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remuneración alguna. Es una traducción hecha exclusivamente para fans. Cada
proyecto se realiza con el fin de complacer al lector dando a conocer al autor y
animando a adquirir sus libros. Por favor comparte en privado y no acudas a
fuentes oficiales de las autoras a solicitar las traducciones de fans. Preserva y cuida
el esfuerzo que conlleva todo el trabajo.
Sinopsis
Trista
Trista
No se equivoca.
Vierto la rodaja de lima en el vaso de chupito y lo alejo. Me sorprende estar
divulgando tanta información, así que cojo el móvil y compruebo dónde está
Noelle. Le envío un mensaje rápido.
―Qué cliché total soy esta noche ―digo. Aunque no estoy triste por ello. Estoy
en modo rebote―. Me han dejado y necesito emborracharme.
―Es la clásica historia ―dice negando con la cabeza, pero siguiéndome la
corriente.
Mi sonrisa se amplía. Me gusta cómo responde, como si fuera un rito de
iniciación. Suena mi teléfono y lo cojo. Lo abro, leo el mensaje de Noelle y me
desinflo. Su coche no arranca y necesita que lo remolque la grúa antes que el
depósito cierre durante el fin de semana. Le ofrezco ayuda, pero me dice que me
tome una copa y le mande un mensaje cuando llegue a casa. Guardo el móvil justo
cuando el camarero trae la siguiente ronda de chupitos.
Leo desliza cautelosamente un vaso de chupito hacia mí.
―A juzgar por tu cara, yo diría que hay más novedades de mierda.
―Mi mejor amiga ahora no puede venir.
Cojo el chupito como lo que es y lo estudio. Una serie de acontecimientos de
mierda y desafortunados. Caigo en un ataque de risa preguntándome cómo puede
ser esta mi suerte en este momento. La nicotina combinada con el alcohol hace que
ya me sienta un poco achispada. Miro a Leo. Me hace sonrojar.
―Me alegra que hayas pedido esto. Es como si lo supieras. ―bromeo,
esperando que me entienda.
La rodilla de Leo rebota entre nosotros. Parpadea y nuestras copas vuelven a
chocar. No aparta sus ojos de los míos. Es una sensación íntima, como si me
estuviera desnudando. Muerdo un gajo de lima y lo dejo sobre la servilleta blanca.
Me ruborizo. Exhalo y me giro hacia Leo.
―Ahora que conoces mi vida amorosa, ¿qué hay de ti? ―pregunto―. ¿Estás
casado?
Me arrepiento al instante de mi pregunta. Quería desviar la atención de mí, y
estúpidamente le pregunto por su estado civil. Es como una pregunta de entrada
para más.
Sin embargo, al mirarle, no puedo negar que no me interesa, ni sentirme mal por
preguntar. Leo es tan condenadamente atractivo. Tiene esa atracción serena y
seductora que percibo en el centro de mi pecho. Me siento atraída por él. Aunque
no sé si me atrevería a hacer algo después de todo el rechazo que he sufrido
últimamente.
―No, no lo estoy. No salgo con nadie.
―Probablemente mientas ―le digo, y sus hombros rebotan al reírse de mi
respuesta. Busco su mano izquierda―. ¿Qué? Probablemente lo estés haciendo.
―Trista, la odia-hombres. ―Se burla de mí.
Sonrío y admito sin remordimientos la verdad.
―Esta noche odio a los hombres. ¿Pero acaso puedes culparme?
Su mirada recorre mi rostro.
―No, no te culpo. Pero no todos los hombres son así. Que tu ex se marchara es
una bendición disfrazada. Quieres estar al lado de alguien consciente que no existe
nadie más aparte de ti. No encontrará lo que busca. Los de su tipo nunca están
satisfechos.
Necesito ir más despacio. El fuego de los chupitos me está calentando las venas
y me hace sentir aún más achispada. Doy una calada más al cigarrillo y le ofrezco
el resto a Leo. Se inclina hacia mí y aspiro su fragancia picante. Leo se lleva el
cigarrillo a la boca y coloca los labios justo donde yo había puesto los míos. Me
mira por encima de las brasas de la punta. Suena música por los altavoces de fondo
y veo que se está montando un grupo. Me percato que el viernes por la noche hay
música en directo. La expectación me hace sonreír. Me encanta escuchar música
en directo.
―¿Cómo piensas regresar a casa esta noche? ¿Tu amiga? ―pregunta Leo.
Sacudo la cabeza y le devuelvo la mirada.
―En taxi. Al menos sé que no me defraudarán.
Una mueca curva una comisura de sus labios. El humor ácido es lo que surge
cuando estoy atravesando situaciones. No todo el mundo lo entiende, pero a Leo
no parece molestarle.
Leo levanta dos dedos hacia el camarero y pide otra ronda. Iba a ir más despacio,
pero a la mierda. Me gusta el estado en el que estoy flotando. No voy a conducir
y, de todos modos, Leo es una buena compañía ahora mismo.
―¿Sabes qué necesitas? ―pregunta Leo, apagando el cigarrillo.
―Estoy deseando oírlo.
Se inclina hacia mí susurrándome al oído.
―Un buen polvo duro. Un polvo de una noche sin compromiso ni ataduras.
Mis ojos se agrandan y mis labios se entreabren al tiempo que una risita sale de
mi boca. Leo es el hombre más atrevido que he conocido en mi vida. Me echo hacia
atrás y me invade la timidez. Mis mejillas se encienden enardecidas. No pestañea
al observarme, y eso hace que me arda el pecho por la tensión.
―Obviamente. Pero no soy de las que tienen un rollo de una noche.
―Mierda. ―Inclina la cabeza hacia mí con curiosidad―. Todo el mundo lo es.
¿Por qué eres tú la única excepción? ―Su mirada me recorre y me devora.
―Los extraños no tienen la química que tienen los amantes. El sexo apenas se
realiza al cincuenta por ciento. No está mal, pero no es lo suficientemente
alucinante como para que lo haga a menudo. Cuando hay una relación seria, la
sensación es distinta. Entonces lo deseo a menudo.
El tequila me está haciendo divagar, pero no me detengo.
―¿Es que ya no se siente atraído por mí? ¿Es eso?
―Seguro que no eres tú ―dice Leo rápidamente. Se inclina hacia mí y siento un
cosquilleo en la nuca por su proximidad―. No puedo apartar los ojos de ti, Trista.
Me sentí atraído por ti desde el momento en que entraste.
Deja que un desconocido haga aflorar mis emociones. Cojo el cuarto chupito y
le paso el otro a Leo. Después de este, voy a tomarme un descanso. Ya estoy pasada
de copas y me siento muy bien. Quiero asegurarme que parte de mi sentido común
permanece intacto.
―La relación no tiene por qué ser seria para que el sexo siente bien ―me dice,
bajando la voz. Me produce un cosquilleo en la espalda―. Tal vez solo estés
encontrando a inútiles. No todo el mundo sabe cómo tratar el cuerpo de una mujer.
Su insinuación es alta y clara. La tentación sabe deliciosa. Leo quiere que sepa
que sabe cómo complacer a una mujer. Hace tanto tiempo que no flirteo realmente
con nadie que he olvidado lo que se siente.
Levanto el chupito y digo:
―Hay que encontrar un semental.
Golpeo el vaso vacío contra la barra y sacudo la cabeza, haciéndole saber que
necesito un descanso.
Una fresca ráfaga de viento me recorre la espalda. Echo un vistazo por encima
del hombro y veo quién entra por la puerta principal. Me quedo boquiabierta. No
esperaba ver a nadie conocido aquí esta noche. Frunzo el ceño, preguntándome si
estoy borracha, cuando descubro que no lo estoy. Cierro los ojos, me giro y rezo
para que no se haya fijado en mí. Percibo que Leo me observa durante un largo
segundo antes de volverse para mirar a la entrada.
¿Por qué demonios está Tim aquí? No pensé que este fuera precisamente su
ambiente. La última vez que lo vi fue el día que se mudó.
―Tu vida amorosa es fascinante. ¿Quién es ese?
Exhalando un suspiro apretado, digo secamente.
―El explorador de océanos.
Leo suelta una carcajada. Levanto los ojos hacia los suyos y le dedico una media
sonrisa.
―Viene hacia aquí ―me dice Leo sin mover la boca.
―Por supuesto que sí ―murmuro en voz baja.
―En realidad, no hay más taburetes vacíos. El local se está llenando. Van a
sentarse en el otro extremo de la barra.
El estómago se me contrae.
―¿Ellos?
―Al parecer tiene una cita ―me dice Leo, e intento no reaccionar demasiado
ante la noticia. Me mira y hace una pausa―. Esta noche estabas destinada a
sentarte a mi lado. Voy a ser tu compinche.
Mis cejas se fruncen cuando oigo pronunciar mi nombre.
―¿Trista?
Mierda.
Esto significa que Tim sí me ha visto. Ahora no tengo otra opción que dirigirme
a él. Debo ser la ex novia por excelencia que no puede tomarse un respiro tras
haber sido abandonada repetidamente.
Respiro hondo y me invento una falsa alegría.
―Tim ―digo, haciéndome la sorprendida―. Hola. Ah, ¿cómo estás?
Reconozco que se me acelera el corazón y empiezo a sentir pánico. Tim me
recorre con la mirada. Lanzo una mirada fugaz a la mujer a su lado. Es guapísima
naturalmente, y pizpireta. Me sorprende que Tim tenga una cita y yo no consiga
ninguna. Empiezo a cuestionarme seriamente mis capacidades.
―Pensé que eras tú cuando entré. Tienes buen aspecto. Realmente bueno.
Aplano los labios en una fina sonrisa.
―Gracias.
¿Se supone que tengo que decir tú también? Porque no quiero hacerle
cumplidos. Después de todo, es el tipo que me dejó para ir a buscar algo mejor.
Todavía estoy resentida.
―Estás tan elegante ―comienza, y mi estómago se desploma.
Leo me susurra al oído para que le siga el juego antes de acercarse por detrás.
―Soy Leo, el novio de Trista ―me dice, y no puedo evitar que la expresión de
asombro invada mi rostro. Leo extiende la mano para estrechar la de Tim. Un calor
florece en el puente de mi nariz. Incluso me arde el cuello. Tim me mira extrañado
y luego estrecha la mano de Leo.
Esto es lo que Leo quería decir cuando dijo que sería mi compinche.
Va a hacer el papel de mi novio.
Miro el perfil lateral de Leo. Al menos no será difícil fingir que lo encuentro
atractivo, porque ya lo hago.
―Mucho gusto ―dice Tim vacilante.
Leo vuelve a sentarse y me pone la palma de la mano en la cadera
cariñosamente.
―Teníamos reserva para cenar, pero el restaurante estaba lleno. Decidimos
pasar de comer y venir aquí a tomar unas copas.
Tim asiente y traslada a su acompañante a los asientos libres.
Me vuelvo hacia Leo y le digo:
―Gracias. ―Él asiente comprensivo. Doy gracias a Tim por no saber la verdad.
Me haría sentir aún más hundida.
Sin pensarlo, me inclino hacia delante para darle un beso a Leo como
agradecimiento. Sus labios están frescos y su sabor es ácido, lo que consigue
hacerme ver demasiado tarde lo que estoy haciendo. Intento apartarme, pero él no
me deja. Leo acaricia mi nuca y junta nuestros labios. Deja el espacio suficiente
para introducir su lengua en mi boca y enredarla con la mía. La lujuria se agolpa
en mi coño y mi cuerpo se ilumina de deseo. Tan rápido como comienza, se acaba.
Leo desliza otro chupito y lo tomo sin vacilar. Se ríe en voz baja. Arde al bajar y
lo agradezco.
―¿Quieres compartir un cigarrillo? ―pregunta.
Asiento inmediatamente. Después que mi ex entrara en el Tío Joe y yo besara a
Leo, el tequila no parece suficientemente fuerte para la ocasión.
―Si no te van los rollos de una noche, apuesto a que tampoco te besas en la
primera cita ―me dice Leo.
capítulo 3
Trista
Leo
Cuando Trista entró por primera vez en el bar, me sentí atraído por ella como
un oso hacia la miel.
Es la mujer más hermosa que he visto nunca. Me cautivó. Me dejó sin aliento.
Imagina mi suerte cuando se sentó a mi lado. Comencé a sudar. Los latidos de
mi corazón bombeaban contra mis costillas. Mi polla cobró vida y sentí una
extraña tensión en el estómago.
Vine a este bar de mala muerte por casualidad, después que mi compañero
tuviera una emergencia familiar y tuviera que salir volando. Aunque el Tío Joe no
es el tipo de local en el que suelo emborracharme, no vine aquí para hacer amigos.
Lo único que quería era una copa y quizá algo de comer. Lo último que esperaba
era encontrar una mujer para esta noche con el aspecto de Trista.
Sus ojos verdes me recuerdan a los de alguien triste en verano. Les falta esa
chispa. Ella me hace querer devolverles la vida. Y su cuerpo, joder, camina con un
cuerpo que debería ser alabado. Su cabello rubio está encrespado y alborotado, y
su boca respingona es francamente adorable.
Entonces apareció su ex, lanzando una bola curva a la mezcla. Se la comió viva
con los ojos, y no pude soportar verlo. Después de lo que me contó Trista, no se la
merece. Así que, tras unos tragos de valor líquido, le pido que se quede esta noche.
Quiere una aventura caliente y sucia de una noche. Tengo lo que ella busca.
Convenzo a Trista para que me deje actuar como su novio. Aunque no parecía que
necesitara mucho convencimiento. Le enseñaré a su ex lo que ha perdido. Viniendo
de un hombre, sé que se arrepiente de su decisión por la forma en que la mira.
Entro en el baño en el momento en que Trista se lava las manos. Se sobresalta al
verme. Cierro y atranco la puerta, doy media vuelta y me dirijo hacia donde está
ella. No me gustó la forma en que el pequeño Timmy me habló en el bar,
insinuando gilipolleces, así que voy a comerme a Trista hasta que apenas pueda
andar. Cuando vea lo sonrojada que está, pensará que me la he follado en el baño.
Trista retrocede hasta que la empujo contra la pared con mi cuerpo. Mis caderas
presionan su abdomen terso. Acaricio el lateral de su cuello e inclino su cabeza
hacia atrás, girando mis caderas contra las suyas para que sienta lo duro que estoy
por ella.
―Quería que tomara café con él y no te lo dijera.
―Quería que le engañaras ―afirmo. Para un hombre es obvio lo que busca―.
Suena como si se arrepintiera de su decisión.
Las comisuras de sus labios se levantan solo un poco.
―¿Dónde cree que estás ahora?
―No sabe que me fui. Su cita estaba hablando con él cuando me fui.
La siento tragar saliva bajo mi mano. Mi mirada se posa en su boca y decido que
ya está bien de hablar. Deslizo los labios sobre los suyos y ella se abre de
inmediato, permitiéndome deslizar la lengua en su interior y enredarla con la
suya. El deseo recorre mi espalda. Ella me devuelve las caricias con la misma
intensidad y eso me excita aún más. Trista envuelve mis hombros con sus brazos
profundizando el beso. Se desata la pasión entre nosotros. Estoy impaciente por
llevarla a mi habitación y poder tomarme mi tiempo con ella.
Mis manos rozan sus costados y su redondeado trasero. Gimo ante su suavidad.
Tiene dos globitos aquí detrás que no había visto hasta que se alejó. Mi lengua
estuvo a punto de soltarse cuando dobló la esquina y desapareció. Los miraba
rebotar a cada paso que daba, fantaseando cómo se sentiría mi lengua entre ellos.
Presiono los dedos contra su suavidad y gimo en su boca. Es como sostener una
almohada en la que estoy deseando enterrar la cabeza. Trista restriega su coñito
contra mí. Apuesto a que se correría muy rápido al contacto de mis dedos, ya que,
por lo que me ha contado, hace meses que no practica sexo. Introduce la mano
entre nuestros cuerpos y acaricia mi polla por encima de mi pantalón. Mis caderas
presionan su mano y mi polla se hincha de felicidad.
Trista suelta un ronroneo felino, enroscando los dedos alrededor de mi punta.
Aprieta y siseo. Una descarga lujuriosa se dispara directamente a mis pelotas.
Separándose del beso, me mira con ojos brillantes. Trista se lame los labios. Estoy
deseando sentir esos labios alrededor de mi polla. Sabe que estoy a punto de
volverme adicto, y eso me preocupa.
―Súbete el vestido ―le digo, respirando agitadamente―. Y abre las piernas.
Normalmente, dejaría que la mujer me la chupara antes de follármela, pero
como Trista se viene conmigo, tenemos toda la noche para eso. Ahora mismo, solo
quiero probarla, y no me iré sin ello. Cuando acabe con ella, me preguntará si
puede chuparme la polla como agradecimiento.
Trista aprieta el ceñido vestido entre sus puños y se lo sube hasta colocárselo en
la cintura. Se me hace la boca agua ante el sexy espectáculo que tengo delante y
trago grueso de necesidad. Es toda ella carnosidad y densidad. Quiero perderme
en sus curvas. Lleva ropa interior negra de encaje y medias hasta el muslo a juego.
―Déjate las medias puestas. Quítate las bragas y sal de ellas.
Mi voz es baja y gutural, aunque ella no me cuestiona. Apenas el material toca
el suelo, caigo de rodillas. Me mira con los ojos muy abiertos. Trista estira la mano,
pero yo le agarro las dos muñecas y se las sujeto a los lados del cuerpo. La miro
fijamente.
―¿Qué haces? ―susurra.
―Me aseguro que sabes que te vendrás conmigo.
Me inclino hacia delante y beso su coñito, metiendo la lengua entre sus labios.
Su espalda se arquea y suelta un gemido largo y profundo. Se retuerce contra mi
cara sin poder hacer nada más que sentir mi lengua en su clítoris. Su tensión contra
mí se disipa y su postura se amplía milagrosamente. Lo hago de nuevo, esta vez
acariciando más entre los labios de su coño, inclinando ahora las caderas en mi
dirección. Sonrío para mis adentros, orgulloso de haber conseguido todo con una
sola caricia. Soltándole las muñecas, froto toda su abertura y ella se agita contra
mi cara. Está resbaladiza y jugosa.
Tiro de sus labios hinchados hacia atrás con las yemas de los pulgares y la lamo
hasta dejarla limpia. El baño retumba con el sonido que hace mi boca al sorberla.
Voy a por todas y sus muslos tiemblan. Gotea por mi barbilla y frota su coño sobre
mi barba incipiente. Ya está a punto de llegar al orgasmo. Trista me sujeta la cabeza
y me aprieta contra ella. Me encanta cuando una mujer toma el control así. Como
si supiera exactamente lo que quiere y me utilizara para conseguirlo. Mi polla es
como una piedra pendiendo dolorosamente entre mis piernas.
―Leo. ―jadea.
Mi nombre es un susurro en sus labios.
Tarareo mi respuesta con la boca succionada alrededor de su clítoris. Trista
inhala. Aprovechando su humedad, me unto el dedo índice y lo introduzco
lentamente en su entrada. Las paredes de su coño están calientes y suaves como
almohadas, como un sueño adolescente. Me muero de ganas de estar dentro de
ella. Antes de hacerle sentir demasiado placer, aparto los labios de su clítoris y
levanto la mirada. Se queda boquiabierta.
―¿Qué? ¿Qué estás haciendo? ―pregunta jadeando.
―¿Echando de menos mi boca? ―le pregunto mientras le introduzco un dedo.
Se queda boquiabierta. Asiente rápidamente. Su coño está tan cerca de mi rostro
que puedo oler su placer. Saco el dedo, lo vuelvo a meter y lo enrosco para
presionar su pared.
―Cuando termine de devorarte, pediremos la cuenta y nos iremos.
―Sí ―me dice, asintiendo. Y eso es suficiente para mí.
Vuelvo a sumergirme entre sus piernas y succiono con fuerza alrededor de su
clítoris. Le doy un beso con lengua en su coñito y extraigo cada gramo de placer
de su cuerpo hasta que cae al borde del abismo. Sus piernas tiemblan. Trista gira
sobre mi boca mientras le follo el coño con los dedos y succiono el orgasmo de su
clítoris. Suelta un gemido gutural y explota sobre mi lengua. Introduce los dedos
en mi cabello y tira de las hebras. Levanto la vista para observarla y veo el contorno
duro de sus pezones. Su respiración se estabiliza y entonces suelta mi cabello.
Vuelvo a apoyarme sobre mis rodillas, me separo de su coño y me encuentro
respirando con dificultad. Está goteando por la cara interna del muslo. Sin
pensarlo, la limpio con los dedos y luego los lamo. Ella me mira.
―¡Vaya! ―es todo lo que dice―. Joder.
Trista intenta bajarse el vestido, pero no tiene fuerzas. La ayudo hasta que está
suficientemente vestida para salir.
―¿Puedes alcanzarme esas? ―pregunta jadeando.
Introduzco la mano entre ambos, cojo sus bragas, notando una mancha de
humedad en ellas. Las hago una bola y me las meto en el bolsillo, sonriendo para
mis adentros. Es la prueba evidente que se excitó conmigo.
―Será mejor que no las vendas por dinero ―me dice.
De pie, me inclino hacia ella para comprobar si me besa después de habérmela
devorado. Como no se mueve ni se inmuta, acorto la distancia y le doy un
profundo beso.
Ella lo acepta todo.
―Voy a follarme tus bragas cuando regrese a casa ―le digo contra su boca.
―Entonces será mejor que me des algo tuyo antes de irte para que yo pueda
hacer lo mismo.
Se me escapa un gruñido bajo. Rodeo la cintura de Trista con el brazo y la atraigo
hacia mí. Nos ponemos delante del espejo y Trista nota el rubor de sus mejillas y
lo hinchados que tiene los labios. Incluso su pecho tiene un toque enrojecido.
Observo cómo mueve la garganta y luego se cruza con mi mirada en el espejo. Se
gira e intenta arreglarme el cabello revuelto. Hace un minuto me lo estaba
arrancando de la cabeza. La dejo hacer, mirándola a los ojos. Hay una quietud en
ella que me atrae.
―Siento que debería darte las gracias ―me dice, con la respiración entrecortada.
―Lo harás más tarde, cuando volvamos a mi habitación.
Trista suelta sus brazos y la llevo de la mano. Desbloqueo la puerta y regreso
hacia la sala principal. Doblamos una esquina que lleva al lugar donde antes
estábamos sentados. El pequeño Timmy nos nota inmediatamente y se sienta más
erguido. Tiene el ceño fruncido y curioso. Nos mira a los dos con desconfianza.
Espero que la mujer con la que está no sea su novia. Ha mostrado su atención a
todo lo que hay en la sala menos a ella. Si Trista se da cuenta, no da a entender que
lo hace. Parece estar en su propio mundo. Mis ojos se encuentran con los de Timmy
durante un breve instante, y puedo saborear el odio que siente por mí simplemente
porque tengo algo que él desea. Llevo su coño en mi boca, y estoy convencido que
él puede notarlo.
El número de personas en el bar ha aumentado, y se está volviendo sofocante.
Es el momento perfecto para salir.
Levanto el brazo para llamar la atención del camarero. Solicito que añadan lo
suyo a mi cuenta y a continuación exijo la cuenta.
Mi vuelo sale dentro de diez horas. Quiero pasar nueve de ellas dentro de Trista.
Echo un vistazo a Trista. Le brillan los ojos. Está sentada en el taburete y
apoyada en la barra, estudiándome.
―Me siento como si acabara de recuperar el aliento ―dice Trista.
capítulo 5
Leo
—Bien, porque lo vas a necesitar ―le digo, y ella sacude la cabeza―. ¿Qué
ocurre?
―Nunca he hecho nada así ―me dice acercándose a mi oído―. Siento como si
mi cuerpo tarareara. A no ser que sea el tequila.
La sonrisa de mi cara crece. Una sombra se mueve en el rabillo de mi ojo. Miro
por encima del hombro de Trista y veo a su ex caminando hacia nosotros. Mis ojos
se achican hasta convertirse en ranuras. Timmy me ha visto pedir la cuenta hace
un momento, así que debe saber que nos vamos. Me pregunto si no intentará
lanzarse otra vez sobre ella.
―Se acerca ―digo en voz baja.
Trista se levanta y mueve nerviosamente el cabello por detrás del hombro.
Timmy se detiene a su lado cuando el camarero me entrega la cuenta. Coloco la
tarjeta de crédito en el portapapeles sin leer el total y luego me inclino más hacia
Trista. Ella se ve obligada a darme la espalda. Intento escuchar lo que dicen, pero
el bar está muy ruidoso, y puedo apostar a que Timmy está actuando a propósito
silencioso y furtivamente. Saco el móvil y envío un mensaje rápido a mi chófer
para avisarle que estoy preparado para que me recoja. Así nos estará esperando
fuera cuando salgamos.
―Cariño ―digo, firmando con mi nombre en el recibo. Dejo el bolígrafo en la
barra―. ¿Estás lista para irte?
Trista me mira y asiente.
―Sí.
Me sale lujurioso.
―¿Mi casa o la tuya? ―pregunto.
Sus ojos parpadean.
―La tuya.
Aunque estemos metidos en el papel, me doy cuenta que le gusta que la llamase
'cariño'. Sus pestañas caen sobre sus mejillas y aparta la mirada para recoger su
bolso. Timmy me mira fijamente. Su abrasadora mirada hace un agujero en un
lado de mi mejilla, pero no le presto atención. Tengo tres hermanas. Me miran peor
que nadie que conozca. Si no convenciera a Trista para que corriera en dirección
contraria a Timmy después de cómo la ha tratado, me matarían mientras duermo.
Así que, ¿por qué no llevarla directamente a mi cama?
Timmy se inclina para darle un abrazo a Trista, y yo me pongo al rojo vivo.
Necesito toda mi fuerza interior para no echarme hacia atrás y darle un puñetazo
en la cara. Me recuerdo a mí mismo que se trata de una relación falsa, y no voy a
comenzar una pelea de bar en honor a eso. Aunque no por ello deja de cabrearme.
Se está buscando problemas con ese sentido del derecho. Tiene que apartar las
manos de lo que no es suyo. Tal y como yo lo veo, la tiró a la basura. La basura de
un hombre es el tesoro de otro.
Doy un tirón de su cintura, y no hace falta mucho para apartar a Trista.
―Gracias ―susurra una vez que salimos por la puerta doble.
Mi chófer está exactamente donde sabía que estaría. Me ve caminando hacia el
Land Rover negro y se baja para abrir la puerta. Hago que Trista se adelante para
que entre primero. Luego camino hacia el otro lado y subo, dando las gracias a mi
conductor. Nos alejamos y levanto la mampara para tener intimidad. Mi hotel está
a la vuelta de la esquina, así que no tardaremos mucho en llegar.
―Quería romperle el cuello cuando te puso las manos encima.
―Lo sé. Podía sentir la tensión que irradiaba tu cuerpo.
La miro con el ceño fruncido.
―¿Podías? ―Ella asiente―. Sabía que no te gustaría. Me recuerdas un poco al
típico tipo machista y posesivo. Intenté apartarme, pero me abrazó con más fuerza.
Me alegré mucho cuando me preguntaste si estaba preparada para irme.
No se equivoca al decir que soy ese tipo de hombre.
―Mi mujer es mía. No quiero que nadie la toque. Tampoco es por inseguridad.
Es por respeto. ―Hago una pausa―. No respeta a los demás.
Trista se vuelve hacia mí. Sus rodillas tocan las mías cuando doblamos una
esquina.
―Sabes, cuando hablaba conmigo antes de irnos, me di cuenta que nunca me
hizo sentir en tres años lo que tú me hiciste sentir en dos minutos en aquel baño.
Ni de cerca.
Mis cejas se levantan.
―Eso significa que nunca llegó a experimentarte como yo acabo de hacerlo. Lo
siento por él.
Trista se desliza más cerca de mí. Se inclina para capturar mis labios con los
suyos, acoge mi miembro y me frota suavemente con la mano la polla, masajeando
al mismo tiempo mi grueso saco. Separo los muslos para darle más acceso.
―Cuanto mejor se sienta mi pareja, mejor será el sexo ―le digo―. Hazme sentir
bien y verás cómo te follo hasta llevarte a otro estado mental.
Trista se estremece, y me agrada el efecto que tengo sobre ella. A ciegas, conduce
mi mano hacia su pecho para tocar su pezón. Estoy impaciente por tener mi boca
en ellos. Me han provocado toda la noche. Trista tiene los pechos grandes, y me
encantan los pezones gordos. Espero que ella los tenga. Quiero chuparlos mientras
me la follo. Si tuviera que adivinar su talla de copa, diría que es una de esas letras
más grandes, como E o H o algo así.
―Te voy a arrancar este vestido ―le digo. Se me van a poner los huevos azules
cuando consiga desnudarla.
―Tampoco me han arrancado nunca la ropa ―me dice seductora.
Le dirijo una mirada que promete que haré eso y más.
¡Gracias, Dios por haber llegado! El Land Rover se detiene frente al Four
Seasons. Salimos del coche y entramos en la suite del ático en cuestión de minutos.
Trista contempla los ventanales que dan a la ciudad. Es una habitación
sofisticada, pero me encanta. Hay un balcón con jacuzzi, un cuarto de baño con
spa y un dormitorio principal con cama de matrimonio. Se quita los tacones al
caminar. Antes de poder bajarse la cremallera del vestido, me acerco por detrás y
alargando la mano hacia delante introduzco los dedos por la parte superior del
vestido. Con el pecho pegado a su espalda, doy un buen tirón, arrancando el
vestido de su cuerpo. Jadea. La tela cae en un montoncito a sus pies. Mis labios se
entreabren ante su belleza. Acaricio sus pechos y froto mi polla palpitante contra
su culito, debatiéndome entre la necesidad de estar dentro de ella y la de prolongar
el placer.
―Te compraré uno nuevo ―le digo mientras acribillo su cuello a besos. Huele
tan bien que quiero morderla.
―No me importa el vestido.
Mordisqueo su cuello con los dientes y lo acaricio con la lengua. Retuerzo sus
pezones entre mis dedos, haciendo que recueste la cabeza en mi pecho. Trista
extiende su mano hacia atrás y agarra cualquier parte de mi cuerpo que pueda
tocar. Mi polla se hincha aún más. Estoy impaciente por estar dentro de ella. Noto
en la forma en que me agarra lo mucho que me desea, y eso hace aflorar un lado
dominante en mí. Cuando le dije que los rollos de una noche pueden ser
exactamente así, me refería a que solo funciona cuando dos personas tienen la
misma hambre.
Afortunadamente, la tenemos.
―¿Tienes condones? ―pregunto. No quiero esperar ni un minuto más para
estar en su coño.
―Uno ―me dice sin aliento.
―Tengo tres. Puedo follarte cuatro veces antes que me dejes. ―Ronronea ante
mi respuesta, y una risita sale de sus labios―. ¿Qué tiene tanta gracia?
―¿Vas a correrte cuatro veces en una noche? ―pregunta incrédula―. Creo que
nunca he llegado al orgasmo tantas veces en una noche.
Ella no puede ver la sonrisa que se extiende por mi rostro. Presiono contra el
lateral de su cuello y la beso. Trista no sabe con quién está tratando. Considero el
sexo un deporte. Si no tuviera que volver a Hawái, la tendría encerrada en el hotel
todo el fin de semana conmigo y me correría tantas veces que perdería la cuenta.
No sé mucho sobre ella, pero lo que sí sé es que es el tipo de mujer en la que puedo
perderme.
―¿Es eso un reto, cariño? ―pregunto, rodeándola con mis brazos―. Ya he
hecho correrte una vez.
Respira hondo y se gira para mirarme. Trista me rodea los hombros con los
brazos y se inclina hacia mí. Sus enormes pechos me presionan el pecho como
globos. Me mira seductora, y lo único que puedo pensar es que estoy jodido.
―Esta noche es una noche de primeras veces para mí. Veamos lo que tienes,
campeón.
Se despierta el animal que hay en mí. Voy a arruinársela a cualquier otro tío con
el que folle después de mí.
―Quítame la ropa ―le digo. Sus manos vuelan inmediatamente a mi
cinturón―. Buena chica. Quiero que me desnudes y luego te pongas de rodillas.
Trista se lame los labios, moviéndose rápidamente. Noto su piel erizada por sus
brazos. Me alegra que no le repugne la idea de chupármela. No a todas las mujeres
les gusta hacerlo.
Una vez que me quita el pantalón, se acerca a los botones de la camisa y me
desnuda en un abrir y cerrar de ojos. Alargo la mano hacia ella, pero me coge de
la muñeca, haciendo que la siga como un cachorro perdido. Estoy a punto de
cuestionarla cuando nos detenemos frente al ventanal abierto. Se arrodilla,
colocando sus manos sobre mis muslos. Contemplo la ciudad. Anoche me perdí
en el centelleante horizonte.
Miro a esta hermosa chica y acaricio su mandíbula. Abre la boca y me toma de
una sola vez. Su lengua envuelve mi pene cubriéndolo como si fuera una manta
caliente. Me recorre un escalofrío por la espalda. Mi polla se hincha de deseo.
Trista succiona sus labios haciéndome una mamada perversa que hace rechinar
mis muelas. Me la chupa como si eso la hiciera feliz. Si pone tanto empeño en una
mamada, estoy deseando ver cómo se sentirá cuando esté entre sus piernas.
Cojo uno de los paquetitos y lo abro con los dientes. Tengo los huevos apretados
y doloridos. Podemos tomarnos las otras sesiones de sexo con más calma, pero
ahora necesito estar dentro de ella.
Trista se retira y me coloco el condón. Tengo la polla muy dura. Me mira con
ojos tiernos, caminando hacia atrás sobre sus manos y pies. La miro como a una
presa, siguiéndola a cada paso que doy. Se detiene sobre la alfombra, quedando
boca arriba. Trista suelta un suspiro dejando que sus piernas se abran,
exponiéndose a mí.
Caigo de rodillas y me arrastro por su cuerpo. Le doy una buena lamida a su
coño porque no puedo pasar sin hacerlo, y después me vuelvo a colocar de
rodillas. Mi mano recorre el interior de su muslo, enamorado de ella. No recuerdo
ningún momento en que haya estado tan voraz por una mujer.
Palmeo mi polla y paso la punta por su coño para lubricarla.
―Quiero oírte ―le digo. Trista asiente. Los sonidos que emite me indican lo que
debo hacer. Necesito saber lo que le gusta y lo que no.
Presiono la punta contra su entrada y empujo hasta que la corona está dentro.
Sus tiernos labios rosados están abultados e hinchados. Tiro de ellos hacia atrás
con los pulgares y veo cómo su coño se traga mi polla. No puedo apartar los ojos
de ella mientras me absorbe por completo. Suelto un largo gemido y clavo los
dedos en sus muslos. Joder, qué bien sienta. Me retiro y vuelvo a introducirme un
par de veces para que se adapte. Trista levanta los brazos por encima de la cabeza.
Suelta un sensual suspiro, y me encanta cómo suena. Sus pezones se endurecen
cuando le acaricio el clítoris. Bombeo mis caderas contra las suyas con pequeñas y
rápidas embestidas. Trista comienza a jadear. Quiero llevarla al borde del abismo
para destrozarla como un animal y follarla duro. Los talones de sus pies se clavan
en mi trasero.
―Bésame ―susurra.
capítulo 6
Leo
Leo
Trista
Trista
Lucía Franco reside en el sur de la Florida con su esposo y sus dos hijos. Fue una
atleta competitiva durante más de diez años, gimnasta y animadora, lo que inspiró
en gran medida la serie Off Balance.
Su novela Hush, Hush fue finalista en el Stiletto Contest de 2019 organizado por
Contemporary Romance Writers, un capítulo de Romance Writers of America. Sus
novelas están siendo traducidas a varios idiomas.
Ha escrito más de una docena de libros y se la puede encontrar divagando en
Instagram.
Más información en authorluciafranco.com.
Créditos
Traducción, Diseño y Diagramación
Corrección
La 99