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TALLER INDIVIDUAL

SEMINARIO HÉCTOR ABAD GÓMEZ

Estudiante
Valentina Zurita Vergara

Profesora
Maria Isabel Zuluaga

UNIVERSIDAD DE ANTIOQUIA
FACULTAD NACIONAL DE SALUD PÚBLICA HÉCTOR ABAD GÓMEZ
ADMINISTRACIÓN EN SALUD
MEDELLIN
29 noviembre de 2023
La relación entre el lugar de vivienda, el estrato social y la salud es un tema
complejo que ha sido objeto de atención y debate en diversas disciplinas. Según
Héctor Abad Gómez, estas variables desempeñan un papel crucial en la
determinación del estado de salud de las personas. Este ensayo explorará las
razones subyacentes de cómo el lugar de residencia y el estrato social se
entrelazan para influir en la salud de los individuos.
En primer lugar, el acceso a los servicios de salud varía significativamente según
la ubicación geográfica y el estrato social. En áreas urbanas marginadas o zonas
rurales, la disponibilidad de instalaciones médicas puede ser limitada, lo que
dificulta que los residentes accedan a atención médica de calidad. Además, las
disparidades económicas pueden traducirse en barreras financieras para buscar
tratamiento, perpetuando así ciclos de enfermedad en comunidades
desfavorecidas.
El entorno físico y social también desempeña un papel fundamental. En lugares
con condiciones ambientales deficientes y acceso limitado a servicios básicos,
como agua potable y saneamiento, la incidencia de enfermedades transmitidas por
el agua y otras afecciones relacionadas con el entorno puede ser más alta.
Asimismo, la seguridad en el entorno juega un papel esencial en la salud mental y
física; las áreas con altos índices de criminalidad pueden contribuir al estrés y
tener efectos negativos en la salud de la población.
El estrato social, por otro lado, actúa como un determinante clave debido a su
conexión con la educación y las condiciones económicas. Las personas de
estratos bajos pueden enfrentar limitaciones en el acceso a una educación de
calidad, lo que impacta en su capacidad para comprender y adoptar prácticas
saludables. Además, las condiciones económicas influyen en la posibilidad de
adquirir alimentos nutritivos y mantener un estilo de vida saludable. La falta de
recursos económicos puede traducirse en elecciones alimenticias menos
saludables y limitaciones para participar en actividades físicas.
En este contexto, es crucial reconocer la interconexión de estos factores y abordar
las desigualdades desde múltiples perspectivas. Las políticas de salud pública
deben enfocarse en mejorar el acceso a servicios de salud en áreas
desfavorecidas, implementar medidas para mejorar el entorno físico y promover la
equidad en la educación y el empleo. Además, es esencial fomentar la conciencia
sobre las disparidades en salud y trabajar hacia una sociedad que valore la
equidad y la justicia social.
La violencia en Colombia ha dejado una marca indeleble en la estructura social y
en el derecho a la vivienda. La visión de Abad Gómez se nutre de la realidad de
los desplazamientos forzados, un fenómeno directamente relacionado con los
conflictos armados, que ha llevado a comunidades enteras a abandonar sus
hogares en busca de seguridad. Esto afecta directamente el derecho a la vivienda,
ya que las personas desplazadas a menudo enfrentan dificultades para acceder a
viviendas adecuadas y seguras en sus nuevas ubicaciones. La falta de una
residencia estable contribuye a condiciones precarias de vida, afectando la salud
física y mental de los desplazados.
El código postal, que a primera vista parece una simple ubicación geográfica, se
convierte, bajo la mirada crítica de Abad Gómez, en un poderoso símbolo que
refleja las profundas desigualdades socioeconómicas y de acceso a la atención
médica en nuestras sociedades. Más allá de ser una serie numérica, este código
se convierte en un marcador inequívoco de las condiciones de vida de las
personas que lo habitan. En áreas marcadas por la violencia, estas ubicaciones no
solo representan una delimitación geográfica, sino también la delimitación de
acceso a servicios de salud de calidad. Las brechas significativas en la atención
médica se tornan evidentes, ya que la presencia de la violencia obstaculiza el
acceso a servicios esenciales de salud, creando una disparidad notable en el
bienestar y la calidad de vida de las comunidades afectadas.
La incansable lucha de Abad Gómez por los derechos humanos resuena en este
contexto, subrayando la urgencia de abordar estas inequidades para garantizar la
equidad en el acceso a la atención médica. Desde una perspectiva ética, los
profesionales de la salud pública se enfrentan a un desafío crucial: asegurar el
acceso a servicios de salud para aquellos que han sido desplazados o marginados
a causa de la violencia. En este escenario, la equidad en la atención médica se
vuelve esencial, y abordar las disparidades en salud resultantes de la violencia
implica un compromiso ético profundo con la justicia social y el respeto a los
derechos humanos. Este compromiso incluye no solo la provisión de servicios
médicos adecuados, sino también la garantía del derecho a una vivienda digna
como un componente esencial para el bienestar humano integral.
En este sentido, la ética en la atención médica se convierte en un llamado a la
acción para confrontar las desigualdades arraigadas, reconociendo que la salud es
inseparable de los factores sociales, económicos y políticos que influyen en la vida
de las personas. El abordaje de las disparidades en salud, especialmente en
contextos afectados por la violencia, requiere un enfoque holístico que no solo
trate las dolencias físicas, sino que también aborde las condiciones sociales y
estructurales que perpetúan estas desigualdades. Este compromiso ético no solo
mejora la atención médica, sino que también promueve un ambiente más justo y
equitativo para todas las personas, reafirmando así la importancia de la justicia
social en el campo de la salud pública.
En el ámbito político, los salubristas se enfrentan al reto de abogar por políticas
que aborden las causas fundamentales de la violencia y sus impactos en la
vivienda. Esto puede incluir la promoción de medidas para prevenir conflictos
armados, la protección de los derechos de las comunidades afectadas y el
desarrollo de programas que faciliten la reintegración de personas desplazadas a
la sociedad.
Además, la planificación urbana y las políticas de vivienda deben adaptarse para
abordar las necesidades específicas de las personas afectadas por la violencia. La
creación de viviendas asequibles y sostenibles, así como la promoción de
entornos seguros, son elementos clave en este proceso.

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