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IES Fuente Juncal. 2º ESO E.

Geografía e Historia. Profesor Carlos García Bello


Bloque 3. Al-Andalus.Actividad 6. Lectura comprensiva

El ataque vikingo a Sevilla (Fragmento)


Margarita Torres Sevilla (Universidad de León)

A mediados del año 229 de la Hégira (agosto del 844), en las costas occidentales de Al-Andalus, cincuenta y
cuatro velas blancas fueron avistadas en el mar enfrente de la ciudad musulmana de Lisboa. A bordo iban los
famosos piratas vikingos de los que los andalusíes habían escuchado historias contadas por los cristianos
norteños y por comerciantes. Habían escuchado relatos que hablaban de ataques despiadados, muertes
brutales y un rastro de sangre a su paso, pero hasta entonces para todos ellos se trataba de cuentos que
circulaban de boca en boca. Sin embargo, ahora la realidad se abría paso en Lisboa, donde una de sus
escuadras se desplegaba en el puerto dispuesta al combate.
Los cronistas árabes mencionan que el número de sus barcos rondaba los ochenta, de los que cincuenta y
cuatro eran de grandes dimensiones y los otros restantes más ligeros. Conocedor de su mala fama, el
gobernador de Lisboa, Ibn Hazm, luchó con ellos bravamente, rechazándolos después de varios días de
encarnizados choques. Apenas las velas desaparecieron en el horizonte, en dirección al sur, Ibn Hazm escribió
una carta al emir de Córdoba, Abd al-Rahmân, en la que le informaba de estos sucesos y le advertía de la
próxima aparición de los que consideraban bestias del norte.
En efecto, pasadas catorce noches, los vikingos ya se habían apoderado de Qabpil, la Isla Menor, en la
desembocadura del Guadalquivir, y remontaban el río dispuestos a saquear Sevilla, conocedores de las
riquezas que se albergaban en esta ciudad. Para entonces, sus habitantes se disponían a la defensa solos, sin
un líder militar que guiase su ejército, pues el gobernador de la ciudad les había abandonado a su suerte,
huyendo a Carmona.
Advertidos de esta deserción y de la escasa preparación militar de quienes se habían quedado a resistir su
ataque, los vikingos marcharon con sus naves hasta los arrabales de la ciudad. Desde ellas, aprovechando su
ventaja, dispararon sucesivas tandas de flechas contra los sevillanos, hasta romper su cohesión y provocarles
el mayor desconcierto y miedo. Conseguido su propósito, abandonaron las embarcaciones para luchar
cuerpo a cuerpo con ellos, seguros de su victoria.
La matanza y el saqueo duraron unos siete días. Una semana en la que los más fuertes huyeron, escapando
cada uno por su lado, y los más débiles cayeron en las garras de los asaltantes. Mujeres, niños y ancianos
desvalidos fueron pasados a cuchillo. A algunos de ellos se les perdonó la vida, aunque su destino era
también estremecedor: la esclavitud. Sin respetar siquiera lo más sagrado, cargados con el botín y los
prisioneros, regresaron a sus naves para volver al seguro campamento de Qabpîl. Desde allí, y durante un
periodo que duró casi dos meses, siguieron hostigando a Sevilla y a las poblaciones cercanas hasta que, en
noviembre, el emir ‘Abd alRahmán consiguió movilizar un ejército lo suficientemente fuerte para plantarles
cara.
Comandaba este ejército Nasr, el favorito del emir, quien dispuso una emboscada para terminar de una vez
por todas con aquella amenaza. Nasr dividió sus fuerzas: el grueso del ejército, al mando de Ibn Rustum, se
escondió en un punto cercano al actual aeródromo de Tablada; el segundo grupo, compuesto por pocos
hombres, debía provocar a los vikingos y conseguir que los persiguieran río abajo. Los vikingos cayeron en la
trampa. Cuando aparecieron los soldados envíados por Nasr, los piratas montaron en sus barcos y los
siguieron surcando el río Guadalquivir. Al llegar a la posición en la que aguardaba el ejército de Ibn Rustum,
se vieron rodeados por los andalusíes. Atrapados entre dos fuegos, los vikingos tuvieron que luchar
desperadamente por sus propias vidas contra hombres que buscaban venganza por la sangre derramada de
sus compatriotas.
Aquella atroz derrota supuso la mayor de las humillaciones que hasta entonces habían recibido los vikingos.
Sobre el campo de batalla quedaron más de mil cadáveres de normandos, y cerca de cuatrocientos fueron
capturados. Mientras los supervivientes escapaban profundamente aterrorizados hacia sus naves,
abandonando más de treinta embarcaciones en la huida, Ibn Rustum ordenó la decapitación ejemplar de los
prisioneros capturados a la vista de sus camaradas. El fuego acabó sobre el Guadalquivir con las naves vacías
mientras algunas de las cabezas cortadas eran enviadas al emir ‘Abd al-Rahmân y otras, clavadas en picas o
en palmeras, permitieron saber a los sevillanos que la amenaza había llegado a su fin.
Ibn Rustum fue premiado; Nasr, favorito del príncipe, encumbrado a lo más alto. Se compusieron poemas en
loor de aquella victoria sin igual.

(El texto ha sido adaptado por el profesor de la asignatura procurando respetar el contenido del mismo lo
máximo posible)

Actividades

1. Resume la historia en un máximo de 5 líneas.


2. Anota la fecha en que los vikingos atacaron Sevilla y localiza en tus apuntes o en el libro de texto la etapa
de la historia de Ál-Andalus con la que se corresponde.
3. Responde a las siguientes preguntas:
• ¿Por qué eran tan temidos los vikingos?
• ¿Cuál fue la estrategia utilizada por los andalusíes para derrotar a los vikingos?
• ¿Quienes fueron los comandantes más destacados del ejército andalusí?
• ¿Qué castigo infringió Abderraman a los vikingos?

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