Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Construcción y alteridad.
El arte sabe bien que la memoria es un campo de luchas en el que se
debate estratégicamente el espectro de lo posible. Dando forma al pasado,
comprometiendo al futuro y condicionando al presente (Schmucler, H., 2001:
5-9), la memoria, en su temporalidad compleja, trabaja sobre la idea de que su
permanencia corre bajo la amenaza del olvido. Así, poniendo de manifiesto
cierta mirada sobre la memoria colectiva, ella emerge como territorio de
tensiones entretejido por recuerdos que pelean por su actualización, que se
debaten por ser, que se anudan para evitar los “saltos” del tejido. El temor,
entonces, es a que se olvide lo que debe ser recordado, pues la memoria –o el
modo en que el siglo xx dominantemente la ha pensado-, apela a cierta
dimensión performativa: hacer recordar para no olvidar, es un hacer no repetir.
La tensión juega en el campo de las elecciones: pues los recuerdos que la
configuran siempre podrían ser otros. Y en esa alteridad, justamente, radica
parte del problema ya que no es fácil alcanzar una coincidencia –no digamos
plena, sino un acuerdo más o menos general- acerca de lo que debiera ser
colectivamente recordado.
Aún si, como puede advertirse en la marca del siglo XX, existe un punto
de acuerdo acerca de la necesidad de una memoria permanente sobre los
acontecimientos de violencia ominosa, debemos atender al hecho de que la
definición de esa arquitectura del espanto supone al menos dos dificultades:
definir qué recordar y establecer, además, cómo debe aquello ser recordado.
Ambos interrogantes se condicionan y han dado lugar a un intenso debate en el
campo de los lenguajes audiovisuales, lenguajes sospechados desde ciertos
enfoques. Recuperado por Alejandro Baeri, quien recorre algunas de la zonas
clave de dicha discusión, propone, a mi juicio, una focalización central: restituir
2
meta. No digo, como los historiadores se cuidan en decir, que el cine vaya a
sabiendas contra la verdad, que busque mentir. Sino que el cine, en tanto
práctica artística, tiene frente a los modelos de representación instituidos, otro
desafío: crear una imagen (nueva) de la memoria del horror. Es claro que
asumo con esta afirmación una cierta posición frente a lo que considero la
especificidad del arte, la que, también es cierto, no es ella nueva, pues cuando
decimos imagen, lo hacemos en el sentido formulado por Sergei Eisenstein
(1942, [1997]), veamosxi.
Si acordamos que el cine no puede ser reflejo de su objeto y que éste
(sea la historia, la memoria o la realidad) xii no existe por fuera de su encuentro
con el cine y con otros universos de representaciones, establecemos que
aquello que se ha escrito, pintado, cantado, filmado y postulado sobre la
historia, la memoria y la realidad, configuran lo que pensamos y conocemos
como la historia, la memoria y la realidad. Debemos, entonces, introducir la otra
discusión: la forma y el contenido no son términos independientes, sino que,
para decirlo de modo simplificado, ambos se condicionan –el problema no es
sólo la relación «entre», sino también la naturaleza de lo que sería el cada uno
de la relación-. Por ello, cuando se señala la prohibición a estetizar el horror y
se sospecha del cine y se condena en singular a cierto cine por ser
particularmente “esteticista” ocurren dos cosas, o bien, se olvida que todo cine
manifiesta una estética, o bien, se omite la discusión sobre los postulados que
sostienen dicho rechazo y dicho olvido. O ambos. ¿O acaso ignoramos que el
estilo llamado “crudo”, aquel de la cámara en mano, el grano de película
marcado, el uso del plano secuencia y los errores de iluminación que se dejan,
que se elige dejar, es una propuesta posible, entre otras, y en tanto tal, parte
de una concepción sobre el hacer? Es decir: un tipo de propuesta estética, un
modo de estatización. Su crudeza no deriva de una mayor aproximación a la
realidad, sino que opera como resultado de la serie estilística a la que se
integra, como por ejemplo lo hace, respecto los postulados del cine
neorrealista. La ilusión referencial tiende hacernos olvidar eso que el arte sabe
bien –no existe ni antagonismo ni independencia entre forma y contenido-, eso
que Eisenstein sabía cuando, con su agudeza extraordinaria, concebía al
montaje en términos de un «principio unificador» cuya maravilla residía, no en
crear la ilusión de continuidad tempo-espacial –mirada muy limitada sobre el
8
Bibliografía citada:
Baer, Alejandro (2006), Holocausto. Recuerdo Y Representación, Losada,
Barcelona.
Baer, Alejandro (2002), “Auschwitz y el cine”, artículo publicado en internet, en
el sitio del Instituto de filosofía del CISC, España, sección del Proyecto de
investigación del Instituto de Filosofía del C.S.I.C., La filosofía después del
Holocausto, Textos. Link: http://www.ifs.csic.es/holocaus/textos/cine.doc. No
figuran los datos de publicación (fecha, ni si ha sido publicado en gráfica).
Eisenstein, Sergei (1942), El sentido del cine, Siglo XXI, Bs As. [5ta ed cast.,
1997]
Goodman, Nelson .(1978), Maneras de hacer mundos, Ed. Visor, Col. La
balsa de la medusa, Madrid [1ra ed cast 1990].
Metz, Christian (1977), Psicoanálisis y cine. El significante imaginario,
Gustavo Gilli, Barcelona, [1era ed cast., 1979]
Schmucler, Héctor (2001), Las exigencias de la memoria, en Revista Punto de
Vista Nº28, Bs As, 2001. págs 5-9.
Verón, Eliseo, (1998), La semiosis social, fragmentos de una teoría de la
discursividad, Ed. Gedisa, Bs.As.
i
Mi primer contacto con su producción fue a través de su artículo Auschwitz y el cine, publicado en
internet Y luego, con el libro Holocausto. Recuerdo y representación (2206) , donde amplía aspectos
desarrollados en el citado articulo digital.
ii
“Lo inolvidable” en Pensar al cine 1. imagen, ética y filosofía. Ed. Manantial, Buenos Iares, 2004.
iii
Se hace claro reenvío a “De la abyección” de Jacques Rivette o al modo en que Serge Daney introduce
dicha referencia en “El travelling de Kapo”.
10
iv
Adorno lo plantea, ligado a la educación “ La exigencia de que Auschwitz no se repita es la primera de
todas en la educación” Adorno, Th. (1969), “la educación después de Auschwitz” en Consignas,
Amorrortu, Madrid, [ed cast. 2003],
v
La referencias al artículo Auschwitz y el cine, formato digital, toman la fecha de la última actualización,
02-Jul-2002, y las referencias de páginas coinciden con su numeración en el formato digital. Esto se debe
a que no figuran los datos de publicación original, tales como fecha o si ha sido publicado en gráfica. El
sitio donde se halla dicho artículo es: Instituto de filosofía del CISC, España, sección del Proyecto de
investigación del Instituto de Filosofía del C.S.I.C., La filosofía después del Holocausto, Textos. Link:
http://www.ifs.csic.es/holocaus/textos/cine.doc.
vi
En Psicoanálsis y cine, y más puntualmente en el apartado “ir al cine”, Christian Metz analiza las
características del tipo de intercambio que favorece la institución cinematográfica, en tal sentido señala
“La segunda máquina, es decir, la regulación social de la metapsicología espectatorial, tienen como la
primera [maquinaria mental ligada al hábito de ir al cine y consumir films ], la función de entablar si cabe
con las películas una buena relación de objeto; la «mala película», también aquí, es un fallo de la
institución: la gente va al cine porque tiene ganas, no porque le repugne, y va con ansias de que la guste la
película, no de que le disguste. Así, el placer fílmico y el displacer fílmico, aunque correspondan a los dos
objetos imaginarios fabricados por la disyunción perseguidora que describe Mélinie Klein, no se
encuentran desde nuestra óptica en posición de auténtica simetría, dado que la institución apunta por
entero al placer fílmico y sólo a él” (Metz, 1977, [1979]: 14 )
vii
“Baer señala que : cine y la televisión pertenecen a la industria de la cultura y esta vinculación anula
de entrada su legitimidad para representar el Holocausto” y dice luego “Esta es la perspectiva apocalíptica
de la cultura de masas (en la terminología que emplea Umberto Eco) que ha impregnado la recepción
crítica de las producciones cinematográficas sobre el Holocausto y que se remonta a las críticas de los
teóricos de la Escuela de Frankfurt.” Op cit. Pág 2
viii
He trabajado este aspecto con relación a la estética realista en “Estrategias del realismo: estética
audiovisual y el efecto de verdad”. Actas del I Congreso iberoamericano de investigación artística y
proyectual (CIDIAP), La Plata, 3, 4 y 5 de noviembre de 2005.
ix
Se toma discurso en los términos de la semiótica, en particular siguiendo la definición propuesta por el
Eliseo Verón en La semiosis social, fragmentos de una teoría de la discursividad, Ed. Gedisa, Bs.As.
1998.
x
Sobre esto puede verse la discusión que propone Goodman, Nelson en .(1978), Maneras de hacer
mundos, Ed. Visor, Col. La balsa de la medusa, Madrid [1ra ed cast 1990].
xi
Releyendo advierto que la expectiva del cine como arte ligada a la creación de una imagen nueva, de un
mundo nuevo, va en el sentido de la preocupación adorniana, por cuanto sostiene la necesidad de cambiar
las condiciones (por ejemplo educativas) que habilitaron las políticas del exterminio.
xii
Evidentemente la historia, la memoria y la realidad son objetos diferentes, no obstante no nos
detendremos aquí en establecer dicha distinción, como la que se propone establecer entre historia y
memoria -caso de Schmucler en el artículo que se ha citado-, puesto que nos conduce a otro campo de
problemas de los que aquí desarrollamos.
xiii
Por montaje horizontal y vertical se define tanto a las combinaciones que se dan en la sucesión, como
las que se dan en simultaneidad. Es decir, que incluye tanto la relación entre un plano y otro, como la
relación de simultaneidad que se según las características en la configuración del plano, incluyendo
también, la relación simultánea entre imagen y sonido.
xiv
¿Es necesario recordar lo que hoy ocurre con la desaparición de Julio López y el silencio que rodea su
ausencia?