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Dr. Prof.

Andrés Valencia

Como ya hemos afirmado anteriormente, la entrada de la Iglesia católica en el


movimiento ecuménico reavivó ostensiblemente la investigación de la unidad visible de
la Iglesia. En el ámbito personal y local, despertó muchas expectativas y fue influyendo
en las mentalidades y en las prácticas de los cristianos católicos, a diferentes velocidades
según las historias, las culturas y el arraigo de las antiguas mentalidades. La reacción de
Monseñor Lefebvre y los grupos que lo siguieron fue muy minoritaria y, por cierto, su
acusación principal fue la apertura católica a la libertad religiosa, a las demás religiones
y al ecumenismo, que sin duda eran temas novedosos y marcaban una mentalidad más
esponjada del catolicismo. En cualquier caso, los distintos niveles magisteriales de la
Iglesia católica no dejaron nunca de ir empujando al ecumenismo, con algún eventual
frenazo o interpretación restrictiva, pero sin parar nunca el impulso.
Dividiremos este bloque en cinco apartados: los Directorios Ecuménicos, la
formación ecuménica, los diálogos bilaterales, la encíclica Ut Unum Sint de Juan Pablo
II y el ecumenismo del papa Francisco.

1. LOS DIRECTORIOS ECUMÉNICOS


El Vaticano II puso los cimientos de la aportación católica al ecumenismo, pero se
consideró, con razón, que había que desarrollar y concretar esa gran nueva dimensión del
catolicismo. Se publicaron dos Directorios, uno en 1967 y 1970, y otro más actualizado
en 1993.
La primera parte del primer directorio se publicó poco después del Concilio, en
1967, y abordó las instituciones ecuménicas, la validez del bautismo, el ecumenismo
espiritual y la comunicatio in sacris. La segunda parte, tres años más tarde, es
monográfica sobre la formación ecuménica.
El segundo Directorio (1993) es más ordenado y más maduro, y tiene en cuenta
que se han publicado otros documentos (por ejemplo, en 1992 el Catecismo de la Iglesia
católica) y había que unificar criterios; se había publicado el Código de Derecho
Canónico para Occidente y para Oriente; la experiencia de casi treinta años aconsejaba
una mejora. Está estructurado en cinco capítulos.

1.1. Capítulo 1: Búsqueda de la unidad de los cristianos


- En la reflexión teológica posterior al Vaticano II, se ha ido imponiendo una
concepción teológica de la Iglesia como «comunión», que recoge aspectos
dispersos del Concilio.
Dr. Prof. Andrés Valencia

- Se experimenta una complejidad y una diversidad en la situación ecuménica. Las


iglesias cristianas se conocen mejor en su diversidad. Hay más proximidad con
los ortodoxos.
- Este Directorio no se aplica a las sectas ni a ciertos nuevos movimientos
religiosos.

1.2. Capítulo 2: Organización en la Iglesia católica del servicio a la Unidad de los


Cristianos
- Distingue entre los niveles diocesano, de conferencias episcopales y de la Iglesia
universal. Cada diócesis debe tener una comisión ecuménica y un delegado de
ecumenismo.
- Cada conferencia episcopal debe tener también una comisión ecuménica. En el
año 1967 se creó la Conferencia Episcopal Española.
- A escala universal existe el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de
los Cristianos.

1.3. Capítulo 3: La formación en el ecumenismo en la Iglesia católica


Hablaremos sobre ello en el apartado siguiente, junto con otros documentos sobre el
mismo tema.

1.4. Capítulo 4: Comunión de vida y de actividad espiritual entre los bautizados


- Entre los cristianos se puede participar en actividades religiosas, especialmente en
el culto. Se habla del bautismo y de la eucaristía (uno de los puntos más
conflictivos) y del resto de sacramentos; de los matrimonios mixtos. El bautismo,
afirma, es el principal nexo de unidad entre los cristianos y es por él que todos nos
llamamos cristianos. En los últimos años se ha llegado a declaraciones de
reconocimiento mutuo de la validez del bautismo.
- Sobre el tema de la Eucaristía, el Directorio concreta el principio que el Vaticano
II estableció sobre la intercomunión o la admisión de un no católico en una
Eucaristía católica. La Iglesia católica establece una normativa que equilibra los
principios propios de los ortodoxos y de los protestantes. La Iglesia ortodoxa dice
que la eucaristía es signo de unidad y, por lo tanto, si cristianos que no están
unidos comulgan juntos, están haciendo un antisigno. De entrada, es una
contradicción, porque sin unidad no hay comunión eucarística. Por lo tanto, nunca
admiten a un cristiano no ortodoxo a comulgar. En cambio, las Iglesias
protestantes afirman que la eucaristía es fuente de gracia y, por lo tanto, en general
Dr. Prof. Andrés Valencia

abren sus celebraciones a la comunión de todos los cristianos. En cuanto a los


católicos, el Decreto de Ecumenismo dice:

No es lícito considerar la comunicación en las funciones sagradas como medio


que pueda usarse indiscriminadamente para restablecer la unidad de los cristianos.
Esta comunicación depende, sobre todo, de dos principios: de la significación de
la unidad de la Iglesia y de la participación en los medios de la gracia. La
significación de la unidad prohíbe de ordinario la comunicación. La consecución
de la gracia algunas veces la recomienda.1

Y lo deja a la consideración de los obispos y de las conferencias episcopales. El


Directorio concreta en qué casos puede haber comunicatio in sacris:
Las condiciones según las cuales un ministro católico puede administrar los
sacramentos de la Eucaristía, de la penitencia y de la unción de enfermos a una
persona bautizada [...] son que esta persona se halle en la imposibilidad de recurrir
a un ministro de su Iglesia o Comunidad eclesial para el sacramento deseado; que
pida este sacramento por su propio deseo, que manifieste la fe católica en este
sacramento y que esté debidamente dispuesto.2

En ciertos casos, los católicos pueden participar de la comunión en la Eucaristía


ortodoxa, pero es más difícil hacerlo en una protestante a causa de la duda sobre la validez
de las ordenaciones, es decir del ministerio sacerdotal.

1.5. Capítulo 5: Colaboración ecuménica, diálogo y testimonio común


En este capítulo entra tanto la colaboración práctica, servicio al mundo, como los diálogos
de todo tipo, también el teológico, y también el dar testimonio juntos en todo el mundo.
Este capítulo es una demostración de la cantidad de niveles y de temas que se pueden
llevar a cabo conjuntamente.
- Importancia de los Consejos de Iglesias o consejos cristianos. Del mismo modo
que a escala mundial existe el Consejo Mundial de Iglesias, conviene que existan
consejos de Iglesias a escala regional (en el sentido de países cercanos). La Iglesia
católica forma parte de estos Consejos regionales de Iglesias en bastantes lugares.
- Diálogo ecuménico, en el sentido de teológico, que ha proliferado, y que
ampliaremos más adelante.
- Trabajo común relativo a la Biblia. Constata que en los últimos treinta años han
colaborado biblistas de diferentes confesiones. Por ejemplo, en ediciones

1
Decreto sobre el Ecumenismo, n. 8.
2
Directorio., n. 131.
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ecuménicas trabajadas por biblistas de muchas Iglesias. La primera se hizo en


Francia. En Cataluña tenemos la BCI (Biblia Catalana Interconfesional).
- Textos litúrgicos comunes, por ejemplo, versiones únicas del Padre nuestro, del
Símbolo de los Apóstoles, del Credo, de la doxología trinitaria, del Gloria.
- En el campo de la catequesis, sobre todo en situaciones de pluralismo religioso.
Sería interesante que pudiera haber unos elementos básicos de catequesis comunes
a las confesiones cristianas.
- Que se creen ámbitos ecuménicos interconfesionales en instituciones de
enseñanza superior religiosa.
- Colaboración en la actividad misionera. Hay muchos elementos esenciales del
cristianismo que son comunes. ¿Por qué no, cuando se vea conveniente,
evangelizar juntos?
- Hay una serie de otras colaboraciones recomendadas: diálogo con otras religiones;
vida social y cultural; estudios comunes; protección de la naturaleza; medicina;
mass media.
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LA ENCÍCLICA UT UNUM SINT. UNA VISIÓN ECUMÉNICA FRESCA Y PROMETEDORA


Juan Pablo II publicó en 1995 esta encíclica que quedará siempre como una aportación
católica muy importante al ecumenismo. Con razón se puede considerar como una síntesis
católica sobre el ecumenismo. Por poco que se sigan los frecuentes viajes de Juan Pablo
II, se constata que no hay ninguno sin algún acto ecuménico más o menos espectacular.
También durante su pontificado se publicó el nuevo Directorio Ecuménico. Todo ello
configura un papa que se interesa por este tema.
Ahora bien, la lectura de su duodécima encíclica, dedicada exclusivamente al
ecumenismo, sorprende por su fuerza, la frescura, el impulso, las ganas de trabajar y hacer
camino hacia la unidad de los cristianos. En la carta Tertio Millenio Adveniente (1994) al
enumerar las tareas de todos los católicos en el camino hacia el inicio del segundo
milenio, Juan Pablo II expone que:
La proximidad del final del segundo milenio pide a todos un examen de conciencia
y unas oportunas iniciativas ecuménicas, de forma que podamos presentarnos al
gran jubileo, si no totalmente unidos, al menos mucho más próximos para superar
las divisiones del segundo milenio. Sobre esto es necesario, evidentemente, un
gran esfuerzo.3

La Carta Encíclica Ut Unum Sint, de 25 de mayo de 1995, es la personal


contribución del papa a este examen de conciencia, con un clásico esquema de ver, juzgar
y actuar. Destacaremos seis puntos que destacan especialmente.
1. Compromiso ecuménico irreversible
El papa lleva a cabo antes que nada una relectura personal de los documentos ecuménicos
del Concilio (Decreto de Ecumenismo, Constitución dogmática sobre la Iglesia y
Declaración sobre la libertad religiosa), con una mentalidad abierta, fortalecedora.
Predicando con el ejemplo, asume un compromiso personal: «Yo mismo me
propongo promover cualquier paso útil con el fin de que el testimonio de toda la
comunidad católica pueda ser comprendido en su integral pureza y coherencia».4
Compromiso personal que debe extenderse a toda la comunidad eclesial y que tiene una
urgencia especial al final del presente milenio. El compromiso que la Iglesia católica tomó
un día es invariable. En contra de algunos que lo acusan de parar el impulso ecuménico,
afirma

3
N. 34.
4
N. 3.
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Con el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica se ha comprometido de un modo


irreversible a recorrer la vía de la investigación ecuménica, y se pone así en manos
del Espíritu del Señor, que enseña a leer atentamente los «signos de los tiempos».5
2. El ecumenismo es esencial al cristianismo
En el contexto de este «compromiso irreversible», afirma que es esencial al cristianismo
y que, por lo tanto, nadie puede alejarse de él.
El ecumenismo, el movimiento a favor de la unidad de los cristianos, no es un
mero «apéndice» que se añade a la actividad tradicional de la Iglesia. Al contrario,
pertenece orgánicamente a su vida y a su acción y debe, en consecuencia,
inspirarlas y ser como el fruto de un árbol que, sano y lozano, crece hasta alcanzar
su pleno desarrollo.6

El Papa explicita la razón y el fundamento teológico del vínculo indisoluble del


cristianismo y el ecumenismo en un texto de una gran profundidad y belleza:
Creer en Cristo significa querer la unidad; querer la unidad significa querer la
Iglesia; querer la Iglesia significa querer la comunión de gracia que corresponde
al designio del Padre desde toda la eternidad. Este es el significado de la oración
de Cristo: Ut Unum Sint. La acción ecuménica [es] un imperativo de la conciencia
cristiana iluminada por la fe y guiada por la caridad.7

En los últimos números de esta primera parte se desarrolla la noción y las


características principales del diálogo ecuménico. Primero quiere fundamentar el diálogo
en una buena antropología cristiana. Así, dice:
La actitud de diálogo se sitúa en el nivel de la naturaleza de la persona y de su
dignidad. [...] El diálogo es paso obligado del camino a recorrer hacia la
autorrealización del hombre, tanto del individuo como también de cada
comunidad humana. Si bien del concepto de «diálogo» parece emerger en primer
plano el momento cognoscitivo (dia-logos), cada diálogo encierra una dimensión
global, existencial. Abarca al sujeto humano totalmente; el diálogo entre las
comunidades compromete de modo particular la subjetividad de cada una de ellas.
[...] El diálogo no es solo un intercambio de ideas. Siempre es [...] un intercambio
de dones.8

5
Id.
6
N. 20.
7
N. 9 y 8.
8
N. 28.
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A continuación, el Papa desarrolla tres características del diálogo. En primer lugar,


implica la exigencia de reciprocidad, de pasar del antagonismo y del conflicto al
reconocimiento mutuo de ser «asociados», de presuponer una voluntad de reconciliación
en el interlocutor, de una unidad en la verdad. El diálogo también es examen de
conciencia o «diálogo de las conciencias». Es decir, «el diálogo ecuménico tiene el
carácter de una investigación común de la verdad, particularmente sobre la Iglesia», que
incluye el reconocimiento de los pecados de todos. Y así afirma:
Incluso después de tantos pecados que han contribuido a las divisiones históricas,
es posible la unidad de los cristianos, si somos conscientes humildemente de haber
pecado contra la unidad y estamos convencidos de la necesidad de nuestra
conversión. No solo se deben perdonar y superar los pecados personales, sino
también los sociales, es decir, las «estructuras» mismas del pecado que han
contribuido y pueden contribuir a la división y a su consolidación.9

Por último, el diálogo sirve también para resolver las divergencias. Un


instrumento natural para confrontar varios puntos de vista y especialmente examinar las
divergencias que obstaculizan la plena comunión entre los cristianos.

3. Frutos del diálogo: apreciar los bienes presentes en los otros cristianos
El papa enumera cuatro grandes frutos del diálogo ecuménico.10
• La fraternidad reencontrada es el primer gran fruto. Los cristianos que pertenecen
a una confesión ya no consideran a los otros cristianos como enemigos o
extranjeros, sino que los ven como hermanos y hermanas. Incluso se tiende a
sustituir la expresión hermanos separados por términos más adecuados para
evocar la profundidad de la comunión –ligada al carácter bautismal– que el
Espíritu alimenta a pesar de las rupturas históricas y canónicas. Se habla de otros
cristianos, de otros bautizados, de cristianos otras comunidades. Esta ampliación
de la terminología traduce una notable evolución de la mentalidad. La conciencia
de la común pertenencia a Cristo se profundiza. Constituye una afirmación
eclesiológica importante.
• La solidaridad al servicio de la humanidad, en temas como la libertad, la justicia,
la paz o el futuro del mundo.
• Las convergencias en la Palabra de Dios y en el culto divino: traducciones de la
Biblia, renovación litúrgica, las formas y tiempos de celebrar sacramentos.
• Crecimiento en la comunión y valoración de los bienes presentes en los otros
cristianos. El contacto directo entre las diversas comunidades cristianas, entre sus

9
N. 33-35.
10
N. 41-49.
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respectivos pastores y entre los fieles ha hecho tomar conciencia de lo que Dios
realiza en quienes pertenecen a las otras Iglesias y comunidades eclesiales. Ya no
se trata de una afirmación genérica y estática de los elementos salvíficos,
eclesiales, existentes en las otras comunidades; sino de la constatación práctica,
experiencial y dinámica de todo lo que Dios hace en ellas. Esta constatación será,
sin duda, de una enorme importancia también para el futuro. Cuando se nota
palpablemente que los otros cristianos viven de forma admirable aspectos de la fe
cristiana, estamos en el buen camino para lograr la comunión plena. La teoría se
hace vivencia y la vivencia, teoría.

4. El sacramento común del bautismo


Al hablar del diálogo con las otras Iglesias y comunidades eclesiales de Occidente, la
encíclica reconoce que existe una menor comunión que con las Iglesias de Occidente. Las
discrepancias, afirma, todavía son grandes. No obstante, existen elementos se
acercamiento y de comunión, entre los cuales el papa remarca el bautismo y hace un
interesante comentario de largo alcance:
El sacramento del bautismo, que tenemos en común, representa «un vínculo
sacramental de unidad, vigente entre los que han sido regenerados por él». Las
implicaciones teológicas, pastorales y ecuménicas del común bautismo son
muchas e importantes. Si bien por sí mismo constituye «solo un principio y un
comienzo», este sacramento «se ordena a la profesión íntegra de la fe, a la
incorporación plena en la economía de la salvación, como el mismo Cristo quiso,
y finalmente a la incorporación íntegra en la comunión eucarística».11

Los teólogos tendrían que profundizar más en estas «implicaciones», ahora y aquí,
en la comunión ya existente basada en el bautismo y no dejarlo solo en una realidad que
apunta a la plena comunión futura.

5. La recepción de los acuerdos ecuménicos


El objetivo del ecumenismo es lograr la plena unidad visible de todos los cristianos. En
este sentido, las Comisiones Mixtas Internacionales han realizado un gran servicio (que
estudiaremos más adelante) porque han conseguido «cierta unidad fundamental de
doctrina [...] sobre temas como el bautismo, la Eucaristía, el ministerio y la autoridad de
la Iglesia». Esto lo considera un hecho. Pero a continuación pasa a considerar el futuro y
las consecuencias que hay que extraer de ello. De esta unidad fundamental, aunque
parcial, debería pasarse a la unidad visible, a la plena comunión en la Iglesia una, santa,
católica y apostólica que se realiza en la comunión eucarística. ¿Cómo pueden ayudar los

11
N., 66.
Dr. Prof. Andrés Valencia

acuerdos ecuménicos a esta unidad visible? Mediante, recalca, un proceso de recepción a


fin de que
lleguen a ser patrimonio común [...]. Es necesario, pues, un amplio y cuidadoso
proceso crítico que los analice y verifique con rigor su coherencia con la Tradición
de fe recibida de los Apóstoles y vivida en la comunidad de los creyentes reunida
en torno al Obispo, su legítimo Pastor».12

Y a continuación insiste en lo que hay que hacer en este proceso. Pero la realidad
es que los procesos de recepción se han ido tirando de manera más bien por el efecto
«mancha de aceite» y han influido mucho en la enseñanza teológica. Sin embargo, las
autoridades correspondientes se han mostrado tímidas, sin demasiado entusiasmo y por
carencia de apoyo institucional pocas veces han llegado a ser este «patrimonio común”
del que habla el papa.
El ministerio de unidad del obispo de Roma13
Juan Pablo II se atreve a plantear extensamente uno de los principales obstáculos para la
unidad, la figura del papado. Se alegra en, primer lugar, de que la cuestión del primado
del obispo de Roma haya llegado a ser actualmente objeto de estudio y diálogo con las
iglesias. Tras exponer los fundamentos bíblicos de este primado, el papa resume su
ministerio con los conceptos de misericordia y comunión.
Refiriéndose a la triple profesión de amor de Pedro, que corresponde a la triple
traición, su sucesor sabe que debe ser signo de misericordia. El suyo es un
ministerio de misericordia nacido de un acto de misericordia de Cristo. Toda esta
lección del Evangelio ha de ser releída continuamente, para que el ejercicio del
ministerio petrino no pierda su autenticidad y trasparencia.14

Más adelante, el papa afronta el difícil problema ecuménico que plantea el


primado y plantea algunas argumentaciones que deben reproducirse íntegramente (es
imposible resumirlas):
Estoy convencido de tener al respecto una responsabilidad particular, sobre todo
al constatar la aspiración ecuménica de la mayor parte de las Comunidades
cristianas y al escuchar la petición que se me dirige de encontrar una forma de
ejercicio del primado que, sin renunciar de ningún modo a lo esencial de su
misión, se abra a una situación nueva. Durante un milenio los cristianos estuvieron
unidos «por la comunión fraterna de fe y vida sacramental, siendo la Sede
Romana, con el consentimiento común, la que moderaba cuando surgían
disensiones entre ellas en materia de fe o de disciplina». De este modo el primado

12
N., 80.
13
N., 88-97.
14
N., 93.
Dr. Prof. Andrés Valencia

ejercía su función de unidad. Dirigiéndome al Patriarca ecuménico, Su Santidad


Dimitrios I, he afirmado ser consciente de que «por razones muy diversas, y contra
la voluntad de unos y otros, lo que debía ser un servicio pudo manifestarse bajo
una luz bastante distinta. Pero, por el deseo de obedecer verdaderamente a la
voluntad de Cristo me considero llamado, como obispo de Roma, a ejercer este
ministerio. Que el Espíritu Santo nos dé su luz e ilumine a todos los Pastores y
teólogos de nuestras Iglesias para que busquemos, por supuesto juntos, las formas
con las que este ministerio pueda realizar un servicio de fe y de amor reconocido
por unos y otros.15
Juan Pablo II, por lo tanto, distingue claramente entre la función del primado y el
modo de ejercerlo –que se ha practicado de formas cambiantes y puede variar en el futuro.
Por ejemplo, como es practicada durante el primer milenio. El cardenal Ratzinger ya
escribió una vez que «Roma no tiene que exigir a Oriente, respecto de la doctrina del
Primado, más de lo que ha sido formulado y vivido durante el primero milenio».16
En cuanto a encontrar formas de ejercer el primado de modo más aceptable para
todos los cristianos, Juan Pablo II hace un importante llamamiento para que se le ayude
con seriedad e imaginación:
Tarea ingente que no podemos rechazar y que no puedo llevar a término solo. La
comunión real, aunque imperfecta, que existe entre todos nosotros, ¿no podría
llevar a los responsables eclesiales y a sus teólogos a establecer conmigo y sobre
esta cuestión un diálogo fraterno, paciente, en el que podríamos escucharnos más
allá de estériles polémicas, teniendo presente solo la voluntad de Cristo para su
Iglesia, dejándonos impactar por su grito «que ellos también sean uno en nosotros,
para que el mundo crea que tú me has enviado» (Juan 17, 21).17

Pienso que esta importante tarea, que de forma directa pide a los miembros de las
otras comunidades cristianas, no tiene por qué estar excluida a los mismos católicos,
mientras cumplan también las actitudes de huir de la polémica y de buscar lo esencial de
la voluntad de Cristo.
El papa completa su visión sobre este tema con la afirmación de que, basado con
los Hechos de los Apóstoles, la comunión de todas las Iglesias particulares con la Iglesia
de Roma es una condición necesaria para la unidad visible; es decir, es un servicio a la
comunión:
¿No es acaso de un ministerio así del que muchos de los que están comprometidos
en el ecumenismo sienten hoy necesidad? Presidir en la verdad y en el amor para
que la barca —hermoso símbolo que el Consejo Ecuménico de las Iglesias eligió

15
N., 95.
16
Les principes de la théologie catholique, París. Téqui 1982, 222.
17
N., 96.
Dr. Prof. Andrés Valencia

como emblema— no sea sacudida por las tempestades y pueda llegar un día a
puerto.18

Es una verdadera lástima que después de 26 años de este llamamiento y oferta del
papa, tan poca gente se haya puesto seriamente a trabajar el tema. Algunos diálogos han
desbrozado algunas hierbas, pero todavía nadie ha segado el campo para ver más claro.

18
N., 97.
Dr. Prof. Andrés Valencia

Como ya hemos afirmado anteriormente, la entrada de la Iglesia católica en el


movimiento ecuménico reavivó ostensiblemente la investigación de la unidad visible de
la Iglesia. En el ámbito personal y local, despertó muchas expectativas y fue influyendo
en las mentalidades y en las prácticas de los cristianos católicos, a diferentes velocidades
según las historias, las culturas y el arraigo de las antiguas mentalidades. La reacción de
Monseñor Lefebvre y los grupos que lo siguieron fue muy minoritaria y, por cierto, su
acusación principal fue la apertura católica a la libertad religiosa, a las demás religiones
y al ecumenismo, que sin duda eran temas novedosos y marcaban una mentalidad más
esponjada del catolicismo. En cualquier caso, los distintos niveles magisteriales de la
Iglesia católica no dejaron nunca de ir empujando al ecumenismo, con algún eventual
frenazo o interpretación restrictiva, pero sin parar nunca el impulso.
Dividiremos este bloque en cinco apartados: los Directorios Ecuménicos, la
formación ecuménica, los diálogos bilaterales, la encíclica Ut Unum Sint de Juan Pablo
II y el ecumenismo del papa Francisco.

1. LOS DIRECTORIOS ECUMÉNICOS


El Vaticano II puso los cimientos de la aportación católica al ecumenismo, pero se
consideró, con razón, que había que desarrollar y concretar esa gran nueva dimensión del
catolicismo. Se publicaron dos Directorios, uno en 1967 y 1970, y otro más actualizado
en 1993.
La primera parte del primer directorio se publicó poco después del Concilio, en
1967, y abordó las instituciones ecuménicas, la validez del bautismo, el ecumenismo
espiritual y la comunicatio in sacris. La segunda parte, tres años más tarde, es
monográfica sobre la formación ecuménica.
El segundo Directorio (1993) es más ordenado y más maduro, y tiene en cuenta
que se han publicado otros documentos (por ejemplo, en 1992 el Catecismo de la Iglesia
católica) y había que unificar criterios; se había publicado el Código de Derecho
Canónico para Occidente y para Oriente; la experiencia de casi treinta años aconsejaba
una mejora. Está estructurado en cinco capítulos.

Capítulo 1: Búsqueda de la unidad de los cristianos


- En la reflexión teológica posterior al Vaticano II, se ha ido imponiendo una
concepción teológica de la Iglesia como «comunión», que recoge aspectos
dispersos del Concilio.
- Se experimenta una complejidad y una diversidad en la situación ecuménica. Las
iglesias cristianas se conocen mejor en su diversidad. Hay más proximidad con
los ortodoxos.
Dr. Prof. Andrés Valencia

- Este Directorio no se aplica a las sectas ni a ciertos nuevos movimientos


religiosos.

Capítulo 2: Organización en la Iglesia católica del servicio a la Unidad de los


Cristianos
- Distingue entre los niveles diocesano, de conferencias episcopales y de la Iglesia
universal. Cada diócesis debe tener una comisión ecuménica y un delegado de
ecumenismo.
- Cada conferencia episcopal debe tener también una comisión ecuménica. En el
año 1967 se creó la Conferencia Episcopal Española.
- A escala universal existe el Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de
los Cristianos.

Capítulo 3: La formación en el ecumenismo en la Iglesia católica


Hablaremos sobre ello en el apartado siguiente, junto con otros documentos sobre el
mismo tema.

Capítulo 4: Comunión de vida y de actividad espiritual entre los bautizados


- Entre los cristianos se puede participar en actividades religiosas, especialmente en
el culto. Se habla del bautismo y de la eucaristía (uno de los puntos más
conflictivos) y del resto de sacramentos; de los matrimonios mixtos. El bautismo,
afirma, es el principal nexo de unidad entre los cristianos y es por él que todos nos
llamamos cristianos. En los últimos años se ha llegado a declaraciones de
reconocimiento mutuo de la validez del bautismo.
- Sobre el tema de la Eucaristía, el Directorio concreta el principio que el Vaticano
II estableció sobre la intercomunión o la admisión de un no católico en una
Eucaristía católica. La Iglesia católica establece una normativa que equilibra los
principios propios de los ortodoxos y de los protestantes. La Iglesia ortodoxa dice
que la eucaristía es signo de unidad y, por lo tanto, si cristianos que no están
unidos comulgan juntos, están haciendo un antisigno. De entrada, es una
contradicción, porque sin unidad no hay comunión eucarística. Por lo tanto, nunca
admiten a un cristiano no ortodoxo a comulgar. En cambio, las Iglesias
protestantes afirman que la eucaristía es fuente de gracia y, por lo tanto, en general
abren sus celebraciones a la comunión de todos los cristianos. En cuanto a los
católicos, el Decreto de Ecumenismo dice:
Dr. Prof. Andrés Valencia

No es lícito considerar la comunicación en las funciones sagradas como medio


que pueda usarse indiscriminadamente para restablecer la unidad de los cristianos.
Esta comunicación depende, sobre todo, de dos principios: de la significación de
la unidad de la Iglesia y de la participación en los medios de la gracia. La
significación de la unidad prohíbe de ordinario la comunicación. La consecución
de la gracia algunas veces la recomienda.19

Y lo deja a la consideración de los obispos y de las conferencias episcopales. El


Directorio concreta en qué casos puede haber comunicatio in sacris:
Las condiciones según las cuales un ministro católico puede administrar los
sacramentos de la Eucaristía, de la penitencia y de la unción de enfermos a una
persona bautizada [...] son que esta persona se halle en la imposibilidad de recurrir
a un ministro de su Iglesia o Comunidad eclesial para el sacramento deseado; que
pida este sacramento por su propio deseo, que manifieste la fe católica en este
sacramento y que esté debidamente dispuesto.20
En ciertos casos, los católicos pueden participar de la comunión en la Eucaristía
ortodoxa, pero es más difícil hacerlo en una protestante a causa de la duda sobre la validez
de las ordenaciones, es decir del ministerio sacerdotal.

Capítulo 5: Colaboración ecuménica, diálogo y testimonio común


En este capítulo entra tanto la colaboración práctica, servicio al mundo, como los diálogos
de todo tipo, también el teológico, y también el dar testimonio juntos en todo el mundo.
Este capítulo es una demostración de la cantidad de niveles y de temas que se pueden
llevar a cabo conjuntamente.
- Importancia de los Consejos de Iglesias o consejos cristianos. Del mismo modo
que a escala mundial existe el Consejo Mundial de Iglesias, conviene que existan
consejos de Iglesias a escala regional (en el sentido de países cercanos). La Iglesia
católica forma parte de estos Consejos regionales de Iglesias en bastantes lugares.
- Diálogo ecuménico, en el sentido de teológico, que ha proliferado, y que
ampliaremos más adelante.
- Trabajo común relativo a la Biblia. Constata que en los últimos treinta años han
colaborado biblistas de diferentes confesiones. Por ejemplo, en ediciones
ecuménicas trabajadas por biblistas de muchas Iglesias. La primera se hizo en
Francia. En Cataluña tenemos la BCI (Biblia Catalana Interconfesional).
- Textos litúrgicos comunes, por ejemplo, versiones únicas del Padre nuestro, del
Símbolo de los Apóstoles, del Credo, de la doxología trinitaria, del Gloria.

19
Decreto sobre el Ecumenismo, n. 8.
20
Directorio., n. 131.
Dr. Prof. Andrés Valencia

- En el campo de la catequesis, sobre todo en situaciones de pluralismo religioso.


Sería interesante que pudiera haber unos elementos básicos de catequesis comunes
a las confesiones cristianas.
- Que se creen ámbitos ecuménicos interconfesionales en instituciones de
enseñanza superior religiosa.
- Colaboración en la actividad misionera. Hay muchos elementos esenciales del
cristianismo que son comunes. ¿Por qué no, cuando se vea conveniente,
evangelizar juntos?
- Hay una serie de otras colaboraciones recomendadas: diálogo con otras religiones;
vida social y cultural; estudios comunes; protección de la naturaleza; medicina;
mass media.

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