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La violencia de género y su alcance

dentro de la sociedad
Cuando se habla de violencia de género se suele hacer énfasis en los
casos de abuso contra la mujer. Pueden ser agresiones físicas o
psicológicas, que son llevadas a cabo en ausencia de valores morales, y
que terminan por dañar la identidad de la persona afectada. Asimismo,
involucra una serie de efectos negativos para la estabilidad social de
cualquier país. De esta forma, es necesario tener en claro su concepto y
alcances, pues de otro modo estaremos tergiversando la realidad de
unos problemas más comunes en el mundo de hoy.

En primer lugar, se trata de un término que es utilizado para distinguir


los actos de violencia que son motivados por el género de una
determinada persona, aunque también pueden ocurrir en función de un
grupo de gente. Eso implica todas aquellas manifestaciones que tienen
como objetivo causar sufrimiento de algún modo, ya sea físicamente,
mediante amenazas o represión. Aquí también se incluye la privación
de libertades, donde los derechos fundamentales que todo ser humano
posee son vulnerados.

Lo antes mencionado está presente en diferentes aspectos de la vida


cotidiana, formando parte de la sociedad y la política. Además, los
medios de comunicación suelen transmitir mensajes que pueden ser
malinterpretados por los más jóvenes, mientras que ciertas religiones
enseñan conceptos inadecuados que descalifican las relaciones de pareja
del mismo sexo. De la misma manera, la violencia de género es algo que
forma parte de muchas familias, al margen de sus creencias o poder
adquisitivo.

No cabe duda que las víctimas en la mayoría de casos se tratan de


mujeres y niñas, dado que por desgracia aún prevalece una estructura
patriarcal que enaltece el rol del varón por sobre todas las cosas. Esta
realidad es más notable en Occidente, donde los hombres crecen
pensando que tienen un papel dominante, el cual justifica la
subordinación de la mujer. A pesar de los avances en materia de
derechos humanos, es necesario que los mismos gobiernos inviertan en
campañas de concientización para cambiar esta forma de pensar.

En países como Perú y Brasil existen preocupantes niveles de


aceptación sobre la violencia de género en las relaciones matrimoniales.
Muchos hombres y mujeres terminan abusando de sus parejas, ya sea
física o psicológicamente, pues llegan a considerar estas acciones como
aceptables.
En conclusión, solo queda reflexionar sobre qué posibles soluciones
reales se pueden plantear al respecto. Tenemos la obligación de
cuestionar aquello que nos han enseñado, dudando de los medios de
comunicación y no dejándonos llevar por creencias religiosas o
doctrinas similares. Asimismo, se debe exigir al Estado que establezca
políticas efectivas que aborden el problema. La violencia de género no
tiene lugar en una sociedad que aspire a la justicia e igualdad entre todas
las personas.
«La realidad de la violencia contra la
mujer»
Años atrás, la violencia contra la mujer era vista como un problema
privado. El hacerlo público de algún modo era inadecuado, incluso
inaceptable para una sociedad que se escudaba en su pensamiento
conservador. Era común que las víctimas sufrieran en silencio, ya sea
por casos de abuso que involucraban a sus parejas o a extraños. Mientras
que las mujeres que sí denunciaban estas situaciones eran vistas mal y
nunca encontraban una respuesta empática. Esto duró demasiado
tiempo, y aún se percibe una realidad que se resiste a cambiar por
completo.

Los roles masculinos y femeninos que se aceptaban por tradición han


experimentado una transformación significativa en las últimas décadas.
En la Unión Europea, por ejemplo, se puede ver a una mayor cantidad
de mujeres que llevan sus vidas de una manera independiente. Se dan
los gustos que desean por sus propios medios y ocupan posiciones en
diferentes sectores de la sociedad. En gran parte esto se debe a que los
derechos humanos han dejado de ser incorrectamente delimitados por
el género.

A pesar de todo esto, siguen existiendo casos de violencia contra la


mujer. Se calcula que un tercio de la población femenina ha sufrido de
maltrato físico o de abusos sexuales en alguna etapa de sus vidas. Esto es
alarmante y moralmente injustificable. Pues es producto de una
sociedad machista que enaltece al hombre por sobre todo, motivando
un accionar condenable que muchas veces es aprobado por figuras
públicas. Algo que no solo afecta a los niños y jóvenes de estos tiempos,
sino que tendrá un efecto dominó en las futuras generaciones.

No se trata de un problema aislado que solamente involucra a un grupo


minoritario, al contrario, estamos hablando de la mitad de la población
mundial. Razón suficiente para que las naciones redoblen sus esfuerzos
en búsqueda de una solución.

Entre las medidas que se pueden llevar a cabo se encuentra una


reestructuración de las leyes de los países más afectados. Los victimarios
deberían recibir todo el peso del sistema, siendo castigados de una
manera exponencial para servir de ejemplo. Otra forma consiste en la
capacitación de la policía, que muchas veces muestra una actitud
ignorante sobre el tema.

La necesidad de cambiar esta realidad es irrefutable. Se tiene que


promover el debate público y dejar de lado los tabúes que existen a su
alrededor. Los hombres, que en la mayoría de circunstancias son los
causantes de las agresiones, acosos y otras actitudes despreciables,
deben cambiar su mentalidad y entender que nada justifica la violencia
contra la mujer.
«La presencia del machismo y la
desigualdad en el mundo de hoy»
Actualmente existen muchos movimientos, en su mayoría dirigidos por
mujeres, que buscan oponerse al machismo y la forma en que está
instaurado en la sociedad moderna. No obstante, es necesario entender
que esta ideología, conformada por una serie de actitudes, conductas y
creencias, forma parte intrínseca de la civilización tal como la
conocemos, y es bastante complicado oponerse a algo que es enseñado
de manera subliminal en los colegios y a través de los medios de
comunicación.

Para encontrar una forma de combatir el machismo es esencial analizar


la realidad en la que vivimos, donde suele ser percibido como algo
normal que no merece la atención debida. Los piropos subidos de tono
son vistos como halagos y el maltrato emocional es justificado como un
tema de pareja. Incluso la violencia física hacia la mujer queda en
segundo plano por causas supuestamente válidas, como pueden ser los
celos o el consumo de bebidas alcohólicas. De este modo, cifras
alarmantes que revelan casos de abusos son dejadas de lado, siendo
consideradas como el resultado de accidentes u otra conveniente
excusa.

El problema de todo esto no está en la cantidad de mujeres que son


maltratadas ni en la desigualdad de género que mucha de ellas deben
soportar, sino en el pensamiento machista que es defendido a capa y
espada tanto por el público masculino como el femenino. Existen
innumerables encuestas donde las personas han manifestado que estos
casos pueden ser justificados en ciertas ocasiones, o incluso en toda
circunstancia. Partiendo de este punto, ya nos damos cuenta que el
machismo es visto como algo natural.

Gracias a que el Internet a conectado a la mayor parte del mundo, ahora


existe una mejor noción de los casos de abuso e injustica provocados
por el machismo. Esto también ha despertado la preocupación de sus
defensores, quienes ver sus privilegios en riesgo y deciden embestir
violentamente con el clásico discurso lleno de intolerancia. No obstante,
es necesario aclarar que existen movimientos feministas extremos que
incurren en los mismos errores, buscando imponer sus ideas a través de
artículos, videos y marchas; muchas veces recurriendo a la agresión
física o verbal en lugares públicos y en paneles de discusión.

La conclusión de todo esto es que tanto el machismo y el feminismo se


tratan de conceptos que deberían ser estudiados en profundidad para
comprender que se basan en la desigualdad. Las mujeres de hoy en día
tienen acceso a más oportunidades que el hombre promedio, su
expectativa de vida es mayor, e incluso en algunos países existen más
violaciones sufridas por varones. Todo esto suele ser omitido cuando se
habla del machismo, develando que ambas ideologías no tienen cabida
en una sociedad ecuánime.

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