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¿Cambia nuestro cerebro cuando

hacemos ejercicio?
Published: March 1, 2022 7.46pm GMT

Author

1. Javier Güeita Rodríguez

Profesor en Facultad de Ciencias de la Salud, Universidad Rey Juan Carlos

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El movimiento es la base de nuestra interacción cotidiana. Lo efectuamos tanto para
desplazarnos (caminar o correr) como para alcanzar objetos, relacionarnos con el resto
de las personas o solucionar problemas. Por ejemplo, salvando caídas por agujeros del
pavimento.

Engloba una serie de componentes corporales (sensoriales, cognitivos y motores) e


influyen en él factores sociales, del entorno y personales.

¿A qué llamamos ejercicio?


El ejercicio es toda aquella actividad sistematizada, repetida y planificada, con objetivos
cardiovasculares y musculares. Se puede prescribir de manera terapéutica, ya sea
analítica o funcional. Todo ello depende de los objetivos buscados en personas que
padecen alguna enfermedad.

Es bien conocida la cantidad de beneficios que aporta al organismo el simple hecho de


ser activos. Pero en la última década, hacerlo de manera sistemática y frecuente está
mostrando además enormes beneficios en el cerebro. Esto depende también del tipo de
ejercicio realizado, la intensidad alcanzada y las diferentes posibilidades de evolución.

Como consecuencia, también promueve nuestra salud cerebral. Así, ayuda a prevenir el
deterioro cognitivo y demencia, permite tratar enfermedades neurovasculares y
neurodegenerativas y protege al sistema nervioso durante la evolución de las mismas.

Así cambia el cerebro cuando hacemos ejercicio


Existe abundante y sólida evidencia científica que muestra la relación entre la práctica
de ejercicio y las adaptaciones cerebrales que se producen. Por ejemplo, al empezar a
hacer ejercicio, la contracción muscular demanda mayor volumen de sangre bombeado
por el corazón. Esto hace que aumente la llegada de flujo sanguíneo al cerebro a través
del sistema cardiovascular.

Tales aportes sanguíneos permiten la llegada de oxígeno y nutrientes al cerebro.


Recordemos que estos son tremendamente necesarios en casos de lesiones del sistema
nervioso, pero igualmente indispensables para el buen funcionamiento de este órgano.

De la misma manera, la mayor perfusión cerebral posibilita la creación de nuevas vías


vasculares que canalicen ese flujo (angiogénesis). Todo ello da paso a la liberación de
factores de crecimiento, principalmente neurotróficos, tremendamente importantes a la
hora de crear nuevas uniones neuronales (sinaptogénesis).

Este proceso biológico aumenta la eficiencia neural y la plasticidad sináptica. Es decir,


la propensión natural del cerebro a responder dinámicamente a los estímulos.

Además, incrementa el volumen cerebral, permitiendo mejoras en las funciones


ejecutivas, el aprendizaje y la neuroplasticidad. Estos cambios mejoran el
funcionamiento de las estructuras y circuitos involucrados en la cognición y en la
actividad motriz.
El ejercicio como medicina
El ejercicio ayuda a mantener nuestro corazón y cerebro lo más sanos posible. Lo hace
en cualquier etapa y situación de nuestra vida, debido a las adaptaciones estructurales y
funcionales que genera. Mantener un estilo de vida activo previene sufrir enfermedades
relacionadas con la vida sedentaria.

Además, realizarlo de manera terapéutica cuando una enfermedad aparece permite


afrontar e intentar recuperar los síntomas que provoca a corto y medio plazo en el
cerebro. De la misma forma, genera un efecto neuroprotector a largo plazo, evitando las
recaídas y el rápido progreso de enfermedades neurológicas.

¿Qué tipos de ejercicios benefician al cerebro?


Elegir el tipo de ejercicio es fundamental. Debe ser motivador y se debería poder
practicar de manera continua. Es decir, que encaje en nuestro ritmo de vida.

Para poder elegir el más adecuado, la neurociencia, de nuevo, nos aporta evidencia
acerca de qué zonas del cerebro se activan al hacer ejercicio (hipocampo y corteza
prefrontal principalmente). Por eso, cuando se prescriba en casos de discapacidad,
debemos tener muy en cuenta el programa de ejercicio terapéutico diseñado.

Podemos distinguir, según la Asociación Americana de Cardiología y la Asociación


Americana de Ictus, diferentes tipos: aeróbico, de fuerza, de coordinación y de
estiramientos activos. Lo ideal sería que pudieran alternarse.

¿Cómo prescribir ejercicio adecuadamente?


No hay una propuesta global. La premisa fundamental es adaptarlo a las necesidades de
cada uno. Siempre de forma individual. Por eso, es importante tener un abanico de
posibilidades en función de las capacidades y necesidades.

Cada tipo de ejercicio aporta mejoras específicas si se dosifica adecuadamente, si se


hace a menudo (frecuencia) y con cierta carga de trabajo (intensidad). Además, debe
tener una duración mínima, empezar lo antes posible (tanto en presencia o ausencia de
enfermedad) y contar con posibilidades de progresar para motivar, retar y aportar
mejoras continuamente.

Aquí radica el éxito de los programas de ejercicio en personas con muy distinta
sintomatología neurológica. Para cada una se deben ajustar individualmente los
componentes anteriores. Esto asegurará que los efectos del estrés que produce el
ejercicio sean beneficiosos. Deben generar tensiones y esfuerzos fisiológicos que
permitan adaptaciones progresivas del sistema nervioso, nunca estresando en exceso.

Por último, es importante ofrecer posibilidades de hacer ejercicio en distintos entornos


motivadores para personas con capacidades reducidas. Necesitan retar su esfuerzo
fisiológico mediante el ejercicio, pues, como hemos visto, es fundamental para
estimular las adaptaciones que conducen a cambios en su salud cerebral a corto, medio
y largo plazo.
Por eso debemos promover entornos factibles e intensidades accesibles, que en conjunto
harán el ejercicio posible. Así que, activemos los músculos, activemos el corazón, ¡y
activemos el cerebro para tener una vida más sana¡

 cerebro
 neuronas
 deporte
 actividad física
 actividad neuronal
 ejercicio físico
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Jo Adetunji

Editor, The Conversation UK

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