en la vida
parlamentaria. Narváez recurrió a la represión, empleando métodos dictatoriales.
• Crisis social: revueltas campesinas, huelgas y protestas estudiantiles,
(expulsión de Castelar y Sanz del Río, noche de San Daniel)5.
• Pronunciamientos: En 1866 Prim se sublevó en Villarejo de Salvanés. El golpe
fracasó, pero Prim se convirtió en el referente del progresismo y sucesor de Espartero.
En junio se rebelaron los sargentos de artillería del cuartel de San Gil. La represión
acabó con el prestigio de O’Donnell y facilitó el acuerdo entre demócratas y
progresistas.
En agosto de 1866 demócratas y progresistas alcanzaban un acuerdo conocido como
Pacto de Ostende, por el que se comprometían al derrocamiento de Isabel II y a la
convocatoria de una asamblea constituyente, elegida por sufragio universal
masculino, que decidiría sobre la forma de gobierno, monárquica o republicana. Muerto
O’Donnell, los unionistas, con el general Serrano, se unieron en 1867 al pacto, con la
condición de respetar la monarquía. En abril de 1868 moría Narváez y la reina perdía
su último soporte. En septiembre el almirante Topete se sublevaba en Cádiz,
apoyado por Prim y Serrano. La revuelta se extendió por todo el país y se formaron
Juntas. Las tropas gubernamentales fueron derrotadas en el Puente de Alcolea y la
reina huyó a Francia. Rápidamente se constituyó un gobierno provisional presidido
por Serrano y formado por progresistas, unionistas y demócratas, para controlar a
las Juntas y organizar el nuevo régimen.

5
En octubre de 1864 se prohibió la difusión desde las cátedras de ideas contrarias a la religión católica, la monarquía
hereditaria y la Constitución vigente. Los krausistas: Sanz del Río, Salmerón, Canalejas o Castelar, catedráticos de talante
liberal y anti dogmáticos, rechazaron la circular por considerar que atentaba contra la libertad de cátedra. En primavera la
decisión del gobierno de vender parte del Patrimonio nacional para cubrir el déficit y resarcir a la Reina con el 25% de las
ventas, fue contestada por Castelar con un durísimo artículo (El Rasgo), en el que denunciaba la ilegalidad de las
compensaciones a la Corona y la irregularidad de las ventas. El gobierno decidió expedientar a Castelar y retirarle de su
cátedra. El Rector se opuso a la expulsión y presentó su dimisión en solidaridad con Castelar. En la noche del 10 de abril
de 1865, San Daniel, varios miles de estudiantes que apoyaban a los profesores expulsados se enfrentaron a las fuerzas del
orden, con el resultado de varios muertos. Las protestas por la matanza de la noche de San Daniel se generalizaron. La
reina cesó a Narváez y volvió a llamar a O'Donnell.

16
6.2 El reinado de Isabel II (1833-1868): las desamortizaciones de Mendizábal y
Madoz. De la sociedad estamental a sociedad de clases
I. Las desamortizaciones
1. Antecedentes: El problema agrario
En el siglo XIX la agricultura seguía siendo el elemento fundamental de la economía
española, dos tercios de la población activa dependían del sector primario, un porcentaje muy
superior al de Inglaterra (25% población activa en 1870) y Francia (49%). Por eso la
modernización y el incremento de la producción agraria eran indispensables. Sin embargo,
excepto en determinadas regiones periféricas no se produjo ninguna de las dos. La razón
fundamental de la ausencia de reformas era la mala distribución de la propiedad de la tierra.
El problema de la tierra en España se remontaba al sistema de repartimientos durante el
proceso repoblador en el siglo XIII. Los grandes propietarios, nobleza e Iglesia, controlaban
gran parte de la tierra mientras la mayoría de los campesinos no tenían acceso a la propiedad
de la tierra. Este era el llamado problema agrario, esbozado por los ilustrados reformistas
del XVIII. Ya en el reinado de Carlos III, Campomanes y Jovellanos criticaron las grandes
propiedades amortizadas (eclesiásticas, vinculadas de la nobleza o comunales de los
ayuntamientos), considerándolas causa principal del estancamiento agrario, llegando a
proponer su eliminación para permitir el desarrollo de una agricultura moderna. Los
campesinos, sin acceso a la propiedad de la tierra, no podían invertir en la modernización de
la agricultura y nobleza y clero, que disponían de mano de obra abundante y barata, solo
estaban interesados en la obtención de rentas. Sin una agricultura moderna no era posible el
crecimiento económico del país, por eso coincidían el interés de los campesinos por acceder
a la propiedad de la tierra con el interés del país.

2. La reforma agraria liberal


Los primeros liberales del siglo XIX imitaron la actuación francesa respecto de las
propiedades de la Iglesia, los municipios, los bienes reales y la nobleza. A grandes rasgos, la
nacionalización de los bienes de la Iglesia Católica (bienes eclesiásticos), de los municipios
(bienes de propios y comunes) y algunos de la Corona (baldíos reales), para ser vendidos en
pública subasta. El objetivo era el saneamiento de la Hacienda para amortizar deuda pública
y la modernización de la agricultura. Frente al tipo de propiedad característica del Antiguo
Régimen, vinculada a instituciones (nobleza, mayorazgos), al clero (manos muertas) o a
ayuntamientos (bienes de propios y comunes), proponía un régimen de propiedad privada
capitalista (la tierra podía ser vendida y dividida dentro de las reglas del libre mercado). En
España este proceso de “reforma agraria liberal” se produjo de tres formas:

• Disolución del régimen señorial.


• Desvinculación de mayorazgos.
• Desamortizaciones.
a. Disolución del régimen señorial
Se impulsó con gobiernos liberales (Cortes de Cádiz y Trienio Liberal) y se detuvo con la
reacción absolutista (Sexenio y Década Ominosa). Supuso la alianza de la nueva burguesía

1
liberal y la nobleza terrateniente; pacto desde arriba entre grupos que fueron la base de la
monarquía isabelina. La nobleza conservó sus propiedades y los antiguos derechos señoriales
y rentas en especie se transformaron en rentas en metálico revisables anualmente. Muchos
campesinos, incapaces de hacer frente a los arrendamientos en metálico, fueron expulsados
de sus tierras. Los pleitos por el pago de tributos fueron fallados a favor de la nobleza
terrateniente y, además, la Ley de 1837, establecía que los litigios debían resolverse por una
vía judicial que siempre favorecía a la vieja nobleza.
b. Desvinculación de mayorazgos
Fue aprobada en 1820 y restablecida en 1836. Los mayorazgos, patronatos y vinculaciones
fueron abolidos. Para la nobleza terrateniente significaba libertad para vender sus tierras;
algunos se enriquecieron y otros se arruinaron después de saldar deudas, pero,
invariablemente los campesinos acabaron sometidos al pago de nuevas rentas en metálico o
expulsados.
c. Desamortización
Fue el proceso más importante de la “reforma agraria liberal”, pero en España este proceso
fue discontinuo e interrumpido. Se inició en 1798 y se prolongó durante un siglo por los frenos
impuestos por la reacción política. De ahí, que puedan distinguirse tres grandes etapas de la
legislación desamortizadora:
Las primeras desamortizaciones
La primera desamortización parcial, durante el gobierno de Godoy, pretendía reducir la
deuda de la Hacienda estatal tras el colapso del comercio americano y el aumento de los
gastos por las guerras con la Convención e Inglaterra. En 1798 el gobierno declaró en venta
los bienes de algunas instituciones benéficas eclesiásticas y destinó los fondos obtenidos a la
amortización de la deuda e indemnización de la Iglesia con el 3% anual del producto de las
ventas. Entre 1798 y 1805 se enajenó la sexta parte del patrimonio de la Iglesia, pero las
cantidades obtenidas acabaron financiando nuevas campañas militares. Como resultado, en
1808 la deuda se había multiplicado, mientras que se había eliminado la asistencia social a
enfermos, ancianos y marginados sociales, hasta entonces sostenida con las rentas de las
propiedades eclesiásticas, endureciendo las ya difíciles condiciones de vida de esos colectivos.
La segunda desamortización llegó con la Constitución de 1812 y la obra legislativa
de las Cortes de Cádiz, (Decreto de 13 de septiembre de 1813, primera norma legal general
desamortizadora del siglo XIX) que pretendía modificar la estructura de la propiedad,
proporcionando tierras a los campesinos, y también obtener recursos para paliar la deuda de
la Hacienda pública. Nacionalizó y puso a la venta las propiedades de los afrancesados, los
bienes de los Jesuitas, Órdenes Militares, conventos y monasterios afectados por la guerra, el
patrimonio real y la mitad de los baldíos y realengos. Medidas anuladas en 1814.
La tercera desamortización se inició en 1820, con el Trienio, (Decreto de 27 de
septiembre de 1820), que suprimía las vinculaciones y los mayorazgos. Afectó a bienes
muebles e inmuebles eclesiásticos (no dedicados al culto: escuelas y hospitales, conventos y
monasterios de algunas comunidades, tierras, casas, objetos de culto, obras de arte y
documentación) y estatales, (oficinas, tribunales, cuarteles, hospitales, centros de

2
enseñanza...). De nuevo en 1824 estas medidas fueron anuladas, reintegrándose las
propiedades sin devolución de los precios pagados ni indemnizaciones.
La desamortización Mendizábal: el clero regular
Durante el reinado de Isabel II se liquidó definitivamente el régimen feudal. Sin embargo, su
abolición no significó una revolución social como en Francia cuando en agosto de 1789 el
gobierno entregó a los campesinos parte de las tierras de nobleza y clero.
En febrero de 1836 el gobierno progresista, a instancias de Mendizábal, confiscaba y ponía
en venta todos los bienes de las órdenes religiosas suprimidas (Inquisición, Jesuitas,
monasterios y colegios del clero regular y Órdenes Militares). En 1837 la medida se extendía
al clero secular, se abolían los diezmos y se ordenaba la devolución de los bienes
desamortizados durante el Trienio a sus compradores.
La desvinculación de los mayorazgos y la abolición del régimen señorial que restablecía la
legislación de 1820 se decretó en agosto de 1836. No provocó expropiaciones, la nobleza
conservó sus propiedades, pero ahora con libertad para venderlas.
En el verano de 1837 la Corona, hasta entonces reacia a apoyar una ley que consideraba impía
y necesitada del apoyo de los liberales para consolidar el régimen frente al pretendiente
carlista, permitió al gobierno progresista iniciar la abolición de los señoríos y la
desamortización eclesiástica, aunque la que afectaba al clero secular no se ejecutó hasta 1841.
En resumen, los liberales progresistas modificaron la legislación anterior regulando
definitivamente la liquidación del señorío, el mayorazgo y las manos muertas, así como la
supresión de aduanas interiores y diezmos, reconociendo además los derechos de libre
producción y distribución.
Objetivos:
1. Recaudar fondos para la guerra del Norte.
2. Amortizar parcialmente la deuda estatal, recuperando la credibilidad internacional del
Estado.
3. Conseguir el acceso a la propiedad de amplios sectores del campesinado, que mejorarían
la producción.
4. Crear un sector social de nuevos propietarios (no pensaban precisamente en los
campesinos), vinculados al régimen y al bando cristino.
5. Eliminar definitivamente las bases económicas de la Iglesia, bastión reaccionario.
La desamortización de Espartero: clero secular
Las ventas de tierras desamortizadas se aceleraron en 1838 y, sobre todo, desde 1840, con la
victoria cristina en el norte. Además, desde agosto de 1841, bajo la regencia de Espartero, se
desamortizaron también los bienes del clero secular. Con la vuelta de los moderados en 1844,
se suspendieron las subastas, aunque el gobierno Narváez garantizó las ventas realizadas. En
total se desamortizaron el 62% de las propiedades de la Iglesia.
Resultado: En teoría, como había lotes de todos los tamaños, debían ser asequibles para el
pequeño campesinado, pero en la práctica las comisiones municipales manipularon los lotes
y los hicieron inasequibles para los campesinos. Solo los que tenían liquidez suficiente y

3
podían controlar fácilmente las subastas acapararon las compras. La compra de propiedades
desamortizadas era un excelente negocio: sólo se abonaba el 20% al contado, el resto se
pagaba aplazado, y se admitían para el pago los títulos de deuda por su valor nominal. Como
estaban muy devaluados en el mercado, adquirirlos en bolsa y pagar con ellos era una ganga
para el comprador. Mendizábal pudo elegir una desamortización más rentable para las arcas
estatales o aprovechar la ocasión para repartir la tierra entre los campesinos, iniciando así un
proceso de reforma agraria. Pero el ministro no buscaba ni un reparto de las tierras ni una
reforma agraria, sino beneficiar a la élite financiera y comercial (élites extractivas)
incluido él mismo, con la adquisición de bienes inmuebles.
En 1844 los gobiernos moderados suspendieron la desamortización, determinando la
devolución a la Iglesia de los bienes que todavía no habían sido vendidos (43% del total). Por
el Concordato de 1851 la Iglesia recobraba el derecho de adquirir bienes inmuebles y
recuperar antiguos bienes de su propiedad todavía sin vender.
La desamortización Madoz: bienes de propios y comunes
En 1854 los progresistas reanudaron el proceso de desamortización. En mayo de 1855, el
ministro de Hacienda, Pascual Madoz, declaraba en venta los bienes civiles y eclesiásticos de
manos muertas y los bienes de propios y baldíos reales. Esta vez los objetivos fueron, además
de conseguir recursos para la Hacienda y crear una clase de propietarios afines al régimen,
obtener fondos para el desarrollo de infraestructuras (ferrocarril). Fueron subastadas y
vendidas propiedades rurales y urbanas, tierras sujetas a distintos regímenes de
arrendamientos del clero, Estado y, sobre todo, municipios y otras instituciones civiles.
El volumen de ventas duplicó al de la desamortización de Mendizábal y se desarrolló hasta
1895, aunque desde 1856 poco quedaba por vender, provocando un intenso proceso de
transformación de propiedades amortizadas en propiedades libres y circulantes. Esta vez sólo
se admitió el pago en efectivo.
En conjunto, sumando ambos procesos de desamortización, entre 1836 y 1856 se transfirió
la propiedad de 10 millones de hectáreas, el 20% de la superficie nacional. En adelante, el
Estado ya no dispondrá de propiedades para vender y menos para iniciar una reforma agraria.
Consecuencias:
1. Apenas afectó a la estructura de la propiedad de la tierra. Todo lo contrario, contribuyó a
reforzar la concentración de la propiedad con una nueva generación de propietarios.
Acentuó el latifundismo en Andalucía y Extremadura y el minifundismo en el Norte. Las
tierras y las fincas urbanas fueron a parar a los antiguos terratenientes locales, a nuevos
inversores de la burguesía financiera, industrial o profesional (sobre todo abogados), a
especuladores e intermediarios, que traficaron con las tierras o con los títulos de deuda
que suministraban a los compradores. Así se explica el desinterés de los liberales,
progresistas o moderados, por el problema agrario y la ausencia de cualquier medida
orientada hacia una reforma agraria.

2. La nobleza, por lo general, no participó en la compra de grandes propiedades, pero


consolidó su patrimonio y permutó los abolidos derechos señoriales por la plena propiedad
y las rentas derivadas de ella. Reconvirtió sus posesiones de tipo feudal en propiedades

4
privadas, no perdiendo su base económica, la gran propiedad, ni por tanto su influencia
social.

3. Los que desde luego no compraron fueron los campesinos no propietarios: o no recibían
información de las subastas, o no sabían pujar, o no tenían dinero para hacerlo. Cuando lo
intentaron encontraron lotes demasiado grandes, pujas muy elevadas o subastas
amañadas por los potentados locales, en connivencia con quienes presidían las subastas.
La propiedad del suelo no se democratizó, desaprovechando la oportunidad de oro para
modernizar la estructura de la propiedad en España y, de paso, la polarizada estructura
social.

4. En las ciudades ocurrió lo mismo. Como la mayoría de los inmuebles subastados se


encontraban en el centro urbano, la desamortización contribuyó a un urbanismo
discriminador. La alta burguesía acaparó los mejores edificios del centro, excluyendo a las
clases medias, confinadas en las viejas viviendas, y dejando para los obreros los arrabales
de la periferia. Después, con la revalorización del centro por la llegada de nuevos
inmigrantes, se construyeron estos espacios, demoliendo los antiguos centros históricos,
surgiendo así la ciudad bloque compacta.

5. No resolvió el problema de la deuda, pero sí contribuyó a atenuarlo. Desde entonces


tributaron todas esas propiedades hasta ahora exentas, aumentando así los ingresos de la
Hacienda. Con la desamortización de 1855 y el desarrollo económico, disminuiría
drásticamente la deuda estatal, aunque siempre permaneció una parte consolidada hasta
el siglo XX.

6. La desamortización no contribuyó a modernizar las formas de explotación ni a aumentar


la productividad agraria. Los nuevos propietarios, en general burguesía urbana, se
identificaron con la antigua aristocracia terrateniente y se convirtieron en propietarios
absentistas, sin mentalidad capitalista, ajenos a los problemas agrarios, no emprendieron
mejoras, se limitaron a cobrar las rentas y a su incremento, sustituyendo el pago de los
derechos señoriales y diezmos por nuevos contratos de arrendamiento al alza. Sí aumentó
la producción porque se pusieron nuevas tierras en cultivo, pero las nuevas tierras eran
marginales, de baja calidad, contribuyendo al descenso de la productividad media.

7. La inversión en bienes inmuebles desamortizados detrajo capitales que hubiesen podido


ayudar al desarrollo de la anémica industria nacional

8. Culminó el grave proceso de deforestación, pese a las prohibiciones: un enorme desastre


ecológico que afectó al 20% de la superficie arbolada del país, sobre todo la de propios y
comunes.

9. Los grandes perjudicados fueron los campesinos, la Iglesia y los municipios:

5
• Los campesinos pasaron de ser usuarios de bienes comunales o tierras de baja renta a
pagar rentas más elevadas para su cultivo o directamente expulsados, dentro de una
relación económica propia de la mentalidad capitalista (propietario-arrendatario-
jornalero).

• Desmantelamiento de las propiedades de la Iglesia y de sus fuentes de riqueza, el diezmo


había sido suprimido en 1837 (en 1845 se establecería una Contribución de culto y clero).
La Iglesia perdió gran parte de su patrimonio inmobiliario, artístico y documental. La
desamortización supuso la destrucción y deterioro de edificios históricos y obras de arte
de la Iglesia y un verdadero desastre para la conservación del incalculable patrimonio
artístico que todavía conservaba, y que hasta entonces se mantenía con las rentas
procedentes de los bienes desamortizados. En lo sucesivo, la falta de fondos y la venta
generalizada de edificios coadyuvó el abandono y la ruina de gran parte de ellos y también
de las instituciones benéficas que mantenía (para variar también afectó a las clases
populares).

• Los municipios perdieron su principal fuente de ingresos, al privatizar los bienes de


propios, baldíos y comunales y no pudieron sostener algunos servicios (educativos y
sanitarios).

Todo ello explica el apoyo mundo rural y campesino a la causa carlista (prometía la vuelta al
Antiguo Régimen y la anulación de las desamortizaciones), mientras las desamortizaciones
eran vistas como el instrumento de los liberales, identificados como los ricos y poderosos.
Esto provocó una frustración profunda entre el campesinado de amplias zonas del país por la
imposibilidad de acceder a la propiedad de la tierra, incrementando la conflictividad social y
su desapego respecto del régimen liberal.

II. De la sociedad estamental a sociedad de clases


Evolución demográfica
Desde 1800 a 1870 la población española creció desde 10 hasta 16 millones de
habitantes. Fue un crecimiento moderado (mantenimiento de altas tasas de
mortalidad, descenso las tasas de natalidad) pero sostenido en el tiempo, con altibajos.
Ese crecimiento obedece al desarrollo económico (aumento de la producción agraria e
industrialización) y, desde 1840, al fin de la guerra carlista, pero era más reducido que la
media europea, porque España todavía se encontraba en el ciclo demográfico antiguo debido
al mantenimiento de tasas de mortalidad altas (27% en 1850) por:

• Las sucesivas guerras en el primer tercio del siglo.


• La incidencia de las epidemias infecciosas (cólera sobre todo, 1833-35, 1854-55,
1865-66 y 1885, tuberculosis, gripe o sarampión, enfermedades del
hacinamiento, la falta de higiene y la pobreza).

6
• Las crisis agrarias cíclicas, (1817, 1823-1825, 1837, 1847, 1856-1857, 1867-1868). Sin
reforma agraria ni aumento sustancial de la producción no había manera de paliar sus
efectos.
La nueva organización social
En 1865 España todavía era un país rural, el 80% de la población vivía en núcleos rurales, el
65% trabajaba en el sector primario, solo el 15% en el sector industrial (50% en Inglaterra), y
el 20% en el sector terciario (desarrollo servicio doméstico). A pesar del evidente atraso
económico, durante el reinado de Isabel II se produjo el tránsito de una sociedad estamental
(Antiguo Régimen) a una sociedad clasista propia del régimen liberal1:
1. Las clases dirigentes
Estaban formadas por la vieja aristocracia, las altas jerarquías del clero, del Ejército
y de la Administración y la alta burguesía.
La nobleza perdió sus privilegios, pero no sus propiedades, incluso incrementó su
patrimonio con la adquisición de nuevas propiedades procedentes de los bienes
desamortizados, aunque muchos títulos también sufrieron graves reducciones en su
patrimonio por los efectos de la desvinculación y la libertad de venta de sus propiedades.
Mantuvo su influencia en la Corte y en el Senado (por derecho) y su presencia en el ejército,
que sirvió para el ennoblecimiento de muchos generales (Narváez, Espartero, Serrano, Prim,
O’Donnell).
La alta burguesía estaba compuesta por:

• La burguesía terrateniente y rentista que se formó gracias a la desamortización.


Vivían en las ciudades y apoyaban la política de los moderados, favorable al
proteccionismo. No invirtieron sus ganancias en mejorar la producción agraria, sino en
operaciones especulativas, la adquisición de deuda pública y una vida de lujo similar a la
de la aristocracia.
• Los grandes comerciantes, (armadores, transportistas, exportadores y negociantes).
Un puñado de familias poderosas, sobre todo en las ciudades costeras.
• La burguesía financiera, especialmente importante e influyente a partir de 1856,
(grandes financieros, banqueros y prestamistas).
• Algunos miembros de la burguesía profesional, (abogados, médicos, funcionarios de
alto rango, altos mandos del ejército y dirigentes políticos).

1
La sociedad estamental del Antiguo Régimen se caracterizaba por:
• Desigualdad ante la ley. Nobleza y clero tenían privilegios jurídicos (leyes y tribunales propios), económicos (no
pagaban impuestos directos, la Iglesia incluso recaudaba un impuesto propio, el diezmo) y políticos (monopolizaban
los cargos públicos).
• Grupos sociales cerrados por nacimiento. No había movilidad social, era imposible pasar del estamento no privilegiado
al privilegiado (excepto al bajo clero que compartía la situación de miseria con los campesinos).

La sociedad de clases propia del régimen liberal por el contrario se caracteriza por:
• Igualdad ante la ley. Todos los ciudadanos tenían los mismos derechos. Sólo se diferenciaban por la riqueza.
• Sociedad abierta. El lugar que ocupa el individuo no depende sólo de su nacimiento, también de su capacidad y trabajo
(sociedad meritocrática).

7
• Los grandes industriales, favorables a una política proteccionista -sobre todo los
industriales catalanes del sector textil-, y también defensores de los fundamentos del
régimen (sufragio censitario, derechos colectivos proscritos, legislación laboral favorable
a los patronos, orden público).
La vieja nobleza pactó con las nuevas élites procedentes de la burguesía: familias nobles
endeudadas sanearon su patrimonio gracias a matrimonios concertados con miembros de la
alta burguesía. Los rasgos característicos de la vida nobiliaria (propiedades, linaje familiar,
modo de vida propio de un rentista) se unieron a los de la alta burguesía, que representaba el
dinero y el éxito económico. La vieja aristocracia se mostró permeable a la nueva nobleza,
compuesta por la élite militar (los oficiales del ejército), política y económica, muchos de
cuyos miembros consiguieron títulos nobiliarios concedidos por los monarcas. Se produjo un
aburguesamiento de la nobleza y un ennoblecimiento de la alta burguesía. Los nobles
adoptaron el tren de vida burgués y los burgueses el ideal nobiliario.
En conjunto, la clase dirigente acaparaba totalmente el poder durante el reinado
de Isabel II: Gobierno, Congreso y Senado, magistraturas judiciales, altos cargos de la
Administración, generalato, jerarquía eclesiástica, gobiernos civiles y militares, grandes
alcaldías… y a través de enlaces con familias de menor rango, que controlaban mediante
relaciones de clientela, dominaban todos los resortes de la vida local: ayuntamientos,
diputaciones, delegaciones del gobierno, tribunales... Sus intereses les identificaban
totalmente con el mantenimiento del régimen de Isabel II, por eso evitaron la
democratización del régimen, abortaron cualquier intento revolucionario y procuraron
mantener en la población una mentalidad religiosa y tradicionalista enemiga de los cambios.
Acceder a estos grupos desde capas sociales inferiores era casi imposible, y los pocos que lo
conseguían aceptaban sus reglas de juego y su posición oligárquica2.
2. Las clases medias
Las clases medias constituían un conjunto bastante heterogéneo difícil de
delimitar. Incluían a los pequeños propietarios rurales, los campesinos
acomodados poseedores de su propia tierra, los mandos intermedios del Ejército, los
funcionarios, los profesionales liberales de menor nivel (médicos, abogados,
profesores), los pequeños comerciantes y empresarios, los propietarios de talleres.
Era un grupo menos numeroso que en los países europeos desarrollados, en torno al 5-10%
de la población; su mayor aspiración era ascender en la pirámide social mediante la obtención
de propiedades inmuebles e imitar el ideal de vida de las clases altas, con las que trataban de

2
Constituían un grupo reducido en todas las ciudades, unas pocas docenas de familias, algunos cientos en Madrid,
Barcelona, Sevilla, Valencia o Bilbao. Su nivel de vida era altísimo: gasto y ostentación, monopolio de los lugares de
privilegio en los espectáculos públicos (palcos en la ópera, hipódromo o el teatro) y en las ceremonias locales. Vivían en
las zonas céntricas y más caras, en mansiones imponentes, rodeados de legiones de criados. La endogamia, heredada del
antiguo ideal nobiliario, hacía que pactaran matrimonios de conveniencia dentro de su ambiente social, tratando de evitar
que ningún plebeyo accediese a sus círculos. Para los hijos varones la meta eran los estudios universitarios, completados
con viajes por Europa y después el ejercicio de cargos de responsabilidad en el ejército, la administración, la política o sus
empresas. Para las mujeres, un matrimonio de postín. Hacia el exterior una moral victoriana impoluta, de misas y
beneficencia. En privado eran normales las amantes y vicios menores, pero solo para los varones. Las mujeres estaban
sujetas a una moral mucho más estricta y no gozaban de libertad de movimientos ni de opinión. El honor, en su sentido
más tradicional, era aún el valor más apreciado, y no sólo entre la aristocracia y la alta burguesía; los duelos seguían siendo
corrientes pese a que estaban formalmente prohibidos.

8
relacionarse mediante lazos clientelares. Su forma de vida y sus costumbres eran muy
diferentes de las de los trabajadores manuales. Controlaban en gran parte la Administración
pública, el ejército, la enseñanza, la cultura, el comercio minorista, las manufacturas de taller
y el clero. Existía cierta conciencia de grupo, por la posesión del derecho de voto (según la
constitución vigente), el control de la prensa, la opinión y la vida social en sociedades como
Casinos, Uniones Mercantiles...
Su ideología era muy conservadora, contraria a los cambios, siempre con miedo a caer
en la proletarización (perder su medio de vida) y perder su estatus (admiración a la nobleza,
terror al proletariado). Defendían el carácter sagrado de la propiedad y el orden (miedo a la
revolución popular); tenían terror al proletariado y las clases populares, de ahí su apoyo a
cualquier gobierno fuerte y a la monarquía (propiedad y orden), lo contrario era el caos. Para
ellos la riqueza era sinónimo de talento, la pobreza de estupidez. Aunque la mayoría no tenía
derecho al voto, por la escasa contribución que pagaban, todos los partidos (moderado,
progresista) trataban de obtener su apoyo para reprimir las protestas populares (el orden,
como siempre). Algunos de sus miembros con educación superior, intelectuales aislados,
escritores, profesores de universidad y profesionales, advirtieron la incapacidad del sistema
para adaptarse a los cambios y organizaron la oposición del partido demócrata y republicano.
Cuando estos sectores dejaron de apoyar a Isabel II, en 1868, cayó la monarquía.
3. Las clases populares
El campesinado era el grupo social más numeroso del país, el 80% de la población.
La sociedad agraria seguía siendo muy tradicional, con una mentalidad conservadora e
impregnada de religiosidad, sobre todo en el Norte y en Castilla. Aldeas y pueblos apenas
tenían comunicación con el exterior: no llegaba prensa, tampoco el correo, y la mayoría de
los campesinos eran analfabetos. Las autoridades locales ejercían un control caciquil
absoluto. La Iglesia mantenía a los campesinos apaciguados a través del púlpito y del
confesionario. Sólo las malas cosechas y el hambre provocaban disturbios y protestas
rápidamente reprimidas por la Guardia Civil.
Aunque la extinción de los señoríos y la abolición de los diezmos suavizaron las condiciones
de vida del campesino, sus condiciones de vida no mejoraron, seguían sometidos a las crisis
cíclicas, una elevada presión fiscal, alimentación inadecuada y sufrieron los efectos de las
desamortizaciones. Los nuevos propietarios expulsaron a los antiguos colonos de sus
tierras, que se convirtieron en simples jornaleros (75% del total), sobre todo en Andalucía y
Extremadura. En Castilla, donde predominaban los arrendatarios, los nuevos terratenientes
elevaron las rentas. La desamortización de Madoz, al vender las propiedades comunales,
terminó de hundir la economía de los campesinos (ya no podían recurrir a las tierras
comunales). Esta situación estimuló la emigración transoceánica y el transvase del
campo a la ciudad y de las comarcas agrícolas del sur a las industriales del norte.
Los gobiernos isabelinos frustraron las esperanzas y el apoyo del campesinado
a la revolución liberal. Los liberales no sólo no realizaron una reforma agraria,
sino que reforzaron la estructura de la propiedad de la tierra (polarizada en muy
pocas manos), aumentaron el poder de los terratenientes y defendieron sus
intereses. En casi todos los procesos judiciales entablados contra la conversión de los

9
señoríos jurisdiccionales de los antiguos señores en propiedades libres, la justicia dio la razón
a éstos, desposeyendo a los colonos de sus derechos. Sin embargo, los campesinos siguieron
creyendo en el mensaje progresista, y apoyaron al partido en el pronunciamiento de 1854 y
en la revolución de 1868. Cuando comprobaron la indiferencia de demócratas y republicanos
frente al problema campesino, se desengañaron definitivamente y muchos de ellos siguieron
las ideas anarquistas.
Los artesanos seguían siendo un grupo social relativamente numeroso en las
pequeñas y medianas ciudades del interior, y sobre todo en los viejos oficios (albañiles,
zapateros, panaderos, sastres, carpinteros, herreros y tipógrafos) de difícil industrialización,
donde los gremios todavía eran importantes. Eran un grupo muy conservador, con miedo a
la proletarización, que además apoyaba a los caciques.
Los trabajadores de servicios eran un grupo en expansión. Con el crecimiento de las
ciudades y de la Administración, aumentó el número de funcionarios, empleados de oficinas
y de banca, dependientes de comercio, repartidores, transportistas y servicio doméstico3.
Todos ellos adoptaron generalmente la ideología conservadora de la clase dirigente a la que
servían, rechazando las ideas progresistas y defendiendo a ultranza el sistema político
vigente.
El proletariado, todavía era escaso y sin conciencia de clase por lo tardío de la
industrialización y su escasa difusión (Cataluña, Asturias, Vascongadas, regiones mineras).
Como en el resto de Europa, padeció las duras consecuencias de la primera fase de la
industrialización: emigrantes expulsados del campo por las desamortizaciones y el
crecimiento demográfico, con salarios de miseria que obligaban a trabajar a mujeres y niños;
jornadas extenuantes (12-14 horas); condiciones de trabajo extremas (disciplina militar);
explotación del trabajo infantil y femenino (salarios más reducidos); precariedad absoluta
(sin seguros de desempleo, enfermedad, jubilación); hacinamiento en viviendas insalubres y
barrios sin ningún tipo de servicios ni medidas higiénicas; embrutecimiento (promiscuidad,
alcoholismo); nuevas enfermedades (cólera, tifus, tuberculosis) y esperanza de vida reducida
(20 años).
Por supuesto, huelgas, asociacionismo y manifestaciones estaban tajantemente prohibidos.
Los partidos isabelinos carecían de conciencia social y consideraban a esta nueva clase como
infrahumana, por eso se decantaron por las opciones anarquistas. Durante esta etapa, las
formas de reacción fueron las típicas de la primera fase de la industrialización: ludismo,
violencia ciega…

3
Cerca del millón en todo el país, porque, además de la nobleza, las principales familias de la alta burguesía comenzaron
a rodearse de personal de servicio, por necesidad y por ostentación, como símbolo visible de una vida de lujo

10
6.3 El Sexenio Democrático (1868-1874): la constitución de 1869. Evolución
política: gobierno provisional, reinado de Amadeo de Saboya y Primera
República

Introducción
El sexenio revolucionario comprende desde 1868 hasta el reinado de Alfonso XII.
Un periodo muy convulso de la Historia de España, en el que triunfaron los principios
del liberalismo radical y democrático (soberanía nacional y sufragio universal),
intentando superar el liberalismo doctrinario del moderantismo dominante durante todo el
reinado de Isabel II. Sin embargo, durante el Sexenio no se logró crear un sistema
político estable capaz de solucionar los problemas del país: se pasó de un gobierno
provisional a la regencia de Serrano–Prim; de ésta a la monarquía de Amadeo de
Saboya –que sólo duró dos años– y, después, a la I República, finalizada con el golpe de
estado del general Pavía, que preparó el camino a la Restauración de Alfonso XII.
El Sexenio coincidió con varios acontecimientos que cambiaron el mapa europeo.
Italia culminó su proceso de unificación, estalló la guerra franco-prusiana y, con la
victoria prusiana, surgió un nuevo imperio centroeuropeo, el Reich alemán. El
movimiento obrero, organizado en torno a la Asociación Internacional de
Trabajadores, adquirió auténtica fuerza, pero también se escindió entre socialistas y
anarquistas. El estallido en París de la insurrección revolucionaria de la Comuna, en
marzo de 1871, provocó una durísima reacción (20000 ejecuciones), y el
desencadenamiento en toda Europa de una oleada represiva contra los
movimientos sociales. Todos estos fenómenos tuvieron una relación directa con los
acontecimientos políticos y sociales que se desarrollaron en España.

1. Revolución de 1868
La Revolución de septiembre de 1868 no fue un movimiento popular, sino un
pronunciamiento, la culminación del pacto, exclusivamente político, entre
demócratas y progresistas. La participación popular fue posterior, en un contexto
de crisis económica, gracias a la acción de los intelectuales y de la prensa en los
núcleos urbanos, y sus demandas sociales y económicas no coincidían con las de
los grupos políticos (en el campo el descontento tenía que ver con los efectos de las
desamortizaciones y con la mala distribución de la tierra, en las ciudades con el
aumento del desempleo consecuencia de la crisis del 66).
1.1. Causas
• La división entre la élite moderada: los inmovilistas, incapaces de adaptarse a los
cambios provocados por el crecimiento económico de la década de los 50 y la facción más
avanzada de la Unión Liberal.
• Crisis económica, típicamente cíclica, una crisis bursátil (quiebra de compañías
ferroviarias), industrial (textil) y agraria.
• Crisis política, descrédito de la Corona (corrupción, descrédito de la camarilla,
escándalos de la reina), sostenida únicamente por los moderados. Progresistas,
demócratas y republicanos no participaban en la vida parlamentaria. Narváez
recurrió a la represión, empleando métodos dictatoriales.
1
• Crisis social: aumento del desempleo obreros industriales, revueltas
campesinas, huelgas y protestas estudiantiles, (expulsión de Castelar y Sanz del
Río, noche de San Daniel)1.
• Pronunciamientos: En 1866 Prim se sublevó en Villarejo de Salvanés. El golpe
fracasó, pero Prim se convirtió en el referente del progresismo y sucesor de
Espartero. En junio se rebelaron los sargentos de artillería del cuartel de San Gil.
La represión acabó con el prestigio de O’Donnell y facilitó el acuerdo entre
demócratas y progresistas.
1.2. Revolución, la Gloriosa
Después de 25 años de reinado apoyándose en los moderados, la reina carecía de apoyos.
En agosto de 1866 demócratas y progresistas alcanzaban un acuerdo conocido como
el Pacto de Ostende, por el que se comprometían al derrocamiento de Isabel II y a la
convocatoria de una asamblea constituyente, elegida por sufragio universal
masculino, que decidiría sobre la forma de gobierno, monárquica o republicana. Muerto
O’Donnell, el endurecimiento de las medidas represivas del gobierno González Bravo,
empujó a los unionistas del general Serrano a unirse al pacto en 1867, con la condición
del respeto por la forma monárquica. En abril de 1868 moría Narváez y la reina perdía su
último soporte. En septiembre el almirante Topete se sublevaba en Cádiz, apoyado
por Prim y Serrano, que emitieron un manifiesto (¡Viva España con honra, abajo los
Borbones!), llamando a la insurrección y a la organización de Juntas de gobierno. La
revuelta se extendió por todo el país, las tropas gubernamentales fueron derrotadas en
el Puente de Alcolea y la reina huyó a Francia.
Tras la huida de Isabel II se formó un Gobierno provisional de coalición (unionistas,
progresistas y demócratas), presidido por Serrano. Su primera medida fue disolver
las Juntas y los voluntarios de la libertad y nombrar nuevos ayuntamientos para
asegurarse el control político. Los demócratas, ahora convertidos en
republicanos, se opusieron y fueron excluidos del gobierno. A cambio, se
convocaron elecciones a Cortes Constituyentes. En resumen, se trató de una doble
Revolución:
• Moderada: el pronunciamiento de los progresistas que pretendía la expulsión de la
reina (triunfante).
• Radical, la de los demócratas-republicanos y las masas populares (perdedora,
fueron excluidos del gobierno), defendía el sufragio universal (un hombre, un voto), una
amplia declaración de derechos humanos, reformas sociales y anticlericalismo.

1
En octubre de 1864 se prohibió la difusión desde las cátedras de ideas contrarias a la religión católica, la monarquía
hereditaria y la Constitución vigente. Los krausistas: Sanz del Río, Salmerón, Canalejas o Castelar, catedráticos de talante
liberal y anti dogmáticos, rechazaron la circular por considerar que atentaba contra la libertad de cátedra. En primavera la
decisión del gobierno de vender parte del Patrimonio nacional para cubrir el déficit y resarcir a la Reina con el 25% de las
ventas, fue contestada por Castelar con un durísimo artículo (El Rasgo), en el que denunciaba la ilegalidad de las
compensaciones a la Corona y la irregularidad de las ventas. El gobierno decidió expedientar a Castelar y retirarle de su
cátedra. El Rector se opuso a la expulsión y presentó su dimisión en solidaridad con Castelar. En la noche del 10 de abril
de 1865, San Daniel, varios miles de estudiantes que apoyaban a los profesores expulsados se enfrentaron a las fuerzas del
orden, con el resultado de varios muertos. Las protestas por la matanza de la noche de San Daniel se generalizaron. La
reina cesó a Narváez y volvió a llamar a O'Donnell.

2
En realidad, la revolución de 1868 careció de contenido social o económico, tuvo un
carácter exclusivamente político porque el objetivo de progresistas, unionistas y
demócratas era el derrocamiento de Isabel II y el establecimiento de un régimen
democrático. Así que a las jornadas gloriosas de septiembre sucedió la desilusión de
octubre, que provocó el alejamiento de las masas populares.
1.3. Las elecciones constituyentes y la Constitución de 1869
a. Gobierno provisional
Se constituyó en octubre de 1868, presidido por Serrano (Prim, Sagasta, Topete), con
progresistas y unionistas, marginando a los demócratas. Las primeras medidas de
este gobierno fueron:
• Disolución de la Milicia Nacional (Voluntarios de la libertad).
• Rehabilitación de los profesores apartados de la universidad por motivos
políticos (Castelar, Salmerón o Giner de los Ríos).
• Libertad de imprenta, reunión y asociación.
• Sufragio universal masculino, mayores de 25 años.
• Libertad de cultos, expulsión de los jesuitas, extinción de todos los
conventos y derogación del fuero eclesiástico.
• Emancipación de los hijos de los esclavos en las colonias.
En las elecciones a Cortes Constituyentes resultaron cuatro grandes grupos:
• Derecha, incluía a carlistas e isabelinos. Los isabelinos (pronto alfonsinos) dirigidos
por Cánovas reclamaban la vuelta de los Borbones. Eran apoyados por la aristocracia,
y alta burguesía latifundista. Los Carlistas aceptaron por primera vez el juego
democrático y defendían la monarquía tradicional y el catolicismo.
• Centro, la mayoría (Prim, Sagasta, Olózaga, Ruiz Zorrilla, Ríos Rosas), es decir,
progresistas, unionistas y demócratas, los firmantes del Pacto de Ostende, con el
apoyo de la burguesía financiera e industrial, de las clases medias urbanas,
profesionales liberales y amplios sectores del ejército. Defendían una monarquía
parlamentaria, soberanía nacional y sufragio universal.
• Izquierda, los republicanos (Figueras y Castelar), partidarios de la República, la
democracia, ampliar las reformas sociales, la supresión de las quintas y la
abolición de la esclavitud, todavía vigente en Cuba. Sus principales apoyos estaban en
Madrid y la periferia costera.
b. La Constitución de 1869
El debate constitucional se centró en la monarquía y la cuestión religiosa.
• Carácter: la primera constitución democrática, inspirada en la constitución USA.
• Sufragio universal masculino para mayores de 25 años.
• Soberanía nacional, reside en las Cortes. División de poderes escrupulosa:
o Monarquía parlamentaria. El ejecutivo, el rey, convocaba y disolvía de las
Cortes, pero una sola vez por legislatura. El rey solo sancionaba o promulgaba las
leyes elaboradas por las Cortes. Pero, seguía nombrando a sus ministros y podía
demorar la sanción de las leyes.
o Cortes bicamerales, con amplias atribuciones:
▪ Congreso elegido por sufragio universal masculino.

3
▪Senado, cámara de representación provincial (4 senadores por provincia con
independencia de su población), elegible por sufragio universal indirecto de 2º
grado de entre los mayores contribuyentes y las altas jerarquías de la Iglesia,
ejército y administración. Era un modelo de Senado conservador para atemperar
al Congreso. Posibilidad de moción de censura al gobierno.
• Tribunales independientes, a través de un sistema de oposiciones que evitase los
nombramientos gubernamentales, institución del jurado.
• Declaración exhaustiva de derechos individuales: libertad de residencia, de culto,
de reunión y asociación (la primera vez que eran reconocidos), de expresión, inviolabilidad
del domicilio y la correspondencia, Habeas Corpus.
• Cuestión religiosa: no confesional, libertad de culto, tanto privado como público.
El estado asumía el mantenimiento del culto y clero católicos.
• Organización territorial centralista. Ayuntamientos y Diputaciones electivos.
Compromiso de regular la situación de las colonias de ultramar, que llegaba tarde:
la guerra había estallado en Cuba.
• Extensa: 112 artículos en 11 títulos.
En resumen, la Constitución de 1869 era la primera constitución democrática de
España y una de las primeras de Europa, sin embargo, los republicanos se opusieron
al principio monárquico, los católicos a la libertad religiosa, los librepensadores al
mantenimiento del culto. Demasiado avanzada para algunos y tímida para otros.
c. La Regencia de Serrano, Prim (1868-1869)
Aprobada la Constitución de 1869, Serrano fue nombrado regente y Prim presidente del
gobierno y ministro de la guerra, formando gobiernos de coalición, con
demócratas, progresistas y unionistas. Su gobierno aprobó la reforma del Código
Penal (más suave) y adoptó varias medidas económicas (Figuerola, su ministro de
Hacienda) para intentar sacar al país de la crisis (el arancel Figuerola, librecambista, la
Ley de Minas, desamortización del subsuelo, la reforma monetaria, la peseta).

2. El reinado de Amadeo I (1871-1873)


Aprobada la Constitución, el gobierno inició la búsqueda de un candidato al trono,
que debía aceptar la democracia y no ser un Borbón. Optaban al trono carlistas,
alfonsinos, el duque de Montpensier y Orleans, cuñado de Isabel II, y Espartero,
pero Prim prefirió escoger un candidato europeo. Los pretendientes fueron el
portugués Fernando de Coburgo y su hijo Luis I (reyes de Portugal); Leopoldo de
Hohenzollern, prusiano (vetado por Napoleón III y causa de la Guerra franco-prusiana
de 1870) y Amadeo de Saboya, hijo del rey Víctor Manuel II, nuevo rey de Italia. Este
último fue el candidato elegido por las Cortes.
Prim que había mantenido unida la débil coalición unionista-progresista-demócrata, murió
víctima de un atentado2 tres días antes de la llegada del nuevo rey. Su ausencia tuvo
graves repercusiones (se disolvió la coalición unionista-progresista-demócrata) y privó a

2
El atentado, nunca esclarecido, fue atribuido a radicales republicanos, a partidarios de Montpensier, a grupos extremistas
ligados a intereses coloniales (Prim había tenido contactos secretos con los insurrectos cubanos para terminar con la guerra
a cambio de abolir la esclavitud y otorgar representación política a la isla) e incluso al propio general Serrano.

4
Amadeo I de su principal soporte. Además, los sucesivos gobiernos tuvieron que
enfrentarse a los siguientes problemas:
• El propio carácter del Rey, introvertido, poco simpático, al que le costaba hablar el
idioma y que no supo ganarse apoyos en el país.
• La oposición de la aristocracia, que identificaba la monarquía de Amadeo con el
sistema democrático que amenazaba sus privilegios. La nobleza madrileña hizo el vacío a
Amadeo, se retiró de la Corte y le sometió a continuas humillaciones. Aristocracia,
grandes industriales y comerciantes e intereses coloniales apoyaban la opción
alfonsina.
• La jerarquía eclesiástica no podía tolerar a un Saboya (Víctor Manuel tenía al Papa
prácticamente sitiado en el Vaticano, tras anexionarse sus Estados en 1870). El bajo clero
apoyaba la alternativa carlista.
• El rebrote del carlismo tras la caída de Isabel II y con la llegada de Amadeo. En mayo
de 1872 estallaba la tercera guerra carlista, que se extendió por Vascongadas, Navarra,
interior de Cataluña y el Maestrazgo y se prolongaría hasta 1876.
• La oposición frontal de los republicanos, que seguían teniendo un respaldo electoral
importante, sobre todo en las grandes ciudades.
• La inestabilidad política, debido a la ruptura de la Coalición Gubernamental
(progresistas, unionistas y demócratas-monárquicos): en dos años de reinado se
sucedieron siete gobiernos (destacando los de Serrano y Ruiz Zorrilla), y tres
elecciones. Por si fuera poco, tras la muerte de Prim, el partido progresista, hasta
entonces mayoritario, se dividió en dos grupos: los constitucionales de Sagasta,
(más conservadores), y los radicales, de Ruiz Zorrilla, (más liberales).
• La división de los monárquicos liberales con la formación del partido alfonsino de
Cánovas.
• El creciente descontento en el ejército y el recrudecimiento de la Guerra de los Diez
Años en Cuba, iniciada en 1868.
• Revueltas obreras. La libertad de asociación permitió la difusión de las ideas
anticapitalistas en España: en 1870 se fundó la FRE sección española de la AIT3 en
España.
Con este panorama, los dos años del reinado fueron de permanente inestabilidad,
escándalos, mociones de censura, manipulación electoral y multitud de
problemas sin resolver. El rey solo esperaba un pretexto para renunciar a la
monarquía, que se presentó en febrero de 18734, aprovechando el conflicto entre el jefe del
Gobierno, Ruiz Zorrilla, y el cuerpo de artillería.

3
Federación Regional Española. Sección española de la AIT fundada en 1870. Asociación Internacional de Trabajadores
en la que participaban marxistas y anarquistas. La AIT fue fundada en 1864 en Londres y pretendía coordinar los esfuerzos
del movimiento obrero internacional con el objetivo de liquidar el sistema capitalista e instaurar una sociedad sin clases.
4
Cuando el jefe del Gobierno, el radical Ruiz Zorrilla, nombró al general Hidalgo de Quintana capitán general de Cataluña.
Los oficiales del Cuerpo de Artillería, muy conservadores, reclamaron su destitución alegando que el general había
participado en la sublevación del cuartel de San Gil en 1866 y se le atribuía responsabilidad en varias de las ejecuciones
realizadas por los sublevados. Amenazaron con pedir en masa el pase a la reserva, y Ruiz Zorrilla respondió pidiendo al
Rey que disolviera el Cuerpo, para dejar clara la autoridad civil sobre la militar. El Rey rehusó, presionado por los
generales, y Ruiz Zorrilla presentó una moción de confianza en las Cortes. Al ganarla, el Rey se vio obligado a firmar el

5
3. La primera República (1873-1874)
La misma noche de la abdicación del rey, reunidos Senado y Congreso y sin elecciones
previas, proclamaron la República, (258 votos contra 32) contraviniendo la
Constitución y excediendo las competencias de las Cortes, que no podían asumir
todos los poderes ni proclamar por su cuenta la República. En realidad, apenas había otra
alternativa. La opción monárquica había quedado agotada tras la abdicación de
Amadeo de Saboya: ni alfonsinos ni carlistas tenían apoyo suficiente para imponer la
restauración borbónica. En esas condiciones, los diputados, en su mayoría radicales,
votaron a favor de la opción republicana, nombrando jefe del Ejecutivo a Estanislao
Figueras, uno de los líderes más moderados del republicanismo. La República
llegaba en una situación caótica, con numerosos problemas:
• Económicos: quiebra financiera del Estado y continuación de la crisis de 1866,
que provocó disturbios en el campo y las ciudades.
• Sociales: escasos apoyos y con intereses contrapuestos. Para la burguesía
intelectual, la República era la solución para conseguir avances democráticos y
sociales (utópica). Para las clases populares (campesinos y trabajadores urbanos),
reformas sociales: reparto de la tierra, reducción de la jornada laboral, mejores salarios
y eliminación de los consumos y de las quintas, es decir, una auténtica revolución social.
• Internacional, sólo Estados Unidos y Suiza reconocieron al nuevo régimen.
Las monarquías y repúblicas conservadoras europeas la asociaban al peligro de una
revolución políticamente radical y socialmente peligrosa.
• Recrudecimiento de la guerra carlista en el Norte y de los Diez Años en Cuba.
• Oposición de los monárquicos: los alfonsinos, apoyados por nobleza, jerarquía
eclesiástica, alta burguesía, el Ejército y el partido de Sagasta. Los radicales, que habían
votado a favor de la República, también pasaron a la oposición.
• La división entre los republicanos:
o Republicanos federales, escisión del Partido Demócrata en 1868, defendían un
sistema federal, formado por repúblicas independientes, cada una con su propia
constitución y gobierno. A su vez divididos entre benévolos (federalismo desde
arriba, Pi y Margall) e intransigentes (federalismo desde abajo).
o Unionistas, de Castelar, república centralizada y conservadora.
Se sucedieron cinco etapas hasta enero de 1874:
1ª etapa. (feb–jun, 1873). Estanislao Figueras, la República Unitaria, tuvo que
enfrentarse a levantamientos de republicanos federales (que formaron Juntas
Revolucionarias en muchos ayuntamientos, para variar); revueltas campesinas
(reparto de tierras) en Andalucía y de obreros en Cataluña; el intento de proclamar el
estado catalán (que solo la intervención de Pi y Margall pudo frenar) y a las intentonas
golpistas (Topete, Pavía) alentadas por el Partido Radical. El Gobierno Provisional
disolvió las Juntas y reprimió las revueltas populares, pero en marzo de 1873, el
Partido Republicano Federal ganó las elecciones (con una abstención superior al
60%).

decreto, pero acto seguido presentó su abdicación a los diputados, el 11 de febrero de 1873, al tiempo que rechazaba la
propuesta de un golpe militar que le hacían algunos generales.

6
2ª etapa. (junio–julio 1873). Pi y Margall, la República Federal. Las nuevas Cortes
proclamaron la República federal como forma del Estado e iniciaron la redacción de
una nueva Constitución. Figueras dimitía y fue sustituido por Pi y Margall5. El nuevo
gobierno elaboró el proyecto de Constitución de 18736, aún más avanzada que la de
1869, que no llegó a entrar en vigor. Junto a la Constitución se desarrollaron numerosas
medidas reformistas, bienintencionadas, pero a veces inoportunas:
• Supresión del impuesto de consumos, desastrosa para las cuentas públicas.
• Eliminación de las quintas para crear un nuevo ejército formado exclusivamente por
voluntarios a sueldo, que no podía sufragarse por falta de fondos y justo cuando
arreciaban la guerra carlista y la insurrección cubana y estallaba el problema cantonalista.
• Sufragio universal masculino a los 21 años.
• Suspensión total de las subvenciones económicas al clero católico y completa
separación de Iglesia y Estado.
• Prohibición del trabajo infantil (menores de diez años) en fábricas y minas, reparto
de tierras baldías entre jornaleros, reducción a de la jornada laboral en las
fábricas a 9 horas diarias y creación de "jurados mixtos" formados por patronos y
obreros para resolver los conflictos laborales y evitar las huelgas.
• Abolición de la esclavitud en Puerto Rico, pero no en Cuba.
El gobierno Pi y Margall, también tuvo que enfrentarse al agravamiento de la crisis
económica, que provocó la bancarrota estatal y la suspensión de pagos y la multiplicación
de huelgas y disturbios en las ciudades y en el campo; el descontento militar por la
extensión del carlismo y el problema de Cuba y, finalmente, el problema más grave, la
insurrección cantonalista que se extendió por toda el Levante y Andalucía7, en la que
también participaron bakuninistas y socialistas de la FRE. El cantonalismo agravó la
situación, ofreciendo una imagen de caos y anarquía que se identificó con la forma

5
Un intelectual brillante, de ideas libertarias, seguidor de Proudhon, que había dedicado toda su vida a teorizar sobre el
Estado republicano federal.
6
Una República confederal compuesta por 15 estados, más Cuba y Puerto Rico (17 en total). Andalucía se dividiría en dos
estados (Andalucía Alta y Andalucía Baja). Cada uno con su propia constitución y competencias en industria, impuestos,
obras públicas y enseñanza. Dentro de cada Estado, los municipios se convertían en auténticas células del país, con su
propia constitución local y su división de poderes entre Alcaldía (ejecutivo), Ayuntamiento (legislativo) y Tribunales
locales (judicial). Sin embargo, esta estructura no llegó a hacerse realidad debido al Movimiento Cantonalista que aspiraba
a un federalismo de base y los movimientos anarquistas hicieron imposible la tarea de gobierno.
La Constitución, muy influida por la estadounidense, otorgaba grandes competencias al Presidente, que ejercería, además,
el llamado poder de relación entre los otros poderes y entre los Estados confederados. El Presidente de la República
nombraba al Jefe del Gobierno, el ejecutivo.
Un Legislativo bicameral, Congreso y Senado, ambos de elección directa; el Senado formado por cuatro representantes de
más de cuarenta años por cada provincia.
Judicial, independiente y presidido por el Tribunal Supremo, formado por tres magistrados de cada Estado.
Una extensa declaración de derechos, similar a la de 1869, pero con una formulación más amplia del derecho de asociación
y, sobre todo, con la afirmación taxativa del Estado laico, sin ningún trato preferencial hacia la Iglesia católica.
7
El cantonalismo exigía una estructura federal del Estado de abajo hacia arriba, es decir, sobre la federación de unidades
más pequeñas hasta la conformación definitiva del Estado, rechazando la imposición de la estructura federal desde las
Cortes o del Gobierno central. La crisis se inició en Alcoy, donde se produjo una huelga general anarquista y el asesinato
del propio alcalde republicano. Continuaron en Cartagena, Sevilla, Cádiz, Torrevieja, Almansa, Málaga, Salamanca,
Valencia... Su trayectoria fue diversa, la mayoría aprobó medidas socializantes radicales y algunos llegaron a enfrentarse
entre sí por cuestiones territoriales (Sevilla-Utrera) aunque, en general, los cantones fueron sometidos muy pronto, salvo
en Málaga, ya que las propias autoridades se habían puesto al frente de la insurrección.

7
republicana y acabó con el gobierno de Pi y Margall, quien se negó a intervenir
militarmente.
3ª etapa. (julio, sept. 1873). La República de Orden, Nicolás Salmerón. Giro
conservador. Principales objetivos sofocar el cantonalismo, frenar el avance carlista
y reprimir a los internacionalistas. Pavía consiguió pacificar Andalucía y Martínez
Campos Levante. Solo resistió el cantón de Cartagena hasta enero de 1874. La
actuación del Gobierno provocó en las Cortes fuertes polémicas, provocando la dimisión de
Salmerón en septiembre de 1873, como consecuencia de la negativa a firmar dos penas
de muerte.
4ª etapa. (sept 1873-enero 1874). La República Conservadora, Castelar buscó el
apoyo de las clases conservadoras y del ejército con una política autoritaria,
recortando libertades individuales, disolviendo a los voluntarios de la república,
decretando nuevas quintas para luchar contra los carlistas en el norte y los cantones de
Málaga y Cartagena y suspendió las garantías constitucionales. En enero de 1874, el
centro izquierda republicano hizo fracasar una moción de confianza del gobierno.
Para impedir un nuevo gobierno de izquierda y de federalistas puros, Pavía
asaltó el Congreso y disolvió las Cortes. Apenas hubo resistencia popular y política,
prueba de la debilidad de la República.
5ª etapa. (1874). La República Presidencialista, Serrano. El golpe de Pavía
culminaba el viraje conservador iniciado por Castelar. La junta de Capitanes Generales
nombró jefe del gobierno a Serrano, apoyado por radicales y constitucionalistas.
La Constitución de 1869 fue suspendida, ilegalizado el movimiento obrero internacionalista
y se impusieron el orden y la represión. Serrano trató de configurar una república
presidencial autoritaria, similar a la francesa de Mac Mahon, pero las élites, clases
medias y ejército identificaban república con inestabilidad y caos y escogieron la
opción Alfonsina.
El 1 diciembre de 1874, el príncipe Alfonso firmaba el Manifiesto de Sandhurst,
redactado por Cánovas, que sintetizaba el programa de la nueva monarquía: monarquía
conservadora y católica que defendería el orden, pero garantizaría el sistema político
liberal, sin la intervención del ejército. El 29 de diciembre de 1874 Martínez Campos
se pronunciaba en Sagunto y proclamaba rey de España a Alfonso XII. Serrano
tuvo que exiliarse y Cánovas formaba un gobierno provisional hasta la llegada del nuevo
rey, en enero de 1875.

4. Los grandes conflictos del Sexenio y sus consecuencias


El intento democratizador del sexenio fracasó por la constante inestabilidad generada
por las guerras (3ª Guerra Carlista, guerra de Cuba, insurrección cantonalista), los
conflictos sociopolíticos (movimiento obrero y cantonalismo), las disputas políticas
internas y la falta de apoyo internacional.
a. La guerra de Cuba (1868-1878)
En Cuba existía un profundo malestar debido a la marginación de los cubanos de los
asuntos de gobierno, el rígido control comercial, que impedía los intercambios directos
con otros países, la división entre grandes propietarios terratenientes (esclavistas) e
industriales (azúcar, tabaco y algodón) necesitados de mano de obra asalariada y favorables

8
a la abolición de la esclavitud. El apoyo de EEUU al movimiento nacionalista y el
abandono de Santo Domingo por España en 1865, debido a la presión insurgente, impulsó
a los descontentos hacia el levantamiento armado.
La Guerra Larga (duró 10 años) fue un movimiento de clases medias, dirigido por C. M.
Céspedes y con un ideario liberal (derechos individuales, igualdad ante la ley),
anticolonialista y antiesclavista (aunque no hubo una participación importante de
negros o mulatos). Los gobiernos del Sexenio enviaron refuerzos y la represión, dirigida por
Weyler y Dulce. La rebelión fue derrotada, pero las malas condiciones higiénicas,
alimentación inadecuada y las enfermedades tropicales causaron numerosas bajas
entre el ejército español. En 1878, los insurgentes firmaron la Paz de Zanjón sin
conseguir ninguno de sus dos objetivos; ni la independencia, ni la abolición de la
esclavitud.
b. La Tercera Guerra Carlista (1872-1876)
Causas:
• La expulsión de Isabel II en 1868.
• El apoyo del sector más conservador de los moderados al carlismo, que
rechazaban la democratización del Sexenio.
• La inestabilidad política del Sexenio; vacío de la Jefatura del Estado (1868-1871)
reinado de Amadeo (1871-1873), Primera República (1873), República autoritaria de
Serrano (enero 1874) y Restauración borbónica (diciembre 1874).
• La debilidad del Estado, que propició la multiplicación de los conflictos armados:
guerra colonial (Cuba), conflicto territorial durante la I República (movimiento
cantonalista) y la propia guerra civil carlista.
La insurrección comenzó en mayo de 1872 en las provincias vascas, Navarra e interior
de Cataluña y Maestrazgo. El pretendiente, Carlos VII, cruzó la frontera y organizó un
Estado carlista en la zona vasco-Navarra, con capital en Estella. A pesar de las
primeras victorias, aprovechando la debilidad del gobierno republicano y el estallido
cantonalista, no pudieron capturar grandes ciudades. Fracasaron de nuevo en el sitio
de Bilbao y cuando Serrano asumió el poder y Martínez Campos restauró la monarquía perdió
buena parte de sus apoyos y las derrotas se sucedieron. En 1876 el ejército carlista era
derrotado definitivamente.
c. El cantonalismo (1873-1874)
En 1873, tras la Proclamación de la Primera República, las Cortes Constituyentes
nombraron presidente a Pi y Margall y comenzaron la redacción de una Constitución de
tipo federal que nunca llegó a aprobarse. Simultáneamente, los sectores más
radicales del federalismo (intransigentes) promovieron una insurrección que
proponía una República federal constituida de abajo a arriba a partir de la libre
unión de cantones (municipios) con una gran autonomía, el movimiento cantonalista.
El movimiento cantonalista era consecuencia lógica de la República federal, y sirvió
de argumento para sus detractores, que identificaban la República con violencia,
caos y desorden. Fue protagonizado por intelectuales, artesanos, tenderos y
asalariados, y sectores de las clases trabajadoras, obreros internacionales, adscritos a
la FRE.

9
Desde Madrid los intransigentes llamaron a la rebeldía regional y formaron un Comité de
Salud Pública, en contacto con los revolucionarios de las provincias, para intentar controlar
la revolución. No sirvió de nada porque los rebeldes locales tomaron la iniciativa sin
acatar instrucciones de Madrid. La crisis se inició en Alcoy, donde se produjo una huelga
general anarquista y el asesinato del propio alcalde republicano, y se extendió por todo
Levante y Andalucía (Cartagena, Sevilla, Cádiz, Torrevieja, Almansa, Málaga, Salamanca,
Valencia...). Su trayectoria fue diversa, la mayoría aprobó medidas socializantes
radicales y algunos llegaron a enfrentarse entre sí por cuestiones territoriales
(Sevilla-Utrera) aunque, en general, los cantones fueron sometidos muy pronto, excepto
en Málaga, donde las propias autoridades se habían puesto al frente de la insurrección y
Cartagena, que resistió hasta enero de 1874.
d. El movimiento obrero
El movimiento obrero español comenzó a organizarse coincidiendo con el
internacionalismo. Surgieron organizaciones marxistas y anarquistas, siguiendo el
ejemplo de la escisión del movimiento obrero internacional, aunque en España predominó
la anarquista. La Constitución del 69 reconocía por primera vez el asociacionismo y
permitió el crecimiento del obrerismo, pero la frustración por el incumplimiento de las
promesas del 68 acabó separando al movimiento obrero de demócratas y republicanos. En
adelante apenas participaron en el juego electoral, apostando por la insurrección
cantonalista. Después del golpe de Pavía, Serrano ilegalizó las asociaciones obreras.
e. Consecuencias
Los conflictos del Sexenio y la incapacidad de la monarquía de Amadeo de Saboya y de la
Primera República provocaron:
• El alejamiento de la burguesía del proyecto democrático y de la forma
republicana, en adelante asociada a caos y revolución social.
• El descrédito del federalismo y la vuelta al modelo centralizador de Estado como
consecuencia del movimiento cantonalista.
• El establecimiento de un modelo político liberal-conservador representado con la
Restauración borbónica y encarnado en la figura de Cánovas del Castillo.

10
7.1 La Restauración Borbónica (1874-1902): Cánovas del Castillo y el turno de
partidos. La Constitución de 1876
La Restauración se inicia con la vuelta al trono de los Borbones tras el Sexenio
revolucionario. Abarca desde el pronunciamiento de Martínez Campos en Sagunto,
el 29 de diciembre de 1874, hasta la dictadura de Primo de Rivera, en septiembre
de 1923. Dos etapas:
• Desde el pronunciamiento de 1874 hasta la muerte de Alfonso XII, en 1885,
consolidación del sistema.
• Desde la minoría de edad de Alfonso XIII (regencia de María Cristina, 1885-
1902) hasta la dictadura de Primo de Rivera (1902-1923), la crisis definitiva
del sistema de la Restauración, 1898 punto de inflexión.
La Restauración se gestó en el exilio y se inspiró en el modelo británico suponía el
retorno a la continuidad dinástica y a la estabilidad política. El sistema tuvo
respaldo internacional, al contrario que la Primera República. Fue una etapa de
estabilidad constitucional y de modernización económica, pero también de
caciquismo, falseamiento electoral y dominio de la burguesía urbana y la oligarquía
rural, desarrollo del movimiento obrero y de los nacionalismos.

1. Los orígenes de la Restauración


En realidad, ni la revolución de 1868, ni la monarquía democrática de Amadeo I, ni la
República federal de 1873, alteraron los fundamentos socioeconómicos de la
España isabelina. El fracaso rotundo de la primera República española, obligada a
sostener tres guerras simultáneas (Cuba, Carlista, Cantonalista), fue percibido como
consecuencia de la ineptitud política de los políticos dirigentes. La última etapa de la
República, la del general Serrano, fue un régimen de transición entre el republicanismo y la
monarquía alfonsina. A finales de 1874, muchos sectores de la población (sobre todo clases
medias y altas, el anhelo del orden, como siempre) estaban decepcionados con la experiencia
de la monarquía de Amadeo I y de la República, identificada como una etapa de guerras
continuas, caos económico, desórdenes, gobernantes débiles e incapaces,
avances carlistas y desintegración del Estado (cantonalismo). En consecuencia, los
sectores conservadores más adinerados y la mayoría de las clases medias rurales y
urbanas anhelaban tranquilidad, estabilidad, orden y paz; lo contrario a los agitados
años del Sexenio1. Incluso republicanos demócratas e izquierdistas rechazaron el radicalismo
demagógico de la República y reclamaron la vuelta a un reformismo moderado (Castelar).
Los motores del cambio fueron:

1
La oligarquía (latifundistas, banqueros, industriales) equiparaba el Sexenio con el anarquismo revolucionario
internacionalista, el separatismo cantonalista y la "insubordinación de la clase trabajadora", que reclamaba la igualdad
económica y el reparto de la riqueza. La burguesía buscaba tranquilidad y orden para la buena marcha de sus negocios,
mientras que los terratenientes reclamaban disciplina y un gobierno enérgico que garantizara la seguridad de sus
propiedades.
El Ejército, que había favorecido directa o indirectamente el triunfo de la revolución de 1868, consideraba inaceptable la
posible desmembración de España en la "bacanal cantonalista".
El clero y los católicos también se sentían amenazados por las reformas anticlericales de los republicanos.
La oligarquía cubana se oponía a cualquier mínima reforma autonomista o antiesclavista en Cuba y financió el
movimiento alfonsino.

1
• El "partido alfonsino", liderado por el conservador Cánovas del Castillo, antiguo
liberal -redactó el Manifiesto del Manzanares después de la Vicalvarada de 1854, y militó
en la Unión Liberal-. Cánovas se negó a la restauración de Isabel II, y a utilizar el antiguo
partido moderado. Algo debía cambiar para que todo pudiese seguir igual:
Alfonso XII debía sustituir a Isabel II tras su abdicación; un nuevo partido liberal
conservador debería representar al Partido Moderado y la Unión Liberal; y acabar con
el "pronunciamiento" como instrumento de cambio político. La nueva monarquía
debería basarse exclusivamente en el poder civil y la aceptación del bipartidismo haría
innecesario el recurso a la fuerza por parte de la oposición.
• La oligarquía económica, (terratenientes, industriales, banqueros, comerciantes,
intereses coloniales antillanos) que financió la causa de la Restauración.
• El Ejército. Aplastada la insurrección cantonal, Serrano tenía que recurrir a los militares
alfonsinos para reducir a los carlistas que asediaban Bilbao, precipitando la intervención
de Martínez Campos. Cánovas pensó en una Restauración por medios constitucionales,
pero los militares se impacientaron y el general Martínez Campos proclamó Rey
de España a Alfonso XII, el 29 de diciembre de 1874, en Sagunto.

2. El proyecto político de Cánovas y los fundamentos doctrinales de la


Restauración
El artífice de la Restauración, Cánovas, pretendía construir un nuevo sistema
político monárquico, liberal y representativo (pero sin democracia) para
conseguir la tranquilidad social, acabar con los pronunciamientos y las
insurrecciones revolucionarias, impedir el triunfo del carlismo y modernizar el
país. Para conseguirlo debía:
a. Consolidar la Monarquía, por encima incluso de la Constitución. Monarquía y Cortes
eran los pilares básicos del sistema, la Constitución interna, según Cánovas. Una
Monarquía que compartiera la soberanía con las Cortes, con amplias
atribuciones y que actuase como árbitro en la vida política. La monarquía
restaurada era de carácter parlamentario, con elecciones, que seguían siendo
amañadas, pero a diferencia de la etapa de Isabel II, eran consultados todos los jefes
de los grupos con representación parlamentaria que aceptaban la monarquía
y la dinastía. Así se evitaba la dictadura de partido y se consolidaba una "oposición de su
Majestad" que pudiese acceder pacíficamente al poder. El monarca, por supuesto, debía
tener una reputación intachable, libre de todo escándalo2.
b. Crear un sistema válido para los antiguos moderados, unionistas, progresistas y
demócratas, con la sola condición de aceptar la Monarquía y la alternancia en el
Gobierno. Una Constitución duradera, que permitiera gobernar a partidos distintos
y que acabara con el pronunciamiento como vía para conseguir el poder,

2
Alfonso XII reemplazó a Isabel II, quien no debía recuperar la corona por su conducta personal y política. Cánovas -que
jamás simpatizó con la antigua reina- obligó a Isabel II a renunciar a sus derechos al trono en favor de su hijo en 1870. El
nuevo monarca era un adolescente de diecisiete años de edad, simpático, inteligente, liberal y poco religioso, que hablaba
varios idiomas, había estudiado en París, Viena e Inglaterra y -lo más importante de todo- que carecía de enemigos y
deseaba convertirse en un rey constitucional "a la inglesa".

2
inspirada en el modelo británico. Dos grandes partidos que se turnasen en el
poder, para evitar la atomización parlamentaria y garantizar las mayorías.
Ambos debían aceptar pasar a la oposición si perdían la confianza regia y
parlamentaria, y respetar la obra legislativa de sus antecesores: el turnismo
bipartidista. Estos partidos eran el partido conservador canovista (antiguos
moderados y unionistas) y el partido liberal de Sagasta (antiguos progresistas y
demócratas). Así garantizaba la estabilidad del sistema y las libertades, evitando los
vaivenes políticos extremos y los violentos conflictos entre partidos del periodo 1814-1874.
c. Terminar con el militarismo, con la intromisión de los generales en la vida política,
exclusividad civil, fin de los pronunciamientos militares. Por eso había que
garantizar el mantenimiento del orden social y la posibilidad de acceso
pacífico al Gobierno, a través del sufragio, para todos los partidos integrados en el
sistema3.

3. La Constitución de 1876
En 1875 se convocaron elecciones, por supuesto amañadas, a Cortes Constituyentes,
por sufragio universal, como establecía la Constitución de 1869. Evidentemente,
Cánovas logró una abultadísima mayoría y Sagasta concentró la mayoría de votos de la
oposición.
• Carácter: Moderada, inspirada, en parte, en la Constitución de 1845 pero incorporaba
una declaración de derechos semejante a la del 69. Flexible, podía modificarse con el
simple acuerdo de las Cortes y Rey. Ello permitió gobernar a los dos partidos,
conservadores y liberales (que no se sienten obligados a cambiar la anterior).
• Soberanía compartida entre las Cortes y la Corona. Monarca amplias
atribuciones: nombramiento de ministros, derecho de veto y potestad legislativa
compartida con las Cortes, convocar, suspender, clausurar y disolver las Cortes y nombrar
una parte de los senadores.
• Cortes bicamerales:
o Congreso, por sufragio, sin determinar. Primero censitario (ley de 1878) y
posteriormente universal, a partir de 1890.
o Senado, senadores por derecho propio (Grandes de España, hijos del rey, altos cargos
civiles y militares y administrativos, vitalicios, nombrados por el rey entre la Alta
Nobleza y electivos (elegidos por los mayores contribuyentes).
• Declaración de derechos amplia (habeas corpus, propiedad privada, residencia),
menor que la del 69 y sin desarrollar (prensa, asociación, reunión).
• Cuestión religiosa: Confesionalidad católica del Estado y mantenimiento del clero,
libertad individual de culto, pero no pública.
• Sufragio censitario, hasta 1890.
• Organización territorial centralista, supresión definitiva de fueros vascos y
navarros. Ayuntamientos electos en poblaciones menores, pero control

3
Fue decisivo el papel de Alfonso XII, un rey con formación militar. Su intervención en la guerra carlista le garantizó el
apoyo de los cuarteles y permitió a Cánovas edificar un sistema político exclusivamente civil, ajeno a la actuación del
Ejército.

3
caciquil. Diputaciones y ciudades de más de 6000 habitantes designación
gubernamental (en poblaciones grandes no funcionaba el control caciquil). El régimen
monárquico caería precisamente en unas elecciones municipales.
• Extensión breve: 89 artículos.
• Vigencia: hasta el golpe de Estado de Primo de Rivera de 1923, la de mayor duración
en España.

4. El turno de partidos, el caciquismo y el fraude electoral


a. El Turnismo bipartidista
Es una de las características fundamentales del sistema político de la Restauración. Dos
partidos, el Partido Conservador canovista (clases altas, terratenientes, alta
burguesía) y el Partido Liberal (burguesía industrial, clases medias) de Sagasta
llegaban a un acuerdo para repartirse el poder y alternarse en el gobierno cada
dos o tres años. Así evitaban el recurso a los pronunciamientos y la vía revolucionaria,
como había ocurrido durante el reinado de Isabel II, e impedían que los grupos extremistas
hostiles a la monarquía (carlistas, republicanos) se hiciesen con el poder. Además,
garantizaban el orden socioeconómico establecido. Por común acuerdo, ambos
debían respetar estrictamente la Constitución y la labor de gobierno del otro
partido mientras estuviese en el poder, por muy errónea que la juzgase.
La manipulación fraudulenta de los resultados electorales era la única forma de
asegurar este reparto del poder -acordado entre los dirigentes conservadores y liberales-
. Para evitar sorpresas, ambos partidos intentaron eliminar la participación política
de los ciudadanos y fomentaron su desmovilización y su indiferencia por las
cuestiones públicas. En resumen, el turnismo se asentaba sobre la continua falsificación
de todas las elecciones y el sistema parlamentario representativo era pura ficción. Los
votantes no eran quienes decidían la composición de la las Cortes, sino que el rey
nombraba un jefe de gobierno que recibía el decreto de disolución de las Cortes,
convocaba nuevas elecciones y fabricaba los resultados electorales para que la
mayoría de los diputados fueran favorables al gobierno. El rey solo moderaba el
funcionamiento del sistema, no intervenía en favor de un partido u otro.
A pesar del mantenimiento del turno, la competencia y las rivalidades entre
conservadores y liberales fueron permanentes, ya que el partido que estaba en
la oposición siempre se impacientaba y deseaba alcanzar el poder para "comer del
turrón del presupuesto", disfrutar de los cargos públicos y repartir puestos entre
amigos y partidarios cuanto antes; mientras que el partido que ocupaba el gobierno siempre
intentaba prolongar algunos meses más su estancia en el poder. Ninguno de los dos eran
partidos de masas sino partidos de notables, elitistas, con mínimas diferencias
ideológicas entre sí; idéntica composición social e intereses (monarquía borbónica,
libertades y sistema económico capitalista). Los dos partidos turnantes funcionaban como
conglomerados compuestos de distintas facciones que se formaban alrededor de los líderes
más importantes. Por este motivo, las rivalidades personalistas, las disidencias y el
transfuguismo fueron muy frecuentes.
Resultado: La situación política se estabilizó, pero, a cambio, como no dependían de
elecciones para conseguir el poder, ni conservadores ni liberales atendieron las

4
demandas colectivas o a los intereses de la opinión pública. La oligarquía se
institucionalizó, no se abordaron ni el problema regional, ni se legisló sobre
problemas laborales; ignoraron la política cultural y educativa; no plantearon una
reforma agraria. Su éxito solo fue político e institucional.
b. El encasillado
La alternancia en el poder estaba pactada de antemano entre Cánovas y Sagasta.
Cuando el partido en el poder sufría un desgaste político o el partido en la
oposición consideraba que había llegado su turno, tras un periodo razonable en la
oposición, el rey llamaba a formar gobierno al jefe del partido de la oposición.
Entonces, el nuevo presidente, con el permiso del monarca, nombraba sus
gobernadores provinciales y convocaba elecciones. El ministro de la
Gobernación se reunía con los jefes de los partidos dinásticos (solo conservadores
y liberales), elaboraban un listado (cada casilla correspondía a uno de los diferentes
distritos electorales) y se repartían las actas de diputado, (cada una con el nombre del
candidato preferido), por circunscripciones (el encasillado)4. Después el ministro de
la Gobernación encargaba a los gobernadores provinciales y alcaldes (nombrados
por el rey) que los resultados electorales coincidieran con los previamente
acordados e indefectiblemente ganaba el gobierno. Por supuesto, el gobierno reservaba
un número suficiente de diputados al partido turnante que se encontraba
temporalmente en la oposición.
c. El caciquismo
El control de todas las votaciones en cada uno de los pueblos y ciudades de España era
complicado y para asegurar los resultados electorales deseados por el gobierno
resultaba imprescindible la intervención de los caciques5: los individuos más poderosos e
influyentes de cada localidad, los mayores terratenientes 6, los propietarios de las fábricas
locales, los prestamistas o los comerciantes más importantes. Los caciques podían ser
conservadores o liberales, daba igual, en su pueblo eran los amos. Si había dos caciques
cada uno se adscribía a un partido distinto, para repartirse el poder. El entramado caciquil
formaba una completa red piramidal y jerarquizada, con varios niveles, desde
la capital y capitales provinciales hasta el último pueblo:
• En la cúspide, los caciques más poderosos eran los grandes dirigentes de los partidos
políticos, normalmente ministros en los diferentes gobiernos.
• Por debajo, los caciques comarcales, de una gran localidad o una provincia entera.
• En la base, los pequeños caciques de pueblo y los personajes (farmacéuticos, veterinarios,
secretarios municipales, notarios, médicos rurales) al servicio de los caciques más
importantes.
La autoridad de los caciques locales derivaba de su superioridad social, de sus
propiedades y de sus contactos para obtener favores de la Administración, del gobierno y

4
Un ejemplo de este encasillado era el del diputado cunero, es decir, alguien elegido por los caciques, sin tener ningún
conocimiento de la circunscripción por la que había sido presentado por el Gobierno.
5
Palabra de origen americano usada para designar a los jefes caribeños precolombinos que ejercían un poder arbitrario
sobre la comunidad indígena.
6
La mayoría de los caciques eran grandes latifundistas que aprovechaban su posición económica dominante sobre
renteros, colonos, aparceros y jornaleros asalariados para extender y afianzar su control sobre toda la comunidad rural.

5
de los jueces. Para imponer su influencia repartían favores personales entre sus
fieles7, sumisos por agradecimiento o por miedo a sus deseos. Los caciques actuaban
también como protectores capaces de solucionar los problemas y atender las peticiones de
sus protegidos. En una localidad pequeña eran muy pocas las familias que no tenían algún
pariente dentro del sistema. Por supuesto, "para los enemigos la ley, para los amigos el favor",
el abuso y la prepotencia sobre sus inferiores y rivales eran la regla, nadie osaba
oponerse a sus deseos (una finca, una moza, un caballo…). El poder del gran cacique era
tan importante que podían influir sobre la política del gobierno. Por eso uno de los
efectos más graves del caciquismo fue la extensión de la corrupción a todos los niveles.
Desde el punto de vista político, los caciques controlaban las elecciones en los pueblos
y municipios rurales donde ejercían su influencia para "fabricar" y garantizar
de modo fraudulento los resultados fijados en el "encasillado" por los dos
partidos turnantes, utilizando los más variados recursos8.
Los factores que explican la persistencia del caciquismo y el clientelismo en España hasta
bien entrado el siglo XX fueron:
• La excesiva concentración de poderes en manos del gobierno: podía cambiar,
trasladar y destituir a jueces, alcaldes y funcionarios para nombrar otros adictos y asegurar
su docilidad antes de cada elección9. Así el gobierno conseguía la impunidad total de
los caciques para realizar los chanchullos electorales, que la opinión pública de sobra
conocía.
• La escasa participación electoral (jamás sobrepasó el 20%), el abstencionismo
masivo, la sumisión, la docilidad y el conformismo de la inmensa mayoría de los
ciudadanos españoles. Este desinterés de la ciudadanía fue criticado por muchos
intelectuales, Unamuno ("resignación africana"), Ganivet ("abulia colectiva") y Joaquín
Costa ("eunucos").

7
Recomendaban, enchufaban y colocaban a sus protegidos en empleos municipales y públicos, concedían permisos
laborales, facilitaban los documentos necesarios para la apertura de un negocio, gestionaban indultos, obtenían
autorizaciones para edificar, rebajaban impuestos, saldaban deudas por préstamos, conseguían sentencias judiciales
favorables, aceleraban el traslado de cuartel para un recluta o incluso libraban del servicio militar a un mozo mediante la
simulación de una enfermedad. Además, podían facilitar favores colectivos y su intervención solía ser imprescindible para
que un pueblo consiguiera una carretera nueva, un pantano, una línea de ferrocarril, un puente, una universidad o fondos
para la reparación de una iglesia o una escuela.
8
El método caciquil más habitual para controlar las elecciones -con el respaldo de la Guardia Civil, de los gobernadores
civiles, de los jueces y de los alcaldes- era una combinación de persuasión, presión, intimidación, coacción y amenazas
sobre los votantes, aunque el recurso a la violencia física fue muy excepcional. La compra en votos -se pagaba entre cinco
y quince pesetas a cada elector- sólo aumentó de forma significativa tras la introducción del sufragio universal masculino
en 1890. En las ciudades, los caciques aprovechaban su control sobre los ayuntamientos para obligar a todos los
empleados municipales (desde los guardias hasta los jardineros y los carteros) a votar en pelotón entregándoles sobres
y papeletas marcadas previamente con contraseñas para conocer su voto. Los grandes núcleos urbanos fueron los únicos
distritos electorales libres y al margen -al menos parcialmente- de las manipulaciones caciquiles.
9
Convertir a los alcaldes en "muñecos" al servicio de los intereses del gobierno era imprescindible para trucar las
votaciones, de forma que cualquier oposición de los ediles a los deseos gubernamentales era castigada. Los alcaldes
desafectos eran multados, destituidos o forzados a dimitir, y las leyes municipales facilitaban este acoso porque
autorizaban al gobierno a sancionar a los alcaldes por motivos tan ambiguos como la realización de "actos contra la
decencia o la moralidad pública". Esto permitió castigar a numerosos alcaldes por pretextos tan grotescos como llevar
atrasados los libros de actas de las reuniones del concejo, olvidar el pago de alguna tasa o simplemente por colocar una
farola en un lugar no reglamentario.

6
• El aislamiento y la incomunicación de muchas zonas rurales favorecieron los
manejos caciquiles. Los caciques eran señores absolutos, cercanos, que
controlaban todos los resortes del poder (alcaldes, jueces, guardia civil), el gobierno estaba
a días o semanas de viaje.
El caciquismo transformó una monarquía en apariencia parlamentaria en una
oligarquía, un nuevo feudalismo organizado jerárquicamente desde la gran
oligarquía de Madrid a los pequeños tiranos de los municipios. La movilización
política solo aumentó, muy lentamente, con el progreso económico, social y cultural, sobre
todo en las ciudades, y la práctica del caciquismo, aunque sufrió los ataques de
intelectuales urbanos, se prolongó hasta la Segunda República y legó su huella
indeleble al devenir político posterior, con tanta fortuna que ha persistido fielmente,
anclado en lo más hondo de las miserias morales españolas, hasta nuestros días (ejemplos
diarios no faltan, no es necesario enumerarlos).
d. El pucherazo
La práctica electoral de la Restauración, como en otros países europeos o americanos,
estuvo viciada, pero mientras en Europa se fue corrigiendo, en España se perpetuaron el
engaño, la manipulación y las trampas electorales. Es lo que se conoce como el
pucherazo, la adulteración sistemática de los resultados, a través de diversos
mecanismos:
• Parodia de elecciones: votantes que se hacían pasar por otros ya fallecidos; censos
falsificados que impedían votar a otras personas vivas; instalación de colegios electorales
en locales del partido dominante, ¡prohibiéndose la entrada a todos los que no eran socios!
• Falsificación de los resultados.
• Urnas de doble fondo o urnas situadas en el último piso de la casa con la puerta cerrada,
de modo que solo podían subir los amigos del candidato a través de una escalera de mano.
• Urnas secuestradas por la policía antes de comenzar el recuento y enviadas al gobierno
civil para hacer un escrutinio favorable al candidato ministerial.
El partido ganador siempre obtenía un 60-70% de los escaños, dejando el resto
al partido de la oposición y una minúscula representación para los partidos
minoritarios: Carlistas o Partido “Integrista” de Ramón Nocedal; Romeristas, seguidores
de Vicente Romero, antiguo republicano; Republicanos posibilistas de Castelar;
Republicanos Centralistas de Salmerón; Cassolistas, seguidores de Manuel Cassola, antiguo
miembro del Partido Liberal; Martistas, seguidores de Cristino Martos, separado del Partido
Liberal en 1888.
En resumen, todo el sistema acabó descansando en el voto rural de zonas
atrasadas, como Galicia y Andalucía oriental. Esto explica el hecho increíble de que
en las áreas rurales participase el 80% del electorado y en las ciudades sólo el 20%. Por ello,
los votos de las ciudades eran los votos verdad, que representaban la oposición
al Gobierno, y se convirtieron en una amenaza al sistema (mencionar de nuevo los
resultados de las elecciones municipales de 1931).

7
5. Evolución política durante el reinado de Alfonso XII (1874-1885) y la Regencia
de María Cristina (1885-1902)
Tras el golpe de Martínez Campos, Cánovas asumió el gobierno, nombró nuevos
gobernadores y alcaldes monárquicos y procedió a desmontar la obra del Sexenio,
(cerró los periódicos demócratas y republicanos, anuló el matrimonio civil y los jurados),
restableció el Concordato y prohibió las actividades de la oposición, dictando severas medidas
de orden público, aunque mantuvo siempre el contacto con progresistas y demócratas para
garantizar su aceptación de la monarquía.
En cuanto al problema carlista, consiguió la rendición del último reducto en el norte
(marzo de 1876, Manifiesto de Somorrostro) y abolió los restos de los fueros vascos y
navarros, aunque mantuvo el concierto económico. El rescoldo del carlismo
permaneció vivo y de él nació el nacionalismo vasco.
El final de la guerra carlista permitió el envío de tropas a Cuba y negociar con los rebeldes.
En febrero de 1878, la Paz de Zanjón convertía a Cuba en provincia española, incluía
una amplia amnistía, abolición parcial de la esclavitud y reformas legales cuyo
incumplimiento posterior por el Gobierno provocaría la guerra definitiva de 1895.
En 1881, consolidado el régimen, Cánovas presentó su dimisión y el rey encargó
formar gobierno a Sagasta. Este convocó nuevas elecciones, que ganó, como era de
esperar, y legisló en liberal, amplió la libertad de prensa, amnistió a los políticos
republicanos caídos en desgracia, repuso a los catedráticos separados por razones
políticas, impulsó la creación de la Comisión de Reformas Sociales (1883), procedió a una
nueva conversión de la deuda pública para reducir el déficit estatal y concedió una total
libertad de asociación.
En 1885 el rey enfermó gravemente y, para garantizar la estabilidad del sistema y
el funcionamiento del turno, Cánovas y Sagasta firmaron el Pacto de El Pardo.
Cánovas dimitió y la regente, Mª Cristina de Habsburgo, nombró a Sagasta
presidente del Consejo. Durante los cinco años de gobierno liberal, (Parlamento
Largo, 1885-90) Sagasta promovió importantes leyes reformistas: Ley de Asociaciones,
Ley del Jurado, Código Civil y Ley Electoral que establecía el sufragio universal
masculino10. La introducción del sufragio universal no alteró el panorama político
por la persistencia del "pucherazo" y de las manipulaciones electorales, pero hizo posible
el sorprendente resultado electoral de los republicanos en Madrid (1893) y en otras
grandes ciudades y el avance del PSOE, la Lliga catalanista y el PNV. El Partido
Liberal tampoco fue capaz de abordar el problema social, el colonial y el
económico. Intentó un programa de autonomía para las colonias, pero tropezó con los
intereses económicos antillanos.
Durante la década de 1890, la práctica cíclica del turno pacífico bipartidista
conservador-liberal se mantuvo con precisión casi matemática: gobierno conservador
(1890-92), gobierno liberal (1892-95), gobierno conservador hasta 1897, asesinato de
Cánovas y nuevo gobierno de Sagasta, que tuvo que afrontar el Desastre del 98. A
partir de entonces las cosas empezaron a marchar menos bien:

10
España era de los pocos estados que habían promulgado el sufragio universal, junto a Alemania, Suiza y Francia. Pero
sólo será democracia formal ya que continuaron los amaños de las elecciones.

8
• Desde 1890, desaceleración económica -especialmente en la agricultura-.
• Incremento de la tensión social. Esporádicos atentados anarquistas desde 1888.
• Ruptura del entendimiento entre los políticos, hasta entonces la clave de la
estabilidad del sistema.
En los últimos diez años del siglo XIX, el sistema canovista evidenció claros síntomas
de agotamiento porque los diferentes gobiernos -conservadores y liberales- no
solucionaron los graves problemas del país:
• La persistencia del analfabetismo (los gobernantes destinaron cantidades
insignificantes para la extensión de la educación primaria).
• La continuación del déficit y del endeudamiento estatal.
• El mantenimiento del sistema de reclutamiento militar discriminatorio.
• Ausencia de reformas sociales efectivas (pensiones de jubilación, seguros de
accidente y de asistencia sanitaria para los obreros).
• Ausencia de verdaderas instituciones democráticas como consecuencia de la
persistencia del turnismo y del fraude electoral que impidieron la libre participación de los
ciudadanos en la toma de decisiones políticas.

9
7.2 La Restauración Borbónica (1874-1902): Los nacionalismos catalán y vasco
y el regionalismo gallego. El movimiento obrero y campesino
El régimen de la Restauración marginó a amplios sectores políticos y sociales. Pero, aunque
las fuerzas de oposición estaban muy divididas (carlistas, republicanos, movimiento
obrero, nacionalistas) incluso antagónicas entre sí, nunca plantearon una alternativa
sólida al sistema canovista. Todos estos grupos opositores se beneficiaron de la amplísima
libertad de prensa para exponer en sus periódicos todo tipo de ideas y fobias políticas -
anticlericales, antimilitaristas, antiliberales, antidemócratas, antiborbónicas,
antimonárquicas, antiespañolas o separatistas- sin apenas restricciones. Estas fuerzas de
oposición fueron:
1. Los Republicanos
Desde el fracaso de la I República, los republicanos estaban muy divididos por
discrepancias doctrinales (federalistas, unitarios, liberales, socialistas), estratégicas
(reformistas, revolucionarios partidarios de la insurrección armada o los golpes militares) y
por rivalidades personales entre sus líderes (Pi y Margall, Figueras y Castelar ni siquiera
se saludaban). Esta fragmentación y el recuerdo de la caótica experiencia de la I
República, debilitó al republicanismo que perdió apoyos sociales (el movimiento
obrero), aunque conservaron adeptos entre las clases medias e intelectuales de las
grandes ciudades. Tenían una imagen mitificada de la República, considerada
ingenuamente como la solución mágica para todos los males y problemas del país, (la
República simbolizaba la modernidad, el progreso, la paz y la felicidad, la Monarquía el
atraso, la injusticia, la desigualdad, la ignorancia y la irracionalidad)1. Los grupos más
importantes fueron:
• Pi y Margall, continuó siendo el jefe del P. Republicano Federal, varias veces diputado.
• La Asociación Militar Española, fundada por Manuel Ruiz Zorrilla, reconvertida en
Partido Republicano Progresista, que protagonizó varias tentativas golpistas, la más
importante la de 1886.
• Castelar, fundó el Partido Posibilista, diputado en todas las legislaturas hasta su
muerte en 1899.
• Salmerón, en 1903 creó la Unión Republicana (grupo republicano centralista) que
intentó agrupar a los diferentes grupos republicanos y consiguió un éxito notable en las
elecciones de 1903.
• Vicente Blasco Ibáñez, populista y anticlerical, diputado a Cortes en varias ocasiones y
ferozmente antimonárquico.
2. Los carlistas
Tras la derrota de 1876, Carlos VII se exilió y el carlismo inició un profundo declive por:
• La disminución de sus respaldos sociales (cuando se presentaron a las elecciones
jamás superaron el 3% de los votos).

1
Su discurso político era retórico y populista. Además del antimonarquismo, el programa de las republicanos solía incluir
como propuestas comunes la organización federal del Estado, el servicio militar obligatorio sin excepciones, el laicismo
estatal, la unión con Portugal, el juicio por jurados, la erradicación del caciquismo, la democratización efectiva del sistema
político, los jurados mixtos, la limitación de la jornada laboral de los obreros, el establecimiento de subsidios económicos
públicos para los más necesitados, la introducción de impuestos progresivos y la expropiación forzosa de las tierras sin
cultivar.

1
• La emigración a Francia de la mayoría de sus oficiales y combatientes tras la guerra de
1876.
• Las disputas internas entre los dirigentes carlistas.
• La pérdida del apoyo del clero español y del Vaticano, especialmente tras la llegada al
papado en 1878 de León XIII, más inclinado al entendimiento con los gobernantes
liberales europeos.
• La integración en el partido canovista de numerosos ultracatólicos (Pidal, Unión
Católica).
Desde principios del siglo XX organizaron milicias paramilitares armadas que
recibían instrucción militar regularmente y que se mantuvieron hasta la Guerra Civil.
3. Los nacionalismos
Entre 1830 y 1900 se produjo una eclosión de movimientos nacionalistas en toda
Europa. En algunos casos, los movimientos nacionalistas pretendían la agrupación de
pueblos dispersos en un estado mediante la unificación política de territorios antes separados
(Alemania e Italia). Pero en otros provocaron la fragmentación de los estados. Los más
importantes movimientos nacionalistas -autonomistas o separatistas- se localizaron en los
Balcanes, Escandinavia, Cáucaso, Báltico, Islas Británicas, Hungría y España 2.
Todos los movimientos nacionalistas exaltaban el sentimiento de pertenencia a una
misma comunidad -como identidad colectiva diferenciada- para conseguir una entidad
política independiente y controlar un determinado territorio. Para justificar sus aspiraciones
al autogobierno, defendía la existencia de elementos culturales diferenciales (lengua
propia, pasado histórico peculiar, cultura distinta, costumbres únicas)3. Sus
reivindicaciones políticas iban desde la autonomía hasta la separación total y la
independencia.
En España el proletariado industrial urbano y los jornaleros rurales,
anarquistas, marxistas y amplios sectores de población de algunas regiones
(Cataluña, País Vasco) carecían de una arraigada conciencia nacional de
pertenencia y los sucesivos gobiernos no consiguieron extender una conciencia
de identidad y orgullo patriótico por varias razones:
• Mantenimiento de un sistema de reclutamiento injusto y discriminatorio.
• Fracaso de la enseñanza pública.
• Carencia de infraestructuras, servicios públicos (escuelas) y seguros sociales.
• Tardía adopción de símbolos nacionales. Hasta 1843, la bandera bicolor sólo fue
la insignia del Ejército español y, hasta 1908, no fue izada en edificios públicos
civiles; además, no fue aceptada por carlistas (fieles a la bandera blanca con el aspa
roja de Borgoña) y republicanos (bandera tricolor, con franja morada en recuerdo de los
comuneros).

2
Los irlandeses iniciaron la lucha armada para obtener la completa independencia de Gran Bretaña, los finlandeses
consiguieron la autonomía política dentro de Rusia en 1863 y los noruegos alcanzaron su independencia de Suecia hacia
1905. Asimismo, se produjo el despertar nacional de galeses, escoceses, polacos, lituanos, estonios, armenios y
georgianos.
3
Los ejemplos de Galicia y Navarra demostraron que no siempre las peculiaridades histórico-culturales o lingüísticas
provocan y la aparición de los movimientos nacionalistas.

2
• El patriotismo de los españoles fue disminuyendo por el hartazgo de los ciudadanos
con el caciquismo, la corrupción, la ineficacia administrativa...
Curiosamente, España fue el único país europeo donde surgieron movimientos
nacionalistas en las regiones más desarrolladas y modernizadas (Cataluña y el
País Vasco). Las razones:
• Movimientos culturales que pretendían recuperar las lenguas vernáculas y las
costumbres autóctonas (Renaixença) e idealización de su pasado histórico (E.
Media).
• Reacción al centralismo uniformizador del Estado liberal, que había acabado con
los particularismos (leyes, fueros, instituciones) anteriores.
• Presencia de dos vertientes anticentralistas: una conservadora y antiliberal,
partidaria de recuperar los antiguos fueros (carlismo), y otra progresista, federalista
y republicana.
• La repercusión de la industrialización y de los cambios económicos del siglo
XIX. La burguesía de las regiones periféricas reivindicó el proteccionismo para
proteger sus intereses industriales frente a las medidas liberales adoptadas por el
Gobierno de Madrid.
3.1. El nacionalismo catalán
El nacionalismo catalán utilizó los decretos de Nueva Planta y la abolición de sus
fueros como argumento. Entre 1850 y 1900, Cataluña fue la región más desarrollada
e industrial de España y coincidiendo con el impulso industrializador y el proceso de
urbanización surgieron los sentimientos de diferenciación política y cultural con
respecto a otras regiones. Etapas:
• En la primera mitad del siglo XIX, un movimiento cultural, la Renaixença,
reivindicaba la lengua y los caracteres peculiares de la región, como consecuencia del
descontento por la política centralista del Gobierno. Políticamente dos
tendencias: una conservadora, el carlismo, y otra, durante el Sexenio, federalista
(Pi y Margall), los sectores más intransigentes intentaron proclamar el Estado Federal
Catalán en 1873.
• Durante la Restauración, un grupo de intelectuales fundó periódicos en catalán, (Valentí
Almirall) y en 1882 el Centre Català, que agrupó a las corrientes catalanistas y
entregó el Memorial de greuges (Memoria de los intereses morales y materiales de
Cataluña) a Alfonso XII en 1885, sin pasar por las Cortes, evidenciando la debilidad del
sistema canovista en la periferia y la escasa influencia de los partidos del turno entre la
burguesía catalana.
• En 1891 se constituyó la Unió Catalanista, una escisión conservadora del Centre
Català, y en 1892 aprobó su programa (Bases de Manresa: autonomía de Cataluña
dentro del Estado español, parlamento propio, lengua catalana como idioma oficial,
desempeño de los cargos oficiales por catalanes), redactado por Prat de la Riba. Su
base social la alta y media burguesía (desinterés de las clases populares).
• En 1901, la Unió Catalanista y los sectores más poderosos del empresariado catalán
fundaron la Lliga Regionalista, un partido burgués, católico, posibilista,
ultraconservador y distanciado del independentismo, dirigido por Prat de la

3
Riba y Francesc Cambó. Sus dos objetivos primordiales eran la autonomía política
para Cataluña y defender sus intereses económicos, reclamando una mayor
protección para su industria frente a productos extranjeros (proteccionismo). En 1901
lograba sus primeros diputados, pero el gobierno no atendió sus reclamaciones. Fue el
partido hegemónico del catalanismo hasta la fundación de Esquerra Republicana
en 1931.
El proletariado jamás simpatizó con el catalanismo 4 -calificado como burgués,
derechista y clerical- y Cambó siempre sintió una mezcla de temor y desprecio hacia los
obreros.
3.2. EL nacionalismo vasco
Como en Cataluña, también en el País Vasco existía una peculiaridad cultural propia,
multiplicada por la autonomía económica de los conciertos. El sistema caciquil no
tenía mucha influencia y el liberalismo tampoco había penetrado en la minoría dirigente y
normalmente los diputados elegidos por estas provincias eran carlistas, integristas o
conservadores católicos.
También la industrialización fue el factor más importante para explicar el
nacionalismo vasco. Parte de la población percibió la modernización económica y la
inmigración procedente de otras zonas de España como un ataque a sus costumbres
tradicionales. El surgimiento del nacionalismo político fue más tardío, hacia 1890,
diferente al catalán, por:
• La abolición de los fueros tras la última guerra carlista (1876).
• El fuerte arraigo de la tradición carlista, que además confería al nacionalismo vasco un
componente belicista y violento.
• La idealización de su pasado y de la sociedad tradicional vasca (católica y rural),
rechazando la “españolización”, traída por inmigrantes castellanos.
• Fue un nacionalismo exclusivamente conservador y católico, nada de tradición
republicana.
• El renacimiento cultural fue menos importante, la lengua vasca estaba menos
extendida, limitada al mundo rural, carecía de unidad y de tradición literaria y
difícilmente podía atraer a los inmigrantes castellanos.
• Tuvo un carácter más popular que el catalán. Los nacionalistas vascos pertenecían
fundamentalmente a la clase media baja urbana y al medio rural, frente a la
identificación burguesa del catalán, y estuvieron más vinculados con el
tradicionalismo cultural y religioso. En 1911 crearon un sindicato para atraerse a
las clases trabajadoras, algo que nunca ocurrió en Cataluña.
Fue obra casi exclusiva de una sola persona, Sabino de Arana, que fundó en 1895 el
Partido Nacionalista Vasco (PNV), en Bilbao. Arana -y muchos otros nacionalistas- tenía
antecedentes personales y familiares en el carlismo y el tradicionalismo foralista. Él creó
todos los símbolos nacionalistas (como la ikurriña) y formuló los fundamentos
ideológicos del PNV:

4
El periódico obrerista Solidaridad Obrera publicó en su primer número una significativa caricatura donde aparecía un
trabajador adormecido por el opio de la sardana y las cuatro barras.

4
• Creación de un Estado vasco independiente (con gobierno propio y fronteras
internacionales) formado por las tres provincias vascas, más Navarra y los territorios
vascofranceses de Laburdi y Zuberoa5.
• Agresivo radicalismo antiespañol, los "enemigos" españoles (denominados
peyorativamente "maketos", "chinos" y "moros" por Arana) habían "invadido y
esclavizado” a la patria vasca6.
• Exaltación racista y xenófoba de la etnia vasca7.
• Integrismo ultracatólico8.
• Promoción de la lengua vasca y recuperación de las tradiciones culturales propias9.
Apología del tradicional mundo rural vasco (en trance de desaparición) contemplado
como el modelo cultural mítico, idealizado, sin castellanizar10.
• Denuncia del carácter españolista del carlismo. Los peneuvistas exigían los derechos
naturales de la patria vasca, pero se negaban a defender los fueros (porque eso habría
significado admitir las concesiones de la Corona).
Al principio, su apoyo social fue escaso debido a su radicalismo antiespañol e
independentista, su tradicionalismo agrario y su limitación al entorno vizcaíno. Por ello,
desde comienzos del siglo XX, evolucionó hacia posiciones más moderadas,
adoptando una línea autonomista y católica más acorde con los sentimientos de la
burguesía vasca, cuyos intereses ligados al mercado nacional hacían muy difícil que
apoyaran el radicalismo inicial de Arana. Así los nacionalistas llegaron a obtener el
nombramiento gubernativo de dos alcaldes de Bilbao.

5
También llegó a reclamar parte de Cantabria, La Rioja y Burgos.
6
"Nosotros odiamos a España con toda nuestra alma, si la viésemos despedazada por una conflagración intestina o una
guerra internacional, nosotros lo celebraríamos con verdadero júbilo, así como pesaría sobre nosotros como la mayor de
las desdichas el que España prosperase y se engrandeciera". No es de extrañar que Sabino Arana enviara un telegrama
de felicitación al presidente de Estados Unidos por conseguir la liberación de Cuba derrotando a los soldados españoles
en 1898.
7 Arana proclamaba la superioridad racial de los vascos, calificaba a los españoles como la "raza más vil y despreciable de

Europa", rechazaba los matrimonios entre vascos y foráneos, oponiéndose además a la afluencia de inmigrantes llegados
desde el sur peninsular para trabajar como mano de obra en las fábricas vascas. Para el ingreso en el primer centro
nacionalista fundado por Arana se exigía la posesión de cuatro primeros apellidos inequívocamente de origen vasco.
Curiosamente, el fundador del PNV negaba la consideración de nación para Cataluña, porque su idioma era español y
porque los catalanes carecían de singularidades raciales diferenciales.
8 El proyecto político aranista estaba "al servicio de Dios" ("el fin que persigo es el de conducir el pueblo vasco hacia Dios")

y postulaba un Estado vasco casi teocrático donde se establecería "una completa e incondicional subordinación de lo
político a lo religioso, del Estado a la Iglesia" porque "Euskadi es cristiana, Euskadi cree en Dios y Euskadi sabe que Dios
no abandona jamás a los pueblos que bien le sirven".
9 Arana observaba con temor la expansión del idioma castellano en las ciudades, la imparable desaparición del vascuence

en Navarra y la disminución de su uso entre la población vasca a causa de la oleada inmigratoria y del avance de la
urbanización. Además, el fundador del PNV estimaba necesario evitar cualquier influencia cultural española que -hasta
en sus aspectos más insignificantes como el flamenquismo de las corridas de toros o el "baile agarrao" de pasodobles-
era calificada como perniciosa y ajena al pueblo vasco.
10 Y todavía sin "contaminar" por el aborrecido progreso industrial capitalista y por nefastas ideas modernas como el

liberalismo ("obra de Satanás"), la democracia, el socialismo, el librepensamiento y el materialismo. Arana detestaba las
ciudades y la vida urbana, que destruían el paisaje natural y las tradiciones folklóricas.

5
3.3. El regionalismo gallego
Como reacción contra el atraso y la marginación, otras zonas de España como
Andalucía y Galicia desarrollaron fuertes identidades culturales y políticas, pero no
contrapuestas de la española, que dieron lugar a movimientos regionalistas. En el caso
gallego los antecedentes se iniciaron a mitad del siglo en un contexto doble:
• Movimiento político conocido como provincialismo que reivindicaba la identidad
gallega dentro de una propuesta liberal para España contraria al conservadurismo y
centralismo del gobierno de Narváez (Pronunciamiento del coronel Solís en La
Coruña, 1846, ahogado en sangre). A pesar de este precedente, el nacionalismo gallego
se desarrolló mucho más lento y con menor arraigo social, debido al atraso
económico de la región y a una burguesía reducida.
• Movimiento cultural, O Rexurdimento, grupo intelectual que presentaba difusas
reivindicaciones políticas dentro del contexto del romanticismo tardío. Su
principal representante fue Rosalía de Castro. Sin embargo, el galleguismo no encontró
su articulación política hasta 1890 año en el que Alfredo Brañas y Manuel Murguía,
esposo de Rosalía de Castro, fundaron la Asociación Regionalista Gallega, muy
conservadora, que reivindicó la descentralización administrativa y el uso de la
lengua gallega.
4. El Movimiento Obrero
La situación de los trabajadores asalariados españoles no mejoró demasiado
durante el último cuarto del siglo XIX: salarios de miseria, precariedad, hacinamiento en
viviendas insalubres y barrios sin ningún tipo de servicios…
Después del Sexenio el movimiento obrero pasó a la clandestinidad. Hubo que
esperar a los gobiernos de Sagasta para volver a la legalidad. Como en el resto de Europa,
el movimiento internacionalista español se dividió en dos tendencias: anarquistas,
seguidores de Bakunin, y socialistas, seguidores de Marx. La ruptura entre ambos se
produjo en el Congreso de Zaragoza de 1872. El grueso del movimiento obrero
siguió a Bakunin.
4.1. El Anarquismo
Aprovechando las libertades impulsadas por el gobierno de Sagasta, los
anarcosindicalistas españoles seguidores de Bakunin crearon en 1881 la Federación
de Trabajadores de la Región Española (FTRE), en Barcelona. A pesar de la
radicalidad de su discurso llamando a "la guerra social contra los ricos burgueses", esta
organización optó por la táctica sindical moderada, pacífica y respetuosa con la
legalidad, llegando a rechazar la violencia. Hacía 1882, la FTRE contaba con unos 65000
afiliados, en su mayoría jornaleros andaluces y obreros industriales catalanes. En
1883, la afiliación a la FTRE se hundió (la mayoría pasaron a la clandestinidad) a causa
de la represión desatada contra los anarquistas tras el asunto de la Mano Negra11 y por el

11Presunta organización anarquista secreta y violenta que actuó en Andalucía a principios de la década de 1880, en un
contexto de crisis agraria, hambrunas y crispación social en forma de motines en el campo y en algunas ciudades (Jerez,
1882) que provocaron la intervención de la guardia civil y el ejército. A finales de 1882 las secciones andaluzas de la FTRE
lanzaron un llamamiento a la huelga de los jornaleros para obtener mejoras salariales. La guardia civil de Jerez encontró
documentos (¡debajo de una piedra!) en los que supuestamente se impartían instrucciones para ejecutar acciones
violentas contra los terratenientes y los intereses de la burguesía. La prensa liberal contribuyó a crear un clima de miedo

6
enfrentamiento entre anarcosindicalistas (moderados y legalistas) y
anarcocomunistas (insurrecionalistas, partidarios de la violencia, la acción directa). En
1888, la FTRE acabó disolviéndose.
Desde entonces, una minoría radical optó por la acción directa, la huelga violenta o
atentados12. En 1893, Martínez Campos sufrió un atentado, sobrevivió, pero la ejecución del
autor fue respondida meses después con el atentado del Liceo de Barcelona. En 1896, otro
atentado sangriento contra la procesión del Corpus en Barcelona, derivó en el llamado
“proceso de Montjuic”, un auténtico ajuste de cuentas plagado de irregularidades y falsas
confesiones arrancadas mediante tortura, que acabó con la ejecución de los supuestos
culpables y la prisión o destierro de 80 anarquistas (entre ellos Anselmo Lorenzo y
Tarrida del Mármol). La represalia fue el asesinato de Cánovas en 1897, en un atentado
cometido por Angliolillo, un anarquista radical italiano. La respuesta contundente de las
autoridades no hizo más que alimentar una dinámica de acción-represión continua. En 1901
Sagasta indultó a los que permanecían en prisión y permitió el regreso de los desterrados. La
acción directa sirvió a las clases dirigentes para etiquetar de violento a todo el anarquismo y
aunque la mayor parte de los anarquistas rechazaron estos atentados terroristas por
inútiles e impopulares, los líderes ácratas más respetados fueron incapaces de frenar a los
jóvenes más extremistas y violentos13. En 1911 el anarquismo volvió a la legalidad con la
fundación de un sindicato nacional, la CNT, que en pocos años se convertiría en la fuerza
hegemónica del movimiento obrero español hasta la guerra civil, sobre todo en
áreas rurales y entre los obreros catalanes.
Las propuestas básicas de la ideología anarquista eran:
• Antiautoritarismo, rechazo radical de cualquier poder, jerarquía, forma de
dominación o autoridad que fueran impuestos e implicaran una coerción. Defendían la
completa libertad individual porque estaban convencidos de la bondad natural del
ser humano y de su capacidad para alcanzar la felicidad en plena armonía con sus
semejantes.
• La eliminación del Estado y de todas sus instituciones: gobiernos, ejércitos,
policías, tribunales de justicia y parlamentos. El Estado producía y garantizaba la
violencia, las guerras, la miseria, las desigualdades y la injusticia. De ahí su
enfrentamiento con los socialistas, por su oposición a la dictadura del
proletariado, aunque fuese transitoria.
• Igualitarismo.

e inseguridad y el gobierno decidió enviar refuerzos que procedieron a la detención de miles de jornaleros, anarquistas
o sin filiación política alguna, una excusa para atacar a la FTRE, que condenó desde el principio cualquier acción violenta.
12 En la última década del siglo y la primera del siglo XX sectores anarquistas violentos protagonizaron una oleada de

atentados contra reyes, presidentes y jefes de Gobierno de Europa y América.


13
En muchas ocasiones, los atentados eran llevados a cabo por fanáticos inadaptados, socialmente desarraigados y
psicológicamente desequilibrados, que actuaban de manera aislada. Este fue el caso de Michelle Angiolillo, agarrotado
por asesinar a Cánovas en 1897, como venganza por los procesos de Montjuic, también del tímido e inexperto Miguel
Artal, un adolescente muy religioso y que tenía sólo diecinueve años cuando hirió de gravedad con un cuchillo de cocina
a Antonio Maura en 1904; o del altruista y joven libertario Mateo Morral, hijo de un próspero fabricante textil de Sabadell
y que arrojó una bomba en la calle Mayor de Madrid al paso de la comitiva regia durante la boda de Alfonso XIII –en
1906-.

7
• Supresión del dinero y abolición de la propiedad privada y del derecho de herencia.
Los anarquistas pretendían crear una nueva sociedad formada por múltiples
comunidades autosuficientes, de tamaño reducido, independientes unas de otras y
formadas por aquellos individuos que desearan unirse libremente a ellas14.
• Renuncia a todo tipo de actividad y participación política. Jamás fundaron partidos
ni participaron en elecciones, consideraban que la democracia era un artificio burgués
para engañar y someter al proletariado.
• Rechazo de la religión y de la Iglesia porque favorecían la resignación y la sumisa
pasividad de los trabajadores.
• Confianza en la educación popular, en la razón y en la difusión de la ciencia como
principales fuerzas para erradicar la ignorancia entre los obreros, transformar la
sociedad y crear un mundo nuevo y mejor.
Algunos de los líderes anarquistas más destacados fueron Anselmo Lorenzo, Fermín
Salvoechea, Fernando Tárrida del Mármol y el impresor Ignacio Clariá. También hubo
numerosos intelectuales, literatos y artistas que sintieron la atracción por el movimiento
anarquista por puro inconformismo y por rebeldía estética. Maeztu, Azorín, Baroja,
Unamuno y Julio Camba -incluso Ramon Menéndez Pidal, Jacinto Benavente o Ramón
Gómez de la Serna- colaboraran esporádicamente en publicaciones ácratas durante su
juventud.
4.2. El Socialismo
La corriente marxista del movimiento obrero se organizó alrededor de un pequeño
núcleo de trabajadores de imprenta madrileños -enfrentados al sector anarquista
mayoritario- que crearon en 1879 el PSOE, un partido de la clase obrera. En 188815, en
Barcelona, fundaron el sindicato UGT (Unión General de Trabajadores) y Pablo Iglesias
dirigió -con enorme austeridad y honestidad- ambas organizaciones hasta su muerte en 1925.
Las propuestas doctrinales más importantes del programa socialista fueron:
• Emancipación del proletariado, fin de la sociedad de clases.
• Destrucción del capitalismo16. Transformación de la propiedad privada en
propiedad colectiva17.
• Antimilitarismo y anticolonialismo, rechazo del servicio militar obligatorio.

14
En esta quimérica organización colectivista, la producción sería comunitaria, no existiría ningún tipo de competitividad,
y prevalecerían la solidaridad y la superabundancia, incluso el trabajo sería como un juego agradable y carente de
esfuerzo. Asimismo, los anarquistas condenaban la institución familiar (porque se basaba en el autoritarismo paterno y
en la sumisión femenina) y el matrimonio, que llegaron a definir como "prostitución estabilizada" y contraria al amor
libre.
15
La Federación de Obreros Socialistas Franceses y el Partido Socialista Belga también se formaron en 1879, y tres años
más tarde nació el Partido Obrero Italiano.
16
Este sistema económico distorsionaba la esencia de la personalidad humana, esclavizaba a la clase trabajadora y
provocaba la alienación de los obreros que, como consecuencia de la venta de su fuerza de trabajo al propietario de la
empresa, perdían el control sobre su trabajo y se convertían en simples objetos (en máquinas humanas) dentro del
sistema de producción.
17
La socialización de la propiedad privada. Después del triunfo de la revolución y de la conquista del poder por el
proletariado, se suprimiría la propiedad privada individual, estableciendo una nueva sociedad sin desigualdades, ni
diferencias, ni grupos sociales. La totalidad de las fábricas, bancos, tierras, máquinas, transportes y casas pasarían
entonces a ser propiedad común estatal o de la sociedad entera.

8
• Oposición a los métodos terroristas utilizados por los anarquistas. Los marxistas de
la UGT y el PSOE mantuvieron pésimas relaciones con las asociaciones obreras
anarquistas, por discrepancias ideológicas (dictadura del proletariado) y por
los medios empleados (atentados).
En 1890 se celebró por primera vez el 1º de mayo con numerosas manifestaciones,
siguiendo la consigna de la II Internacional. La afiliación al Partido Socialista y a la Unión
General de Trabajadores fue lenta. En las elecciones municipales de 1891 el PSOE obtuvo
por primera vez cuatro concejales en las grandes ciudades. PSOE y UGT no tuvieron
mucho seguimiento en Cataluña, donde más numeroso era el proletariado, captaron más
afiliados en Madrid y Vizcaya. Tampoco consiguieron adeptos en el campo, carecían de
propuestas para el campesinado, su vocación era fundamentalmente proletaria. La guerra de
Cuba afianzó su posición, por su rechazo al servicio militar y la guerra, logrando aumentar su
popularidad y afiliación de forma espectacular. En 1910 lograron un diputado, Pablo
Iglesias. (En 1877 los socialdemócratas alemanes habían obtenido ya 12 diputados). El
falseamiento electoral, el abstencionismo político de los anarquistas, el radicalismo del PSOE
(rechazo alianzas electorales con los republicanos a los que consideraban reformistas
burgueses) limitaron sus opciones políticas.
En 1921 un grupo de socialistas desgajado del PSOE fundó el Partido Comunista de
España (PCE), seguidor del modelo revolucionario de Lenin en Rusia. El PCE tuvo escasa
significación hasta la Guerra Civil.
4.3. El sindicalismo confesional
Desde la encíclica Rerum Novarum de 1891, la Iglesia católica española -como en
Bélgica, Alemania y Austria- promovió algunas organizaciones sindicales, en ocasiones
financiadas por los mismos patronos. El objetivo, impedir el avance de los sindicatos de
clase anarquistas y socialistas, ideologías "peligrosamente ateas y diabólicas" (León XIII
calificó el anarquismo como "verdadera asociación de delincuentes, de instintos
completamente salvajes").
Del sindicalismo católico destacaron: El sindicalismo agrario (P. Vicent) y la
Solidaridad de Obreros Vascos. Únicamente admitían a trabajadores católicos
practicantes y alcanzaron los 50000 afiliados hacia 190018. Tenían un carácter
corporativo y mixto -integraban también a los patronos- y estaban rígidamente controlados
por el alto clero. Tuvo escasa influencia en los medios industriales urbanos (eran
considerados sindicatos amarillos) y mayor arraigo entre el campesinado de las zonas
rurales de Castilla, Navarra, Andalucía y Extremadura. Los diversos grupos locales
o regionales se unieron en la Confederación Nacional Católico-Agraria (CNCA), en
1895. Su mayor logro, la creación de entidades de crédito exclusivamente agrícolas: las Cajas
Rurales.

18
Solicitaron a los propietarios que evitaran los abusos y concedieran salarios justos a sus empleados y centraron sus
actividades en el reparto de limosnas y en las oraciones colectivas.

9
7.3. El problema de Cuba y la guerra entre España y Estados Unidos. La crisis de
1898 y sus consecuencias económicas, políticas e ideológicas
En 1875, de su antiguo imperio colonial, España solo conservaba Cuba, Puerto Rico,
Filipinas, los enclaves africanos y algunos archipiélagos en Micronesia.
Posesiones difíciles de mantener para un país como España por su dispersión y por las
ambiciones de las grandes potencias (USA y Alemania). La política exterior adoptada por
los gobiernos de la Restauración era de neutralidad (política del “recogimiento”), y tenía
dos objetivos básicos: mantener la soberanía sobre los territorios de ultramar y
ampliar las posesiones en el norte de África:
• África: derechos sobre Marruecos, reconocidos en la Conferencia Internacional de
Madrid de 1880.
• Archipiélagos de Micronesia, ambiciones GB y, sobre todo, Alemania, que logró
ventajas económicas en 1885, paso previo a la anexión.
• Cuba, Puerto Rico y Filipinas: mantenimiento de la soberanía, ignorando las
demandas criollas de autonomía.
De todas ellas, Cuba era, con diferencia, la más importante para la economía peninsular.
Aunque la economía cubana de exportación (azúcar) ya no dependía de la
metrópoli, seguía suministrando productos tropicales a la península y era un
importante mercado para las manufacturas catalanas y vascas gracias al
monopolio comercial español. Existía además un importante contingente de
población española residente en la isla que actuaba como grupo de presión, sobre todo
los grandes hacendados y exportadores de azúcar.
1. El conflicto colonial
La Guerra Grande
Los conflictos cubanos se habían iniciado en el reinado de Isabel II: desde
mediados del siglo XIX la economía cubana dependía de los Estados Unidos (la
mayoría de sus exportaciones y los capitales), aunque España mantenía el
monopolio comercial tradicional. El malestar cubano con la potencia colonial
(esclavitud, centralismo, monopolio comercial) fue desoído por la metrópoli y acabó
con un levantamiento armado que coincidió con la Revolución de 1868. El
Gobierno Provisional ofreció medidas liberalizadoras que los independentistas
cubanos, criollos y mestizos, consideraron insuficientes. Los españoles residentes
en la isla rechazaron cualquier concesión y exigieron una política de mano dura.
El conflicto degeneró en una guerra de diez años, la Guerra Grande (1868-78), en la que
se sucedieron la represión militar y la negociación. Finalmente, en 1878 Martínez
Campos consiguió la Paz de Zanjón (1878), que concedía el indulto a los insurgentes,
convertía a Cuba en una provincia española y la otorgaba cierta autonomía. El
incumplimiento de estas medidas provocó un nuevo levantamiento en 1879, (la
Guerra Chiquita) fácilmente reprimido por el general Polavieja.
La Guerra de 1895
La paz duró poco, por:

1
• La explotación de los trabajadores de las plantaciones y la persistencia de la
esclavitud, defendida por los grandes propietarios peninsulares y antillanos
(marqués de Comillas, Romero Robledo), hasta 1886.
• El rechazo de los sucesivos gobiernos a cualquier tipo de autonomía, incumpliendo
lo estipulado en la Paz de Zanjón: 1893, Maura rechazado por las Cortes, y 1897, Sagasta,
rechazado por los insurgentes.
• Mantenimiento del monopolio comercial, en contra de las reclamaciones de
productores y consumidores cubanos porque chocaba con los intereses del sector textil
catalán y del cereal castellano.
• La creciente dependencia de los USA. En realidad, Cuba era una dependencia
económica norteamericana: exportaciones y capitales (incluso las transacciones
se hacían en dólares). El monopolio comercial y la Ley de Aranceles de 1891, que
prohibió el comercio con USA, amenazaban con asfixiar la economía cubana.
• El apoyo de la opinión pública, la prensa y el gobierno norteamericano a los
insurgentes, primero diplomático y luego con material y armamento1.
A esas alturas la población de la isla (1,8 millones) estaba dividida entre españolistas
e independentistas, en tres grupos políticos:
• La Unión Constitucional, españolista, opuesto a cualquier reforma
autonomista, dominaba las instituciones administrativas, latifundistas y
negociantes españoles y cubanos muy ricos e influyentes en los círculos de
gobierno en Madrid.
• El Partido Autonomista Cubano, reformista moderado y favorable al
mantenimiento de la unidad con España.
• El Partido Revolucionario Cubano, independentista, fundado en 1892 por José
Martí, quien también organizó y lideró la rebelión armada.
En febrero de 1895 estalló la revuelta, el Grito de Baire, que se extendió rápidamente
por toda la isla, con el apoyo de la pequeña burguesía y clases bajas. Martí, Gómez y
Maceo dirigieron a los insurrectos (mambises), se refugiaron en la selva, los pantanos
y zonas montañosas y controlaron las comunicaciones, hostigando con una guerra de

1
El objetivo de esta ayuda no era la liberación de Cuba -como se proclamaba oficialmente- sino el intento de obtener el
dominio sobre la isla caribeña. Hacia 1850, el gobierno estadounidense había intentado comprar esta isla a España por
100 millones de dólares. Más tarde -tras el fin de la guerra de Secesión en 1865- los norteamericanos iniciaron una
expansión territorial con la compra de Alaska al gobierno ruso, la conclusión de la conquista del Oeste, la ocupación del
archipiélago de Midway en el océano Pacífico y la apertura de bases militares en Hawái (Pearl Harbour) y Samoa. Los
motivos del gobierno estadounidense para expulsar a España de Cuba eran de carácter económico (apoderarse de los
yacimientos mineros y las plantaciones azucareras) y de tipo geoestratégico. Los norteamericanos deseaban afianzar su
dominio militar y naval sobre el Caribe y Centroamérica, y una Cuba española obstaculizaba los proyectos expansionistas
de Estados Unidos por los océanos Atlántico y Pacífico (interesados en la penetración hacia China para controlar sus
intercambios comerciales, como ya hicieron con Japón en 1853), que pronto iban a quedar unidos por el canal de Panamá
(iniciado en 1881). El presidente McKinley volvió a intentar en 1896 la compra de la isla por 300 millones de dólares,
operación que fue rechazada por elGobierno. Después de frustrarse esta compraventa, el gobierno de McKinley -que
recibió fuertes presiones de la prensa norteamericana y que además buscaba un éxito internacional para frenar los
avances electorales de sus opositores del Partido Demócrata- se decidió finalmente a aplicar la ley del más fuerte en
política internacional.

2
guerrillas al ejército colonial2, mal armado y alimentado, peor instruido y diezmado
por las enfermedades tropicales.
El gobierno peninsular envió a Martínez Campos, que fracasó en su intento de
controlar las vías de comunicación y los centros productores de la isla para negociar con los
rebeldes. Se negó a adoptar medidas represivas sobre la población civil y fue
sustituido por Weyler. Este aplicó una dura represión, creando centros de
internamiento de civiles, para aislar a los rebeldes y recuperó todo el territorio
excepto las zonas montañosas. Pero en 1896 estallaban revueltas separatistas en
Puerto Rico y Filipinas.
En el archipiélago filipino dos organizaciones, El Katipunan (dirigido por Andrés
Bonifacio, capturado y ejecutado en 1896) y la Liga Filipina, (encabezada por José Rizal
hasta su detención y fusilamiento en 1896) se enfrentaron al ejército colonial. A
principios de 1897 la rebelión había sido anulada.
En Puerto Rico (800000 habitantes) la economía giraba en torno al café y el azúcar
en manos de propietarios peninsulares -catalanes y mallorquines- que exportaban la
mayoría de su producción a España (un tercio del total), Cuba y a los mercados europeos.
El principal partido era el Partido Incondicional Español, ultraconservador. La
actividad del movimiento insurreccional fue mínima.
Tras el asesinato de Cánovas en agosto de 1897, Sagasta, intentó un nuevo proyecto
de autonomía más amplio, al estilo de los dominios británicos, con gobierno propio,
Cámara de representantes y los mismos derechos que los peninsulares, con la oposición de
los sectores más conservadores de la isla, (la oligarquía de hacendados). Envió al
general Blanco en sustitución de Weyler y parecía que la isla estaba pacificada.
El conflicto hispano-norteamericano
En 1897 el presidente McKinley volvió a intentar la compra de la isla, rechazada
por el gobierno. McKinley presionado por la prensa conservadora y la necesidad de frenar los
avances electorales de los demócratas, se decidió por el uso de la fuerza. El pretexto para
la intervención fue el incidente del Maine, un acorazado enviado a La Habana para
proteger los intereses norteamericanos, que en febrero de 1898 estalló y se hundió. El
gobierno de Estados Unidos acusó sin pruebas a España y exigió la retirada de la isla3.
En España gobierno y oposición eran conscientes de lo catastrófico de una guerra
contra Estados Unidos. La opinión pública, la prensa -desde la carlista hasta la

2
Reclutas sin apenas formación militar, procedentes de los estratos sociales más bajos. Los ricos conseguían evadir el
servicio militar obligatorio mediante la redención en metálico, al mismo tiempo que se reclutaba a reservistas. En estas
condiciones la guerra se hizo tremendamente impopular. En total, más de 200000 soldados fueron transportados desde
España hasta Cuba. El Ejército sólo tuvo 5000 muertos en acciones de guerra, pero sufrió casi 60000 bajas por
enfermedad.
3
Estos sucesos fueron aprovechados por los grandes periódicos norteamericanos de Joseph Pulitzer y William Randolph
Hearst -propietario de la agencia de noticias International News Service y de una cadena de más de 40 periódicos- para
desatar una agresiva campaña de prensa antiespañola y reclamar la entrada en guerra con la única finalidad de vender
más ejemplares.

3
republicano izquierdista, excepto los periódicos socialistas y anarquistas4-, y el Ejército5
presionaron al gobierno para que declarase la guerra. El gobierno careció de coraje
para afrontar la impopularidad de una retirada de Cuba y prefirió entrar en guerra con
Estados Unidos - sabiendo que la victoria era imposible- por temor a que el abandono de
Cuba sin luchar pudiera desencadenar un golpe militar que derrumbara el sistema liberal,
una revolución popular que echara abajo la monarquía o incluso una guerra civil.
La guerra fue un paseo militar para Estados Unidos, la armada española quedó
completamente destruida en dos batallas, (el 1 de mayo en Cavite6, en la bahía de Manila,
y el 3 de julio en la bahía de Santiago de Cuba7). Las tropas norteamericanas conquistaron
Cuba Puerto Rico y Filipinas8.
La Paz de París
En diciembre de 1898, por el Tratado de París, España cedió a Estados Unidos
Puerto Rico, Filipinas (a cambio de 20 millones de dólares, hasta 1946 no logró la
independencia) y la isla de Guam. Cuba quedó bajo "protección" estadounidense hasta
mediados del siglo XX (enmienda Platt), no fue evacuada hasta 1902, y cedió la base de
Guantánamo a USA a perpetuidad.
2. Las consecuencias del desastre del 98
La pérdida del Imperio colonial español no fue un hecho aislado. Formó parte de un
proceso de redistribución colonial entre las grandes potencias entre 1895 y
1905, que también perjudicó a Italia (Abisinia), Rusia (Manchuria), Francia (Fachoda),
Portugal (Mapa Rosa), Japón (Renuncia a las adquisiciones de Shimonosheki, 1895) o la
República Sudafricana de los Boers, en beneficio de Estados Unidos, Inglaterra y Alemania9.

4
Sostuvieron que una solución negociada equivalía a una traición y mantuvieron un tono belicista, patriotero y
antinorteamericano. Era frecuente que los periódicos utilizaran denominaciones despectivas como "tocineros yanquis"
o que publicaran caricaturas donde aparecía un apuesto torero español pegando una estocada a un cerdo con los colores
de la bandera norteamericana.
5
Los altos manos amenazaron al gobierno negándose a retirarse de Cuba de "manera humillante y deshonrosa” sin
presentar combate. La inconsciencia de algunos militares llegó a tal punto que el general Valeriano Weyler propuso un
desembarco español para atacar las costas norteamericanas. Por el contrario, la mayoría de los mandos de la Marina -
como el almirante Pascual Cervera- no tenían dudas sobre la inevitabilidad del desastre.
6
La marina estadounidense destrozó en menos de una hora a los buques españoles (sus proyectiles ni siquiera rozaron
el casco de los acorazados norteamericanos).
7
Donde barcos de madera se enfrentaron a buques con blindaje de acero y cañones de largo alcance con mayor calibre
y velocidad de tiro; allí murieron 300 marinos españoles y sólo un soldado enemigo.
8
A pesar de todo, todavía en agosto de 1898, numerosos generales -Valeriano Weyler, Ramón Blanco o Carlos O’Donnell-
continuaban mostrándose favorables a proseguir la guerra, aunque los norteamericanos pudieran ocupar las Islas
Canarias, las Baleares u otros puertos peninsulares. Del mismo modo, los periódicos madrileños -completamente ajenos
a la realidad de la situación- informaban con la mayor seriedad a sus lectores de los extravagantes inventos de un
electricista llamado Daza, que afirmaba haber construido un fabuloso y mortífero cohete -denominado "tóxpiro"- que
haría posible bombardear las bases navales norteamericanas y ganar la guerra.
9
Tampoco fue casual que, sólo tres días después del hundimiento de la flota española en Cavite, el jefe de gobierno
británico -lord Salisbury- pronunciara un discurso en el Royal Albert Hall londinense donde exponía su visión
socialdarwinista de la política internacional y afirmaba la decadencia de las "naciones moribundas" (en referencia a los
países latinos como España, Portugal e Italia), cuyos síntomas eran la debilidad de sus ejércitos, la corrupción e ineficacia
de sus instituciones políticas y la carencia de grandes personalidades entre sus dirigentes. Salisbury afirmaba que el
destino de esas naciones decadentes e inadaptadas al mundo moderno consistía en ser sometidas por el impetuoso
avance de los países más pujantes anglosajones y germánicos del norte (Gran Bretaña, Alemania y Estados Unidos).

4
Aunque poco podía hacer España, un Imperio colonial en continuo declive desde el siglo
XVIII, frente a estas potencias, el desastre supuso un revulsivo en la conciencia
nacional, con una serie de consecuencias importantes:
2.1 Demográficas
Las pérdidas humanas, 120000 muertos, la mitad soldados españoles, en su mayoría por
enfermedades infecciosas, procedentes de las clases sociales más deprimidas, que
no podían pagar la redención del servicio militar.
2.2 Económicas
• Negativas: Pérdida de los ingresos procedentes de las colonias, de sus mercados y
de los productos tropicales baratos (azúcar, café, tabaco) que producían. Incremento del
proteccionismo económico como salvaguarda de los intereses de la industria textil
catalana que perdió el monopolio del mercado americano.
• Positivas: La repatriación de capitales permitió la fundación de importantes bancos
(Banco Hispanoamericano, Banco de Vizcaya) y la financiación de la siderurgia vasca.
2.4. Políticas
• Pérdida del ya escaso peso internacional de España. En 1899 España, sin escuadra
e incapaz de defender los archipiélagos del Pacífico, cedía los restos del Imperio
colonial a Alemania (el resto de las Islas Marianas, las Carolinas y las Palaos, a cambio
de 17 millones de marcos).
• La derrota estuvo a punto de provocar un golpe de Estado encabezado por el general
Polavieja -con apoyos entre la alta burguesía y el empresariado catalanes- para establecer
una dictadura militar, abortado por no contar con el apoyo de la Regente.
• El Desastre no provocó ninguna crisis de gobierno, pero si el desgaste de los
partidos turnistas, sobre todo del Partido Liberal, en el poder cuando el Desastre,
por su gestión de la guerra. Consecuencia inmediata fue la sustitución de la primera
generación de dirigentes, por nuevos líderes, (Silvela y Maura, en el Partido
Conservador, o Moret, Montero Ríos y Canalejas, en el Liberal) y la incorporación de
algunas medidas regeneracionistas (educación, medidas sociales, reformas
administrativas para reducir el caciquismo).
• Desprestigio del Ejército y resentimiento de los militares hacia los políticos.
• Intento de construir un nuevo imperio colonial en el norte de África, de funestas
consecuencias durante el siglo XX (Guerra de Marruecos, africanistas, Golpe de 1936).
• Impulso de los nacionalismos periféricos, favorecidos por el sentimiento de crisis
nacional.

En relación al contexto internacional del desastre del 98, aunque a finales del siglo XIX casi todos los territorios de África,
Asia y Oceanía estaban ya ocupados, las grandes potencias industriales y militares (Gran Bretaña, Alemania y Estados
Unidos) continuaron compitiendo por el control de los mercados internacionales y por la posesión de nuevas colonias.
Este ansia de expansión sólo podía satisfacerse arrebatando a los países más débiles -como España o Portugal- los restos
de los antiguos imperios coloniales que ya eran incapaces de defender. La derrota española debe situarse en este marco,
como las frustraciones coloniales sufridas también por Portugal en el sur de África (Mapa Rosa, 1890) y por Francia, en
Fachoda (Sudán, 1898). Ambos países debieron inclinarse ante las amenazas y la fuerza de Gran Bretaña, tal y como a
España le sucedió con Estados Unidos, con la diferencia de que ni portugueses ni franceses forzaron entonces una guerra
que sabían pérdida de antemano.

5
• Avance de los partidos republicanos.
2.5. Ideológicas
• Al principio, pasividad de la opinión pública ante la derrota, pero cuando llegaron
las noticias de las derrotas, las bajas, los heridos mal atendidos, muertos de hambre,
mutilados o con graves secuelas por las enfermedades tropicales (malaria)..., las
protestas se extendieron por casi todas las ciudades del país y desencadenaron
violentos tumultos, exigiendo responsabilidades que, invariablemente, acabaron con la
intervención de la Guardia Civil.
• La desmoralización de un país consciente de su propia debilidad y de lo inútil del
sacrificio.
• Fueron los intelectuales, no la opinión pública adormecida, quienes criticaron el
funcionamiento del sistema político y la mentalidad derrotista y conformista
del país. Ni la guerra ni el desastre provocaron un movimiento de exaltación nacionalista.
Los políticos siguieron justificando la necesidad de la guerra y del sacrificio de una derrota
segura para salvar la dignidad nacional. Las corrientes críticas más destacadas:
o Afectados por el cataclismo del 98 y preocupados por lo que ellos llamaban el problema
de España, un grupo de escritores, la Generación del 98, Ganivet, Unamuno, Azorín,
Baroja y Maeztu. Y, de difícil adscripción en este grupo, Antonio Machado, que formuló
la idea de las dos Españas10. Buscaron las causas de la decadencia en la pérdida de
los valores tradicionales, reflejados en el espíritu castellano. Algunos
proponían españolizar Europa, incapaces todavía de echar siete llaves al sepulcro del
Cid, como sugería Costa poco más tarde, otros europeizar España.
o El Regeneracionismo: la corriente de pensamiento que a finales del siglo XIX
intentó impulsar la vida política y económica por cauces diferentes a los de la
Restauración. Todo estaba degenerado y había que renovarlo, y tras el desastre
del 98 se necesitaba un nuevo rumbo. Los regeneracionistas, igual de preocupados
que los autores del 98, pero menos pesimistas, con propuestas objetivas para sacar
a España de su postración africana y determinados por la influencia de la
Institución Libre de Enseñanza, algo parecido a los herederos de los arbitristas y de
Cadalso en su preocupación por los problemas del país: la hecatombe del 98, el fracaso
del sistema canovista, el caciquismo. A ella pertenecieron Lucas Mallada, Ricardo
Macías Picavea, Giner de los Ríos y, el más destacado, Joaquín Costa11. Reclamaban la
introducción de las reformas necesarias para conseguir la revitalización de

10
Contraponía la de ayer (de charanga y pandereta, /cerrado y sacristía/ devota de Frascuelo y de María), a la
contemporánea (que pasó y no ha sido/esa que hoy tiene la cabeza cana) y a la que entonces alumbraba (la España de
cincel y de la maza/España de la rabia y de la idea). El dolor de España, la visión crítica de la realidad, el paisaje castellano...
le acercan a los regeneracionistas.
11
Profesor en la ILE y, por tanto, empapado de krausismo. Sus ideas se reflejaron en una serie de conferencias en el
Ateneo de Madrid, que se publicaron con el título de Oligarquía y Caciquismo. Insistía en sustituir la política de la
Restauración, que protegía los intereses de la oligarquía, por el desarrollo de la educación, la europeización, la autonomía
local, la política hidráulica, reforestación, la construcción de nuevas carreteras y la redistribución de tierras recuperando
el colectivismo agrario. Costa pretendía implicar a las clases medias, para marginar a oligarcas, socialistas y anarquistas.
Su lema “Escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid” y llegó a proponer un cirujano de hierro para solucionar los
problemas seculares de España. Todos ellos, Costa, Lucas Mallada, Macías Picavea, Giner de los Ríos, Rafael Altamira,
Juan Pablo Forner… trataron de regenerar España, europeizar, desafricanizar y modernizar definitivamente el país.

6
España y acabar con sus males. Señalaron como los problemas causantes de la
decadencia del país: el analfabetismo, la pobreza, el atraso económico, la
bancarrota financiera del Estado, el caciquismo, el fraude electoral, la carencia
de auténticas instituciones democráticas, el centralismo, el militarismo, y la
incapacidad para retener el Imperio colonial. Proponían la dignificación de la vida
parlamentaria (fin del fraude electoral), la reforma educativa, ayudas sociales
para los más necesitados, obras públicas para modernizar el país…, es decir, una
política orientada hacia el bien común y no en beneficio de la oligarquía
(Escuela, despensa y doble llave al sepulcro del Cid). Su crítica no formó un
movimiento político concreto con capacidad de acción, pero dejó una profunda
huella en el pensamiento político nacional y tras el desastre la mayoría de
los líderes de los partidos turnistas trataron de introducir cambios en el
sistema político, desde el gobierno y de manera controlada, gradual y paulatina. Los
primeros reformistas fueron los políticos conservadores, Silvela y Maura,
que crearon dos nuevos ministerios, separados del de Fomento, que encarnaban las
reivindicaciones del regeneracionismo: el de Instrucción Pública (equivalente
al de Educación) y el de Agricultura. Después Raimundo Fernández Villaverde,
que reformó la Hacienda estatal, y Eduardo Dato, que retomó la legislación social
iniciada en la I República y reguló los accidentes laborales y el trabajo de mujeres y niños.
o Por esas fechas, en Cataluña, Eugenio D’Ors dirigía un grupo de escritores que
aspiraban a una europeización a través del intelectualismo y la cultura, el
Novecentismo, a caballo entre la generación del 98 y la del 27, que también agrupó a
una serie de ensayistas, Ortega y Gasset, Américo Castró, Sánchez Albornoz,
Madariaga, Marañón, Azaña, d'Ors, Bergamín, Gómez de la Serna, Juan
Ramón Jiménez, Ramón Pérez de Ayala y Gabriel Miró. Influidos por el
regeneracionismo, también abordaron el problema de España, pero desde una
perspectiva menos pesimista que los autores del 98.

7
1. Evolución demográfica y movimientos migratorios en el siglo XIX. El
desarrollo urbano
Durante el siglo XIX, España abandonó definitivamente el rango de potencia
mundial para convertirse en una nación de segundo orden, con una anticuada estructura
socioeconómica, que retrasó su incorporación a la revolución industrial y provocó su
atraso económico y demográfico respecto a Europa Occidental. España no
completó su transición demográfica hasta muy entrado el siglo XX: Guerras,
epidemias, hambre, alta mortalidad, tremenda mortalidad infantil, impropias de un país
industrializado. España fue, durante toda la centuria, un país agrícola, un país de penuria,
de necesidades, de miseria y de emigrantes.
La economía española del siglo XIX exhibe un desfase radical con respecto a la europea. Una
agricultura entre el latifundio y el minifundio, de rendimientos bajos. Capitales escasos,
tardíos e insuficientes para el despegue industrial. La economía española del siglo XIX
presentaba rasgos de economía colonial en manos del capital extranjero (minería,
industria siderúrgica, ferrocarriles...). Modelo económico periférico y dependiente, de
evolución discontinua, con graves desequilibrios sectoriales y territoriales,
típicamente mediterráneo.
El tránsito desde el Antiguo régimen a la sociedad burguesa implicaba una serie de
cambios en los hábitos de vida, en las mentalidades y en las condiciones económicas. En
España esos cambios fueron traumáticos, especialmente para los sectores populares.
Conforme avanzaba la revolución liberal se degradaban sus condiciones de vida. El
liberalismo -una proclama de igualdad en una sociedad eminentemente desigual- con su
carácter excluyente en el ámbito político impidió que esos sectores populares se identificaran
con el nuevo régimen, lo que explica en parte su propia inestabilidad y también la caída
de la monarquía en 1868.
La sociedad de mediados del siglo XIX es ya una sociedad de clases, moderna. La
legislación liberal de la tercera década liquidó definitivamente la estructura social y
los privilegios estamentales, sin que la nobleza perdiera, a lo largo del siglo XIX e
incluso del siglo XX, algunos privilegios formales y simbólicos, una influencia y
prestigio social superiores a los del resto de la población. Seguía siendo un país
abrumadoramente agrario: el 82% de la población vivía en el campo, y el 75% trabajaba
la tierra o vivía de sus rentas. Sólo Madrid (298000), Barcelona, Valencia y Sevilla
superaban los 100000 habitantes. El resto de las ciudades eran centros
administrativos de provincias, con población escasa y una vida más marcada por la
cultura rural que por la urbana. Las duras condiciones de vida que afectan a las clases
populares se manifestaran en unas relaciones especialmente conflictivas, típicas de los
comienzos del capitalismo salvaje y de la pervivencia de estructuras tardofeudales.
1. Evolución demográfica
Durante el s. XIX la población española creció desde 10 hasta 18 millones de
habitantes. A comienzos del siglo había en España unos 11 millones de habitantes, en 1833
12,3 millones y en 1857, según cifras del primer censo estadístico de la historia de
España, 15464000. La tasa de crecimiento, de un 4% anual hasta 1833, ascendió a un 6,5%
de media anual desde entonces. Durante el último cuarto del siglo la población creció

1
despacio: se pasó de un total de 16,6 millones de habitantes en el censo de 1877 a 18,6 en
1900. Ese lento crecimiento se debía al mantenimiento de altas tasas de
mortalidad, mientras descendían las tasas de natalidad. Este lento y escaso
crecimiento, debido al comienzo del desarrollo económico, y desde 1840 al fin de la guerra
carlista, no sirvió para impulsar una revolución industrial, (la tasa de crecimiento
española era un 6‰ más baja que la media europea en 1860), porque las características
generales de la población española eran más propias del ciclo antiguo que de la etapa
demográfica moderna.
El principal lastre demográfico español era la alta mortalidad. La mortalidad
española, que se había reducido, era aún muy elevada a mediados del siglo: un 27%. Las
razones de esa alta y fluctuante mortalidad:
1. Las sucesivas guerras en el primer tercio del siglo, sobre todo en las provincias del
Norte.
2. La grave incidencia de las epidemias infecciosas. La viruela y la fiebre amarilla, las
más activas en el siglo XVIII, apenas tuvieron influencia en el XIX. El cólera y la
tuberculosis, la gripe o el sarampión fueron las más importantes. El cólera,
enfermedad del hacinamiento y de la ingesta de aguas insalubres1, barrió Europa en cinco
grandes epidemias generales que afectaron profundamente a la Península: 1830-35; 1853-
56, (la más grave en España); 1865 y 1885. La tuberculosis, típica enfermedad social, se
cebó especialmente sobre las clases trabajadoras. La subalimentación, las condiciones
de vida en infraviviendas, sucias y en barrios contaminados, el ambiente enrarecido y a
veces irrespirable de las fábricas, la falta de higiene generada por la incultura y la
pobreza, fueron el caldo de cultivo de la tisis.
3. Las crisis agrarias cíclicas, que mantuvieron a la mayoría del país al borde del hambre
y permanentemente subalimentado. Las sucesivas crisis de subsistencias: 1817, 1823-1825,
1837, 1847, 1856-1857, 1867-1868, son años de malas cosechas. Sin reforma agraria ni
aumento sustancial de la producción, no sobraba, de un año para otro, suficiente grano
para almacenar y prevenir las necesidades ante la probabilidad de malas cosechas. Sólo en
las provincias costeras se podían paliar los efectos importando trigo y haciendo bajar los
precios. En el interior, sin embargo, el trigo importado era demasiado caro para que
pudiera ser comprado por las clases populares. La política proteccionista, que evitaba la
entrada de trigo extranjero más barato, tendía a agravar la situación.
El crecimiento de la población española se acentuó durante el último cuarto del siglo
XIX y el primer tercio del XX: en 1877 sumaba unos 16,6 millones de personas, en 1900
18,5 millones, en 1920 a 21,3 millones y en 1930 a 23,5 millones. Las tasas de natalidad
y mortalidad descendieron lentamente, pero los fallecimientos disminuyeron a
mayor velocidad que los nacimientos durante el primer tercio del siglo XX,
facilitando un apreciable incremento demográfico. En el período 1881-85 se registró
una tasa de natalidad de un 36,4 por mil y una tasa de mortalidad de 32,6 por mil, ambas
muy altas. En el período 1896-1900, un 34,3 por mil de natalidad y un 28,8 por mil de

1
El agua para consumo humano se captaba de los mismos ríos a los que iban a parar los vertidos fecales que, por supuesto,
también acababan por contaminar los pozos y acuíferos. A mayor hacinamiento mayores probabilidades de expansión
epidémica.

2
mortalidad, respectivamente. En el de 1930-34, un 27,6 y un 16,6 por mil, respectivamente.
Claro descenso de las tasas y consiguiente modernización demográfica.
1.2. Evolución sectores actividad
La evolución de la población activa por sectores económicos también refleja una
creciente modernización: En 1877 el 64% trabajaba en el sector primario, el 15%
en el secundario y el 20% en el terciario. En 1900, la distribución era idéntica. Pero en
1930, trabajaba el 45% en el sector primario, el 26% en el secundario y el 27% en el
terciario. Disminuyó el analfabetismo, que en 1900 era de un 63%, bajó en 1910 a un
59%, en 1920 a un 52% y en 1930 afectaba a un 44% de la población.
1.3. La emigración
Hasta 1853 el gobierno mantuvo una política poblacionista y prohibió la emigración.
La incapacidad del país para mantener a todos sus habitantes obligó a la aprobación de una
Real Orden que permitía la emigración al extranjero y desde los años sesenta las
corrientes migratorias hacia América (Argentina y Brasil, sobre todo) y Argelia,
comenzaron a crecer. Los protagonistas eran campesinos y artesanos que buscaban en el
extranjero un medio de vida que no tenían en España. Los emigrantes al Norte de África
retornaban pasados unos años, la emigración americana solía ser definitiva y
producía una pérdida de población neta para España. En 1868 la incidencia de la emigración
aún era pequeña, pero en el último tercio del siglo hay un aumento considerable de
los movimientos migratorios:
1. De la migración interior hacia las ciudades por el crecimiento industrial y de
los servicios. Barcelona, Bilbao, Valencia y Madrid, crecieron aceleradamente.
El crecimiento urbano trajo consigo problemas graves, como la falta de viviendas
y el hacinamiento en suburbios sin infraestructuras ni servicios.
2. De la emigración exterior (África del Norte y Latinoamérica, sobre todo
Argentina). Casi un millón de emigrantes, casi todos jornaleros (afectados por la
crisis agrícola de fin de siglo), dos millones entre 1900 y 1920. Reduciéndose
notablemente entre 1920 y 1930, a 600000.
2. La sociedad de la Restauración
Con el avance de la industrialización y la modernización económica se produjo una
polarización cada vez más clara entre las clases acomodadas y los trabajadores.
En las clases altas convivían la nobleza, la burguesía terrateniente, industrial o
mercantil y algunos funcionarios y profesionales liberales de alto nivel
económico. La nobleza latifundista tradicional perdió influencia, aunque mantuvo
su prestigio y estableció vínculos matrimoniales con la alta burguesía, (industrial,
comercial, o financiera). Una parte de la alta burguesía, altos funcionarios y
militares, consiguió título nobiliario, especialmente durante el reinado de Alfonso XIII.
La jerarquía eclesiástica mantuvo buenas relaciones con estos grupos. Las leyes
electorales restrictivas y el falseamiento electoral que invalidaba el sufragio universal
sirvieron para que las clases altas conservasen su hegemonía.
Entre las clases medias, la mayoría de los profesionales liberales (abogados, médicos,
profesores, periodistas), funcionarios, medianos propietarios del campo y la ciudad

3
(tenderos, pequeños industriales, artesanos), oficiales del ejército en constante
crecimiento (se duplicó su número durante el reinado de Alfonso XIII).
Las clases populares, los jornaleros y los obreros urbanos, junto con pequeños
propietarios y arrendatarios agrícolas, constituían la mayoría de la población. La
población campesina continuaba siendo la más numerosa, aunque disminuyó el
número de agricultores desde principios del siglo XX y aumentó el de obreros
industriales y empleados del sector de los servicios. El número de jornaleros se
redujo a la mitad entre 1875 y 1930. Las condiciones de vida de estas clases
populares eran difíciles, afectadas más intensamente por las malas cosechas, epidemias y
la precariedad. Las mujeres se empleaban en el sector del servicio doméstico y, en el caso de
Cataluña, en la industria textil. Los movimientos obreros fueron adquiriendo cada vez
más fuerza, sobre todo el anarquismo en el campo y en Cataluña, gracias a las
reformas legales introducidas por los gobiernos de la Restauración (asociación, reunión).
Siguió existiendo una notable diferencia de nivel económico y cultural, entre las
clases altas y las clases populares, factor fundamental para explicar los conflictos
y tensiones que fueron aumentando con el paso del tiempo en intensidad y frecuencia.
3. Los cambios en la vida urbana
Creció la población urbana: En 1900, el 32% de la población vivía en núcleos de más de
10000 habitantes, en 1930, el 42% de la población total. Las innovaciones técnicas, la
introducción de nuevos servicios públicos y el crecimiento de las ciudades y de los
nuevos espacios urbanos transformaron las ciudades:
1. La vivienda. La desamortización generó en las ciudades un proceso de
especulación que llevó a la construcción de edificios de viviendas de varias alturas, que
ocupó con nuevas construcciones los espacios vacíos (huertos), surgiendo así la
ciudad bloque. Las nuevas viviendas eran más pequeñas, y reproducían en
altura la estratificación social, desde el llamado principal, que ocupaban las clases
pudientes, a las casas más altas y a los áticos (más fríos y calurosos), destinados a las capas
populares. Estas, por lo general, fueron expulsadas del centro urbano.
2. Los planes de ensanche, para las clases burguesas, barrios bien planificados,
próximos al centro y con todos los servicios. Los más significativos fueron el Plan
Cerdá en Barcelona, en 1859, y el Plan Castro de 1857 para Madrid. El primero se
completó y caracteriza al centro de Barcelona, pero el de Madrid, aplicado por el marqués
de Salamanca con criterios totalmente especulativos, se alejó del proyecto original. Ambos
construyeron un trazado de tipo hipodámico, con calles cortadas en ángulo recto,
perpendiculares, que racionalizaban y facilitaban el tránsito.
3. Los barrios obreros, en cambio, se ubicaron en la periferia, cerca de las fábricas, o
en los centros urbanos degradados, sin ningún tipo de infraestructuras, con
viviendas pequeñas e insalubres, de pésima construcción y, frecuentemente, de
autoconstrucción. Se impuso así una zonificación social y funcional del espacio
urbano.
4. A mediados del siglo introdujo el alcantarillado en sustitución de los viejos pozos, focos
de infección y de malos olores. Posteriormente el empedrado y la separación de aceras y
avenidas (Cádiz, La Coruña o Madrid) y se generalizó la iluminación nocturna de las

4
calles, sobre todo a raíz de la introducción de las farolas de gas (Cádiz o Granada fueron
pioneras, Barcelona tenía 600 de ellas en 1848, y en 1875 Madrid tenía ya más de 4000 de
gas y casi 700 de petróleo). También se introdujo el abastecimiento de aguas a las
principales ciudades, (el más complejo el Canal de Isabel II, iniciado en 1848). Aun así, al
término del reinado de Isabel II eran rarísimas las casas que tenían acometida de aguas,
aguadores y lavanderas seguían siendo esenciales y las casas de baños el recurso más
frecuente para el aseo. Otro cambio que afectó a la estética, pero también a los hábitos de
consumo, fue la introducción de cristaleras en los escaparates de las tiendas, moda
francesa.
5. La mayor transformación se produjo en los transportes. Primero se estableció el servicio
regular de diligencias (hacia 1823), después los ferrocarriles, y modificaron
radicalmente el concepto de la distancia y de la duración de los viajes. Las distancias
que antes se medían en días o incluso semanas, se redujeron a horas. Las clases medias
urbanas se acostumbraron a desplazarse a puntos alejados. Los más ricos, incluso,
iniciaron la costumbre del veraneo (la reina pasaba uno de sus primeros veraneos en
San Sebastián cuando estalló la revolución en 1868).
6. La introducción del telégrafo eléctrico desde 1854, revolucionó la transmisión de la
información, lo que afectó sensiblemente a la difusión de la prensa de noticias.
Sin embargo, la gran mayoría de la población continuó viviendo en el campo y
repitiendo costumbres milenarias. El analfabetismo era aún predominante a
principios del siglo XX. Los pueblos y aldeas apenas se comunicaban entre sí y menos con las
ciudades alejadas. Su único enlace con el mundo exterior eran las noticias, orales, de los
viajeros y lo que el párroco quisiese contar. Los periódicos raramente llegaban a la aldea,
porque, salvo el cura y algún otro lugareño, nadie podía leerlos. En las ciudades de
provincia, sin embargo, sí proliferó la prensa, y el casino, lugar de reunión de los
caciques y de las fuerzas vivas locales, era a la vez lugar de juego, de tertulia y de lectura de
periódicos.
4. El papel de la mujer en la sociedad del XIX
Los cambios en el modo de vida afectaron sólo a una parte de la población, y
tampoco por igual a hombres y mujeres. La mujer española de la Restauración apenas
tenía posibilidades de formación (excepto las primeras letras), de independencia e
incluso de libertad personal. Las familias ricas pagaban la educación en colegios femeninos,
pero las hijas de obreros y campesinos difícilmente llegaban a aprender siquiera a escribir su
propio nombre. La ideología conservadora relegaba a la mujer al papel de esposa,
madre y administradora de la casa, desde su más tierna infancia. Su comportamiento
tenía que servir de ejemplo y difícilmente se aceptaba que una mujer tuviese criterio propio.
Sólo entre ciertas elites intelectuales hubo casos de mujeres con estudios universitarios. No
tenían derechos políticos -el voto y la política eran cosa de hombres-, y tampoco
independencia jurídica: pasaba directamente de la autoridad paterna a la marital, no
podía comprar ni vender propiedades sin permiso paterno o del marido, ni podía decidir sin
consentimiento del cónyuge la educación de sus propios hijos.

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2. La revolución industrial en la España del siglo XIX. El sistema de
comunicaciones: el ferrocarril. Proteccionismo y librecambismo. La aparición
de la banca moderna
Desde 1789 los efectos provocados por los acontecimientos revolucionarios: guerra con la
Convención, guerra con Inglaterra (Trafalgar), Guerra de la Independencia,
emancipación colonial, la inestabilidad política posterior y la atonía de la iniciativa
privada durante el primer tercio del siglo XIX, provocaron una profunda crisis en la
economía española que la situaría en clara desventaja frente al resto de Europa
Occidental.
El modelo de la Revolución industrial, con sus profundas transformaciones económicas
y sociales, no logró arraigar del todo en el país. El mundo rural se enfrentó a la
desamortización de la tierra que liquidó el sistema de las manos muertas, pero no
contribuyó a crear una agricultura moderna porque los nuevos propietarios no
invirtieron capitales ni adoptaron las transformaciones técnicas necesarias.
Situación especialmente grave porque España era, a lo largo del siglo XIX, un país
predominantemente agrario, de jornaleros sin tierra y arrendatarios pobres.
Tampoco la industria experimentó un crecimiento espectacular: La industria catalana
siempre sufrió por la debilidad del mercado nacional, de escasa capacidad
adquisitiva. Y la siderometalúrgica vasca nació tarde, en la década de los ochenta,
cuando Europa iniciaba la Segunda Revolución Industrial.
Las principales causas de este atraso económico fueron:
1. Las condiciones geográficas, que no facilitaban las comunicaciones: orografía
compleja, clima duro, ausencia de una red fluvial y de canales que permitiesen
comunicaciones interiores rápidas y eficaces, dificultaron el desarrollo de un mercado
nacional articulado y encarecían el transporte. El ferrocarril no contribuyó
demasiado a cambiar las cosas. Sólo la red portuaria garantizaba una aceptable
comunicación con mercados exteriores.
2. La escasez de materias primas y de fuentes de energía y su dispersión
geográfica, que hacían costosa la producción. El desarrollo industrial hubo de recurrir a
la importación de hierro europeo, más barato. Sólo Asturias o Vizcaya desarrollaron una
mediocre industria siderúrgica desde mediados del siglo.
3. El relativamente lento crecimiento demográfico, -por los desastres relacionados
con las guerras de finales del s. XVIII, la Guerra de Independencia y las guerras civiles
posteriores-, que no proporcionó la necesaria mano de obra industrial. El atraso
de la agricultura tampoco facilito el crecimiento demográfico. Y cuando el
crecimiento fue mayor, a finales del siglo, la agricultura y la raquítica industria
no pudieron absorberlo y se canalizó hacia la emigración a América.
4. La emancipación de las colonias americanas, supuso la pérdida de mercados y
fuentes de materias primas fundamentales para el despegue industrial. La
industria algodonera catalana experimentó una grave crisis, primero con la desarticulación
del comercio americano, después del desastre de Trafalgar y, definitivamente, tras la
pérdida de los mercados americanos después de la independencia. Aunque luego se

1
recuperó, nunca logro alcanzar los niveles de la producción textil británica, que podía
contar con algodón egipcio o hindú (baratos) y grandes mercados coloniales.
5. La escasez de capitales. En España no se produjo una acumulación de capitales: no se
había iniciado una revolución agrícola ni el comercio lo permitía tras el desastre
colonial. Tampoco existió una mentalidad inversora comparable a la de otras
burguesías europeas, sólo el Norte y Cataluña contaban con una burguesía
emprendedora que canalizó sus capitales a la producción textil y siderúrgica. El
escaso capital, en vez de ser invertido en la industria, se orientó a la compra de deuda
pública y la adquisición de propiedades desamortizadas. La burguesía española
se convirtió en rentista y terrateniente y dedicó sus capitales a la especulación.
Resultado: la dependencia de capitales extranjeros, esenciales para la construcción
ferroviaria y para el despegue siderúrgico del Norte, pero que repatriaron los beneficios a
sus países de origen y no contribuyeron a la acumulación de capitales en España.
6. El papel del Estado, cuya política proteccionista favoreció los intereses agrarios e
impidió el desarrollo de la competencia capitalista. Al proteger la producción española con
aranceles, favorecía el inmovilismo y la falta de cambios tecnológicos en el campo. El
crítico endeudamiento de la Hacienda (pérdida del mercado americano, guerras,
inestabilidad, crisis económica) y la continua emisión de títulos de deuda, con intereses
cada vez más altos, transfirieron los pocos capitales disponibles hacia el Estado e
impidieron la inversión productiva. Los gobiernos moderados, siempre favorables a
los intereses de la oligarquía terrateniente, se convirtieron en uno de los máximos
responsables del atraso económico.
En 1860, mientras la economía española acababa de iniciar su despegue industrial,
Inglaterra, Francia, Alemania o Estados Unidos habían adquirido una ventaja
inalcanzable responsable del atraso económico español respecto al exterior.
a. Las transformaciones agrarias
La agricultura continuó siendo la principal actividad económica. Ocupaba dos
terceras partes de la población activa. La producción agraria aumentó durante el
siglo XIX por la puesta en cultivo de nuevas superficies, procedentes de las
propiedades desamortizadas y no por la introducción de mejoras técnicas, aunque
continuaron las crisis de subsistencia. Prosiguió la especialización regional iniciada
en el XVIII gracias a la mejora de los transportes y del comercio, según tres modelos
diferentes:
1. Norte cantábrico, cultivo de maíz y patata en detrimento del trigo.
2. Interior, dedicado al trigo.
3. Mediterráneo, productos orientados al comercio: vid, olivo, frutas y hortalizas.
Las mejoras técnicas contribuyeron a aumentar los rendimientos y, en algunas zonas
(Norte y Cataluña), el sistema bienal fue sustituido por el trienal, reduciendo el
barbecho. Aumentaron las tierras roturadas y disminuyeron las dedicadas a
pastizales. La ganadería, sobre todo lanar, experimentó un severo retroceso por la
supresión de la Mesta y el aumento de la superficie cultivada a expensas de los pastos
y montes públicos desamortizados, mientras crecían las especies dedicadas a la
obtención de leche y carne para una población cada vez más abundante.

2
La formación de un mercado interior de productos agrarios se consiguió con la llegada
y expansión del ferrocarril, el transporte se hizo más rápido y económico, lo que
favoreció la articulación del mercado, aunque todavía coexistían zonas
modernizadas y con un mercado de larga distancia, con otras atrasadas que no
sobrepasaban el comercio comarcal y el autoabastecimiento.
Continuaron las crisis cíclicas de subsistencia, con un ritmo casi de décadas sucesivas:
1817, 1825-1827, 1837, 1847, 1857,1867, 1879..., que provocaron hambre, subidas de
precios y descenso del consumo y afectaron a la estructura demográfica, diezmando la
población y favoreciendo el estallido de revueltas populares.
En el último tercio del siglo XIX la competencia de las exportaciones procedentes de
Argentina, Australia y EE.UU. afectó profundamente al sector agrícola y ganadero. Su
baratura limitó las exportaciones de productos españoles. Además, la vid, tras unos años de
bonanza y expansión, padeció desde 1870 los efectos de la filoxera, que destruyó los viñedos
e interrumpió las exportaciones de vino español. El impacto de esta crisis en las clases
sociales rurales fue tremendo, de auténtica miseria, causó un intenso éxodo rural, hacia
América o a regiones industriales españolas.
b. Peculiaridades de la incorporación de España a la revolución industrial
La industrialización española fue tardía, periférica y dependiente de capitales y
técnicas extranjeras. Las razones:
1. La guerra de Independencia, la independencia de las colonias, las guerras
civiles y la inestabilidad política retrasaron el inicio de la industrialización.
2. Ausencia de capitales provenientes de la agricultura o del comercio.
3. Insuficiente desarrollo demográfico, que no propició el abandono de la agricultura
ni el aumento del consumo. Persistieron algunos elementos propios del Antiguo
Régimen, como las crisis de subsistencia.
4. Deficiente estructura del transporte, por la falta de inversiones y lo tortuoso de la
orografía hispana, que encarecía los productos y dificultaba la competitividad.
5. Insuficiencia de recursos energéticos, por la baja calidad del carbón y los
problemas de su explotación.
6. La carencia de materias primas, sobre todo algodón, básico para la industria textil
catalana, que debía importarse.
7. La debilidad del mercado interior español a causa de la baja capacidad
adquisitiva y de consumo de la mayor parte de la población, especialmente de la rural.
8. El excesivo apego de los grupos industriales españoles al proteccionismo
arancelario determinó la escasa competitividad en el mercado internacional de los
productos manufacturados por su mayor precio y su menor calidad.
9. La ausencia de mentalidad empresarial y el elevado índice de analfabetismo, que
lastraba la cualificación laboral. El analfabetismo es consecuencia de la insuficiente
política educativa estatal.
10. Escaso desarrollo del sector bancario y de una legislación que facilitase la
acumulación capitalista.
11. Excesiva dependencia de capitales y de técnicas extranjeros.

3
12. La persistencia del Antiguo Régimen y sus condicionantes sociales,
económicos y políticos, las posiciones más conservadoras sostenidas por las élites del
poder: Iglesia, Ejército y terratenientes.
c. Etapas
La revolución industrial española comenzó en el siglo XIX, a partir de 1830,
aunque adoptó un modelo parecido al de otros países mediterráneos -Italia y Portugal-
caracterizado por la existencia de discontinuidades temporales, la dependencia
(industrialización semiperiférica) de los países más avanzados europeos (Inglaterra y
Francia) y fuertes desequilibrios regionales. El atraso económico español obedece
a esas discontinuidades: espacios de tiempo en los que España perdió el ritmo de
crecimiento que los países más avanzados siguieron.
En este proceso industrializador se pueden diferenciar los siguientes períodos:
1. 1790-1830: alejamiento de las pautas europeas, (Gran Bretaña, Francia, Holanda y
Bélgica). España, frenada por el impacto de las guerras exteriores, la ocupación
francesa, la pérdida de las colonias y la complicada situación política interna,
entra en un período de atraso económico con respecto a los países vecinos.
2. 1831-1860: inicio de la revolución industrial en España, tasas de crecimiento
superiores o parecidas a las de Gran Bretaña, Francia o Alemania, lo que supuso un
acercamiento a los estándares europeos. Las ramas textil y siderometalúrgica son los
motores de este crecimiento.
3. 1861-1913: desaceleración, similar a la de Francia y Gran Bretaña. Es en este período
cuando queda claro que “la industrialización española del siglo XIX no es más que un
fenómeno derivado de la industrialización británica y francesa”, que concentraron
intensamente los flujos comerciales españoles y la inversión extranjera en el sector
industrial español, así como las importaciones de bienes de equipo, maquinaria y
combustible. Esta dependencia provocó que la ralentización de los ritmos de
crecimiento británico y francés, derivado de la localización de los centros de
innovación en USA y Alemania, se trasladase a España.
4. 1914-1935: tasas de crecimiento más altas que las europeas o las de USA, ventaja
obtenida de la neutralidad durante la Primera Guerra Mundial. Acercamiento a los
cánones europeos.
4. Sectores
Minería. El carbón británico era más barato que el de los yacimientos españoles,
consecuencia de la carencia de medios para el transporte del carbón hasta el ferrocarril,
lo elevado de las tarifas ferroviarias y la baja calidad, pequeño tamaño y dificultades
extractivas de las minas españolas. Esta diferencia de precios se trató de paliar con una
política proteccionista de resultados dudosos.
Hasta 1868 predominó el capital español y el reducido tamaño de las explotaciones
impidió la acumulación de grandes fortunas que hubieran producido un desarrollo de las
economías regionales. La obra legislativa del Sexenio democrático (1868-1874),
cambió el panorama del sector decisivamente, con la aprobación de la Ley de Bases de
la Minería, en 1868, y la creación de las Sociedades Mercantiles en 1869, que
permitirían la entrada de capital extranjero en España y la formación de grandes

4
sociedades y compañías de explotación de los recursos mineros, que acabaron
concentrando la propiedad de la mayoría del subsuelo minero español, una verdadera
desamortización del subsuelo. El hierro y la pirita del cobre sustituyeron al plomo
como minerales más cotizados.
Textil. En realidad, el único sector industrial que experimentó un considerable
desarrollo durante el siglo XIX fue la industria textil. Durante la segunda mitad del
s. XVIII Cataluña había iniciado un rápido crecimiento industrial al amparo de la
liberalización del comercio americano. Antes de la guerra ya se habían importado
máquinas de vapor. Las guerras de la Convención y las guerras con Inglaterra que
desbarataron el comercio americano arruinaron esta prosperidad. Después, la invasión
francesa y las sucesivas crisis militares ralentizaron la recuperación. El sector reinició su
expansión desde 1832, de nuevo en Cataluña. A mediados del siglo los centros de la
industria textil algodonera empleaban telares mecánicos y máquinas de vapor, se
concentraban en los valles del Ter y el Llobregat. El algodón llegó a ser el pan y la
palanca de la industrialización española, cuando el sector siderúrgico no había
alcanzado todavía resultados tan satisfactorios.
Siderurgia. En el desarrollo de la industria siderúrgica, tres etapas:
1. Entre 1830 y 1860, predominio de los altos hornos andaluces, que suministraban
un hierro de alta calidad, pero también muy caro, por la escasez de combustible
(carbón vegetal).
2. Entre 1860 y 1880, predominio de los altos hornos asturianos (la Felguera,
fundada por los hermanos Duro), que utilizaban carbón mineral y aprovecharon las
minas de la zona. Su calidad no era mejor que la del hierro malagueño, pero su precio era
considerablemente menor, por lo que rápidamente lo desbancó del mercado. Hacia
1868, tras la crisis generada por el fin de la fiebre ferroviaria, la siderurgia española
era débil, poco avanzada, demasiado cara y con muy poca demanda en perspectiva como
para expandirse. Desde luego, estaba a años luz de las siderurgias inglesa, alemana o
francesa.
3. Hacia 1880, predominio vizcaíno, gracias a la excelente calidad del hierro vasco,
la concentración de sus empresas (las familias Chávarri e Ibarra fundan los Altos
Hornos de Vizcaya), los encargos de la Marina y la acumulación de capitales
generada por la venta al exterior, que permitieron emplear técnicas más modernas:
desde 1855 el convertidor Bessemer para la obtención de acero de alta calidad. Sin
embargo, el desarrollo del sector no llegó a ser importante hasta los años 80, cuando
superaron los inconvenientes de la carestía de carbón (importando carbón británico,
más barato), la falta de capitales o la insuficiente protección arancelaria. De este núcleo
original surgió el gran centro siderúrgico vizcaíno, durante la Restauración. En 1885
entraron en funcionamiento los Altos Hornos de Baracaldo. De la fusión de varias grandes
empresas siderúrgicas nacería en 1902 Altos Hornos de Vizcaya. La industria naviera
vizcaína experimentó un gran impulso tras la creación en 1888 de los Astilleros del
Nervión.
Otros sectores. Relacionada con la modernización y el proceso de urbanización, la
industria del gas, concentrada en Barcelona y destinada al alumbrado urbano,
posteriormente se extendió por Madrid, Bilbao, Zaragoza y Sevilla.
5
Igualmente, la industria química, para el abastecimiento de otras industrias, como
la textil, cerámica, jabonería, perfumería y minera, necesitadas de ácido sulfúrico,
potasa y sosa. Con la expansión de la minería se desarrolló una nueva rama de la industria
química: la de productos explosivos, (Sociedad Española de Dinamita), en torno a Bilbao,
con capital francés, británico y belga.
Otras industrias de consumo, como la harinera, aceitera, vitivinícola, calzado,
cerámica o vidrio crecieron a lo largo del período, pero su producción era de pequeña
escala, con bajos índices de capitalización y, en algunos casos, con sistemas de producción
más artesanales que industriales.
e. Modernización de las infraestructuras: la construcción del ferrocarril
El reformismo borbónico del siglo XVIII modernizó el sistema de comunicaciones,
pero no lo suficiente para la Revolución Industrial. En Gran Bretaña, Francia, Bélgica,
Holanda, Alemania y Norte de Italia se construyeron carreteras empedradas, ferrocarriles y
canales. La difícil orografía peninsular hacía bastante más costosas las carreteras y
el ferrocarril que en otros países europeos y el corto y desigual caudal de los ríos
peninsulares imposibilitaba una red de canales similar a la francesa o alemana. No
quedó más remedio que modernizar las carreteras y construir ferrocarriles. Además, se
ampliaron y dragaron los puertos y se organizó un servicio postal y telegráfico nacional.
El plan de carreteras isabelino, radial y con seis grandes rutas nacionales, se debió
a Bravo Murillo y, en lo fundamental, ha subsistido hasta hoy. Su trazado se ajusta a la red
viaria precedente. Igual ocurrió con el ferrocarril, supeditando las consideraciones
estrictamente económicas a las de tipo administrativo (centralismo, capitalidad). Primero
había que asegurar las comunicaciones de la capital con los puntos claves de la
periferia y con el extranjero, aunque obligase a la construcción de centenares de
kilómetros de calzada o ferrocarril de escaso o nulo rendimiento. A diferencia de los
ferrocarriles, las carreteras fueron construidas por el Estado. La multiplicación de
éstas generó una expansión sin precedentes del comercio interior. No obstante, el
ferrocarril terminó capturando gran parte del tráfico terrestre.
También creció, gracias a las mejoras en los puertos, la navegación a vela y la de vapor
(generalizada a finales de siglo). Los puertos más importantes eran Barcelona, Bilbao,
Santander, Sevilla, Valencia, Málaga y Cádiz. El tonelaje de los mercantes españoles
rondaba el 7 % del británico.
Aunque la construcción de la red ferroviaria fue tardía. El primer ferrocarril
español fue el de La Habana-Bejúcal, inaugurado en 19 de abril de 1837, signo de la
pujanza económica de Cuba en plena expansión del negocio azucarero. El primero de la
metrópoli, el de Barcelona a Mataró, en 1848. Este y los dos que le siguieron
(Madrid-Aranjuez y Gijón-Sama de Langreo) fueron, en realidad, líneas de cercanías
desde ciudades importantes.
Hasta 1855 solo se construyeron 440 km. Las concesiones recayeron sobre grupos afines al
partido moderado, orientadas hacia la especulación en Bolsa, provocando algunos de los
más graves escándalos de corrupción de finales de la década. Con los progresistas La Ley
General de Ferrocarriles de 1855 estimuló el trazado de nuevas líneas con
subvenciones a las compañías y exenciones en la importación de equipos,

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atrayendo capital extranjero -francés principalmente- al sector ferroviario. Se fijó un
plano radial a partir de Madrid, que facilitaba el control del territorio1, y se optaba
por un ancho de vía superior al europeo2. La justificación: el mayor ancho permitiría
máquinas más potentes, más aptas para la complicada orografía peninsular, y convoyes más
rentables3.
Gracias a la Ley de Sociedades de Crédito de 1856 se formaron tres grandes grupos,
controlados por la banca francesa, que emitieron obligaciones para financiar la
construcción, y fundaron las tres grandes compañías ferroviarias (Norte, MZA -
Madrid a Zaragoza y Alicante- y Ferrocarriles Andaluces. A ellos se unieron algunos de
los principales magnates de las finanzas y de la Bolsa. Entre 1855 y 1865 se construyeron
4310 km, 430 km al año, la mayoría de las líneas principales de la red, un boom
ferroviario. Esa euforia coincidió con el periodo de la Unión Liberal: gran parte del ahorro
nacional y de los recursos del Estado se invirtieron en el ferrocarril (el 40% de la
financiación fue de inversores españoles, otro 40% de capitales extranjeros y un 20%
del Estado).
La crisis financiera internacional de 1866 prácticamente paralizó la construcción,
que sólo se reanudaría después de 1876, aunque a ritmo más atenuado. De hecho, la propia
crisis se debió en parte al hundimiento de las sociedades de crédito que estaban
detrás de las compañías: habían invertido demasiado dinero y en líneas que no
siempre eran rentables4, por lo que sus acciones se desplomaron, causando el pánico en
la Bolsa y llevando a las sociedades a la quiebra. Es posible, que esta inversión
monopolizadora perjudicara a otros sectores industriales como consecuencia
de una absorción excesiva de capitales por la construcción de una red de
comunicaciones que no resultó tan rentable como se esperaba. La escasez de
población, el atraso económico del país y el estado incompleto de la red se combinaron para
provocar una escasa rentabilidad de los trenes.
En 1868 se había construido más de 5000 km de líneas, superando a Austria, Prusia y
Rusia. Pero en densidad quedaba muy por detrás de Bélgica, Gran Bretaña (en 1848
ya había construido 10000) y Francia. Ahora bien, la red construida, en sentido radial
desde Madrid a la periferia, adolecía de serios defectos: la escasez de ramales y
enlaces, la titularidad extranjera de las principales compañías y la escasa
rentabilidad de la mayoría de las líneas. No cabe duda de que el ferrocarril contribuyó
al desarrollo económico de la España isabelina, pero desde luego no fue el motor básico que

1 Porque facilitaba el rápido desplazamiento de las tropas.


2 España quedaba aislada de la red europea, lo que dificultaría enormemente las comunicaciones y los
intercambios con el Continente.
3 También se justificó, posteriormente, con argumentos militares, aduciendo que dificultaría una hipotética

invasión francesa. Lo cierto es que ni lo uno ni lo otro. La decisión del ancho de vía se debió, probablemente, a
un error técnico, quizás consciente, de las compañías constructoras británicas o francesas en el traslado de las
medidas internacionales en pulgadas o metros al pie castellano.
4
En 1856 El Economista, un diario de la época, ya escribía: Hacer un ferrocarril cuando hay poco que llevar
por él es obrar como el médico que sin tener visitas se compra carruaje. Gustavo Hubbard, redactor jefe de la
Gaceta de los Caminos de Hierro, reconocía que los ferrocarriles españoles habían sido creados en un país que
no estaba preparado para tanto adelanto.

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impulsó el crecimiento económico en el segundo tercio del siglo XIX. De todas formas, el
impacto del ferrocarril en la vida nacional fue importante:
• Facilitó la comercialización de la agricultura haciendo posible la llegada a los
mercados urbanos de productos frescos de huerta, que revolucionaron la dieta
alimenticia. Permitió combatir más eficazmente las hambrunas.
• Las ciudades derribaron sus murallas y abrieron espacios para la
construcción de estaciones, ejemplos de la nueva arquitectura.
• La movilidad de la población aumentó y facilitó el cambio de costumbres y
mentalidades.
• La construcción del trazado ferroviario agravó la deforestación.

5. El sector financiero y el desarrollo del mercado interior


El comercio español, que había experimentado un hundimiento casi completo con la
pérdida de las colonias americanas y el clima de guerra civil, comenzó a
recuperarse a partir de 1840.
La recuperación del comercio interior se debió a la desamortización y la
liberalización de precios y mercados, a la reparación y construcción de nuevas
carreteras y a la eliminación de las aduanas vascas y de otras trabas internas. La
articulación de un mercado nacional de productos agrícolas e industriales no se
hizo realidad hasta mediados de siglo: el ferrocarril y el telégrafo, desde 1848,
permitieron la intensificación de las relaciones comerciales, en los periódicos aumentó el
espacio dedicado a la publicidad y el sello de correos (1850) agilizó el tráfico postal5.
El desarrollo del comercio exterior antes de 1856 fue mucho menor, debido tanto
a la política proteccionista de los moderados como al caos monetario y la
revalorización de la moneda, que dificultaba su uso en transacciones exteriores. A
partir de 1856 la nueva legislación (progresistas) y la reducción de aranceles
facilitaron la entrada de capitales extranjeros y también el aumento del tráfico
comercial.
El sector financiero padeció la misma debilidad que el resto de la economía española.
Su retraso respecto a las finanzas europeas se debía:
• El clima de permanente inestabilidad política, que hacía muy difícil el crédito.
• Hasta 1856 (Bienio-Progresistas) no se generalizó el sistema de sociedades
anónimas, lo que retrajo a los inversores, que arriesgaban su capital en las empresas y su
patrimonio particular.
• El caos monetario, circulaban pocos billetes y había numerosas cecas y bancos emisores.
• La deuda pública, atrajo capitales por sus elevados intereses, incluso los de los pocos
bancos que funcionaban.

5 Es posible identificar circuitos de intenso tráfico postal con zonas expansivas y rutas de tráfico precario con
zonas deprimidas. En las comarcas de correo escaso las oscilaciones de precios reflejan una comercialización
deficiente, se localizan pocas instituciones bancarias y, con cierta frecuencia, son zonas de demografía antigua
que tienen altas tasas de natalidad y mortalidad. El correo y el comercio son considerados, por tanto, elementos
indicadores de zonas y etapas de desarrollo.

8
En 1844 el industrial y financiero José de Salamanca fundó el Banco de Isabel II, durante
cierto tiempo rival del Banco de San Fernando (1829). Éste había sido convertido, tras la
reforma de la Hacienda de Alejandro Mon (1845), en el órgano bancario que respaldaba al
Estado, lo que acabó provocando su ruina. En 1847, siendo ministro de Hacienda José de
Salamanca, los dos bancos se unieron, formando el Banco Español de San Fernando,
desde 1856 Banco de España.
En 1856 los progresistas del Bienio aprobaron dos importantes leyes sobre Banca y
Sociedades de Crédito6. A raíz de ambas leyes, y en un clima de expansión económica,
entre 1857 y 1866 se multiplicaron las sociedades financieras. Las más importantes
fueron las tres sociedades francesas que acapararon las concesiones ferroviarias, pero
también aparecieron numerosos bancos y sociedades españolas. En 1855 eran sólo 5 los
bancos por acciones existentes y, en 1865, 58, entre bancos y sociedades crediticias. Se
centraron en la inversión ferroviaria y el crédito público, y en menor medida en
la industria. La mayoría se dejó arrastrar por la euforia especulativa y con la crisis de
1864 muchas se desplomaron.
Respecto al sector público, los primeros indicios de racionalización fueron de López
Ballesteros, en los últimos años del reinado de Fernando VII. Fue él quien intentó
implantar, sin éxito, el principio presupuestario. La guerra carlista y la revolución
obligaron a disparar de nuevo los gastos e incrementar la deuda, al tiempo que se
desmoronaba el sistema fiscal del Antiguo Régimen.
Los moderados consiguieron la reforma de la Hacienda de 1845, que supuso la
eliminación del viejo sistema fiscal y la refundición de los numerosos impuestos
existentes en cuatro esenciales: dos directos, la contribución territorial y el subsidio
industrial y de comercio, y dos indirectos, los derechos de puertas y los llamados consumos.
El resultado fue profundamente injusto: el peso de la contribución territorial, que
gravaba la propiedad de las tierras, era muy pequeño, con lo que el sistema se apoyó en
los consumos, que hacían recaer la carga fiscal sobre toda la población. El
fraude, la ocultación, el desconocimiento de la base imponible y los defectuosos métodos
de recaudación hicieron que los ingresos siguieran siendo inferiores a los
previstos. La reforma, además, no consiguió resolver el problema endémico de la deuda,
que se mantuvo porque el presupuesto seguía siendo deficitario y los gobiernos eran
incapaces de amortizar la deuda acumulada.
Más tarde, el gobierno de Bravo Murillo abordó la transformación de la deuda en
consolidada (agrupación de todos los títulos de deuda, estableciendo un tipo de interés
común, lo que permitió pagar los intereses a partir de entonces con regularidad), la Ley de
Contabilidad y la elaboración, por vez primera, de presupuestos sin déficit. La conversión
realizada por Bravo Murillo y los ingresos por la desamortización de Madoz

6
La legislación bancaria de 1856 contemplaba la existencia de los bancos de emisión y de las sociedades de crédito. La
instalación de éstas suponía la apertura hacia el capital extranjero: en España se domiciliaron el Crédito Mobiliario, la
Sociedad española Mercantil e Industrial y la Compañía General de Crédito. En los años siguientes aparecerían una serie
de bancos nuevos en diferentes capitales: Banco de Santander, Banco de Bilbao, Banco de La Coruña... También se crearon
nuevas entidades en Sevilla, Valladolid, Zaragoza, etc. Todas ellas posibilitaron y respaldaron los negocios a escala local:
la siderurgia en Sevilla, la industria harinera en Valladolid, la actividad de exportación por el puerto de Santander, la
importación de material ferroviario por el puerto bilbaíno… Al mismo tiempo el capital extranjero de las sociedades de
crédito se invertía en los ferrocarriles, las minas, las compañías de Gas, de Seguros, de Tabacos…

9
consiguieron atenuar la deuda y el pago de intereses. Eso animó a los
particulares, en plena euforia económica, a invertir en deuda, con las negativas
consecuencias que eso tuvo para los sectores privados (industria).
En resumen, el avance socioeconómico se produjo (desarrollo de la industria y del
comercio, auge financiero, extensión de la vida urbana, crecimiento de la
población y de los niveles de bienestar, descenso del analfabetismo y reducción
de las desigualdades sociales), pero el desarrollo fue lento, desigual (fuertes
desequilibrios territoriales y sociales) y tardío y se percibe un indudable atraso en
comparación con otros estados de la Europa occidental. Perduraron en la economía
española rasgos de una economía dual (arcaica y moderna), desequilibrada y poco
desarrollada:
1. Lento crecimiento de la población se debió a las altas tasas de mortalidad.
2. Población activa predominantemente agraria.
3. La agricultura sufrió la competencia de los países nuevos: Australia, Rusia y
América.
4. Estructura industrial arcaica: El valor de la producción total siderometalúrgica era
seis veces inferior que el correspondiente al sector textil, mientras que en los
países más industrializados de la época el valor de la producción siderometalúrgica
superaba al de la producción textil.

10
BLOQUE 9: La crisis del Sistema de la Restauración y la caída de la Monarquía
(1902- 1931)
Los primeros cuarenta años del siglo XX constituyen una etapa compleja en la
historia de España, para variar. El siglo se inició con la proclamación de Alfonso XIII
como rey (1902), en una monarquía constitucional asentada sobre el fraude electoral,
el caciquismo y el turno de dos partidos dinásticos, que él mismo suspendió, ligando su
suerte a la dictadura militar de Primo de Rivera (1923), un régimen autoritario similar a
los de la Europa de entreguerras. El hundimiento de la dictadura (1930) arrastró a la
monarquía y permitió el inició de la República democrática (1931-1936), en un
contexto internacional poco favorable (Gran Depresión). Un nuevo golpe de estado
provocó otra guerra civil (1936-1939), una tragedia que ha marcado la historia de España
en el siglo XX (otros 20 años de atraso respecto a Europa). La victoria de los rebeldes, en
1939, iniciaba una cruenta dictadura que duró hasta 1975.
El contexto histórico: la Europa de Entreguerras y el fascismo
La historia de España en los primeros 40 años del siglo XX está totalmente ligada
a la evolución internacional:
• El reinado de Alfonso XIII coincide con la carrera de armamentos y la Paz
Armada que desembocaron en la Primera Guerra Mundial, de importantes
repercusiones en la economía y en la vida política de España.
• La crisis de 1917 está relacionada con el triunfo de la revolución rusa.
• La Dictadura de Primo de Rivera es similar al desarrollo de movimientos
totalitarios en la Europa de entreguerras y la creciente intervención del ejército en
la vida política en un contexto de inestabilidad política, social y económica.
En definitiva, entre 1902 y 1923 permanente crisis política, que afectó a los
fundamentos del sistema canovista.
El reinado de Alfonso XIII comprende dos períodos:
• La crisis del régimen de la Restauración, hasta 1923, lenta descomposición política
y social.
• La dictadura del general Primo de Rivera, que suspendió la Constitución y en su
caída, en 1930, arrastró a la Monarquía.
9.1 Alfonso XIII y la crisis del sistema político de la Restauración: los partidos
dinásticos. Las fuerzas políticas de oposición: republicanos, nacionalistas,
socialistas y anarcosindicalistas
1. Características y problemas del período (1902-1923)
En 1902, Alfonso XIII, con 16 años, asumía la corona, en un momento crítico de la
política nacional, la desaparición de los dos grandes líderes de los partidos
dinásticos: Cánovas había muerto, asesinado, en vísperas del desastre (1897) y Sagasta
fallecía ese mismo año, (1902). Hasta el golpe de Primo de Rivera funcionó el sistema
del turno de partidos y la Constitución de 1876, pero desde principios del siglo XX
era inestable y los sucesivos gobiernos no fueron capaces de ofrecer soluciones. Las
causas:
• La personalidad del rey. Alfonso XIII, como su abuela, no actuó como árbitro
entre los partidos dinásticos, se implicó desde el principio en los cambios de

1
gobierno, con gestiones poco afortunadas y se rodeó del sector más conservador del
Ejército1, perdió el apoyo popular y acabó arrastrando a la propia Monarquía.
• Inestabilidad política, continuos cambios de gobierno (entre 1902 y 1923, 32
gobiernos, solo 5 duraron más de 1 año). Empeoramiento de las relaciones entre
conservadores y liberales que complicaron la práctica del turno. Esta crisis de los
partidos dinásticos impulsó a Alfonso XIII a asumir el protagonismo político:
la alternancia se producía no por acuerdo sino por mandato del rey. Las
numerosas crisis evidencian el fracaso político de la Restauración:
o 1902-1907: crisis del poder civil. Militarismo.
o 1907-1912: crisis del turnismo.
o 1912-1918: crisis de 1917.
o 1918-1923: descomposición del sistema y golpe de Estado.
• La división de los partidos del turno, por la desaparición de los líderes históricos
(Cánovas, Sagasta, Silvela) y las luchas entre los nuevos jefes conservadores
(Fernández Villaverde, Maura, Dato) y liberales (Moret, Montero Ríos, Canalejas,
Romanones, García Prieto, Alba) por el control de sus grupos. Eran partidos de
notables unidos por la personalidad de sus líderes y los conflictos internos
impidieron liderazgos fuertes, los nuevos líderes (Maura, Canalejas) no lograron mantener
unidas a las facciones.
• La persistencia del caciquismo, el fraude electoral y la corrupción contribuyeron
al desprestigio del sistema político constitucional y de las instituciones (Corona,
Parlamento, Partidos) ante la opinión pública. Además, el crecimiento de las ciudades
impedía una manipulación tan descarada del resultado electoral y las críticas
regeneracionistas obligaban a suavizar el fraude. Resultado: mayorías
precarias en las Cortes, agravadas por las divisiones dentro de los grupos
políticos.
• Al fraccionamiento parlamentario contribuyó el crecimiento de partidos
políticos ajenos al turnismo (republicanos, socialistas, nacionalistas…). Desde 1917,
ningún partido era capaz de formar gobierno por sí sólo, de ahí el recurso a
los gobiernos de concentración.
• El incremento de la conflictividad social a causa de la degradación de las
condiciones de vida (subida de precios, salarios insuficientes, hambre en el campo,
desempleo en las ciudades), la fuerza de los sindicatos socialistas y anarquistas y
el éxito de las primeras grandes huelgas2. Enfrentamientos entre patronos y
obreros (pistolerismo, terrorismo anarquista).
• El resurgir del problema militar: desprestigio del ejército a raíz del desastre de
1898, macrocefalia, (plagado de oficiales y jefes) y sin recursos materiales. El

1
Él siempre creyó interpretar la voluntad de la España real frente a las opiniones de los Políticos. Trató de intervenir en
la crisis portuguesa de 1910 e instó al gobierno a declarar la guerra al país vecino para restaurar la monarquía. Intervino
activamente en los ascensos militares. Su conducta personal también dejaba mucho que desear, como su abuela…
2
La huelga general de 1902 convocada por los anarquistas en Barcelona duró 7 días, fue secundada por 100000 obreros
y dejó un balance de casi 100 muertos y más de 300 heridos; y la huelga de la empresa de suministro eléctrico de
Barcelona (La Canadiense) paralizó y dejó a oscuras la ciudad más de un mes en 1919.

2
Ejército culpaba de la derrota a los políticos y pretendía recuperar su
protagonismo político: incidente del ¡Cu-Cut! y Ley de Jurisdicciones (1906)3.
• La reaparición del problema religioso: el control de la educación y el aumento del
número de religiosos provocó que socialistas, republicanos y un sector del Partido
Liberal, con Canalejas al frente, reclamaran un recorte de su poder e influencia
social, limitando el número de congregaciones y la regulación del matrimonio civil. Le
cuestión será uno de los detonantes de la crisis de 1909.
• Las derrotas del Ejército en Marruecos.
• El impacto de la I Guerra Mundial, que dividió a la opinión pública entre aliadófilos y
germanófilos.
2. Regeneracionismo y Revisionismo
En el contexto del Desastre del 98, el Regeneracionismo, Costa a la cabeza, había
tratado de identificar los problemas del país: el analfabetismo, la pobreza, el atraso
económico, la bancarrota financiera del Estado, el caciquismo, el fraude electoral, la
carencia de auténticas instituciones democráticas, el centralismo, el militarismo y la
incapacidad para conservar las colonias en el 98. Costa creía que las reformas nunca saldrían
del régimen canovista, y reclamaba un cirujano de hierro, un dictador ilustrado que
forzase la regeneración de España4.
Pero el Desastre y el regeneracionismo obligaron a los líderes de los partidos
turnistas a introducir cambios, controlados y graduales, en el sistema político. Estos
políticos son los Revisionistas, que pretenden reformas moderadas desde dentro del
sistema:
• La revitalización de las instituciones liberales y parlamentarias para reforzar la
monarquía y asegurar su supervivencia.
• Medidas sociales que debían impedir el agravamiento de las confrontaciones sociales y
frenar el avance del republicanismo para evitar estallidos revolucionarios.
• La democratización del sistema impulsando la participación política de los
ciudadanos y eliminando el fraude electoral.
En el Partido Conservador, revisionistas fueron Silvela, Maura y Dato. Y desde el
Partido Liberal, Alba (que colaboró con Costa), Canalejas y Melquíades Álvarez,
proponían la reforma del régimen monárquico desde la izquierda y se granjearon
las simpatías de muchos intelectuales liberales, (Ortega y Gasset, Manuel Azaña,
Gumersindo de Azcárate).
1. Francisco Silvela, (1899-1900), conservador, inició el primer proyecto revisionista.
Creó dos nuevos ministerios, separados del de Fomento, una de las reivindicaciones

3
En 1905, un suceso demostró la creciente insubordinación de los mandos del Ejército y la inferioridad del gobierno
frente al poder militar. El periódico catalanista ¡Cu-Cut! incluyó en sus páginas un chiste ridiculizando los fracasos del
Ejército español, y un grupo de 300 oficiales armados y uniformados destruyó los locales y las máquinas de imprenta del
¡Cu-Cut! Y la Veu de Catalunya (otro periódico de la LLiga). Los militares que participaron en el asalto no fueron
sancionados y los mandos del Ejército presionaron para que se endurecieran las sanciones penales por ofensas
antipatrióticas. Ante los rumores de sublevación militar, el gobierno terminó por ceder y aprobó la Ley de Jurisdicciones
(1906): los delitos contra la patria y el Ejército pasaron a ser competencia judicial de los tribunales militares.
4
No hay parlamento ni partidos; sólo hay oligarquías y la forma actual de gobierno en España es una monarquía absoluta
cuyo rey es Su Majestad el Cacique.

3
del regeneracionismo: Instrucción Pública (equivalente al de Educación) y
Agricultura. Entre su gabinete, Fernández Villaverde reformó la Hacienda
estatal, y Dato retomó la legislación social de la I República y reguló los accidentes
laborales y el trabajo de mujeres y niños.
2. Antonio Maura, que procedía del Partido Liberal, representó la renovación del
Partido Conservador a comienzos del siglo XX (Silvela falleció en 1905) y el proyecto
reformista más ambicioso de la Restauración (Hagamos la revolución desde
arriba o nos la harán desde abajo). Presidió el Gobierno en dos ocasiones, el Gobierno
corto (1903-1904) y el Gobierno largo (1907-1909). Su programa, el maurismo, pretendía:
• Conectar a la monarquía con la realidad social, organizando viajes del rey por toda
la geografía peninsular.
• Incorporar otras fuerzas políticas al sistema, sobre todo el catalanismo
conservador de la Lliga.
• Descentralización administrativa, Ley de Administración Local que permitía la
formación de mancomunidades, un primer paso para el autogobierno regional,
que no se aprobó hasta 1913, (Maura era mallorquín y abominaba del centralismo
castellano).
• Política exterior nacionalista y expansionista en Marruecos para olvidar la
derrota de 1898 y conseguir una nueva empresa atractiva para los militares. Su
gobierno comenzó las operaciones militares en el norte de África (1909).
• Un ambicioso programa de inversión pública, a través de la Ley de Protección de
la Industria Nacional, el plan de reconstrucción naval y actuaciones dirigidas a
mejorar la situación de la agricultura (1907), medidas que agravaron el
endeudamiento del estado.
• Cuestión social: 1908, Instituto de Previsión, antecedente de la Seguridad Social.
También reguló el descanso dominical, la jornada laboral de mujeres y niños y
el reconocimiento del derecho de huelga (1909).
• Atraer a la “masa neutra” del país hacia la política, acabando con la indiferencia que
denunciaron los regeneracionistas y el caciquismo. Modificó la ley electoral (1907) para
acabar con el fraude electoral y estableció el voto obligatorio5.
Su actuación durante la Semana Trágica de Barcelona (dura represión y
fusilamiento de Ferrer Guardia), le obligó a presentar su dimisión.
3. El proyecto revisionista más ambicioso de los políticos liberales fue el de
Canalejas, jefe del gobierno entre 1910 y 1912 y truncado por su asesinato en 1912:
anticlericalismo, intervencionismo estatal para resolver los problemas
sociales y democratización son sus propuestas básicas.
• Ley del Candado, que pretendía limitar la presencia órdenes religiosas, para frenar
la espectacular expansión clerical de principios de siglo6.

5
La ley fue muy polémica, porque el artículo 29 establecía la posibilidad de no celebrar elecciones en los distritos con un
único candidato, hasta 1/3 de los ciudadanos se vieron privados del derecho a votar.
6
Durante los últimos 25 años del siglo XIX la comunidad religiosa había crecido de forma espectacular. El número de
monjas se había triplicado; el de monjes multiplicado por 10; había 35.000 sacerdotes en 1910 y más de 3.100
comunidades conventuales.

4
•Legislación social: eliminación del impuesto de consumos para tratar de favorecer a
las clases más necesitadas.
• Servicio militar obligatorio, eliminando la redención en metálico7.
4. El penúltimo intento revisionista, Eduardo Dato (conservador). Legislación social:
reducción de la jornada laboral a 8 horas diarias (1919), sistema de pensiones para
los ancianos con carácter obligatorio. Y, en 1913, aprobación la Ley de
Mancomunidades.
5. El último proyecto revisionista fue el de Santiago Alba (liberal), que trató de
aprovechar la coyuntura económica favorable generada por la neutralidad en la I
Guerra para modernizar las comunicaciones, los riegos y la educación. La
financiación se obtendría con un impuesto extraordinario sobre los beneficios
industriales y comerciales generados por la guerra. Pero el programa de Alba suscitó
el rechazo frontal de los sectores más conservadores y de los industriales y
comerciantes afectados. El propio Romanones se negó a apoyar el proyecto, y Alba dimitió.
3. Los grupos de oposición al sistema
a. Republicanos
Durante las dos primeras décadas del siglo XX, los republicanos lograron atraer y
movilizar sectores sociales cada vez más amplios entre las clases medias urbanas y los
trabajadores asalariados. Los viejos líderes, Salmerón, Ruiz Zorrilla, Castelar o Pi y
Margall habían muerto o fueron desplazados por dirigentes más jóvenes como Lerroux,
Blasco Ibáñez o Melquíades Álvarez. Continuaron muy fragmentados, apenas lograron
representación parlamentaria, pero si consiguieron concejales en las grandes ciudades.
Las principales formaciones políticas republicanas fueron:
• Conjunción Republicano-Socialista, como respuesta a los sucesos de la Semana
Trágica de 1909, que obtuvo 27 diputados en las elecciones de 1910, 1 socialista
(Pablo Iglesias). Una coalición similar se formó para las elecciones de 1931 que
alumbraron la República.
• El Partido Republicano Radical, de Alejandro Lerroux (1908, Barcelona),
izquierdista, anticlerical, autonomista, populista.
• El Partido Reformista, (1912, Melquíades Álvarez y Gumersindo de Azcárate)
republicanismo moderado, pretendía una renovación del sistema político. Al
principio se incorporaron prestigiosos intelectuales como Galdós, Ortega y Gasset y
Azaña. Pero su disposición a aceptar la monarquía borbónica le restó apoyos, como el
Azaña.
b. Nacionalistas
A raíz del Desastre, resurgimiento de los partidos nacionalistas:
• Nacionalismo catalán. Participó en el sistema político de la Restauración,
obteniendo representación parlamentaria e incluso colaboró en varios
gobiernos. Opciones:

7
Resultaba especialmente sangrante que la derecha conservadora hablara de patriotismo cuando sus hijos eran los que
evitaban por ese procedimiento el servicio de las armas.

5
o La Lliga Regionalista de Cambó (1901), partido de la burguesía catalana,
conservadora y autonomista, terminó con la presencia de los partidos dinásticos en
Cataluña.
o Solidaritat Catalana (1906), agrupación de todas las fuerzas políticas
catalanas, excepto partidos dinásticos y lerrouxistas, como respuesta a la Ley
de Jurisdicciones8 y los hechos del ¡Cu-Cut! Obtuvo una victoria absoluta en las
elecciones de 1907, pero desapareció en las de 1909 por la heterogeneidad de
sus componentes.
o Estat Català, Francesc Macià (1922), pérdida de hegemonía del catalanismo
autonomista conservador. Izquierda independentista.
• Nacionalismo vasco: Tras la muerte de Arana en 1903, moderados sus postulados
iniciales, el PNV amplió su base electoral hasta la burguesía urbana, logrando
convertirse en 1911 en 1ª fuerza política de Bilbao y en 1923 en San Sebastián,
extendiéndose por Álava y Navarra.
• Carlismo: Sólo conservó apoyos en Navarra, Álava y Guipúzcoa. En 1907, se fundó
el Requeté, organización paramilitar que protagonizó episodios violentos contra
republicanos, peneuvistas, anticlericales, socialistas y anarquistas.
• Galleguismo:(regionalista):
o Solidaridad Gallega 1907. Agrupación electoral de campesinos.
o Acción Gallega (1910). Movimiento agrarista.
• Andalucismo: (regionalista), Blas Infante, escaso éxito.
• Valencianismo: Blasco Ibáñez (regionalista).
c. Anarquistas y socialistas
Anarquistas: a principios del XX se impuso la estrategia sindicalista, la huelga
general, de Ángel Pestaña o Juan Peiró. En 1907, como respuesta a Solidaridad
Catalana, se creó Solidaridad Obrera, que intentó agrupar a todo el movimiento
obrero y después del fracaso de la Semana Trágica en 1910, la CNT, (Confederación
Nacional de Trabajadores), con gran implantación en Cataluña, Aragón, Asturias,
Andalucía, Murcia y Valencia (1919, 700000 afiliados). A pesar del rechazo de la acción
directa y la violencia, persistieron los atentados: Alfonso XIII, Canalejas, Dato, Maura.
Socialistas: también aumentó su afiliación, tanto de la UGT (1921, 240000 afiliados),
como del PSOE (arraigo especial en Madrid, Vizcaya y Asturias, 43000 afiliados en
1918). Hasta 1910 no logró representación parlamentaria (Pablo Iglesias). Colaboraron con
otros grupos antimonárquicos y coaliciones electorales con republicanos de
izquierda para llegar a la República, como avance hacia el triunfo de la revolución socialista.

8
En 1905, tras la contundente victoria de la Lliga en las elecciones municipales, el periódico catalanista ¡Cu-Cut! incluyó
en sus páginas un chiste ridiculizando los fracasos del Ejército español. Como respuesta, un grupo de 300 oficiales
armados y uniformados destrozaron los locales y las máquinas de imprenta del ¡Cu-Cut! Y la Veu de Catalunya (otro
periódico de la LLiga). Los militares que participaron en el asalto no fueron sancionados y los mandos del Ejército
presionaron para que se endurecieran las sanciones penales por ofensas antipatrióticas. Ante los rumores de sublevación
militar, el gobierno terminó por ceder y aprobó la Ley de Jurisdicciones (1906): los delitos contra la patria y el Ejército
pasaron a ser competencia judicial de los tribunales militares. Nacionalistas, republicanos, partidos obreros y carlistas
reclamaron su derogación y fue uno de los factores que ayudaron a construir Solidaridad Catalana en 1907 y a eliminar
totalmente la influencia de los partidos dinásticos en Cataluña.

6
En 1921, el sector crítico con la línea revisionista (colaboradores con gobiernos
burgueses y elecciones) fundó el PCE, afín a las tesis de la Komintern (III Internacional,
dirigida por Moscú). Tras la muerte de Pablo Iglesias en 1925, se impusieron las tesis
reformistas de Largo Caballero, Prieto y Besteiro. El PSOE llegó incluso a colaborar
con la Dictadura (Largo Caballero), lo que estuvo a punto de provocar una escisión. En
1931 volvió la Conjunción Republicana que triunfó en las elecciones municipales y
después en el Bienio Reformista.

7
9.2 La intervención en Marruecos. Repercusiones de la Primera Guerra
Mundial en España. La crisis de 1917 y el trienio bolchevique
El sistema político de la Restauración recibió dos grandes golpes que hicieron
peligrar la continuidad de la monarquía parlamentaria: La Semana Trágica de Barcelona
(1909) y la Crisis de 1917.
1. La intervención en Marruecos y La Semana Trágica (julio 1909)
Después del Desastre y la pérdida de los restos del imperio colonial, justo cuando las
potencias europeas acababan de construir el suyo, la posibilidad de un imperio
colonial en África ofrecía una oportunidad para devolver al país el prestigio perdido.
Marruecos era uno de los últimos territorios libres de África, y en 1904 Francia y España
habían alcanzado un acuerdo que consideraba el norte de Marruecos zona de
influencia española. En 1906 la Conferencia de Algeciras entregó a España la
administración del Rif. Esta región no estaba controlada por el sultán, y los rifeños
no acataron las decisiones de la Conferencia de Algeciras. En los años siguientes llegaron las
compañías españolas para explotar sus riquezas minerales, protegidas por tropas del
Ejército. En julio de 1909, los miembros de algunas cabilas (tribus) próximas a Melilla
atacaron a los trabajadores del tren minero. El gobierno Maura decidió enviar más
tropas para proteger los intereses españoles1, pero en vez de utilizar soldados de
reemplazo, movilizó a los reservistas, y ordenó su incorporación en Madrid y Barcelona.
Desde el principio el conflicto de Marruecos era una guerra extremadamente impopular,
pero, además, los reservistas eran padres de familia y el sustento económico de sus
familias, sin ellos su supervivencia era difícil. Las protestas se generalizaron,
especialmente en Cataluña2, hasta convertirse en una violenta insurrección,
Estos acontecimientos, en julio de 1909, en Barcelona y otras ciudades próximas
(Badalona, Manresa, Sabadell, Palamós), algunos de los más importantes núcleos
industriales del país, se conocen como Semana Trágica.
Causas:
• El anticlericalismo: El incremento del clero regular por la repatriación de frailes y
monjas procedentes de las colonias y la entrada de eclesiásticos franceses por la legislación
anticlerical de la Tercera República tuvo un negativo impacto económico entre las
clases medias y bajas (competencia laboral en la enseñanza, reformatorios,
hospitales, talleres de lavado y planchado...), agravado por su talante claramente
antiliberal. La prensa contribuyó a fomentar el anticlericalismo con sus
constantes ataques al clero.
• Desarrollo del Movimiento Obrero: En Cataluña, PSOE y UGT tenían escasa
implantación, predominaba el anarquismo, pero escasamente articulado en
sindicatos. En 1907 se creó Solidaridad Obrera, una alternativa a Solidaridad Catalana,
con el objetivo de unir las diferentes organizaciones de todas las tendencias, sin
éxito.

1
Las minas eran propiedad del Conde de Romanones y de la casa Güell, emparentada con el marqués de Comillas.
2
El 18 de julio, cuando las tropas embarcaban en el puerto de Barcelona, hubo incidentes graves, cuando algunas damas
de la alta sociedad intentaron entregar medallas a los soldados. En Madrid, las mujeres y madres de los alistados
invadieron las vías para intentar detener los convoyes

1
• Radicalismo republicano de Lerroux, y su demagogia populista y anticlerical,
atrajo muchos apoyos de la burguesía y de obreros catalanes, sobre todo inmigrantes.
• El antimilitarismo, incrementado desde la Ley de Jurisdicciones.
• El autoritarismo de Maura, su apoyo al clero y el fracaso de su reforma de la
Administración Local.
• La recesión económica de la industria barcelonesa.
• La chispa: La llamada del gobierno a los reservistas para repeler la agresión de las
cabilas a las obras del ferrocarril de Melilla.
Los disturbios comenzaron en el puerto de Barcelona durante el embarque de los
soldados y se extendieron por Barcelona y las poblaciones limítrofes. Solidaridad Obrera
convocó una huelga general a la que se sumaron anarquistas, socialistas y lerrouxistas,
que degeneró en una violenta insurrección espontánea. El Comité de Huelga
perdió el control y las masas ocuparon las calles, levantaron barricadas,
quemaron escuelas y conventos y se apoderaron de la ciudad. El gobierno Maura
declaró el estado de guerra y envió tropas.
Consecuencias:
• Más de 100 muertos, múltiples destrozos, 1500 detenciones y 1700 procesos, 5
ejecuciones, entre ellas la de Ferrer i Guardia3, que no participó en los hechos, y
desencadenó una oleada de protestas internacionales.
• Desprestigio del turnismo y caída de Maura, en noviembre el rey le retiró su
confianza, sustituido por Canalejas, de talante más abierto.
• Propició el acercamiento de republicanos y socialistas, la Conjunción Republicano-
Socialista, que consiguió un gran éxito electoral en 1910 (27 diputados, entre ellos
el primer socialista, Pablo Iglesias).
• En cuanto al Movimiento obrero, transformación de Solidaridad Obrera en
Confederación Nacional del Trabajo (Barcelona, 1910) y crecimiento de la UGT
(triplicó sus cifras de afiliación).
• Un grupo de intelectuales, muy crítico con la monarquía, Azaña, Ortega y Gasset,
F. de los Ríos e incluso Machado4 retomaron las criticas regeneracionistas de Costa
contra el sistema de turnos y la oligarquía.
2. La crisis de 1917 y el trienio bolchevique
En la crisis de 1917 se superponen tres problemas diferentes que amenazaron la
supervivencia del sistema político y estuvieron a punto de provocar la abdicación de
Alfonso XIII:

3
Fundador de la Escuela Moderna, que no participó en los hechos. Se pretendía personificar en él el escarmiento, y se
utilizó su fama de luchador anarquista y las sospechas que existían de haber instigado el atentado fallido de Mateo Morral
contra Alfonso XIII y Victoria Eugenia, el día de su boda en 1906.
4
Machado que colaboró en la revista España desde su primer número, publicó el significativo poema A una España joven,
una de las más hermosas y punzantes críticas de la política oligárquica desde 1898, la vieja dicotomía de las dos Españas:
la de ayer (de charanga y pandereta, /cerrado y sacristía/ devota de Frascuelo y de María), a la contemporánea (que pasó
y no ha sido/esa que hoy tiene la cabeza cana) y a la que entonces alumbraba (la España de cincel y de la maza/España
de la rabia y de la idea).

2
2.1. El descontento del Ejército
El Ejército padecía los mismos problemas de épocas anteriores: macrocefalia (10000
oficiales, 500 generales incluidos, para unos 80000 soldados), atraso técnico, falta de
medios y bajos salarios en un contexto inflacionario (pérdida de poder adquisitivo). La
decisión del Gobierno de primar con ascensos rápidos a los militares destinados en
Marruecos, donde el alto mando era incapaz acabar con la guerra, provocó la reacción de
los oficiales peninsulares, postergados frente a los africanistas. En 1916, para presionar
al Gobierno y defender sus reivindicaciones, (ascensos por antigüedad y mejoras
salariales) algunos jefes y oficiales descontentos crearon las Juntas Militares de
Defensa, que rápidamente se extendieron por todas las guarniciones peninsulares. El
Gobierno ordenó el arresto de los cabecillas, pero los junteros amenazaron con
recurrir a la violencia. El Rey apoyó a los junteros y obligó al gobierno liberal a
dimitir (junio 1917), sustituyéndolo por Dato, que cedió a las presiones de las Juntas,
suspendió la Constitución e impuso la censura para evitar que la prensa divulgase su
claudicación ante los junteros.
Resultado: Vuelta al protagonismo militar, la caída del gobierno liberal y su
sustitución por uno conservador por la presión conjunta de los militares y de la Corona,
demostraba que los partidos ya no decidían el turno, sino el rey y el Ejército.
Desde junio de 1917 hasta septiembre de 1923, (golpe de Primo de Rivera) se sucedieron
14 gobiernos, cuatro elecciones generales y tres presidentes del gobierno
cayeron por la presión militar. El Rey intervino cada vez más en el juego político
como hacedor de gobiernos, decidiendo cuándo convocar elecciones. Además, ante el
crecimiento de la protesta social, los gobiernos militarizaron el orden público. No
se trataba de que el Ejército apoyase a un partido u otro, como los espadones del XIX, sino
del Ejército como corporación y guardián del país.
2.2. La protesta política
A comienzos de 1917 la crisis económica provocó una escalada de la tensión social,
con huelgas cada vez más frecuentes. Los partidos fuera del sistema (republicanos,
catalanistas, socialistas, CNT…) y los intelectuales (Ortega, Azaña…) incrementaron sus
críticas contra la ineptitud del Gobierno y la corrupción de la oligarquía política
liberal-conservadora. El gobierno liberal de Romanones respondió con la disolución de
las Cortes, la detención de los líderes de la UGT (Largo Caballero y Besteiro) y la
suspensión de las garantías constitucionales. En junio se produjo la crisis de las
Juntas Militares y en julio la crisis parlamentaria, la Lliga, con el apoyo de
republicanos y socialistas, promovió una Asamblea Nacional de Parlamentarios
que exigió el fin del turnismo y de las intromisiones del rey en el gobierno,
autonomía para Cataluña y la convocatoria de Cortes Constituyentes. El Gobierno Dato
ignoró sus peticiones, la Asamblea fue disuelta sin violencia y la Lliga acabó
pactando con el Gobierno por temor a una insurrección obrera cuando estalló la
huelga general de agosto.
2.3. Las repercusiones de la I Guerra Mundial y la huelga general de 1917
La política aislacionista heredada del siglo anterior y agudizada tras el Desastre, mantuvo
a España al margen de las dos grandes alianzas europeas (los Centrales y la Entente)
y de la lucha por los mercados coloniales y de la carrera de armamentos. Cuando estalló

3
el conflicto la opinión pública se dividió entre aliadófilos (izquierda y liberales) y
germanófilos (conservadores), pero el Gobierno declaró la neutralidad, secundada por
todos los partidos, excepto Lerroux (populismo demagógico). La guerra y la neutralidad
tuvieron un importante impacto económico y social:
1. Económico, el boom de la neutralidad: El aumento de la demanda de los países
beligerantes favoreció el crecimiento de la industria y el comercio. España tuvo
que producir bienes industriales que antes importaba y además exportar a los
contendientes, (industria textil, fundición de hierro y extracción de minerales). Una gran
oportunidad para el desarrollo de la economía española. La balanza de pagos,
por primera vez en mucho tiempo, fue positiva. Se dispararon las exportaciones y la
industria creció de manera fulgurante. Como contrapartida, aumentó la inflación y
escasearon los productos básicos.
2. Social: Aumento de los beneficios y rápido enriquecimiento para los
intermediarios, comerciantes e industriales. Pero empobrecimiento de las clases
populares por la escasez de productos básicos y la inflación (los salarios
crecieron por debajo de los precios). Como consecuencia, las organizaciones obreras
adquirieron una enorme influencia. En diciembre de 1916 la CNT y la UGT
convocaron la primera Huelga General de toda España, un éxito de participación.
En 1917, inflación, hambre, salarios insuficientes y crecimiento del desempleo en
las grandes ciudades intensificaron los conflictos sociales y las huelgas. Los
gobiernos García Prieto (liberal) y Dato (conservador) se limitaron a endurecer la
represión. Coincidiendo con la crisis de las Juntas Militares y de la Asamblea de
parlamentarios, en julio se inició la huelga de ferroviarios5 en Valencia que degeneró
en una huelga general indefinida convocada por UGT y CNT, desde el 13 de agosto de
1917. La huelga general fue un éxito en las grandes ciudades (Madrid, Barcelona,
Vascongadas y Asturias). El Gobierno declaró el estado de excepción y recurrió al
Ejército que se enfrentó a los piquetes.

Consecuencias:
• Más de 100 muertos, miles de detenidos (Comité de Huelga, entre ellos Largo
Caballero y Besteiro, primero condenados a muerte, luego a cadena perpetua).
• Pese a la derrota, demostró a los sindicatos su capacidad de movilización.
• La huelga también demostró los límites del movimiento juntista: Ante la amenaza al
orden social, los oficiales apoyaron la represión, olvidaron las exigencias reformistas y
provocaron la dimisión de Dato.
• Enfrentamiento entre los principales líderes del sistema político, caída del
Gobierno y formación de un gobierno de coalición liberal-conservador.
Incorporación al Gobierno de los catalanistas (Cambó), por el miedo a una

5
El día 19 de julio se inició la huelga de ferroviarios en Valencia. La represión fue muy violenta y toda la ciudad acabó
sumándose a la huelga, que culminó con la declaración del estado de sitio. El 23 terminó la huelga, pero la Compañía
ferroviaria rehusó readmitir a 36 huelguistas. Entonces, y ante la pasividad del gobierno, los sindicatos convocaron huelga
ferroviaria en todo el país para el 10 de agosto.

4
revolución social. Traición a la Asamblea de Parlamentarios, descabezada e ignorada por
el Gobierno.
2.4. El trienio bolchevique
En 1918 la crisis social se generalizó por:
• El triunfo de los bolcheviques en Rusia, un modelo a seguir para el proletariado del
resto de Europa.
• El impacto económico de la I Guerra: bajada de salarios y aumento de la
inflación.
• La crisis provocada por el final del conflicto: Contracción de pedidos, disminución de
la producción, cierre de fábricas, aumento del paro.
• La repercusión de la gripe de 1918, más de 230000 víctimas: Impacto psicológico e
indignación popular por la ausencia de servicios médicos.
Desde 1818 y hasta 1923 se sucedieron once gobiernos, cada vez más débiles y el
régimen de la Restauración entró en descomposición:
• División de los partidos dinásticos: Los partidos del turno, sin líderes claros, se
fragmentaron en facciones de carácter personalista, era imposible reunir
mayorías parlamentarias suficientes para formar gobiernos estables, por eso se
recurrió a los gobiernos de concentración, que también fracasaron6 y fueron
incapaces de aplicar las reformas necesarias.
• Fracasados los gobiernos de concentración, se volvió al turno de partidos. Ninguno de los
gobiernos que se sucedieron entre 1918 y 1923 alcanzó un año de vida. Los conservadores
gobernaron entre 1919 y 1922 y, después, los liberales. A pesar del fraude electoral,
ninguno de los dos partidos consiguió mayorías parlamentarias y fue
constante el recurso a medidas de excepción, a la suspensión de las garantías
constitucionales y a la clausura del Parlamento.
• Violencia en Cataluña: La tensión social aumentó. Crecimiento de la CNT, en
1918 se decantó por la acción directa y la huelga (Seguí, Pestaña) y el PSOE se
radicalizó (en 1921 escisión PCE). En 1919 se agravaron los conflictos, sobre todo
en Barcelona. Las organizaciones patronales recurrieron a grupos armados al
margen de la legalidad, amparadas por las autoridades civiles y militares (Ley de
Fugas), para amedrentar a los líderes obreros. Los sectores más radicales del
anarquismo respondieron con la acción directa contra la burguesía catalana
(pistolerismo anarquista). Las huelgas fueron respondidas por un lock-out y la creación de
sindicatos libres (amarillos). La violencia se generalizó (más de 300 atentados entre
1919 y 1921) y el gobierno utilizó al Ejército para mantener el orden.
• En el sur (Andalucía, Extremadura, Castilla la Nueva) las duras condiciones de vida
de los jornaleros (absoluta miseria), agravadas por la crisis, originó el Trienio
Bolchevique (1918-1921). Los anarquistas (CNT y apoyo UGT) organizaron
revueltas campesinas en demanda de tierras y mejoras salariales, ocupando

6
En marzo de 1918 se formó un Gobierno nacional, propiciado por Romanones ante la amenaza del Rey de abdicar. En
él se integraron los notables de la escena política: Maura como jefe de Gobierno, Dato, Romanones, García Prieto, Alba
y Cambó. El Gobierno, que suscitó muchas esperanzas por la entidad de sus miembros, fue un fracaso.

5
tierras y ayuntamientos. El Gobierno declaró el estado de excepción e ilegalizó
las organizaciones obreras para sofocar la revuelta.
3. La Guerra de Marruecos
En la Conferencia de Algeciras (1906) España obtuvo el protectorado conjunto con
Francia del reino de Marruecos. En 1912 ambos países acordaron el reparto del territorio.
A España le fue adjudicado el Rif, una zona montañosa, habitada por tribus bereberes o
cabilas, que no reconocían la autoridad del sultán y se resistieron a la ocupación
española. La guerra nunca fue popular, pero para ciertos sectores conservadores y
el Ejército Marruecos se convirtió en la oportunidad para enjugar el Desastre del 98
y la posibilidad de lograr ascensos fáciles. Además, los sucesivos gobiernos argumentaron
la seguridad de Ceuta y Melilla y la explotación de los recursos minerales, que estaban en
manos de los oligarcas de los partidos dinásticos.
En 1909 el ataque al tren minero de Melilla fue resuelto con el envío de reservistas
(desencadenando los acontecimientos de la Semana Trágica) y las tropas españolas fueron
emboscadas en el Monte Gurugú y en el Barranco del Lobo, con un millar de bajas.
Los avances del Ejército continuaron con lentitud entre 1912 y 1921, pero fue incapaz de
controlar el territorio (Melilla, Ceuta y Larache estaban aislados entre sí). Para acelerar
la ocupación se creó en 1920 una unidad de choque (imitación de la francesa) con
voluntarios y mercenarios indígenas (la legión, Millán Astray y Franco). En el verano
de 1921, una acción mal planificada por el general Silvestre, permitió al líder
guerrillero, Abd-el-Krim, atacar la posición de Annual (120 km de Melilla) defendida por
tropas mal preparadas, que huyeron precipitadamente, desencadenando una matanza, el
desastre de Annual, y su secuela en Nador, 13000 bajas, incluido Silvestre, la pérdida
de gran cantidad de material bélico y del territorio conquistado en los últimos 12
años, peligrando incluso Melilla.
Consecuencias:
• En los meses posteriores, Berenguer (el alto comisario) logró enderezar la situación,
pero Annual se convirtió en un serio revés para el Ejército y para los sucesivos
gobiernos. A la impopularidad de la guerra marroquí, vista por la opinión pública
como una sangría inútil y carísima (desde 1909 había vuelto al déficit crónico, en parte
por la aventura africana), se unieron las voces que reclamaban responsabilidades
por la derrota. El expediente fue instruido por el general Picasso y torpedeado por las
compañías mineras y el Gobierno. Aun así, se hallaron negligencias graves (39 oficiales
expedientados), que salpicaban a Silvestre, Berenguer y a la Corona: la prensa
republicana y socialista señaló la amistad que los principales responsables tenían con
Alfonso XIII (Silvestre, Berenguer). El PSOE y los republicanos acusaron al Rey de
instigar a Silvestre, defendieron el abandono de Marruecos y obtuvieron un
importante ascenso electoral.
• Los mandos militares acusaron a los políticos de escatimar los recursos
necesarios para ganar la guerra. Annual se convirtió en uno de los argumentos para
justificar el golpe de Primo de Rivera.
• Además, la guerra de Marruecos reforzó las convicciones antidemocráticas,
antiliberales y la preferencia por soluciones autoritarias entre la mayoría de los

6
oficiales que combatieron allí: Franco, Sanjurjo, Mola, Goded, Cabanellas, Yagüe,
Muñoz Grandes, Varela, Queipo… todos implicados en el golpe de 1936.

7
9.3 La dictadura de Primo de Rivera. El final del reinado de Alfonso XIII
En el verano de 1923 los rumores sobre un golpe de Estado eran de dominio público, y
la prensa denunciaba conspiraciones a diario.
1. Causas:
• Las consecuencias de Annual: El Ejército no podía tolerar los 13000 muertos y la
humillación militar. Acusó a los políticos de escatimar fondos para acabar con la
guerra. Casi todos los africanistas se sumaron al golpe. El Ejército se opuso a la
instrucción del expediente Picasso exigida por las Cortes porque implicaba a
Silvestre, Berenguer y al propio Rey. La disolución de las Juntas de Defensa en
1922 aumentó el descontento de los militares.
• El auge del nacionalismo en Cataluña y el País Vasco era visto como una amenaza
para la unidad del país, a pesar de que la Lliga había colaborado en sucesivos gobiernos
y de que sus planteamientos eran muy moderados.
• La división de los partidos dinásticos y el ascenso de socialistas y republicanos
alarmaba a la oligarquía y a los militares conservadores. Además, en 1921, una
escisión de las Juventudes Socialistas, fundó el PCE, prosoviético.
• La conflictividad social (huelgas, manifestaciones, atentados anarquistas…): Las
clases dirigentes deseaban un gobierno autoritario, capaz de frenar las protestas
sociales y el movimiento obrero, aunque en 1923 la violencia se había reducido
sustantivamente respecto a 1821.
• El hartazgo de las clases medias con los partidos dinásticos y la corrupción
política, el alza de precios y la cuestión marroquí. La prensa de izquierdas y de
derechas coincidían en las críticas permanentes al Gobierno y a los partidos del
turno. Era necesario un cirujano de hierro para acabar con los males de la
Restauración (propuesta regeneracionismo).
• El apoyo del Rey, que claramente apoyaba un gobierno militar y no se opuso al
golpe. Así ligó, como su abuela, el futuro de la Monarquía al de la Dictadura.
• El contexto internacional, la crisis económica, el trauma generado por la Gran
Guerra y, sobre todo, el triunfo de la revolución en Rusia en 1917, alentaba los
movimientos radicales y militaristas. En 1923 ya se había producido la marcha
sobre Roma e instalado un gobierno fascista en Italia y gobiernos autoritarios
en Centroeuropa y retrocedían las democracias: El golpe de Primo de Rivera
coincidió con el ascenso de Mussolini, la invasión francesa del Ruhr y la
intentona golpista de Hitler en Múnich (octubre 1923). Cuando en 1924 Alfonso XIII
viajó a Roma acompañado por Primo de Rivera, presentó al Dictador como mi Mussolini.
2. El golpe y el Directorio Militar (1923-1925)
Desde las elecciones de la primavera de 1923 se fraguó la conspiración, mediante el
acuerdo de varios generales para lograr un Gobierno fuerte y eligieron como
director a Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, popular entre la burguesía
y la patronal catalana por su dureza contra los anarquistas. El golpe se materializó el 12
de septiembre, en principio logró escasas adhesiones y su éxito dependía de la aprobación
del rey. Alfonso XIII conocía los preparativos, deseaba un gobierno autoritario y se

1
identificaba plenamente con los militares, así que entregó el poder a Primo de
Rivera.
El general emitió un Manifiesto presentando el golpe como un proyecto
regeneracionista para eliminar el caciquismo y la corrupción y reformar el
sistema. En realidad, implantó una Dictadura militar personalista, (el Rey nombró
ministro único a Primo de Rivera), asistido por un Directorio Militar integrado por
generales. El general declaró el estado de guerra, militarizó la Administración,
suspendió las garantías constitucionales, disolvió las Cortes y estableció la censura
de prensa (prohibición expresa de críticas a la Dictadura e informar sobre la guerra de
Marruecos). En esta primera etapa contó con bastante respaldo popular y el silencio de
la oposición.
El Directorio militar solo tenía carácter consultivo, Primo de Rivera era su presidente
y concentraba todos los poderes: funciones ejecutivas, legislativas (potestad para
dictar normas y decretos), judiciales (podía suspender sentencias). La actuación de la
Dictadura fue contradictoria:
• Las primeras medidas tenían cierto carácter regeneracionista, intentó acabar
con el caciquismo, sustituyendo los gobernadores civiles por militares con
amplias competencias y disolviendo Diputaciones y Ayuntamientos para eliminar
las redes caciquiles, en su lugar creo las Juntas Municipales, formadas por los
mayores contribuyentes (Estatuto Municipal de Calvo Sotelo, 1924).
• Restablecimiento del orden público: Obsesionado con el orden público, aplicó
medidas represivas (Primo identificaba movimiento obrero con delincuencia),
prohibiendo huelgas y manifestaciones y estableciendo la censura de prensa. La
CNT fue ilegalizada y sus locales y periódicos clausurados. En Barcelona se impuso el
estado de excepción. Las protestas desaparecieron. Para apoyar a los cuerpos policiales
y al Ejército en el mantenimiento del orden público, intentó copiar el modelo de Somatén
catalán, un cuerpo paramilitar organizado por la derecha y la patronal catalana para
combatir el sindicalismo, organizando el Somatén Nacional (1923) con escaso éxito
fuera de Cataluña.
• El problema regionalista. Identificaba regionalismo y separatismo. Pese al
apoyo inicial de la burguesía catalanista suprimió la Mancomunidad (1924), prohibió
el uso oficial del catalán y las manifestaciones culturales y políticas del
catalanismo (el himno, la bandera…), empujando a muchos regionalistas a apoyar a la
República, bajo el liderazgo del hasta entonces minoritario Estat Catalá de Francesc Maciá.
• El gran éxito del Directorio militar fue terminar con la guerra de Marruecos. En 1924
decretó una amnistía que eliminaba el problema de las responsabilidades, redujo los
efectivos e inició una retirada parcial. La reacción hostil de los africanistas cambió su
postura1. En 1925 Abd-el-Krim, creyendo derrotadas las tropas españolas, invadió el
protectorado francés, permitiendo una operación conjunta, el desembarco en la bahía
de Alhucemas (septiembre 1925). En 1926 Abd-el-Krim se entregó a los franceses y

1
Encabezados por los generales Sanjurjo y Queipo de Llano y por los jefes del Tercio, Millán Astray y Franco. En una visita
del Dictador a Marruecos, algunos oficiales llegaron casi a la insubordinación. Primo de Rivera tuvo que rectificar y
presentar la retirada como un repliegue táctico.

2
concluyó la guerra. La victoria en Marruecos reconcilió a Primo de Rivera con los
africanistas y elevó su popularidad.
3. El Directorio Civil
En diciembre de 1925 Primo de Rivera propuso al Rey la sustitución del Directorio
Militar por un Gobierno civil, aunque permanecían suspendidas la Constitución y las
libertades. Es decir, la institucionalización de la Dictadura, a través de los siguientes
mecanismos:
• Creación de un partido único. Suprimidos los partidos políticos y suspendidas las Cortes,
creó un partido de apoyo al nuevo régimen (a imitación del italiano), unificando las
Uniones Patrióticas, grupos de apoyo católicos y conservadores, en una Unión
Patriótica, (1924) bajo la dirección de un militar y sin la participación de las antiguas
élites políticas.
• Formación de una Asamblea Nacional Consultiva, (1927) de carácter corporativo,
(copia del Gran Consejo Fascista italiano) con representantes de la Administración
(Estado, provincias y ayuntamientos), de las actividades profesionales y las clases
sociales (oficiales del Ejército, alto clero, latifundistas, banqueros, grandes industriales,
intelectuales y dirigentes de organizaciones patronales) y de la Unión Patriótica,
elegidos mediante sufragio restringido. Era una asamblea exclusivamente
consultiva, sin capacidad legislativa, que debía elaborar una nueva
Constitución2 (no llegó a ser aprobada). Al final, tanto la Asamblea Nacional como la
Unión Patriótica fracasaron: ni obtuvieron respaldo popular ni eran una alternativa
viable a la Dictadura.
• La política económica: Intervencionismo estatal y nacionalismo económico,
regulación e intervención de todos los sectores económicos. Para ello creó un Consejo
de Economía Nacional, transformado en 1928 en Ministerio de Economía Nacional.
Características:
o Fomento de la producción nacional con medidas de carácter proteccionista y
subvenciones a compañías ferroviarias, navieras y mineras.
o Política de obras públicas para reactivar la economía: renovación red de carreteras
(Circuito Nacional de Firmes Especiales, 1926); política hidráulica (Confederaciones
Hidrográficas, 1926) gracias a la bonanza económica.
o Creación de monopolios: Compañía Telefónica (1924) o CAMPSA (Compañía
Arrendataria del Monopolio de Petróleos, 1927).
• Política social, imitando el modelo corporativo italiano:
o Consejo Nacional del Trabajo, que promovió una extensa legislación social (leyes
sobre contratos de trabajo, accidentes, subsidios para familias numerosas y seguro de
maternidad), Código de Trabajo (1926).
o Organización Corporativa Nacional (1926), agrupaba de forma piramidal los
comités paritarios de obreros y patronos de cada uno de los oficios y pretendía
regular la negociación de los convenios.

2
Organizaba un Estado sin soberanía nacional ni división de poderes, con una Cámara única, la mitad de sus miembros
nombrada por la Corona, y que otorgaba al Rey una enorme capacidad legislativa y ejecutiva, hasta el punto de que el
propio Primo de Rivera se opuso al texto

3
A pesar de las críticas funcionó, por la represión, la bonanza económica y el
cansancio. La UGT participó en el Consejo (Largo Caballero), pero la CNT y el PCE
fueron ilegalizados.
4. La caída de la Dictadura
La Dictadura consiguió mantenerse hasta 19303, pero desde 1927 sus problemas se
agudizaron:
• El agravamiento de las dificultades financieras y presupuestarias del Estado, sobre
todo con la reaparición de la crisis (en 1929 el déficit era 7 veces superior al de 1924).
La economía española presentaba serias deficiencias:
o La reforma fiscal. Calvo Sotelo intentó establecer un Impuesto sobre la Renta, que
fracasó por la oposición de las élites. Sin reforma fiscal los ingresos del estado no
eran suficientes para apoyar el desarrollo económico.
o La reforma agraria, se limitó a la política hidráulica.
• El crecimiento de la oposición al régimen:
o Los partidos del turno exigieron a Alfonso XIII el restablecimiento de la
Constitución y la convocatoria de elecciones. Ante la negativa del Rey se alejaron
del Monarca, algunos se pasaron al republicanismo (Maura).
o El movimiento republicano, que asociaba el final de la Dictadura con el de la
monarquía. En 1926 se fundó la Alianza Republicana (100000 afiliados).
o La reaparición de los conflictos sociales y las huelgas, especialmente desde 1929,
cuando volvió la crisis económica.
o En el Ejército creció el descontento: otra vez la cuestión de los ascensos que
enfrentaba a peninsulares y africanistas (disolución cuerpo artillería). El rey acabó
apoyando a Primo y, desde entonces, el sector más liberal del Ejército se hizo
republicano y conspiraba abiertamente (Queipo de Llano).
o La cuestión catalana, agravada por la prohibición del uso del catalán en actos oficiales
y en el culto católico, la clausura del F.C. Barcelona y el Orfeón catalán.
o La oposición entre los intelectuales desde cátedras, ateneos y cafés: Valle-Inclán,
Unamuno4, Blasco Ibáñez, Azorín y Ortega y Gasset…
o La protesta estudiantil, organizada en torno a la Federación Universitaria Española,
(FUE).
• El distanciamiento entre el Rey y Primo de Rivera.
La descomposición de la Dictadura se precipitó. La propuesta de Constitución de la
Asamblea Nacional generó un rechazo total. En enero de 1929 se producía un
intento de sublevación militar republicana5. En otoño se produjo el crack de Wall

3
Gracias a la victoria militar en Marruecos, la tranquilidad social y la política de orden público (colaboración UGT,
desmantelamiento CNT) y la prosperidad de la segunda mitad de la década, un periodo de bonanza en la economía
mundial, que permitió en España un crecimiento importante.
4
Unamuno fue apartado del rectorado de la Universidad de Salamanca y desterrado posteriormente. El Ateneo de Madrid
fue clausurado.
5
Desde la constitución del Directorio Civil ya se habían organizado levantamientos contra la Dictadura, en parte porque
su propia constitución estaba en el pronunciamiento de septiembre de 1923 (es decir, tenía un origen ilegítimo): en junio
de 1926 (la Sanjuanada, participaron Weyler y Melquiades Álvarez), en 1927 (Maciá) y, el más importante, el de enero
de 1929, organizado por dirigentes de los antiguos partidos del turno (conservadores y liberales: Sánchez Guerra,
Romanones, García Prieto, Melquíades Álvarez y Alba ), republicanos (Lerroux, Blasco Ibáñez), regionalistas catalanes

4
Street, seguido de una aguda crisis financiera, aumento de la inflación, hundimiento
de la peseta, cierre de industrias, huelgas, protestas estudiantiles… Primo de
Rivera, cansado, enfermo de diabetes, presionado por el Ejército y una oligarquía
descontenta, incapaz de dominar la calle, intentó por última vez conseguir el apoyo de la
Corona. Alfonso XIII no le respondió, y el 27 de enero de 1930 el Dictador presentó
su dimisión al Rey, cuando éste ya realizaba gestiones para sustituirle. Tras despedirse del
país con un nuevo Manifiesto, partía hacia el exilio, en París, donde moriría pocas semanas
más tarde.
Balance:
• La Dictadura acabó con los viejos partidos de la Restauración y el régimen
parlamentario, pero no tocó la base real del sistema: la oligarquía de
terratenientes e industriales, que siguió dominando la vida económica y social, y
que se aprovechó del control que ejercía el Dictador y de la ola de prosperidad económica
de los años veinte para aumentar su fortuna y afianzar su poderío financiero.
• Aceleró la crisis de los partidos monárquicos reformistas, desarrollados en el siglo
XX, Partido Social Popular, Lliga Regionalista, maurismo...
• La Unión Patriótica sirvió de modelo para la organización política y social del
catolicismo durante la República: Acción Nacional, CEDA (Confederación
Española de Derechas Autónomas) ...
• Deterioró la institución monárquica y contribuyó al advenimiento de la II
República.
• Nuevo papel del Ejército, imitado en el alzamiento antirrepublicano del 18 de julio de
1936.
• El descrédito de los partidos monárquicos dejó a republicanos y socialistas
como únicas opciones posibles.
• En síntesis, la Dictadura no fue sólo el germen del Franquismo, la Unión Patriótica
fue el precedente del Movimiento Nacional franquista. La consolidación del
ejército de Marruecos lograda por el dictador proporcionó al alzamiento de 1936 la
fuerza de choque decisiva para su ejecución y para el desarrollo de la Guerra. Primo de
Rivera también fomentó la organización de un funcionariado estable y una
política social y económica, que Franco emuló una vez controlado el poder:
infraestructuras, obras hidráulicas…
5. El final del reinado de Alfonso XIII
1. Gobierno Berenguer
Dimitido Primo de Rivera, Alfonso XIII encargó la formación de Gobierno al general
Berenguer, Jefe de la Casa Militar del Rey. Su objetivo era la vuelta al régimen
constitucional de 1876 y al sistema de turnos, como si nada hubiese ocurrido a partir
de 1923, imposible de cumplir por:
• Berenguer no era un político hábil, no logró apoyos significativos (sólo
miembros de la oligarquía financiera y caciquil: La Cierva y Romanones).

(Companys), un sector del Ejército (Castro, López Ochoa, Queipo) e incluso la CNT. Pretendía una Asamblea Nacional
Constituyente y un referéndum sobre la forma del Estado, incluyendo la expulsión de Alfonso XIII.

5
Conservadores y Liberales se negaron a participar en el Gobierno,
desconfiaban del Rey.
• La lentitud del restablecimiento de las libertades constitucionales restó
credibilidad al Gobierno, calificado por la prensa como Dictablanda.
• El Gobierno no acertó con su política económica restrictiva, recortando el gasto
público para equilibrar el presupuesto, justo cuando llegaban las consecuencias de la
crisis económica: la producción se hundió, el paro aumentó y la tensión social
creció.
• A lo largo de 1930 la oposición al Rey fue creciendo, incluso entre monárquicos
declarados, (Sánchez Guerra, Alcalá Zamora, Miguel Maura).
• En 1930 los grupos republicanos se multiplicaron: Acción Republicana (AR) de
Azaña; Partido Republicano Radical Socialista (PRRS) de Marcelino Domingo y Álvaro de
Albornoz; Derecha Liberal Republicana (DLR) de Niceto Alcalá Zamora y Miguel Maura,
alternativa republicana católica y conservadora; Organización Republicana Gallega
Autónoma (ORGA) de Casares Quiroga; Esquerra Republicana de Cataluña (ERC) de Lluis
Companys; Agrupación al Servicio de la República (ASR) intelectuales, Ortega y Gasset,
Marañón y Pérez de Ayala...
• Los grupos nacionalistas catalanes y gallegos apoyaban las posturas
republicanas porque la República era el único medio de conseguir la autonomía.
• El movimiento obrero también se decantó en favor de la República: PSOE, UGT,
CNT.
• Igual para los intelectuales y los estudiantes. La FUE (Federación Universitaria Española)
y la mayor parte de los catedráticos progresistas mantuvieron la huelga y las
manifestaciones contra la Dictablanda.
• Incluso un sector del Ejército apoyaba el republicanismo, sobre todo los oficiales
jóvenes, el Cuerpo de Aviación y el Arma de Artillería.
En agosto de 1930 los representantes de los principales partidos políticos
republicanos y regionalistas firmaban el Pacto de San Sebastián contra la
monarquía, respaldado por ASR (Agrupación al Servicio de la República: Ortega, Marañón)
y la FUE. Se formó un Comité Revolucionario, encabezado por Alcalá Zamora,
encargado de contactar con los militares republicanos y con los líderes obreros para
organizar un levantamiento. El PSOE (Besteiro) se resistía a aceptar, pero la presión
de sus bases, sobre todo tras el mitin de Azaña en la Plaza de las Ventas, el 28 de
septiembre, obligó a la cúpula socialista a sumarse al Pacto. La CNT también se adhirió,
pero sin participar directamente en la conspiración.
El 12 de diciembre los capitanes Fermín Galán y García Hernández se pronunciaron
en Jaca en favor de la República. Sin apoyos, fueron reducidos y ejecutados (los primeros
mártires de la república) y la mayor parte de los miembros del Comité Revolucionario
detenidos, el resto pasaba a la clandestinidad. Otra conspiración, la de Queipo del Llano
y Ramón Franco, que habían preparado un golpe militar para el 15 de diciembre en Cuatro
Vientos, fue descubierta, teniendo que huir a Portugal.
Mientras se instruían los procesos por la sublevación contra el Comité Revolucionario, los
sindicatos y la FUE, desataron una oleada de movilizaciones apoyada por los

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intelectuales de la ASR (Ortega y Gasset, Marañón y Pérez de Ayala) con un Manifiesto en
apoyo de la República. Berenguer restableció la censura y convocó elecciones. Los
republicanos y la mayoría de los monárquicos se negaron a participar en los
comicios (persistencia del fraude electoral). Berenguer intentó crear un nuevo partido
monárquico, pero no consiguió apoyos y dimitió el 14 de febrero.
2. Gobierno Aznar
Alfonso XIII recurrió a los republicanos y socialistas moderados para formar
gobierno, se negaron, la mayoría de los monárquicos (Maura, Romanones) también y
finalmente encargó organizar nuevo gobierno al almirante Aznar, un gobierno de
concentración monárquico, y convocó elecciones municipales para el 12 de abril,
y elecciones a Cortes Constituyentes en junio para sustituir a la Constitución de
1876.
Los republicanos se negaron a participar en las zonas rurales, donde el fraude
electoral era más intenso, y la abstención fue muy elevada. Los monárquicos
consiguieron la mayoría de los concejales elegidos, pero la Conjunción
Republicano-Socialista ganó en 41 de las 50 capitales provinciales, donde el
sufragio era más limpio. Como dijo Aznar el día 13 a los periodistas, el país se había
acostado monárquico y se había levantado republicano.
3. La proclamación de la República
El 13 de abril el Comité Revolucionario solicitó al Gobierno la proclamación de
la República. El Rey ofreció Cortes Constituyentes, propuesta que fue rechazada.
Las manifestaciones prorrepublicanas se extendieron por todo el país. Algunos
militares (Mola-Dirección General de Seguridad) intentaron sembrar el miedo para
acabar con las manifestaciones, sin éxito.
A primera hora del día 14 se izaba la bandera republicana en el Ayuntamiento de
Éibar. El rey intentó conseguir el apoyo del ejército y de la Guardia Civil
(Sanjurjo6), en vano. Aznar hizo un último intento para formar nuevo gobierno y
convocar Cortes Constituyentes, que no fructificó. En Barcelona, Companys
proclamó la República y Maciá la República Catalana dentro de la Federación
ibérica, en medio de una muchedumbre que inundaba las calles. En Madrid, las calles se
llenaron de banderas republicanas y retratos de Galán y García Hernández. A
media tarde, la República había sido proclamada en San Sebastián, Zaragoza,
Salamanca, La Coruña, Huesca, Sevilla, Valencia... entre el clamor de la
multitud.
A las ocho de la tarde el Comité Revolucionario se constituyó en Gobierno
Provisional, presidido por Alcalá Zamora, quien, desde el balcón del Ministerio de
Gobernación, en la Puerta del Sol, proclamaba la República7. Poco después, Alfonso

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Siempre había apoyado a Alfonso XIII, pero éste prefirió a Berenguer después de la dimisión de Primo de Rivera y
Sanjurjo lo sintió como una afrenta.
7
Miguel Maura (Gobernación Derecha Liberal Republicana), Alejandro Lerroux (Estado-Partido Republicano Radical) y
Diego Martínez Barrio (Comunicaciones-Partido Republicano Radical), Manuel Azaña (Guerra-Acción Republicana),
Santiago Casares Quiroga (Marina-ORGA), Álvaro de Albornoz (Fomento-Radical Socialista), Marcelino Domingo
(Instrucción Pública-Radical Socialista), Nicolau D’Olwer (Economía-catalanista), Indalecio Prieto (Hacienda), Francisco
Largo Caballero (Trabajo) y Fernando de los Ríos (Justicia), los tres del Partido Socialista Obrero Español (PSOE). Un

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XIII abandonaba Madrid en dirección a Cartagena, sin abdicar formalmente. A
la mañana siguiente hacían lo propio la reina y los infantes8.
La II República no llegó como consecuencia de un pronunciamiento militar
organizado por las élites políticas y seguido de una sublevación popular (como en
la "Revolución Gloriosa" de 1868), ni como consecuencia de un vacío de poder
provocado por la abdicación del rey (como en febrero de 1873 cuando se proclamó la
Primera República). En abril de 1931 la República fue la culminación de un
movimiento popular revolucionario contra la Monarquía, que había perdido
todos sus apoyos sociales e institucionales (Ejército).

gobierno de izquierda moderada, no revolucionaria. En su mayoría gente de clases medias conscientes de la necesidad
de modernizar España.
8
A. Machado: Con las primeras hojas de los chopos y las últimas flores de los almendros, la primavera traía a nuestra
República de la mano. La naturaleza y la historia parecían fundirse en una clara leyenda anticipada o en un romance
infantil.

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