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Historias de navidad
Cuento de Navidad
El señor Scrooge era un hombre mayor, rico, solitario y sin amigos.
Era un hombre muy serio, que no hacía más que ir de su casa a su
oficina, sin siquiera mirar a la gente que lo rodeaba.
Ese día, sin importar si hacía calor o frío, junto a la esquina del
puente encantado, Tartán y sus amigos se encontraban el rincón
de nieve. Un lugar tan lleno de nieve que las pequeñas ardillas
podían pasar el último día del año jugando a tirarse bolas o en
trineo o incluso, y esto era lo que más les gustaba, haciendo
muñecos de nieve.
Cada ardilla hacía uno, con la particularidad de que cada muñeco de nieve
era exactamente igual al muñeco de nieve que esa misma ardilla había
hecho el año anterior.
Tartán y Rayón habían pasado tantos años juntos (un día, cada año, el
último día del año, pero muchos años al fin y al cabo) que ya eran grandes
amigos. Se contaban lo que habían hecho en todo el año, los sueños que
querían ver cumplidos el año que empezaba y se divertían mucho juntos.
Después, cuando la luna se ponía en el punto más alto, marcando el final
del año, el rincón de nieve comenzaba a desaparecer, a volverse cálido. Los
muñecos se iban deshaciendo poco a poco, y las pequeñas ardillas se
despedían de ellos hasta el año siguiente.
Así fue siempre, año tras año, mientras Tartán fue una pequeña
ardilla. Sin embargo hubo un año en que Tartán no fue a buscar el
rincón de nieve:
– Y el mío, y el mío…
Solo la más pequeña de todas no parecía tan contenta como el resto.
Sorprendido, Tartán le preguntó qué había pasado con su muñeco de nieve:
– El mío era bueno y dulce, pero no le gustó mucho mi bufanda. Me dijo que
solo le gustaba las bufandas de rayas y que la mía era de cuadraditos. Luego
me contó que una vez tuvo un amigo pero ese amigo se olvidó de él y nunca
jamás regresó. Me dijo también que no quería ser mi amigo si yo también le
iba a abandonar. Yo le dije que no lo haría, pero no me creyó. Y ahora no sé si
aparecerá de nuevo el año que viene.
Al escuchar a su pequeña ardilla, Tartán supo que aquel muñeco de nieve era
Rayón y que el amigo que le había abandonado era él. Juntos habían pasado
muchas Nocheviejas y sin embargo, él no había vuelto jamás a visitarle.
Sintiéndose muy triste salió corriendo en busca del rincón de nieve. Pero
como ya era Año nuevo, el rincón se estaba deshaciendo y los muñecos
estaban casi derretidos.
Aun así, pudo identificar entre todos ellos a su viejo
amigo Rayón. El muñeco, medio deshecho, también lo
reconoció a pesar de lo mayor que se había hecho.
– ¡Has vuelto!