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¿Cómo inicia el ritual de los Voladores de Papantla?

La historia de este ritual se origina desde tiempo atrás en Totonocapan, lugar en el que se
vivió una temporada de sequía y no se daban los cultivos, por lo que no se contaba con el
alimento necesario para los habitantes. En ese entonces, los sabios de la región pidieron
a cinco hombres jóvenes que se adentraran a la vegetación para buscar el árbol más alto
y recto y así honrar al Dios de la fertilidad Xipe Tópec.
La ceremonia da inicio con la búsqueda del árbol realizada por el caporal, este importante
personaje es la máxima autoridad de los danzantes. Al encontrar el árbol todos bailan
alrededor e inclinan el cuerpo para pedir perdón, al mismo tiempo, expulsan aguardiente
desde la boca y al expulsarlo lo dirigen a los cuatro puntos cardinales. Después, se corta y
lima el tronco del árbol y los hombres lo transportan con ayuda de los tarros (bambúes),
que sirven para levantar el palo para que no toque el suelo, ya que se cree que si esto
ocurre provocaría mala suerte para los habitantes.
Después se excava un hoyo donde será enterrado el tronco y se le añade una escalera
hecha de cuerda, misma que ayudará a los danzantes a su ascenso a la cima. En este
momento también se pone un altar con ofrendas y se colocan: púlakles (tamales de frijol),
aguardiente, agua bendita, flores blancas, velas, tabaco, incienso y dos máscaras que
representan a los dueños de la danza. Al día siguiente, los voladores desayunan los
púlakles, seguidamente todos se trasladan al lugar donde se encuentra el palo elegido, el
cual puede tener una altura entre 18 a 30 metros. Después de tener todo listo, la danza
está por empezar.
Los danzantes se preparan y lucen una vestimenta muy especial para la ocasión
acompañada de tocados llamativos. La vestimenta representa en el cielo el vuelo de aves
y el color rojo la sangre de quienes han caído en el vuelo. Los listones que adornan están
relacionados con el tiempo de primavera y la naturaleza.
Los hombres suben al palo hasta llegar al tecomate giratorio, el cual, es el punto de
apoyo de los voladores, quienes además se apoyan de un bastidor de donde se lanzan al
vacío. El caporal ocupa la punta y acompañado de un tambor y una flauta empieza a hacer
sonar música de notas prehispánicas. Los otros danzantes, mientras tanto, saltan
sujetados con cuerdas y comienzan a danzar en el aire con los brazos extendidos y con la
mirada al cielo. Los danzantes van al ritmo de la música indicada por el caporal, ya que
cada sonido representa un tipo de movimiento, y así, los danzantes pueden girar hasta 13
veces de acuerdo con los 13 cielos del sol y que estos, multiplicados por 4 dan como
resultado 52, el número de un ciclo completo en el calendario prehispánico solar. ¡Es todo
un espectáculo!
Los Voladores de Papantla en la actualidad
La ceremonia ritual de voladores se realiza durante las fiestas patronales, carnavales, en
los solsticios y equinoccios, festividades de los muertos y en ceremonias que están
relacionadas con la siembra y la cosecha. Actualmente, la etapa de vuelo se puede
realizar en cualquier momento, ya que este se presenta con fines de exhibición, para esto,
los hombres quienes ejecutan el vuelo deben estar preparados de manera física, mental y
espiritual.

La importancia de este ritual es que las comunidades puedan presentar a todo el


mundo el gran valor de esta danza, y de esta manera, sean aceptados y respetados.
En la actualidad, los Voladores de Papantla se encuentran en distintos destinos
turísticos como en Tlaquepaque, Puerto Vallarta, la Cumbre del Tajín, como también
en Tequila, Jalisco, en dónde el gran espectáculo es presentado desde hace
aproximadamente 2 años por hombres y jóvenes quienes ponen en alto las raíces de
su tierra. Sí estás de visita en Tequila, no te pierdas la oportunidad de ser testigo de
este majestuoso ritual y visita la plaza principal de la ciudad donde podrás disfrutar
de la famosa danza de los “Pájaros de la Tierra” La danza de los voladores de
Papantla

La Danza de los Voladores que la mayoría de las personas distingue como tal es prácticamente

la parte final de la ceremonia.

Esta etapa se inicia cuando los danzantes de dirigen al mástil en una fila ordenada y con la

cabeza inclinada en signo de humildad y respeto a los dioses; al frente del grupo marcha el

caporal, quien entona una melodía con su tamborcillo y flautín.

Al llegar al pie del “palo volador”, realizan una serie de giros en torno a él, alternando las

vueltas en una dirección y otra. Uno por uno, los cuatro voladores van subiendo por el mástil

hasta llegar al bastidor; allí se colocan en cada extremo para equilibrar el peso.

El último en subir es el caporal, quien al llegar a la cima se ubica de pie sobre el tecomate, y

realiza una serie de saltos acompañados de un impresionante zapateado con el que pareciera

querer clavar un poco más el poste.

Posteriormente gira sobre su eje y señala los cuatro puntos cardinales, iniciando por el oriente

para continuar con su trayectoria hacia el lado izquierdo; después se sienta sobre la base para

realizar nuevamente los giros en la misma secuencia, pero ahora reposando su peso sobre la

espalda sin dejar de tocar sus sencillos instrumentos musicales.

Cuando el caporal concluye la parte del ritual que le corresponde, se queda sentado sobre el

tecomate interpretando un son. Los voladores, ya amarrados con una soga a la cintura y con

una coordinación casi perfecta, al escuchar una nota especial en la música, inician el descenso

arrojándose de espaldas al vacío con la cabeza hacia abajo, extendiendo sus brazos como las

alas de un ave en pleno vuelo, donde resaltan sus penachos multicolores.

Conforme descienden los giros se hacen más amplios –tradicionalmente, los giros de los cuatro

voladores sumaban en total 52, correspondientes a los años del ciclo de fuego nuevo o

calendario mesoamericano, en dependencia de la altura del “palo volador”.

Cuando se aproximan al suelo, los voladores se incorporan para poder aterrizar con los pies: ya

en el suelo los cuatro danzantes equilibran el bastidor al sujetar tensamente las cuerdas, para

permitir que el caporal se deslice por uno de los extremos hasta tierra firme.
Si bien esta última etapa de la Danza de los Voladores dura relativamente poco tiempo –

escasamente unos minutos–, la preparación de los participantes es compleja. Se inician desde

temprana edad y tienen que seguir ciertas reglas que deberán respetar durante el tiempo que

practiquen esta singular actividad, entre las que sobresale la abstinencia sexual y alcohólica,

cuyo fundamento principal es la creencia de que esta danza la realizaron por vez primera cinco

jóvenes castos.

Según la leyenda totonaca, los dioses dijeron a los hombres: “Bailen, nosotros observaremos”.

Y eso es justamente lo que hacen los hombres-pájaro, o “voladores”, ejecutan una espectacular

danza para agradar a los dioses.

Un grupo de cinco hombres se suben a un poste de unos 30 metros de alto, cuatro de ellos se

atan una cuerda a la cintura y se lanzan de cabeza al vacío con los brazos abiertos, girando

alrededor del poste. Mientras tanto, el quinto miembro permanece en la parte superior del poste

y toca música indígena con instrumentos de madera hechos a mano. La flauta representa el

canto de las aves y el tambor la voz de los dioses.

Esta danza es también un símbolo de los cuatro puntos cardinales (la plataforma de cuatro

lados y los cuatro voladores). El músico va marcando los cuatro puntos cardinales,

comenzando por el oriente, pues es ahí donde se origina la vida. Cada volador gira 13 veces,

cifra que multiplicada por los 4 voladores da el número 52, y ya se sabe que según los

calendarios prehispánicos, cada 52 años se completa un ciclo solar, después del cual nace un

nuevo sol y la vida sigue su curso.

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