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TEXTOS-IMÁGENES

Mientras hablaba así, logró Apolo acortar la distancia que les separaba; pero Dafne de
nuevo huyó ligera…, con hermosura acrecentada. Sus vestidos volados y
semicaídos….sus cabellos dorados y flotantes… Divina, sí. Debió pensar Apolo que
más le valían en aquella ocasión los pies ligeros que las melodiosas palabras…. Y
arreció su carrera. Y fue aquello como una liebre perseguida por un galgo en campo
raso, espectacular y definitivo. ¿La alcanza? ¿No la alcanza?… Ya los varoniles dedos
rozan las prendas femeninas… ¡Y cómo palpita el corazón entonces!. Llegó Dafne a las
riberas del Peneo, su padre, y le dijo así desconsolada: “¡Padre mío! Si es verdad que
tus aguas tienen el privilegio de la divinidad, ven en mi auxilio… o tú tierra,
¡trágame!… porque ya veo cuán funesta es mi hermosura”.
Apenas terminó su ruego, fue acometida por un espasmo. Su cuerpo se cubre de
corteza. Sus pies, hechos raíces, se ahondan en el suelo. Sus brazos y sus cabellos son
ramas cubiertas de hojarasca. Y sin embargo, ¡qué bello aquel árbol!. A él se abraza
Apolo y casi lo siente palpitar. Las movidas ramas, rozándole, pueden ser caricias.
“Pues que ya –sollozó- no puedes ser mi mujer, serás mi árbol predilecto, laurel, honra
de las victorias. Mis cabellos y mi lira no podrán tener ornamento más divino. ¡Hojas
de laurel! Los capitanes romanos triunfantes, subidos al Capitolio, ostentarán coronas
arrancadas de ti. Tú cubrirás los pórticos en el palacio de los emperadores; y así como
mis cabellos permanecen sin encanecer nunca, así tus hojas jamás dejarán de aparecer
verdes”
Cuando Apolo terminó de hablar, el laurel pareció descender sobre su cabeza, como
aceptando los ofrecimientos que le acababa de hacer
OVIDIO: Metamorfosis

“Pronto querido padre” le dije, “súbete a mi cuello, yo te llevaré en mis hombros y esta
carga no me será pesada. Suceda lo que suceda, común será el peligro, común la
salvación para ambos. Mi pequeño Ascanio caminará junto a mí y Creusa seguirá de
lejos nuestros pasos… Tú padre mío, lleva en tus manos los objetos sagrados y nuestros
patrios penates; a mí, que me retiro ahora de la batalla, con sangre en mis manos, no
me es lícito tocarlos hasta purificarme en las corrientes aguas de un río”
LA ENEIDA

Y como al irritado Júpiter no parecen suficientes las aguas del cielo, su hermano
Neptuno le presta sus violentas ondas, así conminadas por el tridente: “Por un
momento desatad vuestra violencia, salid de vuestros cauces, arrastrad cuánto halléis a
vuestro paso: que nada os detenga”. Y le obedecieron. El mismo Neptuno golpeó con su
tridente la estremecida tierra para que brotasen manantiales…ya todo es océano, un
océano sin riberas.
OVIDIO: Metamorfosis
“Pareciome, estando así, que me veía vestir una ropa de mucha blancura y claridad, y
al principio no veía quien me la vestía; después vi a nuestra Señora hacia el lado
derecho y a mi padre San José al izquierdo, que me vestían aquella ropa; dióseme a
entender que estaba ya limpia de mis pecados. Acabada de vestir, y yo con grandísimo
deleite y gloria, luego me pareció asirme de las manos nuestra Señora: díjome que la
daba mucho contento en servir al glorioso San José..... parecíame haberme echado al
cuello un collar de oro muy hermoso, asida una cruz a él de mucho valor. Este oro y
piedras es tan diferente de lo de acá, que no tiene comparación...... Era grandísima la
hermosura que vi en nuestra señora, aunque por figuras no determiné ninguna
particular, sino toda junta la hechura del rostro, vestida de blanco con grandísimo
resplandor, no que deslumbra, sino suave. Al glorioso San José ni vi tan claro, aunque
bien vi que estaba allí.... parecióme que los veía subir al cielo con mucha multitud de
ángeles”
Santa Teresa de JESUS, Vida, 33,14

“veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no puedo ver
sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos...
esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el
rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parece todos se
abrasan: deben ser los que llaman querubines, ... Veíale en las manos un dardo de or
largo, y al fin del hierro me parecía tener algo de fuego; este me parecía meter en el
corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las
llevaba consigo y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el
dolor, que no hay que desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios.
No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja participar el cuerpo algo, y aun
harto.”
Santa Tesesa de JESUS, Vida, 29, 13

Hiciéronle luego velos y estampas por orden de Su santidad, donde quiso que sus armas
publicasen lo que se preciaba de haber glorificado tan glorioso varón. Pintáronle
vestido de pontifical, con una bolsa en la mano, que es el báculo verdadero de pastor
que apacienta las ovejas, y donde mejor se puede arrimar un prelado para no tropezar
por la senda estrecha de su oficio. La limosna es el báculo del buen obispo, donde se
arriman los pobres, con que se sustentan los necesitados. Así que, el báculo arzobispal
ha de sustituir a los pobres y no al arzobispo; y por eso Su santidad le mandó pintar
con mitra y bolsa, que es báculo de limosna, con pobres alrededor; porque aún en el
papel y en el dibujo tenga aquel gozo su bendita alma, remediando, al parecer,
necesidades. Tiene por título al pie “El bienaventurado Tomás de Villanueva, por
glorioso título llamado el limosnero”. Apellido es este de limosnero que sabe mucho a
la casa de Dios....”
(F. QUEVEDO, “Epítome de la Historia y Vida ejemplar y religiosa muerte del
Bienaventurado Fray Tomás de Villanueva”

“Hizo Cristo nuestro Bien, en comulgándose, un cántico de alabanzas al Eterno Padre,


y se ofreció a sí mismo Sacramentado por la salud humana, y luego partió otra
partícula del pan consagrada, y la entregó al arcángel San Gabriel, para que la llevase
a María Santísima. Quedaron los Santos Ángeles con este favor, como satisfechos y
como recompensados de que la dignidad Sacerdotal tan excelente les tocase a los
hombres y no a ellos. Y sólo el haber tenido en sus manos el Cuerpo Sacramentado de
su Señor y verdadero Dios, les causó grande y nuevo gozo a todos. Esperaba la gran
Señora y Reina, con abundantes lágrimas el favor de la Sagrada Comunión, cuando
llegó San Gabriel con otros innumerables ángeles y de la mano del Santo Príncipe la
recibió, la primera, después de su Hijo Santísimo, imitándole en la humillación,
reverencia y temor santo. Quedó depositado el Santísimo Sacramento en el pecho de
María Santísima y sobre el corazón, como legítimo Sagrario y Tabernáculo del
Altísimo. Y duró este depósito del Sacramento inefable de la Eucaristía todo el tiempo
que pasó desde aquella noche, hasta después de la Resurrección, cuando consagró San
Pedro y dijo la primera Misa, como diré adelante….”
MARÍA JESÚS DE ÁGREDA: Mística Ciudad… Op. cit. Vol II, pág. 720. Segunda
parte, núm. 1197

“y conoció otros misterios en la visión y revelación que queda dicha, sino que sobre
todo esto fue bautizado por el Redentor. Y aunque el Evangelio no dice más de que lo
pidió, pero tampoco lo niega, porque sin duda Cristo nuestro Señor, después de haber
sido bautizado, dio a su Precursor el bautismo que le pidió y el que su Majestad
instituyó desde entonces, aunque su promulgación general y el uso común lo ordenó
después y mandó a los apóstoles después de resucitado. . Y como adelante diré también
bautizó el Señor a su madre María Santísima antes de esta promulgación en que
declaró la forma del bautismo que había ordenado”
MARÍA JESÚS DE ÁGREDA: Mística Ciudad… Op. cit. Vol. II, pág. 574. Segunda
Parte, núm. 981

“Pidióle también la Beatísima Señora a su Hijo Santísimo que la diese el sacramento


del bautismo, que había instituido, como ya se lo tenía prometido y dije en su lugar.
Para celebrarle con la digna solemnidad del Hijo y de la Madre, por la divina
disposición y ordenación, descendieron del cielo innumerable multitud de los coros
angélicos en forma visible. Y con su asistencia, el mismo Cristo bautizó a su Purísima
Madre. Luego se oyó una voz del Eterno Padre que dijo: Esta es mi hija querida, en
quien Yo me recreo. El Verbo humanado dijo: Esta es mi Madre muy amada, a quien Yo
elegí y me asistirá en todas mis obras. Otra voz del Espíritu Santo dijo: Esta es mi
Esposa, escogida entre millares. Sintió y recibió la Purísima Señora tantos y tan divinos
efectos en su alma que no caven en humano discurso, porque fue realzada en la gracia
y retocada la hermosura de su alma purísima y subió toda a nuevos grados y
quilates….”
Ibíd., pág. 608, núm. 1030
Para la lectura correcta del cuadro de Morlete

“rompieron las inmaculadas y virgíneas carnes de Cristo nuestro Redentor, derribando


al suelo muchos pedazos de ella y descubriendo los huesos en muchas partes de las
espaldas, donde se manifestaban patentes y rubricados con la sangre, y en algunas se
descubrían en más espacio del hueso que una palma de la mano. Y para borrar del todo
aquella hermosura que excedía a todos los hijos de los hombres, le azotaron en su
divino rostro, en los pies y en las manos, sin dejar lugar que no le hiriesen, donde
pudieron extender su furor y alcanzar la indignación, que contra el Inocentísimo
Cordero habían concebido. Corrió su divina sangre por el suelo, rebalsándose en
muchas partes con abundancia”. Un poco más adelante, refiere sor María cómo los
ángeles le trajeron la túnica por disposición de María, “para vestir su sagrado y
lastimado cuerpo” y acaba con este párrafo que encaja perfectamente con la crueldad de
la pintura, aunque se refiere al momento inmediatamente posterior al que vemos en la
imagen: “Vistióse nuestro Salvador, habiendo padecido sobre sus llagas el nuevo dolor
que le causaba el frío, porque de los evangelistas consta que le hacía. Y su Majestad
había estado desnudo gran rato, con que la sangre de las heridas se le había helado y
comprimían las llagas que estaban entumecidas y más dolorosas. Las fuerzas eran
menos para tolerarle, porque el frío las debilitaba, aunque el incendio de su infinita
caridad las esforzaba a padecer y desear más y más. Y con ser la compasión tan
natural en criaturas regionales, no hubo quien se compadeciese de su aflicción y
necesidad, sino es la dolorosa Madre, que por todo el linaje humano lloraba, se
lastimaba y compadecía”.
​El detalle de los ángeles que recogen la sangre en cálices y los fragmentos de
carne en una especie de patenas está relacionado con otro pasaje de la Mística, en que se
nos narra la Resurrección, haciendo constar que algunos de ellos “por mandato de su
Reina y Señora, habían recogido las reliquias de la sangre que derramó su Hijo
Santísimo, los pedazos de carne que le derribaron de las heridas, los cabellos que
arrancaron de su Divino rostro y cabeza y todo lo demás que pertenecía al ornato y
perfecta integridad de su humanidad santísima, que de todo esto cuidó la Madre de la
prudencia. Y los ángeles guardaban estas reliquias, gozoso cada uno con la parte que
alcanzó a cogerla”.

Carta de Rubens al pintor Sustermann, pintor flamenco y


retratista de la corte de los Medici, sobre el cuadro de Los
Horrores de la Guerra, en 1638

“La figura principal es Marte, que acaba de abrir la puerta del templo de Jano y
sale precipitadamente con un escudo y una espada ensangrentada, amenazando a la
gente con grandes desastres. Presta muy poca atención a Venus que, acompañada de
unos cupidos, trata de retenerle con caricias y abrazos. Por el lado opuesto le
arrastra la furia Alecto, que lleva una antorcha en la mano. En un lugar cercano hay
dos seres monstruosos que personifican a la peste a al hambre, compañeras
inseparables de la guerra. En el suelo, de espaldas, aparece una mujer con un laúd
roto: es la representación de la armonía, incompatible con la disonancia de la
guerra. Una madre con su niño en brazos indica que con la guerra, que todo lo
corrompe y destruye, han quedado frustradas la fecundidad, la procreación y la
caridad. Vemos, además a un arquitecto caído de espaldas, con sus instrumentos en
la mano, para demostrar que la paz coadyuva al crecimiento y embellecimiento de
las ciudades, mientras que la fuerza de las armas la destruye y las reduce a ruinas.
Si no recuerdo mal, creo que en el suelo, bajo los pies de Marte, encontramos un
libro y un papel de dibujo, que indican que el dios de la guerra pisotea las artes y las
letras. Debe de haber también un haz de dardos y flechas con el lazo deshecho.
Junto a ellos están el caduceo y una rama de olivo, atributos de la paz, que también
han sido despreciados. La afligida mujer vestida, con el velo rasgado y desprovista
de joyas u otros adornos, es la infeliz Europa, que desde hace ya tantos años está
sufriendo saqueos, ultrajes y desgracias”

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