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Objetivo:
Proceso:
1º Reflexión de dicha historia
El anillo de la autoestima
Rafael era un joven que estaba cansado de que nadie fuera capaz de reconocer su valía, por
mucho que lo intentara. Alguien le habló de un sabio especializado en su problema que vivía en una
ciudad cercana. Impulsivamente y sin pedir hora, Rafael se presentó en su casa. El sabio, un tanto
sorprendido, decidió recibirle. Tras escucharle atentamente, le expuso una serie de comentarios.
—Realmente, creo que podría ayudarte a solucionar tu problema. Sin embargo, me coges en un
mal momento. Debo atender unos asuntos míos urgentes, por lo que no tengo el tiempo necesario
para planear cómo atender a tus dificultades
—¡Oh, qué desilusión! Y ¿tardará mucho? —respondió Rafael.
—Tal vez... Pero se me acaba de ocurrir que podemos hacer un trato... Si tú me ayudas con
unos trámites, acabaré antes y así te podré atender con más diligencia. ¿Qué te parece?
—¡Estupendo!
—¡Bien! —El sabio abrió un cajón y sacó un anillo—. Este domingo hacen un mercado en el
pueblo. Ve allí con este anillo e intenta venderlo no por menos de dos monedas de plata.
Rafael tomó el anillo y emprendió su misión. El domingo se presentó en el pueblo. Fue de puesto
en puesto del mercado intentando vender el anillo. Pero nadie le ofrecía el precio que había señalado
el sabio. Unos le propusieron cincuenta monedas de cobre; otros, una moneda de plata; otros, treinta
monedas de cobre... Descorazonado, al finalizar el mercado, llamó al sabio por teléfono. Al
explicarle
los resultados de su gestión, el sabio le respondió:
—No te preocupes... No sé si tendrás tiempo de intentar resolverlo de otro modo...
—Desde luego, dígame cómo...
—Ve a la ciudad y haz tasar el anillo al joyero López. Sólo que lo tase. No lo vendas. Cuando
tengas la tasación, vuelve a mi casa y veremos qué hacer.
Rafael, al día siguiente, se presentó en la joyería López. El experto miró atentamente el anillo y
preguntó:
—¿Le corre mucha prisa venderlo?
—Creo que sí...
145—¡Qué pena! Si tuviera tiempo, podría sacar cincuenta monedas de oro. Sin embargo, con la
premura no creo que consiga más de cuarenta.
Rafael, desconcertado, volvió a casa del sabio.
—No lo entiendo. ¿Cómo es que en el mercado no me ofrecían más de una moneda de plata y el
joyero podía conseguir cincuenta monedas de oro?
—Este anillo es como tu autoestima. Si pretendes que la valore alguien que no es experto en ella,
la menospreciará porque no conoce su valor. Tú eres la única persona indicada para peritar tu
autoestima en lo que vale. Eres quien sabe de sus esfuerzos, de las dificultades que ha tenido que
superar, de su empuje y de su fuerza. No concedas ese honor a otros que no la conocen. Respétala y
la respetarán. Hazte digno de ella.
JORGE BUCAY, Déjame que te cuente (adaptación)
¿ Y cómo te sientes? y eso ¿ Cómo es? , cuando me explicas eso, ¿ Que sientes?
Tener en cuenta que en general, la persona que decide mostrar esa parte suya no suele
hacerlo precisamente porque le da vergüenza. Eso no quiere decir que no comparta con
los demás el reparo que le dan sus respuestas inadecuadas (ponerse rojo, sudar, tener
tics...). Pero lo que no explican es lo
que realmente sienten por ellos mismos. Ya que se están abriendo, es importante que lo
muestren todo, puesto que están rompiendo un tabú. Recordad la norma: cuando el
cliente decide por fin hablar de algo, hay que adentrarse hasta el punto en el que él
mismo marque el límite. Probablemente, la emoción de vergüenza va asociada a
alguna
situación que se ha vivido traumáticamente, ya sea por lo que pasó, ya sea por lo que
sintió.
Exteriorización
Explorar el punto de inicio de esas sensaciones con preguntas como: «¿cuándo fue la
primera vez que te sentiste así?», «¿Qué es lo que ocurrió para que te sintieras así?»...
A veces se ha de dar un rodeo, ya que muchas personas no localizan de
entrada el momento clave. Es señalando el contraste en el comportamiento como son
capaces de dar con ese momento clave. Preguntas que ayudan son: «¿Siempre te has
sentido así?», «¿Cómo eras antes?», «¿Qué paso para que eso cambiara?».
Sorprendentemente, antes de esa escena para ellos traumática, se recuerdan
abiertos, espontáneos, sin miedo... Es decir, en el polo opuesto de la construcción que
ahora tienen de sí mismos.
2º Elegimos los muñequitos que mejor representen la identidad de las voces. En una
caja enorme donde haya figuras de todo tipo, buenos, malos, princesas, brujas,
animales..., el cliente rebusca hasta encontrar aquellos que mejor identifiquen a las
personas seleccionadas.
4º Trabajamos con el cliente cómo se siente tras esos mensajes. Es la preparación para
el siguiente estadio de la intervención. Se intenta valorar el impacto que han provocado
los mensajes que se ha mandado a sí mismo a través de las voces de otros. El objetivo es
que se resquebraje el muro de la vergüenza.
TERAPEUTA (T.): Vamos a llevar a cabo una intervención distinta y un poco loca. ¿De acuerdo?
(Carolina asiente. La terapeuta saca la caja de los muñecos y Carolina se ríe.) Bien, me gustaría
que buscáramos personas que están en tu entorno en la actualidad, con los que tienes una buena
relación y con los que sientes que te llevas bien.
CAROLINA (C.): Mi novio, mi amiga Ángela, mi amiga Mari Luz, mi amigo Joan...
T.: Estupendo... (La terapeuta vuelca los muñecos en una mesa.) Escoge muñecos que puedas
identificar con la personalidad de cada uno.
C.: Mi novio es éste. (Selecciona un soldado-explorador.) Mi amiga Ángela, ésta. (Elige a una india
amazona.) Mi amiga Mari Luz, ésta. (Toma a una muñeca vestida de noche.) Mi amigo Joan, éste.
(Escoge a un niño travieso)...
T.: Bien, ahora viene lo complicado. (Le entrega el corazón y lo deja en sus manos abiertas.) Éste es
tu
corazón; tienes que presentárselo a todos ellos, uno por uno, y ver cómo responden...
C.: ¿En serio? Me da vergüenza.
T.: Son tus amigos y te quieren. Date una oportunidad. Dales una oportunidad. Habla como lo harían
ellos.
La terapeuta sostiene el muñeco, y la clienta, el corazón (izquierda).
La terapeuta sostiene el corazón, y la clienta, el muñeco (derecha).
C.: (Se pone delante de la figura de su novio.) Aquí tienes mi corazón. Ha sufrido mucho y no es
muy
bonito. Sin embargo, te quiere mucho.
(La terapeuta le entrega el muñeco y repite la frase de la clienta, despacio y mirándola a los ojos.
La
clienta se emociona mucho.)
NOVIO DE CAROLINA (N. C.): Tu corazón es hermoso. Sólo tienes que cuidarlo con más amor.
(Carolina se emociona muchísimo con lo que ella misma se ha dicho. Se repite la operación con su
amiga Ángela.)
C.: Aquí tienes mi corazón, es divertido y picante. Le gusta disfrutar de la vida y reírse. Aprovéchalo
para
pasártelo en grande con él.
ÁNGELA (Á.): Tu corazón es grande, generoso y profundo. Me gusta estar con él.
(Ahora se pone ante Mari Luz. Llora profusamente.)
C.: Aquí tienes mi corazón, es sensible y creativo, a veces demasiado sensible, por eso se le hace
daño.
MARI LUZ (M. L.): Lo sé, lo conozco. A mí me parece rico, curioso y ágil. Disfrútalo, como todos lo
hacemos. No te prives de ello.
(Se pone delante de Joan.)
C.: Aquí tienes mi corazón. Lo conoces mucho. Tu corazón y el mío han crecido juntos. Laten
parecido. Te
es leal y te quiere como al hermano que no ha tenido.
JOAN (J.): Es lo más hermoso que he visto nunca. Es parte del mío.
(Carolina no puede parar de llorar.)
C.: Me gustaría verme como me ven ellos. Creo que si lo consiguiera, sería más feliz conmigo
misma.
T.: Entonces, vamos a hacerlo.
Al ponerse en la piel de los otros y utilizar el corazón, ha sido más fácil contactar con la visión
positiva de Carolina, que ha proyectado en los demás. Ahora se trata de que la introyecte, de que la
haga suyo.
5. Ponerse ante el espejo: la confrontación con uno mismo
El objetivo de este que ejercicio es que el cliente se vea con los mismos ojos con los
que le ven los otros. Una de las cosas que suele pasar con la vergüenza es que la persona
que la siente tiene una gran dificultad para mirarse al espejo más allá de unos instantes.
Para ello, situaremos al cliente ante un espejo, cuanto más grande mejor. Después,
haremos que se mire a los ojos y le preguntaremos: «¿Qué ves?», una vez tras otra, en
un tono de voz tenue, hasta que pueda empezar a decirse cosas positivas y a resaltar sus
fortalezas.
La pregunta se cambia ahora: «Y ¿qué necesita la persona que ves?», y se realiza en
un tono de voz más firme. Lo que se pretende es contactar con su parte más
autoafirmativa, y liberar su fuerza y seguridad personal.
3º Enfadarse con la persona que le puso encima esa carga. Llegado este
momento, en que el cliente ya tiene mucha energía, se le pregunta qué le diría
a la persona que le impuso esa carga haciéndole sentir así (tonto, feo, gordo,
insuficiente...). En general, el cliente dice cosas muy racionales y con poca
contundencia. Por ello, se le ha de retar un poco: «¿Sólo eso, con todo lo que
te ha hecho sufrir?». Tras este tipo de intervención, tiende a buscar algo más
contundente, si bien lo dice con vergüenza.
Este trabajo recarga de fuerza al cliente y le hace sentir más seguro, tal y como sucede siempre con
la rabia. Además, el uso de globos hace que la persona se sienta menos agresiva, por lo que el
ejercicio fluye sin demasiados problemas.
7. Reivindicarse
En este punto, nuestro cliente estará preparado para empoderarse con la persona que le
avergonzó. Cargado de esa energía, le hacemos imaginar que está en pie ante esa
persona. Debe estar de pie, y no sentado, para que sienta la fuerza que le ha otorgado la
rabia. Es entonces cuando le proponemos autoafirmarse, diciéndole que nunca se ha
atrevido ni siquiera a pensar. Es importante ponerse al lado del cliente, dándole apoyo
en ese momento.
8. Ponerse la corona
Si al inicio de la intervención estamos ante una persona que se siente invisible, ¡qué
mejor para acabar el trabajo que convertirla en la reina de su vida! Para hacerlo,
cogeremos una corona y se la colocamos en la cabeza (Entronizaremos al cliente con
mucha solemnidad: «A partir de ahora, eres el rey de tu vida», remarcaremos. Luego,
comentaremos con el cliente cómo se lleva la corona (hombros hacia abajo, tórax
abierto y mirada al frente), con dignidad y confianza. Subrayaremos que, hasta hace
unos minutos, el rey o la reina de su vida eran esas personas que le habían humillado.
Afortunadamente, él les «ha quitado el trono», «les ha cortado la cabeza». Ahora se
trata de que conserve, para siempre, la corona para sí mismo. Exploraremos cómo se
siente y qué implica llevar la corona en el día a día. Se impondrá como tarea que cada
día lleve la corona por casa, al menos una hora. Ha de sentirse su propio monarca. Esta
tarea suele dar un resultado fantástico. Los clientes se sienten importantes y aprenden a
mirar la vida desde la dignidad, lo que provoca un plus de confianza.
Para ayudarte a recordar estas palabras, vas a llevar estos días la corona... Cada día, en tu casa, te la
tienes que poner como mínimo una hora para acostumbrarte a que en tu vida mandas tú. ¿De
acuerdo?
R.: Sí, de acuerdo. Estoy encantada con la tarea.