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Gonzalo Soria Giner

a-El optimismo metafísico de Leibniz

El optimismo metafísico de Leibniz es uno de los puntos donde se sostiene la


filosofía de dicho autor. Esta idea se complementa con planteamientos de su
filosofía como los del funcionamiento y la composición del mundo. Para poder
entender cuál es la visión del optimismo metafísico de Leibniz debemos tratar de
entender su concepción del mundo y de la realidad.

Una de las distinciones más importantes que realiza Leibniz a la hora de entender
el mundo es la de lo real y lo posible. Si bien esta idea recuerda a la visión
aristotélica estados de acto y potencia de un objeto, los matices de Leibniz son
importantes y tiene su interés comprender su significado. Esta distinción plantea
preexistencia de una amplísima serie de posibilidades de las cuales aquellas que se
realizan son las que constituyen la realidad. Estas realizaciones constituyen el
mundo creado en el que las cosas guardan un cierto orden y una compatibilidad
entre las propiedades de cada objeto que hace posible su existencia propia y la
relación con los demás objetos del mundo. Todo existe de forma compatible y
armónica sin dar lugar a la contradicción que sería precisamente el no existir.
Todas las cosas guardan entre ellas una compatibilidad que permite que sus
esencias puedan existir individualmente y en concordancia unas con otras. Todo lo
que existe en el mundo es compatible interna y externamente. Leibniz entiende por
compatibilidad “las posibilidades intrínsecas de un objeto”.

En su concepción del mundo donde las realidades son ciertas posibilidades de un


objeto, un ente, que se dan realmente manteniendo una armonía entre sí, Leibniz
otorgará una especial importancia a la posibilidad que considera la esencia de las
cosas. Para Leibniz los objetos tienen varias posibilidades, varias combinaciones
posibles de existir pero sólo una existe realmente. Del mismo modo ocurre con la
totalidad del mundo. Leibniz establece la prioridad de la idea sobre lo real y de la
esencia sobre la existencia. Así podemos entender que piense en un Dios
totalmente calculador que conociendo, calculando todas las posibilidades de los
objetos, de las cosas las crea manteniendo un orden de compatibilidad y por tanto
construyendo una existencia óptima y ordenada. Podíamos decir que Dios contempla
las diferentes posibilidades de cada objeto y los crea teniendo en cuenta la
compatibilidad total del mundo. Por ello “crear no es más que conferir existencia a
algo que preexiste como posible, es en definitiva realizar un posible”.

Basándose en la bondad divina, distinta a la cartesiana, Leibiz concluirá que este


mundo es el mejor de los mundos posibles. “ Dios no puede querer sino el ente;
entre diversos entes no puede querer sino el de mayor entidad y al querer esta
máxima entidad ha querido lo mejor”. Este gran calculador conocedor de todas las
posibilidades y de las distintas combinaciones de las esencias crea el mundo de la
mejor manera posible, un mundo con “la mayor entidad posible”.

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El optimismo metafísico de Leibniz está fundado en la creencia de que dadas las
distintas posibilidades de los objetos y las diferentes relaciones que pueden
existir, el hecho de que las que se den sean las reales, sean las que se manifiestan,
llevan a concluir a Leibniz que la realidad dada es la mejor de todas estas
combinaciones posibles y por tanto el mundo existente es el mejor de cuantos
mundos puede haber. Es esto en lo que consiste la visión optimista de la metafísica
de Leibniz. “La mente divina concibe todo lo posible como una especie de
permanente candidato a la existencia”, es Dios quien elige la combinación adecuada,
de este modo podemos decir que Dios no crea sin razón. Este optimismo de la
estructura del mundo tiene únicamente un carácter trascendental, es decir
puramente metafísico. El que pensemos que este mundo es el mejor de los posibles
siguiendo el razonamiento metafísico de que las combinaciones dadas son las
mejores que han podido existir, no significa que esta perfección y este optimismo
abarque todas las parcelas de nuestra existencia. El optimismo de Leibniz no es un
optimismo moral ni psicológico.

Las posibilidades de las combinaciones físicas no están relacionadas con la moral. El


que pensemos que la constitución de nuestro mundo es la mejor de cuantas han
podido existir nada tiene que ver con el ámbito de la moral. Sea Dios el creador de
un mundo en el que las cosas coexisten respetando y combinando sus esencias, sea
la naturaleza o el puro azar, que el mundo sea un lugar donde la existencia se da de
una forma tan apropiada, nada tiene que ver con la vivencia de esta existencia, con
el modo en el que la vivimos o la asumimos. Por tanto el optimismo metafísico no es
un optimismo moral.

El optimismo metafísico de Leibniz no es un orden moral como ya hemos dicho sino


trascendental. El orden trascendental es un orden de verdad según Leibniz. Un
orden constituido por una razón, una razón única que todo lo ordena y permite la
correcta existencia y compatibilidad de las cosas. Habla Leibniz de un orden
trascendental completo con una estricta fundamentación racional como el de una
verdad matemática.

b-Síntesis de lo categorial y de lo fenoménico en la CRP de Kant(con especial


referencia a la “deducción trascendental” de la primera edición.

La distinción de Kant entre lo fenoménico y lo categorial viene dada por el estudio


sobre las formas del conocimiento y la validez de la metafisíca. Kant intenta
desentrañar las raíces del conocimiento, su formación, su funcionamiento, sus
estructuras. Para ello abrirá un punto de vista nuevo, una posición diferente desde
la que observar y estudiar al hombre. “Mi conocimiento depende del objeto” dice
Aristóteles; “los objetos dependen de mi conocimiento” dirá Kant. Cómo conocemos
y hasta qué punto podemos conocer son las preguntas que Kant plantea e intenta
contestar.

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Para Kant el objeto está sometido a las leyes de conocimiento, no lo puedo conocer
no lo puedo entender sino es de esta manera. Todo aquello que el hombre pone de
por sí, la forma que tiene de aproximarse al mundo, con sus capacidades
perceptivas y sus estructuras racionales es aquello que Kant llama a priori.
Hablamos de las cosas, pensamos sobre ellas, tal como las percibimos, tal como las
asimilamos, no tal como son. El mundo existe independientemente de nuestra
percepción. Distingue Kant entre estas formas a priori entre lo categiorial y lo
fenoménico. Existen dos condiciones mediante las cuales se puede obtener
conocimiento de un objeto. “En primer lugar la intuición, a través de la cual viene
dado lo fenoménico. En segundo lugar el concepto, por el que es pensado el objeto
al que corresponde la intuición”, nos dice Kant. En cuanto a la primera podemos
decir que las impresiones sensibles dan el impulso inicial para la elaboración de
conceptos. Con nuestros sentidos percibimos lo dado en el mundo y toda la variedad
de objetos y fenómenos que en él se dan. El conocimiento extraído de los sentidos
es elaborado por el entendimiento hasta producir conceptos que acabarán
convirtiéndose en leyes o reglas normalidad con los que poder asimilar el mundo.
“Los fenómenos suministran casos de los que puede extraerse una regla según la
cual ocurre algo habitualmente pero no una regla según la cual la secuencia tenga un
orden necesario”. Según Kant, la inducción puramente empírica no puede alcanzar
más que una “universalidad comparativa”, sostenida sobre su aplicabilidad.

En lo que se refiere a las categorías de conocimiento Kant nos dice que “sólo a
través de ellas es posible pensar algún objeto de la experiencia”. Es por esto por lo
que son a priori. Únicamente bajo las condiciones de las categorías del
conocimiento es posible acercarse al mundo, tener experiencias. Gracias a ellas, a
esas formas que el entendimiento utiliza para entender el mundo es posible la
experiencia. Según Kant “las categorías someten a leyes a priori de nuestro
entendimiento todo aquello que se muestra a nuestros sentidos”.

Pero todas estas estructuras forman parte de la condición humana, no de mundo.


Son en este sentido formas subjetivas del hombre que buscan la objetividad del
mundo. Otra duda que se plantea es la de cómo estos conceptos no basados en la
experiencia pueden fundamentar los principios previos a la experiencia.

Kant resuelve esta cuestión explicando cómo la intuición sensible necesita de las
condiciones previas del entendimiento para que el hombre pueda experimentar.
Estas dos condiciones que deben darse para obtener conocimiento de un objeto son
necesarias para que se dé la unidad sintética del pensamiento. Kant explica la
unidad sintética como la combinación de los datos variables de la experiencia
sometidos a las categorías del entendimiento. Es la asimilación y desarrollo de las
percepciones según las formas de la razón. Kant nos dice que “las categorías son
conceptos que imponen leyes a priori a los fenómenos y por tanto a la naturaleza
entendida como conjunto de fenómenos”. Pero advierte de que tales leyes no se
hayan en los fenómenos. Los fenómenos se dan, existen con independencia de

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nuestras percepciones y nuestras formas de asimilarlos. Cómo son las cosas en sí
mismas es algo que no podemos alcanzar dado que no podemos separarnos de
nuestras formas de pensar y percibir. Kant establece aquí uno de los límites de
nuestra capacidad de conocer reconociendo que “ las leyes a priori nos enseñan qué
es la experiencia y qué es lo que podemos conocer de la misma”.

Es importante matizar que esta síntesis unitaria de lo categorial y lo fenoménico es


lo que constituye para Kant la idea de experiencia. Debe entenderse que la
experiencia no se entiende aquí como un conjunto de las percepciones sensibles
sino que “experiencia significa el sistema de objetos sensibles. Es decir, con
experiencia no nos referimos a lo que pasa en el mundo sino a cómo(situación,
capacidades...) nos relacionamos con él.

Una de las conclusiones que extraemos es que percibimos de la única manera que
podemos percibir y es precisamente esto lo que hace universal nuestro modo de
percepción. Todos experimentamos, pensamos, nos acercamos al mundo de la misma
manera, con las mismas condiciones. Las pretensiones de universalidad no pueden
partir de los objetos, de los sucesos particulares sino de nuestras propias leyes de
conocimiento. A esta explicación según la cual “los conceptos a priori pueden
referirse a los objetos” llama Kant deducción trascendental. La deducción
trascendental establece los principios según los cuales se reconoce la validez de los
conceptos a priori sean de la intuición o del pensamiento. Kant explica como la
deducción trascendental demuestra la validez de las leyes categoriales como reglas
universales para el hombre. La validez de nuestros conocimientos descansa sobre
las formas de nuestras percepciones. Estos conceptos con pretensión de
universalidad descansan sobre las posibilidades de la experiencia. Estos conceptos
se forman a base de entender y asimilar las múltiples variaciones de la
experiencia(siempre de fenómenos particulares) para crear una serie de normas,
leyes que garanticen su validez universal basándose en las categorías de
conocimiento. “Es necesario que intervenga la experiencia para conocer las leyes
particulares pero sólo las leyes a priori nos enseñan qué es la experiencia y qué es
lo que podemos conocer como objeto de la misma”.

c-Filosofía teórica y filosofía práctica en Kant

Distingue Kant entre la filosofía práctica y la teórica en un intento de diferenciar


los distintos ámbitos de la filosofía y clarificar en que campos se debe hablar de
cada cosa. La distinción kantiana tiene una gran importancia dado que establece
unas bases para diferenciar entre los discursos de la ciencia y los discursos de la
política y la moral.

Tradicionalmente la metafísica enlazaba los principios rectores de la naturaleza


con la moralidad tratando casi de establecer una deducción entre ambos aspectos
con un vínculo trascendente superior que era Dios o la razón divina. Para Kant una

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cosa es el conocimiento teórico y la formulación de leyes lógicas basadas en la
razón y otra el ámbito de la acción. Por filosofía teórica Kant entiende todas
aquellas leyes que formulamos a partir de la experiencia y de nuestra capacidad de
deducción para poder establecer unos predicados universales que nos permitan
conocer el mundo. La filosofía teórica es una filosofía cercana al método científico.
Entendida como metafísica tiene su límite en la experiencia. Uno de los problemas
que ha arrastrado la metafísica ha sido el querer dar una explicación similar a la
científica de conceptos de los que no tenemos una experiencia y que por tanto no
pueden ser objeto directo de conocimiento. Estos conceptos son tales como Dios,
alma o libertad.

La filosofía teórica debe basar su conocimiento en la experiencia. En la experiencia


entendida como “unidad sintética” de lo categorial y lo fenoménico como hemos
explicado en la pregunta anterior. Así la filosofía teórica queda situada en la
continua búsqueda de la “cosa en sí”, partiendo desde sus condiciones de
percepción y entendimiento, desde sus experiencias. Ya comentamos antes que la
realidad es una y que nuestra limitación consiste en que conocemos a partir de
nuestra experiencia, en base a nuestra forma de percibir, y no podemos percibir de
otro modo al que percibimos.

Por esto Kant situará el campo de la libertad dentro de la filosofía práctica.


La filosofía práctica es aquella en que se constituyen la moral y la política. El
hombre después de su reflexión y de sus investigaciones acerca del mundo forma
sus propios criterios, sus propias leyes, es autónomo. En la capacidad del hombre
para darse sus propias leyes, para actuar según su propia norma es donde Kant
sitúa la libertad. El hombre es libre cuando se obedece así mismo. Algo
propiamente libre es algo totalmente independiente de la necesidad. El hombre al
darse sus propias leyes es independiente de la naturaleza la cual se rige por
necesidad. Por eso Kant ha distinguido la filosofía práctica de la teórica, porque la
primera es la búsqueda y el conocimiento de esas leyes necesarias y la segunda
habla de la actuación, de la acción voluntaria con independencia y libertad. La
primera conoce la realidad, la segunda el hombre, ambas son necesarias para
entenderlas.

El hombre no es sólo un animal, el hombre además piensa. En el pensamiento ordena


el hombre la realidad, por tanto la realidad tal y como la entendemos es
pensamiento. La razón crea conceptos con los que ordenamos el mundo, con los que
nos entendemos pero estos conceptos no son la realidad, son la realidad para mí. En
esta capacidad de crear conceptos es donde Kant ve el poder de la razón. La razón
es capaz de crear objetos y la libertad del hombre no consiste sino en esa
capacidad de la razón para crear objetos. El hombre crea conceptos libremente
ese es el poder de su razón, esa es la independencia de la necesidad. Es a partir de
esta libertad para crear cosas que no están dadas por naturaleza, por necesidad,
donde el hombre actúa según su propio criterio, donde puede ser autónomo.

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Para la elaboración de este trabajo he utilizado textos de la “Crítica de la Razón
Pura” de Kant y de “Los problemas fundamentales de la metafísica occidental” de
Zubiri. La tercera pregunta en la que no aparecen citas es más una reflexión propia
a cerca de esta cuestión kantiana.

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