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Una de las distinciones más importantes que realiza Leibniz a la hora de entender
el mundo es la de lo real y lo posible. Si bien esta idea recuerda a la visión
aristotélica estados de acto y potencia de un objeto, los matices de Leibniz son
importantes y tiene su interés comprender su significado. Esta distinción plantea
preexistencia de una amplísima serie de posibilidades de las cuales aquellas que se
realizan son las que constituyen la realidad. Estas realizaciones constituyen el
mundo creado en el que las cosas guardan un cierto orden y una compatibilidad
entre las propiedades de cada objeto que hace posible su existencia propia y la
relación con los demás objetos del mundo. Todo existe de forma compatible y
armónica sin dar lugar a la contradicción que sería precisamente el no existir.
Todas las cosas guardan entre ellas una compatibilidad que permite que sus
esencias puedan existir individualmente y en concordancia unas con otras. Todo lo
que existe en el mundo es compatible interna y externamente. Leibniz entiende por
compatibilidad “las posibilidades intrínsecas de un objeto”.
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El optimismo metafísico de Leibniz está fundado en la creencia de que dadas las
distintas posibilidades de los objetos y las diferentes relaciones que pueden
existir, el hecho de que las que se den sean las reales, sean las que se manifiestan,
llevan a concluir a Leibniz que la realidad dada es la mejor de todas estas
combinaciones posibles y por tanto el mundo existente es el mejor de cuantos
mundos puede haber. Es esto en lo que consiste la visión optimista de la metafísica
de Leibniz. “La mente divina concibe todo lo posible como una especie de
permanente candidato a la existencia”, es Dios quien elige la combinación adecuada,
de este modo podemos decir que Dios no crea sin razón. Este optimismo de la
estructura del mundo tiene únicamente un carácter trascendental, es decir
puramente metafísico. El que pensemos que este mundo es el mejor de los posibles
siguiendo el razonamiento metafísico de que las combinaciones dadas son las
mejores que han podido existir, no significa que esta perfección y este optimismo
abarque todas las parcelas de nuestra existencia. El optimismo de Leibniz no es un
optimismo moral ni psicológico.
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Para Kant el objeto está sometido a las leyes de conocimiento, no lo puedo conocer
no lo puedo entender sino es de esta manera. Todo aquello que el hombre pone de
por sí, la forma que tiene de aproximarse al mundo, con sus capacidades
perceptivas y sus estructuras racionales es aquello que Kant llama a priori.
Hablamos de las cosas, pensamos sobre ellas, tal como las percibimos, tal como las
asimilamos, no tal como son. El mundo existe independientemente de nuestra
percepción. Distingue Kant entre estas formas a priori entre lo categiorial y lo
fenoménico. Existen dos condiciones mediante las cuales se puede obtener
conocimiento de un objeto. “En primer lugar la intuición, a través de la cual viene
dado lo fenoménico. En segundo lugar el concepto, por el que es pensado el objeto
al que corresponde la intuición”, nos dice Kant. En cuanto a la primera podemos
decir que las impresiones sensibles dan el impulso inicial para la elaboración de
conceptos. Con nuestros sentidos percibimos lo dado en el mundo y toda la variedad
de objetos y fenómenos que en él se dan. El conocimiento extraído de los sentidos
es elaborado por el entendimiento hasta producir conceptos que acabarán
convirtiéndose en leyes o reglas normalidad con los que poder asimilar el mundo.
“Los fenómenos suministran casos de los que puede extraerse una regla según la
cual ocurre algo habitualmente pero no una regla según la cual la secuencia tenga un
orden necesario”. Según Kant, la inducción puramente empírica no puede alcanzar
más que una “universalidad comparativa”, sostenida sobre su aplicabilidad.
En lo que se refiere a las categorías de conocimiento Kant nos dice que “sólo a
través de ellas es posible pensar algún objeto de la experiencia”. Es por esto por lo
que son a priori. Únicamente bajo las condiciones de las categorías del
conocimiento es posible acercarse al mundo, tener experiencias. Gracias a ellas, a
esas formas que el entendimiento utiliza para entender el mundo es posible la
experiencia. Según Kant “las categorías someten a leyes a priori de nuestro
entendimiento todo aquello que se muestra a nuestros sentidos”.
Kant resuelve esta cuestión explicando cómo la intuición sensible necesita de las
condiciones previas del entendimiento para que el hombre pueda experimentar.
Estas dos condiciones que deben darse para obtener conocimiento de un objeto son
necesarias para que se dé la unidad sintética del pensamiento. Kant explica la
unidad sintética como la combinación de los datos variables de la experiencia
sometidos a las categorías del entendimiento. Es la asimilación y desarrollo de las
percepciones según las formas de la razón. Kant nos dice que “las categorías son
conceptos que imponen leyes a priori a los fenómenos y por tanto a la naturaleza
entendida como conjunto de fenómenos”. Pero advierte de que tales leyes no se
hayan en los fenómenos. Los fenómenos se dan, existen con independencia de
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nuestras percepciones y nuestras formas de asimilarlos. Cómo son las cosas en sí
mismas es algo que no podemos alcanzar dado que no podemos separarnos de
nuestras formas de pensar y percibir. Kant establece aquí uno de los límites de
nuestra capacidad de conocer reconociendo que “ las leyes a priori nos enseñan qué
es la experiencia y qué es lo que podemos conocer de la misma”.
Una de las conclusiones que extraemos es que percibimos de la única manera que
podemos percibir y es precisamente esto lo que hace universal nuestro modo de
percepción. Todos experimentamos, pensamos, nos acercamos al mundo de la misma
manera, con las mismas condiciones. Las pretensiones de universalidad no pueden
partir de los objetos, de los sucesos particulares sino de nuestras propias leyes de
conocimiento. A esta explicación según la cual “los conceptos a priori pueden
referirse a los objetos” llama Kant deducción trascendental. La deducción
trascendental establece los principios según los cuales se reconoce la validez de los
conceptos a priori sean de la intuición o del pensamiento. Kant explica como la
deducción trascendental demuestra la validez de las leyes categoriales como reglas
universales para el hombre. La validez de nuestros conocimientos descansa sobre
las formas de nuestras percepciones. Estos conceptos con pretensión de
universalidad descansan sobre las posibilidades de la experiencia. Estos conceptos
se forman a base de entender y asimilar las múltiples variaciones de la
experiencia(siempre de fenómenos particulares) para crear una serie de normas,
leyes que garanticen su validez universal basándose en las categorías de
conocimiento. “Es necesario que intervenga la experiencia para conocer las leyes
particulares pero sólo las leyes a priori nos enseñan qué es la experiencia y qué es
lo que podemos conocer como objeto de la misma”.
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cosa es el conocimiento teórico y la formulación de leyes lógicas basadas en la
razón y otra el ámbito de la acción. Por filosofía teórica Kant entiende todas
aquellas leyes que formulamos a partir de la experiencia y de nuestra capacidad de
deducción para poder establecer unos predicados universales que nos permitan
conocer el mundo. La filosofía teórica es una filosofía cercana al método científico.
Entendida como metafísica tiene su límite en la experiencia. Uno de los problemas
que ha arrastrado la metafísica ha sido el querer dar una explicación similar a la
científica de conceptos de los que no tenemos una experiencia y que por tanto no
pueden ser objeto directo de conocimiento. Estos conceptos son tales como Dios,
alma o libertad.
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Para la elaboración de este trabajo he utilizado textos de la “Crítica de la Razón
Pura” de Kant y de “Los problemas fundamentales de la metafísica occidental” de
Zubiri. La tercera pregunta en la que no aparecen citas es más una reflexión propia
a cerca de esta cuestión kantiana.