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Søren Kierkegaard som café-gæst (“Søren Kierkegaard en un café”), boceto de Christian Olavius Zeuthen (1843)
Resumen
El objetivo de este trabajo es analizar la manera en la que Kierkegaard comprendía la labor del
novelista, es decir, como una forma de expresar y desarrollar la visión de vida del autor. Nos
gustaría argumentar que este planteamiento, presentado teóricamente en De los papeles de
alguien que todavía vive (1838), es puesto en práctica en su novela corta La repetición (1843), en
la que Kierkegaard utiliza el relato bíblico de Job para explicar el desarrollo de la personalidad a
través de la categoría existencial de la repetición, la cual a su vez nos permite comprender el
modo en que se puede “recordar” el pasado a fin de reconciliarnos con nuestro presente y crecer
hacia el futuro.
Palabras clave: Kierkegaard, novela corta, repetición, Job, tiempo, individuo.
Abstract
In this paper we wish to analyze how Kierkegaard understood the activity of the novelist, that is,
as a way to express and develop the worldview of the author. We would like to argue that this
notion, presented for the first time in From the Papers of One Still Living (1838), was put into
practice in the short novel Repetition (1843), in which Kierkegaard used the biblical story of Job
to explain the development of selfhood through the existential category of repetition. According
to Kierkegaard, true repetition helps the individual “recollect” the past correctly so he or she can
reconcile with the present and grow into the future.
Key words: Kierkegaard, short novel, repetition, Job, individual.
Introducción
A pesar de que Søren Kierkegaard (1813-1855) se veía a sí mismo, al menos hacia el final de su
vida, como un poeta de lo religioso,1 lo cierto es que la posteridad lo ha considerado más un
filósofo o un teólogo, y así es como por lo regular se ha leído e interpretado su abundante obra.
Sin embargo, es todavía más inusual que se le piense como novelista o, para decirlo con más
precisión, como autor de novelas cortas.2
Quizá el principal motivo detrás de esta omisión es que las novelas cortas de Kierkegaard
suelen pasar desapercibidas debido a que su forma es ambigua o a que están insertas dentro de
una obra más grande no novelada. Por ejemplo, el denominado “diario de Gilleleje” de 1835 por
lo común es interpretado como un documento histórico, 3 es decir, como parte de la
correspondencia y de los diarios reales de Kierkegaard, a pesar de que existe evidencia que
sugiere que se trata más bien de un intento de novela epistolar. 4 El siguiente caso notable es el del
Diario de un seductor, incluido al final de la primera parte de O lo uno o lo otro de 1843. Aunque
tomado por sí mismo resultaría claro que es una novela, este hecho se pierde de vista cuando se lo
aborda como un “capítulo” más dentro de O lo uno o lo otro, una obra que, si bien es de difícil
clasificación desde un punto de vista literario, indudablemente no es una novela. 5 Algo parecido
ocurre con ¿Culpable? ¿No culpable? No es difícil observar que se trata una vez más de un diario
íntimo novelado —un género favorecido por Kierkegaard—, pero nos olvidamos de esto cuando
lo leemos como una pieza dentro de la gran estructura de Etapas en el camino de la vida de 1845,
otro libro poco usual que incluye un diálogo al estilo platónico, una extensa carta al lector, un
ensayo sobre el matrimonio y más de cinco seudónimos, entre los cuales aparece Johannes, el
protagonista de Diario de un seductor.
Si se piensa, entonces, que de la pluma de Kierkegaard salieron al menos tres novelas
cortas, creo que no es un ejercicio disparatado intentar entender al escritor danés como un
novelista. Existen varias razones que respaldan esta idea. Lo cierto es que no solo dedicó tiempo
y esfuerzo a escribir novelas cortas, sino que también se preocupó por comprender y aclarar en
qué consistía la labor del novelista. La novela corta estaba en boga en Dinamarca durante las
primeras décadas del siglo XIX y Kierkegaard era un lector ávido de este género. Pensaba que la
novela constituía un medio idóneo para que el autor expresara de forma más accesible su visión
del mundo, y en ese sentido la novela tenía también una importancia filosófica.
Con esto en mente, en esta investigación nos gustaría analizar esa manera en la que
Kierkegaard entendió el arte de escribir novelas, para luego aplicar tal teoría a la redacción de su
propia novela corta, esa pequeña obra maestra que es La repetición [Gjentagelsen] de 1843.6 Para
lograr este objetivo, dividimos el trabajo en cinco partes. En la primera parte, examinamos el
boom de la novela corta en Dinamarca durante los años veinte y treinta. Analizamos aquí la
forma en que se comprendía este género, especialmente desde el punto de vista de uno de los
estetas más influyentes de la época, el poeta y crítico literario Johan Ludvig Heiberg (1791-
1860). En la segunda parte, continuamos con la teoría sobre la novela corta, pero ahora desde la
perspectiva del propio Kierkegaard. En 1838, el escritor danés publicó un libro titulado De los
papeles de alguien que todavía vive. Se trataba en realidad de una reseña acerca de la última
novela de Hans Christian Andersen (1805-1875), Solo un músico, publicada en 1837. En este
trabajo de crítica literaria, Kierkegaard expone cuáles son las características principales del buen
novelista, y concluye que Andersen carece de ellas. Lo esencial es que el autor de novelas cuente
con una visión de vida [Livsanskuelse], la cual funciona como una base sobre la que todas las
demás experiencias particulares adquieren necesidad y sentido; desde un punto de vista literario,
esa misma visión de vida debe plasmarse en la novela.
En las últimas tres partes del trabajo nuestra investigación se concentra en el propio
intento de Kierkegaard por escribir una novela corta con La repetición. Así, en la tercera parte
hacemos una descripción general de la trama y el contenido de La repetición, haciendo énfasis en
la categoría central de la historia, la repetición, la cual involucra una manera especial de
comprender la experiencia del tiempo. En la cuarta parte, intentamos argumentar que, si bien
existe un paralelo entre ciertos episodios en la vida real de Kierkegaard y la trama de la novela,
esto no significa que La repetición fuera una calca autobiográfica —acusación que se le imputaba
a Andersen—, sino que dicha conexión trata de arrojar luz y exponer una visión de vida. Por
último, en la quinta parte examinamos la visión de vida que se trata de representar en la novela, a
saber, la importancia de la categoría de la repetición como una forma de asimilar
existencialmente el pasado a fin de proyectarlo hacia el futuro en la existencia del individuo.
“Cuando el escritor comienza a modelar la arcilla no conocemos aún la obra de arte que producirá. Se
requiere de tiempo y trabajo antes de que el vaciado en yeso aparezca y el cincel le dé vida al mármol de
acuerdo con el modelo. ¡Qué difícil, pues, resulta descubrir en el niño la valía y el destino del hombre!
Observamos aquí al pobre muchacho en Svendborg; el instinto en él y la influencia externa muestran, al
igual que una aguja magnética, dos direcciones opuestas. O se convertirá en un distinguido artista o en una
criatura miserable y confundida. El polen del ambiente empieza ya a obrar sobre él. Ya desde la cuna, el
dios de la música lo consagró con su beso. No obstante ¿quién puede afirmar si las diosas del tiempo
cantarán en él inspiración o locura? La división entre ambas no es a menudo sino una tenue frontera”. 16
“Una visión de vida es, en efecto, algo más que un prototipo o una suma de frases ensambladas en virtud
de su abstracta indeterminación. Es más que la experiencia, que, en cuanto tal, siempre es atómica; es, en
efecto, la transubstanciación de la experiencia, una seguridad inquebrantable en uno mismo obtenida a
través de toda la empiria, ya sea orientada hacia lo mundano (tratándose entonces de un punto de vista
humano, como, por ejemplo, el estoicismo), por lo que se mantiene alejada del ámbito de una empiria más
profunda”.23
Así, una visión de vida no es solo una forma de entender el mundo o un conjunto de
máximas abstractas. Ni siquiera se refiere a la acumulación de experiencias, ya que estas son
elementos particulares que por sí mismos no dan cuenta del funcionamiento de la realidad. En
cambio, Kierkegaard apunta dos aspectos fundamentales de la visión de vida. Se trata, por un
lado, de una “transubstanciación de la experiencia”; la visión de vida no acumula sin más las
experiencias particulares del sujeto, sino que las asimila y transforma, colocándolas en su sitio
justo. Lo que antes era un cúmulo de particularidades, bajo la visión de vida se convierte en un
conjunto orgánico. Por otro lado, es también “una seguridad inquebrantable en uno mismo”. La
visión de conjunto mencionada antes tiene como resultado un sentimiento de confianza en el
sujeto, el cual constata que su lugar en el mundo es necesario y, de hecho, óptimo. Esta
convicción no se sacude ni derrumba frente a los golpes de una existencia difícil; por el contrario,
estas dificultades son también asimiladas a la visión integral. Para Kierkegaard, el signo
inequívoco de que Andersen carece de semejante visión de vida es el temperamento frágil e
inseguro de Christian, el héroe de su novela.
Como puede verse, Kierkegaard entiende el mundo de una forma muy optimista. El
mundo no es el lugar irracional, arbitrario y vacío de sentido del que se lamentan los nihilistas,
sino un conjunto orgánico en el que cada parte desempeña un papel esencial. Lo contingente y
finito, para expresarlo en el lenguaje hegeliano de Heiberg, está atravesado por lo necesario e
infinito. Para Heiberg, esta forma de interpretar la realidad había sido proclamada por Hegel y
Goethe, y constituía el remedio para la enfermedad de la época: el nihilismo. Por eso es tan
importante, desde su punto de vista, que la literatura —que es mucho más accesible que la
filosofía— transmita este mensaje. Kierkegaard, que admira con fervor a Heiberg, hace suya esta
convicción, y con tal medida juzga el trabajo de Andersen. Como se verá en los siguientes
apartados, también intentará plasmar esta forma de ver el mundo en su propia producción
novelística.
“Lo que se manifiesta como ley en relación con la producción poética es la misma ley, en una escala
menor, para la vida de todo ser humano en sus relaciones sociales y en su educación. Cualquiera que
experimenta algo de forma primitiva experimenta además en lo ideal la posibilidad de lo mismo y la
posibilidad de lo opuesto. Estas posibilidades son su legítima propiedad poética. Por el contrario, su
realidad privada y personal no lo es. Lo que dice y produce es, por lo tanto, el resultado del silencio. La
perfección ideal de lo que se dice y produce corresponde con este silencio, y la expresión absoluta del
silencio será que lo ideal contenga la posibilidad opuesta desde un punto de vista cualitativo. En cuanto el
que produce se ve obligado a entregar su propia realidad, su facticidad, deja de ser esencialmente
productivo. Su comienzo será su fin, y la primera palabra constituirá ya una transgresión en contra de la
santa modestia de lo ideal”.41
5. La repetición
Para Kierkegaard, quien sigue el paradigma heibergiano de la literatura realista, una novela debe
expresar ideas universales a través de elementos particulares. En De los papeles de alguien que
todavía vive se precisa más este requerimiento: la idea universal tiene la forma de una visión de
vida. El planteamiento es parecido al esquema original de Heiberg. Los episodios,
acontecimientos y personajes de la novela —elementos particulares y contingentes en sí mismos
— contribuyen en conjunto a comunicar esa visión de vida.
En la obra de Constantin Constantius esa visión de vida se expresa a través de la categoría
de la repetición. Aunque esto podía parecer evidente, hubo malentendidos. De cierta manera,
Kierkegaard anticipaba esto. A través de su seudónimo Constantius, Kierkegaard describe así su
obra en una carta póstuma dirigida a un lector imaginario: “La repetición fue una obra
insignificante y sin ninguna pretensión filosófica, un librito singular arrojado como rareza y,
curiosamente, escrito de tal forma que, de ser posible, los herejes no fueran capaces de
comprenderlo”.44
En efecto, este “librito singular” no pudo ser comprendido por “los herejes”, para usar la
expresión de Clemente de Alejandría. Por un lado, los lectores más curiosos podían sentirse
tentados a interpretar la obra en clave autobiográfica. Después de todo, la ruptura con Regina se
había realizado de forma poco discreta y se había convertido en objeto de escándalo en los
círculos intelectuales de Copenhague.
Por otro lado, el concepto central del libro, la repetición, no era sencillo de descifrar.
Entre los primeros en malinterpretar la obra estaba el todavía influyente Heiberg. En un extenso
artículo titulado “El año astronómico”,45 el poeta abordaba el tema de las repeticiones en la
naturaleza y, dentro de este contexto, mencionaba el libro firmado por Constantin Constantius. Si
bien el juicio de Heiberg sobre la obra era en general favorable, le pareció pertinente hacer una
pequeña corrección: el autor hacía un uso incorrecto de la categoría de la repetición al intentar
aplicarla no en el reino de la naturaleza, que es donde pertenece, sino en el ámbito espiritual. 46
Heiberg tuvo la perspicacia suficiente para entender que Kierkegaard utilizaba la categoría
de la repetición en un sentido espiritual o existencial, pero argumentaba que la repetición en un
sentido propio solo puede realizarse en los ciclos de la naturaleza. La explicación de Heiberg
revela una forma particular de entender la temporalidad. El tiempo cíclico solo existe en la
naturaleza, es decir, solo en la naturaleza puede repetirse un momento (por ejemplo, en las
estaciones del año). En el plano espiritual, en cambio, el tiempo tiene un carácter lineal; cada
experiencia es única y, por lo tanto, irrepetible: el pasado deja de ser de forma definitiva.
Desde un punto de vista externo, Heiberg tenía razón: las experiencias, sentimientos o
disposiciones en cuanto fenómenos particulares y externos no pueden repetirse. Kierkegaard (a
través de Constantius) ilustra esto con el episodio del viaje a Berlín:
“El problema del joven es saber si la repetición es posible. Entretanto, me anticipé a parodiar esta cuestión
para él realizando un viaje a Berlín para ver si la repetición era posible. La confusión consiste en que el
aspecto más interior del problema sobre la posibilidad de la repetición se expresa aquí de un modo
externo, como si la repetición, para ser posible, tuviera que encontrarse fuera del individuo, cuando de
hecho debe hallarse dentro del individuo; por este motivo, el joven hace lo contrario y se conduce de
forma muy calmada. La consecuencia de este viaje es que desespero de la repetición y me hago a un lado
para abrirle el camino al joven, quien, en virtud de su originalidad religiosa, ha de descubrir la repetición.
De modo paulatino y gracias a las enseñanzas de la existencia, descubre la repetición. En su apuro, le
parece que Job ha experimentado la repetición, pues lo que tenía lo había recuperado de manera doble”. 47
Los versos de este poema (que de forma adecuada se titula “El viejo amante”) sugieren
que, aunque el joven se encuentra en la plenitud de su amor —ama y es correspondido— y, por
consiguiente, debería sentir esperanza en su relación con la muchacha, en realidad mira a su
amada como el anciano que recuerda un romance juvenil. Al intentar asegurar un instante en el
tiempo (la imagen idealizada de su amada a través del recuerdo), pierde no solo su futuro, sino
también su presente.
Aquí es importante echar un vistazo a la palabra danesa que Kierkegaard emplea en su
exposición. El joven desea detener el paso del tiempo anclando su existencia en el recuerdo
[Erindring]. El término Erindring, emparentado con el alemán Erinnerung, significa literalmente
“interiorización”, volver algo interior, despojándolo de sus elementos externos (su particularidad
contingente) y, por lo tanto, eternizándolo. Si se considera esto, es adecuado que el joven
permanezca en el anonimato, pues de cierta manera su persona carece de concreción. Así como
no tiene un presente (existe en el pasado), no tiene tampoco un nombre: carece de un Yo. Lo que
tiene es un pasado, el cual por su misma naturaleza ya no es. Cuando huye —y en la novela no se
menciona tampoco su localización geográfica, que es irrelevante—, el joven intenta recuperar su
presente y su futuro. Lo ha perdido todo, como Job.
Así, el temperamento poético experimenta el tiempo también de forma lineal, pero es
consciente de ello. Por eso quiere detener el flujo temporal a través del recuerdo. Mira hacia el
pasado (el recuerdo) cuando debería mirar hacia el futuro (la esperanza). En Constantin
Constantius se da el movimiento inverso. Él también concibe el tiempo de forma lineal y externa.
Sin embargo, en lugar de perderse en el recuerdo, intenta cómicamente “repetir” las experiencias
pasadas, en este caso la dicha de su primer viaje a Berlín. Constantius mira hacia el futuro (la
esperanza de la falsa repetición) cuando debería mirar hacia el pasado (el recuerdo de su primer
viaje). Desde luego, fracasa y concluye que la “repetición” es imposible.
Todo esto sugiere que para Kierkegaard hay una forma cualitativamente distinta de
experimentar el tiempo en la cual es posible la verdadera repetición. Aquí aparece Job como el
paradigma del individuo que ha logrado llevar a cabo la repetición. Él lo ha perdido todo.
Arruinado y aislado, se niega a maldecir a Dios. En lugar de eso, exclama: “El Señor dio, el
Señor quitó, alabado sea el nombre del Señor”. 49 ¿Qué es lo que Job “repite”? ¿De qué manera se
entiende y experimenta el tiempo en la historia de Job?
Al igual que en el caso del recuerdo, aquí es importante considerar el término danés que
Kierkegaard utiliza para referirse a la repetición: gentagelse (o Gjentagelse en danés del siglo
XIX). La palabra se compone del verbo at tage, “tomar” o “agarrar”, y el prefijo gen, el cual se
deriva a su vez del adverbio igen, “otra vez” o “nuevamente”. De esta manera, gentagelse
significa literalmente “retomar” o “recuperar”. Al igual que los filósofos de la antigüedad
quedaban perplejos ante la paradoja del movimiento, el paso del ser al no-ser, y buscaban el
sosiego de un punto firme e inmutable —el principio de la naturaleza, las ideas eternas platónicas
— en medio de la transformación constante, de igual forma Constantin Constantius busca
detener, por así decirlo, el paso del tiempo; la posibilidad de la repetición constituye para él la
posibilidad de recuperar el tiempo perdido: el pasado que ha quedado atrás, el presente que
constantemente se esfuma, el futuro que nunca llega. Su interés tiene un carácter existencial y,
por lo tanto, es preciso concluir que la repetición no es en sentido estricto una categoría
metafísica, sino existencial. No obstante, mientras perciba el tiempo de forma lineal su afán es
imposible de satisfacer.
En la temporalidad lineal es imposible que Constantius repita las emociones de su primer
viaje a Berlín o que Job recupere a sus hijos muertos. Si quisieran eso, estarían perdidos;
terminarían por desvanecerse en el pasado (si su inclinación es al recuerdo) o en el futuro (si su
inclinación es a la expectativa). Perderían su presente o, mejor dicho, se perderían a sí mismos.
En consecuencia, lo que se busca recuperar en la genuina repetición es el presente o, para seguir
con el mismo razonamiento, recuperarse a uno mismo.
Ahora bien, no se trata del presente temporal de la visión lineal del tiempo; no es el
presente que sigue al pasado y que antecede al futuro. Se trata, para utilizar la expresión de
Stephen Crites, de un presente eterno:
“A diferencia del presente temporal, del cual por lo demás es cercano, el presente eterno jamás se vuelve
pasado ni está amenazado por la disolución del futuro. Llena todo el horizonte de la conciencia y del ser.
Para aquellos que celebran el presente eterno es como si el pasado y el futuro fueran meras formas
psicológicas del presente temporal, del recuerdo del pasado de lo que ha sido y de la anticipación del
futuro de lo que será. Pero el presente eterno es lo-que-es, concentrando en sí la plenitud del ser”. 50
“¿Acaso no hay una repetición? ¿Acaso no lo recuperé todo por duplicado? ¿Acaso no me recuperé a mí
mismo, y precisamente de manera que ahora entiendo de forma doble el significado de esto? Frente a
semejante repetición, ¿qué es la repetición de los bienes terrenos, los cuales son irrelevantes frente a la
categoría del espíritu? Job solamente no pudo recuperar a sus hijos, porque una vida humana no se puede
reduplicar de este modo. Aquí solo es posible la repetición del espíritu, aunque en la temporalidad jamás
será tan perfecta como en la eternidad, la cual es la verdadera repetición”. 55
Job no puede recuperar a sus hijos, pero al recuperarse a sí mismo, lo hace con una comprensión
más profunda y plena. Lo que recupera lo recupera al doble. 56 La repetición no solo “toma de
nuevo [tage igen]”, sino que asimila y profundiza. La existencia de quien goza de la repetición es
más plena.
Conclusión
Aunque puede parecer un relato autobiográfico, La repetición —esa “obra insignificante y sin
ninguna pretensión filosófica”— intenta comunicar poéticamente una visión de vida, lo cual es,
como se ha dicho, el propósito y esencia de la novela, al menos de acuerdo con los estándares
estéticos kierkegaardianos. Al igual que Diógenes frente a los eleáticos, la novela arroja su
mensaje al mundo a través de ocasiones triviales: un viaje frustrado a Berlín y el amor
desafortunado de un joven anónimo. En el fondo, sin embargo, se encuentra la seriedad de la
existencia, encarnada en la figura de Job. Como novelista, Kierkegaard se vale de sus
experiencias particulares (la ruptura con Regina) para ilustrar un planteamiento universal, una
manera alternativa de experimentar el tiempo capaz de conducir a la plenitud existencial. Con La
repetición, el escritor danés hace suya la elevada misión del literato tal como la entendía Heiberg,
es decir, la responsabilidad de contribuir a remediar el mal de la época: el nihilismo.
Bibliografía
Notas
1
Cfr., por ejemplo, SKS 13, 12-13, / PV, 5-6. En este trabajo utilizo tres fuentes principales al citar la obra de Kierkegaard.
En primer lugar, la última edición danesa, los Søren Kierkegaards Skrifter, editados por Niels Jørgen Cappelørn, Joakim
Garff, Jette Knudsen, Johnny Kondrup y Alastair McKinnon. En segundo lugar, la última traducción al inglés (todavía
inconclusa) de los escritos póstumos de Kierkegaard, Kierkegaard’s Journals and Notebooks, editados por Niels Jørgen
Cappelørn, Alastair Hannay, David Kangas, Bruce H. Kirmmse, George Pattison, Vannesa Rumble y K. Brian Söderquist.
Por último, la traducción “estándar” al inglés de las obras publicadas de Kierkegaard, los Kierkegaard’s Writings, editados
y traducidos por Howard V. Hong y Edna H. Hong. En las referencias en las notas al pie incluyo, siempre que es posible,
una doble referencia: la primera a los Skrifter, y la segunda a alguna de las traducciones inglesas, dependiendo del caso. La
clave para leer estas referencias es la siguiente. Para los Skrifter, la abreviatura SKS, seguida por el número de volumen, el
número de página y, cuando se trata de los diarios y cuadernos de Kierkegaard, el número de entrada. Para los
Kierkegaard’s Journals and Papers, la abreviatura KJN, seguida por el número de volumen y el número de página. Para los
Kierkegaard’s Writings, la abreviatura correspondiente a cada obra (en este caso, PV, que corresponde a The Point of View;
ver lista de abreviaturas en la bibliografía al final), más el número de página. Para la reseña de Kierkegaard sobre Hans
Christian Andersen, De los papeles de alguien que todavía vive, cito también la traducción al castellano. Empleo aquí la
versión de Begonya Saez Tajafuerce; en la referencia uso la abreviatura PTV, seguida por el número de página.
2
Algunas excepciones notables que estudian a Kierkegaard como novelista o al menos como literato son las siguientes:
Billeskov Jansen, Frederik Julius, Danmarks Digtekunst: Romantik og Romantisme, Copenhague, Munskgaard, 1964;
Henriksen, Aage, Kierkegaards Romaner, Copenhague, Gyldendal, 1954; Mackey, Louis, Kierkegaard: A Kind of Poet,
Filadelfia, University of Pennsylvania Press, 1971; Walsh, Sylvia, Living Poetically: Kierkegaard’s Existential Aesthetics,
University Park, Pennsylvania State University Press, 1994.
3
Cfr., Thulstrup, Niels, “Kommentar og Personregister”, en Breve og Aktstykker vedrørende Søren Kierkegaard, 2 vols., ed.
Niels Thulstrup, Copenhague, Munskgaard, 1953-1954, vol. 2, p. 24.
4
Cfr., Fenger, Henning, Kierkegaard. The Myths and Their Origins in the Kierkegaardian Papers and Letters, trad. George
C. Schoolfield, New Haven y Londres, Yale University Press, 1980, pp. 89-96. Cfr., también, Garff, Joakim, “‘What did I
find? Not my I’: On Kierkegaard’s Journals and the Pseudonymous Autobiography”, en Kierkegaard und Schleiermacher.
Subjektivität und Wahrheit, eds. Niels Jørgen Cappelørn, Richard Crouter, Theodor Jørgensen y Claus Osthövener,
Kierkegaard Studies Monograph Series, vol. 11, Berlín y Nueva York, Walter de Gruyter, 2003, pp. 364-365.
5
En cambio, Billeskov Jansen clasifica O lo uno o lo otro en su conjunto como una novela. Louis Mackey, de forma
parecida, sugiere que la obra es en efecto una novela en la que la primera parte parodia la idea de la Bildung, mientras que la
segunda parte se inspira en ella. Cfr., Billeskov Jansen, Danmarks Digtekunst, pp. 301-305; Mackey, Kierkegaard: A Kind
of Poet, p. 274.
6
Aage Henriksen afirma también que La repetición puede considerarse una novela corta. Sylvia Walsh, en cambio, sugiere
que es más adecuado clasificar esta obra como una alegoría. Cfr., Henriksen, Kierkegaards Romaner, pp. 7-14; Walsh,
Living Poetically, p. 131.
7
Para un análisis más detallado sobre el realismo danés en los años veinte y treinta, cfr., Garff, Joakim, “Andersen,
Kierkegaard—and the Deconstructed Bildungsroman,” en Kierkegaard Studies Yearbook 2006, eds. Niels Jørgen
Cappelørn, Herman Deuser y Brian K. Söderquist, Berlín y Nueva York, Walter de Gruyter, 2006, pp. 86-87. Cfr., también,
Kastholm Hansen, Claes, Den kontrollerede Virkelighed. Virkelighedsproblemet i den litterære kritik og den nye danske
roman i perioden 1830-1840, Copenhague, Akademisk Forlag, 1975, pp. 14ss.
8
Garff, “Andersen, Kierkegaard—and the Deconstructed Bildungsroman”, pp. 86-87.
9
Para un desarrollo más completo sobre la importancia de Heiberg en Dinamarca, cfr., Fenger, Henning, The Heibergs,
trans. Frederick J. Marker, Nueva York, Twayne Publishers, 1971, pp. 118-141. Cfr., también, Stewart, Jon, A History of
Hegelianism in Golden Age Denmark, Tome I, The Heiberg Period: 1824-1836, Copenhague, C.A. Reitzel’s Publishers,
2007; Stewart, Jon, ed., The Heibergs and the Theater. Between Vaudeville, Romantic Comedy and National Drama,
Copenhague, Museum Tusculanum Press, 2012; y Schrøder, Vibeke, Tankens våben. Johan Ludvig Heiberg, Copenhague,
Gyldendal, 2001.
10
Cfr., Heiberg, Johan Ludvig, Om Philosophiens Betydning for den nuværende Tid, Copenhague, C.A. Reitzel, 1833, pp.
5-6.
11
Cfr., Heiberg, Om Philosophiens Betydning, p. 37.
12
Cfr., Andersen, Hans Christian, Kun en Spillemand. Original Roman i tre Dele, Copenhague, C.A. Reitzel, 1837.
13
SKS 1, 21 / PTV, 28.
14
Cfr., SKS 1, 21 / PTV, 29.
15
Ibid.
16
Andersen, Kun en Spillemand, primera parte, pp. 60-61.
17
Andersen, Kun en Spillemand, tercera parte, p. 133.
18
Andersen, Kun en Spillemand, segunda parte, p. 19.
19
Andersen, Kun en Spillemand, primera parte, p. 161.
20
Andersen, Kun en Spillemand, primera parte, p. 160.
21
SKS 1, 25-26 / PTV, 32-33.
22
Walsh, Living Poetically, p. 28.
23
SKS 1, 32 / PTV, 38.
24
SKS 4, 9 / R, 131.
25
Ibid.
26
Ibid.
27
Ibid.
28
Cfr., SKS 4, 12 / R, 134.
29
SKS 4, 14 / R, 136.
30
SKS 4, 15 / R, 137.
31
SKS 4, 15 / R, 138.
32
Ibid.
33
Cfr., SKS 4, 19-20 / R, 142-143.
34
SKS 4, 21 / R , 144.
35
SKS 4, 22 / R, 145.
36
Cfr., SKS 4, 27-30 / R, 151-154.
37
Cfr., SKS 4, 45-46 / R, 171-172.
38
Cfr., SKS 4, 61-63 / R, 192-193.
39
Cfr., SKS 4, 66-82 / R, 197-214.
40
SKS 4, 87-88 / R, 220-221.
41
SKS 8, 93 / TA, 98.
42
A propósito de esta idea, Mackey describe a Constantius como “un psicólogo en el sentido platónico de la palabra todavía
vigente a comienzos del siglo diecinueve, es decir, estudia las almas y los tipos de almas. Es un psicólogo experimental en
cuanto que coloca a gente en situaciones controladas en las que puede observar su conducta”. Mackey, Kierkegaard: A
Kind of Poet, p. 22. En este sentido, Kierkegaard como escritor de novelas encaja bien en este perfil de “psicólogo
experimental”.
43
Sobre la fragilidad psicológica de H. C. Andersen y su presunta ausencia de una visión de vida, cfr., Brøndsted, Mogens,
“H.C. Andersens personlighedsproblem”, en H.C. Andersen og hans kunst i nyt lys, ed. Jørgen Breitenstein, Odense, Odense
universitetsforlag, 1976, pp. 9-30.
44
SKS 15, 85 / Diarios V, p. 315.
45
Cfr., Heiberg, Johan Ludvig, “Det astronomiske Aar”, en Urania, Copenhague, H.I. Bing, 1844, pp. 77-160.
46
Cfr., Heiberg “Det astronomiske Aar”, pp. 97-98.
47
SKS 15, 69 / Diarios V, 289-290.
48
Da kommer en Drøm fra min Ungdomsvaar / Til min Lænestol, / Efter Dig jeg en inderlig Længsel faaer, / Du
Qvindernes Sol! Cfr., SKS 4, 13 / R, 136.
49
Job 1:21. SKS 4, 66 / R, 197.
50
Crites, Stephen, “The Blissful Security of the Moment. Recollection, Repetition and Eternal Recurrence”, en Fear and
Trembling and Repetition, ed. Robert L. Perkins, International Kierkegaard Commentary, vol. 6, Macon, Mercer University
Press, 1993, p. 236.
51
SKS 4, 10 / R, 132.
52
SKS 4, 81 / R, 214.
53
Cfr., Job 37:4; 38:1.
54
Cfr., SKS 4, 87 / R, 220.
55
SKS 4, 87-88 / R, 220-221.
56
Cfr., Job 42:10.