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Privatización 13/09/23, 12:19

LAS FUJIPRIVATIZACIONES Y LOS CUENTOS DEL DOCTOR BOLOÑA

Escribe: Javier Diez Canseco

(Publicado en La República el 20.6.99 con el título "Fracasan las Privatizaciones")

Un tema polémico, entre el Gobierno y los sectores de oposición (así como al interior de éstos), es el del papel del
Estado en la economía y, particularmente, el efecto de la política de privatizaciones impuesta por el régimen
fujimorista. Recientemente, como corresponde a quien no puede ocultar su corazoncito de candidato presidencial, el
ex ministro de Economía Carlos Boloña ha defendido -mediante un artículo editorial- la política de privatizaciones que
impuso en su gestión. Sus argumentos, unilaterales y ajenos a los problemas diarios de la gente, sólo reafirman su
adhesión al fundamentalismo neoliberal que lo llevó a embarcarse en el golpe del 5 de Abril con Fujimori.

¿ES UN ÉXITO LA PRIVATIZACIÓN?

Boloña sostiene que Sí... pero la mayoría de los peruanos han respondido NO.

Así como en Mayo pasado 69% de los limeños desaprobaba la política económica (Apoyo), desde hace casi 2 años y
con mejor situación económica -julio de 1997 (Datum)- el 62.3% de la población, en todos los niveles
socioeconómicos y edades, opinaba contra el proceso de privatización y consideraba que debería detenerse.

¿Se ha preguntado el señor Boloña porque los peruanos se han pronunciado en contra de la privatización? ¿Están
locos? ¿Son ignorantes? No, tienen argumentos: los principales aspectos negativos señalados por los opositores
fueron que las privatizaciones generan desempleo (28.8%), despidos y reducción de personal (7.3%), aumentan en el
costo de los servicios públicos (13.3%), desnacionalizan el aparato productivo al vender recursos peruanos a los
extranjeros, alientan bajos salarios, dan mal servicio o abusan de los usuarios y, finalmente, muchos desconocen el
destino del dinero recaudado, es decir, hay falta de transparencia.

Y no es que la gente crea que las empresas estatales hayan sido o sean la panacea y no presenten serios problemas,
ineficacias o corruptelas por manejos partidistas o de grupo. Los peruanos hemos vivido las empresas estatales y las
empresas privatizadas y hemos constatado pros y contras, para hacer un balance. Por eso mismo, un 11.9% de los
encuestados en 1997 anotó mejoras en los servicios, el 6.7% consideró que la privatización haría que el Estado no
pierda más dinero y evitaría la corrupción, el 5.2% opinó que el Estado manejaba mal las empresas, el 3.7%
manifestó que la privatización ha traído acceso a mayor tecnología y mayor competencia en el mercado (3.0%).

La verdad es que se anunció -como lo quiere seguir haciendo Boloña- que la privatización haría crecer el empleo,
bajaría los precios, mejoraría los servicios públicos, terminaría con las coimas, y permitiría al Estado recursos para
mejorar la educación, la salud y atender a los más necesitados.

DEL DICHO AL HECHO, HAY MUCHO TRECHO

La realidad resultó muy diferente. No menos de 80,000 trabajadores fueron obligados a renunciar o despedidos de las
empresas privatizadas. Las tarifas sociales de los servicios básicos (luz, agua, gas doméstico, gasolina, kerosene)
fueron eliminadas y los precios elevados, en algunos casos, hasta en 10 veces.

El Estado gastó $1,298 millones de dólares, según estima el propio Boloña, en sanear las deudas y reestructurar las
empresas a vender. Ese monto equivale a 10 años del programa del Vaso de Leche que alivia el hambre diaria de 5
millones de niños. ¿Eficaz, no? Pero para los nuevos propietarios que adquirirían empresas limpias de deudas y
obtendrían utilidades rápidamente. Además, se concedió a los compradores, preferente extranjeros, todo tipo de
facilidades y privilegios tributarios para reducirles el pago de impuestos, tantos que los empresarios nacionales
muchas veces han dicho que solo quieren que se les trate como foráneos.

Los sindicatos y la negociación colectiva casi han desaparecido de las empresas privatizadas. Los sueldos y salarios
reales han caído, mientras se multiplican los "service". Se ha precarizado el trabajo y -en muchos casos- sigue
campeando la corrupción, a lo que se agrega el abuso con los usuarios.

Ciertamente se han producido algunos cambios. Se ha extendido la cobertura de los servicios, aunque más caros.
Hoy efectivamente no se debe esperar 2 ó 3 años para tener una línea telefónica, ni su instalación cuesta tanto, pero
son decenas de miles los teléfonos que cada mes son retirados por falta de pago.

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La mejora en los recursos del Estado deja mucho que desear pues gran parte del dinero de las ventas -unos $ 2,236
millones de dólares- se han ido en sanear empresas a vender y en lo que han cobrado o gastado las Comisiones de
Privatización (Copri y Cepris). Así, la educación y la salud están en muy mal momento. El gobierno se niega a publicar
los resultados de un estudio realizado en América Latina que demuestra que, en educación, el Perú está a la cola de
todos los países. Claro, si los maestros ganan $180 dólares al mes y los estudiantes peruanos de las escuelas
públicas solo estudian 400 horas al año en promedio, y los chilenos casi 2,000. En cuanto a salud, muchos sectores
populares se han recluido en la medicina tradicional porque no les alcanza para cubrir las cuotas que ahora se cobran
en los hospitales estatales, y los sectores medios han abandonado las clínicas privadas para atenderse en los
hospitales del Estado.

Hoy los usuarios enfrentan monopolios muy poderosos que controlan servicios y bienes básicos como en la luz,
gasolina, kerosene y teléfonos, mientras entes como Sedapal actúan como privados mientras esperan ser
privatizados. Por eso, y por los requerimientos de su propio desarrollo regional, poderosos movimientos en Cuzco,
Puno y Huancavelica demandan la reconstrucción de la Hidroeléctrica de Machupicchu, la creación de ElectroPuno
sobre la base de San Gaban y la no privatización del Mantaro.

LAS SINRAZONES DE BOLOÑA

El ex ministro, dogmáticamente, considera que toda empresa pública es mala e ineficiente y que, por el contrario, toda
empresa privada es buena y eficiente. La realidad, no sólo en el país sino en el ámbito internacional, nos muestra que
no es así, malas y buenas hay en ambos lados.

El ex ministro, jugando a ser un "técnico independiente", señala que no hay razones técnicas para que existan
empresas estatales. Afirma que sólo por razones políticas pueden existir empresas públicas es decir, por "seguridad,
monopolios naturales, bienes públicos y externalidades o absorber empresas quebradas".

¿Valorar sólo los beneficios de los empresarios privados es técnico o político? ¿Tomar en cuenta la obligación del
Estado de proteger los intereses económicos de los trabajadores, consumidores, pobladores, y del país es técnico o
político? Para Boloña lo primero es técnico y aséptico, lo segundo es político y sucio. La verdad es que ambas son
decisiones políticas y se valen de elementos técnicos para implementarse.

No se puede considerar, de plano, como una decisión meramente política, y no técnica, la estatización de una
empresa quebrada si es que, dado el caso, ésta se realiza en función de resguardar intereses económicos más
globales. Por ejemplo, en México el gobierno, durante la llamada 'Crisis del Tequila' (1995), estatizó la banca
mexicana para evitar una catástrofe económica mayor. Y en el Perú acaban de "estatizar" el Banco Latino para evitar
su quiebra y -con ello- un daño a los ahorristas y a todo el sistema financiero.

Es evidente que el manejo partidista de las empresas públicas es un riesgo, al igual que las prácticas oligopólicas es
un riesgo de las grandes empresas privadas. Pero ello se puede evitar con una gestión trasparente y fiscalizada por
los usuarios, o con legislación y controles antimonopólicos. Por evitar la politización no se puede negar toda actividad
empresarial del Estado, como tampoco no se puede tachar a todas las grandes empresas privadas por evitar las
practicas monopólicas y oligopólicas El dogmatismo es lo peor que le puede suceder a cualquiera que se dedica a
escribir sobre "Lecciones de Economía", señor Boloña.

Finalmente, Boloña olvida que hay empresarios privados que actúan, y mucho, en política para obtener privilegios.
¿Recuerdan a Camet? Todos hemos visto como se dictan, muy rápidamente, leyes a la medida de los requerimientos
de las grandes empresas. Además, ¿no hizo el señor Boloña uso su investidura y los recursos del Estado para
propagandizar las supuestas bondades de las AFP y resultó siendo accionista de una no bien terminado su paso por
la cartera ministerial?

BOLOÑA: LAS RAZONES PARA PRIVATIZAR

Para Boloña las razones de la privatización son: "reducción del tamaño del gobierno, generar ingresos fiscales,
mejora la productividad y eficiencia, despolitizar las empresas y difundir el accionariado".

El profesor de Economía confunde el tamaño del gobierno central, con el tamaño de la actividad integral del sector
público. Los trabajadores de las empresas públicas no son parte del Gobierno Central. Y las privatizaciones muchas
veces obligan al gobierno central a crear nuevos organismos, con nuevos empleados, para controlar los sectores
privatizados. En cambio, por ejemplo en el caso del petróleo, si mantiene su actividad empresarial, ese control es
realizado con el personal de la misma empresa pública, lo que implica una menor carga administrativa del gobierno

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central, pues delega esa función en la empresa pública.

En segundo lugar la reducción del tamaño del gobierno no es un objetivo per se. Lo que debe ser perseguido es un
gobierno central eficiente, en beneficio de los servicios que el Estado debe dar a todos los pobladores.

Sólo a manera de ejemplo: En el proceso de privatización de Petroperú, lo primero que se vendió fueron los grifos y
luego la refinería de Ventanilla. Años más tarde el gobierno se percata del error cuando se encuentra imposibilitado de
evitar abusos en el manejo de los precios de la gasolina y Fujimori lanza la ridícula campaña de "¿O te sobra la
plata?" que no detuvo las alzas ni el abuso.

Finalmente, ¿quién puede creer que con las privatizaciones los peruanos somos más propietarios de nuestro país y
de las empresas que aquí laboran? Sólo Boloña.

¿SE UTILIZÓ BIEN EL DINERO DE LA PRIVATIZACIÓN?

El ex ministro del 5 de Abril justifica la privatización realizada en el país, con el argumento de que se utilizó bien los
recursos de la privatización, afirmando que se destinó a la "reducción de la deuda pública, la reducción de la deuda
con los jubilados o en inversiones de infraestructura o alivio a la pobreza".

Cabe aclarar en primer lugar que el ingreso por privatizaciones es por una sola vez. En segundo lugar, que a pesar de
que hemos pagado cerca de $10,000 millones de dólares de deuda externa durante el gobierno de Fujimori, debemos
más de lo que debíamos cuando él entró a gobernar el país. Y de las pensiones de los jubilados ni digamos, porque
son una miseria gracias a la hiperinflación del régimen anterior y a la liquidación del IPSS como sistema de seguridad
social que nos legó Boloña.

Dice don Carlos que hemos obtenido US$ 8,656 mlls. por las ventas. Esta cifra es una verdad a medias pues debe
descontarse no solo los 1,298 millones reconocidos por Boloña como costos de reestructuración (léase asunción de
deudas) sino los 938 millones que el ex ministro González Izquierdo reconoce como costos del proceso de
privatización. En resumen el 26% del valor de venta de las empresas se ha esfumado. El gobierno sólo recibirá 6,420
millones, de los cuales una parte aun está pendiente de pago. Actualmente sólo están depositados en bancos del
exterior US$ 3,531 millones, sin que siquiera sepamos en qué bancos.

El grueso de los recursos obtenidos por privatización ha estado depositado en cuentas del exterior a una tasa anual
de interés de no más del 5%, mientras que, al mismo tiempo, el Estado continuaba endeudándose a tasas muchas
veces mayores al 10%. ¡Que tal eficiencia!

Algo se ha destinado a programas llamados de alivio a la pobreza. Las cifras exactas no se conocen. Pero lo
incorporado al presupuesto público entre 1995 y 1999 se estima en US$ 1,800 millones (20% de lo vendido). Pero
como el propio Boloña ha criticado en otras oportunidades, parte de los programas llevados acabo con estos
recursos, han tenido una clara orientación partidaria - política. Tanto es así que él mismo cuestionó el excesivo gasto
público realizado meses antes de la campaña electoral del 1995, que después provocó la recesión de 1996. Es decir,
el dinero de la privatización sirvió para perpetuar a un gobierno centralista, antidemocrático y autocrático.

A los jubilados se les prometió que se destinaría un fondo de 1,300 millones de US$ para el crear el FONAPHU, pero
sólo se les concede los intereses de dicho fondo.

Argumenta Boloña que con la privatización se elimina la pérdida por US$ 1,685 millones que las empresas públicas
generaron entre 1985 y 1989. En realidad esta pérdida fue como consecuencia de los subsidios a los precios de los
bienes y servicios generados por las empresas públicas. El alza de precios (iniciado con el fujishock, en agosto de
1990) terminó con las pérdidas y generó utilidades en la mayoría de las empresas públicas sin que se hubiesen
vendido. Es el caso de Electroperú, Petroperú, Centromín Perú, Corpac, Enapuperú, entre otras. Por otro lado, las
empresas públicas perdían, pero los usuarios, en especial de los sectores populares, pagaban tarifas muy bajas.

Casi para terminar, Boloña también apunta como un beneficio al país los compromisos de inversión asumidos por los
inversionistas extranjeros. A fines de 1998 alcanzaban los US$ 7,042 mlls. Pero, curiosamente durante su gestión
hubo bastante inoperancia para garantizar que se cumpla con este "beneficio". Por ejemplo, en el contrato de
privatización de Hierro Perú no se estableció penalidad por el incumplimiento del compromiso de inversión del
comprador que ascendía US$ 137 millones. Al incumplir, no pasó nada.

Los compromisos de inversión no tuvieron condicionantes de creación de empleo, uso de insumos nacionales, etc.

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Las inversiones realizadas además de un elevado componente de bienes de capital e insumos importados, no han
redundado en un crecimiento del empleo, ni han absorbido la mano de obra expulsada del proceso de privatización,
aunque sí se han introducido innovaciones tecnológicas en ciertos ramos.

Más aún, fue durante la gestión del Señor Boloña en que se abre excesivamente la economía nacional a las
importaciones en un contexto de dólar barato. Ello abarató el precio de bienes de capital e insumos importados,
encareciéndose así relativamente el costo del factor trabajo y perjudicando a sectores de la industria nacional con
importaciones baratas.

Finalmente, se señala como beneficios los impuestos pagados por las empresas privatizadas. Pagar impuestos es un
deber de todos. Las empresas públicas, que en su gran mayoría arrojaron utilidades al modificarse su manejo en
función de las señales del mercado, se convirtieron en grandes contribuyentes. Y las empresas hoy privatizadas
también deben hacerlo, aunque con privilegios tributarios muy grandes.

A fin de cuentas, ¿quién tiene razón, don Carlos Boloña o la mayoría de los peruanos?

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