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UNIVERSIDAD NACIONAL DEL ALTIPLANO

FACULTAD DE CIENCIAS DE LA EDUCACIÓN


PROGRAMA DE LENGUA, LITERATURA, PSICOLOGÍA Y FILOSOFÍA

MORFOLOGÍA DEL ESPAÑOL


MORFOLOGÍA FLEXIVA
Tomado de Margarita Lliteras.
Morfología flexiva del español.
En: Manual de lingüística española.
Books.google.es

A continuación, se analizan las propiedades de la morfología flexiva del español como proceso que tiene
lugar en la estructura de la palabra. Las características de la flexión pueden deducirse a partir del
contraste con la morfología derivativa, pues ambos procesos se manifiestan en la constitución formal de
la palabra. Desde esta perspectiva, interesa reunir las características que comparte la flexión con la
derivación y las que permiten diferenciar un proceso de otro, especialmente las que se refieren al
tratamiento de los paradigmas nominales y verbales. Tras estas bases, se toma en consideración el
problema de los encuentros con la derivación que plantean determinadas unidades formadas mediante
procesos flexivos. Finalmente, se atiende a las llamadas categorías híbridas, formadas por paradigmas
flexivos que muestran algún comportamiento mixto, con rasgos flexivos y derivativos.

1. Los procesos flexivos: flexión manifiesta y flexión encubierta


Se entiende la flexión como un proceso morfológico que consiste en la combinación de un tema o
base léxica con un tipo de afijo que aporta la información gramatical requerida por la sintaxis, pero
mantiene la clase de palabra y el significado léxico de la base. El afijo flexivo o desinencia no puede
cambiar la categoría gramatical de la palabra. Es flexión, por ejemplo, la expresión del número en los
sustantivos (casa/casas, rubí/rubíes), el caso de los pronombres personales (yo, mí, me) o el tiempo
del verbo (canto/cantaré). La formación rosales se considera flexiva porque designa el mismo objeto
que rosal solo que en contextos en que se alude a más de una de estas entidades. En cambio, la
formación rosaleda se considera derivativa, a pesar de que también es un sustantivo, porque designa
un objeto diferente de rosal (Fábregas 2013, 24). Se interpreta fácilmente que una rosaleda no es lo
mismo que varios o muchos rosales porque rosaleda no es un nombre colectivo, sino un nombre de
lugar, como pone de manifiesto la definición lexicográfica ‘sitio en que hay muchos rosales’, aunque
se han reconocido las interferencias entre ambas acepciones, especialmente en los derivados de
nombres de plantas y árboles (Fernández Ramírez 1986, 129-139), como en los sustantivos arboleda
‘sitio poblado de árboles’ y arbolado ‘conjunto de árboles’.

La información gramatical que proporciona la flexión, como el número o el género, suele


manifestarse en español mediante la presencia de marcas flexivas. Sin embargo, los contenidos
flexivos, de singular o plural, masculino o femenino, también pueden carecer de una manifestación
formal. Esta flexión encubierta no depende de la morfología sino del léxico. Algunas clases léxicas de
las categorías variables, como el sustantivo, reproducen un comportamiento flexivo, pero sin las
correspondientes marcas de la flexión. Una de estas clases léxicas de flexión encubierta está formada
por los sustantivos colectivos, que designan un conjunto de entidades del mismo tipo que se percibe
como una nueva entidad: los colectivos en singular comparten con los individuales en plural algunas
de sus propiedades, como la compatibilidad con los verbos conjuntivos (reunir, etc.), con predicados
como numeroso, con ciertos adverbios o locuciones adverbiales (unánimemente, por unanimidad,
etc.) o con el régimen de la preposición entre (Sánchez López 1999).
2. Flexión y derivación
No plantea graves dificultades en español distinguir, al menos intuitivamente, entre los procesos
flexivos y los derivativos ni clasificar en uno u otro proceso determinados formantes, especialmente
los de mayor uso y regularidad, aunque no faltan los casos de dudosa adscripción. No obstante, en
general, se comprende bastante fácilmente que desinencias como la –s del plural de las clases
nominales o la –n de la tercera persona del plural de los verbos, por ejemplo, deben pertenecer a un
inventario diferente del que agrupa a sufijos como -al, -anza, -ario, -ción, -dad, -eza, -ismo, -ivo, -
miento, etc.

Sin embargo, en la historia de la gramática española el tratamiento diferenciado de los dos procesos
morfológicos, la flexión y la derivación, es relativamente reciente, a pesar de que en la actualidad se
suele admitir sin reservas que estas dos ramas de la morfología, llamadas comúnmente morfología
flexiva y morfología léxica, pueden definirse por oposición entre una y otra (NGLE, 2009). Sin
embargo, este planteamiento comienza a esbozarse en la tradición española desde hace poco más
de un siglo en las obras de algunos gramáticos como Lanchetas (1897; 1908), Alemany (1920; 1928)
y Benot (1892; 1910), que orecen las primeras explicaciones sobre las dos ramas de la morfología,
sus unidades y las principales diferencias entre la flexión y la derivación (Lliteras, 2016)

3. Propiedades comunes a los procesos de afijación flexiva y derivativa


En español no hay prefijos flexivos, pues la flexión morfológica es exclusivamente sufijal y, como los
sufijos derivativos, los flexivos también intervienen en la formación de la apalabra, de modo que
ambos procesos morfológicos comparten algunas propiedades formales por las que se distinguen de
los procesos sintácticos (Varela Ortega, 1990). En general, las reglas fonológicas son comunes a los
dos tipos de variaciones morfológicas. Así, el plural del derivado virrey, virreyes, se forma como el de
rey, reyes, por más que la analogía con préstamos más recientes (como jerséis, espráis) se haga oír a
veces en *decretos leis, por decretos leyes o en *convois, por convoyes, por influencia del francés; la
forma prefijada contrarreloj, como sustantivo femenino, forma el plural contrarrelojes, de acuerdo
con el del nombre del que deriva, relojes, aunque haya quien diga *contrarrelós (*Es especialista en
contrarelós); el verbo prever sigue la conjugación de ver, de modo que el gerundio es previendo,
como lo es de ver, viendo, y no *previendo, como dicen algunos.

Otros procesos fonológicos se manifiestan tanto en las palabras primitivas como en las derivadas, del
mismo modo que representaron factores determinantes en la evolución del latín al castellano y en
las variedades sociales del español actual. La haplología, por ejemplo, o reducción de sílabas
contiguas y semejantes, es frecuente en la derivación y composición (tenis-(is)ta, perman-(ec)-encia,
mono-(no)-mio, contra-(con)-cepción), no tanto en la flexión, aunque se da en los plurales del tipo los
lunes, las tesis, y en la regularidad que van adoptando los nuevos plurales como bufés, menús,
dominós, jabalís, etc., y representa asimismo una tendencia acusada en la lengua oral poco cuidada
(alredor, por alrededor; analís, por análisis; paralís, por parálisis).

Se ha aceptado asimismo que el análisis morfológico basado en el concepto de segmento nulo


(representado mediante Ø) está presente en los procesos flexivos, como en el plural las tesis- Ø, las
crisis- Ø, etc., o en las formas de la conjugación verbal sin la vocal temática, como en cant-Ø-o, donde
Ø corresponde a la vocal temática -a- de cant-a, cant-a-s, cant-a-mos, etc. Pero también, aunque
menos frecuentemente, se recurre al segmento nulo para explicar la estructura de determinadas
formaciones derivadas, como los nombres deverbales del tipo desdén- Ø, desliz- Ø, disfraz- Ø, flexión-
Ø, fusión- Ø, perdón- Ø, retén- Ø, son- Ø (de sonar), sotén- Ø, trajín- Ø (NGLE 2009).
La apofonía, o variación del timbre vocálico, especialmente frecuente en la conjugación, se da en
verbos primitivos y derivados (pedir>pidió, despedir>despidió; venir>vine, prevenir>previne). La
presencia de segmentos fónicos necesarios en la estructura de la palabra, pero carentes de
significado, como son los morfos que no se corresponden con ningún morfema, constituye otro rasgo
formal de proximidad entre la morfología flexiva y la derivativa. Así, la vocal temática de los verbos,
-a(r), -e(r), -i(r), distingue las conjugaciones y también las formas derivadas (salvar, salvamos,
salvamento, salvación); la consonante velar que se observa en la conjugación de ciertos verbos
también se ha analizado como un caso de morfema flexivo vacío (pongo, salgo, valgo). A su vez, los
interfijos se interpretan como morfemas derivativos vacíos: vinatero, polvareda, humareda,
matorral, secarral (Portolés, 1993). Los alomorfos, por su parte, también se repiten en los procesos
flexivos y derivativos. Así, las variantes morfológicas de algunos participios dan lugar a series de
derivativos, como de imprimir>part. Impreso; derivados: impresor, impresora; de freír>part. frito;
derivados: fritura, fritada, etc.

Finalmente, las condiciones de buena formación propuestas por la morfología generativa para los
procesos léxicos (derivación y composición) se cumplen igualmente en los procesos flexivos (Varela
Ortega, 1990). Así, la condición de base única, entendida como la definición sintáctica y semántica
única para cada formación morfológica se extiende con claridad a la morfología flexiva, pues
tradicionalmente las clases de palabras se distinguen precisamente por los tipos flexivos que
admiten: el tiempo es propio del verbo, el género es propio del nombre y la ausencia de flexión es
una propiedad de las partículas. Por su parte, la condición estructural de adyacencia explica que el
alcance de la afijación debe limitarse a la formación inmediatamente anterior. Este requisito se
observa en formaciones derivadas (indescifrable/*indescifrar) y también en la flexión: es antigua la
idea de que los sufijos derivativos se añaden a las raíces para formar nuevos temas, mientras que los
formantes flexivos no pueden formar nuevos temas para otros procesos derivativos. Este principio
explica, por ejemplo, la formación de los nombres deverbales en -ción, -sión, que resultan
incompatibles con la flexión del verbo que sirve de tema de la derivación (como
detención<deten(er)ción, aprobación<aproba(r)ción, diversión<diver(tir)sión). En tercer lugar, la
condición de núcleo morfológico, que explica los procesos léxicos, también puede aplicarse a los
procesos flexivos, como por ejemplo a la transmisión de las irregularidades que impone un núcleo
morfológico verbal a sus verbos derivados (colgar>cuelgo, descolgar>descuelgo; conducir>condujo,
reconducir>recondujo; pero hay alguna excepción: decir>imperativo di/contradecir>imperativo
contradice).

4. Principales diferencias entre la flexión y la derivación

4.1. Significado gramatical de la flexión y significado léxico de la derivación


Una parte importante de las características atribuidas generalmente a la afijación flexiva,
confrontada con la derivativa, tiene su origen en el comportamiento gramatical de la flexión
que contrasta con la naturaleza léxica de la derivación. Como resultado de esta primera
diferencia, se observa que la flexión no crea nuevas palabras sino formas gramaticales
diferentes de una misma palabra. La derivación, por el contrario, produce palabras nuevas. La
flexión no puede alterar la categoría gramatical de la base: el verbo cantar sigue siendo verbo
en las formas cantas, cantaríamos, etc. En cambio, el sufijo determina la clase de la palabra
derivada y transforma el significado de la base porque porta a la formación su propio valor
categorial y léxico: el resultado de la sufijación con -ismo, por ejemplo, es necesariamente un
sustantivo con el significado de ‘movimiento, doctrina actitud, deporte’ (Lliteras, 2007). Las
formaciones flexivas, a diferencia de las derivativas, no incrementan el vocabulario y, por tanto,
no se recogen en el diccionario como entradas independientes porque su significado léxico se
corresponde con el de la forma lematizada que encabeza el artículo lexicográfico en el caso de
las categorías nominales (blanca se define en blanco, ca) o con la forma de infinitivo para los
verbos (el significado léxico de cantaba se encuentra en cantar). Sin embargo, las formaciones
derivadas se convierten en nuevos lemas que requieren su propio artículo y su propia definición
lexicográfica (como, por ejemplo, blancura, cantarín). Esta diferencia responde al tipo de
significado que aporta a la base léxica cada una de las dos clases de formantes (Bosque, 1982):
los afijos flexivos introducen significados gramaticales (como género, número, caso, tiempo,
aspecto, etc.), mientras que los afijos derivativos gramaticalizan significados léxicos (como los
de agente, lugar, cualidad, repetición, etc.)

Tanto la gramática como el diccionario ponen de manifiesto la distancia entre la flexión y la


derivación. Desde el punto de vista lexicográfico, además de la diferencia principal antes
puntuada, se observan otros constantes de interés. Así, los resultados de la derivación se
someten con frecuencia a una especialización semántica que, por lo general, no se aprecia en
los procesos flexivos (NGLE, 2009) Los nombres deverbales pueden servir de muestra. En
efecto, las nominalizaciones no se corresponden con todas las acepciones del verbo del que
derivan, sino que estas formaciones sufijadas seleccionan restrictivamente solo determinados
contextos según alguno de los significados posibles de la base verbal (Fábregas, 2016). Lázaro
Carreter (1980) Ilustraba esta especialización con ejemplos como la abertura de la puerta / la
apertura del curso, la rotura de la tubería / la ruptura del pacto, etc. Por el contrario, los
procesos flexivos no establecen diferencias entre las varias acepciones de las palabras: la
conjugación del verbo abrir es la misma en el caso de abrir la puerta y abrir el curso.

El contraste entre el significado gramatical de la flexión y el significado léxico de la derivación


se refleja en una mayor regularidad de los afijos flexivos frente a los derivativos, en el sentido
de que el resultado de la flexión suele presentar un significado composicional, que puede
deducirse del que denota cada elemento flexivo: letras es plural de letra. En cambio, la
composicionalidad de una formación derivada suele ser menos previsible: recitar no se
interpreta como “volver a citar”. Como portadores de significado léxico, los afijos derivativos
forman palabras que pueden alternar con una paráfrasis léxica, a menudo con la forma de una
construcción sintáctica: reabrir se analiza como “volver a abrir”, pero las formaciones flexivas
no se prestan a paráfrasis semejantes.

El carácter gramatical de la flexión comparado con el valor léxico de la derivación se manifiesta


además en el tipo de inventario que forman las unidades de uno y otro proceso morfológico.
Los afijos flexivos pertenecen a una clase cerrada de unos pocos elementos sin posibilidad de
nuevas incorporaciones ni pérdidas con el paso de los siglos, como sucede con las categorías
típicamente gramaticales (el artículo, el demostrativo, etc.) Como serie cerrada, las unidades
de un paradigma flexivo admiten definiciones estructurales: las terminaciones -o/-a marcan la
oposición de género masculino/femenino en las clases nominales variables; las desinencias -
ar/-er/-ir distinguen las tres conjugaciones verbales. La distribución de los afijos flexivos
depende de la categoría gramatical de la palabra: la variación -o/-a señala cambio de persona
en los verbos de la primera conjugación, como en (yo) cant-o/(él) cant-a. De ahí que el
aprendizaje de la flexión se sitúa en las primeras etapas de la adquisición de una lengua, sea o
no esta la lengua materna, pues no requiere el conocimiento previo del vocabulario.
Por el contrario, los formantes derivativos constituyen un inventario abierto con mayor número
de unidades que los flexivos. Como las clases abiertas (sustantivos, adjetivos, verbos), los sufijos
y prefijos de la derivación pueden todavía aumentar o disminuir con la evolución de la lengua y
también suelen distinguir variedades sociales o geográficas. Por ejemplo, el sufijo -ata en la
formación de sustantivos coloquiales recientes, como bocata, cubata, drogata, jubilata,
ordenata, segurata, sociata, tocata, viajata, etc., (Casado Velarde, 2015) o los diminutivos en -
ico (trenecico), características de algunas variedades del español. Entre los sufijos perdidos, -
dumbre (Ridruejo 1998; 2002) ni siquiera se registra en el DRAE, pues en español actual no es
productivo para la formación de nombres abstractos de cualidad a partir de adjetivos (como en
mansedumbre, pesadumbre, servidumbre), casi todos sustituidos por otro sufijo concurrente
(certidumbre>certeza, dulcedumbre>dulzura, gravedumbre>gravedad, soledumbre>soledad).
Como clase abierta de formantes, los derivativos pueden presentar dobletes, uno culto y otro
patrimonial, derivados de una misma etimología (Alvar/Pottier, 1983). Así, lat. -mentum>-
mento (alimento, condimento, firmamento) y -miento (aprovechamiento, lucimiento), pero
incluso los dos sufijos españoles derivados del latín pueden adjuntarse a la misma base con
resultados léxicos diferentes (apartamento “piso”/apartamiento “acción y efecto de apartar o
apartarse”, ligamento “cordón fibroso que liga los huesos de las articulaciones”/ligamiento“
“acción o efecto de ligar o atar”). En la misma línea, otros sufijos latinos presentan resultados
dobles en español, como lat. -torius>-torio (disparatorio, dormitorio, lavatorio, paritorio,
respiratorio) y -dero, -dera (disparadero, dormidero, lavadero, paridera, respiradero). Por el
contrario, en la morfología flexiva des español no se observan, como era de esperar, estos
fenómenos que suponen diferencias léxicas y contribuyen al aumento del vocabulario. El tipo
de inventario abierto propio de los sufijos derivativos explica también que estos desarrollen
nuevas acepciones en las formas derivadas. Así, los nombres abstractos de acción o efecto en -
ción, -ado, -aje, los de cualidad en -dad, -ncia o los adjetivos relacionales en -al, entre otras
clases, pueden alternar con los colectivos, como documentación, alfombrado, anclaje,
hermandad, delincuencia, patronal. En cambio, fuera de algunos latinismos o casos de
lexicalización histórica (gaudeamus, lavabo, memorándum, superávit, etc.), esta alternancia no
se da en los paradigmas flexivos: la desinencia -mos de la primera persona del plural, por
ejemplo, no se recategoriza en ninguna otra clase gramatical.

Tampoco los casos de concurrencia de afijos son propios de la morfología flexiva: no hay ningún
verbo de la primera conjugación que admita, por ejemplo, un pretérito imperfecto en -ía, como
los de segunda, además de la forma correspondiente en -aba (*amia y amaba/cosía y *cosaba),
por más que en el subjuntivo de este mismo tiempo las desinencias -ra y -se sean casi
equivalentes, a pesar de que no alternan en oraciones independientes de tipo Quisiera ser
astronauta/*Quisiese ser astronauta (pero si Querría ser astronauta). Sin embargo, la
concurrencia de sufijos derivativos se presenta con bastante frecuencia en español. Dos sufijos
son concurrentes cuando comparten la misma regla de formación de palabras, se combinan con
una misma base léxica, pero producen dos resultados diferentes, cada uno con su propia
acepción, como en el caso de -miento y -ción, en convencimiento y convicción, recibimiento y
recepción, ocultamiento y ocultación, relajamiento y relajación, etc. (Lliteras, 2002) o las
formaciones de nombres deadjetivales en -dad y en -ismo, del tipo barbarismo y barbaridad,
bestialismo y bestialidad, castellanismo y castellanidad, casticismo y casticidad, etc. (Lliteras
2007) o la concurrencia de los sufijos -dor y -nte en nombres y adjetivos deverbales, como
carburador y carburante, hablador y hablante, picador y picante, secador y secante, vividor y
viviente, etc. (Ulloa, 2010). Por lo demás, las bases léxicas pueden admitir la sucesión de varios
afijos derivativos de distribuciones semejantes (posicionamiento, redescubrir). Sin embargo, los
afijos flexivos de un mismo paradigma no toleran la concatenación. De aqhi que, por ejemplo,
la expresión -as/-os para indicar femeninos y masculinos simultáneamente en la lengua escrita,
del tipo queridas/dos, compañeras/os, difícilmente se corresponde con la estructura
morfológica del español.

Otra consecuencia del valor gramatical de la flexión, finalmente, se manifiesta en el carácter


ligado que muestran sistemáticamente todos los afijos de este orden. En cambio, los formantes
derivativos, dotados de contenido léxico, pueden convertirse en formas libres y pasar de este
modo a incorporarse al vocabulario como sustantivos, que, a su vez, admiten formas flexivas:
los ismos “movimientos artísticos, literarios o filosóficos, generalmente efímeros”; ex se usa
como nombre común en cuanto al género con el significado de “persona que ha dejado de ser
conyugue o pareja sentimental de otra”; pro es nombre masculino con la acepción de “ventaja
o aspecto favorable”. En este comportamiento, los sufijos y prefijos, pero no las desinencias
flexivas, se relacionan con los llamados elementos compositivos, que todavía llegan a usarse
más fácilmente como formas libres (auto, crono, euro, híper, logo, micro, súper, etc.) No hay
ninguna desinencia flexiva que pueda recorrer esta trayectoria desde la gramática hasta el
léxico.

4.2. Los paradigmas flexivos


Los morfológicos (Matthews, 1980; Varela Ortega, 1988; Pena, 1999) señalan que otra serie
importante de diferencias entre la flexión y la derivación mediante sufijos se relaciona con la
noción de paradigma, pues se considera, de una parte, que las formas flexivas pertenecen a un
mismo paradigma (como ganar y ganará), mientras que las formas derivadas se corresponden
con paradigmas distintos (como ganar/ganancia/ganador). De otra parte, el concepto de
paradigma se interpreta como el conjunto de las variaciones flexivas de las categorías
gramaticales, que tradicionalmente ha dado lugar a los modelos de la declinación y la
conjugación. Como explicaba Bloomfield (1933), los paradigmas flexivos son conjuntos
estructurados por patrones regulares. Esta idea de paradigma difícilmente puede trasladarse al
plano de la derivación, donde las variaciones derivativas no alcanzan la totalidad de las unidades
léxicas que componen las categorías gramaticales. Como consecuencia de ello, entre la flexión
y la derivación hay diferencias de productividad. En general, todas las unidades que pertenecen
a una misma categoría gramatical presentan las mismas formas flexivas, estas no suelen ser
opcionales y se ordenan de acuerdo con una determinada analogía o regularidad. Sin embargo,
un mismo proceso derivativo se interpreta como opcional y defectivo, de modo que no puede
aplicarse a todas las palabras de una misma clase sin encontrar anomalías o irregularidades de
productividad en su formación (ganar/ganancia; perder/*perdencia, pérdida).

La ausencia de paradigmas derivativos explica que entre los derivados de una palabra no se
establezcan relaciones de neutralización, pues ninguno de estos podría asumir la función de
termino no marcado que comprendiese por su distribución y significado a todos los elementos
de la serie derivativa. Así, por ejemplo, los derivados de mar, como marea, marear, marejada,
marino, marítimo, marisco, etc., no contraen relaciones gramaticales de neutralización. Sin
embargo, los paradigmas flexivos, constituidos por las diferentes formas de realización de una
palabra según las relaciones sintácticas que mantienen en la oración, suelen admitir un término
no marcado que se obtiene por defecto en ausencia de marcas específicas. En el grupo nominal,
el singular y el masculino, y en el verbo, la segunda persona del singular y el presente pueden
desempeñar la función de términos no marcados en las oposiciones de número y género,
persona y tiempo, respectivamente.
4.2.1. Flexión nominal: número y género no marcados
Los enunciados de interpretación genérica o inespecífica suelen mostrar con mayor
regularidad la preferencia por los términos no marcados. En el caso de la oposición de
número, el singular, que carece de marca morfológica además de designar individuos
particulares, puede asumir el significado de pluralidad para denotar la generalidad de las
entidades de una clase o especie de la que se predica una propiedad o característica
prototípica de los ejemplares que las forman, como en El coche totalmente automático
estará pronto en la carretera; El tenedor se pone a la izquierda. Como término no
marcado de la oposición de número, el singular puede hacer referencia indistintamente
a la unidad o a la pluralidad en este tipo de contextos. Sin embargo, el plural se muestra
como termino marcado, y no solo por la presencia de segmentos morfológicos (-s, -es),
sino también porque, en general, los grupos nominales en plural rara vez pueden
designar entidades únicas. Así, en El tenedor se pone a la izquierda se puede de uno o de
varios tenedores, pero la frase Los tenedores se ponen a la izquierda que se utiliza
normalmente para indicar de muchos tenedores sobre una mesa de comedor. Los
gramáticos describen este caso de neutralización del número con referencia al llamado
<<singular genérico>> (RAE, 1973; Alcina Franch/Blecua, 1975; Fernández Ramírez, 1968;
Alarcos Llorach, 1994; Ambadiang, 1999; NGLE, 2009) y aportan enunciados como No he
visto tanto tiburón en mi vida; El lunes es el peor día de la semana. Desde esta
perspectiva, no parece a veces justificado el uso reiterado de la coordinación disyuntiva
o entre el singular y el plural del mismo sustantivo, como se presenta sobre todo en
algunos textos periodísticos (La policía busca pruebas que lleven hasta el autor o autores
del crimen)

Con respecto a la oposición de género, hay acuerdo entre los gramáticos en mostrar que
el masculino es el término no marcado para las clases de palabras que admiten esta
alternancia entre los dos géneros (sustantivos, adjetivos, artículos, etc.), tanto se refieran
a individuos animados como a entidades inanimadas. Las pruebas gramaticales del
comportamiento del masculino como termino no marcado se refieren, de una parte, a la
selección de formas adjetivas que no se distinguen morfológicamente del masculino en
los casos de concordancia con elementos neutros, como Aquello fue maravilloso; Esto no
es del todo cierto. El grupo neutro de lo más, de carácter superlativo, concuerda
normalmente con adjetivos en masculino si se predica la propiedad a un conjunto de
diferentes entidades: Las ofertas son de lo más variado; Una representación de los más
granado y variopinto del panorama internacional; Botellas de vino con unas etiquetas de
lo más barroco que se pueda pensar. Con oraciones sustantivas, se observa igualmente
la presencia sistemática del masculino: Está claro que despistó; Es necesario mantener la
calma. Las sustantivaciones del infinitivo y de cualquier otro elemento se construyen
también con artículos o adjetivos en masculino: Un buen despertar; El porqué; El pro y el
contra; El si de las niñas. Del mismo modo, el primer constituyente de un compuesto se
presenta con una terminación que no se distingue formalmente de la del masculino: Una
chica sordomuda; Las relaciones hispanoamericanas; El agua mineromedicinal; Las
propiedades fisicoquímicas; Las transmisiones paternofiliales; Las condiciones técnico-
sanitarias; Las cooperativas navarroaragonesas. Los adjetivos, en fin, no presentan
formas distintas del masculino singular en la función adverbial, como en trabajar duro,
hablar claro, volar bajo, respirar hondo, jugar limpio, hablar raro.
En los nombres de persona y, en general, de individuos animados, por otra parte, el uso
del masculino genérico no es sino la consecuencia del carácter no marcado de esta
desinencia flexiva. Tal propiedad del género masculino está, como señala la Gramática
académica (NGLE, 2009), tan fuertemente arraigada en el sistema gramatical del español
que solo convendría, por nuestra parte, añadir que el factor gramatical que impide la
interpretación genérica del masculino depende de la clase del nombre de persona de
que se trate. Pues bien, dos de las cinco clases que se distinguen en el conjunto de los
nombres referidos a personas, los nombres variables (compañero, ra: niño, ña;
trabajador, dora) y los comunes (el estudiante, la estudiante; el periodista, la periodista)
incluyen en la flexión del masculino la referencia a individuos de ambos sexos siempre
que el enunciado no contenga algún atributo o predicado exclusivo de los varones (como
seria, por ejemplo, Dos españoles alcanzaron el cardenalato; Los burócratas de la curia
romana). Sin este tipo de especificaciones contextuales marcadas para las referencias
masculinas, los nombres variables y comunes en masculino se interpretan
genéricamente: Dos españoles alcanzaron la presidencia; Los burócratas de la
administración europea. Este carácter no marcado del masculino se manifiesta
igualmente en la concordancia con nombres de persona heterónimos (El padre y la
madre estaban separados), variables (El abuelo y la abuela no viajaron juntos) y comunes
(El testigo y la testigo estaban casados) de distinto genero coordinados, así como con
nombres propios (Juan y María son muy parecidos). Con estos mismos nombres de
persona, pero solo un masculino por ser el no marcado, son frecuentes los enunciados
en los que se alude o se especifica el sexo del individuo mencionado: Todavía no saben
el sexo de su hijo; Su primer nieto ha sido niña; Dos de cada tres alumnos son mujeres.
Las variantes en femenino, por el contrario, resultarían anómalas (*Todavía no saben el
sexo de su hija). Del mismo modo, las llamadas construcciones con <<el femenino de
singularización>> concuerdan con el masculino no marcado (Ella fue el primer atleta,
hombre o mujer, que lo consiguió).

Pero no todas las clases de nombres de persona en masculino presentan este carácter
genérico. En efecto, otra clase de nombres de persona, que hemos denominado
ortónimos (Lliteras 2014), carece de esta posible interpretación genérica porque se trata
de nombres invariables, pero con la particularidad de que los de género masculino
designan sistemáticamente carones y los de género femenino solo se refieren a mujeres.
Está claro que los ortónimos masculinos, en singular o el plural, carecen de función
genérica independientemente de cualquier tipo de contexto, como se observa en Todos
los párrocos de la provincia estaban presentes; Había invitado a sus yernos; Los caballeros
vestían de rigurosa etiqueta.

Los heterónimos forman otra clase invariable de nombres de persona. En general, las
gramáticas suelen ilustrar la heteronimia tanto con sustantivos como padre y madre
como con otras parejas del tipo yerno y nuera, marido y mujer, además de algunos
nombres de animales. Sin embargo, se observa una importante diferencia entre ambos
tipos: los heterónimos, como padre y madre, papá y mamá, padrino y madrina se
comportan como los nombres variables y comunes, en el sentido de que el de género
masculino funciona como término no marcado en las mismas condiciones contextuales
que estos nombres flexivos: en Los padres de Ana se fueron de vacaciones, se entiende
normalmente que el padre y la madre de Ana están de viaje; en Mis padrinos me
regalaron una bicicleta, se supone que el padrino y la madrina hicieron el regalo. En
cambio, los ortónimos como yerno y nuera, marido y mujer, caballero y dama, etc., no
disponen de un masculino genérico: los yernos no incluye a las nueras; en los caballeros
solo se habla de varones, lo mismo que en los maridos.

Por el contrario, la quinta y última clase de nombres que designa individuos animados
(personas y animales), los llamados epicenos, también invariables, no aportan
información semántica sobre el sexo del referente, Se caracterizan por desvincularse de
esta correspondencia entre el género gramatical y el sexo que solamente presentan los
ortónimos, de modo que el valor genérico se alcanza tanto en los epicenos masculinos
(La policía busca a los sujetos del robo, posiblemente un hombre y una mujer) como en
los epicenos femeninos (Las autoridades estaban representadas por la alcaldesa y los
concejales). Nótese que las expresiones formadas por la coordinación de los dos géneros
de una misma palabra flexiva para expresar la referencia a personas de ambos sexos
carecen de justificación (excepto en los vocativos o saludos de cortesía, como en Buenas
noches, señoras y señores) siempre que sea compartido el contenido de la información,
sin establecer diferencias entre los referentes de uno y otro sexo, como en (?)EI éxito de
la democracia dependerá de todos nosotros y todas nosotras; (?)Los decanos y las
decanas de las facultades firmaron el manifiesto. Este tipo de enunciados, generalmente
limitado hoy al discurso político, sindical, escolar, etc., representa el retroceso a una
etapa del español en la que la ortonimia predominaba sobre los nombres variables y
comunes. En esta situación, el masculino carecía de función genérica y es natural que
con la reiteración de nombres de uno y otro género se tratara de expresar la diferencia
de acepciones en cada caso. La selección siguiente de textos antiguos muestra algunas
de estas propiedades (CORDE y NDHE):

Las intrigas […] que se traen […] el alcaide y la alcaldesa, el maestro y la maestra. El secretario y
su novia, […] el cura y su ama.
Vinieron el ventero y la ventera […], alumbrando ella con un cabo de vela; el marido comenzó a
desviar con mucho silencio un gran montón de estiércol.
Una mujer tuvo una cuestión con la esposa de un carabinero, insultándose mutuamente. Entonces
la carabinera le dio un mordisco.
La señora del alcalde era una dama bonachona, sin otra flaqueza que suponerse muy relacionada
en la corte [..]. La alcaldesa hablaba por los codos.

4.2.2. Formas no marcadas de la flexión verbal


Las series derivativas, en cambio, no contraen este tipo de neutralizaci6n que se
describen en los paradigmas flexivos como en el del género y el número. También el
paradigma de número y persona, formado por el pronombre personal (tónico y átono),
la flexión verbal y el posesivo (generalmente solo el átono) selecciona la segunda persona
del singular para la interpretación genérica. Los enunciados con la segunda persona
genérica no van dirigidos solo hacia la persona con la que se habla, sino a cualquier
persona, incluido el propio hablante. Este uso generalizador se obtiene sobre todo en
contextos modales, irreales, frecuentemente en las prótasis de las oraciones
condicionales, con tiempos verbales imperfectivos, como se muestra en Te descuidas un
poco, te pilla el radar y ya tienes la multa en casa; Honrarás a tu padre y a tu madre;
Ahora si no sabes inglés no eres nadie; Piensa mal y acertarás.

Las diferencias temporales que se expresan mediante la flexión verbal disponen del
presente de indicativo como tiempo no marcado, pues con frecuencia la forma canto
neutraliza las referencias al pasado canté o he cantado y al futuro cantaré. Las gramáticas
describen los valores del presente, que recibe muy variadas denominaciones para indicar
los casos de neutralización, como, entre otros, el presente genérico (Por el humo se sabe
dónde el fuego), el presente histórico (Nebrija escribe la primera gramática española en
1492), el presente narrativo (Lanzo la pelota y casi rompe el cristal), el presente
prospectivo o presente pro futuro (Me voy la semana que viene), el presente de mandato
o presente deóntico (Pides permiso y entras). El carácter no marcado de la flexión del
presente explica que la referencia temporal de un complemento adverbial se impone
sobre la interpretación del tiempo verbal (García Fernández, 2013). Así, en Mañana te
veo, se entiende que el presente veo se refiere al futuro y en Ayer dice que sí y hoy cambia
de opinión, el presente dice representa un evento en tiempo pasado, pero las
construcciones con estos adverbios y los tiempos marcados, pasado o futuro, son
agramaticales: *Mañana te vi; *Ayer dirá que sí y hoy cambia de opinión.

Finalmente, en Cuanto a la flexión modal, las formas del modo subjuntivo se comportan
como formas marcadas frente a las del indicativo, en el sentido de que la presencia de
aquellas está determinada por algún inductor modal, como la negación (No veo que te
guste/ Veo que te gusta) o la interrogación (¿Ves algo que te guste?/ Veo algo que te
gusta), entre otros inductores, El indicativo, en cambio, se considera el modo por
defecto, asimilado al que aparece en oraciones independientes, en las que no necesita
ser inducido (Ridruejo, 1999). El subjuntivo rara vez se selecciona en oraciones
independientes sin un activador específico, pues los casos del subjuntivo no subordinado
se limitan prácticamente a enunciados que plantean una hipótesis (Sea una disolución
de 20 gramos de glicerina) o un deseo (Quisiera ir al teatro), además de fórmulas más o
menos fijadas (Que lo disfrutes; Que tengas suerte), Sin embargo, son muy numerosos
los contextos en los que el indicativo alterna con el subjuntivo. Así, por ejemplo, el
subjuntivo alterna con auxiliares modales de obligación en indicativo (Ordenó que debía
salir-Ordenó que saliera); con el gerundio de verbos que expresan hipótesis (Suponiendo
que {es—sea} mayor de edad); con adverbios de duda o posibilidad en posición preverbal
(Quizá/Posiblemente {tiene-tenga} razón); en construcciones copulativas enfáticas en
que el indicativo está excluido por un verbo de afección (Le sorprende que {sepa-*sabe}
a limón; Es sorprendente que {sepa-*sabe} a limón/Lo que le sorprende es que {sabe-
sepa} a limón), entre otros muchos casos. En estas construcciones con alternancia modal
se pone de manifiesto el valor asertivo del indicativo en contraposición con los
enunciados no factuales, como son los virtuales, hipotéticos, no verificados o no
experimentados, que seleccionan el modo subjuntivo (Confío en que {lleva-lleve} el
móvil). Por otra parte, cabe añadir que el subjuntivo es un modo defectivo en español y
en otras lenguas románicas. Así, la oposición canté/cantaba del indicativo carece de
formas correspondientes en el subjuntivo y la oposición canto/cantaré del indicativo se
neutraliza en el presente de subjuntivo cante.

Frente a los paradigmas flexivos, que presentan un término no marcado con el que se
pueden neutralizar los significados gramaticales de las formas que los integran, los
derivados de una misma base léxica se caracterizan por la especialización semántica, de
modo que las formas derivadas, incluso las que pertenecen a la misma clase de palabras
y muestran procesos morfológicos semejantes, seleccionan contextos restringidos, por
lo que difícilmente pueden contraer relaciones semejantes a las de la neutralización de
las unidades flexivas. Si así fuera, se esperaría que un derivado, el no marcado, alcanzara
un significado de mayor extensión para incluir en su denotación también a otros
derivados de la serie con mayor intensión. Sin embargo, las series derivativas no se
comportan de este modo, Por ejemplo, los adjetivos derivados de una misma base
nominal mediante sufijos diferentes, sean relacionales o calificativos, rara vez comparten
los mismos enunciados, y aun en este caso suele ocurrir que uno de los derivados caiga
en desuso, como se observa, por ejemplo, en los adjetivos desusados austrino,
crepusculino, criminoso o luciferal, frente a los usuales austral, crepuscular, criminal o
luciferino, respectivamente. Con los derivados vigentes, en cambio, se suelen distinguir
las acepciones y los contextos apropiados para cada uso, como en la industria
alimentaria/producto alimenticio; calefacción central/piso céntrico.

Las lenguas románicas, como el español, son lenguas flexivas de tipo fusionante
(Martínez Celdrán 1995). En la tradición estructuralista, una de las principales
características de las leguas flexivas consiste en que este tipo de lenguas no establece
una correspondencia binaria entre el morfema (o significado de un afijo) y el morfo (o
segmento fónico analizado como afijo). La falta de correspondencia desemboca en
muchos casos de sincretismo: la desinencia -é de canté es el morfo que expresa
sincréticamente “pretérito”, “primera persona” y “singular”, y paralelamente, también
conduce a una variada alomorfía, pues en las lenguas flexivas resulta muy frecuente que
un mismo morfema sea expresado por morfos diferentes (Bosque, 1982): el morfema de
plural se presenta en las categorías nominales con tres variantes alomórficas, -s, -es y
cero Ø, normalmente según la terminación de la base (libo-s, camión-es, crisis, pero
jabalí-es frente a esquís).

Pues bien, el sincretismo, el recurso al formante nulo Ø sin representación fonológica (la
tesis/la tesisØ) y el supletismo o supleción de la morfología flexiva, que se refiere a la
diferencia de raíces en un mismo paradigma (soy/eres, voy/fui), son características
formales de la flexión que carecen de sentido en la morfología derivativa, pues la
derivación no está determinada por la regularidad paradigmática. Con todo, en la
derivación también se denominan bases supletivas a las formas cultas que alternan con
derivados de bases patrimoniales, como pluv- en pluvial/lluvioso, lact- en lácteo/lechoso,
fratern- en fraternidad/hermandad (NGLE, 2009).

4.2.3. Problemas morfológicos en el paradigma flexivo del tiempo verbal


La flexión del tiempo verbal aporta información deíctica sobre la relación de lo que se
dice con el momento en que se hable. Este paradigma flexivo expresa los vínculos de
coincidencia, anterioridad y posterioridad que pueden darse entre los eventos. Suelen
utilizarse tres criterios de clasificación de los tiempos verbales, que atienden a la
estructura morfológica, al anclaje temporal y a las características aspectuales (NGLE,
2009). De acuerdo con el primer criterio, se distingue entre tiempos simples y tiempos
compuestos, formados por el auxiliar haber y el participio del verbo que se conjuga o
verbo auxiliado. El anclaje temporal establece la correspondencia de las formas verbales
con puntos temporales diversos, En este sentido, los tiempos se clasifican en tiempos
absolutos, que se orientan respecto del momento del habla y tiempos relativos, que se
interpretan con relación a otro tiempo del enunciado. No todos los tiempos simples son
absolutos, pues cantaba y cantaría son tiempos relativos, mientras que he cantado es un
tiempo compuesto pero absoluto, pues está anclado en el momento del habla. Las
formas del verbo, junto a la expresión deíctica del tiempo, expresan también el aspecto,
El aspecto Informa de la manera en que se extiende o se desarrolla en el tiempo un
evento. No es una categoría deíctica pues no muestra la localización temporal, sino que
describe un evento como terminado, repetido, instantáneo o enfocado solo en algunas
de sus partes. Por el aspecto, se distinguen tiempos imperfectivos como canto y cantaba,
y tiempos perfectivos como canté, había cantado y habré cantado. Se consideran
generalmente formas temporales de aspecto neutro el futuro cantaré y el condicional
cantaría, que pueden presentar aspecto perfectivo o imperfectivo según el contexto, lo
mismo que el pretérito perfecto he cantado, sometido a variaciones dialectales.

Además del problema morfológico que plantea la segmentación de las desinencias


verbales para la expresión de la persona y el número, por un lado, el tiempo y el modo,
por otro, debido sobre todo a los casos de sincretismo o al recurso al formante nulo,
interesa especialmente desde el punto de vista morfológico la discusión de si los tiempos
compuestos forman parte del paradigma de la flexión verbal, pues algunas de sus
propiedades apuntan hacia un comportamiento sintáctico próximo al de las perífrasis
verbales, En particular, tanto estas como los tiempos compuestos admiten la
interpolación de adverbios y la del sujeto entre el verbo auxiliar y el auxiliado: Se lo
habíamos ya advertido; Se lo teníamos todavía que decir; Eso nunca lo habría yo
imaginado; No podía Juan imaginarlo. Sin embargo, se observa que en el español actual
estas interpolaciones presentan menos restricciones en las perífrasis que en los tiempos
compuestos. Así, las formas monosilábicas del auxiliar haber no suelen admitir la
separación del verbo auxiliado (*Has tú imaginado todo; *Lo he siempre sabido/Si
hubieras tú imaginado todo), mientras que esta limitación no parece afectar a las
perífrasis (Voy yo a buscarla). En enunciados interrogativos, la intercalación del sujeto es
habitual en las perífrasis: ¿Pueden las mujeres gobernar España/*¿Han las mujeres
gobernado España? Este tipo de comportamientos prueba una mayor autonomía
sintáctica de las perífrasis frente a los tiempos compuestos.

Por lo demás, se pueden aportar varios argumentos a favor de la consideración de los


tiempos compuestos en el paradigma flexivo del verbo. En primer lugar, el participio de
estos tiempos compuestos permanece invariable, mientras que el participio de las
perífrasis requiere la concordancia con el complemento directo (Había hecho la comida/
Tenía hecha la comida). Por otra parte, los tiempos compuestos forman parte de la
conjugación de todos los verbos sin restricciones con los predicados y con los sujetos que
admiten, a diferencia de las perífrasis, en las que el verbo auxiliar aporta una información
léxica. Así, por ejemplo, la perífrasis de ir + gerundio es incompatible con los verbos de
estado ('Iba permaneciendo en la cárcel dos meses/ Había permanecido en la cárcel dos
meses). Los tiempos compuestos, en fin, contraen relaciones de neutralización con los
tiempos simples en muchos casos porque ambos tipos forman parte del paradigma
temporal. La oposición entre los pretéritos he cantado y canté se suele neutralizar a favor
de este último: {Ha estado-Estuvo} contigo toda la tarde. La opcionalidad entre el
presente canto y el pretérito perfecto he cantado se manifiesta preferentemente en
oraciones condicionales o temporales: Si se (pasa-ha pasado} el control, hay que seguir;
Una vez que se {descongela-ha descongelado}, se mete en el horno. Por su parte, el uso
iterativo, habitual o cíclico del pretérito imperfecto cantaba se puede expresar también
con el pluscuamperfecto había cantado: Por entonces, todos {iban-habían ido} dos veces
al año a Andorra. En las zonas donde he cantado apenas se usa, es frecuente la
neutralización de canté y había cantado: Nunca lo {vi-había visto} tan contento. El
pretérito hube cantado, casi en desuso, tiende a sustituirse por canté en expresiones de
posterioridad y verbos télicos, como Apenas {hubo terminado-terminó} espectáculo, el
público se puso en pie. Los futuros simple y compuesto pueden alternar en la apódosis
de las oraciones condicionales: Si sale bien, todo {quedará-habrá quedado} en un susto.
Finalmente, los condicionales simple y compuesto también se neutralizan en algunas
estructuras sintácticas, especialmente en conjeturas sobre hechos pasados y en
discursos retóricos: Supongo que ella no {estudiaría-habría estudiado} lo suficiente; Yo
eso no lo {diría-habría dicho} así; ¡Quién me {mandaría-habría mandado} a mi entonces
prestarle aquel libro!; ¡Cualquiera lo {haría-habría hecho} en esas circunstancias!

4.3. Variación morfonológica


Las diferencias de tipo morfonológico también distinguen los procesos flexivos de los
derivativos. Así, por una parte, la flexión no suele alterar la forma fónica del lexema o base
(ojo>ojos; riñón>riñones), mientras que la derivación se sirve con frecuencia de formas
etimológicas (ocular, renal). Por otra parte, la alomorfia de los formantes derivativos también
se considera más frecuente e irregular que la de los afijos flexivos, La flexión, especialmente la
que marca la categoría gramatical, suele expresarse mediante segmentos vocálicos, como -a-,
-e-, -i- de los verbos, llamados justamente vocales temáticas. El género, por ejemplo, se
comporta en español actual de manera bastante sistemática (hijo/hija; alto/alta;
algún/alguna). Sin embargo, muchos prefijos y sufijos cuentan con variantes morfonológicas,
que, en general, afectan a sus fonemas consonánticos, como el prefijo de privación o negación
in- en ilegal, incapaz, imprudente o el sufijo de acción y efecto -ción en aprobación, conexión,
salazón (Monge, 1978).

Por otro lado, la derivación, pero no la flexión, está condicionada por reglas morfonológicas que
solo resultan productivas en las formaciones sufijadas. Fábregas (2013) explica que los
alomorfos -al/-ar de los adjetivos denominales se seleccionan por disimilación con las
consonantes de la base, de manera que se forma el derivado en -al si la base contiene r en
posición final (primaver-al, elector-al), mientras que el derivado termina en -ar si la base tiene
l final (popul-ar, espectacul-ar), con la particularidad de que si la base contiene estas dos
consonantes, se forma el derivado con el alomorfo contrario a la última consonante de la base
(liter-al, liber-al, flor-al; circul-ar, curricul-ar, regul-ar). Nada semejante puede alterar la forma
de una desinencia flexiva, aunque se repitan las mismas condiciones anteriores (par-ar, liber-
ar).

4.4. Pertinencia sintáctica


Las implicaciones sintácticas constituyen otro aspecto importante de las diferencias entre la
flexión y la derivación (Anderson, 1988). Las propiedades gramaticales expresadas por la flexión
se reflejan en la sintaxis a partir de las relaciones de concordancia y de rección. Así, el significado
gramatical de una marca flexiva se repite en los elementos concordantes, aunque alguno de
estos sea una forma derivada. Sin embargo, la concordancia no tolera la repetición de los afijos
derivativos. Se entiende que la morfología flexiva está condicionada por las relaciones
sintagmáticas, mientras que la morfología derivativa resulta relativamente ajena a las
construcciones sintácticas, aunque la derivación puede alterar la selección léxica y la estructura
argumental de la base: *El avión voló la ciudad/El avión sobrevoló la ciudad (Martín
García/Varela Ortega, 2009). En Los nuevos estudios, el artículo y el adjetivo concuerdan con el
sustantivo en la flexión de género y número, pero en Los nuevos estudiantes, no se repite el
sufijo -nte en las formas concordantes (Fábregas, 2013). La exposición de la morfología flexiva
a las relaciones sintácticas explica otra de las diferencias principales señaladas desde la
morfología estructural (Nida 1949; Kurylowicz 1964; Matthews 1972): en contraste con la
derivación, los formantes flexivos, como expresan relaciones gramaticales, son obligatorios y
requeridos por la sintaxis.

4.5. Posición estructural


Finalmente, las diferencias morfológicas explican el comportamiento de los formantes flexivos
frente a los derivativos en la estructura interna de la palabra. En español, como en otras muchas
lenguas, el análisis de la palabra compleja muestra que la flexión es periférica, pues actúa como
una desinencia de cierre tras los procesos de la afijación derivativa ([[[graba]v-cion]n-es],
[[[cristal]n-iz(ar)]v-aban]). En las palabras derivadas del español no se registran casos de flexión
interna, salvo quizá en la marca de femenino de los adjetivos variables que derivan en adverbios
en -mente (lentamen-te) o en los formantes del plural en quienesquiera, cualesquiera (Varela
Ortega, 1990), analizados normalmente como palabras compuestas, en las que tampoco suele
reconocerse la flexión interna (sordomudas/*sordasmudas; bajorrelieves/*bajosrrelieves, etc.).
Así, por ejemplo, un sustantivo prefijado como desilusiones se interpreta como 'pérdida de
ilusiones' y no como 'pérdidas de ilusión'. Se comprueba en otros derivados o compuestos la
tendencia a cancelar la afijación flexiva interna, que se manifestaría, sin embargo, en la
concordancia de las formas primitivas o simples, como en quinceañero/*quince-años-ero,
estadounidense/*estados-unidos-ense (Varela Ortega, 1988). De hecho, la información flexiva
es accesible a la sintaxis porque se sitúa en la posición de cierre. Como se señala en una de las
generalizaciones de Greenberg (1963), en las lenguas, si hay tanto flexión como derivación, la
derivación siempre es más adyacente a la raíz que la flexión. No es raro, en efecto, encontrar
en el CREA casos de concordancia en singular con cualesquiera, como en los textos siguientes:

Velar por la seguridad del detenido, cualesquiera sea su delito.


Cualesquiera de sus colegas puede representar de manera digna a todos.
No ha sido investigado ni por esta ni por cualesquiera otra actividad.

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