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Alejandro Dagfal

Entre París y Buenos Aires


La invención del psicólogo
(1942-1966)

Prólogo de Élisabeth Roudinesco

PAIDÓS
Buenos Aires
Barcelona
México
Introducción

Quien hace historia debe tener, por así decirlo, la


conmovedora fe infantil en el poder ordenador de nuestro
espíritu y nuestros métodos. Pero, a pesar de ello, también debe
tener mucho respeto ante lo incomprensible de la verdad, de la
realidad y del acontecimiento. Hacer historia, mi estimado
amigo, no es una broma ni un juego irresponsable. Ocuparse
de la historia presupone saber que se intenta algo imposible y
no obstante necesario e importante.

HERMANN HESSE, El juego de abalorios, 1943.

Dejemos pues a los historiadores y psicólogos futuros el


problema de la determinación genética del espíritu argentino.
Por ahora, que nos baste definirlo tal cual es, y señalar el valor
que ha tenido y todavía tiene el pensamiento francés en la
Argentina.

CORIOLANO ALBERINI, “El pensamiento francés en la


cultura argentina”, 1926.
28 ENTRE PARÍS Y BUENOS AIRES

Este libro se organiza en torno de dos grandes ejes, que co-


rresponden a las partes en que se divide su título. Así, “Entre
París y Buenos Aires” alude a un relato que, si bien se despliega
entre varios países, privilegia la interacción entre dos contextos
muy diferentes. Por esta vía, se destaca la recepción del pensa-
miento francés en una región muy particular de la cultura y la
sociedad argentinas. En efecto, como la segunda parte de su títu-
lo lo señala, este trabajo pretende ser un aporte “Para una histo-
ria del psicólogo en la Argentina (1942-1966)”. Ello implica exa-
minar una trama en la que se cruzan tres disciplinas que a lo
largo del siglo XX han tenido una presencia incontestable en la
vida cultural e intelectual de este país: la psicología, el psicoaná-
lisis y la psiquiatría. En el período estudiado, en particular, se
crearon las primeras carreras de Psicología, la primera asocia-
ción analítica oficial y las primeras especializaciones en psiquia-
tría, lo cual evidencia una institucionalización creciente de las
“disciplinas psi”, que comenzaban a diferenciarse y a autonomi-
zarse, a la vez que redefinían sus fronteras.1 En ese marco tan
cambiante, en el que los discursos psicológicos encontraban ade-
más un público de masas, emergía en la Argentina un nuevo pro-
fesional: el psicólogo, cuya formación y cuya práctica son hasta
el día de hoy objeto de múltiples polémicas. Esta investigación,
entonces, trata de situar la aparición de ese personaje singular en
la convergencia de los dos ejes mencionados: la recepción dife-
rencial del pensamiento francés y la historia de la constitución
de las “disciplinas psi”.

1. Utilizamos la expresión “psi” como sinónimo de “psicológico”, en su


sentido más amplio. De modo que cuando hablamos de “disciplinas psi” o “dis-
cursos psi” lo hacemos en términos generales, aludiendo a todo discurso o dis-
ciplina que se ocupe de lo psíquico. Nada presuponen estas expresiones respec-
to de las relaciones de inclusión o exclusión entre psicología, psicoanálisis y
psiquiatría.
INTRODUC C IÓN 29

EL “CASO” DEL PSICÓLOGO ARGENTINO

En la Argentina, el psicólogo y la psicología tienen un relieve


muy particular. El lugar que ocupan en la vida cultural, el campo
profesional y el ámbito académico sería difícilmente comparable
al que detentan en otras partes del mundo. En otras latitudes, el
psicólogo suele ser visto como un personaje lejano y misterioso,
asociado al trabajo en laboratorios experimentales o a la adminis-
tración de complejas pruebas. El “atenderse” con un psicólogo
suele ser considerado como un recurso extremo, que solo se jus-
tifica en caso de patología grave. Por ende, quien consulta a un
psicólogo no lo cuenta alegremente, como quien dice que va al
gimnasio o al supermercado. En nuestro país, sin embargo, el psi-
cólogo y la psicología se han integrado por completo al paisaje de
lo cotidiano, dejando huellas de su presencia en el lenguaje y en
las costumbres de una buena parte de la población urbana. Al
mismo tiempo, en el imaginario social, el personaje del psicólogo
está íntimamente ligado al del psicoanalista, lo cual pone de mani-
fiesto el impacto que han tenido la teoría y la práctica freudianas
tanto en la popularización de la psicología como en la formación
del psicólogo. Sin embargo, esto que hoy se nos presenta con el
carácter de lo obvio no deja de ser un verdadero problema histó-
rico, más aún si se considera que, en nuestras costas, el psicoaná-
lisis comenzó siendo una disciplina eminentemente médica, cuya
asociación oficial no admitió a los “profanos” durante más de tres
décadas. Por otra parte, el psicólogo no estuvo legalmente habili-
tado para practicar “la cura por medios verbales” hasta entrados
los años ochenta. De modo que esta estrecha relación entre psico-
logía y psicoanálisis, que ha servido de base a la formidable expan-
sión de todo tipo de dispositivos clínicos, más que un postulado
de base es el resultado de un proceso que necesita ser explicado.
Hoy en día, según estadísticas recientes, hay en la Argentina
más de 60.000 psicólogos matriculados, entre los cuales se en-
cuentra el autor de estas líneas.2 Por otra parte, en estos mo-

2. Véase Alonso, M. y Gago, P. (2008). “Panorame cuantitativo de los psi-


cólogos en Argentina 2007”. Trabajo presentado en las XV Jornadas de Inves-
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mentos, más de 63.000 alumnos están estudiando Psicología en


alguna de las diez carreras que existen en las universidades públi-
cas, si es que no lo hacen en alguna de las que se dictan en uni-
versidades privadas, que ya son más de treinta. Ante semejante
panorama, podría pensarse que la psicología argentina tiene una
historia muy larga. Si bien es cierto que, como materia de cono-
cimiento, ya tiene más de un siglo entre nosotros, en lo que res-
pecta a su faz profesional, se trata de una disciplina muy joven.
De hecho, los primeros psicólogos empezaron a recibirse a prin-
cipios de los años sesenta. Dicho de otro modo: ese profesional
tan sui géneris que es el psicólogo argentino no es más que un
invento reciente, que aún no ha cumplido cincuenta años. Sus
rasgos característicos, que durante un largo período parecieron
ser estables y definidos, se constituyeron en realidad en un lapso
relativamente corto. Sin embargo, en el presente, esos rasgos
están modificándose en forma acelerada, de tal suerte que no re-
sulta tan simple vislumbrar qué será del psicólogo en nuestro
país durante el siglo que se inicia. No obstante, si bien es impo-
sible predecir el futuro, el examen del pasado puede aportar al-
gunos elementos de juicio susceptibles de enriquecer los debates
más actuales.
Una rápida mirada a nuestro período de estudio (1942-1966),
signado en el plano internacional por el panorama de la segunda
posguerra, permite identificar algunos factores comunes y otros
idiosincráticos del “caso argentino”. En efecto, durante esos
años, al igual que en el resto del mundo occidental, en la Argen-
tina tuvieron una amplia difusión los discursos de la salud men-
tal, que venían a reemplazar el viejo higienismo, echando mano
del psicoanálisis y las ciencias sociales. En un marco convulsio-
nado, en el que se hacía necesario repensar los fundamentos mis-
mos de la vida en comunidad, la psicología se nutrió de esos
aires de cambio y de transformación social, desarrollando enfo-

tigación de la Facultad de Psicología de la UBA, 7, 8 y 9 de agosto. Censo Na-


cional Económico 2004-2005. Fuente: <http://www.indec.mecon.ar/economico
2005/cne_08 _05.pdf>.
INTRODUC C IÓN 31

ques clínicos y preventivos basados en ese nuevo paradigma. Sin


embargo, en el resto del mundo, las carreras de Psicología que
comenzaron a crearse en esa época abrevaron también en otras
fuentes teóricas, que nunca llegaron a impactar de lleno en la
Argentina. En general, las perspectivas objetivistas –en las cuales
se basaban las diferentes psicologías consideradas “científicas”–
jamás consiguieron implantarse de manera extendida en el Río
de la Plata. Luego de la posguerra, mientras que en los ámbitos
académicos de Europa y Estados Unidos comenzaban a reinar
concepciones experimentales basadas en supuestos naturalistas o
neopositivistas, en la Argentina, la psicología se consolidaba
como una disciplina de la subjetividad, más vinculada al psicoa-
nálisis, la filosofía y los debates políticos e intelectuales que a los
circuitos internacionales de las ciencias psicológicas.
Lo inusitado del “caso argentino” es que esta posición hege-
mónica del psicoanálisis, una vez instaurada, nunca fue amenaza-
da por otros modelos teóricos (al menos hasta los años noventa).
Por el contrario, en otros países, como Francia y Brasil –en los
que el psicoanálisis siguió teniendo un arraigo importante des-
pués de los años sesenta–, dentro de las carreras de Psicología
siempre debió disputar un espacio con las vertientes considera-
das científicas (desde el conductismo clásico hasta el cognitivis-
mo, desde la reflexología hasta las concepciones vygotskianas,
desde el comportamentalismo pieroniano hasta el experimenta-
lismo de Paul Fraisse), que dominaban –y aún hoy lo hacen– en
la mayoría de los organismos de investigación y en las instancias
de decisión universitarias.
En nuestro país, después de la reacción antipositivista de los
años treinta, las corrientes experimentales o naturalistas de cual-
quier signo apenas si lograron implantarse con fuerza en algunas
universidades (no en las más grandes) y en ciertas instituciones
no universitarias. En todo caso, luego de algunos debates inicia-
les, producidos entre fines de los cincuenta y principios de los
sesenta, esas corrientes no tuvieron mayor incidencia en el perfil
profesional del psicólogo en estas latitudes. Contra la voluntad
explícita de muchos de los fundadores de las carreras (como
Marcos Victoria, Telma Reca, Fernanda Monasterio, Alfredo
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Calcagno, Plácido Horas, etc.), los psicólogos argentinos perma-


necieron relativamente apartados de los circuitos de investiga-
ción durante varios lustros, al tiempo que, a partir de posiciones
“de inspiración psicoanalítica” más o menos kleiniana, se volca-
ban en forma masiva a la práctica clínica privada y al trabajo en
otras áreas (educación, orientación, prevención, etc.), en institu-
ciones diversas.3
Otro rasgo paradójico de todo este proceso es que, en la Ar-
gentina, el psicólogo fue adoptando este perfil tan particular sin
tener ninguna conciencia de su propia excepcionalidad, tanto en
sus aspectos positivos como negativos. Ya sea que se identificara
con Sigmund Freud o Melanie Klein, con Jean Piaget o Daniel
Lagache (o con una extraña mezcla de algunos de ellos, que su-
maba también a otros autores), por lo general, el psicólogo ar-
gentino promedio –al menos en esa época– tendía a pensar que
sus propias creencias eran algo así como una norma universal.
En todo caso, no se tratará aquí de condenar, como se ha hecho
a menudo, ese estado de situación, ni tampoco de idealizarlo,
como si fuese una especie de paraíso perdido. Más bien se inten-
tará comprenderlo, a partir de ciertas preguntas históricas muy
básicas, que de manera explícita han guiado la escritura de este
trabajo, a saber: ¿Cómo se produjo ese proceso singular? ¿Qué
sucedió en el desarrollo de la psicología local que tanto la dife-
renció de sus homólogas extranjeras? ¿Por qué la psicología se
expandió en buena parte del mundo como una disciplina cientí-
fica con pretensiones de objetividad, mientras que en la Argenti-
na se convertía en una disciplina de la subjetividad? ¿Qué pasó
en nuestro país con las psicologías llamadas científicas, que luego
de orientar los pasos de los fundadores de las carreras desapare-
cieron casi por completo durante más de tres décadas? ¿Cuáles

3. Esta generalización es por fuerza esquemática, y puede ser parcialmente


refutada por numerosos contraejemplos. Sin embargo, sirve para marcar una
tendencia general difícil de ignorar, que ha sido reconocida por casi toda la
bibliografía que se ha ocupado de este período, según trataremos de mostrar a
lo largo de este libro.
INTRODUC C IÓN 33

fueron las condiciones que permitieron la entrada del psicoaná-


lisis en la universidad y en las instituciones del sistema de salud?
¿Cuáles fueron las causas y las consecuencias de su largo reina-
do, tanto en el plano académico como en el profesional?
Es claro que todos estos interrogantes, que no son de por sí
originales, no podrían ser respondidos por una sola persona ni
en un único libro. No obstante, he tratado de abordarlos aquí a
partir de algunas ideas específicas, vinculadas a una hipótesis más
general, según la cual la “excepción cultural francesa” sería sus-
ceptible de contribuir a la comprensión de la “excepción psicoló-
gica argentina”.4 Según esa hipótesis, el tipo de desarrollo que
tuvieron las “disciplinas psi” en el período 1942-1966 puede
entenderse más fácilmente en la medida en que se lo sitúe en el
marco de procesos de más largo alcance, ligados a la importancia
que ha tenido la recepción del pensamiento francés en nuestro
país. De hecho, en la historia de la cultura argentina, la presen-
cia del pensamiento francés ha sido un dato inaugural. Al igual
que en otras antiguas colonias españolas, a principios del siglo
XIX, los promotores de la independencia se inspiraron genero-
samente en la “filosofía de las Luces” y el enciclopedismo. Lue-
go, la generación del 37 abrevaría tanto en el romanticismo fran-
cés como en autores ligados a la Restauración, como Alexis de
Tocqueville. En los años cincuenta y sesenta, esa generación
sentaría las bases de la organización nacional, poniendo fin a dé-
cadas de sangrientas luchas intestinas. La generación del 80, que
instituyó en forma definitiva el Estado-Nación, se inspiró parti-

4. La expresión “excepción cultural francesa” alude en sentido estricto a las


políticas culturales con fuerte intervención estatal implementadas en Francia,
sobre todo a partir de la creación de un ministerio específico, en 1959, a cargo
de André Malraux. Sin embargo, en sentido amplio, esa frase evoca la autocon-
ciencia que tienen los franceses de pertenecer a un país singular que, gracias a
sus tradiciones literarias, artísticas y filosóficas, puede resistir el avance de la
globalización (identificada con el “American way of life”, la uniformización de
las costumbres, el pragmatismo, el consumismo, etc.). En este último sentido,
aunque en clave cómica, la excepción cultural francesa sería bien ilustrada por
Asterix, el célebre héroe de historieta que valientemente resistía el avance de
los romanos en su pequeña aldea de las Galias.
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cularmente en el positivismo francés, construyendo un Estado


moderno sobre bases que pretendían ser científicas. Esto fue evi-
dente sobre todo en su proyecto educativo, que desembocó en la
creación de la escuela laica y obligatoria –a imagen y semejanza
de la escuela republicana francesa–, y en la organización de las
universidades nacionales. Pero la afición que tenían por Francia
las elites gobernantes también tuvo consecuencias en la arquitec-
tura, las artes y los usos y costumbres de la burguesía en su con-
junto. Esta modernidad, periférica y francófila, fue el rasgo
saliente de una democracia liberal que, a pesar de sus limitacio-
nes, logró integrar a millones de inmigrantes europeos que
modificaron la composición social de nuestro país.5

LA RECEPCIÓN DEL PENSAMIENTO FRANCÉS


EN EL SENO DE LOS “DISCURSOS PSI”6

No es mi intención detenerme aquí en la historia sociocultu-


ral de la Argentina. Más bien pretendo mostrar, de manera muy
sucinta, hasta qué punto el pensamiento francés ya había sido
crucial en la construcción de los discursos psicológicos locales
durante las primeras décadas del siglo XX (esto es, mucho antes
del inicio de nuestro período de estudio). En 1903, uno de los
primeros profesores de psicología de la Universidad de Buenos
Aires, Horacio Piñero (1869-1919), en una comunicación reali-
zada en París, en el Institut Général Psychologique, decía res-
pecto de los argentinos:

En la ciencia, señores, seguimos de muy cerca el ejemplo de esta


Francia científica que llaman el cerebro del mundo. Intelectualmente,
somos verdaderamente franceses; vivimos auscultando vuestro pro-

5. Para ver de qué modo los intelectuales argentinos vivieron estos proce-
sos de transformación, véase Sarlo, B. (1988). Una modernidad periférica: Buenos
Aires 1920 y 1930. Buenos Aires, Nueva Visión.
6. Este parágrafo ha sido publicado en 2006, con algunas modificaciones,
en la revista Conceptual, Estudios de Psicoanálisis, 6 (7), 11-16.
INTRODUC C IÓN 35

greso, escuchando vuestras lecciones en todas las manifestaciones


de la inteligencia, y yo afirmo que os debemos más que a todas las
otras naciones del mundo reunidas, por una razón muy simple: al
comienzo de nuestra adolescencia, fueron franceses quienes dirigie-
ron nuestros pasos, quienes instruyeron las generaciones que hoy
gobiernan el país y quienes educaron a nuestra juventud en las
escuelas y universidades.7

Piñero, que era miembro correspondiente de la Société de


Psychologie de Paris, se refería en particular a Amadeo Jacques,
un filósofo ecléctico discípulo de Victor Cousin (1813-1865).
Profesor en el liceo Louis-le-Grand desde 1832 y responsable de
cursos en l’École normale supérieure, Jacques había fundado en
1848 la Société Démocratique des Libres-penseurs, de la cual
era vicepresidente y su amigo Jules Simon, presidente. Un año
antes, junto con Simon y Émile Saisset, había publicado un
manual de filosofía para los colegios secundarios, en el que había
escrito la parte dedicada a la psicología.8 En 1851, el golpe de
Estado de Luis Napoleón Bonaparte lo obligó a partir de Fran-
cia. Instalado en la Argentina, luego de un pasaje por Uruguay,
en 1861 fue designado rector del Colegio Nacional Buenos Aires
y responsable de la reforma de los programas de enseñanza
secundaria por el gobierno de Bartolomé Mitre.9 Curiosamente,
su manual, pensado para la educación pública francesa, terminó
siendo utilizado en los colegios nacionales argentinos.10

7. Piñero, H. (1903). “La psychologie expérimentale dans la République


Argentine”, en Bulletin de l’Institut Général Psychologique, 1. Hay varias reedicio-
nes. Véase Vezzetti, H. (comp.) (1989). Freud en Buenos Aires. Buenos Aires,
Puntosur (1996). Cuadernos Argentinos de Historia de la Psicología, 2 (1/2), 270-
313. La traducción que aquí citamos la hemos realizado a partir de esta última
edición bilingüe, presentada por Hugo Klappenbach, 239-268.
8. Jacques, A.; Simon, J. y Saisset, É. (1847). Manuel de Philosophie à l’usage
des collèges. París, Joubert.
9. Quintero Palacios, S. (1995). “Geografía y nación. Estrategias educativas
en la representación del territorio argentino (1862-1870)”, en Territorio, 7, <http:
//www.filo.uba.ar/contenidos/investigacion/institutos/geografia/territ7.htm>.
10. En 1884, Miguel Cané, en las páginas de su novela Juvenilia, aportaría
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En cierto modo, además del modelo educativo francés, Jac-


ques había traído consigo su sueño de una “filosofía popular”,
que trató de concretar en la Argentina.11 Sin embargo, el Jac-
ques que destacaba Piñero en 1903 ya no era el pensador ecléc-
tico de los orígenes, sino el filósofo que también había sabido
transmitir los fundamentos de la ciencia llamada positiva. Al
definir la psicología como una ciencia natural, y siguiendo la tra-
dición psicopatológica francesa, Piñero, que era médico, se apo-
yaba tanto en la experimentación como en la clínica. Invocando
a Ribot, Charcot y Janet, se vanagloriaba asimismo de haber cre-
ado el primer laboratorio experimental de Buenos Aires, en
1898. Pero situaba su empresa en un marco más amplio, donde
la influencia francesa se hacía sentir en el conjunto del campo
médico.

Nuestra Facultad de Medicina, especialmente, está organizada


siguiendo el modelo de la vuestra. Todos nuestros profesores, titu-
lares y adjuntos han venido aquí varias veces para seguir vuestras
lecciones y trabajar en vuestros laboratorios. Algunos han estudiado
en la Facultad de París, y tienen un diploma francés, como para lle-
var a casa la marca de vuestra ciencia.12

una semblanza memorable de este célebre pensador francés, que iba a morir en
Buenos Aires en 1865: “El estado de los estudios en el Colegio era deplorable,
hasta que tomó su dirección el hombre más sabio que hasta el día haya pisado
tierra argentina [...]. Había escrito, bajo el molde ecléctico, la psicología más
admirable que se haya publicado en Europa. El estilo es claro, vigoroso, de una
marcha viva y elegante; el pensamiento sereno, la lógica inflexible y el método
perfecto. Hay en ese manual, que corre en todas las manos de los estudiantes,
páginas de una belleza literaria de primer orden, y aún hoy, quince años des-
pués de haberlo leído, recuerdo con emoción los capítulos sobre el método y la
asociación de ideas”. Cané, M. [1884] (1950). Juvenilia. Buenos Aires, Espasa
Calpe (cap. VII, cuarta edición).
11. Véase Vermeren, P. (2002). Le Rêve démocratique de la philosophie. D’une
rive à l’autre de l’Atlantique (seguido de Essai de philosophie populaire, de Amédée
Jacques). París, L’Harmattan [trad. esp.: El sueño democrático de la filosofía. Bue-
nos Aires, Colihue, 1998].
12. Piñero, H. (1903), ob. cit., 282.
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En efecto, a partir de 1880, particularmente, la medicina


francesa se había transformado en un modelo privilegiado. Así,
los programas de la Facultad de Medicina de la Universidad de
Buenos Aires eran a menudo una copia de los de su homóloga
parisina, del mismo modo en que sus profesores más importan-
tes se habían graduado en la Sorbona o habían realizado allí
estudios más o menos prolongados.13 En ese contexto, no resulta
sorprendente que, en 1906, José Ingenieros (1877-1925), un psi-
quiatra, criminólogo y sociólogo ítalo-argentino, figura emble-
mática de este período positivista, haya realizado su viaje iniciá-
tico a Francia. En una larga crónica que envió al diario La
Nación, contaba sus impresiones sobre el panorama parisino. Sin
embargo, no lo hacía con el asombro provinciano de un recién
llegado, que provenía de la periferia más austral. Lejos de ello,
Ingenieros hablaba con la seguridad de un intelectual de un “país
emergente” –no hay que olvidar que, en esa época, la Argentina
se encontraba entre las naciones de mayor crecimiento en el
mundo–, dispuesto a intercambiar opiniones con sus colegas eu-
ropeos. Cuando contaba el conflicto entre Pierre Janet y Alfred
Binet por la sucesión de Théodule Ribot en el Collège de Fran-
ce, y presentaba a otras celebridades de la psicología francesa, lo
hacía con la mayor familiaridad:

Janet tiene mayor preparación clínica, su cultura médica es grande,


ha descollado en el estudio de las enfermedades nerviosas y menta-
les, posee excelentes condiciones de expositor y cuenta varios libros
en su haber intelectual. Binet es más hombre de laboratorio, su eru-
dición es vasta, prefiere las investigaciones de psicología pedagógi-
ca, es de una dedicación ejemplar y ha escrito libros muy estimados.
Janet es más clínico y mejor conferenciante; Binet es un experimen-

13. Véase de Asúa, M. (1986). “Influencia de la Facultad de Medicina de


París sobre la de Buenos Aires”, en Quipu, 3 (1), 79-89. Citado por Klappen-
bach, H. (1996), ob. cit., 283. Véase también Stagnaro, J. C. (2000). “Acerca de
la recepción e incorporación de las ideas de la psiquiatría europea en Buenos
Aires (1870-1890)”, en Autores varios. Psiquiatría, Psicología y Psicoanálisis: His-
toria y memoria. Buenos Aires, Polemos, 32-39.
38 ENTRE PARÍS Y BUENOS AIRES

tador más diestro […]. Janet fue nombrado sucesor de Ribot, obte-
niendo un voto más que Binet, el cual ha quedado como director
del laboratorio de psicología experimental. Cada uno en su sitio.
Nuestro amigo Th. Ribot, que nos ha referido estos entretelones
mientras corregíamos pruebas en la librería de Alcan, no tomó par-
tido por ninguno de ellos. Ambos le parecían dignos de sucederle
[…].
Janet es un hombre entre los cuarenta y cinco y cincuenta años, de
buena presencia, humor risueño, conversación agradable y exquisi-
ta amabilidad. Sus estudios clínicos sobre la histeria son de primerí-
simo orden […].
Georges Dumas enseña psicología experimental en la Sorbona,
donde esta cátedra es suplementaria. Es de la misma generación que
Janet y también médico especialista en enfermedades nerviosas y
mentales. Diserta con una corrección y claridad sorprendentes; rea-
liza el tipo mental del orador universitario […].
En el Congreso Internacional de Psicología, celebrado en Roma en
1905, llamó nuestra atención un joven de aspecto nada vulgar. Alto,
robusto, ojos de místico, gran melena, barba copiosa, una fisonomía
oscilante entre la de un cristo clásico y la de un conspirador nihilis-
ta. En París lo encontramos en varias sociedades científicas y pron-
to trabamos amistad muy cordial. El Dr. Henri Piéron es uno de los
jóvenes mejor conocidos en el mundo científico contemporáneo,
aunque solo pesan sobre sus hombros una treintena de años […].
Conoce el español y dedica una atención preferente a los trabajos
científicos hispano-americanos. Nos ha complacido oírle repetir
que en la Argentina se produce más y mejor que en todos los demás
países de habla castellana juntos.14

Esta crónica viene a cuento para destacar hasta qué punto la


psicología científica que por entonces se desarrollaba en la Ar-

14. Ingenieros, J. (1906). “Psicólogos franceses”, en La Nación, 13 de octu-


bre, pág. 5. Hemos encontrado este artículo en los Archivos Nacionales de
Francia, más precisamente en los archivos personales de Henri Piéron, lo cual
no es irrelevante. Es probable que Ingenieros haya tenido el cuidado de enviar
ese recorte a su nuevo amigo, quien lo consideró lo suficientemente importan-
te como para guardarlo.
INTRODUC C IÓN 39

gentina lo hacía en estrecha relación con su homóloga francesa.


En 1906, Ingenieros estaba en Francia con el objeto de dar algu-
nas conferencias, luego de haber presidido la sección de psicolo-
gía patológica en el V Congreso Internacional de Psicología,
realizado en Roma, en 1905. Las pruebas de imprenta que esta-
ba corrigiendo en la editorial Alcan, supuestamente junto con
Théodule Ribot, eran las de su libro Le Langage musical et ses
troubles hystériques: études de psychologie clinique, que recién iba a
aparecer en 1907.15 Ese mismo año, obtendría por concurso la
segunda cátedra de Psicología en la Facultad de Filosofía y
Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde Piñero era titu-
lar de la primera cátedra.
En cuanto a su psicología, ya en 1904, siguiendo los pasos de
Charcot y Bernheim, Ingenieros se ocupaba de la histeria y la
sugestión, aunque desde un punto de vista fisiopatológico, cerca-
no a las ideas de J. Grasset. En cierto modo, con sus múltiples
trabajos (que incluían estudios novedosos sobre las psicopatolo-
gías sexuales, tanto como ensayos sobre el amor), contribuyó a
plantear nuevos problemas que, a pesar suyo, fertilizaron el
terreno en el que las teorías freudianas sobre las neurosis iban a
implantarse tiempo después.16 No obstante, el psiquiatra argen-
tino nacido en Italia daba la impresión de no conocer al maestro
vienés más que de manera indirecta, gracias a la famosa crítica
que Pierre Janet le había dedicado en 1913. Esta crítica fue
publicada en la Argentina, en 1914 –el mismo año de su apari-
ción en Francia–, en los Archivos de Ciencias de la Educación dirigi-
dos por Víctor Mercante, otro de los grandes referentes de la
psicología experimental de principios del siglo XX.17 En reali-
dad, si la tradición positiva establecida en Buenos Aires se empa-
rentaba esencialmente con la clínica médica, aquélla desarrollada

15. Curiosamente, el autor aparecía como “Joseph Ingegnieros”, con el


nombre en francés y el apellido en italiano.
16. Véase Vezzetti, H. (1996). Aventuras de Freud en el país de los argentinos.
Buenos Aires, Paidós.
17. Janet, P. (1914). “El psico-análisis”, en Archivos de Ciencias de la Educa-
ción, 1, 175-229.
40 ENTRE PARÍS Y BUENOS AIRES

en La Plata en torno de Víctor Mercante estaba ligada al domi-


nio de una educación que también pretendía ser científica. Mer-
cante (1870-1934) fundó en 1890 el que habría sido el primer
laboratorio psicofisiológico de América Latina, en la provincia
de San Juan, donde dirigía una escuela normal (equivalente a los
liceos franceses).
Poco tiempo después, Mercante se haría cargo de otra escuela
normal, esta vez en Mercedes, provincia de Buenos Aires, donde
comenzó sus investigaciones sobre las características de la inteli-
gencia infantil y, en particular, sobre la aptitud de los niños para
las matemáticas.18 En 1902 publicó un libro sobre el tema, que
fue reconocido en Estados Unidos por Stanley Hall, pero tam-
bién en Francia, donde Henri Piéron le dedicó dos comentarios
muy elogiosos.19 Fue el inicio de un intercambio epistolar extre-
madamente amistoso con Piéron, que iba a durar desde 1904
hasta 1910. Así es que, en 1906, cuando Mercante fue nombrado
responsable de la Sección Pedagógica de la Universidad Nacio-
nal de La Plata (UNLP), escribió de inmediato a su colega fran-
cés, no sin cierto orgullo: “Tengo el honor de ponerme a sus
órdenes, desde mi puesto de Director de la Sección Pedagógica
de la Universidad Nacional de La Plata”.20 En su última carta,
de 1910, además de agradecer a Piéron el envío de L’Évolution de
la mémoire,21 Mercante confesaba su “inmensa admiración por el
célebre pensador y conferencista de la Universidad de París”.22
El eclipse de este período positivista, hacia el fin de los años
veinte, no implicó sin embargo el ocaso de la influencia del pen-
samiento francés en la Argentina. Aunque las referencias teóricas

18. Véase Dussel, I. (1996). “Víctor Mercante”, en Perspectives: revue trimes-


trielle d’éducation comparée, París, Unesco, 26 (2), 441-458.
19. Véase Mercante, V. (1902). Psicología de la aptitud matemática del niño.
Buenos Aires, Cabaut. Mercante hacía alusión a los comentarios de Piéron en
las cartas que le envió el 21 de enero y el 27 de mayo de 1905. Véase “Fondo
Piéron”, Archivos Nacionales de Francia, AP 8.
20. Carta del 11 de mayo de 1906. “Fondo Piéron”, ob. cit., AP 8.
21. Piéron, H. (1910). L’Évolution de la mémoire. París, Flammarion.
22. Carta del 22 de marzo de 1910. “Fondo Piéron”, ob. cit., AP 8.
INTRODUC C IÓN 41

estaban destinadas a cambiar, la actitud francófila permaneció


constante. De este modo, por ejemplo, en 1926, el filósofo Co-
riolano Alberini –titular entre 1923 y 1943 del mismo curso de
Psicología que otrora impartiera Ingenieros en la UBA– pronun-
ció una conferencia en París, en la Société Française de Philoso-
phie, donde decía:

¿Qué rol ha jugado el pensamiento francés en la formación de la


cultura argentina? Por cierto ha sido grande, muy grande. Casi
diría que ha sido la única escuela a la cual podría remitirse la inte-
lectualidad argentina […]. Ante el hecho de la desaparición o de la
disminución de la influencia cultural española, ¿qué otro pueblo
podía ser el mentor ideológico de Argentina? De Italia había poco
que esperar, si tenemos en cuenta la situación en que se encontra-
ba. Y fue entonces natural que por razones de simpatía política,
por razones de afinidad lingüística y finalmente por el gran presti-
gio de la cultura francesa, la Argentina volviese sus ojos a Francia.
Así se explica que todo el desenvolvimiento argentino, durante el
curso del siglo pasado, haya estado bajo la influencia directa de la
cultura francesa y que, cuando las ideas venían de otros países, lle-
garan al Río de la Plata transmitidas y elaboradas por el espíritu
francés.23

Este filósofo argentino fue uno de los portaestandartes de lo


que luego se dio en llamar la “reacción antipositivista”. Por ello,
en 1927, siendo ya decano de la Facultad de Filosofía y Letras de
la UBA, daría una calurosa recepción a Charles Blondel, quien
dictó varias conferencias, la última de las cuales fue consagrada
al psicoanálisis. Esta conferencia, publicada en la Revista de Filo-
sofía fundada por Ingenieros, fue presentada por Alberini, quien
destacó la importancia de Henri Bergson en toda esta cuestión.24
Dos años después de la muerte de Ingenieros, aunque el positi-

23. Alberini, C. (1926). “El pensamiento francés en la cultura argentina”,


en Alberini, C. (1966). Problemas de historia de las ideas filosóficas en la Argentina.
La Plata, UNLP, 78-79.
24. Véase Vezzetti, H. (comp.) (1989). “Estudio preliminar”, ob. cit.
42 ENTRE PARÍS Y BUENOS AIRES

vismo estuviera en franca declinación, la recepción del psicoaná-


lisis continuaba realizándose más por la vía de sus detractores
franceses que de sus cultores locales. Baste recordar el caso de
Nerio Rojas (1890-1971), un psiquiatra dinámico hermano del
célebre escritor Ricardo Rojas. Cuando en 1930 fue recibido en
Viena por el mismo Freud, Rojas no pudo dejar de hablarle en
los términos teóricos que le eran más habituales. Después de
especializarse en medicina legal en París, había llegado a decir
que el psicoanálisis estaba “entre la ciencia y la pornografía”.25
Pero ello no le impidió visitar a Freud, evento que se encargó de
contar en un artículo publicado en La Nación.26
Según Rojas, él habría dicho a su anfitrión que el psicoanáli-
sis en patología, al igual que el bergsonismo en psicología nor-
mal, luchaba contra un atomismo psíquico demasiado estático.
Tanto Freud como Bergson afirmaban “la realidad de una co-
rriente psíquica dinámica y continua”, cuyo origen estaba “fuera
de la conciencia, en el fondo de la vida afectiva”. Ante lo cual
Freud habría reaccionado recordando sus diferencias con Berg-
son: “Él es filósofo y yo soy médico; Bergson es defensor del
libre albedrío y yo soy determinista; él propone la intuición, y
yo la experiencia; él ignora el predominio de las tendencias en
la forma estudiada por mí mismo”. Para Rojas, sin embargo, las
diferencias eran muy otras: “El bergsonismo es una doctrina
luminosa con técnica imprecisa, mientras el psicoanálisis es un
método feliz con teoría en parte discutible”. En 1939, en oca-
sión de la muerte de Freud, Rojas insistiría en esta vinculación,

25. Rojas, N. (1925). “La histeria después de Charcot”, en Revista de Crimi-


nología, Psiquiatría y Medicina Legal, 12, 458.
26. “No bien he precisado mi pensamiento, según el cual la doctrina de
Bergson tiene grandes concordancias con el psicoanálisis, compruebo un cam-
bio brusco en la mímica de mi interlocutor, que niega el hecho sin disimular
su poco agrado. Deberes de respeto y de cortesía me obligan a aclarar mi afir-
mación, pero otros deberes de seriedad intelectual me imponen mantenerla.”
Rojas, N. (1930). “Una visita a Freud”, en La Nación, 17 de marzo. Lo cito
a partir de su reedición en Vezzetti, H. (comp.) (1989), ob. cit., 173-178;
175-176.
INTRODUC C IÓN 43

en otro artículo publicado en La Nación, llamado “De Bergson a


Freud”.27 Una vez más, en la Argentina, el psicoanálisis no po-
día ser separado del pensamiento francés. Así, la pulsión freu-
diana, entre otros conceptos, debía comprenderse a través del
prisma del “élan vital” concebido por Bergson.
A fines de esa misma década, Ángel Garma y Celes Cárcamo,
un psiquiatra español y otro argentino, iban a conocerse en Pa-
rís. Garma huía de la Guerra Civil Española, luego de haber
hecho una formación analítica en Berlín. Aprovechaba la ocasión
para estrechar relaciones con psicoanalistas franceses, como Da-
niel Lagache y René Laforgue. Cárcamo, por su parte, se ana-
lizaba con Paul Schiff, mientras completaba su formación psi-
quiátrica con Henri Claude. Cuenta la leyenda que, en 1937, en
un café de París, estos dos hombres habrían mantenido las pri-
meras conversaciones sobre la eventual creación de una asocia-
ción psicoanalítica en Buenos Aires. Sea como fuere, pronto par-
tirían a la Argentina, casados con sendas mujeres francesas. A
fines de 1942 serían los únicos analistas reconocidos por la Inter-
national Psychoanalytic Association (IPA) que participaron en la
fundación de la Asociación Psicoanalítica Argentina. En esta fun-
dación, iba a haber también un “grupo local”, entre cuyos miem-
bros se destacaba Enrique Pichon-Rivière, un psiquiatra de pa-
dres franceses nacido en Suiza.
En este breve relato introductorio, he querido exponer algu-
nas muestras escogidas de la presencia del pensamiento francés
en la constitución de los “discursos psi” en la Argentina a princi-
pios del siglo XX. También podría haberme referido a las visitas
de Georges Dumas, en 1931 y 1938; a la de Pierre Janet, en
1932; o a las críticas que Jacques Maritain dirigió al psicoanálisis
durante sus conferencias en Buenos Aires, en 1938. De todos

27. No se trataba para él de “recordar la coincidencia de la condición judía


de los dos maestros”, sino de destacar “cierta afinidad doctrinaria” que situaba
ambas escuelas “en una misma corriente de pensamiento”. Rojas, N. (1939).
“De Bergson a Freud”, en La Nación, 26 de noviembre. Lo cito a partir de su
reedición en Vezzetti, H. (comp.) (1989), ob. cit., 179-190.
44 ENTRE PARÍS Y BUENOS AIRES

modos, no habría agotado los ejemplos de esta relación precoz


entre la psicología, la psiquiatría y el psicoanálisis argentinos con
sus homólogos franceses, relación que implicaba zonas de cruce
con la filosofía, la biología, la literatura y las ciencias sociales.
Me he contentado entonces con señalar algunos casos particula-
res de esta filiación intelectual, para destacar que uno de los dos
grandes ejes que organizan este texto se sitúa en torno de los
problemas de la recepción.28 En efecto, el hecho de privilegiar la
relación entre París y Buenos Aires para pensar “la invención”
del psicólogo en la Argentina implica que hubo ideas que se
transmitieron, que circularon entre esas dos capitales. Hubo tex-
tos que se leyeron, por no decir que se recepcionaron, y tuvieron
sus efectos. En todo caso, años después, algunos de los protago-
nistas de este libro, como Enrique Pichon-Rivière, José Bleger y
Oscar Masotta, al privilegiar a autores como Daniel Lagache,
Georges Politzer y Jacques Lacan, no iban a hacer más que con-
tinuar transitando por una vía que, en nuestro país, ya tenía una
larga historia.
Sin embargo, habría que precisar que la lectura de un texto,
realizada o no en un país periférico, nunca es una copia fiel del
original. La operación de lectura no implica una reproducción
pasiva, sino una apropiación activa, que interpreta el modelo a
partir de la situación particular en la que se halla el lector. Por
ejemplo, la recepción argentina de la obra de Lagache incorporó
una dimensión que no existía en absoluto en la obra de ese autor.
En nuestras tierras, esa forma francesa de entender la conducta
debió articularse a su vez con una concepción inglesa del incons-
ciente, derivada de las ideas de Melanie Klein. En ese sentido, si
bien se ha dicho muchas veces que la Argentina es un espejo de
Europa, para no caer en un lugar común, habría que agregar que

28. Para una introducción general a esta perspectiva, extraída de la tradi-


ción hermenéutica alemana, véase Jauss, H. R. (1978). Pour une esthétique de la
réception. París, Gallimard. He tratado de aplicarla al campo “psi” en Dagfal, A.
(2004). “Para una ‘estética de la recepción’ de las ideas psicológicas”, en Frenia,
Revista de Historia de la Psiquiatría, 5 (1), 1-12.
INTRODUC C IÓN 45

se trata de un espejo singular y caprichoso, que deforma todo


aquello que refleja según su propia perspectiva.
El segundo eje que ordena este trabajo apunta a las relaciones
transversales entre psicología, psicoanálisis y psiquiatría. Elabo-
rar una historia de cualquiera de esas tres disciplinas sin tener en
cuenta las otras dos habría sido un contrasentido, toda vez que
sus lazos son tan estrechos que, a menudo, resulta muy difícil
establecer entre ellas límites precisos. Más aún en el período
estudiado, en el que el psicólogo y el psicoanalista recién comen-
zaban a existir como tales, y el psiquiatra adquiría su credencial
de especialista con cierto reconocimiento dentro de la medicina.
En ese marco, en el que las teorías, las prácticas y las institucio-
nes “psi” se iban articulando de manera confusa, me ha resultado
de gran utilidad la noción –ya clásica– de campo, del sociólogo
Pierre Bourdieu. Esta busca dar cuenta de la autonomía relativa
de una comunidad (científica o intelectual, por ejemplo), respec-
to de otros grupos y de influencias sociales más generales. El
campo se define como un espacio complejo, con propiedades y
reglas específicas que constituyen un “sistema de relaciones
objetivas entre posiciones adquiridas”, donde las ideas, los textos
y las prácticas tienen un valor relativo a la ubicación de los acto-
res, ya sea que se trate de individuos, grupos o escuelas.29
Aunque no se la utilice en su sentido más estricto, en el domi-
nio de la “historia psi”, la categoría de campo permite pensar el
carácter específico de las ideas y las prácticas de las diversas disci-

29. A su vez, dentro del campo, el acceso a posiciones de autoridad está


supeditado a la acumulación de un capital simbólico específico, lo cual implica
necesariamente una dinámica de competencia y de lucha por la legitimidad. El
concepto de campo pone así de relieve el carácter conflictivo de la legitimidad
y el reconocimiento, que solo pueden provenir de los pares que integran el
propio campo, quienes compiten a su vez por la acumulación de un capital sim-
bólico limitado. En ese sentido, las producciones de un autor central no pue-
den ser examinadas con los mismos parámetros que las de un autor marginal,
que busca acceder a una posición de reconocimiento, y que para ello debe
recusar las autoridades existentes. Véase Bourdieu, P. (1976). “Le champ scien-
tifique”, en Actes de la recherche en sciences sociales (1/2) [trad. esp.: Buch, Alfonso
(1994). “El campo científico”, en Redes, 2 (1), 131-160].
46 ENTRE PARÍS Y BUENOS AIRES

plinas, sin por ello perder de vista ciertas determinaciones comu-


nes más generales, cuya eficacia, sin embargo, resulta mediatiza-
da por la lógica de las relaciones de cada campo particular. La
política, por ejemplo, no podría ser invocada como factor explica-
tivo sin antes dar cuenta de cómo ese agente es “filtrado” por el
funcionamiento diferencial de los distintos subcampos.

PERIODIZACIÓN

Con respecto al período abordado por este libro (1942-1966),


sus límites obedecen a razones de tipo local más que internacio-
nal. Como toda periodización, es a la vez arbitraria y necesaria,
con el fin de acotar el objeto de análisis. En todo caso, en esos
años se produjeron sucesos que serían cruciales para la constitu-
ción de las “disciplinas psi”, determinando incluso algunos de los
rasgos más salientes de su configuración actual. Asimismo, den-
tro de ese período, pueden distinguirse dos subperíodos. El pri-
mero, que va de 1942 hasta 1955, en el plano de la historia polí-
tica, corresponde aproximadamente al ascenso y la declinación
del primer peronismo. Si sitúo su inicio en 1942 (y no en 1943 o
1946), es para incluir también la fundación de la Asociación Psi-
coanalítica Argentina (APA), hecho que marca el comienzo de la
institucionalización del psicoanálisis en el Río de la Plata, aun-
que no de su presencia. Durante ese lapso (1942-1955), se pro-
duce una organización relativamente autónoma de las “discipli-
nas psi”. Mientras el psicoanálisis se consolida –siguiendo el
modelo médico de una profesión liberal– como una práctica clí-
nica individual situada en un consultorio, la psicología se expan-
de sobre todo en su faz aplicada a los dominios de la educación
y del trabajo, muy ligados al proyecto socioeconómico del pero-
nismo. Al mismo tiempo, la psiquiatría se vincula a las políticas
de salud pública, y comienza a ser atravesada por los discursos de
la salud mental surgidos luego de la Segunda Guerra Mundial.
Este primer subperíodo concluye en 1955, con el golpe de Esta-
do que derroca a Perón, poco después de la creación de la pri-
mera carrera de Psicología en la ciudad de Rosario.
INTRODUC C IÓN 47

Sin embargo, el estallido de los estudios universitarios de psi-


cología se producirá recién en el segundo subperíodo, que va de
1955 a 1966. Si su inicio se corresponde con el advenimiento de
la autodenominada “Revolución Libertadora”, su fin coincide
con el derrocamiento de Arturo Illia, la “Noche de los bastones
largos” y la intervención de las universidades públicas. En esta
franja temporal situada entre dos golpes de Estado, tiene lugar
una asombrosa renovación social y cultural, en el seno de la cual
las universidades se democratizan, incorporan nuevos profesores
y modernizan sus planes de estudios. En este marco, en solo dos
años (entre 1957 y 1959) se crean carreras de Psicología en cinco
universidades nacionales. Comienza entonces en nuestro país la
historia de los psicólogos, que viene a sumarse a la historia de la
psicología, de más larga data. Al mismo tiempo, el psicoanálisis
deja de ser patrimonio exclusivo de algunos médicos vinculados
a las elites porteñas, para insertarse en ámbitos diversos, desde
los hospitales públicos hasta las carreras de Psicología. A su vez,
la psicología se nutre de ciertas formas del psicoanálisis, proyec-
tándolo a la escena pública, más allá de los consultorios privados
y de la asociación oficial.
En esta época, figuras como Enrique Pichon-Rivière y su dis-
cípulo José Bleger alcanzan su máxima popularidad, simbolizan-
do este espíritu de convergencia teórica y disciplinar. Se trata de
psicoanalistas que se dedican también a la psicología, sin por ello
dejar de ser psiquiatras. En realidad, la psiquiatría de la época se
ve tensionada entre una vertiente organicista y asilar, que por la
vía de los neurolépticos encuentra un nuevo sostén para sus vie-
jas pretensiones científicas, y una corriente progresista, cercana
al movimiento de la salud mental, que se inspira en el psicoaná-
lisis y las ciencias sociales, promoviendo el trabajo en equipo con
psicólogos y trabajadores sociales. Es esta segunda vertiente la
que rápidamente ingresa en las carreras de Psicología, incidien-
do de manera decisiva en la orientación de la formación. Más
aún, a fines de los años cincuenta, cuando se producen las pri-
meras disputas con la corporación médica por el derecho al ejer-
cicio de las psicoterapias, muchos psiquiatras progresistas apoyan
la posición de los futuros psicólogos, oponiéndose a buena parte
48 ENTRE PARÍS Y BUENOS AIRES

de sus propios colegas. Considerando que esas disputas fueron


cruciales para galvanizar la identidad de esos nuevos profesiona-
les, no es casual que, en un lapso muy corto, que va de 1959 a
1962, los psicoanalistas y psiquiatras ligados a la salud mental se
convirtieran en referentes fundamentales para los estudiantes de
psicología. De ese modo, según se expondrá en este trabajo, ellos
desplazaron a los propios fundadores de algunas de las carreras,
cuyos intereses estaban mucho más vinculados a las psicologías
llamadas científicas.
En ese proceso, generalmente se ha subestimado el papel des-
empeñado por algunos personajes que en el “campo psi” no sue-
len ser tan recordados, como Enrique Butelman, Jaime Berns-
tein y Gino Germani.30 A partir de sus múltiples actividades
como intelectuales, docentes y editores, ellos cumplieron un
papel decisivo en la construcción de un público ampliado para la
“nueva psicología”. Por un lado, en ese período “bisagra”, diri-
gen las carreras de Psicología de Buenos Aires (Butelman) y
Rosario (Bernstein), además de la carrera de sociología de la
UBA (Germani), donde elaboran planes de estudios y promue-
ven la contratación de profesores afines. Por el otro, a través de
la editorial Paidós, traducen a autores extranjeros y publican a
autores locales que sitúan la psicología y el psicoanálisis en el
seno de las ciencias humanas y sociales. Finalmente, enseñan
numerosas materias de la formación básica de los psicólogos,
dándoles los elementos teóricos fundamentales para entender la
psicología como una disciplina del sentido, y no como una cien-
cia natural. Se tratará de mostrar entonces hasta qué punto las
múltiples actividades de esos tres actores fueron determinantes

30. Sin embargo, existen algunos trabajos que buscan subsanar esa omisión.
Véanse, entre otros, Klappenbach, H. (2001). “Dos editoriales en los comien-
zos de la profesionalización de la psicología en Argentina”, en Memorandum, 1,
61-71; Gentile, A. (2003). Ensayos históricos sobre psicoanálisis y psicología. Rosario,
Fundación Ross. Por otra parte, en noviembre de 2007, se organizó en la
Facultad de Psicología de la UBA una “Jornada de homenaje a los profesores
Enrique Butelman y Jaime Bernstein”, en la que se hizo hincapié en el lugar
que les cupo en la organización del campo de la psicología en la Argentina.
INTRODUC C IÓN 49

en la conformación de muchos de los rasgos que han caracteriza-


do al psicólogo argentino a lo largo de sus cinco décadas de vida.
En esta narración, además de hablarse de reconocidos prota-
gonistas de la historia del psicoanálisis, como Enrique Pichon-
Rivière, Ángel Garma y José Bleger, se los pondrá en relación
con sus interlocutores y sus adversarios dentro de los campos de
la psiquiatría y la psicología, como Gregorio Bermann, Jorge
Thénon, Marcos Victoria, Telma Reca y Fernanda Monasterio,
por citar solo a algunos. Ello resulta indispensable para mostrar
que la expansión del psicoanálisis en la Argentina no se dio de
manera natural y armoniosa, sino que implicó altas dosis de con-
flicto con otros proyectos en pugna. En todo caso, en esas dispu-
tas, no estaba definido de antemano quién iba a triunfar, de mo-
do que será necesario indagar cuáles fueron algunas de las causas
que finalmente permitieron que el psicoanálisis se impusiera de
manera tan rápida como generalizada.
Si el epílogo de esta historia se sitúa en torno de 1966, es
porque esa fecha, aunque más no sea de manera retrospectiva,
marca el fin de una época. La renovación social y cultural verti-
ginosa iniciada en 1955 llega en ese momento a un punto de de-
clinación. El golpe de Onganía muestra a las claras los límites de
la aventura reformista. Para la universidad, implica el ocaso de
algo así como una edad de oro y el inicio de una larga decaden-
cia. La juventud comprometida se despierta entonces, de mane-
ra violenta, de un sueño humanista y militante en el que todo
parecía posible. De ahí en más, la radicalización de las posiciones
políticas deja cada vez menos espacio para los debates intelectua-
les y culturales. No es casual que en esta parte del relato se haga
alusión al recorrido del joven Oscar Masotta, quien ilustra de
manera privilegiada esa tensión entre una época que no termina
de finalizar y los nuevos tiempos que no se deciden a advenir. Él
sintetiza mejor que nadie las oposiciones y articulaciones entre
“conciencia y estructura”, marxismo y psicoanálisis. En ese
momento de cambios y vacilaciones, Masotta se interesa por
Lacan y el estructuralismo, sin renunciar del todo, aún, al exis-
tencialismo de Sartre y Merleau-Ponty.
50 ENTRE PARÍS Y BUENOS AIRES

DEBATES ACTUALES

Aunque este libro no aborde los debates actuales del “campo


psi”, las preguntas que le dieron origen son relativamente re-
cientes. Ellas se me plantearon en los años noventa, en los que la
formación del psicólogo aún tenía mucho en común con la del
período estudiado (1942-1966). Si bien, desde fines de los seten-
ta, la hegemonía del psicoanálisis kleiniano había sido reempla-
zada por el auge del lacanismo, el psicólogo argentino seguía
teniendo cierta relación con debates filosóficos y políticos que
resultaban indiferentes a buena parte de sus colegas en el resto
del mundo, con un perfil más científico y menos intelectual. No
obstante, muchas cosas han cambiado dentro de este campo
durante la última década. Por un lado, es indudable que la for-
mación del psicólogo se ha diversificado. El psicoanálisis sigue
siendo la principal teoría de referencia y la clínica, la orientación
privilegiada, pero muchas otras áreas han empezado a desarro-
llarse. Así, se han creado posgrados en psicología educacional,
forense y social comunitaria, además de otros en neuropsicolo-
gía, gerontología, violencia familiar, etc., que responden a nue-
vos ámbitos de desempeño profesional. Al mismo tiempo, en la
formación de grado, las carreras han incorporado un número
creciente de materias electivas, que permiten opciones no tradi-
cionales. Por otra parte, las carreras de Psicología privadas han
tendido a diferenciarse de las públicas, buscando adaptarse a las
nuevas condiciones del mercado laboral. En tal sentido, en la
formación impartida, muchas de ellas han privilegiado el para-
digma cognitivo y la enseñanza de terapias breves, en consonan-
cia con las demandas de los nuevos actores institucionales del
mercado de la salud (como la medicina prepaga, que exige trata-
mientos cada vez más cortos, con objetivos precisos y estandari-
zables).
En este contexto, en el que la psicología local busca ponerse a
tono con el panorama internacional de la disciplina, finalmente,
el psicólogo argentino parece haber tomado conciencia de su
propia excepcionalidad, en el mismo momento en el que corre el
riesgo de empezar a perderla. Su relación privilegiada con el psi-
INTRODUC C IÓN 51

coanálisis ya no parece ser del orden de lo “natural”, y comienza


a ser interrogada desde diversos ángulos.31 Ante esta situación
cambiante del “campo psi”, la reflexión histórica ha cobrado un
nuevo valor. Prueba de ello son los “Encuentros Argentinos de
Historia de la Psiquiatría, la Psicología y el Psicoanálisis”, que
desde 1999 se vienen organizando todos los años en diversas ciu-
dades del país. En esta experiencia, inédita por su carácter inter-
disciplinario, participan una quincena de cátedras y equipos de
investigación de distintas facultades de psicología y medicina,
además de algunas instituciones analíticas. Los numerosos traba-
jos que allí se discuten son solo una muestra del renovado interés
que ha suscitado la historia entre aquellos que se ocupan de lo
psíquico. Es evidente que las páginas que siguen se han inspira-
do en parte en las discusiones producidas en ese ámbito.32
Cabe aclarar que esta investigación, si bien pretende trazar
una cierta genealogía del psicólogo en la Argentina, solo se cen-
tra en lo ocurrido en un triángulo conformado por las ciudades
de Buenos Aires, Rosario y La Plata. Por un lado, ello se debe a
razones de espacio, ya que habría sido imposible abordar tam-
bién aquí lo sucedido en ciudades como Córdoba, San Miguel de
Tucumán, San Luis y Mar del Plata.33 Por otra parte, no puede

31. La traducción de trabajos como El Libro negro del psicoanálisis (Sudame-


ricana, 2007) da cuenta de manera un tanto burda de este nuevo panorama, en
el que parece emerger un nuevo mercado para ese tipo de emprendimientos
editoriales, que en otro momento habrían sido impensables. En todo caso, se
trata de debates que, en su mayoría, siguen llegando vía Francia.
32. Aunque en tiempos recientes, lamentablemente ese espacio haya perdi-
do buena parte de su amplitud original, la experiencia no deja de ser relevante.
33. Afortunadamente, ya existen algunos trabajos históricos que abordan lo
sucedido en esas ciudades. Véanse, entre otros, Klappenbach, H. (1995). “Los
inicios de la universidad en San Luis (1940-1958)”, en Autores varios. Crónicas
de la vida universitaria en San Luis. San Luis, UNSL, 65-129; Diez, P. (1994).
Historia de la carrera de Psicología de la Universidad Nacional de Mar del Plata
(1966-1986). Mar del Plata, UNMdP; Di Doménico, C.; Giuliani, F.; Visca, J.;
Ostrovsky, A. y Moya, L. (2007). “Antecedentes de la formación de psicólogos
en Mar del Plata”, en Investigaciones en Psicología, UBA (en prensa); Altamirano,
P.; Scherman, P. y Raparo, M. (2007). “Nuevos espacios en la Universidad de
Córdoba en los años cincuenta: movimiento reformista y creación de la carre-
52 ENTRE PARÍS Y BUENOS AIRES

desconocerse que en nuestro país, históricamente, el grueso de la


producción intelectual siempre tuvo que pasar por el puerto para
poder “nacionalizarse”. Es innegable que en virtud de nuestro
“federalismo imperfecto” los autores que más marcaron la psico-
logía argentina en su conjunto, en su carácter de productores o
de difusores, para tener un impacto nacional debieron acceder
primero a espacios académicos o editoriales de la ciudad de Bue-
nos Aires. En ese sentido, sin ánimo de confundir la parte con el
todo, este libro no hace más que proponer un relato histórico
parcial e imperfecto, que no pretende ser totalizador. En efecto,
se trata tan solo de una de las narraciones posibles sobre el
comienzo de la historia de los psicólogos en la Argentina, que
algunos trabajos ya han abordado, y que otros, con toda seguri-
dad, no tardarán en corregir y completar.
Para terminar, me gustaría agregar que, aunque este libro se
ocupe de la memoria colectiva de determinados grupos académi-
cos y profesionales, no tiene la intención de construir un relato
sobre los orígenes en el que pueda reconocerse fácilmente cual-
quier miembro de la “comunidad psi”. No busca cumplir la fun-
ción de esos álbumes con viejas fotos de familia, que uno puede
rescatar de algún cajón y mostrar con orgullo a propios y extra-
ños. En todo caso, se trataría más bien de un álbum hecho con
esas tomas borrosas y fuera de foco que con frecuencia se descar-
tan, donde los fotografiados no aparecen erguidos y sonrientes, y
cuyos rostros no terminan de coincidir con el recuerdo que uno
tiene de ellos. En ese sentido, en vez de privilegiar ese tipo de
narración que busca reafirmar la memoria colectiva, he preferido
detenerme a interrogar las memorias ya existentes, que circulan
bajo la forma de tradiciones orales y de textos escritos.
Con ese fin, además de ensayar perspectivas de lectura dife-
rentes de las establecidas, he explotado algunos materiales poco

ra de Psicología”. Trabajo presentado en el III Encuentro de Investigadores en


Psicología del Mercosur, Facultad de Psicología de la UBA, agosto; Casali, J.;
Ventura, M.; Jorrat, M. y Lupiañez, G. (2006). Una historia vivida. La Facultad
de Psicología en la UNT. Tucumán, Facultad de Psicología, UNT.
INTRODUC C IÓN 53

utilizados, como cartas personales, prólogos y actas de congre-


sos, que permiten nuevas interpretaciones sobre hechos y perso-
najes ya conocidos. Al mismo tiempo, he querido dar otro relie-
ve a algunos actores que, hasta el presente, habían sido poco
estudiados. Finalmente, con el objeto de escribir una historia
crítica del psicólogo argentino, siguiendo a Kurt Danziger, he
intentado combinar el “compromiso” que tienen los insiders con
los conceptos de las “disciplinas psi”, con la “distancia” que
mantienen los outsiders.34 Es decir, he tratado de aprovechar la
familiaridad que como psicólogo tengo con los discursos psico-
lógicos, sin perder por ello la extrañeza que como historiador
deberían inspirarme. Soy consciente de los riesgos que conlleva
este doble punto de mira, que puede parecer “demasiado psi” a
los historiadores y “demasiado histórico” a los “psi”. Sea como
fuere, asumo los costos de esa apuesta y espero que el lector juz-
gue sus resultados.

34. Con esa reflexión terminaba una conferencia pronunciada por el céle-
bre historiador sudafricano de origen alemán. Véase Danziger, K. (1993).
“Three challenges for the history of psychology”. Conferencia pronunciada en
Toronto, ante la division 26 de la APA, en el mes de agosto. Hay una versión
castellana que nos pertenece: Danziger, K. (1996). “Tres desafíos para la histo-
ria de la psicología”. Departamento de Publicaciones de la Facultad de Psico-
logía de la UBA, <http://www.elseminario.com.ar/biblioteca>.

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