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A los diez años para mí Roma sólo significaba una cosa; el coliseo.

Todas

las tardes que salía a jugar al parque del fraccionamiento, me plantaba en

medio del arenero, levantaba mi espada y mi escudo, y a un grito, de la

tierra emergía un gladiador, con el que tenía que pelear a muerte, era

uno diferente cada vez; algunos con lanza, otros con dagas, con escudos

circulares, rectangulares, otros con redes que usaban para tratar de

inmovilizarme y hubo una vez en el que apareció una carreta llena de

arqueros que no paraban de rociarme flechas; a todos los vencí.

Escuchaba las ovaciones de la plebe durante la batalla, y al terminar, a

través de la rendija del casco veía las gradas del coliseo repletas de gente

vuelta loca vitoreando mi nombre: Carlos. Uno de esos días cuando

estaba a punto de dar mi grito de guerra, ví a una niña de cabello

pelirrojo cruzar la entrada del parque y correr hacia los columpios que

estaban cerca mío, nunca había alguien más que yo a esa hora ahí dentro

porque era el momento de la comida y a los demás niños de la colonia no

los dejaban salir. Mi padre era el director del periodico local así que

trabajaba mucho y hasta muy tarde y mi mamá había fallecido en una

accidente de tráfico hacía unos meses, así que yo salía a jugar a la hora

que me diera la gana, siempre y cuando no fuera de noche, porque en las

noches, me decía Gabriel, mi único hermano, mayor claro está, se

aparecía el diablo en persona. Lo primero que noté de ella cuando

empezó a columpiarse fue que no dejaba de morderse el puño de la

mano derecha, tenía casi la mitad de la mano adentro, así que clavé mi
espada en el suelo y me acerqué a los columpios, fue cuando noté la

segunda cosa; sus ojos, grises cómo un dia nublado, pero sin la tristeza;

había vida, una flama detrás de todo el vapor, entonces le pregunté, Por

qué lo muerdes, Sabe rico, me contestó, A qué, A helado napolitano,

quiéres probar, me estiró su mano y extendió el meñique. Pruébalo, me

dijo, lo chupé, sabía a vainilla. Está muy rico, gracias, me dejas probar los

demás, señalé sus dedos restantes, Claro, toma, terminé de probar el

anular y el medio que sabían a chocolate y los dos restantes a fresa, Cómo

te llamas, pregunté, Roma, y tú, cómo te llamas, Me llamo Carlos, mucho

gusto, nos dimos la mano, estaba toda babeada pero la tomé con firmeza.

Te llamas Carlos por Carlos Fuentes, Quién es Carlos Fuentes, Un escritor

que le gustaba mucho a Larry, Y Quién es Larry, tú hermano, No, yo sólo

tengo una hermana, Y cómo se llama, Diana, tiene doce años, Entonces

quién es Larry, Larry es mi mejor amigo, tienes que conocerlo un día de

estos, pero bueno, quieres jugar tazos, de una de las bolsas de su pantalón

sacó un portatazos en forma de pokebola y comenzó a sacarlos uno por

uno, ese día jugamos hasta que su hermana vino por ella, era casi de

noche así que me fuí detrás de ellasla invité a que subieramos a la cima

de la resbaladilla así conocí a Roma.

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