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Revista: En Plenitud._____________________________________ Crisis de identidad en la vejez.

La vejez.
La teoría psicológica del envejecimiento se caracteriza por los cambios
conductuales que se relacionan con las influencias ambientales que influyen y se
reflejan positiva o negativamente en los adultos mayores. Cada persona mayor
es un individuo al cual cada experiencia vital y cada modificación en su entorno
ejerce un efecto sobre ella.

La principal tarea de las personas mayores es la de comprender y aceptar


su propia vida y hacer uso de su experiencia para hacer frente a los cambios
personales o pérdidas. Las personas han de adaptarse a la disminución de la
fortaleza y salud física, a la jubilación o retiro del trabajo y a su propia muerte.

La vejez es el éxodo de una persona que, por razón de su crecimiento en


edad, sufre la decadencia biológica de su organismo y en un receso de su
participación social. También se puede definir como una situación existencial de
crisis, resultado de un conflicto intimo experimentado por el individuo entre su
aspiración natural al crecimiento y la decadencia biológica y social consecuente
con el avance de los años.

La vejez puede tener unas limitaciones, pero también tiene unos


potenciales únicos y distintivos: serenidad de juicio, madurez vital, experiencia,
perspectiva de la vida histórica personal y social, etc. El proceso de
envejecimiento esta condicionados por cambios a tres niveles: cambios
somáticos, cambios sociológicos y cambios psicológicos.

Cambios somáticos: se caracteriza por una serie de transformaciones


progresivas e irreversibles, en función de la edad. Modificaciones de los tejidos,
de los huesos, las glándulas, la postura corporal, el color de los cabellos, el
estado de salud, etc.

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Cambios sociológicos: se caracteriza por ciertos cambios de estatus y de roles


a partir de una disminución del rendimiento de entre estos, destaca la jubilación
como paso a la inactividad corporal.

Cambios psicológicos: se observa la necesidad y los esfuerzos de adaptación


del individuo que envejece.

Existen dos modos de vivir esta etapa de la vida, un modo optimista que
implica enfrentarla como una oportunidad más de nuevos desafíos y crecimiento
personal o una manera pesimista, con la expectativa del deterioro físico y la
decadencia psíquica.

Todos sabemos la importancia que pueden tener nuestras expectativas


en la ocurrencia de los hechos, ya que esto representa una programación para
lograr precisamente lo que se querría evitar. La edad cronológica no refleja en
forma uniforme las mismas condiciones físicas o psíquicas de todas las
personas, por el contrario, la diversidad es notable. Existen cada día más
personas que llegan a 95 o más años todavía, lúcidas y físicamente capaces de
desenvolverse normalmente.

La persona mayor va perdiendo autonomía e independencia poco a poco,


y ese hecho hace que el anciano se vea a sí mismo como persona cada vez
más desvalida y necesitada de los demás. Una tal experiencia puede llevar a
algunos ancianos a dejarse embargar por sentimientos de tristeza, pesimismo y
mal humor. Comienzan a vivir un cierto temor al futuro, que aunque siempre
existió (este temor pueden experimentarlo también muchos jóvenes) ahora se
hace más incierto y penoso. Ante sentimientos o experiencias de este tipo es
fácil que la persona anciana tienda a replegarse en el pasado, y a experimentar
una desagradable sensación de inutilidad y de estorbo para los demás. He aquí
un peligro que conviene prevenir, pues lleva en sí mismo el germen de la
depresión cuando la persona se refugia en su soledad y se encierra en su propio
aislamiento

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La autonomía física normalmente está alterada por la ancianidad, incluso,


en casos extremos llegando al desvalimiento. También la autonomía personal,
es decir, psicológica y moral, varía, disminuye. Es un derecho fundamental de la
persona la capacidad de autodeterminarse. Si hay una disminución de la
autonomía del anciano decrece su iniciativa, hay un lento desenganche con la
vida y mucha apatía.

El anciano experimenta con un evidente realismo, que ahora tiene


necesidad de otros, que no se puede manejar a sí mismo, y que en asuntos en
los que antes decidía por sí y ante sí, ahora ha de esperar la decisión de otros;
depende incluso de los cuidados de los demás. Al experimentar la necesidad de
depender de otros, muy bien algunas personas mayores pueden preguntarse:
¿para qué vivir así, si otros deciden por mí?.

Crisis de Autonomía en la vejez.

A ntes de hablar de autonomía en la vejez es necesario establecer de

que concepto, tanto de vejez como de envejecimiento se esta partiendo.

Envejecimiento: es un proceso dinámico, gradual, natural e inevitable, que se


desarrolla en los aspectos biológicos, psíquicos y sociales de los sujetos y que
está estructurado en torno al tiempo. El envejecimiento es una etapa más del
ciclo vital.

La vejez por su parte, es una construcción social. Cada sociedad atribuye


un significado diferente a la vejez, a partir del cual se designarán status, roles y
mandatos, se definirán los posibles problemas de las personas mayores y se
elaborarán las respuestas a los mismos. Construcciones culturales de cada

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sociedad indican qué es el viejo y qué se espera de él. En edad avanzada, las
personas sufren limitaciones en su autonomía por consecuencias derivadas del
proceso natural del envejecimiento; pero también como consecuencia de
impedimentos culturales.

Ahora bien, se definirá el concepto de autonomía como tal y de autonomía


en la vejez. Autonomía: es la condición por la cual el sujeto goza de
autosuficiencia, no solamente en el gobierno del propio cuerpo, sino también de
libertad en el ámbito del pensamiento, del deseo, de la palabra y de la acción. La
posibilidad de valerse por sí mismo, de expresarse y de actuar en función de los
propios pensamientos y deseos en una facultad inherente al ser humano.

Autonomía en la vejez, hay una disminución de las funciones fisiológicas,


una menor capacidad de adaptación a esfuerzos físicos, una mayor frecuencia
de enfermedades crónicas e incapacidades y una serie de enfermedades que
vienen ocasionadas por crisis sociales como la jubilación, la viudedad, etcétera.

En esta etapa de la vida es cuando hay una relación más estrecha entre
los problemas de salud y la situación social. Ambos están interrelacionados y
deben hacernos reflexionar sobre la salud desde un punto de vista bio-social. La
autonomía es la capacidad de elegir por uno mismo las reglas de conducta, la
orientación de los propios actos y los riesgos asumibles. En suma, autonomía es
elegir y conducir la propia vida. La dependencia se produce a consecuencia de
no realizar sin ayuda (porque no puede o no quiere) actividades consideradas
básicas, como levantarse, comer, andar).

A medida que envejecemos las células del organismo se van


desgastando y provocando transformaciones en los distintos sistemas y órganos
del cuerpo humano, que se traducen en general como declinaciones. La
estructura ósea se achica, la masa muscular también reduce, las articulaciones
se desgastan, disminuye la capacidad de los órganos sensoriales, la audición
se dificulta, llegando a veces hasta la sordera, la visión también se reduce

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teniendo que recurrir a los anteojos. Así mismo declina el funcionamiento pleno
del olfato y el gusto. Hay una pérdida de vigor, agilidad y velocidad. El cansancio
y la fatiga se presentan con más frecuencia.

Habría que mantener al anciano físicamente activo, evitar tratarlo como


un ser inerte al que hay que hacérselo todo. Es conveniente regular el horario
sueño–vigilia, no dejarle dormir durante el día, sino mantenerlo activo.
Personalizar la atención que se le presta tanto en el aseo como en las comidas,
y no dar la impresión de tener prisa. Deberá tratárseles siempre de forma cálida
y respetuosa. Mantenerlos limpios y aseados para evitar la sensación de
decrepitud y abandono, lo que refuerza su autoestima.

También se debería emplear terapia ocupacional y rehabilitadora,


mantener su habitación iluminada, tranquila, sin ruidos, con personas próximas a
ellos ayudando con esto a disminuir la ansiedad y la confusión. Procurar darle el
máximo de autonomía en sus actividades y después supervisarlas. Es necesario
reforzar su autonomía subrayando lo que hace bien y tener en cuenta que el
grado de lucidez y capacidad puede variar de un día a otro. En muchos casos
está indicada la terapia de apoyo, los grupos de terapia, la terapia social,
rehabilitadora y la terapia de familia.

El proceso de envejecimiento afecta fundamentalmente al mundo


desarrollado. Europa es el continente más poblado (100 habitantes por
kilómetros cuadrado) y con distribución más homogénea. En este envejecimiento
de la población interviene una serie de factores. En primer lugar, la disminución
de la natalidad es el factor básico del envejecimiento demográfico, ya que
produce una reducción inmediata de población infantil y un envejecimiento por la
base de la pirámide, lo que se traduce en un aumento proporcional de la
población anciana.

En segundo lugar, hay un aumento de la esperanza de vida. La suma de


ambos factores significa para las poblaciones de los países más desarrollados

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un envejecimiento por partida doble. Por último, el tercer factor son los
movimientos migratorios, que pueden alterar la pirámide de edad de una
población. La emigración envejece la población porque se marchan más los
jóvenes.

Es conveniente mantenerlos informados, darles puntos de referencia de la


realidad, del espacio en que se encuentran, la fecha, etc., todo lo que facilite la
orientación. Habría que ofrecerles instrucciones simples y claras, no dar
demasiada información de golpe, que no se asimila y lleva al aturdimiento. Los
mayores deberían mantener el contacto con el exterior. Si es posible, se les
facilitarán salidas temporales con familiares, amigos u otros grupos que le
acepten. Y favorecer el encuentro entre ellos, en grupos, y la realización de
actividades lúdicas y culturales.

Neurológicamente son comunes los fallos en la memoria, principalmente


en la memoria a corto plazo. La actividad intelectual se vuelve más lenta,
disminuye la capacidad de atención, de cálculo y de razonamiento lógico.

La actividad sexual declina en frecuencia y la menopausia en la mujer


determina el final de su ciclo reproductor. Este proceso de involución de los
sistemas reduce la capacidad de defensas del organismo y lo vuelve más
vulnerable, por lo cual en la vejez aumentan las posibilidades de perder parcial o
totalmente las facultades mentales, motrices, sensoriales, del habla. De esta
manera los adultos mayores pasan a depender de otra persona en uno o varios
de los aspectos necesarios para desenvolverse en la vida cotidiana.

El hecho de haber perdido determinadas capacidades, de no poder


desenvolverse por sí mismo, de necesitar a otros para seguir viviendo no es fácil
de asumir. Depende de la personalidad y de la historia de vida de cada uno.
Pero, si no se cuenta con una red de apoyo familiar y social, el estado de
desamparo a que están sometidos los carga de angustia porque no avizoran un
futuro distinto y se resignan a su destino, cayendo en la pasividad, indiferencia y

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a veces en la depresión. Esta situación no hace más que debilitarlos y reforzar


en sus relaciones las posibilidades de dependencia.

La vejez no tiene que ser el punto más bajo del ciclo de vida ya que el
envejecimiento satisfactorio es posible si las estructuras sociales y nuestros
pensamientos se reorganizan.

Bibliografía:

Papalia, D., Wendkos, S. (2004) Desarrollo Humano. 9ª Edición. México. Edit. Mac Graw-Hill.

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