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Asesinato de Calvo Sotelo

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Retrato escultórico de José Calvo Sotelo en el monumento dedicado a él erigido por


la dictadura franquista en 1960 en la plaza de Castilla de Madrid.
El asesinato de Calvo Sotelo se produjo en Madrid, España, en la madrugada del
lunes 13 de julio de 1936, durante la Segunda República Española, cuando un grupo
de guardias de asalto y miembros de las milicias socialistas encabezado por un
capitán de la Guardia Civil de paisano se presentaron en el domicilio del líder
monárquico José Calvo Sotelo con el pretexto de conducirlo a la Dirección General
de Seguridad y, en el trayecto, el socialista Luis Cuenca Estevas le disparó dos
tiros en la nuca, llevando a continuación su cuerpo al depósito de cadáveres del
cementerio de La Almudena. El crimen era una represalia por el asesinato unas horas
antes del teniente Castillo de la Guardia de Asalto, muy conocido por su compromiso
con los socialistas, a cuyas milicias entrenaba. Calvo Sotelo fue la víctima de
mayor relevancia —y prácticamente la última antes de la guerra civil— de la ola de
violencia política que se desató en España tras el triunfo del Frente Popular en
las elecciones de febrero de 1936 y que causó entre febrero y julio 384 muertos
(111 muertes fueron causadas por izquierdistas, 122 por las derechas —la mitad por
falangistas: 61— y 84 por las fuerzas de orden público).1

La noticia del asesinato de Calvo Sotelo causó una enorme conmoción, no solo por el
hecho en sí —era el líder más destacado de la oposición—, sino también porque los
autores del magnicidio eran miembros de las fuerzas de seguridad «que llevaban como
auxiliares a militantes socialistas —uno de ellos, escolta de Indalecio Prieto— y
como jefe al capitán de la Guardia Civil Condés, también ligado al PSOE».23 Pero lo
que probablemente causó un impacto aún mayor fue la falta de respuesta del gobierno
del Frente Popular presidido por Santiago Casares Quiroga y del presidente de la
República, Manuel Azaña.4

Por otro lado, el asesinato de Calvo Sotelo y sus circunstancias decantaron a


muchos militares, que todavía dudaban o permanecían indiferentes, a sumarse a la
conspiración contra el gobierno que se venía fraguando desde abril bajo la
dirección del general Mola y que, solo cuatro días después del asesinato del líder
monárquico, desembocaría en el golpe de Estado de julio de 1936, cuyo fracaso
parcial desencadenó la guerra civil española. Los vencedores en la guerra
proclamaron a Calvo Sotelo como el «protomártir»5 de su «Cruzada de Liberación». Se
levantaron monumentos en su honor (el más importante, situado en la plaza de
Castilla de Madrid, fue inaugurado personalmente por el generalísimo Franco en
1960) y en prácticamente en todas las ciudades españolas se le dedicó una calle o
una plaza.6Una empresa estatal del INI fundada en 1942 llevaría su nombre.

El socialista Julián Zugazagoitia, en la inmediata posguerra, escribió lo


siguiente:7
Las fuerzas conservadoras y militares, organizadas desde hacía mucho tiempo para
sublevarse habían sido heridas en lo vivo. Calvo Sotelo era el jefe civil del
movimiento. Se había impuesto a todos los hombres de la monarquía, sobre los que
tenía la superioridad de su preparación y de su talento. [...] Concretaba en su
persona la confianza no sólo de los monárquicos, sino también de más de la mitad de
los diputados de la CEDA...

Índice
1 Antecedentes
2 Los hechos
2.1 La venganza por el asesinato del teniente Castillo
2.2 El crimen
2.3 El hallazgo del cadáver
2.4 Los autores y la investigación judicial
3 Las consecuencias
3.1 La respuesta del Gobierno de Casares Quiroga
3.2 La respuesta de las izquierdas
3.3 La conmoción en las derechas (y en los sectores liberales): el funeral
3.4 La reunión de la Diputación Permanente de las Cortes
3.5 El impacto en los militares
3.5.1 El inicio de la sublevación
4 Valoración
5 El asesinato de Calvo Sotelo durante el franquismo: la mitificación del
«protomártir»
6 Notas
7 Referencias
8 Bibliografía
Antecedentes
José Calvo Sotelo era el líder indiscutido de la derecha antirrepublicana,89
especialmente tras la derrota de la «política posibilista de Gil Robles» en las
elecciones de febrero de 1936 que «supuso, de forma paradójica, el espaldarazo a
las tesis de Calvo Sotelo, que había señalado la esterilidad» de la misma.10 Su
ideología antidemocrática la puso de manifiesto en numerosas ocasiones. En la
campaña de las elecciones generales de noviembre de 1933 dejó claro que se proponía
derribar el Parlamento por su «decrepitud irremisible y estéril», y prometió que el
que surgiera de las elecciones «será el último de sufragio universal por luengos
años».11 Esa misma promesa la volvió a repetir durante la campaña de las elecciones
siguientes, las de febrero de 1936: «Hemos de procurar a toda costa que estas
elecciones sean las últimas».12 «No creo que cuando un pueblo, como España ahora,
se diluye en el detritus de la ignominia y padece la ulceración de los peores
fermentos, pueda ser fórmula eficaz para sanarlo, depurarlo y vivificarlo, la
apelación al sufragio inorgánico, tan lleno en sus entrañas de yerros e
imperfecciones. [...] Los pueblos que cada dos o tres años discuten su existencia,
su tradición, sus instituciones fundamentales, no pueden prosperar. Viven
predestinados a la indigencia», dijo Calvo Sotelo.13 Como alternativa al «Estado
liberal democrático», que «no puede resolver el problema español», proponía la
implantación de un «Estado corporativo y autoritario».11

El diputado de Izquierda Republicana Mariano Ansó calificó a Calvo Sotelo como «el
enemigo más caracterizado del régimen».14 El entonces director del diario
monárquico ABC Luis de Galinsoga recordó veinticuatro años después de su asesinato
en un artículo «su inquebrantable propósito de llegar hasta la última consecuencia
de su combatividad contra la República; a la que había aborrecido desde su origen
mismo y con la que no transigió jamás, ni aun en los momentos en que la República
parecía vestirse con la piel de cordero».15 En efecto, desde el mismo día de la
proclamación de la Segunda República Española Calvo Sotelo participó activamente en
la conspiración golpista de 1936 que desembocaría en el golpe de Estado de julio de
1936. Fueron frecuentes sus invocaciones a la intervención del Ejército para acabar
con la «anarquía» que había traído consigo el Gobierno del Frente Popular y estuvo
informado de los planes de la sublevación que dirigía el general Mola —incluso
llegó a ofrecerse a este como un combatiente más a las órdenes del Ejército—.1617

Muchos de los elementos civiles que alentaban y apoyaban la conspiración golpista,


especialmente los monárquicos, estaban convencidos de que Calvo Sotelo sería uno de
los máximos dirigentes del régimen que se implantara tras el derribo de la
República. Así lo creía, por ejemplo, Pedro Sainz Rodríguez, uno de los monárquicos
más comprometidos con la conspiración antirrepublicana. En sus memorias escribió:
«Pensaba siempre que el político que había de realizar la obra que convirtiese el
alzamiento en una renovación del Estado español trazada jurídicamente iba a ser
Calvo Sotelo».18 Lo mismo pensaba Eduardo Aunós, quien como Calvo Sotelo había sido
ministro en la Dictadura de Primo de Rivera. Al hablar Calvo Sotelo de que estaba
convencido de la existencia del hombre «que en el momento oportuno dará la voz de
salvación [de España]», Aunós le contestó: «Sí... pero tú estarás a su lado,
prestándole el concurso de tu gran inteligencia y de tu entusiasmo fervoroso».19
José Calvo Sotelo en un mitin en San Sebastián (1935). Era el líder indiscutido de
la derecha antirrepublicana y el principal promotor civil de la conspiración
golpista que desembocó en el golpe de Estado de julio de 1936.
Las intervenciones de Calvo Sotelo en las Cortes, al igual que las del líder de la
CEDA José María Gil Robles, eran siempre objeto de una «aversión despectiva» y una
«extrema agresividad» por parte de la mayoría de los diputados del Frente
Popular.20 El discurso que pronunció el 15 de abril, en el que enumeró de forma
detallada los cientos de actos violentos que se habían producido en España desde
las elecciones (según Calvo Sotelo había habido 74 muertos y 345 heridos y 106
edificios religiosos habían sido incendiados, uno de ellos la iglesia de San Luis
Obispo «a doscientos pasos del Ministerio de la Gobernación»),21222324 fue
interrumpido varias veces por los diputados de la izquierda. Unos le acusaban de
estar detrás de los atentados falangistas: «Vosotros sois los empresarios de los
pistoleros», «¿Cuánto habéis tenido que pagar a los asesinos?». Otros le recordaban
la represión sufrida por los revolucionarios de Asturias. La comunista Dolores
Ibárruri Pasionaria le dijo: «Id a decir esas cosas en Asturias», mientras que la
socialista Margarita Nelken le espetó: «Vamos a traer aquí a todos los que han
quedado inútiles en Asturias».25 Y cuando Calvo Sotelo dijo que «el desenfreno
[violento] dura semanas y meses», le gritó: «¡Y lo que durará!».24

En las sesiones de las semanas siguientes continuaron los ataques. En la del 6 de


mayo Margarita Nelken volvió a interrumpirle diciéndole: «los verdugos no tienen
derecho a hablar».20 En la del 19 de mayo el diputado socialista Bruno Alonso
González retó a Calvo Sotelo a salir a la calle para ajustar cuentas después de que
este le hubiera espetado «Su señoría es una pequeñez, un pigmeo», en respuesta a
una interrupción de Alonso González en la que le había dicho: «Ya sabemos lo que es
su señoría; pero no tiene el valor de declararlo públicamente» (Calvo Sotelo
acababa de decir: «Me interesa dejar constancia de esta evidente conformidad mía
con el fascismo en el aspecto económico, y en cuanto a lo que pudiera decir en lo
político, me callo por el motivo que antes he indicado al Sr. Casares Quiroga...»,
que acababa de declarar «contra el fascismo el Gobierno es beligerante»). «¡Su
señoría es un chulo!» le había contestado Alonso González a Calvo Sotelo cuando
este le llamó «pigmeo». El presidente de las Cortes logró finalmente restablecer el
orden —Alonso González fue invitado a abandonar el hemiciclo— y Calvo Sotelo
continuó con su discurso.2627

En la sesión de las Cortes del 16 de junio, «quizá la más dramática» y «la más
citada de la historia de la República»,282930 también intervino Calvo Sotelo para
decir, entre frecuentes interrupciones y gritos,28 que en España había «por todas
partes, desorden, pillaje, saqueo, destrucción»31 y para defender de nuevo la
instauración de un Estado autoritario y corporativo y proclamarse fascista: «A este
Estado lo llaman muchos Estado fascista, pues si ése es el Estado fascista, yo, que
participo de la idea de ese Estado, yo que creo en él, me declaro fascista».3233 Un
diputado exclama: «¡Vaya una novedad!».34 A continuación Calvo Sotelo hizo un
llamamiento a la intervención del Ejército («también sería loco el militar que al
frente de su destino no estuviera dispuesto a sublevarse a favor de España y en
contra de la anarquía, si esta se produjera», dijo Calvo Sotelo),3536 lo que
provocó las protestas de los diputados de izquierda y la airada reacción del
presidente del gobierno Santiago Casares Quiroga quien lo hizo responsable de
futuras intentonas golpistas, responsabilidad que Calvo Sotelo aceptó (Casares
Quiroga dijo: «Me es lícito decir que después de lo que ha hecho su señoría hoy
ante el Parlamento, de cualquier caso [no "cosa", como transcribiría la
historiografía franquista] que pudiera ocurrir, que no ocurrirá, le haré
responsable a su señoría»; a lo que Calvo Sotelo respondió: «Yo tengo, señor
Casares Quiroga, anchas las espaldas. Su señoría es hombre fácil y pronto para el
gesto de reto y para las palabras de amenaza. [...] Me doy por notificado de la
amenaza de su señoría. [...] Es preferible morir con gloria a vivir con
vilipendio»; a continuación lo comparó con el ruso Kerenski y con el húngaro
Karoly).28373839

El 1 de julio se celebró la que sería la última sesión plenaria de las Cortes antes
de la guerra civil y que resultó la más conflictiva. Se produjeron frecuentes
gritos, interrupciones e incidentes. El momento más grave tuvo lugar cuando tras la
intervención de Calvo Sotelo, que fue interrumpida, como era habitual, en numerosas
ocasiones,4041 el diputado socialista caballerista Ángel Galarza le lanzó al líder
monárquico una amenaza nada velada. Tras protestar vehementemente de que en las
Cortes se pudiera hacer apología del fascismo, como acababa de hacer a su juicio
Calvo Sotelo —había dicho, por ejemplo, que «los partidos políticos son cofradías
cloróticas de contertulios» y que la solución a los problemas «se encontrará en un
Estado corporativo»—, dijo que contra Calvo Sotelo «encuentro justificado todo,
incluso el atentado personal» (esas palabras no constaron en el Diario de Sesiones
por orden del presidente de la Cámara, pero fueron recogidas por algunos
periódicos).4243 Un periodista presente en el hemiciclo transcribió así la
intervención de Galarza:44
...se extraña el orador de que venga a hablar al Parlamento en favor de la
independencia de la justicia quien, como el señor Calvo Sotelo, ha participado en
los siete años de dictadura, que su partido y, en general, todas las agrupaciones
socialistas son enemigas de la violencia personal. Pero contra quien pretende ser
jefe del movimiento fascista español y conquistar el poder por la violencia, para
llevar a quienes militan en los partidos de izquierda a los campos de concentración
y a las cárceles, la violencia es legítima, y se puede llegar en tal caso hasta el
atentado personal.
El discurso de Galarza fue aplaudido por su compañeros de partido, pero el
presidente de las Cortes Diego Martínez Barrio, visiblemente indignado, intervino
inmediatamente para replicarle: «La violencia, Sr. Galarza, no es legítima en
ningún momento ni en ningún sitio; pero si en alguna parte esa ilegitimidad sube de
punto es aquí. Desde aquí, desde el Parlamento, no se puede aconsejar la violencia.
Las palabras de S.S., en lo que a eso respecta, no constarán en el Diario de
Sesiones». Galarza respondió: «Yo me someto, desde luego, a la decisión de la
Presidencia, porque es mi deber, por el respeto que le debo. Ahora, esas palabras,
que en el Diario de Sesiones no figurarán, el país las conocerá, y nos dirá si es
legítima o no la violencia».4546

Los historiadores que defienden la tesis de la existencia de una campaña de


agitación por parte de las derechas que «justificara» el golpe que una parte del
Ejército estaba preparando con su apoyo consideran que las intervenciones en las
Cortes de Calvo Sotelo, como las de Gil Robles, formaban parte de esa campaña.
Según estos historiadores lo que pretendían los dos líderes de la derecha no
republicana era rentabilizar la situación de violencia en las calles elaborando un
discurso «incendiario» y «catastrofista», que fue difundido y amplificado por la
prensa del mismo signo político.4748 Eduardo González Calleja ha llegado a afirmar
que «la Guerra Civil se declaró antes en el Parlamento que en la calle» y que en
esa tarea destacó especialmente Calvo Sotelo, que «desde el primer momento mantuvo
en las Cortes una actitud francamente provocadora».21 Una valoración que comparte
totalmente José Luis Martín Ramos quien destaca del discurso de Calvo Sotelo la
siguiente frase: «La causa no es de Gobierno, la causa es superior. Es de Estado.
Es que el régimen democrático y parlamentario y la Constitución de 1931 han
producido un desorden económico y un desorden social».49 Una posición similar
sostienen los historiadores Julio Aróstegui y Paul Preston.5051

Por su parte el historiador italiano Gabriele Ranzato, que no suscribe la tesis de


la existencia de una campaña de agitación de la derecha que «justificara» el golpe,
ha señalado a Calvo Sotelo como uno de los «responsables de la violencia que estaba
desgarrando al país», debido a sus continuos llamamientos a la intervención del
ejército, una «solución de fuerza» «deseada, favorecida, tramada y apoyada por él
desde el nacimiento de la República, de la que siempre se había declarado abierto
enemigo». «Era y continuó siendo hasta el final enemigo declarado de la democracia
traída por la República. En esta militancia antidemocrática Calvo Sotelo era, sin
duda, la figura más destacada y había seguido un cursus honorum capaz de atraerle
grandes hostilidades políticas y un intenso odio popular».52

Lo cierto es que Calvo Sotelo se sentía amenazado de muerte. Ya en la sesión de las


Cortes del 15 de abril había dicho que tenía «el honor de figurar en las listas
negras».53 Pocas horas después del duro enfrentamiento dialéctico que tuvo con el
presidente del gobierno Santiago Casares Quiroga el 16 de junio, Calvo Sotelo
visitó al director del diario monárquico ABC Luis de Galinsoga a quien le dijo: «Ya
comprenderás que después de lo que ha dicho esta tarde Casares en el Congreso, mi
vida está pendiente del menor incidente callejero, auténtico o provocado por ellos
mismos, y yo quisiera que tú, que estás en el periódico hasta el amanecer, me
advirtieras inmediatamente de cualquier suceso de esta especie para que no me
sorprendan desprevenido las represalias, aunque creo que todo será inútil, porque
me considero sentenciado a muerte».5415 En algunas ocasiones dormía fuera de su
domicilio.55 Incluso llegó a desconfiar de los policías que le habían asignado de
escolta.nota 1 Sus amigos y correligionarios también temían que fuera víctima de un
atentado y a principios de julio uno de ellos, Joaquín Bau, le regaló un automóvil
Buick con el propósito de hacerlo blindar. El 10 de julio, solo tres días antes de
su asesinato, habían estado probándolo en el parque del Retiro.5657

El que también se sentía amenazado de muerte era el teniente de la Guardia de


Asalto José del Castillo, muy conocido por su compromiso con los socialistas a
cuyas milicias entrenaba,5859 sobre todo tras el asesinato el 8 de mayo del capitán
Carlos Faraudo por pistoleros falangistas.606061 Su nombre aparecía en una lista,
supuestamente confeccionada por la UME, de militares socialistas que debían ser
asesinados, siendo Faraudo el objetivo número uno. El segundo en la lista era el
teniente Castillo.62 Uno de los militares que también figuraba en la lista, el
capitán de artillería Urbano Orad de la Torre, que había sido compañero de Faraudo
en la UMRA, estaba convencido de que el atentado no había sido obra de Falange,
sino de la UME, por lo que, con la aprobación de sus compañeros, le envió un
documento a un miembro de esa organización militar clandestina antirrepublicana en
el que se decía que «si volvía a tener lugar otro atentado semejante, replicaríamos
con la misma moneda, pero no en la persona de algún oficial del Ejército, sino en
la de algún político. Pues eran los políticos los responsables de semejante estado
de cosas».63

En el funeral del capitán Faraudo el teniente coronel Julio Mangada, «visiblemente


emocionado» —era íntimo amigo de Faraudo—, declaró ante la tumba «la necesidad de
exigir al Gobierno que obre más enérgicamente contra las provocaciones fascistas y
reaccionarias y si no lo hace debemos juramentarnos para hacer pagar ojo por ojo y
diente por diente».606465 Al entierro también asistió el capitán Federico Escofet,
que se encontraba en Madrid por haber sido elegido compromisario para la elección
del presidente de la República, que se celebraría al día siguiente, 10 de mayo.
Junto a él un hombre joven le dijo que había que vengar la muerte del capitán
Faraudo tomando represalias contra algún alto dirigente de la derecha. Era el
capitán de la Guardia Civil Fernando Condés que dos meses más tarde encabezaría el
grupo que asesinó a Calvo Sotelo.66

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