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LA ANCIANIDAD

Cambios y transformaciones biopsicosociales

FICHA DE CÁTEDRA
Psicologia Evolutiva UARG-UNPA
Año 2021
Lic. Silvia Mansilla
Prof. Adjunta Efectiva UNPA-UARG
Psicologia Evolutiva e Introducción a la Psicologia

INDICE

La última etapa del ciclo vital. La ancianidad ……..…………………………………… 3

El estudio científico de la vejez: las teorías sobre el envejecimiento……..….. 5

Teoría del desapego…………………………………………………………………………. 8

Teoría de la actividad………..……………………………………….…………………….. 10

¿Qué acontece cuando se inicia la última etapa de la vida?……………………………. 11

¿Cuándo inicia la vejez?…………………………………………………………………………… 11

Cambios y transformaciones biológicas………………................................................................. 13

Cambios y transformaciones sociales……………………………………………………….. 14

El retiro laboral………………………………………………………………………………… 13

Retracción de vínculos significativos………………………………………………….. 15

Implicancias socioculturales: Los prejuicios sociales contra la 15


vejez……………………………………………………………………………………………

Cambios y transformaciones psíquicas…………….…………………………………………… 21

El concepto de sí mismo. La autoestima……………………………………………. 21

Modificación en las funciones psicológicas………………………………………… 22

Los duelos en la vejez……………………………………………..……………………….. 23

Los miedos………………………………………………………………………………………. 24

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El incremento de la interioridad…………………………………………………………. 26

La integridad………………………………………………………………… 27

La desesperación…………………………………………………………… 29

La sexualidad del anciano…………………………….…………………………………………... 30

¿Es posible un envejecimiento satisfactorio?............................................................ 34

Bibliografía…………………………………………………………………………………………………. 38

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La última etapa del ciclo vital. La ancianidad

El envejecimiento del ser humano es sin duda un fenómeno omnipresente en nuestra


experiencia cotidiana, no solo porque observamos como las personas de nuestro
alrededor cambian con el paso de los años, sino porque nosotros mismos estamos
sujetos a dichos cambios. Por ello, podemos pensar que las personas juegan un papel
activo en el re-construcción de estos conocimientos, es decir, a medida que van
sucediendo los cambios a lo largo del ciclo vital se iría resignificando y reconstruyendo
activamente las expectativas de vida futura e interpretaciones del pasado. Sin embargo,
debemos recordar que es proceso de desarrollo, si bien es un proceso individual y único
de cada persona, nunca se realiza en soledad. Somos lo que somos por nuestra historia
de vida y nuestros vínculos y relaciones con los otros. De allí, la importancia de
considerar los aspectos biopsicosociales que intervienen, cambian y se trasforman en
cada etapa de la vida.

La vejez no puede ser entendida como una etapa homogénea para el conjunto de
personas que comparten la misma edad cronológica, en tanto que el proceso de
envejecimiento está caracterizado por la diversidad. Numerosos son los factores que
influyen en los modos en que cada sujeto transita su vejez: la herencia genética, el
estado de salud, el estilo de vida, las condiciones socioeconómicas, las influencias
sociales, la historia individual y familiar, la ocupación laboral desempeñada y la
personalidad.

Durante años, el estudio de esta etapa ha sido abordado desde una perspectiva
biológica, centrada en las pérdidas, decadencia y derrumbe de las funciones del
organismo. Centrar el estudio sólo en esta dimensión dificulta la comprensión de los
cambios y transformaciones que acontecen en los sujetos cuando envejecen. De este
modo, es necesario incluir a la etapa de la vejez dentro del ciclo vital, reconociendo la
diversidad, analizando tanto las competencias, habilidades y niveles de autonomía

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psicofísica, como asi también los aspectos culturales, históricos y sociales en los que se
desarrolla la vida del anciano.

Como etapa del ciclo vital, la ancianidad comparte rasgos y características en común
con las otras etapas, por ejemplo, un comienzo y final más o menos definido, la idea de
integración, momentos y procesos críticos, transformaciones y cambios
biopsicosociales. Pero hay un rasgo que es propio de la vejez y la diferencia de las
demás: es la última etapa del desarrollo.

La vejez es una etapa conflictiva, no solo para quien la vive en sí mismo, sino también
para aquellas personas (familiares, profesionales, etc.) que diariamente se enfrentan a
la tarea de convivir, acompañar o asistir a las personas ancianas. El grado de conflicto
tanto para el anciano como para quienes se enfrentan a la vejez desde sus roles
familiares y profesionales, estará relacionado con la historia individual de cada uno, las
representaciones, ideologías y creencias, y las influencias socioculturales sobre esta
etapa.

Envejecer es un proceso, es decir, no ocurre de repente, no sobreviene súbitamente. Por


el contrario, los cambios, modificaciones y transformaciones se dan de manera gradual
y universal, iniciándose con claras manifestaciones a partir de la segunda mitad de la
edad adulta.

Cuando el sujeto comienza a envejecer se enfrenta a una serie de cambios que se


producen en las tres áreas del ser humano, pero no siempre en forma simultánea. Por
ello es un proceso diferencial: puede haber mayor deterioro en una de las áreas que en
otra u otras, por ejemplo, en muchos sujetos no existe correspondencia exacta entre
envejecimiento físico y deterioro psicológico. Esto lleva a un desajuste entre lo que el
sujeto cree capaz de hacer y lo que realmente puede lograr. Este desajuste puede
acrecentarse en relacion a la imagen que le devuelve el mundo externo sobre sí mismo.
No obstante, con el tiempo, la mayoría de los signos de envejecimiento están presentes.

Asimismo, como se viene mencionando debemos explicitar que el envejecimiento es un


proceso de cambios y transformaciones biopsicosociales.

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A nivel biológico, el inicio de las modificaciones, el deterioro y la decadencia de sistemas


y funciones está previsto en nuestro código genético, que sumados al estilo de vida y el
estado de salud aceleran o retrasan el envejecimiento a éste nivel.

A nivel psicológico, se producen una serie de modificaciones psíquicas que posicionan


al sujeto en una crisis vital, atravesando pérdidas, duelos y modificaciones en su
autoestima, en sus funciones psicológicas y también en su personalidad.

A nivel social, en la vejez se producen una serie de acontecimientos que también


generan cambios, por ejemplo, el retiro laboral, la perdida de vínculos significativos y
un nuevo status social. Asimismo, influyen en estos cambios la imagen social de la vejez
del contexto próximo (familia, grupos de pertenencia) y del contexto más amplio como
su comunidad y la sociedad en general.

El estudio científico de la vejez: Las teorías acerca del envejecer

Desde la antigüedad se trataba de explicar y dilucidar cuestiones como: ¿Por qué se


envejece? ¿Cuáles son las causas del envejecimiento? ¿Cómo prolongar la vida? Junto a
estos cuestionamientos también se interesaron por el rejuvenecimiento y la búsqueda
de la eterna juventud.
Durante mucho tiempo la vejez era considerada una enfermedad; varios autores la
definen como una enfermedad común a todos los seres humanos. Por ejemplo: para
Aristóteles la vejez era una “enfermedad natural”, Séneca planteaba que era una
“enfermedad incurable”.
Recien con el surgimiento de la medicina comenzó a cambiar esa idea de vejez. Galeno,
planteaba que, si bien hay achaques, no es una enfermedad, ya que las enfermedades
van siempre en contra de la naturaleza y la ancianidad es natural y universal.
Desde la Psiquiatría, Henri Ey, en su Tratado de Psiquiatría, no concuerda con la sinomia
anciano-enfermo. Por ello distingue:

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Senescencia o envejecimiento: Fenómeno psicobiológico general que se manifiesta en


todos los niveles del organismo: a nivel celular, de órganos y funciones, de personalidad
y relaciones sociales. Es un fenómeno ligado a la vida.
Senilidad: es la expresión patológica dela vejez. El deterioro progresivo de funciones
facilita la aparición de cuadros psicopatológicos como depresiones, psicosis,
demencias.
Como fenómeno universal, el envejecimiento se produce en todas las épocas, en todas
las culturas y civilizaciones, por lo tanto, el interés por comprenderlo siempre estuvo
presente. El estudio científico de la vejez ha atravesado por tres períodos cronológicos
que aportaron diferentes modos de entender y explicar esta etapa (Cornachione
Larraniaga, 2016).
Primer período (Fines del siglo XIX). Comienza con las obras de Quetelet que se
centraron establecer generalizaciones sobre estudios y/o comprobaciones aisladas.
Asimismo, reconoció la relacion entre los aspectos biológicos y sociales del proceso de
envejecimiento. Unos años más tarde Galton expone sus trabajos sobre la relacion entre
la duración de la juventud y las diferencias de personalidad, y la relacion entre los
cambios orgánicos y la psicomotricidad, sentando un antecedente en la incorporación
de los aspectos psicológicos al estudio del envejecimiento.
Segundo período (Entre 1918 y 1940) En el tiempo que va entre las dos guerras
mundiales aumentan las investigaciones sistemáticas sobre el envejecimiento humano.
Se destacaron estudios sobre inteligencia, rendimiento psicomotriz, capacidad de
reacción, entre otros. En este período se dio un predominio de aportes ingleses y
alemanes. En estados unidos, en 1922, Miles fundo el primer centro dedicado al estudio
del envejecimiento. En el mismo año Hall publico una obra con reflexiones sobre las
características emocionales, intelectuales y sociales de la vejez, dejando muy en claro
las diferencias individuales que se presentan. Su obra “Senescencia, la última mitad de
la vida” puede considerarse la primera obra de Psicologia de la vez.
Tercer período (Años posteriores a la segunda guerra mundial). Este es un período de
expansión de investigaciones sobre vejez. Strib y Orbach consideran que hasta 1940 los
estudios sobre el envejecimiento estuvieron centrados en torno a las ciencias médicas

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y los aspectos fisiológicos del envejecimiento. En el año 1945 se organizó la Sociedad


Gerontológica en Estados Unidos y a partir de allí, las investigaciones y publicaciones
crecieron notablemente. Recien en la quinta y sexta década del siglo XX los estudios se
desplazan a la personalidad del anciano, incorporando los aspectos psicológicos del
envejecimiento.
A lo largo de estos años de estudio científico de la vejez, se desarrollaron diversas
teorías biológicas sobre el envejecimiento, que se sintetizan en el siguiente cuadro
(Griffa y Moreno, 2005):
Teorías Biológicas
Teoría Postulados
Sostienen que el ciclo vital, tanto de una célula como de un
Teorías genéticas organismo, está genéticamente determinado. Los genes
contienen la información que determina o desencadena el
envejecimiento. En los seres humanos, la edad en que
fallecieron los padres y abuelos es un índice válido de la
esperanza de vida del sujeto.
Teorías celulares Sostienen que las células mueren como resultado de errores
que se producen en la formación de proteínas claves, de
enzimas particulares. Es decir, se observa una pérdida de
información en el núcleo de las células del cuerpo (ADN) Un
defecto de la molécula de ADN puede provocar muerte de
células. Para estas teorías, se acumulan células mutadas, que
no funcionan normalmente , llevando indefectiblemente a la
muerte.
Teoría de los La acumulación progresiva de desechos y de elementos
desechos- tóxicos en células y órganos, juntamente con la reducción de
reducción de los la tasa de oxidación celular, provocan también una pérdida
procesos de de función y muerte celular.
oxidación. Las dos teorías hacen referencia a los efectos nefastos de la
incapacidad celular para desembarazarse de los desechos.
Teoría del sistema El envejecimiento conlleva una modificación de la
endócrino e producción o la liberación de los cuerpos químicos del
inmunológico organismo. Una de las transformaciones más evidentes es la
de los ovarios que dejan de producir hormonas (estrógenos).
Teorías El envejecimiento es producto de reacciones inmunológicas
inmunológicas patológicas, en las que los anticuerpos pierden capacidad de

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distinguir entre proteínas propias y extrañas, atacando


indiscriminadamente provocando la muerte de las propias.

Por otra parte, hubo numerosas teorías que incorporaron a sus análisis otros aspectos
más allá de los biológicos. A continuación, se sintetizan las teorías psicosociales más
relevantes (Griffa y Moreno, 2005):

Se sitúa en una postura intermedia entre el desapego y la


Teoría de los actividad. Reconocen el destenso de las actividades sociales y
nuevos roles a la par, el deseo de permanecer activo y plenamente
enganchado lo más posible. Proponen el refuerzo de nuevos
roles, no impuestos, sino que tengan en cuenta los intereses
personales y las capacidades.
Teoría de la Sostiene que el hombre envejece como ha vivido. A medida
continuidad que se produce el proceso de envejecimiento se trata de
asegurar la continuidad de lo que se ha adquirido.
Teoría de la Los cambios cognitivos y comportamentales del anciano son
discontinuidad causados por situaciones tales como la jubilación, la
vulnerabilidad a las enfermedades, la viudez, entre otras.
Teorías de la Sostienen la variabilidad y la diversidad comportamental se
variabilidad y incrementan con la edad, por lo tanto la multiplicidad de
diversidad patrones de conducta y rasgos de personalidad, es mayor que
comportamental en cualquier otra etapa.

Dentro de las Teorías psicosociales nos detendremos en dos de ellas, que incidieron en
la comprensión de la ancianidad dentro de la Psicologia Evolutiva. Ambas proponen
formas de entender y enfocar la vejez, pero de manera muy contrapuesta (Salvarezza,
2002):

 La Teoría del desapego (Cumming y Henry, 1961)


A finales de la década del 50, se inició una investigación sobre los aspectos sociales de
la vejez. Ésta culminó con la publicación del libro “Envejecer: el precio de la
desvinculación” en el año 1961. En este libro se postula la Teoría del desapego, punto
obligado de referencia para todas las investigaciones sobre este tema ya sea a favor o
en contra de ella.

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Esta teoría postula que a medida que el sujeto envejece se produce una reducción del
interés vital por las actividades y objetos que lo rodean, lo cual va generando un
sistemático apartamiento de toda clase de interacción social.
Gradualmente, la vida de las personas viejas se separa de la vida de los demás, se van
sintiendo menos comprometidos emocionalmente con los problemas ajenos y están
cada vez más absortos en los suyos y sus circunstancias.
Este proceso pertenece al desarrollo normal del sujeto y es deseado y buscado por él,
apoyado en el lógico declinar de sus capacidades sensoriomotrices, lo que le permite
una redistribución adecuada de sus reservas sobre menos objetos. Al mismo tiempo,
este distanciamiento afectivo lo pone al cubierto de confrontaciones con ciertos objetos
y situaciones que le plantean problemas de difícil solución y que engendran cuadros de
angustia, por ejemplo, relaciones eróticas, competencias laborales (no interfiere y esto
permite el desarrollo de nuevas generaciones). El desapego también cumple una
función social.
Podemos enumerar como puntos sobresalientes de esta teoría los siguientes:
1) Es un proceso universal: ha ocurrido y ocurre en cualquier lugar y cualquier
tiempo histórico.
2) Es un proceso inevitable, porque está apoyado en procesos psicobiológicos.
3) Es intrínseco al sujeto, no está condicionado ni determinado por variable
social alguna.
En base a estos postulados, la conducta aconsejable a seguir frente a los viejos es inducir
y favorecer el apartamiento progresivo de sus actividades como un paso de preparación
necesaria para la muerte.
Las críticas a esta teoría no tardaron en aparecer. Solo a modo de ejemplo tomamos los
aportes de Bromley que agrupa tres clases de críticas a las investigaciones de Cumming
y Henry:
a) Prácticas: apoyada en esta teoría se inclina hacia una política de segregación hacia
los viejos.
b) Teóricas: no es científica, a lo sumo es una proto-teoría.
c) Empírica: la evidencia usada para la teoría no es adecuada, y más aún no es cierta.

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 Teoría De la actividad (1973)


Un grupo de investigaciones surgen como críticas a la Teoría del desapego, por ejemplo,
en 1968, Havinghurst redefine el desapego y lo consideran como un simple proceso más
de envejecimiento. Es decir, el desapego es una de las formas posibles de envejecer,
pero no la única. Planteando así, cuatro categorías de sujeto:
a) Los integrados: aquellos que cuentan con la mayoría de variables positivas.
b) El grupo defensivo-agresivo y lleno de energías.
c) El grupo pasivo dependiente.
d) El grupo no integrado: pobre en todas sus capacidades.
Todos estos estudios que surgieron en respuesta a las teorías del momento, pueden ser
englobadas en una concepción teórica que postula a la actividad como punto central en
la vejez. Esta concepción sostiene que las personas ancianas deben permanecer activos
tanto tiempo como les sea posible, y que cuando ciertas actividades ya no son posibles
deben buscarse sustitutos para ellas.
José Bleger (1973), plantea que, en la actualidad, el problema a resolver en los seres
humanos es saber cómo de integrantes de una cultura, seres eminentemente sociales,
devienen sujetos aislados. El hombre aislado es un problema no un ideal.
Por su parte, Simón de Beauvoir (1970) sostiene que lo deseable es conservar a una
edad avanzada pasiones lo bastante fuertes como para que nos evite el volvernos sobre
nosotros mismos.
El secreto del buen envejecer estará dado por la capacidad de sujeto de aceptar y
acompañar las inevitables declinaciones sin insistir en mantenerse joven a cualquier
precio. Esto no quiere decir Renunciar ni Resignarse, sino tratar de obtener el máximo
placer, el máximo de fuerzas de que se disponga en cada momento.
Desde esta teoría, la conducta aconsejable hacia los ancianos, cualquiera sea el rol se
ocupe, será la de tratar de que éstos se mantengan apegados a sus objetos y actividades
la mayor cantidad de tiempo posible, y cuando no, tratar de encontrar sustitutos
derivativos. Esta será la única forma de hacerles sentir que la vida aún vale la pena ser
vivida.

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¿Qué acontece cuando se inicia la última etapa de la vida?


El cuerpo se modifica, disminuyen funciones, otras se deterioran, requiere mayor
cuidado.
Se produce el cambio físico de los otros: niños y niñas que se vuelven hombres y
mujeres, adultos que empiezan a envejecer, amigos que fallecen, etc.
Cambia el mundo que rodea al anciano: se transforman los lugares, se demuelen
edificios, se levantan otros, cambia la moda, se incorporan a la vida cotidiana nuevos
objetos para ellos desconocidos, etc.
El papel en la sociedad se achica y con esto suelen disminuir también el
reconocimiento social.
En la vida íntima, la partida de seres entrañables va dejando lugares vacíos.
Se experimentan fuertemente las influencias del entorno (muchas veces negativas)
del que se necesitan cada vez más atención y cuidados.
El envejecimiento produce un complejo interjuego de influencias: físicas, sociales,
culturales, económicas, etc. Frente a estos cambios, el psiquismo es ahora exigido
imperiosamente para establecer el equilibrio.

¿Cuándo inicia la vejez?


En Psicologia Evolutiva, la edad, sólo se consideras a modo referencial, ya que no es la
causa de los cambios, sino sólo un indicador de lo que suele ocurrir en un período
cronológico determinado. Hay que entender que la conducta que surja en este período,
los márgenes de dicho período, pueden ser muy diferentes de acuerdo a las
características individuales y sociales de cada sujeto.
La duración de la vejez puede ser bastante prolongada llegando ocupada en muchos
casos hasta un tercio de la vida, por lo que etiquetar en un único rótulo un lapso de
tiempo tan dilatado puede inducir a error. Por ello, puede ser útil distinguir varias fases
o períodos en este proceso.

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Algunos investigadores han distinguido tres fases diferentes en esta etapa de la vida,
aunque se aclara que no siempre se distinguen diferencialmente ni se presentan en
todas las personas:
 Fase en la que el individuo conserva todas sus facultades siendo capaces de
manejarse con independencia.
 Fase en que la evolución psicológica obliga al sujeto a confiar en otros.
 Fase en la que cerebro ya no sirve para su función esencial de adaptación y el
sujeto debe entregarse por completo al cuidado de otros; es una especie de
nueva infancia.
El ritmo del proceso de envejecimiento varía considerablemente de una persona otra y
además se entrecruzan con las variables sociales culturales y psicológicas mencionadas
anteriormente. Otros investigadores más que hablar de fases o períodos como lo
planteamos, prefieren hablar de edades: edad social, edad biológica y edad psicológica.
Edad social: considera especialmente al individuo como miembro del grupo-grupos a
que pertenece y de la sociedad; atiende además a las variaciones de las interrelaciones.
Por eso, la edad social suele medirse por la capacidad funcional de contribuir al trabajo,
a la protección del grupo o grupos a que pertenece y de la sociedad que les acoge;
atiende a la utilidad que puede reportar el individuo de cara al grupo social que
pertenece.
Edad biológica: la edad biológica tiene en cuenta fundamentalmente los cambios en el
transcurso de los años se van produciendo en las estructuras celulares, tejidos,
formaciones óseas; alteraciones respecto a la inmunidad frente a las enfermedades;
perturbaciones en el metabolismo, función hormonal, etc.. Sin embargo, cabe aclarar
que el ritmo del envejecimiento biológico varía notablemente entre los individuos esto
nos llevaría a a afirmar que no existe un paralelo directo entre la declinación biológica
y el envejecimiento psicológico. La declinación biológica precede, pero no es causa del
envejecimiento psicológico. Es decir que el desarrollo psicológico puede ser realmente
independiente respecto a la irreversibilidad relativa del proceso biológico.
Edad psicológica: se la comprende como función de los cambios cognitivos y afectivos
que se van produciendo a lo largo del transcurrir temporal. Los modelos explicativos

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que hacen hincapié en el deterioro progresivo y generalizado de la mente en esta etapa


de la vida no están avalados por los hechos sino, todo lo contrario. Muchos autores en
la actualidad insisten en la existencia de un gran potencial latente para el rendimiento
intelectual en la vejez. Respecto de la dimensión afectiva es importante señalar que en
esta etapa de la vida y durante el proceso de envejecimiento se modifican las
valoraciones del pasado en el futuro. Ante la perspectiva de la muerte muchos se
aferran afectivamente el pasado valorando principalmente otras etapas de la vida como
por ejemplo la adolescencia y la juventud. La valoración del futuro también se modifica,
ya que las expectativas de vida se acortan y el futuro adquiere un peso que antes no
tenía, lo que repercute obviamente en la organización de la conducta.
Existen algunos temas que son considerados centrales dentro de la problemática de la
ancianidad, que serán abordados a continuación en las tres dimensiones del sujeto: lo
biológico, lo psicológico y lo social.

Cambios y transformaciones biológicas

Como afirman Griffa y Moreno, a medida que se sobrepasa los 65 años hay mayores
probabilidades de que en los años siguientes aumenten progresivamente limitaciones
en las funciones del organismo. Los cambios corporales se hacen más notorios a partir
de los 75 años a los 80.
Es importante distinguir que a medida que se envejece ocurren dos fenómenos
paralelos:
a) Una declinación fisiológica normal
b) El aumento en la prevalencia de ciertas enfermedades
Aunque estos procesos se influyen entre sí, existe una declinación fisiológica que es
independiente del desarrollo de enfermedades.
En relacion a la declinación fisiológica normal encontramos.
 Cambios en la apariencia física:
o Aparecen las sustancias pilosas, canas.
o Pérdida de agua, desplazamiento del colágeno: arrugas

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o Disminución de la estatura: pérdida de calcio, cambia la posición de las


vértebras.
o Aumento de tejido graso en lugar de fibras musculares.
o Disminuye el tejido de sostén.
o Motricidad más lenta.
 Cambios y deterioro en las funciones fisiológicas. Algunos de estos cambios son:
o Decadencia de diferentes funciones y órganos
o Debilitamiento del sistema inmunológico
o El proceso de liberación de los desechos va declinando con los años
o Trastornos en la capacidad de absorción de sustancias en el organismo: el
alcohol y los medicamentos demoran más tiempos en ser eliminados el
organismo.
 También se producen cambios en la capacidad funcional:
o Pérdida de elasticidad de la córnea y el tímpano.
o Procesos digestivos más lentos
o Pérdida de apetito
o Sueño menos profundo.

Cambios y transformaciones sociales

En la vida del anciano se producen modificaciones externas en su entorno y vida cotidiana


que contribuyen a una situación crítica particular, muchas veces caracterizada por el
desvalimiento, la soledad, angustia, depresión.
El retiro laboral
El trabajo no sólo ocupa nuestro tiempo, sino que además configura nuestras vidas:
horarios, costumbres, fiestas, vacaciones y lo que todo esto comporta como ordenación
conductual. Es un organizador de nuestras existencias individuales y grupales, por lo
cual el desempleo o el retiro laboral va a repercutir obviamente en las mismas.
El cese de trabajo puede ser más o menos significativo en las personas. Esta
significación varía de acuerdo a las personas y al tipo o clase de trabajo. Podríamos

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mencionar a modo de ejemplo el caso de alguien cuyo trabajo implicaba o equivalía a


una auténtica vocación, un trabajo del cual no solamente se siente útil, sino que además
su tarea la reporta reconocimiento, prestigio y placer más allá de lo económico,
abandonar la ocupación será normalmente menos deseado o con mayores dificultades
para la adaptación al retiro.
La jubilación puede entenderse como el cese de un trabajo remunerado y el
subsiguiente cobro de una pensión o equivalente. Los problemas inherentes a la
jubilación son principalmente de índole económica, pero tiene otras implicancias, como
la disminución de las relaciones sociales, la ocupación del tiempo libre, y el
reconocimiento o status social que ya no se tiene.
Atchley (1976) nos habla del retiro como de un proceso en el que distinguir varias fases:
1. Pre- retiro: es una fase en el que el sujeto puede experimentar una serie de
expectativas más o menos fantásticas en el futuro normalmente tendrán
dificultades para concretarse. Es el caso de aquellos sujetos que se imaginan una
gran cantidad de cosas y actividades que podrían llevar adelante cuando ya no
tendrán enfrente sus obligaciones laborales.
2. La luna de miel: es un período eufórico en el que la gente intenta hacer todo lo
que no había hecho antes; un tiempo muy ocupado, por ejemplo, reparaciones o
arreglos en la casa, actividades de pesca, atender y disfrutar a los nietos, viajar,
y todo al mismo tiempo. Se parece a un niño en una habitación llena de nuevos
juguetes.
3. El desencanto: los problemas económicos, la salud, y sobre todo el no saber usar
de su libertad nueva, pueden dar lugar a un gran descontento, y a sentirse
frustrado en sus expectativas.
4. Reorientación: es una fase en el que el sujeto realiza un esfuerzo para ser
realistas e ir desarrollando rutinas aceptables y abiertas; ha comprendido que
la jubilación no es lo mismo que las vacaciones, es un nuevo modo de vida, que
debe organizar y estructurar de manera distinta.
5. Estabilidad: comienza a lograr mantener un equilibrio entre sus expectativas y
sus posibilidades reales.

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La jubilación enfrenta al sujeto a una verdadera situación de duelo. La energía, antes


ligada a la actividad laboral y productiva, ahora queda libre y enfrentando al sujeto a la
tarea de encontrar nuevos objetos de satisfacción. Muchas veces es vivida con angustia,
desvalorización y una disminución intensa de la autoestima.
La cuestión de la jubilación demuestra que esta nueva realidad que debe afrontar el
sujeto de edad implica un cambio de roles, una nueva mirada hacia el tiempo libre y el
ocio, el sostenimiento de sus viejas relaciones laborales o la conformación de nuevos
vínculos, entre otros aspectos.
Retracción de vínculos significativos.
La muerte de los seres queridos, la ausencia del otro, en especial de la pareja y amigos
cercanos introduce al anciano en procesos de duelo que debe elaborar. Esto puede
generar verdadera angustia y soledad, por lo cual el papel de los vínculos familiares,
especialmente de hijxs y nietxs cobra una importancia fundamental en el
acompañamiento de estos procesos dolorosos por los que atraviesa el anciano.
Implicaciones socioculturales: Los prejuicios sociales contra la vejez
A nivel social, se pueden analizar diferentes prejuicios que existen en el imaginario
colectivo acerca de la vejez y el envejecimiento. Estas ideas y representaciones erróneas
pueden llegar a verdaderas acciones de segregación, discriminación, falta de atención
hacia los ancianos.
Leopoldo Salvareza (2002) afirma que estas de ideas erróneas acerca del envejecer y la
vejez, funcionan como mitos o solo como prejuicios, pero en todos los casos perjudican
el buen envejecer y dificultan una adecuada inserción del adulto mayor a la sociedad.
Según diferentes investigaciones, la mayoría de las personas de todas las culturas
tienen un cúmulo de conductas negativas hacia los ancianos, algunas veces
inconscientes y otras veces conscientes y activas. Butler, científico norteamericano, en
1973 describió el “prejuicio de un grupo contra otro, principalmente el prejuicio de la
gente joven hacia la gente vieja. Subyace a éste, el miedo y pavor a envejecer y manifiesta
el deseo de distanciarnos de las personas mayores que constituyen un retrato de nuestro

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futuro”. Este fenómeno fue muy estudiado en nuestro país por Salvarezza, quien lo
llamó “viejismo”.
Todos estos prejuicios no surgen por azar, sino que son el producto del tipo de sociedad
a la que pertenecen: una sociedad asentada sobre la productividad y el consumo y con
enormes avances tecnológicos, y donde la importancia de los recursos está puesta en
los jóvenes y en los adultos que pertenecen al sistema productivo. Desde esta
perspectiva debemos entender el viejismo como una conducta compleja con
dimensiones históricas, culturales, sociales, psicológicas e ideológicas, y es usado para
devaluar, consciente o inconscientemente, el estatus social de los ancianos. Un
componente importante de esta conducta es la tendencia a culpabilizar a la víctima, es
decir, “hacer responsable al viejo de los problemas de esta etapa”. También podemos
definirlo como el conjunto de prejuicios, estereotipos y discriminaciones que se aplica
a los ancianos en función de su edad.
Siguiendo a Salvareza. desde un abordaje psicológico, se puede dar al viejismo la
categoría de creencia. Britton define a la creencia como “una actividad del yo que
confiere la condición de realidad psíquica a las producciones mentales existentes
(fantasías)”. Toda creencia tiene una consecuencia: hace surgir sentimientos, influye en
las percepciones y promueve acciones, prescindiendo a la realidad objetiva.
Como se dijo anteriormente, las creencias pueden ser conscientes o inconscientes, pero
no pueden ser abandonadas si no se hacen conscientes. El abandono de toda creencia
implica un duelo y no todos están dispuestos o en condiciones de hacerlo.
Relacionada con el viejismo, encontramos la “gerontofobia” que podríamos describirlo
como el temor u odio racional hacia las personas viejas. Es una actitud fóbica, es decir,
un síntoma que depende de desplazamientos de fuertes temores, con causas
personales, por vivencias individuales, sobre los viejos.
Varios son los factores que refuerzan el viejismo: se lo ve al envejescente declinar
físicamente, ya no son portadores de los modelos propuestos por la sociedad
consumista (belleza corporal, vigor físico). Ya no son productivos, lo que equivale en
esta sociedad a no ser útiles. Por otra parte, los envejescentes marcan y recuerdan el
paso del tiempo que es inexorable y del cual ningún ser viviente puede escapar y esto

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causa primero molestia y luego desencadena angustia, temor (a la vejez y a la muerte)


y hasta hostilidad y negación.
Este conjunto de prejuicios es adquirido durante la infancia, y luego se van asentando y
racionalizando durante el resto de la vida. Son el resultado de identificaciones
primitivas con las conductas de personas significativas del entorno familiar, por lo
tanto, no forman parte de un pensamiento racional, sino que se limita a una respuesta
emocional directa ante un estímulo determinado.
Se presentan a continuación algunos de los prejuicios e ideas erróneas acerca de la
vejez, no son todos, pero sí son los más frecuentes, con los que el anciano se enfrenta a
diario en su vida cotidiana.
 La vejez es una enfermedad o discapacidad.
Para desvirtuar esta falsa idea debemos referirnos someramente a qué es el
envejecimiento. Es útil recordar que el envejecer es una parte del ciclo vital; el criterio
cronológico es arbitrario para definir el comienzo del envejecimiento (¿55, 60, 65
años?), pero sabemos que no es únicamente la cantidad de años lo que da cuenta del
envejecimiento. Decimos que el envejecimiento es un proceso natural, gradual, de
cambios y transformaciones a nivel biológico, psicológico y social, que se estructura en
torno al tiempo. Y es precisamente la idea de tiempo una idea clave para el comienzo
del envejecer. El adulto mayor se interroga acerca del tiempo como nunca antes lo
había hecho: antes, el tiempo no tenía límites, se podía hablar de “algún día”, “ya habrá
tiempo”, como si no se percibiera el transcurso del mismo. Ahora se lo empieza a notar,
resulta inexorable, se repara en lo que pasó, en lo que vivió. Los cambios se empiezan a
notar.
En el cuerpo, la piel, los sentidos, la motricidad, muestran el desarrollo del proceso de
envejecimiento. A nivel psicológico se producen cambios sin duda muy significativos y
relacionados con la vivencia de pérdida y de duelo que lleva elaborar esas pérdidas:
pérdidas a nivel corporal (la pérdida del cuerpo joven, la menopausia, etc.) pérdida de
roles sociales, de seres queridos, etc.
Hasta ahora nos hemos referido a cambios y a vivencias como procesos nomales, nada
de esto significa enfermedad.

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Las limitaciones no son enfermedad ni discapacidad, no se es enfermo porque se tienen


canas y se necesitan lentes para leer, o porque no puede correr o nadar como antes, o
porque no pueda tener relaciones sexuales todos los días. Podemos hablar de cambios,
de disminuciones, de ritmos distintos, pero nunca de enfermedad.
 La pasividad es normal en la vejez.
Esta concepción nace a partir de los ejes de la producción y es sustentada por la teoría
de Cumming y Henry, que sustentaba que había una necesidad del sujeto que envejece
de desvincularse, a despegarse de los afectos y a su vez la sociedad a ir aislándolos.
Desde esta teoría muy cuestionada, el “desapego” era considerado como una conducta
adaptativa, universal y necesaria.
Que el anciano busque el reposo, la inactividad, la soledad, la espera pasiva del final no
son sino otras ideas erróneas, ya que decir actividad no significa trabajo remunerado ni
juventud. Actividad significa distintas acciones, tareas, intercambios, aprendizajes,
recreación, uso del tiempo libre a favor de si mismo y/o solidario con los otros. La
actividad tiene como meta una búsqueda de satisfacciones y una mejor calidad de vida.
 La persona mayor se vuelve asexuada.
Algunas manifestaciones de este prejuicio la encontramos en frases como “viejo verde”
y en actitudes de molestia de los hijos hacia sus padres porque forman nuevas parejas.
Los ancianos son visualizados como si carecieran de deseo sexual y en caso de
manifestarlo se lo toma como anormal. Este es el prejuicio que más toman para sí las
personas mayores, y esto sin duda está relacionado con la educación que ellos mismos
recibieron acerca de la sexualidad.
En las raíces de este prejuicio encontramos, por un lado, la concepción social acerca de
la sexualidad, equiparada a juventud (dejando de lado a los mayores como sujetos con
deseo sexual), y por otros, a la idea de equiparar sexualidad y genitalidad. Aquí
debemos distinguirlos, la sexualidad es una función del ser humano que está presente
siempre, es como un lenguaje, una forma de comunicación y tiene que ver con el amor,
la ternura, con los afectos.
Lo que va disminuyendo con el envejecimiento es la potencia sexual, se produce una
lentificación de la erección y la eyaculación, pero no desaparece el deseo.

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 Las personas mayores viven pensando en el pasado y eso es insano.


Es frecuente atribuir a los mayores el que siempre estén pensando en el pasado,
relatando cosas pasadas. Es cierto que el presente bombardea al anciano con sus
vertiginosos cambios en lo tecnológico, las costumbres, en la vida en general. Este ritmo
vertiginoso enfrenta a la persona que envejece a encontrarse consigo mismo y con su
tiempo libre que nunca aprendió a usar; es ahí cuando necesita recordar, reconstruir su
propia historia para integrarse al presente.
La reminiscencia, la función que permite recordar el pasado, relatando los hechos
significativos de su vida, es una función saludable, siempre que no signifique que quede
anclado en ese pasado y entonces no sea una rememoración sino un rumiar lo mismo
sin integrarlo, dándole un carácter nostalgioso.
La reminiscencia refuerza la identidad dándole continuidad a la vida, permitiendo
resignificar situaciones pasadas y mejor la autoestima al traer a la memoria
experiencias vitales placenteras.
 El anciano no tiene capacidad para aprender.
La educación estuvo ligada al aprendizaje para la vida productiva. El niño y el joven se
capacitan para poder ingresar en el mundo del trabajo e incluso la educación de adultos
tiene esa finalidad.
Los estudios modernos de Gerontología trajeron un verdadero desafío para el siglo XXI,
es la de la Educación Permanente. La consigna fundamental de éste es “se puede
aprender y educar a lo largo de toda la vida”. Por lo tanto, la educación no debe estar
únicamente al servicio de la producción, sino que debe tener en cuenta otros factores:
estar al servicio del placer, de la creación, de la recreación, brindar espacios de
interacción con otros sujetos, ejercitar o seguir ejercitando funciones, trasmitir
experiencias, en síntesis, mejorar la calidad de vida de las personas.
En relación a las dificultades que el anciano tendría para aprender se habla de mayor
lentitud, menor flexibilidad, pérdida de la capacidad de atención y concentración,
incapacidad para incorporar conocimientos nuevos. Es cierto que la inteligencia fluida
se lentifica, pero esto no implica que el anciano no pueda aprender. Diríamos que
disminuye la agilidad, el tiempo o rapidez, pero no las habilidades. Con esto no estamos

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afirmando que la capacidad de aprender del anciano es igual a la del joven, sino que
puede seguir aprendiendo en forma diferente, con otros ritmos y tal vez con otros
recursos educativos.

Cambios y transformaciones psíquicas

El concepto de sí mismo- la autoestima


El concepto de sí mismo constituye una determinada organización de las cualidades que el
individuo se atribuye a sí mismo. Se distinguen cuatro aspectos:
La dimensión cognitiva, que comprende las identidades que una persona se asigna a sí
misma (ser adulto, anciano, etc.).
La dimensión evaluativa: que subraya la connotación valorativa que atribuimos a estas
identidades.
La comportamental: ya que según sea la dimensión cognitiva y valorativa se seguirá una
forma determinada de comportarse.
La autoestima: la estimación global de la persona respecto a sí misma.
Estos aspectos están íntimamente relacionados, ya que el sujeto según se conoce, se valora y
se comporta de determinada manera y de ahí se desarrollará un grado mayor o menor de
autoestima.
Los cambios que va generando el proceso de envejecimiento no pueden menospreciarse y,
es de esperar que generen un impacto sobre la imagen de sí mismo: cabellos grises, retiro
laboral, cambio de roles, limitaciones psicomotoras y modificaciones de las relaciones
sociales. Parece inevitable que estos cambios produzcan un influjo importante. Sin embargo,
hay que tener en cuenta que el sí mismo es en gran medida un constructo social. Y con la
percepción de como los otros lo ven, es decir, la forma como imagina que los demás lo miran
y lo juzgan, configura el sí mismo del anciano. Por esto, el autoconcepto varias las según sea
el marco social en el que estamos el sujeto está inserto. Aquella cultura que valore a sus
ancianos, a la gente de tercera edad, directamente está contribuyendo a elevar la autoestima
de los sujetos y por lo tanto el bienestar psicológico contribuye a proporcionar una mejor
calidad de vida en la vejez.

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Modificaciones en las funciones psicológicas


A lo largo del desarrollo se van modificando de modo diverso las funciones psicológicas.
Estas funciones alcanzan su punto máximo en diferentes momentos del desarrollo, por
ejemplo, el pensamiento abstracto o formal, alcanzaría su máximo desarrollo en la
adolescencia.

En la etapa de la vejez, se producen cambios en las funciones psicológicas, pero esto


dependerá del desarrollo único e individual de cada sujeto como ser biopsicosocial.

Las capacidades sensoperceptivas disminuyen como consecuencia del envejecimiento,


pero esta disminución varía considerablemente de un sujeto a otro. Por lo general, se
manifiesta una reducción en la capacidad de recibir y tratar la información que llega del
entorno. Esto se relaciona directamente con los problemas en la visión o en la audición
que aparecen en esta etapa. De este modo, son frecuentes las deficiencias visuales como
la presbiacusia (perdida de la audición en zonas de alta frecuencia) y la presbiopía
(disminución de la plasticidad del cristalino y de su poder de acomodación). Estas
disminuciones, y en muchos casos pérdidas, tienen efectos en la vida cotidiana del
anciano: puede favorecer el desinterés por la vida social, por actividades como la
lectura y la televisión.

También se producen cambios en la memoria. Se observa una disminución y/o pérdida


de la “memoria secundaria” o a corto plazo: el anciano tiene dificultades para recordar
un dato o alguna información recibida o situación vivida en un tiempo corto, horas o
días (Por ejemplo, no recuerda lo que ceno la noche anterior). Sin embargo, no presenta
problemas en la “memoria primaria” o inmediata, es decir recuerda perfectamente lo
acontecido recientemente. Paradójicamente, mantienen o incrementa su “memoria
terciaria”, es decir conservan hechos, situaciones o datos de hace muchos años y con
mucha precisión y detalle, y suelen usarla frecuentemente en el diálogo interpersonal.

Con relacion al aprendizaje, hay diferencias significativas entre los sujetos de otras
etapas y los ancianos. Ellos requieren más tiempo de aprendizaje, materiales más
ordenados y menos complejos. De igual modo, presentan un aprendizaje global, es

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decir, no parcializado ni específico. Un aspecto importante a tener en cuenta para


favorecer el aprendizaje en los ancianos es tomar muy en cuenta la experiencia. Las
experiencias de vida favorecen muchos de los procesos que acompañan al aprender.

El rendimiento intelectual es otra de las funciones que sufre modificaciones en la vejez.


Numerosas investigaciones concluyen que se producen modificaciones cualitativas, es
decir, no disminuye ni decrece, sino que aparecen otras modalidades de pensamiento.
Un dato importante a tener en cuenta relacionado con la historia de vida de cada sujeto,
es una posible correlación entre rendimiento y formación intelectual.

En síntesis, hay diversas modificaciones en las funciones psicológicas, pero es necesario


tener presente que muchas de esas modificaciones son cualitativas, es decir cambian
los modos de recordar, de aprender, de crear, etc.

Los duelos en la vejez

Siguiendo el modelo propuesto por Aberastury y Knobel en La adolescencia normal,


Marta Méndez propone cuatro duelos fundamentales que se producen en la ancianidad:

 El duelo por el cuerpo potente: supone la toma de consciencia de la declinación


física y la aceptación y elaboración de un cuerpo modificado (con pérdidas y
disminuciones)
 El duelo por el rol paterno: la adultez de los hijos enfrenta al anciano a una
redefinición del rol, y en muchos casos debe aceptar su incapacidad para cumplir
ciertas funciones, ubicándose en el lugar de “hijo” de sus propios hijos, por las
necesidades de atención y cuidados que requieren. Esto suelo ser muy
angustiante para el anciano, y más aún cuando la decadencia física disminuye su
autonomía, pero a nivel psíquico continua con un buen desarrollo.
 El duelo por la pérdida del rol social: desencadenado generalmente por la
jubilación, que conlleva a vivir las pérdidas no solo del trabajo sino también de
un lugar y reconocimiento social.
 El duelo por la pérdida de vínculos significativos. Se inicia un proceso doloroso
frente a la perdida de la pareja, familiares cercanos y amigos.

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Los miedos

A medida que el sujeto envejece y según su historia, su presente y el impacto en su


psiquismo de los prejuicios e ideas erróneas sobre la vejez aparecen los miedos, con
mayor o menos intensidad. Muchos de ellos están en relación con la toma de consciencia
de la idea de tiempo, con la idea de vejez y con la idea de la propia muerte. Si bien están
ligados entre sí, se manifiestan de diferente manera y tienen características singulares,
únicas y propias de cada sujeto y en relación con su historia de vida.
Al encontrarse con la idea de tiempo, se pone en juego el pasado, lo que se hizo y lo que
se dejó de hacer, las cosas pendientes y aquellas cosas que se hubiera querido vivir de
otra manera. También se cuestiona el presente, con un tiempo libre que nunca se tuvo
antes y con la necesidad de saber qué hacer con él. Ya no se ejercen roles que daban
identidad, como lo laboral y lo familiar.
La idea de tiempo es inquietante, porque nos indica que somos mortales, finitos,
perecederos, y aparece como el mensajero de la meta final. Este experimentar el
transcurso del tiempo es angustioso por que golpea duramente sobre el narcisismo.
Esta vivencia también desencadena el interrogante sobre el porvenir y este se presenta
con la cara de la vejez y la muerte.
Es saludable enfrentar los miedos, Negarlos sólo sirve para transformarlos en temibles
fantasmas. Muchas veces se trata de no mirar los cambios, negarlos, disimularlos, no
querer asumirlos. Se puede tener muchas actitudes frente a esto pero es beneficioso
estar dispuesto al cambio.
Desde la toma de consciencia del tiempo se desencadenan tres miedos:
o Miedo a la vejez.
o Miedo a la soledad.
o Miedo a la muerte.
El miedo a la vejez tiene que ver con la idea que está instalada en el imaginario:
declinación de todas las funciones, deterioro físico y psíquico y la temible falta de
autonomía que lleva a la dependencia. Miedo a la incapacidad motriz, a los trastornos

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de los sentidos, de la memoria, del juicio, pero fundamentalmente a no poder


autovalerse.
El principal agente patógeno para estos miedos es el permanecer desocupado. Se puede
evitar o disminuir estos miedos a través de la educación para el envejecimiento,
aprendiendo nuevos recursos para compensar las limitaciones.

Miedo a la soledad. Estar solo no es lo mismo que sentirse sólo. La soledad es una
vivencia y no depende de la cantidad de contactos que se tenga. Algunas veces esta
soledad está vinculada con carencias afectivas anteriores. Es muy común que la
inactividad y el aburrimiento abonen la soledad. La actividad es el mejor antídoto para
la soledad. Además, lo ayuda a conocerse y lo que es importante, a poder vivir consigo
mismo.

Miedo a la muerte. Si bien siempre nos interrogamos acerca de la muerte, a veces de lo


real otras veces desde la fantasía, en esta etapa, la muerte se hace presente, aparece
como propia. Además de angustiosos este encontrarse con la idea de muerte permite
preguntarse por otras pérdidas, resignificarlas y abordar duelos no elaborados en su
momento. No es posible vivir la propia muerte, porque no hay registros consientes ni
en el inconsciente de su experiencia. La única vivencia cierta es la de “no ser” y esto a
través del conocimiento de la muerte de otros seres vivos.
La idea de muerte suscita temores desde dos perspectivas:
-en relación al acto de morir
-al “después” de la muerte.
Ya sea que se considere la muerte como el fin o como el tránsito a otra cosa, otra vida,
igual despierta temor. Aparecen entonces sentimientos de extrema soledad y
desamparo. En cuanto al “después” se agrega el miedo a lo desconocido. Algunos
sienten alivios según sus creencias: la reencarnación, el encuentro con Dios y con los
seres queridos, etc.
Para abordar estos miedos con el anciano, se debe ubicar el centro del enfoque en el
vivir. Considerando a la muerte como inherente e inevitable del vivir, deviene en
valorizar el tiempo del vivir.

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Las actitudes frente a la idea de muerte han variado a través del tiempo, en diferentes
culturas, pero también se modifica a lo largo de la propia vida y en relación a lo personal
y socio-cultural de cada individuo, lo que le imprime un sello único.
Depende en gran medida de las pérdidas vividas y la elaboración de los duelos
correspondientes, como así también del contexto afectivo con el que cuenta el adulto
mayor.
¿Qué se puede hacer frente a estos inevitables miedos del anciano?
 Se puede hablar, escribirlos dramatizarlos.
 Cambiar la rutina y el aburrimiento: nuevas actividades, programar el día, la
semana.
 Talleres de reflexión sobre el envejecer: abordaje grupal.
 Educación para el envejecimiento.

El incremento de la interioridad

Si bien el incremento de la interioridad se inicia en la adultez como una de las


manifestaciones intrapsíquicas de la crisis de la mitad de la vida, en la vejez este
incremento es aún mayor. El sujeto que comienza a envejecer se ve enfrentado a una
serie de cambios que se producen en las tres áreas de la conducta, generalmente de
manera diferente en cada una y esto produce un conflicto,
La expresión fenomenológica de este conflicto se traducirá en un cierto retraimiento de
la relación con el mundo externo que se podrá presentar en las formas más variadas,
desde las muy manifiestas hasta las más solapadas y en el aumento de una relación
reflexiva con su mundo interno, activando notablemente los recuerdos del tiempo
pasado. Este aumento en la relación con el mundo interno es un fenómeno universal. Si
bien, el aumento del narcisismo está relacionado directamente con este fenómeno, no
es exactamente lo mismo y corresponde diferenciarlos. El narcisismo adquiere otras
características y es la consecuencia de este fenómeno. (Salvarezza, 2002)

En este momento en el que al sujeto se le plantea un conflicto entre sus deseos y la


imposibilidad de satisfacerlos, se produce un aumento de la interioridad que lo llevará

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a transitar predominantemente por sus huellas mnémicas, y con resultados diversos


que dependerán fundamentalmente de su personalidad previa.

Como menciona Salvarezza, “el incremento de la interioridad es uno de los elementos


constitutivos de la psicología del envejecimiento y/o la vejez” (Pag. 151) y puede tomar
dos destinos.

Los destinos de la de la interioridad:

 LA INTEGRIDAD

Muchos sujetos se han desarrollado en ambientes familiares adecuados, en los cuales el


afecto y el respeto han servido para amortiguar las contradicciones patógenas, tanto las
del medio socioeconómico y cultural como las inherentes a la estructura familiar. Si los
modelos de identificación les ofrecieron no han sido demasiados conflictivos y además
mantenido la suerte de que el tiempo individual e histórico que les ha tocado vivir no
lo ha expuesto a situaciones traumáticas (enfermedades, muertes cercanas,
migraciones, guerras), todos estos factores juntos posibilitaran un desarrollo bastante
armónico. A estos individuos les será posible enfrentar los conflictos con un mínimo de
ansiedad, mediante la utilización plástica y adecuada de las conductas defensivas que
tienen a su disposición.
Cuando un sujeto se encuadra más o menos dentro de estas características, al envejecer
se produce el incremento de la interioridad que adquirirá la forma de reminiscencia:
el acto o el hábito de pensar en las propias experiencias pasadas o relatarlas. Este
recordar debe entenderse como una sensación de bienestar no perturbada por afectos
dolorosos. La reminiscencia tiene las cualidades de control yoico: este concepto de
control tiene dos aspectos.

 Uno dirigido hacia fuera juzgado por su eficacia en términos sociales.

 Otro hacia adentro o defensivo, juzgado según su adecuación para proteger al


individuo de grados desorganizadores de ansiedad o depresión.

La reminiscencia es una actividad mental organizada y compleja que posee para el


sujeto una finalidad instrumental importantísima: la de permitir al sujeto reafirmar su

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autoestima cuando sus capacidades psicofísicas y relacionales comienzan a perder


vitalidad. En la medida en que esto suceda, el sujeto podrá sentirse en paz consigo
mismo y con los que lo rodean, podrá sentir que pertenece a su sociedad y a su momento
histórico, y de esta manera la personificación de la muerte no será un fantasma sino un
mero acaecer. A este estado corresponde denominarlo INTEGRIDAD: es la acrecentada
seguridad por parte del yo en cuanto a su inclinación al orden y al sentido de la
integración emocional y a la disposición de asumir y eventualmente renunciar al
liderazgo presente cediendo el lugar a las nuevas generaciones. Es la aceptación del
ciclo vital único y exclusivo. Aceptación del hecho de que uno mismo es el responsable
de la propia vida.
La Reminiscencia: función que permite recordar pensando o relatando hechos, actos o
vivencias del pasado.
“Una actividad mental organizada y compleja y que posee una finalidad
instrumental importantísima: la de permitir al sujeto reafirmar su autoestima
cuando sus capacidades psicofísicas y relacionales comienzan a perder vitalidad”
(Salvarezza, 2002- Pág. 155)
Es una actividad universal, necesaria en el envejecimiento y en la vejez, es saludable
porque favorece la integración del pasado al presente, le da continuidad reforzando así
la identidad.
La reminiscencia tiene numerosas funciones que ayudan al anciano a transitar esta
etapa del desarrollo. Entre las principales funciones destacamos (Vigueras V.):
 Favorecer la integridad: relaciona lo vivido, el pasado y el presente
dando una vivencia de continuidad, de historia de vida. Además,
hay una reconciliación con la vida que le tocó vivir, evitando así
una excesiva añoranza por lo no vivido.
 Refuerza la identidad y aumenta la autoestima: uno se visualiza
como único a través de la propia vida, se reconoce en el niño, en el
joven y el adulto que fue. Debe luchar por mantener su identidad,
debe lograr la continuidad a través de los cambios. La autoestima
es el aspecto afectivo de la identidad. En la vejez la autoestima se

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ve amenazada. La reminiscencia ayuda a reforzar la autoestima


por que se recuerdan hechos donde se tenía mayor vitalidad, en
donde se pone de manifiesto todo lo que se hizo y se lo reconoce
como propio.
 Permite la resignificación: Volver sobre algún acontecimiento
traumático o conflictivo y efectuar una relectura que permite una
ubicación del hecho de una manera menos dolorosa.
 Estimula la elaboración de los duelos: estos procesos
acompañados de tristeza y dolor pueden, requieren ser
elaborados. La reminiscencia posibilita a través del recuerdo y el
relato de hechos significativos en relacion a lo vínculos con esas
personas que ya no está, favoreciendo la aceptación de la perdida.
 Triunfo de la longevidad: la reminiscencia muestra una vida llena
de logros, de vivencias, una supervivencia que indica el triunfo
sobre la muerte.
 Ayuda a mantener la memoria colectiva: al trasmitir los hechos del
pasado a las nuevas generaciones.

 LA DESESPERACIÓN
Cuando la integridad no se consigue por alguna razón, sobreviene la desesperación, que
expresa el sentimiento de que el tiempo es corto, para el intento de iniciar otra vida y
para probar diferentes alternativas.
El fracaso de la integridad puede deberse a:
1. Perturbaciones más o menos severas del desarrollo del individuo a lo largo
de su vida, con raíces en la temprana infancia. El desarrollo evolutivo ha
llevado a estructurar una personalidad que se hace susceptible de graves
desajustes frente a situaciones como el envejecimiento.
2. Alteraciones bruscas de un estado de equilibrio que, por tener características
de no esperable, adquiere la connotación de crisis, que puede ser transitoria
o cronificarse.

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Cuando el envejecimiento comienza a manifestarse y se resuelve con un aumento


de interioridad, esta no reviste la forma de reminiscencia, sino que aparece el
recuerdo con tonalidades afectivas más o menos dolorosas. A esta forma de
recordar se la llama nostalgia. Esta llevará al sujeto a transitar por sus recuerdos
poniendo el énfasis en todo aquello que considera que ha perdido y ahora siente que
pertenece a otros, tanto como aquellas realizaciones que siente que no ha podido
concretar. El ideal se presenta como inalcanzable (por el corto tiempo) y la
autoestima se resiente severamente. (Salvarezza, 2002)

La sexualidad del anciano


Retomando los prejuicios sociales hacia la vejez, uno de los más comunes es
considerarla una etapa asexuada. Algunos factores que contribuyen a esta creencia son
(Fornós Estévez):
 Dificultades para distinguir sexualidad y genitalidad. Si bien la genitalidad es
parte de la sexualidad, estos conceptos no son sinónimos.
 La creencia de que la sexualidad está reservada a la juventud. Se sigue viendo a
la actividad sexual como una actividad sujeta a un desgaste energético que
pierde interés pasada la juventud.
 Hay una actitud negativa de la sociedad frente a la actividad sexual en la vejez.
Ante estos factores, la persona mayor se ve en la encrucijada de reprimir el deseo
sexual, negarlo, o mantenerlo a costas de ser considerado anormal.
En este momento de la vida, la persona puede verse afectada por sentimientos de
pérdida en las relaciones objetales y por la preocupación de no ser deseado por los
cambios que se van sucediendo. Tiene que lidiar con los impulsos sexuales y agresivos,
al mismo tiempo que encarar cambios en la estructura física y emocional.
En la vejez, la actividad sexual continúa, aunque hay modificaciones en la intensidad
psicológica y la posibilidad del coito. No puede negarse que existen límites fisiológicos
que llegan con los años, pero, para vivir saludablemente los cambios que se producen
con la edad, es necesario aceptarlos y adaptarse a los mismos.

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Los estudios realizados sobre la sexualidad en la tercera edad indican que hay un
enlentecimiento en la emisión de respuestas frente a estímulos externos. La reacción
de los órganos genitales ante el juego erótico es más lenta y dificultosa, pero la
capacidad para alcanzar la satisfacción sexual no disminuye. Masters y Johnson
demostraron en sus investigaciones que no hay razón fisiológica alguna susceptible de
impedir que prosigan con su actividad sexual habitual. También puntualizan seis
factores que pueden alterar la respuesta sexual con la edad:
1. Monotonía y aburrimiento en las relaciones sexuales.
2. las preocupaciones que acarrean mayor aumento de tensión.
3. Fatiga, tanto física como psicológica.
4. Abusos en la comida y el alcohol.
5. Enfermedades
6. Temor al fracaso en la relación sexual

La persona institucionalizada y la sexualidad.


Cuando el anciano está institucionalizado, las instituciones y el personal que está a
cargo de su atención pueden adoptar diversas posiciones en relación a los derechos de
las personas ancianas de ejercer su sexualidad.
Por un lado, pueden considerar que la sexualidad concierne a la intimidad de cada uno.
Esta actitud favorece la no represión y contempla los derechos de la persona con
respecto a su sexualidad. Por otro lado, pueden creer que los ancianos no tienen
capacidad para decidir por sí mismos y dejan esta decisión a sus familiares y allegados.
La coacción por parte de los familiares, en especial los hijos, a las relaciones sexuales
en la vejez, puede explicarse por la dificultad que éstos tienen de aceptar la sexualidad
de sus propios padres.
Algunas instituciones adoptan una postura más permisiva, dejando cierto margen de
libertad, pero dentro de límites impuestos institucionalmente, por ejemplo, aceptan
ciertas manifestaciones sexuales (besos, caricias) pero evitan encuentros a solas de los
residentes. Otras, en cambio prohíben la sexualidad taxativamente argumentando
desde la visión asexuada de la tercera edad.

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A modo de conclusión podemos afirmar que:


 La vejez no es de modo alguno una etapa asexuada, sino todo lo contrario: el
deseo y la tensión sexual se mantienen con los años a pesar de las dificultades
fisiológicas que puedan presentarse.
 Entre los factores que generan inapetencia sexual en la vejez, algunos pueden
revertirse (por ejemplo, la rutina, el temor al fracaso, etc.)
 Una de las alternativas para cambiar la situación de los ancianos en torno a la
sexualidad es la educación, la formación e información, no sólo a nivel personal
sino fundamentalmente a nivel social.
Para reflexionar sobre la sexualidad en la vejez, tomamos fragmentos de un relato de
Gabriel Rolón.

La vieja atorranta
“Hace muchos años, cuando era psicólogo muy joven, trabajé en algunos geriátricos. (...)
Llegué, entonces, una mañana, me dirigí a la cocina y, como era habitual, le pregunté a la
cocinera.
-¿Y, Betty, alguna novedad?
-Sí, doctor- me llamó así, aunque soy licenciado-. ¿Ya vio a la vieja atorranta?
-No - le dije asombrado-. ¿Entró una abuela nueva?
-Sí, una viejita picarona.
Me quedé tomando unos mates con ella y no volví a tocar el tema hasta que entró la
enfermera y me dijo:
-Gaby, ¿ya viste a la atorranta?
-No -le respondí.
-Tenés que verla. Se llama Ana.
Lo primero que me llamó la atención fue que utilizara, parareferirse a ella, el mismo
término que había usado la cocinera: atorranta. Pero lo cierto es que habían conseguido
despertar mi interés por conocerla. De modo que hice mi recorrida habitual por el
geriátrico y dejé para el final la visita a la habitación en la que estaba Ana. En esa hora yo
me había estado preguntando de dónde vendría el mote de vieja atorranta. Supuse que,
seguramente, debía ser una mujer que cuando joven habría trabajado en un cabaret, o
que tendría alguna historia picaresca. Pero no era así. Cuando entré en su habitación me
encontré con una abuela que estaba muy deprimida y que casi no podía hablar a causa de
la tristeza. Su imagen no podía estar más lejos de la de una vieja atorranta. Me acerqué a
ella, me presenté y le pregunté: -Abuela, ¿qué le pasa? Pero ella no quiso hablar

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demasiado; apenas si me respondió algunas preguntas por una cuestión de educación.


Pero un analista sabe que esto puede ser así, que a veces es necesario tiempo para
establecer el vínculo que el paciente necesita para poder hablar. Y me dispuse a darle ese
tiempo.
De modo que la visitaba cada vez que iba y me quedaba en silencio a su lado. A veces le
canturreaba algún tango. Y, allá como a la séptima u octava de mis visitas la abuela habló:
-Doctor, yo le voy a contar mi historia. Y me contó que ella se había casado, como se
acostumbraba en su época, siendo muy jovencita, a los 16 años con un hombre que le
llevaba cinco. Yo la escuchaba con profunda atención. -¿Sabe? -me miró como avisándome
que iba a hacerme una confesión-, yo me casé con el único hombre que quise en mi vida,
con el único hombre que deseé en mi vida, con el único hombre que me tocó en mi vida y
es el hombre al que amo y con el que quiero estar. Me contó que su esposo estaba vivo, que
ella tenía ochenta y seis años y él noventa y uno y que, como estaban muy grandes, a la
familia le pareció que era un riesgo que estuvieran solos y entonces decidieron internarlos
en un geriátrico. Pero como no encontraron cupo en un hogar mixto, la internaron a ella
en el que yo trabajaba, y a él en otro. Ella en provincia y él en Capital. Es decir que, después
de setenta años de estar juntos los habían separado. Lo que no habían podido hacer ni los
celos, ni la infidelidad, ni la violencia, lo había hecho la familia. Y ese viejito, con sus
noventa y un años, todos los días se hacía llevar por un pariente, un amigo o un remisse en
el horario de visita, para ver a su mujer. Yo los veía agarraditos de la mano, en la sala de
estar o en el jardín, mientras él le acariciaba la cabeza y la miraba. Y cuando se tenían que
separar, la escena era desgarradora.
¿Y de dónde venía el apodo de vieja atorranta? Venía del hecho de que, como el esposo iba
todos los días a verla, ella le había pedido autorización a las autoridades del geriátrico
para ver si, al menos una o dos veces por semana, los dejaban dormir la siesta juntos. Y
entonces, ellos dijeron: -Ah, bueno... mirá vos la vieja atorranta.
Cuando la abuela me contó esto, estaba muy angustiada y un poco avergonzada. Pero lo
que más me conmovió fue cuando me dijo, agachando la cabeza:-Doctor, ¿qué vamos a
hacer de malo a esta edad? Yo lo único que quiero es volver a poner la cabeza en el hombro
de mi viejito y que me acaricie el pelo y la espalda, como hizo siempre. ¿Qué miedo tienen?
Si ya no podemos hacer nada de malo. Conteniendo la emoción, le apreté la mano y le pedí
que me mirara. Y entonces le dije: -Ana, lo que usted quiere es hacer el amor con su esposo.
Y no me venga con eso de que ¿qué van a hacer de malo? Porque es maravilloso que usted,
setenta años después, siga teniendo las mismas ganas de besar a ese hombre, de tocarlo,
de acostarse con él y que él también la desee a usted de esa manera. Y esas caricias, y su
cara sobre la piel de sus hombros, es el modo que encontraron de seguir haciéndolo a esta
edad. Pero déjeme decirle algo, Ana: ése es su derecho, hágalo valer. Pida, insista, moleste
hasta conseguirlo. Y la abuela molestó.
Recuerdo que el director del geriátrico me llamó a su oficina para preguntarme: -¿Qué le
dijiste a la vieja?-Nada- le dije haciéndome el desentendido- ¿Por qué?

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La cuestión fue que con la asistente social del hogar en el que estaba su esposo, nos
propusimos encontrar un geriátrico mixto para que estuvieran juntos. Corríamos contra
reloj y lo sabíamos. Tardamos cuatro meses en encontrar uno. Sé que, dicho así, parece
poco tiempo. Pero cuatro meses cuando alguien tiene más de noventa años, podía ser la
diferencia entre la vida y la muerte.
Además, ella estaba cada vez más deprimida y yo tenía mucho miedo de que no llegara.
Pero llegó. Y el día en el que se iba de nuestro geriátrico fui muy temprano para saludarla,
y e cuanto llegué, la cocinera me salió al cruce y me dijo: -No sabés. Desde las seis de la
mañana que la vieja está con la valija lista al lado de la puerta. -Yo me reí. Entonces fui a
verla y le dije: -Anita, se me va. Y ella me miró emocionada y me respondió: -Sí doctor... Me
vuelvo a vivir con mi viejito. -Y se echó en mis brazos llorando.-Ana- le dije- Nunca me voy
a olvidar de usted. Y como habrán visto, no le mentí.
Jamás me olvidé de ella, porque aprendí a quererla y respetarla por su lucha, por la
valentía con la que defendió su deseo y porque gracias a esa vieja atorranta, pude
comprobar que todo lo que había estudiado y en lo que creía, era cierto: que es verdad que
la sexualidad nos acompaña hasta el último día y que se puede pelear por lo que se quiere
aunque se deje la vida en el intento. Y además, porque la abuela me dejó la sensación de
que, a pesar de todas las dificultades, cuando alguien quiere sanamente y sus sentimientos
son nobles, puede ser que enamorarse sea realmente algo maravilloso y que el amor y el
deseo puedan caminar juntos para siempre.
(del libro "Encuentros")

¿Es posible un envejecimiento satisfactorio?

En su libro Psicologia de la Vejez, Carmen Triadó y Feliciano Villar, analizan en uno de


sus capítulos el envejecimiento satisfactorio. Cerraremos este artículo intentando
responder a la pregunta ¿es posible un envejecimiento satisfactorio?
En los últimos años, las investigaciones sobre la vejez, se centraron en las
potencialidades de las personas mayores, aportando un nuevo concepto: el
«envejecimiento satisfactorio» (Triadó y Villar, 2014). Este concepto nace de la
distinción entre unos patrones de envejecimiento patológico (caracterizado por la
patología grave y la dependencia en algún grado) y un patrón de envejecimiento
normativo, en los que no hay enfermedad grave ni dependencia, aunque quizá sí un
aumento del riesgo a padecerlas asociado a la edad. Dentro de este último grupo, los
niveles de funcionamiento físico y psicológico, así como la actividad social, se
mantienen en niveles elevados e incluso, en algunos sentidos, pueden mejorar. Este

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concepto de envejecimiento satisfactorio, contradice los estereotipos e ideas erróneas


tradicionales asociados a las personas mayores y la vejez. Su estudio no solamente de
prueba sobre modos sanos de envejecer al alcance de una mayoría de sujetos, sino
también permite conocer cuáles son los factores que determinan este éxito y que evitan
que la persona se deslice prematuramente hacia un envejecimiento patológico.
Al abordar el envejecimiento satisfactorio desde una perspectiva psicológica, es
necesario diferenciar entre aquellos factores objetivos y los subjetivos que inciden en
un buen envejecer. De este modo, no solo se puede conceptualizar el envejecimiento
satisfactorio, sino prevenir (dentro de lo posible) el envejecimiento patológico y
fundamentalmente promover y potenciar los modos deseables de un envejecer
saludable. Diferentes autores han propuesto distintos criterios que caracterizarían el
envejecimiento con éxito. Generalmente se utilizan dos criterios:
Criterios objetivos, que hacen referencia a características claramente medibles
y que, en una medida u otra, comparan a las personas en una escala de
rendimiento o de funcionalidad. Por ejemplo, la mayoría de los indicadores de
salud física, de estado cognitivo o de actividades que es capaz de realizar la
persona serían de este tipo.
Criterios subjetivos, que implican la opinión y los valores de la propia persona.
Estos criterios a veces pueden incluir aspectos de tipo cualitativo, y más que
representar un rendimiento o capacidad hacen referencia a aspectos
emocionales o evaluativos tal y como son experimentados por cada sujeto. La
felicidad, la satisfacción vital o el sentido de control personal serían buenos
ejemplos de este tipo de indicadores.
Por ejemplo, Rowe y Kahn (citado por Triadó y Villar, 2014), los investigadores que
propusieron el concepto de envejecimiento satisfactorio, lo definen utilizando criterios
de tipo objetivo. Para ellos, envejecer satisfactoriamente implica tres elementos: a) una
baja probabilidad de padecer enfermedades y discapacidades asociadas a ellas (es
decir, presencia de salud física), b) una capacidad funcional alta, tanto desde un punto
de vista físico como cognitivo (es decir, capacidad para realizar las actividades
cotidianas necesarias para el autocuidado y la vida autónoma), y c) una implicación

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activa con la vida. Sin embargo, envejecer satisfactoriamente no solamente es estar


libre de enfermedades graves, ni siquiera disponer también de un buen funcionamiento
físico y mental que permita a la persona realizar sin problemas y de manera autónoma
las actividades cotidianas. Estos dos iaspectos han de permitir, además, que la persona
sea capaz de implicarse activamente en la vida, a partir del desarrollo de un patrón de
actividades determinado. De acuerdo con Rowe y Kahn, este patrón se relaciona con
dos tipos fundamentales de actividad:
Una actividad social que permita a la persona mayor obtener tanto apoyo instrumental
(dar y recibir asistencia y cuidado directo, resolver algunos problemas cotidianos,
proveer de transporte, intercambio de recursos económicos, etc.) como apoyo
socioemocional (expresión de afecto, respeto y comprensión). Esto supone contar con
relaciones interpersonales satisfactorias
El mantenimiento de actividades productivas, entendiendo por actividades
productivas no únicamente aquellas que tienen una retribución económica, sino
aquellas que, en general, son capaces de contribuir, de una u otra manera, al
mantenimiento y promoción de la sociedad o al propio crecimiento personal. (Triadó y
Villar, 2016). Las actividades deben proporcionar placer, gratificación, desarrollo
intelectual, recreación, etc. (Vigueras 1994)
Otros autores, sin embargo, proponen como central en el concepto de envejecimiento
satisfactorio, criterios que tengan que ver con la valoración subjetiva y el significado
que la propia persona mayor atribuye al estado en el que se encuentra. En este sentido,
la presencia de altos niveles de bienestar es uno de los criterios más aludidos como
componente del envejecimiento satisfactorio. En ocasiones este bienestar se asocia a
una experiencia subjetiva de felicidad o satisfacción, con sentimientos de relajación, de
ausencia de problemas y de presencia de sensaciones positivas, mientras que en otras
se vincula al proceso y consecución de aquellos valores que nos hacen sentir vivos y
auténticos, que nos hacen crecer como personas, con los desafíos y con un cierto
esfuerzo por superarlos y conseguir metas valiosas que dan sentido a nuestra vida.
Así, tanto los criterios objetivos como los subjetivos son necesarios en la definición del
envejecimiento satisfactorio desde un punto de vista psicológico. Pero si sólo

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consideramos unos y no otros, aparecen problemas y o dificultades: los criterios


subjetivos ayudan a definir el envejecimiento satisfactorio teniendo en cuenta la visión
y sistema de valores de las propias personas mayores, evitando así posibles intentos de
imponer al anciano modos de transitar su última etapa, los criterios objetivos son
necesarios porque nos proporcionan unos objetivos claros y estables que pueden guiar
la intervención en este ámbito y evitan que se considere que todo está bien si la persona
mayor así lo considera.
Por otra parte, autores como Baltes destacan también como ingrediente fundamental
del envejecimiento satisfactorio la capacidad de la persona para poner en marcha
procesos destinados a conseguir o mantener en el tiempo los diferentes criterios y
cualidades del buen envejecer que fueron desarrollados. En las últimas décadas de la
vida, tarde o temprano la persona debe afrontar ciertas pérdidas o limitaciones, ante
las que se responde con esfuerzos destinados a sostener las condiciones objetivas y
subjetivas que se juzgan esenciales. Esta capacidad adaptativa de las personas, esencial
para ajustarse a los entornos dinámicos en los que desarrollamos nuestra vida, sería
otro ingrediente a la hora de definir qué es envejecer bien.

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Bibliografía

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- Vigueras Virginia. “Calidad de vida y adultos mayores”. Seminario: Temas de
Psicogerontologia II. Clase 16. Psiconet.com/seminarios.
- Vigueras Virginia. “Los fantasmas del envejecer”. Seminario: Temas de
Psicogerontologia II. Clase 1. Psiconet.com/seminarios.
- Vigueras Virginia. “Prejuicios, mitos e ideas erróneas acerca del envejecimiento y la
vejez. Seminario: Temas de Psicogerontologia. Tema 1. Psiconet.com/seminarios.
- Villar Posada Feliciano. “(Re)construcción del envejecimiento y discurso”. Seminario:
Temas de Psicogerontologia II. Clase 6. Psiconet.com/seminarios.

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