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Una definición de existencialismo nos lleva a tomar como punto de partida las
reflexiones de Jean Paul Sartre, quien consideraba que la existencia era puro azar,
que dicha existencia no presenta ningún sentido ni una base que pudiéramos pasar
por lógica, que la vida es absurda y no tiene finalidad alguna. Este pensamiento
conecta directamente con la obra de Buero, y con La ardiente oscuridad,
especialmente destacado el vínculo existencialista con la actitud del personaje que
representa el eje de rebeldía y el prurito de razón, Ignacio. Recién llegado al colegio
ya muestra problemas de adaptación desde el primer momento, tiene una visión
muy pesimista de la vida y de la ceguera que padecen todos, una ceguera que es
física pero también espiritual, como apunta Barry Jordan 1. Salvo el caso de este
personaje, que parece una conciencia lúcida, reflexiva y con ese punto de amargor
“Ardiendo en esto que los videntes llaman oscuridad, que es horroroso (…) Quizá.
Puede que la muerte sea la única forma de conseguir la definitiva visión…” (p. 71)2,
como ejemplos del tono que emplea el protagonista, los demás viven en un
engaño continuo, en una especie de ilusión donde aceptan su circunstancia sin
cuestionamiento alguno.
1
Jordan, Barry. "Blindness and Insight: A Re-reading of Buero Vallejo's En la ardiente oscuridad".
Modern Languages 64 (1983). P. 185.
2
Buero Vallejo, Antonio. “En la ardiente oscuridad” Colección Austral. Madrid. 10ª edición. 1988.
3
Información obtenida de la biografía que publica la página web del Instituto Cervantes dedicada al
dramaturgo: https://cvc.cervantes.es/literatura/escritores/buero/cronologia.htm
Entre muchas cosas, Buero contaba las amenazas que sufría por “rojazo”, en los
años posteriores a la guerra civil. Durante la Transición formaría parte de un nutrido
grupo de intelectuales que trabajaron por la reconstrucción del PCE, aunque
posteriormente se iría alejando de este partido.
Una lectura alegórica de la obra nos sitúa ante personajes que aceptarían su
situación de ceguera (y esta podría representar la censura, la falta de libertades, y
las imposiciones del régimen de Franco) y quienes se rebelaban contra una
situación injusta que no aceptan (el personaje de Ignacio). No hemos podido dejar
de acordarnos de una frase que Julio Anguita 4 solía incluir en sus intervenciones y
que hace alusión a un pasaje del evangelio según San Mateo donde Jesucristo dice:
“No crean que he venido a traer la paz a la tierra. No vine a traer la paz, sino la
espada”5 porque el personaje de Ignacio introduce ese elemento de discordia
socavando la armonía que reinaba en aquel internado, y dice “Yo os vengo a traer
guerra, no paz”, (Buero: 1988. 74) palabras que suenan casi a una paráfrasis del
pasaje del evangelio.
El final trágico nos permite una lectura también alegórica, la muerte, el asesinato
del disidente, del que ha venido “a traer la espada”, su aniquilación como símbolo
de lo que ocurría en aquellos momentos en la España franquista, el fusilamiento
periódico de disidentes y con ello, al igual que con el asesinato de Ignacio a manos
de Carlos. Hay que señalar cómo Don Pablo, director del centro, se asombra de la
rapidez con que la actitud de Ignacio ha calado entre los demás ciegos rompiendo
la armonía del centro, y con ello, podemos interpretar que su asesinato tiene como
fin la búsqueda del restablecimiento de la seguridad, del orden, de la armonía, y, en
el caso de Carlos, de su historia de amor con Juana.
4
Julio Anguita lo menciona en el conocido como discurso antisistema que pronunció en 1998 en
Cáceres, en un homenaje a José Saramago. Enlace: https://www.youtube.com/watch?
v=Z0uq9ZKztn0&ab_channel=RAQUEL
5
Mateo 10:34-36.