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Cahiers de linguistique

hispanique médiévale

El diccionario del lenguaje antiguo castellano, de Ramón Cabrera


Juan Ramón Lodares

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Lodares Juan Ramón. El diccionario del lenguaje antiguo castellano, de Ramón Cabrera. In: Cahiers de linguistique
hispanique médiévale. N°16, 1991. pp. 183-188 ;

doi : https://doi.org/10.3406/cehm.1991.965

https://www.persee.fr/doc/cehm_0396-9045_1991_num_16_1_965

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EL DICCIONARIO

DEL LENGUAJE ANTIGUO CASTELLANO,

DE RAMÓN CABRERA

Conocemos a este autor por su Diccionario de etimologías de


la lengua castellana (Madrid, 1837), que es obra postuma y se trata
en realidad de la recopilación y ordenación de notas sueltas que
tras la muerte de Cabrera (1754-1833) hicieron José Duaso y José
Presas 1. Sin embargo, buena parte de la labor filológica de
Cabrera no ha corrido tan buena suerte y ha quedado perdida o
inédita. En la Noticia de la vida de D. Ramón Cabrera escrita por
su amigo Juan de Dios Gil de Lara y que sirve de prólogo al
diccionario etimológico, se hace un repaso de esta labor y allí se citan
algunas obras que por distintas razones no se publicaron en su día
y han quedado olvidadas. Pero en el citado repaso nada se dice del
diccionario del español antiguo que nos va a ocupar, acaso porque
el biógrafo lo desconociera o porque lo considerara obra menor 2.

1) En las «Indicaciones bibliográficas» de su DCECH, Juan Cor ominas expresa la


siguiente opinión del de Cabrera : «... de todos los diccionarios etimológicos
castellanos publicados, éste, aunque muy anticuado y parcial, es el único que
conserva todavía cierto valor en algún caso». La opinión de Yakov Malkiel
puede verse en Etymological Dictionaries. A Tentative Tipology, University of
Chicago Press, 1976, pp. 40 y 70.
2) Aparte de los comentarios dedicados al diccionario etimológico, Lara dedica
las dos últimas páginas de la breve biografía de Cabrera a glosar otras obras
del autor entre las que se citan : unos comentarios al Quijote de Cervantes; un
diccionario de americanismos; los trabajos preliminares para la composición
de una gramática española; una biografía de Antonio de Nebrija; unas adiciones
y correcciones al vocabulario latino de Valbuena y un diccionario geográfico
que quedó incompleto. Nada dice, como comentábamos, del diccionario del
español antiguo al que quizá se esté refiriendo, entre otros trabajos
lexicográficos, cuando escribe : «Desde su admisión en la academia española en 21 de
noviembre de 1790 se ocupó incesantemente en la rectificación y aumento del
Diccionario de la lengua castellana».
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Bien pudo ser que por los años en los que Gil de Lara escribía su
noticia se considerara que este manuscrito dedicado al español
antiguo no tuviera mayor valor para conocerse o recordarse, pero
visto el magro avance que la lexicografía hispánica iba a
experimentar después en este preciso terreno, no está de más señalar lo
que supuso el impulso de Cabrera : por una parte, su diccionario
del español antiguo es la primera obra de este tipo de la que tenemos
noticia; por otra, la primera muestra, aunque elemental, de
preocupación por elaborar un diccionario que abarcara
cronológicamente más de lo que el académico se había propuesto, y que lo
abarcara con la mayor precisión lexicológica posible 3.
Aunque Cabrera no manifestó nunca por extenso las
motivaciones que le llevaron a redactar una obra de estas características
ni tampoco conocemos las fechas de redacción, es prudente hacer
algunas deducciones al respecto. El autor ya había manifestado
desde joven inquietudes por la erudición filológica. Desde 1780 venía
trabajando en su diccionario etimológico (entre otras obras), lo que
le obligaba a leer y sacar anotaciones de obras clásicas latinas y
españolas. Un diccionario como el académico no tenía respuesta
para buena parte del caudal léxico con el que trabajaba Cabrera,
así comenzó a recoger lo que él denominaba «apuntamientos» sobre
el español antiguo. Cuando ingresó en la Academia, a finales de 1790,
su preocupación fue la de aumentar y perfeccionar el diccionario
de la corporación precisamente en ese terreno. Estos apuntamientos
destinados probablemente a incorporarse al DRAE en ediciones
sucesivas dieron lugar, por su parte, al diccionario de arcaísmos
como obra independiente y pionera en su género, sin olvidar los
esfuerzos hechos por Blas Antonio Navarro en el mismo terreno4.

3) El Diccionario del lenguaje antiguo castellano es un manuscrito, conservado


en la biblioteca de la RAE, de ciento noventa y siete hojas escritas a dos columnas
por ambas caras. No lleva fecha ni tiene prólogo. Solo una advertencia
intercalada entre las letras D y E hace las veces de comentario explicativo sobre las
intenciones del autor, aunque tampoco es un texto muy explícito. El material
léxico está seleccionado de una muestra de cuarenta y un autores entre los siglos
XIII y XVII. Cabrera se refiere repetidamente a la obra como «apuntamientos»
por lo que es muy probable que el nombre de «diccionario» que aparece en
el primer folio del manuscrito y le da título haya sido añadido por otra persona.
En nuestro artículo utilizaremos indistintamente ambas denominaciones.
El manuscrito no es completamente desconocido y hay algún investigador que
lo ha citado como obra de consulta esporádica sin referirse a su valor real;
por ejemplo Ana M.a Rodríguez en su tesis doctoral El campo semántico 'ver'
en español, Universidad Complutense de Madrid, junio, 1990, p. 117.
4) Cabrera cita en su diccionario a Blas Antonio Navarro, del que dice : «... trabajó
en un vocabulario de las voces antiguas españolas, obra ciertamente muy útil,
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Con respecto a las fechas, se deduce de una «advertencia»


colocada al principio de la letra E que el diccionario se podría estar
redactando en la primera o segunda décadas del siglo XIX. Esta
«Advertencia» no deja de ser interesante pues, al carecer la obra
de prólogo o de una declaración expresa de intenciones, nos deja
entrever algunos propósitos de Cabrera :

«A más de este defecto [no incluir voces antiguas más allá del
siglo XV], que no es el menor de nuestro Diccionario de la Academia,
tiene el de no dar a muchas de las voces y frases antiguas el sentido
recto y genuino que les corresponde : y el omitir en otras algunas de las
varias y muy diversas acepciones que se les daba. Palabras que se usaron
en diferentes tiempos, con seis y ocho significados distintos, y una que
en el siglo XIV contenía alguna idea trivial y conocida, tomaba en el XV
una amplificación y un sentido tan opuesto a su origen primordial que
apenas puede ahora comprenderse si es una misma u otra inventada a
placer o añadida a nuestro dialecto. El lenguaje sigue fielmente los pasos
del espíritu : y así como se mudan las ideas de las cosas varían también
las palabras que las significan. Mi intento no era otro que apuntar aquellas
voces, modos y frases que padecían de sentido ambiguo, u obscuro, en
aquellos libros o quadernos que tenía a mano : y notar como mejor pudiese
su verdadera significación.»

Cabrera incorporó en su diccionario no solo autoridades


anteriores al siglo XV (en especial las recogidas en la Colección de Tomás
Antonio Sánchez) sino otras de los siglos XVI y XVII para
ejemplificar voces o acepciones que en su día no se habían recogido en
las sucesivas ediciones del diccionario académico. La denominación
castellano antiguo tiene en el trabajo de Cabrera una consideración
cronológica más amplia que la que hoy le daríamos a una obra de
tal título.
Su valor no radica, a mi juicio, ni en su extensión ni en su
exhaustividad — tampoco era eso lo que se pretendía — sino en la

que si se publicase, inutilizaría estos apuntamientos». Poco hemos podido


averiguar de Navarro, solo que fue bibliotecario real durante el reinado de
Fernando VIL El vocabulario antedicho permanece inédito y su paradero — si es
que no se ha perdido irremisiblemente — ignorado. Aunque así sea y no podamos
contrastar la calidad de este vocabulario, los trabajos de Cabrera y Navarro
adelantan en un siglo las primeras muestras de diccionarios del español antiguo
o de tipo histórico. Hasta ahora se venían dando por inexistentes proyectos
anteriores al Vocabulario del Cid, de Menéndez Pidal. Ver Bodo Müller : «El
proyecto de un Diccionario del español medieval (DEM) y el estado de la
investigación en el campo del léxico del español antiguo», Cahiers de Linguistique
Hispanique Médiévale 5, 1980, 175-194.
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sutileza que suele demostrar a la hora de definir las acepciones de


las voces que incluye. Para Cabrera, los matices léxicos del español
antiguo se habían ido perdiendo para los estudiosos por falta de
una lectura e interpretación minuciosas de los textos arcaicos, lo
que había ido dejando en el olvido progresivamente las genuinas
acepciones, velándose así la correcta apreciación, sobre todo,
del material escrito antes del siglo XV. En sus apuntamientos
pretendía recuperar toda la riqueza de matices que determinadas
palabras habían tenido, revelando su valor según la época a
la que pertenecieron.
Así pues, no es difícil encontrar en esta obra no simples
definiciones o equivalencias sinonímicas sino también precisiones de uso
entre palabras similares como maneras y mañas, punir y castigar,
vezo y costumbre, denuesto e insulto y otras. En otros casos se trata
de comentarios de tipo histórico (civil, omecillo), en otros diversas
anotaciones sobre el uso preciso de vocablos en tal o cual periodo
histórico. Como expresaba el propio autor :

«Estas observaciones sobre el sentido peculiar y genuino de las


voces son útilísimas, especialmente en este tiempo en que las naciones
más cultas han fijado la exactitud de su idioma : y en que tanto interesa
definir bien los términos para evitar un equívoco que a veces suele
ocasionar contiendas [• . .]. Nuestro Diccionario de la Academia no
nota estas diferencias y da por sinónimas muchas voces que en ciertas
acepciones particulares tienen el sentido más obliquo.»

Esta actitud hacia el valor histórico de las palabras es lo que


hace de las apuntaciones de Cabrera un texto singular para su
momento y, aunque las exigencias de la lexicografía actual han
rebasado con mucho las que nuestro autor tuvo en su día, sigue siendo
en parte un texto aprovechable; no, por supuesto, como autoridad
pero sí como complemento para la elaboración de diccionarios del
español antiguo de mayor entidad. Cabrera suele hacer anotaciones
históricas sobre el uso de determinadas voces que no son
aportaciones originales suyas, sino comentarios tomados de las obras
alfonsíes, de D. Juan Manuel, Santillana, Mena y otros. Asimismo,
señala acepciones novedosas para ciertos términos que son
interesantes pero que no aparecen en los diccionarios de tipo histórico
o etimológico elaborados por autores contemporáneos con un
aparato filológico de muchísima mayor entidad de la que podía
desarrollar Cabrera.
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Citaré a continuación algunas muestras que creo que


corroboran lo que acabo de decir. La palabra sopear, por ejemplo, no
se ha definido nunca con precisión en los diccionarios españoles
de tipo histórico. En el Vocabulario de Julio Cejador 5 se recogen
las acepciones 'comer' e 'injuriar'; en el de Martín Alonso6 se
interpreta la voz como 'tomar algún alimento' y lo mismo en el
vocabulario de Oelschlager 7; en el DCECH de Corominas & Pascual
como 'comer sopa, tomar una colación'. La palabra, efectivamente,
está relacionada con los términos que se refieren a la comida, pero
no a cualquier comida en general, como sugieren los tres primeros
autores, o a algo tan específico como 'comer sopa'; en el español
antiguo, el rasgo distintivo de la voz radicaba en el registro horario :
sopear 'cenar, tomar la última comida del día', que es lo que puede
leerse precisamente en los apuntamientos de Cabrera.
No deja de sorprender esta laguna en los diccionarios del
español medieval. Y más cuando el verbo sopear 'cenar' no es
creación exclusivamente castellana. Existe el fr. souper (y desde este
el ingl. to supper), el cat. y occ. sopar, y existe en áreas dialectales
españolas reducido a arcaísmo por la generalización de cenar. Existe
asimismo la forma catalana ressopó y su adaptación castellana
resopón. Por otra parte, en el texto de Berceo que suele citarse como
ejemplo de la voz, la Vida de San Milláns, sopear es claramente
un sinónimo de cenar :
352 Rogaron [los] que fuessen un poco sopear,
por referir la cueta, el lazerio temprar

353 Mas com[o d]el lazerio eran fuert quebrantados,


del andar e del planto fiera[mientre] cansados,
dormieron sendos póceos quando fueron cenados,

Ninguno de los diccionarios anteriormente citados da para la


palabra casamiento un significado distinto a 'matrimonio'. En el
de Cabrera leemos : «... lo mismo que dote para casar : Diz la dan

5) Julio Cejador y Frauca, Vocabulario medieval castellano, Madrid, Ed. Hernando,


1929; reimpr. 1971.
6) Martín Alonso Pedraz, Diccionario medieval español, 2 vols., Universidad
Pontificia de Salamanca, 1986.
7) Víctor R. B. Oelschlàger, A Medieval Spanish Word-List, University of
Wisconsin, 1940.
8) Sigo la edición de Brian Dutton, Londres, Ed. Tamesis Books, 1967. Tampoco
se recoge en un estudio tan minucioso como es el de Ralph de Gorog : «La
sinonimia en las obras de Gonzalo de Berceo», BRAE, XLVI, 1966, pp. 203-276.
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de casamiento I un cobrado pegujar / muchas muías de labrar / e


en dineros más de un cuento (Coplas de Mingo Revulgo)»9.
Ninguno recoge tampoco la acepción 'testigo (en un documento
notarial)' para la voz firma, que es lo que puede leerse en Cabrera 10.
En fin, son muchas las palabras que se recogen en estos
apuntamientos con acepciones propias del español antiguo de las que solo
nos da fe, generalmente acertada, este autor de principios del XIX.
Por rudimentaria que sea su obra y aunque su intención fuera la
de glosar textos antiguos sin preocuparse del rigor lexicológico y
lexicográfico como actualmente ocurre, hay que reconocer que
ofrece datos que, después, no se han recogido : lengua 'espía', yacija
'casta, calidad, condición', menguado 'eunuco castrado', batalla
ciudadana 'guerra civil' son, entre otras muchas que podrían
citarse, acepciones que solo he visto recogidas en los apuntamientos
de Cabrera.
Podría calificarse, pues, este primer diccionario — hasta lo que
hoy conocemos — del español antiguo, como una obra de carácter
y propósito elementales hecha por un lector extraordinariamente
sagaz. Aunque sencilla, se adelanta en casi un siglo a los primeros
intentos de la lexicografía hispánica por elaborar un diccionario
específico de la época preclásica del idioma. Sería ahora interesante
discutir los porqués de ese vacío lexicográfico que va desde Ramón
Cabrera y Blas Antonio Navarro hasta, por citar una fecha
convencional, la publicación el 1911 del Vocabulario del Cid por Menéndez
Pidal u. Un vacío extraordinariamente largo si se tiene en cuenta
que la preocupación por rescatar el acervo léxico del español
anterior al siglo XV es patente en la obra de aquellos dos autores. Pero
seguir este camino desbordaría las intenciones de este breve
artículo que se limitan a dar a conocer mejor las circunstancias de este
texto inédito.
Juan R. LODARES,
Université Autonome de Madrid.

9) Sí aparece como 'dote' en el DRAE de 1780 y en el Diccionario Histórico de


1936. En el de Martín Alonso, sin embargo, se interpretan mal algunos
ejemplos en los que la voz significa indudablemente 'dote' y no 'acción de casar o
casarse' : «E por ventura era esta tierra dotal que fue dada en casamiento [. . .]
entre los bienes dotales». Tostado, Sobre Ensebio, II. ed. 1506, 33b.
10) Cejador define firma como 'prueba' pero cita un ejemplo claro del que se deduce
que Cabrera tenía razón : «Toda firma que firmare, esso firme onde fue fecho
testigo dello, e a tal cosa que fue mercada o dada ante él». Fuero de Usagre, 310.
11) Es la que da Bodo Müller en el artículo citado en nota 4, p. 177.

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