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Introducción
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tiempo. Pero en lo que todas las personas entrevistadas coinciden, es que no se olvida
nunca.
La terapia en estos casos no es simple. Autores como Pittman, (1994) y Glass (2003)
han establecido protocolos de actuación, que han sido -y continúan siéndolo-
sistemáticamente ignorados a la hora de intervenir con rigor. Ni que decir tiene que
dicha problemática no entra en ningún programa universitario de psicología ni hay
ningún master al respecto.
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Extraído del libro “Retratos ocultos. Psicología de la infidelidad. Terapia”, fruto de dos años de
investigación sobre la cuestión.
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LA INFIDELIDAD EN TERAPIA
Resulta clave en cualquier proceso terapéutico situar el problema allí donde realmente
está; forma parte de su definición. Sin ello la terapéutica se torna cuanto menos
complicada, si no imposible. Y el problema en la infidelidad se sitúa en la persona infiel
y en cómo este hecho ha salpicado dramáticamente a la persona consorte y a veces a los
vástagos. La culpa de la infidelidad no puede nunca bajo ningún concepto recaer en la
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víctima. Es responsabilidad única y exclusivamente de la persona infiel. No es un
problema de pareja.
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También —aunque más raramente— puede acudir a terapia la persona amante. A veces
para afrontar la pérdida y otras paradójicamente, para entender qué le ocurre y por qué
lo hace, pero sin modificar un ápice su postura de ser amante, es decir, manteniendo la
firme convicción de seguir en esa tesitura. Otras veces, para hacer el duelo de la
aventura.
Pocas son las personas que, habiendo sido infieles, acuden motu propio a consulta. Y
cuando lo hacen, es como medida ante la amenaza de ruptura con la pareja oficial.
Suelen mostrar poca o nula conciencia de la profundidad del daño generado; queriendo
que su pareja pase página lo antes posible, en parte por su dificultad para gestionar
sentimientos de culpa y la disonancia cognitiva generada al darse cuenta de la gravedad
de las consecuencias.
Uno de los principales escollos en terapia es la dificultad para asumir las consecuencias
de los actos por parte de las personas que han actuado infielmente. A veces lo quieren
todo. Y con frecuencia, no muestran disposición para renunciar, elegir, o decidir. Y a
pesar de la mencionada confusión que en muchos casos afirman sentir, las cosas muchas
veces están más claras de lo que dicen, afirman o piensan. Pero la mente se embota,
mintiendo, manipulando, justificando o explicando; en definitiva, utilizando toda una
gama de mecanismos de defensa como la negación, la escisión y/o la disociación. El
argumento utilizado sobre su estado de confusión, lo que en realidad refleja es que
todavía no están dispuestas a renunciar al tercero en discordia. Y es porque la renuncia
realmente es un proceso. No hay por tanto confusión. Hay simplemente negación a la
renuncia y sus consecuencias.
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desasosiego y la ansiedad son algunas de las emociones más comunes que llegan a
experimentar, pudiendo ser vivenciadas antes, durante y/o después de la aventura.
En caso de que la persona infiel desee seguir con la pareja oficial, la terapéutica se
realizará por partes. Se trabajará la renuncia a la persona amante y el restablecimiento
de la confianza básica. Se cerrar puertas y ventanas para eliminar la ambivalencia, lo
que en muchas ocasiones conllevará a un duelo. Y se reparará el daño, lo que conlleva
—además de una elaboración narrativa de lo sucedido— el desarrollo de una actitud
empática hacia el dolor generado, que desembocará en la noción de cuidado.
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A nivel existencial, supondrá aceptar la soledad y la autonomía, así como renunciar a
una satisfacción completa y tratar sentimientos de vacío.
Dependiendo de la función -en tanto que síntoma- que haya desempeñado la infidelidad,
convendría una terapia individual más que de pareja, o bien, intercalar la individual con
la de pareja, dependiendo de factores como la toma de conciencia, la evolución de la
persona terapizada y la evolución de la pareja.
Ahora bien, esto es muy poco frecuente en la práctica clínica. Pocas personas habiendo
sido infieles acuden a un profesional de la psicología para hacerse ayudar. La narrativa
justificativa resulta tan sólida que elimina en muchos casos, la conciencia de problema.
Y cuando acuden, lo hacen fundamentalmente motivadas por la decisión de continuar en
pareja ante la amenaza de la pérdida. Por ello es importante que su motivación pase de
ser extrínseca a ser intrínseca. Esto es, que la persona infiel vea y sea consciente de su
problema, de sus dificultades y quiera resolverlas. Cuestionarse a sí misma en todos los
ámbitos: valores, carencias, sexualidad, roles, género… es imprescindible.
Al respecto, destaca el hecho de cómo las personas se encuentran divididas entre dos
relaciones, entre dos mundos. Una parte de ella quiere seguir manteniendo el confort, la
familiaridad y los roles asociados a ésta. Otra parte quiere la excitación, la novedad, la
sensación de volver a estar enamorada, la adrenalina... Esta ambivalencia significa en el
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fondo que no está todavía preparada para renunciar y por ello mantiene el triángulo
amoroso.
En los casos de infidelidades solamente sexuales y fugaces, la persona infiel suele tener
asumida la disociación. Es decir, está en sus valores: por un lado, su vida social y
familiar y, por otro, la vida íntima, que solo le pertenece a ella. Esta disociada
interiorización hace difícil el proceso terapéutico. No hay reconocimiento muchas veces
de este doble rasero y por ello, gran parte de la terapéutica consistirá en cuestionar
dialécticamente estos valores.
La principal demanda de las personas amantes que acuden a consulta es saber llevar y
gestionar la situación. A veces, ellas no quieren seguir la relación, pero no saben cómo
dejarla. En este caso, la terapia tiene como objetivo fundamental tomar conciencia de la
toxicidad de la relación a partir de las consecuencias que la relación les ocasiona. Se
trata de ayudar a hacer el duelo de las expectativas, es decir, perder la esperanza de un
futuro en esta relación.
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Conviene revisar los roles y guiones aprendidos, particularmente los de la dependencia
emocional, así como ahondar en los estilos de apego. La terapia de realidad de Glasser
(1996) se muestra conveniente para que la persona aprenda a satisfacer sus propias
necesidades de manera realista y sea más autónoma.
Si la pareja decide continuar tras la infidelidad, el cambio que se genere —con o sin
terapia— debe ser profundo. No se trata de pasar página lo antes posible, sino de
redefinir y rediseñar la nueva pareja, nuevos roles, nuevos escenarios.
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Las etapas del duelo de Kübler.Ross: negación, ira, negociación, depresión y aceptación.
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confianza no vuelve a ser la misma. Queda por hace un proceso de duelo que no solo
concierne al ámbito de la relación. La visión del mundo cambia.
Es frecuente que la persona infiel decida dejar a su cónyuge oficial para «tomarse un
tiempo y aclararse». Detrás de esta necesidad manifestada muchas veces se encuentra
un deseo de oficializar la aventura. No hay en el fondo tal confusión. «No eres tú, soy
yo»; «Me siento confuso»; «No sé qué hacer»; «Necesito un tiempo»; «Necesito estar
solo, pensar» … Son frases clichés que se dicen en momentos en que se desea romper la
relación oficial, evitando decir la verdad o reconocer la auténtica situación,
minimizando así costes sentimentales como la culpa o la vergüenza, entre otros.
Muchas parejas “oficiales” deciden continuar la relación sin procesar demasiado la o las
infidelidades. En estos casos el conflicto continúa de manera latente y suele ser cuestión
de tiempo que vuelva explotar, salvo que el débil procesamiento haya sido
suficientemente catártico como para generar cambios profundos en la pareja oficial.
En el contexto terapéutico, es necesario que la persona infiel cuente y narre sin explicar
ni justificar lo sucedido. Los hechos prevalecen ante las palabras, evitando así que la
persona infiel utilice la explicación como justificación de lo ocurrido. Las explicaciones
suelen generar en la víctima mucha rabia y recelo. Porque todo el mundo podría tener
razones para ser infiel y serlo. La víctima de infidelidad necesita entender y
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comprender; necesita una narrativa coherente, que tenga sentido, que cuadre. Mentir en
los detalles o en los hechos, seguir ocultando, suele ocasionar aún más daño,
contrariamente a lo que se piensa. Por ello, hay que ser cuidadoso con lo que se va a
contar y cómo contarlo para que la pareja sane.
También es necesario que la persona infiel (se) cuente la historia real para su propia
recuperación. Saber qué le hizo involucrarse en la aventura, previene otras aventuras
futuras y proporciona seguridad. Es importante que quien ha sido infiel explore su
vulnerabilidad, ahondando en su historia personal, lo que le ayudará también a entender
lo sucedido. No hacerlo genera mucha desconfianza en la pareja oficial, desconfianza
que tarda mucho tiempo en recuperarse. La pregunta que está en la base de esta
desconfianza es: ¿Cómo sé yo que no volverá a ocurrir? La elaboración de una narrativa
con sentido ayuda a responder a esta pregunta.
Las víctimas de infidelidad quieren saber cómo y porqué ocurrió, pero les cuesta hacer
el esfuerzo de escuchar y comprender, por miedo a perdonarlo o excusarlo (Glass,
2003). Por ello, hay que dejarle claro que la comprensión no obliga al perdón ni a la
excusa. Cuando la víctima toma suficiente distancia emocional como para comprender
la función de la infidelidad como síntoma, ese conocimiento le permite ver la situación
desde un ángulo diferente, lo que permite mejorar la relación y avanzar.
En cualquier caso, no hay que olvidar que se trata de un proceso largo y por fases no
necesariamente lineales.
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En esta etapa es importante evaluar la capacidad de ambos para reconstruir la confianza.
La posibilidad de esta reconstrucción se ve casi desde el principio en función de las
reacciones de la persona infiel ante el estrés postraumático de su pareja.
Las crisis suelen ser fruto de discusiones generadas a partir de desencadenantes muy
variados e idiosincráticos en cada pareja que hacen volver una y otra vez sobre el tema
de la infidelidad. La persona infiel quiere pasar página rápidamente, pero la persona
traicionada no puede. Las parejas corren el riesgo de resquebrajarse y deteriorarse hasta
romper; se trata de un período muy delicado. La víctima necesita una narrativa
coherente para poder digerir la o las aventuras. La construcción de esta narrativa resulta
ser un elemento fundamental en la terapéutica y lleva su tiempo. También la validación
de la sintomatología de la persona traicionada resulta clave. Se precisa dejar muy claro a
ambos miembros, que las respuestas postraumáticas tienen sentido y están en
consonancia con el contexto. Por muy disfuncional que las respuestas sean, tienen su
función y su sentido. Son respuestas normales a una situación anormal. Conviene, así
pues, alejarse de concepciones prejuiciosas que evalúan estas reacciones como próximas
a la histeria o son tildadas de exageradas, enfermizamente celotípicas, asociadas además
en muchos casos al género.
Por todo ello, uno de los objetivos primordiales de esta fase suele ser el autocontrol. Se
trata de reducir todo tipo de comportamientos que interfieran con la terapia, como
pueden serlos las conductas suicidas, autolesivas o violentas por parte de la persona
víctima de infidelidad, y el cese del mantenimiento de la aventura por parte de la
persona infiel. Para reducir daños, es conveniente establecer de manera explícita un
pacto. En este sentido, la pareja traicionada dejará claros los límites de lo intolerable
para ella. Por parte de la persona infiel, también será importante que establezca límites
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claros sobre la forma de ser tratada, evitando los abusos verbales y honestidad total en
cuanto a su indecisión o ambivalencia.
Si la pareja decide romper, conviene antes, haber hecho todo lo posible durante un
tiempo. Cerrar ciclos antes de pasar al siguiente. Romper por huir del conflicto o para
irse con la persona amante no se han revelado como buenas soluciones a largo plazo. En
realidad, las personas en estas circunstancias llevan sus problemas a la siguiente
relación. Los patrones son perpetuados hasta ser afrontados.
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parada de pensamiento, la meditación y otras como la atención plena3. Las crisis si las
hay, no son tan agudas como en la fase anterior. Con todo, siguen dándose situaciones
que despiertan fácilmente la alerta y desatan todavía síntomas de estrés, como por
ejemplo el temblor corporal. No se califican ya de crisis sino situaciones que
«remueven». No hay confianza plena. Han desaparecido algunos síntomas
postraumáticos como los pensamientos obsesivos y los retrospectivos o flashbacks. Se
ha establecido una cierta calma, una cierta estabilidad. No obstante, quedan algunos
como la ira, el resentimiento, la ansiedad…
Para evitar la triangulación con la figura del terapeuta, lo expuesto en terapia individual
conviene remitirlo también a la pareja. También conviene establecer ciertos pactos en la
pareja en momentos de ausencia o viajes, para evitar que se generen nuevas crisis.
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Mindfulness.
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diferente, es más profunda. Por un lado, se ha ganado en autonomía y, por otro, se ha
ganado en la relación. Hay una interdependencia más equilibrada. Las narrativas de
ambas partes —particularmente de la persona infiel— son diferentes. El cambio está
solidificado y la pareja se ha reinventado. La infidelidad pasa de figura4 a fondo5. Se
vive más allá de ella, con nuevos proyectos. Hay cambios cualitativos que se han
introducido, cambios biográficos interesantes relativos a lo laboral o al modo de vida;
proyectos que comienzan; decisiones que se toman y que modifican el paisaje de la
(nueva) pareja. Es otra etapa. El foco de atención ha cambiado. Ambos han dado un giro
importante a sus vidas.
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En Gestalt, la figura es el objeto que está en primer plano, en este caso, la infidelidad.
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Fondo es el resto, que está como en un segundo plano.
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focalizarla en la cohesión, respetando las emociones y los sentimientos de cada
miembro.
Volver a sentir admiración y reflejar esto en la mirada del cónyuge es algo que lleva su
tiempo.
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Si se levantaran un buen día y un milagro ocurriese, ¿Qué harían diferente? ¿Qué les
gustaría que ocurriera? ¿Cómo serían sus vidas? ¿Qué notarían sus familiares y
amistades de diferente?
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LA PERSONA VÍCTIMA DE INFIDELIDAD EN TERAPIA
Pero todas quieren saber detalles de la relación infiel y revisan en el pasado buscando
los indicios que no vieron en su momento. Interrogan buscando comprender, buscando
explicaciones que den sentido al sinsentido que viven. Necesitan entender las razones de
lo que sucedió, para evitar sentirse culpables. En parte por ello, se convierten en
detectives buscando facturas, recibos e incluso contratando detectives. Solo buscan la
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verdad, pues la desconfianza es supina. También por esta razón, sacan el tema una y
otra vez, buscando coherencia, buscando entender, intentando calmar los estados
emocionales alterados generados por los flashbacks, los pensamientos negativos y
obsesivos, la angustia que atraviesan, entre otros síntomas. Horas y horas, días y días de
diálogo hasta caer exhaustas. Son momentos muy duros.
Tienden a culparse de lo sucedido, por lo que es importante que los factores culturales,
y sociales sean incluidos en la terapia. La perspectiva antropológica y sociológica
ayudan a situar mejor los hechos en su contexto, aliviando de pesadas cargas sociales
que se soportan individualmente. Deconstruir ayuda a contemplar la experiencia que le
afecta con mayor perspectiva, y a situar el problema de la infidelidad fuera de ella, a
tomar distancia y a evitar tomarlo como personal. En este sentido, la terapia avanza
hacia la construcción de un nuevo relato en el que se incluyen otras variables que lo
hacen ver de otra manera, con nuevos significados.
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Por lo general suelen desarrollar comportamientos de tipo fóbico, evitando todo aquello
que les pueda recordar la aventura como calles, fechas, situaciones, lugares, películas...
Recordar provoca la emergencia de los síntomas del estrés postraumático. Por ello,
muchas de ellas cambian de trabajo o se mudan o piden traslados. Entrenar en
estrategias de afrontamiento como la desensibilización sistemática, sobre todo en
aquellas situaciones en que la respuesta de evitación no es posible, se revela como muy
eficaz. Aunque a veces, no quedará más remedio que poner distancia, por su bienestar
psíquico.
Los síntomas más sorprendentes son los flashbacks y las ideas obsesivas. Muchas veces
se imaginan una y otra vez a sus parejas en situaciones diversas. Son invadidas por
pensamientos negativos e imágenes. Tienen muchas pesadillas sobre el tema. Mucho
temor. Están en alerta constantemente. La rabia, el resentimiento y las reacciones
agresivas y depresivas aumentan o disminuyen dependiendo de la actitud de la persona
infiel. Cuanto más opaca, resistente y evitante se muestre ésta, mayores serán las
reacciones relacionadas con la rabia, el resentimiento y la venganza. Cuanto menos
respondan, peor reacciona la pareja traicionada. El entrenamiento mental mediante
técnicas de meditación, atención plena7, terapia de enfoque8, relajación, visualización y
control mental resultan muy aconsejables.
En la gran mayoría destacamos una baja autoestima. El yo está muy lastimado. Aquí el
trabajo narrativo resulta idóneo: externalizar los discursos internalizados, elaborar
diferentes discursos o relatos sobre formas de pensar, particularmente en lo referente a
la culpabilidad y la responsabilidad. Se trata en definitiva de ayudar a modificar
significados.
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Mindfulness.
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Focusing.
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infidelidad a la persona infiel y desresponsabilizar a la persona víctima resultan ser
insoslayable.
Las reacciones postraumáticas pueden estar presentes durante semanas, meses e incluso
años. Y éstas se muestran particularmente severas cuando resultan de la traición de un
vínculo muy significativo. La escritura, en cualquier forma -novela, poesía o diario,
ayuda enormemente a digerir emociones y sentimientos.
REACCIONES POSTRAUMÁTICAS
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Dentro de las reacciones intrusivas destacan los pensamientos obsesivos, las pesadillas
y las escenas retrospectivas relativas a imágenes asociadas con la traición, que hacen
experimentar psicológicamente el estrés, el cual puede ser desencadenado por escenas
de películas, recuerdos, sueños, imágenes, música, objetos.
Los pensamientos obsesivos irrumpen, de ahí que la persona perciba que no los puede
controlar. Estos suelen girar en torno a las mentiras y las incesantes preguntas sin
respuesta.
El pensamiento intrusivo tiene forma de una música de fondo que no para. Un bucle
continuo de detalles que atraviesan la memoria repetidamente. La respuesta ante este
tipo de pensamiento parece tener una variante de género, pues los hombres parecen
reprimir y las mujeres obsesionarse (Ibid). Los pensamientos obsesivos pueden estar
durante todo el proceso de recuperación, aunque tienden a disminuir conforme se
establece la seguridad y dependiendo de la apertura de la pareja infiel. Conviene
enseñar a la víctima a gestionarlos a través de técnicas como la escritura, la meditación,
el focusing9, la parada y desviación de pensamiento o técnicas estratégicas como darles
un tiempo y un espacio, “cambiar de canal” y visualización. La opacidad del discurso de
la persona infiel alimenta los síntomas intrusivos.
9Técnica corporal desarrollada por Eugene Gendlin (1999) que consiste en un proceso
de toma de conciencia y de sanación emocional, que trabaja con la experiencia
corporalmente sentida.
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Las escenas retrospectivas, al igual que los pensamientos, son involuntarios. Son
imágenes vivas que recrean momentos traumáticos de tal manera que cuando irrumpen,
se vuelven a revivir las secuelas, desencadenando síntomas fisiológicos, a veces tan
intensos como al principio. Esto puede desanimar porque suelen estar presentes durante
todo el proceso. Es importante enseñar a dejarlos pasar sin evitarlos ni abortarlos.
Novelar el trauma es en estos casos una técnica poderosa (Cagnoni y Milanese, 2010).
Lo importante es no evitarlos una vez se hayan desencadenado. Luchar contra ellos
añade tensión y ansiedad. Aceptarlos como tales —es decir, nombrar y dejar que
pasen— ayuda a gestionar.
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Otra paciente describió su rabia hacia la amante como «mortífera». Y otra víctima
fantaseaba con pinchar las ruedas del coche a la amante. Efectivamente, no es
sorprendente escuchar en los relatos de víctimas de infidelidad el deseo de venganza e
incluso la planificación y recreación mental en ello.
Uno de los comportamientos más comunes que nos encontramos en las personas
traicionadas tiene que ver con el castigo, esa pena que se impone a la persona infiel.
Formas de castigo como el hablar recurrentemente de la infidelidad hasta que la persona
infiel rompe a llorar, o aliarse con personas allegadas a la persona infiel en su contra.
Las autolesiones también pueden ser otra forma de castigo.
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BIBLIOGRAFÍA
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