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ABC

EDITADO POR REDACCIÓN, ADMINIS-


PRENSA ESPAÑOLA TRACIÓN Y TALLERES:
SOCIEDAD ANÓNIMA CARDENAL ILUNDAIN, 9
6 DE MAYO DE 1989 41013 - S E V I L L A
FUNDADO EN 1905 POR DON TORCUATO LUCA DE TENA

A PRESENCIAS DE RICARDOGULLON
laba en el hoy. Era
en mi estudio, en el
cinco años y Darlington de Río
pico, casi treinta Piedras, hora del té.
y seis, no son nada y que muy cortas se dos: entre la clase de don Pedro Sali- Mis primeros trabajos de investigación
quedan las palabras del tangazo. Esos, nas—a la que asistí en mi primer año machadiana —dos breves libros: La pre-
todos esos hace desde aquel mediodía universitario— y el curso de Moder- historia de Antonio Machado y Poesías
inundado de luz, de vegetación exube- nismo, de Juan Ramón Jiménez —ya en de guerra de Antonio Machado— esta-
rante, de conversaciones por las mesas mis estudios de «Master»—, permane- ban ya en prensa, algún artículo tenía
vecinas. Hora del almuerzo en el come- cen en mi memoria unos cuantos nom- entonces entre manos y, próxima, la edi-
dor-terraza del Club de Profesores y bres, con rostros y palabras incitadoras, ción de José Bergamín —espléndida,
lleno casi total, cuando aquella figura informadoras, formadoras. Y fue precisa- para el momento en que don Pepe la
alta, traje claro y aire.de celtíbero no ha- mente no hace mucho, cuando, mientras realizó: 1940—. Hora del té y allí Ri-
bituado ai ritmo del trópico, avanzaba de preparaba una intervención que debía cardo: y don Antonio y Juan Ramón,
prisa, a pasos largos hacia una de las leer en un Congreso —un testimonio presencias invisibles y tema de la tarde.
mesas. «¿Será Ricardo Guitón, que llega personal sobre mis años de estudiante No recuerdo con exactitud cuáles fueron
en estos días?», dijo alguna voz cercana en la Universidad de Puerto Rico— noté las palabras mías: algo —probable-
a mí. Es la primera imagen que con- que un nombre imprescindible faltaba: mente— como: «es una lástima que aún
servo de la persona a quien pronto em- yo, profesora ya, no asistía como no exista una ediciórr completa de Anto-
pecé a tratar, a ver con frecuencia: la alumna a las clases del profesor Gullón nio Machado»; mas recuerdo con nitidez
persona que algunos años más tarde —aunque iba con mucha frecuencia
la respuesta-incitación de Ricardo: «¿Por
—ya cuando regresó a Puerto Rico para como oyente—; pero Ricardo, el amigo,
qué no la haces tú?» Y, si en el mo-
hacerse cargo de la Sala Zenobia-Juan era además un «maestro». Maestro
mento aquello me pareció casi dispara-
Ramón Jiménez— se me convirtió en «total», añadiré. Nuestras conversacio-
maestro y en amigo entrañable. nes —en mi casa, en la Sala Zenobia- tado, en los días siguientes empecé a
Juan Ramón— eran, entre tantas cosas, ver las cosas de otra manera: sobre
No sé cuánto tiempo estuvo Ricarda todo, porque Ricardo Gullón estaba dis-
un estímulo para hacer esto o aquello.
en Puerto Rico en aquella primera tem- puesto a seguir orientándome, a pensar
Ricardo, que tenía la capacidad de esti-
porada. Podría averiguarlo fácilmente, en una editorial adecuada, a dirigirse
mular, de incitar, estaba dispuesto siem-
pero no importa mucho ahora. Un curso —cuando lo pensó— a Guillermo de
pre a oír, a orientar, a convertirse en pa-
completo, me parece. Y se fue y yo tam- Torre y... dicho y hecho.
ciente lector de primerizos artículos.
bién me fui por unos años. En 1958, ya
él entre papeles de Juan Ramón en la Fue, pues, no hace mucho cuando La pregunta de Andrés Amorós trajo
«Sala», ya yo profesora en la Universi- entre mis recuerdos de la Universidad de aquella otra lejana pregunta-incitación
dad, vecinos en los apartamentos Dar- Puerto Rico el nombre de Ricardo Gullón («¿Por qué no la haces tú?») que, a su
lington de Río Piedras, aquel astorgano- vino necesariamente a unas páginas, vez, traía lugares, conversaciones, un
santanderino rebosante de simpatía y evocado como «maestro». Y fue más momento —Darlington de Río Piedras,
entusiasmo que conocí unos anos atrás, tarde aún —hace unas pocas sema- hora del té— que se enlazaba con otros
era, más cada vez, el amiga con quien nas— cuando reviví con nitidez una es- momentos, más lejanos aún —Juan
se habla durante horas y horas y que cena que permanecía en el semiolvido. Ramón, los simbolistas franceses, Mar-
tiene siempre un rato libre para escu- Fue hace unas pocas semanas: en un cel Proust— o menos lejanos, aunque
chan una persona con la cual la comuni- coloquio organizado y dirigido por más confusos porque se superponen: Ri-
cación es posible. Fueron dos años Andrés Amorós se le ocurrió — a cardo, ya por varias Universidades nor-
—cronológicamente hablando— de con- Andrés— hacerme una pregunta que, teamericanas visitando Puerto Rico con
versaciones, de consultas —mías a él— curiosamente, nadie me había hecho frecuencia; luego, bastante "más tarde,
sobre lecturas, sobre poetas, sobre mis antes: qué me impulsó a reunir las obras Ricarda aquí, de pasa, hora del té en mi
primeros artículos y cómo y dónde publi- de Antonio Machado (se refería a la edi- casa madrileña, ahora yo entre papeles
carlos... Pero aqueHa temporada tan ción argentina de 1964, bastante com- y poesía de Juan Ramón («Creo que lo
llena de cosas fue un «tiempo vital» (en pleta en su momento). No hubo un qué, que estoy haciendo es aquella antología
lenguaje de Bergsort) que duró, al sino un quién, dije: Ricardo Gullón. Y, de la que hablábamos hace tantísimo
menos para mí, mucho más de dos súbitamente, como en iluminación prous- tiempo», dije). Lugares, horas que se en-
anos. tiana, un instante del pasado se insta- lazan con otras horas, con otros lugares,
Supongo que todo aquel que ha te- escenas, pero... Pero sospecho que al-
nido «maestros» piensa de vez en gunos lectores estarán pensando que
cuando en lo que a cada uno de ellos debí de titular estas páginas: «Ricardo
debe. En esta profesión —me refiero a Gullón y yo», y tal vez estén en lo cierto.
la de la escritura—' es cosa que suele Mas ¿por qué no traer a colación aque-
preguntársenos con frecuencia. En mi llas palabras de don Miguel, maestro de
caso se da la circunstancia de que algu- todos? «Perdonadme que hable de mí
nos «maestros» y «profesores» coinci- —repito yo ahora—, pero es el ejemplo
den —lo que no siempre sucede—. A fi- que tengo más a mano.» No soy, sin
nales de la década del cuarenta y Para hacer llegar sus mensajes duda, la única persona que encontró en
comienzos de la del cincuenta, tuve la comerciales a todo el mundo. Ricardo Gullón un amigo y un maestro:
fortuna de asistir en la Universidad de creo que al escribir mi nombre estoy ha-
Puerto Rico a los cursos que allí impar- blando en nombre de muchos.
tían algunos inolvidables maestros, tanto
puertorriqueños como españoles exilia- Aurora de ALBORNOZ

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