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La Esperanza Cristiana y la Palabra Profética más Segura

Primera Conferencia acerca de la Segunda Venida y el Reino del Señor y


Salvador Jesucristo

William Kelly

Todas las citas bíblicas se encierran entre comillas dobles ("") y han sido tomadas de la Versión Reina-
Valera Revisada en 1960 (RV60.

Lectura Bíblica:
"Porque no os hemos dado a conocer el poder y la venida de nuestro Señor Jesucristo
siguiendo fábulas artificiosas, sino como habiendo visto con nuestros propios ojos su
majestad. Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la
magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado, en el cual tengo complacencia.
Y nosotros oímos esta voz enviada del cielo, cuando estábamos con él en el monte santo.
Tenemos también la palabra profética más segura, a la cual hacéis bien en estar atentos
como a una antorcha que alumbra en lugar oscuro, hasta que el día esclarezca y el lucero
de la mañana salga en vuestros corazones; entendiendo primero esto, que ninguna
profecía de la Escritura es de interpretación privada, porque nunca la profecía fue traída
por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron siendo inspirados
por el Espíritu Santo".
2ª Pedro 1: 16-21

La esperanza del cristiano mucho se ha visto afectada por el hecho de ser confundida
con la palabra profética. No se niega que la profecía es de Dios. Tal como nos dice este
mismo pasaje nosotros hacemos bien en estar atentos a ella; sin embargo sigue siendo
cierto que la esperanza cristiana tiene otro carácter aunque ambas cosas proceden de la
misma fuente de bondad y verdad. Ellas no son del hombre sino que son reveladas por
Dios. Pero la importancia de ver la diferencia entre la esperanza del cristiano y la profecía
se sentirá cuando recorramos el terreno de algunas de las Escrituras que tratan de ambas.
De hecho no necesitamos ir más allá del pasaje que tenemos ante nuestros ojos esta
noche para ver cuán firmemente el Espíritu Santo distingue entre ellas. Es más, Él incluso
contrasta una con otra. Debido a que el pasaje es a menudo malinterpretado y su fuerza
perdida por no aprehender la diferencia misma que el Espíritu Santo establece aquí yo
sólo puedo prologar la presente conferencia con unas pocas palabras acerca de este tema.

"Tenemos también", dice el apóstol, "la palabra profética más segura", o más
confirmada. Él quiere decir que la escena en el monte de la transfiguración fue una
confirmación de la profecía. Los santos del Antiguo Testamento tenían la palabra profética.
En cuanto a esto nosotros tenemos una indudable ventaja sobre ellos. Aquello que Dios
se complació en conceder a testigos escogidos en el monte santo presentó de manera
vivencial ante sus ojos la escena central a la cual tiende toda profecía, — a saber, la venida
y el reino de nuestro Señor Jesús de lo cual leemos en el versículo 16. Sobre aquel monte
no fue presentada una mera descripción profética sino que fueron presentadas como una
escena real ante los ojos de ellos las grandes características sustanciales del reino de Dios.
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Allí estaban los santos muertos representados como resucitados en Moisés; allí estaban
los santos trasladados que no habían pasado por la muerte vistos en la persona de Elías;
allí estaba el Señor Jesús, la cabeza y el centro de toda bendición y gloria. Había además
santos en cuerpos naturales no transformados representados por Pedro, Jacobo y Juan.
Por lo tanto todo el grupo era una especie de sello que confirmaba lo que los profetas
habían presentado al pueblo de Dios para que ellos lo esperasen. De este modo,
"tenemos", como él dice, "la palabra profética más confirmada, a la cual hacéis bien en
estar atentos como a una antorcha", más bien una lámpara o vela", que alumbra en lugar
oscuro".

Pero él nos muestra algo más y no sólo esto sino algo diferente y de carácter
superior: "hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros
corazones". Esto no significa hasta que el día del Señor Jesús resplandezca sobre el
mundo. Tal interpretación destruye todo el valor de esta parte de la frase y de hecho
conduce a las almas a confundir la esperanza cristiana con la palabra profética y las deja
bajo dicha confusión. Se insinúa que la profecía es buena y que se le debe prestar atención
pero por otra parte hay algo aún mejor. Ustedes hacen muy bien al sacar provecho de esa
palabra. El cristianismo, y la esperanza que coloca ante el alma no altera en absoluto el
valor de los antiguos oráculos sino que los confirma como seguramente sabemos; pero
además el cristianismo no sólo introduce un fundamento más bienaventuradamente
revelado y conocido para el alma, no sólo un andar más elevado para el creyente ahora
sino que cuando el fundamento se vuelve más profundo y ampliado, cuando el andar se
vuelve más celestial así también la esperanza se incrementa y resplandece
proporcionalmente. Por eso dice: "hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana
salga en vuestros corazones". De hecho nunca se dice que el lucero de la mañana sale
sobre el mundo ni podría tener ningún sentido justo. En realidad es un asunto del corazón
y de que amanezca el día y salga allí el lucero de la mañana.

¿Acaso no es evidente que lo que se da a entender es el poder del Espíritu Santo


dando al cristiano la posibilidad de echar mano a la esperanza que le es propia como uno
que pertenece a Cristo en el cielo? Cuando el creyente es conducido por la gracia a su
debido lugar de libertad como cristiano la luz que resplandece a su alrededor no es una
mera luz trémula de una vela o de una antorcha sino que como se dice, nosotros "andamos
en luz" y esto es debido a que somos llevados a Dios. Nosotros andamos en luz divina y
como somos hijos de luz e hijos del día con respecto a nuestro privilegio y a nuestra
responsabilidad cristiana somos sencillamente lo mismo en cuanto a nuestra esperanza.
De este modo la luz del día esclarece en el corazón del cristiano antes de que el día
resplandezca sobre el mundo; y la estrella de la mañana, es decir, Cristo mismo en gracia
celestial es aprehendido por la fe en Su afecto personal antes de que nazca (o se levante)
como el Sol de Justicia con salvación en Sus alas para los que temen Su nombre entre los
judíos del día postrero. (Malaquías 4: 2). En una palabra, Pedro admite que la antorcha
de la profecía es excelente y está muy bien estar atentos a ella; pero por otra parte debe
tenerse cuidadosamente en cuenta que hay una luz superior sin menospreciar la profecía
y su cometido. Además cuando el cristiano disfruta la luz del día celestial para su alma es
evidente que debe ser consciente de no despreciar esta bendición adicional de Dios; y
despreciarla ciertamente sería no seguir y no aceptar lo que ella irradia y yo no diré sólo

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un mayor grado de resplandor sino otra luz mucho mejor sobre todo lo que Dios nos ha
dado en Cristo.

Puede ayudar a algunos si señalo una demostración clara de que el lucero de la


mañana introducido aquí difiere esencialmente del lucero de la mañana de la palabra
profética. Este último lejos de ser Cristo es su enemigo y por ello es juzgado y destruido.
El profeta Isaías (Isaías 14) nos muestra este lucero de la mañana pero, ¿quién es él?
"¡Oh Lucero, hijo de la mañana!" Este no es Cristo. Por lo tanto si vamos a la palabra
profética y buscamos su lucero de la mañana encontramos que la referencia es al rey de
Babilonia, el enemigo del Señor de gloria destinado a la destrucción por el poder de Dios;
mientras que yo repito que lo que se me concede en las revelaciones especiales del
cristianismo no es meramente la antorcha de la profecía que revela el temible fin de la
soberbia humana en el lucero de la mañana del mundo y de Satanás sino que se me
concede a Cristo exaltado en lo alto, el lucero de la mañana celestial. Nosotros
encontramos aquí la gloria de Uno que está por encima del sol, de la luna y de las estrellas
que no necesita decir en Su corazón: "Subiré al cielo; en lo alto, junto a las estrellas de
Dios, levantaré mi trono… sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al
Altísimo". (Isaías 14: 13). Porque Él era y es el Altísimo, — el Hombre humilde que una
vez vino a este mundo para quitar el pecado padeciendo en expiación mediante el sacrificio
de Sí mismo; para que Él, no arrebatando ninguna gloria que no fuera Suya sino por el
contrario humillándose y renunciando a Su propia gloria para gloria de Dios en obediencia
hasta la muerte, muerte de cruz, pudiera hacer que por gracia el más culpable sea
reconciliado con Dios por medio de Su muerte y pueda ser hecho compañero de Su gloria
como el ascendido Señor resucitado, — pudiera recibir la gloria del cielo no tomándola por
Su propio derecho como lo que Le pertenecía en la comunión de la Deidad sino más bien
recibiéndola como premio de la redención de parte de Dios, como cabeza de una familia
dada también a Él, a los que creían en Su nombre. Desde Su sede celestial Él envía al
Espíritu Santo que es para nosotros el poder de la actual comunión con Cristo y hace
efectiva esta nueva e incomparable luz, la plena y correcta esperanza cristiana, a saber,
tener una porción con Cristo mismo en esa esfera en la que Él ha entrado a la cual no
pertenecemos en ningún sentido de manera natural y a la que sólo Cristo nos ha llamado,
esfera a la que sólo Su propia gloria podía llenar pero a la que Él ha adquirido mediante
Su muerte y resurrección el más pleno derecho para nosotros para que pudiésemos
compartirla en paz pero con adoración junto con Él.

Es de esta manera como la verdadera fuerza del pasaje es hecha evidente. Tenemos
la palabra profética más segura o confirmada por la visión en el monte santo y de ninguna
manera neutralizada por el cristianismo. Esto no podría ser. A decir verdad todo el Antiguo
Testamento recibe una confirmación más sólida desde el Nuevo y ello es visto por nosotros
como aún más bienaventurado de lo que cualquier judío jamás vio sin importar cuán santo
él pudo ser. La venida de Cristo con sus vastos y eternos resultados no dejó de imprimir
un nuevo valor a cada parte de la palabra de Dios más allá de lo que concebía cualquier
alma que no tuviera experiencia más allá de esos tempranos días. Pero al mismo tiempo
el mismo pasaje que afirma no sólo la confirmación de la palabra profética sino su
importancia actual muestra que hay una luz mejor que debe ser buscada porque no sólo
es divina sino celestial, — una luz que resplandece en la persona de Cristo. Dicha luz

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emana de Él en virtud de Su obra y de Su gloria en lo alto y nos asocia en corazón y
esperanza con Él mismo allí.

Nadie que Le conoce discutirá que Cristo es la luz verdadera. Rechazado por la tierra
él está a la diestra de Dios desde donde resplandece sobre el alma y le permite
contemplarle así atraída y unida a Él en el cielo. Esta es precisamente la gran verdad que
se pierde cuando la palabra profética es confundida con la esperanza cristiana. Por tanto
se verá a partir de estas observaciones preliminares que el cristiano no carece de nada de
la verdad profética en el Antiguo o Nuevo Testamento. La profecía le pertenece como parte
de la preciosa herencia de la revelación que Dios le ha presentado. Ciertamente estos
vívidos oráculos no nos son quitados en ningún sentido pero al mismo tiempo también
debemos recordar cuidadosamente que si bien nosotros heredamos lo que los santos del
Antiguo Testamento poseían tenemos como actual don de la gracia de Dios una
resplandeciente esperanza que se adapta a la nueva condición a la que somos llamados.
Por lo tanto no es necesario que temamos decir que esta es la idea en la mente del Espíritu
Santo aquí. "Tenemos la palabra profética más confirmada, a la cual hacéis bien en estar
atentos como a una lámpara" (me atrevo a traducir literalmente porque así es presentado
mejor el contraste) "que alumbra en lugar oscuro". Esto no disipa la oscuridad como puede
ser observado. Sin duda cuando ya no se podía tener más el Espíritu de Dios hizo que la
lámpara de la profecía fuera suficiente para guiar al peregrino sumido en oscuridad; pero
ahora hay otra luz. Ahora encontramos en Cristo revelado arriba la fortaleza que evita que
el alma se canse y la luz que elimina toda oscuridad de delante de ella; o, como se dice
aquí, "hasta que el día esclarezca y el lucero de la mañana salga en vuestros corazones;
entendiendo primero esto, que ninguna profecía de la Escritura es de interpretación
privada, porque nunca la profecía fue traída por voluntad humana, sino que los santos
hombres de Dios hablaron siendo inspirados por el Espíritu Santo". Es decir, si ustedes
aíslan la profecía y la toman como una mera declaración expresada independientemente
del propósito de Dios ustedes cortan el hilo divino de la verdad. La profecía no es de
interpretación privada; no proporciona su propia solución sino que debe ser tomada como
una parte necesaria de la suma total del testimonio de Dios en cuanto al reino venidero
del Señor Jesucristo. Dios tiene ante Él la gloria de Su Hijo y como en todo lo demás
también en la palabra profética, esa es la clave. Esto es sobre todo el objetivo de Dios.
Por lo tanto tómenla ustedes simplemente en fragmentos y hagan que cada parte, por así
decirlo, se explique por sí misma y se limite a sí misma y aunque uno puede encontrar
hechos amplios, interesantes y de peso en la profecía que la historia corrobora y por lo
tanto proclama como evidencias de la profecía aun así el pensamiento de Dios se pierde
si ella es leída de esta manera. Para beneficiar correctamente el alma y glorificar a Dios
uno debe tomarla como Su testimonio de la gloria de Cristo porque en verdad nunca ella
fue en modo alguno la voluntad del hombre. El hombre es competente para presentarme
un hecho pero no la verdad acerca de cualquier tema y menos aún acerca de esa vasta
escena de gloria que Dios ha formado y que ha revelado también para la gloria del Señor.

Habiendo hecho estas pocas observaciones preliminares espero dirigir esta noche
de manera breve y sencilla la atención al testimonio que la Escritura presenta de estas
dos cosas y más particularmente, — tal como es mi gran objetivo y deseo, — explayarme
acerca de la esperanza cristiana que es esa especial presentación celestial de la verdad

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de Dios respecto a la venida de Cristo por nosotros que es de tan inefable importancia
para todo hijo de Dios.

Al considerar el Nuevo Testamento hay una porción que reclama nuestra especial
atención acerca de un tema como éste. ¿Necesito decir que me refiero a las dos epístolas
a los Tesalonicenses? 1ª Tesalonicenses capítulo 1 nos presenta el carácter de esos santos
desde su más temprana recepción del evangelio. Ustedes recordarán que los
tesalonicenses no eran más que una asamblea de creyentes recién reunida. Ellos no
habían conocido el evangelio por mucho tiempo. Ellos son contemplados como testigos
sencillos y sinceros en todas sus grandes cualidades prácticas de la vida cristiana. Es
indudable que había algunas cosas que faltaban en cuanto al orden exterior y que faltaba
más enseñanza que ellos necesitaban profundamente. También había errores que
circulaban cerca si es que no circulaban entre ellos que los amenazaban en algunos
aspectos. Pero a pesar de todo esto ellos se presentan perceptiblemente ante nosotros
como una reunión selecta y fragante de hijos de Dios en este mundo malvado. Ahora bien,
permítanme preguntar, ¿cuál es la verdad prominente que los caracteriza? Al igual que
otros ellos tenían a Cristo como el libertador y el descanso de sus almas; tenían como
todos a Cristo como su vida y su justicia; pero, ¿qué era lo que les daba la especial lozanía
de hermosura que yo creo que debe ser evidente incluso en un conocimiento casual? ¿Qué
atrajo hacia ellos de manera tan notable el afecto del apóstol? Yo admito que ustedes
tienen esos afectos cristianos nuevos, plenos y fuertes entre él y los filipenses y en
circunstancias sorprendentemente diferentes. Ellos tenían experiencia y es muy dulce ver
que esos filipenses que eran maduros en la verdad y experimentados en la obra podían
ser tan evocadores de Cristo y tan cordiales y sencillos como los que estaban en el vigor
de la juventud. Pero en cuanto a los tesalonicenses ellos no habían necesitado lecciones
rudimentarias y humillantes para mostrarles su senda de separación del mundo. Desde el
principio ellos habían roto con él decididamente. Ahora bien, ¿qué era lo que atraía y
refrescaba tanto el corazón del apóstol cuando consideraba a estos santos jóvenes en la
fe? ¿Qué fue lo que más que cualquier otra cosa en el pensamiento del Espíritu de Dios
les imprimió un carácter peculiar? ¡Cuán lamentable, aquello que debería ser peculiar!
Pero así fue: así es. ¿Hay algo que resplandezca tanto en el relato inspirado tanto acerca
de la condición de ellos como de la propia apreciación del apóstol acerca de ellos como la
sencillez de corazón con la que estaban llenos de Cristo como la esperanza de sus almas?
Por eso no hay un solo capítulo en las dos epístolas que no traiga de una manera u otra
la venida del Señor ante nosotros y en algunos más de una vez. Sin importar cuál sea el
tema de alguna manera el Espíritu de Dios vuelve a tratar la venida de Cristo. Era la
esperanza en la que ellos vivían; era la perspectiva que Él aprobaba como la fortaleza y
el gozo de la vida de ellos. Lejos de debilitar este poderoso manantial que obraba en sus
almas por el contrario Él la confirma a ellos y los elogia y les hace ver la verdad en cuanto
a ella más perfectamente y los establece en ella como un depósito sagrado que habían
recibido así cordialmente del Espíritu Santo.

Por eso nosotros encontramos que desde el comienzo de la primera epístola el


Espíritu despliega nuestra esperanza ante nosotros en relación con ellos. De este modo
en el octavo versículo dice: "Porque partiendo de vosotros ha sido divulgada la palabra
del Señor, no sólo en Macedonia y Acaya, sino que también en todo lugar vuestra fe en
Dios se ha extendido, de modo que nosotros no tenemos necesidad de hablar nada". ¡Un
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testimonio notable! ¿Y cuál fue el motivo o el fundamento de ello? El mundo mismo daba
testimonio del poder de la obra del apóstol entre las almas llevadas a Dios en Tesalónica.
"Porque ellos mismos cuentan de nosotros la manera en que nos recibisteis, y cómo os
convertisteis de los ídolos a Dios, para servir al Dios vivo y verdadero, y esperar de los
cielos a su Hijo, al cual resucitó de los muertos, a Jesús, quien nos libra de la ira venidera".
(1ª Tesalonicenses 1: 8-10). Esto impresionó las conciencias de los hombres y ocupó sus
mentes y sus bocas. El mundo estaba lleno del cambio en estos gentiles y daba su propio
inconsciente testimonio del poder de la gracia en la conversión de ellos a Dios. Las
personas se decían unas a otras que estos hombres se habían alejado de sus ídolos y que
ahora adoraban a un solo Dios, el Dios vivo y verdadero, es más, decían que en realidad
ellos estaban esperando de los cielos a Su Hijo. De este modo ellos mismos daban
testimonio de la verdad de Dios y del regreso del Señor Jesús de los cielos debido al
poderoso y profundo efecto que había sido producido en sus espíritus. A veces dichas
personas podían razonar en contra o ridiculizarlo; podían considerarlo extraño y vano. Sin
embargo se produjo en ellos la suficiente impresión como para que hablasen de aquellos
que esperaban que Jesús el Hijo de Dios viniera delos cielos, aquel Jesús "al cual (Dios)
resucitó de los muertos… quien nos libra de la ira venidera".

Una inferencia importante que debemos extraer de esta Escritura es que la


esperanza cristiana es una expectativa adecuada, oportuna y divinamente garantizada
para el alma de una persona recientemente convertida. Independientemente de lo que
puede ser dicho acerca de la conveniencia del estudio profético para una persona tal la
venida del Señor Jesús es ciertamente adecuada. El Señor da a entender así Su aprobación
para que ella sea proclamada y recibida incluso por el santo más joven en cuanto a la fe.
Yo insisto en esto porque hay muchos que piensan de otra manera pero ellos están
equivocados. La palabra de Dios es más sabia que todas las razones de los hombres, —
es más sabia que todos los pensamientos y sentimientos de los cristianos. Sólo la palabra
de Dios tiene razón como también es tan claro como sólo Él puede hacer que lo sea que
los santos tesalonicenses desde su misma conversión esperaban de los cielos a Su Hijo.
El Espíritu Santo en lugar de tratar esto como una intromisión en lo que no era apto para
ellos, en lugar de considerar a estos santos como no maduros para ello por el contrario lo
menciona para alabanza de ellos como una parte componente y una feliz característica de
su conversión como resultado del gran poder de Dios que actuó en ellos desde el principio
mismo. Por lo tanto tenemos la segura autoridad de la palabra de Dios de que nunca es
inoportuno traer ante el alma más sencilla "la esperanza bienaventurada" del regreso del
Señor Jesucristo. Cuando digo "esperanza bienaventurada" cuídense ustedes de
malinterpretarla como siendo ella la esperanza de conocer el perdón de los pecados o de
que hemos sido justificados. Si el evangelio es expuesto ante ancianos o jóvenes según
el pensamiento de Dios este proclama salvación; afirma con autoridad divina la certeza
de la obra del Salvador que ha borrado para siempre el pecado ante Dios. Jesús es un
libertador, Jesús resucitado de los muertos como se nos dice en este mismo versículo. (1ª
Tesalonicenses 1: 10). Él no sólo es un libertador de la culpa ahora, no sólo nos libra de
la actual condenación sino de "la ira venidera". En una palabra Él es un Salvador perfecto
y eterno. Pero esto es muy diferente de nuestra esperanza. Nosotros creemos que Él nos
ha librado y nos librará pero por otra parte esto no es lo que esperamos desde el cielo.
Ello ya ha sido hecho en la tierra en la cruz. Nuestra esperanza es Él mismo, — nada
menos que eso. Nuestra esperanza es Cristo, — no obviamente para que muera por
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nosotros y tampoco para que viva por nosotros. Sabemos que Él murió para reconciliarnos
con Dios y sabemos que resucitado de los muertos Él vive por nosotros y que seremos
salvos por Su vida. Creemos y estamos seguros y esperamos y anhelamos que Él vendrá
y que Le veremos tal como Él es. Pues esto es lo que esperaban los tesalonicenses y
estaban en lo correcto. Que el Señor conceda que todos los que tienen que ver incluso
con los hijos de Dios más jóvenes en la fe presten atención a esta primera lección que el
Espíritu de Dios presenta en el capítulo 1. La esperanza cristiana no sólo es verdadera y
bienaventurada en sí misma sino que está bienaventuradamente adaptada incluso para el
creyente más joven en cuanto a la fe que confiesa a Cristo; y de hecho ello está tan lejos
de ser un pensamiento inadecuado que cualquiera que haya observado a los jóvenes (no
hablo ahora de los que son meramente jóvenes en edad sino de los que han sido llevados
recientemente por medio del evangelio al conocimiento de Cristo y de la redención) yo
creo que ellos deben haber observado que hay una disposición infantil para esperar y
anhelar a Cristo. Esta fue una característica notable que fue observada en la obra de Dios
que se propagó por otro país hace unos años. Muchos notaron, si es que no lo notaron
todos, que la disposición antes mencionada pareció ser un acompañante necesario de la
conversión que Dios estaba efectuando en aquel entonces, que ellos esperaban la venida
del Señor y que estaban llenos de la expectativa de Su presencia, que no era meramente
una poderosa bendición que había llegado a sus almas, — como de hecho lo era; pero yo
puedo decir que junto con esto y por encima de esto estaba el hecho de fijar el corazón
en la persona del Señor Jesucristo. Ellos deseaban y esperaban estar con Él en breve.

Por lo tanto yo insistiría ante los que están oyendo esta noche para que no sean
desanimados de ninguna manera por personas que estoy persuadido que no han deducido
de la palabra de Dios sus pensamientos acerca de este tema. Todos sabemos que hay una
tendencia continua a considerar la esperanza de la venida del Señor Jesucristo como un
alimento inadecuado al menos para aquellos que han sido traídos recientemente al
conocimiento de Cristo. Nosotros tenemos aquí a Dios mismo resolviendo esta dificultad
ya que Él corrige en gracia todo error de la mente humana. Tenemos aquí una aprobación
divina para dirigir al niño en Cristo hacia la venida de su Señor como la esperanza de Su
pueblo. Permitan que yo exprese mi creencia de que los defectos más habituales y los
peligros más comunes están mucho más en el otro aspecto. Existe el hecho demasiado
grande de evitar llevar la esperanza del regreso del Señor ante la familia de la fe ya sea
recién convertida o no. Algunos albergan el pensamiento de un cierto tiempo en el que
ellos deben establecerse en el evangelio y luego ser entrenados regularmente y en primer
lugar en la verdad general de Dios para que puedan estar preparados gradualmente para
recibir esa "esperanza bienaventurada." Ahora bien, lejos está de mí cuestionar de alguna
manera la sabiduría del desarrollo gradual del pensamiento de Dios en las Escrituras. Pero
aquí Su palabra es clara, perentoria y decisiva, mostrando muy claramente el secreto de
la frescura espiritual en los cristianos jóvenes en cuanto a la fe a quienes el Nuevo
Testamento tan notablemente nos los elogia por el brillo y vigor de fe de ellos, o como se
dice, la obra de la fe, el trabajo del amor, la constancia en la esperanza de ellos. (1ª
Tesalonicenses 1: 3). Nosotros encontramos el verdadero motivo en esto, — a saber, que
ellos que habían creído el evangelio predicado por el apóstol mismo no sólo habían recibido
la palabra de verdad, el evangelio de la salvación sino que fueron conducidos a la
esperanza bienaventurada del regreso del Señor en gloria y de Su reino. Ustedes pueden
recordar que una parte de la acusación presentada contra el apóstol Pablo en Tesalónica
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fue que él era un enemigo de la constitución romana y que desechaba a César al proclamar
a otro rey, a Jesús. Tenemos así en los Hechos de los Apóstoles (Hechos 17) datos que
corresponden claramente a lo que tenemos aquí. La historia de Lucas nos permite ver que
el resplandeciente futuro del reino no fue ocultado a estos cristianos cuando Pablo los
visitó y les predicó por primera vez al igual que aquí ya que desde su conversión misma
esperaban de los cielos al Hijo de Dios. El apóstol expuso la verdad fundamental de un
Cristo sufriente y resucitado, a Jesús; pero además a partir de la historia inspirada y por
sus propias epístolas es evidente que él insistió desde el principio en la venida y en el
reino del Señor Jesús.

Entonces he aquí la primera inferencia práctica de peso que yo quisiera extraer


ahora de esta epístola a los tesalonicenses. Dios es nuestra autorización que hace que sea
nuestra responsabilidad (si tenemos en cuenta y respetamos los modos de obrar del
apóstol en Cristo como él enseñó en todas partes en cada asamblea), colocar al Señor en
Su gloria venidera como el objeto de esperanza ante el niño en Cristo. Tengan ustedes la
seguridad de que todos necesitamos esto. Incluso el alma que acaba de ser llevada a Dios
tiene necesidades que no pueden ser satisfechas en ninguna otra parte. El motivo de esto
es evidente. Usted no puede impedir a nadie, ni siquiera al alma nacida de nuevo que
piense en el futuro como tampoco usted puede ordenar a su ojo natural que no mire a lo
que está delante de usted. ¿Acaso dicho ojo no fue hecho así para mirar hacia adelante?
Es un error forzar la disposición de su constitución original y su objetivo habitual. No es
meramente que usted puede mirar lo que usted quiere de las cosas que están ante su
vista sino que usted no puede evitar mirar lo que está delante de usted salvo que lo haga
violentando la disposición natural de sus ojos. Y lo mismo ocurre espiritualmente. Así como
el hombre natural que confía audazmente en sí mismo o peor aún que fisgonea en la
desconocida oscuridad que tiene delante, el corazón del hijo de Dios no puede dejar de
mirar hacia adelante pero tiene el privilegio de mirar así, — humildemente, creyendo.
¿Cómo se cumplirá el futuro para él? ¿Debe Dios ocuparlo con Su futuro? o ¿debe el
creyente imaginar un futuro propio? Esta me parece que es la verdadera pregunta. ¿Y qué
responde Dios? Que Aquel que colgó en la cruz, "este mismo Jesús, que ha sido tomado
de vosotros al cielo, así vendrá como le habéis visto ir al cielo". (Hechos 1: 10, 11).

De este modo parece que la esperanza del cristiano es digna de su fundamento. Así
como hay un solo Señor y una sola fe Dios le ha dado una sola esperanza y dicha esperanza
es Cristo. Si la verdadera esperanza no es presentada de acuerdo con la Escritura al
creyente inexperto él no sólo está en peligro de caer sino que caerá inevitablemente en
los diversos pensamientos y expectativas con los que la tradición humana ha poblado el
futuro. ¿Qué es lo que ustedes encuentran que muchos que han sido cristianos por largo
tiempo están esperando? ¿Acaso no están algunos trabajando no sólo para reunir almas
para Cristo en el cielo sino para mejorar el mundo ahora? ¿Es esa la esperanza cristiana?
Otros parecen esperar poco más que cuando ellos mueran ir y estar con Cristo. Preciosa
verdad es que al partir estaremos con Él en lo alto. Dios no permita que yo menosprecie
esto o que diga una palabra para debilitar su importancia pero esto no es la esperanza
cristiana. Por muy dulce que es estar así con Cristo mi parte de ello ciertamente no es
más que una condición imperfecta, es decir, mi partida como un espíritu separado incluso
para estar con el Salvador. Bienaventurado como ello es y mucho mejor incluso que
permanecer aquí lejos de Él en los pesares y fracasos del mundo aun así ello no es la
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esperanza tal como Dios habla de ella. La esperanza cristiana no es nuestra ida a estar
con Jesús sino que Jesús venga desde el cielo por nosotros para que seamos arrebatados
y podamos así estar siempre con Él. ¿Acaso no hay ninguna diferencia o ello es meramente
un asunto secundario? ¿Es una diferencia trivial si es que cada uno individualmente
después de la muerte va al cielo o si Jesús viene por todos nosotros desde el cielo cuando
lo mortal será absorbido por la vida? ¿Dicen ustedes, «no hay ninguna diferencia pues
todo estará bien para usted? Ah, ya veo cuál es la raíz de la objeción en que ustedes
insisten, a saber, ustedes están ocupados en sus cosas. Si ustedes están bien, ¿es ésta la
única consideración? ¡Qué pobreza de pensamiento, qué bajeza de sentimientos para el
alma del santo cuando sus esperanzas se limitan así al horizonte de su propio bienestar!
¡Él está bien! ¿Acaso la cruz no les ha hecho bien? La sangre de Cristo los ha lavado de
sus pecados y ustedes han sido hechos reyes y sacerdotes para Dios el cual los ha sellado
en Cristo con el Espíritu Santo de la promesa que es las arras de nuestra herencia para la
redención de la posesión adquirida para alabanza de Su gloria. En lo que respecta al
objetivo actual, ¿acaso no es con el propósito mismo de conducir tu corazón ensanchado
y libre para entrar en Sus pensamientos y en Su gloria?

Y dónde y sobre qué resplandece Su gloria? ¿Sobre usted? ¿Sobre mí? Gracias a
Dios resplandece sobre Cristo el Único digno. Entonces, ¿no será ello incluso infinitamente
mejor para nosotros que si resplandeciera sólo sobre usted o sobre mí para mostrar lo
que nosotros somos en nuestra debilidad, en nuestro egoísmo, en nuestros pequeños
pensamientos y corazones tan indignos de Su gracia? Dios no lo ha dejado para que
nosotros lo decidamos. Él no ha hecho que formar nuestra esperanza sea nuestra actividad
ni definir el objeto adecuado de nuestra fe. Él nos ha dado a Cristo en todas partes, —
Cristo nuestra esperanza no menos que Cristo el objeto de nuestra fe.

Permitan ustedes que exprese el caso de otra manera. Ustedes suponen que en la
práctica no hay diferencia alguna porque para ustedes no es más que un asunto menor el
hecho de que ustedes vayan a Cristo o de que Cristo venga a buscar a Sus santos; en
resumen, ustedes piensan que después que el pecado y la salvación han sido resueltos
todo lo demás debe ser sólo cuestiones secundarias. Pero yo respondo que si hay un hecho
de importancia primaria por encima de todos los demás; si una verdad que siendo más
majestuosa en sí misma abarcará dentro de su alcance a toda criatura de Dios más allá
de la disputa, la tardanza o el ocultamiento ella es ese cambio más poderoso en su carácter
el cual será preludiado por la venida del Señor Jesucristo. Y algunos afirman que ello es
¡una cosa secundaria! El cielo, la tierra y todo lo que hay en ellos, por no hablar del mundo
invisible, los perdidos, con el diablo y sus ángeles, — todo el universo de Dios, a lo largo
del tiempo debe inclinarse virtualmente a la vez y formalmente a su debido tiempo ante
el Señor Jesús en aquel día. Desde el comienzo de los tiempos nunca ha habido nada
comparable a ella excepto una hora; esa hora que yo concedo enteramente con toda mi
alma, que es más allá de toda comparación, solitaria, exclusiva, que no tiene rival en el
tiempo, en efecto, que permanecerá siendo única por toda la eternidad, — a saber, la hora
de la Cruz cuando el Salvador murió por nuestros pecados. Pero la venida del Señor Jesús
no será un rival de la cruz sino su triunfo; no le restará valor sino que demostrará y
mostrará a todos el pleno poder y la bienaventuranza de la cruz. Es imposible que Dios
pudiese introducir alguna vez algún esquema incluso de bien que viniese, no diré a
colisionar con la cruz sino que viniese en la más pequeña independencia de esa escena, a
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saber, independencia de la debilidad y del padecimiento de nuestro gran Dios y Salvador.
Por el contrario la segunda venida de Cristo no será como esa vez en que Dios glorifica a
su Hijo en Él mismo a Su diestra en el cielo lo que sin duda es el gozo actual de la fe, y
tal como sabemos fue una deuda pagada al resucitar a Jesús de los muertos y
estableciéndole a Su diestra en los lugares celestiales: el advenimiento del Señor será el
acto introductorio o primer acto de aquella transformación poderosa en la que Dios nunca
permitirá un retorno, una detención o un freno hasta que Su gloria sea establecida tanto
en los cielos como en la tierra y en cada parte de Su creación; y por lo tanto yo debo
repetir que lejos de que ello sea en cualquier aspecto un asunto dudoso o subordinado,
no sólo es la verdad segura de Dios sino que es secundaria a la cruz solamente en
importancia y solemnidad. De hecho y en sí misma es la aplicación del poder reconciliador
de la cruz; es el comienzo de la exhibición por parte de Dios a todo ojo de lo que la cruz
de Cristo es, lo que la fe conoció antes pero que Dios manifestará luego por grados a toda
criatura. Por lo tanto es evidente que ninguna objeción puede estar menos fundamentada
en la verdad que la noción de que se puede desistir de la venida del Señor Jesucristo o
que puede ser despreciada como si fuera un asunto insignificante incluso si es verdad.

Por eso vemos en 1ª Tesalonicenses capítulo 2 que el gozo y la esperanza del


corazón del apóstol en sus trabajos de amor no es ninguna honra, ninguna recompensa,
ninguna influencia o gratificación del momento sino que son los santos que él aquí cuidó
y condujo como su corona de la cual gloriarse ante nuestro Señor Jesús en Su venida. (1ª
Tesalonicenses 2: 19). En 1ª Tesalonicenses capítulo 3 Pablo ruega al Señor que los haga
"crecer y abundar en amor unos para con otros y para con todos,… para que sean
afirmados vuestros corazones, irreprensibles en santidad delante de Dios nuestro Padre,
en la venida de nuestro Señor Jesucristo con todos sus santos". En 1ª Tesalonicenses
capítulo 4 tenemos el consuelo especial, en efecto, el triunfo en presencia de la muerte
de los hermanos. Tal como Jesús murió y resucitó la resurrección será la porción de los
santos que mueren; porque Dios traerá con Jesús a los que durmieron en Él. (1ª
Tesalonicenses 4: 13, 14). En 1ª Tesalonicenses capítulo 5 se supone que el día del Señor
es conocido familiarmente y que está a punto de venir como ladrón en la noche con
destrucción para los que son de las tinieblas lo cual no es en modo alguno la característica
del cristiano sino de la condición de la que el conocimiento de Cristo lo saca. Además en
el versículo 23 la venida de nuestro Señor Jesucristo y no la muerte es presentada como
el momento y las circunstancias en que el deseo por la entera santificación de los santos,
totalmente y en cada parte, interior y exteriormente tendrá lugar conforme a la fidelidad
y al poder de Aquel que llama a los santos.

2ª Tesalonicenses capítulo 1 no destaca el carácter retributivo de la venida de Cristo


para recibir a los santos sino de Su día cuando Él será mostrado en el juicio de los que
atribulan a Su pueblo, alejados de Dios y rechazadores del Evangelio, y además en el
reposo públicamente adjudicado a los ahora atribulados por causa de la justicia y de Su
nombre. 2ª Tesalonicense capítulo 2 disipa la alarma creada por la pretensión de que el
día del Señor había venido realmente mostrando que esto no puede ser porque primero
el Señor debe venir y reunir a Sus santos consigo en lo alto y la apostasía y el hombre de
pecado deben revelarse plenamente antes de aquel día. En el último capítulo (2ª
Tesalonicenses 3) el apóstol ruega al Señor que dirija sus corazones a la paciencia de

10
Cristo así como al amor de Dios. Cristo espera pacientemente para venir y los santos
deben cultivar la comunión con Él en esto.

Se ha dicho lo suficiente para demostrar cuán contrario al pensamiento de Dios es


omitir la verdad del regreso del Señor. Llamaré a prestar atención a algunas Escrituras,
no sólo las epístolas a los tesalonicenses que han pasado ante nosotros sino también a
otras partes del Nuevo Testamento de una forma somera ya que la conferencia de esta
noche es simplemente preliminar. Espero mostrar mediante la palabra de Dios el carácter
sobremanera práctico de la venida de Cristo. Poco importa lo que es abordado primero.
Son pocas las epístolas del Nuevo Testamento que no presentan la gran verdad de una u
otra forma y de hecho los Evangelios hacen lo mismo y también el Apocalipsis,
obviamente.

Además y al igual que en otras partes en los Evangelios la venida de Cristo es


presentada conforme al designio especial del Espíritu en cada libro. Por ejemplo, el
Evangelio de Mateo presenta a Jesús como Jehová-Mesías según la promesa y la profecía;
pero también como el Mesías rechazado con sus incalculables consecuencias tanto para
Israel como para los gentiles, y la vindicación divina de Él como el Hijo del Hombre que
regresa en las nubes del cielo con poder y gloria para ser el juez de todas las naciones de
la tierra así como de la cristiandad y de los judíos mientras libera y reúne a los escogidos
de Israel. Estos son los asuntos presentados de acuerdo con aquel punto de vista. (Mateo
capítulos 24 y 25).

Así también en Marcos y para presentar un ejemplo encontramos una conexión


igualmente adecuada con el objetivo de su Evangelio allí donde aparece la obra o
ministerio profético de Cristo. De este modo sólo él en su relato de la profecía en el Monte
de los Olivos (Marcos 13) mezcla con ella la advertencia contra una premeditada
autodefensa (versículo 11); y solo él describe al Hijo del hombre dando autoridad a Sus
siervos y a cada hombre su trabajo y mandando al portero que vele. (Versículo 34).

Por otra parte en Lucas llegamos a lo que ilustra más particularmente por una parte
la gracia de Dios y por otra parte el corazón del hombre. Por lo tanto y tal como podíamos
esperar la venida de Cristo es puesta en estrecho contacto con los afectos y con la
conciencia. El motivo es evidente. Lucas es el gran moralista de los cuatro evangelistas y
por lo tanto el anuncio del regreso de Cristo comparte un carácter concordante. De
acuerdo con esto en Lucas 12 tenemos la actitud correcta del creyente en relación con el
advenimiento del Señor. Esta es la manera en que el Señor la presenta en los versículos
35 y 36: "Estén ceñidos vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas; y vosotros sed
semejantes a hombres que aguardan a que su señor regrese de las bodas, para que
cuando llegue y llame, le abran en seguida". El pensamiento es enteramente peculiar de
Lucas. Las palabras, "le abran en seguida" como expresión de una constante expectativa
es una frase que no es encontrada ni en Mateo, ni en Marcos, ni en Juan sino sólo aquí.
¿Y por qué? Porque dicha actitud supone una condición de corazón y por lo tanto está de
acuerdo con lo que incumbe a Lucas el cual no sólo traza lo que Dios es para el hombre
en Su gracia sino también el efecto de Su gracia sobre el corazón. Que la lección no sea
en vano. Observen ustedes la manera en que el Señor hace que resalte esta disposición
interior y exterior para recibirle a Él mismo como siendo la condición correcta que el santo
11
debe cultivar a la espera de Su regreso. Es evidente y es cierto que esto supone la venida
del Señor como la esperanza inmediata y al creyente esperándole sin saber cuándo Él
viene pero esperando constantemente que Él venga estando él cierto en cuanto a que Él
viene aunque incierto, por así decirlo, en cuanto a cuándo Él viene. ¿Cuál es el efecto de
esto sobre la fe y la incredulidad? El corazón incrédulo se duerme; el siervo malvado dice
en su corazón: "Mi señor tarda en venir", y se aprovecha de su ausencia, comiendo y
bebiendo con los ebrios y golpeando a sus consiervos. Pero, ¿qué del corazón fiel? ¿Qué
hace aquel que es nuevo en el disfrute de la esperanza cristiana? Él espera con
predisposición de alma para que cuando el Señor llame él pueda abrir la puerta en seguida
sin nada que lo impida, sin ningún objeto que detenga el corazón, sin planes que deban
ser llevados a cabo primero, sin pensar en ascender en el mundo o en establecer la familia,
o en ayudar a edificar alguna torre de humana soberbia en menor o mayor grado. Él está
más allá de los intereses y los planes y esperanzas de los hombres. Si su corazón estuviera
allí tan sólo un poco el regreso del Salvador no podría ser bienvenido pues arruinaría los
intereses, estropearía los planes y frustraría las esperanzas. El santo que Le anhela y nada
desea tanto como Su venida ya ha encontrado en Su preciosa sangre la redención, el
perdón de pecados, está vivo para Dios por medio de Él y ha recibido en el Espíritu Santo
un nuevo poder para glorificar a Dios dándose cuenta de que él es uno con Cristo y con
los ricos y eternos intereses de Su amor. Allí donde Cristo no es esperado de manera
sencilla e inteligente existe el peligro de hacer un pequeño mundo incluso del servicio
cristiano. La vida religiosa de la cual la venida de Cristo no es la esperanza tiene sus
energías y sus objetos donde uno a menudo detecta algún barniz de este tipo; pero
ciertamente esto es el abuso de aquel campo que el Espíritu de Dios ofrece al creyente
pues Él motiva a la Esposa a decir a su Señor, "Ven", nos lleva a esperar de los cielos al
Hijo de Dios; en efecto, y no meramente eso sino que cuando el Señor llame Él quiere que
le abramos "en seguida".

En el Evangelio de Juan la venida de Cristo es presentada según otro estilo y


obviamente de acuerdo con el carácter general de esa Escritura. No es tanto la condición
moral correcta de la tierra hacia el Señor lo que es puesto a prueba sino Su venida como
estando conectada con la gloria personal del Señor y con Su amor. ¿Qué era lo que
convenía al Hijo unigénito lleno de gracia y de verdad, el Hijo del Padre? Él captaría allí la
voluntad de los discípulos y los llevaría fuera de sus pensamientos terrenales y judíos.
Ellos esperaban que el glorioso Mesías viniera, abatiera a los romanos y los libertara de
los gentiles cuyos reyes y reinas debían sustentar e inclinarse ante Israel. Así anunciaba
la garantía profética y ello es muy cierto. Él vendrá, juzgará al mundo, derribará a los
romanos y a todos los demás gentiles, exaltará a los judíos; pero ninguna de estas cosas
es el esclarecer del día y la salida del lucero en el corazón. Hermanos, solemne y tal como
sabemos que es y deseable para la gloria de Dios y la bendición del hombre no hay luz
celestial en el juicio que será ejecutado sobre las naciones del mundo. No hay nada aquí
que eleve el corazón ahora desde la tierra a Cristo en lo alto, tan grande y justo como es
el poder de Dios que libertará así a los judíos piadosos de aquel día y hollará al orgulloso
opresor. Es muy cierto y santo y no podemos sino deleitarnos en el pensamiento de que
el día viene cuando la iniquidad deba desaparecer bajo la poderosa mano de Dios, y los
pobres en espíritu serán exaltados aquí abajo y la gloria de Jehová llenará la tierra como
las aguas cubren el mar. Pero no obstante lo bienaventurada que es la perspectiva aun
así se trata de la tierra. Maravilloso es el cambio y brillante la condición para el mundo
12
cuando el Señor, Jehová-Mesías, sea Rey indiscutible; pero ello no es el gozo celestial, ni
el nombre del Padre, ni la luz del cielo que ha resplandecido para nosotros incluso ahora
y no podemos estar satisfechos con nada menos que eso. Nuestros corazones desean
estar con Él y no sólo estar en el lugar donde Su luz vendrá en aquel entonces y Su gloria
se elevará disipando por fin las tinieblas del mundo, la oscuridad de las naciones.
Inmediatamente Israel será levantado según la elección soberana de Jehová y los gentiles
andarán a la luz de Sión y los reyes al resplandor de su nacimiento. (Isaías 60). Pero para
nosotros la esperanza de nuestros corazones es el Hijo en la casa del Padre: es verle, oírle
y estar con Él allí. ¿Es ésta una expectativa demasiado elevada? ¿Es una presunción? Por
el contrario, es fe, es la esperanza verdadera y apropiada del cristiano. Si nosotros nos
contentáramos con algo menos o diferente ello sería incredulidad y sería despreciar el
amor y la verdad de Cristo,. Él se ha complacido en abrir esta escena para nosotros y Él
no la va a cerrar. Él nos ha hablado del cielo y de la casa del Padre y por ello no podemos
reposar en la tierra por más tiempo sino salir a recibir al Esposo. (Mateo 25).

Nosotros sabemos que Él viene a tomarnos a Sí mismo y a tenernos donde Él está


porque Él nos lo ha dicho así. "Creéis en Dios, creed también en mí". «Vosotros creéis en
Dios aunque nunca Le hayáis visto; Yo también voy a ser invisible. Yo no estoy a punto
de ser exhibido en el mundo como vuestro glorioso Mesías sino que voy a ser invisible en
lo alto con mi Padre para ser sencilla y exclusivamente un Objeto de fe en el cielo.» Sin
duda Cristo fue Uno para ser creído y no sólo visto mientras estaba aquí abajo. Sólo la fe
vio lo que había bajo el velo de carne (Hebreos 10: 20) pero ahora Él no iba a ser más
que un Objeto de fe como Dios siempre lo es. Y más que esto pues Él revela una nueva
escena, abre la puerta a una esfera de amor y gloria más allá de todo conocimiento o
pensamiento del hombre. "En la casa de mi Padre muchas moradas hay". ¿Quién oyó
antes acerca de la casa del Padre? Sin embargo y divino como ello es Él insinúa que no
hablaba de ella sólo para Sí mismo. El amor da y se deleita en dar. Su amor se deleitó en
dar lo mejor y así es con respecto a esto que es la mejor y única esfera adecuada de la
gloria del Salvador, el lugar donde Él había sido el objeto eterno del amor del Padre: y allí
Él nos llevará en breve. Siendo nosotros extraños allí Él nos presentará a un Dios no
extraño, al bien conocido amor de Él y de nuestro Padre. "En la casa de mi Padre muchas
moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para
vosotros". (Juan 14: 2). En Juan 13 Él nos da a conocer la manera en que nos estaba
preparando en todos los sentidos para aquel lugar. Para Él no fue suficiente derramar Su
sangre por nosotros: Él mismo tiene que ocuparse de nosotros incluso en la gloria porque
todavía estamos en este mundo en medio de sus contaminaciones y por lo tanto en peligro
de ensuciar lo que Cristo ha limpiado con Su sangre. Es indudable que un amor tan
humilde y persistente está enteramente más allá de nuestra naturaleza tal como lo estaba
del pensamiento de Pedro cuando dijo: "No me lavarás los pies jamás". Pero si no dejaba
que fuesen lavados él nunca habría estado preparado para un lugar con Cristo en la casa
del Padre. "Si no te lavare, no tendrás parte conmigo". Observen ustedes que no es
simplemente una parte en mí, o por medio de mí; es una parte "conmigo". Lo que está
aquí en consideración es la comunión con Cristo y no aquí mediante sangre sino mediante
agua. Por tanto Juan 13 es la revelación de Cristo, — de Cristo preparándonos para el
lugar así como Juan 14 revela que Él va a preparar el lugar para nosotros. Cuando todo
está hecho Él viene de nuevo. "Si me fuere… vendré otra vez, y (no meramente 'os tomaré

13
al cielo sino) os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis".
(Juan 14: 3).

Esta es la esperanza cristiana y ella trasciende la palabra profética. Escudriñen las


Escrituras ustedes mismos. Escudriñen la palabra profética de principio a fin; escudríñenla
desde Génesis hasta Malaquías, sí, y hasta el Apocalipsis de Juan. Busquen donde quieran
la palabra profética y aunque ella es una bendición provista por Dios para Su pueblo en la
tierra ella es sólo una antorcha (una lámpara) para el lugar oscuro; pero ésta palabra del
Señor en Juan es la luz resplandeciente del cielo para aquel glorioso hogar en lo alto al
que nosotros vamos. Esta es la luz apta para el cielo del cual ella brota. Se trata del Hijo
que lleva a muchos hijos a la gloria. Es para aquellos que son celestiales aunque todavía
estén en la tierra. Fue presentada para moldear y formar sus corazones conforme a esa
esperanza celestial. En breve estaremos allí con Cristo cuando ya no necesitemos su poder
conformador. Pero ahora necesitamos esta esperanza bienaventurada y si bien valoramos
la palabra profética de Dios nosotros debiésemos valorar aún más, — yo iba a decir
infinitamente más, — aquella que es la palabra más dulce, más elevada y más íntima del
Hijo de Dios que nos revela de parte de Dios nuestro Padre Su propia casa en el cielo y
nuestro lugar con Él allí. Verdaderamente nuestra comunión es con el Padre y con Su Hijo
Jesucristo. Tener la esperanza cristiana ante nosotros ahora y nada menos que esto es el
día que esclarece y el lucero de la mañana que sale en el corazón.

Ahora podemos avanzar examinando algunas Escrituras, por así decirlo, a distancia
y brevemente en esta conferencia preliminar. Ustedes encontrarán en el Nuevo
Testamento que hemos presentado la esperanza o la palabra profética, — según sea el
caso, — conforme a la exigencia de las circunstancias o más bien como la gracia de Dios
la presentó adecuada a cada caso particular. Tomen por ejemplo la epístola a los Romanos.
Tenemos el asunto judío planteado y respondido. Si Dios fue tan bueno como para enviar
Su evangelio gratuitamente a los gentiles, ¿qué sucede con las claras promesas que
antaño Él había dado a los judíos? Esto nos lleva de inmediato a la palabra profética y
nosotros contemplamos allí en visión el despliegue de los consejos de Dios para Su pueblo
Israel en la tierra. El Redentor vendrá de Sion y para ser el libertador del judío. Pero, ¿es
ésta la esperanza cristiana? Ello es un asunto de Sion; es la palabra profética. No hay
ninguna dificultad en absoluto en distinguir entre la esperanza correcta y peculiar del
cristiano y los acontecimientos predichos que sólo pueden ser esperados porque son según
la palabra profética. En la escueta verdad es evidente que si todavía yo estoy esperando
ser libertado, si no conozco al Salvador que ya ha venido y sólo estoy esperando un
libertador que venga de Sion para quitar mis pecados, yo ignoro o abandono el
cristianismo por completo. "¡Vendrá de Sion el Libertador, que apartará de Jacob la
impiedad"! (Romanos 11: 26, 27). ¿Es esto en lo que usted ha zozobrado? Sin duda es
allí donde se corre el peligro de que la confusión de la esperanza cristiana con la palabra
profética lleve a sus víctimas. El ejemplo presentado puede ser palpable pero estén
seguros que en un grado u otro esta es la gran trampa en cuanto al tema que estamos
considerando. El esfuerzo de Satanás es judaizar a la Iglesia en todo. Él no se satisface
con atacar el fundamento e introducir la ley total o parcialmente (a veces insistiendo
acerca de lo totalmente oscuro como la única forma para ser salvos y otras veces
rebajando más sutilmente la obra del propio bendito Señor Jesucristo a un mero
cumplimiento de la ley incluso cuando Él murió por nuestros pecados). Si esto fuera así,
14
¡Cristo en la cruz sólo estaba cumpliendo con Su deber! ¡Qué manera de ignorar el pecado
y su juicio así como la redención! ¡Qué ceguera absoluta ante la infinita gracia de Cristo
incluso en Su senda terrenal por no hablar de Su muerte! ¡Qué manera de dar preferencia
a la mera imaginación en vez de dar preferencia a las Escrituras! Yo nunca he leído en la
palabra de Dios que Cristo gustó la muerte por la ley, sino que "por la gracia de Dios" Él
gustó la muerte por todos. (Hebreos 2: 9). Sin duda Él cumplió la ley pero, ¿acaso fue de
la ley que el Hijo unigénito viniera del cielo, naciera de la virgen, anduviera haciendo el
bien y sanando a todos los oprimidos por el diablo muriera por los pecadores? No; es el
contraste explícito del amor divino con cualquier afecto del hombre. Hagan ustedes que
ello sea un asunto de nada más que la ley y yo afirmo que ello es el diablo borrando y
degradando el amor de Dios tanto como es posible bajo la pretensión de honrar Su ley. Y
además en cuanto al andar también Satanás los cegaría a ustedes para que no sean
imitadores de Dios como hijos amados. Justamente así él rebajaría la esperanza.
Lamentablemente ello es demasiado dolorosamente consistente con los sonidos que uno
oye. ¿Acaso no hay hombres que declaran que el cielo se abre para nosotros pero no en
virtud de la preciosa sangre de Jesús sino de la ley guardada o de tanto deber cumplido
cabalmente? Frente a la cruz, frente al más solemne juicio de Dios sobre el pecado en las
agonías del Hijo de Dios ellos prefieren lo que la ley exigía y lo que todo hombre bajo la
ley estaba obligado a dar. Es cierto y es seguro que Cristo como hombre y como israelita
estuvo sujeto a la ley y glorificó a su Padre aquí como en todas partes. Pero, ¿es esto lo
que la Escritura llama justicia de Dios para todos los que creen? (Romanos 3: 21-31).
Aquí es donde Israel cayó. ¿Es éste el lugar donde el cristiano está llamado a estar firme?
Después de todo, ¿es ésta la verdadera gracia de Dios en la que estamos? ¿Es por gracia
por medio de la fe que somos salvos? ¿O hay alguna otra forma mejor de la cual habla la
Escritura? Incluso si nosotros consideramos la práctica cristiana, ¿acaso no hay tal cosa
como la gracia que hace que el creyente padezca haciendo el bien? (1ª Pedro 3: 17). ¿O
es que se ha llegado a esto, a saber, a que el andar cristiano ha de ser quitado también
además de falsificar el fundamento tal como hemos visto? Lamentablemente ello es
demasiado cierto. No es de extrañar entonces que si el enemigo ha tratado de privar al
cristiano de todo esto él no ha dejado de insuflar también su pestilente aliento sobre el
objeto de nuestra esperanza.

La alusión a Romanos 11: 26-27, ha mostrado cuán ruinosa sería para el cristiano
la plena adopción de la esperanza judía. Pero de hecho tal es en gran medida la esperanza
tal como muchos la ven. La consecuencia es que los que la reciben en alguna medida
están en la misma proporción inseguros de si después de todo el Señor ha quitado sus
pecados o no. Ellos siguen buscando, esforzándose, arrepintiéndose a menudo,
aprendiendo siempre, y nunca parecen llegar al conocimiento de la verdad. Dios (¡bendito
sea Su nombre!) es más fiel a ellos que ellos a Él o a Su verdad. Ciertamente Su
misericordia es eterna. Él se compadece de Sus hijos dolorosamente engañados así y se
niega a aceptar la palabra de ellos. Ciertamente Él los rescatará a pesar de sus ideas no
Escriturales. Pero no obstante, el deber de aquel que vela es poner a cada alma en guardia
contra la judaización que se está produciendo, — contra las palabras y los modos de obrar
de la sinagoga de Satanás, de los que se dicen ser judíos y no lo son sino que mienten.
(Apocalipsis 3: 9). Uno apenas puede nombrar una sola rama de la verdad cristiana que
ellos no oscurezcan, nieguen o destruyan en detrimento de la honra de Dios y para rebajar
a Su Cristo.
15
En Romanos 13: 11, 12, el carácter y la proximidad del "día" son presentados como
motivos para una santa sinceridad en nuestros modos de obrar prácticos. Ya es hora de
"levantarnos del sueño; porque ahora está más cerca de nosotros nuestra salvación que
cuando creímos. La noche está avanzada, y se acerca el día. Desechemos, pues, las obras
de las tinieblas, y vistámonos las armas de la luz". Lo que nos corresponde es andar
honestamente como en la luz del día. (Romanos 13: 13).

En cuanto al resto de las epístolas nosotros encontramos la venida del Señor según
la profecía o según la esperanza cristiana, — tal y como lo requiere el contexto. De este
modo en 1ª Corintios "la manifestación (o aparición)" del Señor (no la "venida") es
presentada en 1ª Corintios 1: 7. En aquel entonces se verá cómo se ha utilizado cada don.
— El apóstol los exhorta (1ª Corintios 4: 5) a no juzgar hasta que venga el Señor el cual
sacará a la luz lo oculto de las tinieblas y manifestará las intenciones de los corazones; y
entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios. Antes de eso es vano esperar alabanza y
es erróneo juzgar lo oculto. - Así también encontramos la venida del Señor presentada en
conexión con el recuerdo de Él en el Partimiento del Pan. (1ª Corintios 11). Ella es nuestra
esperanza congregacional, por así decirlo, y no sólo individual y por tanto en estricta
consonancia con la Epístola. Luego (1ª Corintios 15) tenemos la resurrección de los que
son de Cristo ligada a Su venida cuando ellos reinan con Él sobre una tierra liberada, no
con el trono blanco ante el cual el resto de los muertos están de pie y son juzgados, ni
con "el fin" cuando todo el juicio haya terminado y Él entregue el reino y Dios sea todo en
todos. Ustedes ven así que tenemos luz proyectada sobre cada parte del andar cristiano
y de la verdad, sobre todo lo que Dios vio que necesitaban los santos a los cuales se les
hablaba, sí, en efecto, para los santos en todos los tiempos.

Tomen ustedes por otra parte las alusiones indirectas a la venida del Señor. Algunos
hermanos cuando tenían algo contra otros iban a juicio delante de los injustos. (1ª
Corintios 6). ¿Y cuál es el arma del apóstol? ¿Acaso es simplemente la visión indecorosa
de un hermano demandando a otro ante un tribunal de justicia? El apóstol no insta a la
corrección moral que cualquiera debería sentir sino que deja entrar la luz de aquel día
sobre los litigantes. Él dice, "O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el
mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? ¿O
no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles?" (1ª Corintios 6: 2, 3). Entonces, ¿cómo
podían ellos presentarse ante el mundo para ser juzgados? Él los avergüenza por la
incongruencia de que los cristianos, futuros jueces del mundo, busquen el juicio de ese
mismo mundo sobre los asuntos de ellos. ¿Puedo aventurarme a decir que la
incongruencia de que un cristiano se presente ante el mundo para castigar al mundo era
un pensamiento reservado para un día de confusión aún más oscuro? — Además en el
capítulo siguiente nos enteramos de que había algunos que deseaban mejorar su condición
de aquel entonces, — esclavos que estaban impacientes por ser libres; hombres y mujeres
que tenían prisa por cambiar su condición casándose, etc. ¿Cuál es el lenguaje del apóstol?
¿Qué aconseja el Espíritu Santo? Leemos, "El tiempo es corto". (1ª Corintios 7: 29). La
moraleja era clara para el cristiano pues la gran verdad de la venida del Señor subyace
en ello. Ya sea que la prueba abunde: si Él está cerca, ¿por qué estar ansioso? ¿por qué
dejar que tu voluntad trabaje? ¿Qué importan las circunstancias del tiempo presente? No
es sólo que el Señor puede llevar al amo a dar libertad a su esclavo, libertad que él puede
16
usar, valorar y por la cual estar agradecido. Pero si no sucede así, ¿qué entonces? El
esclavo cristiano tiene ya una mejor emancipación y pronto se acabará la escena; "porque
la apariencia de este mundo se pasa". (1ª Corintios 7: 31).

Nosotros vemos así el gran uso que se hace de la venida del Señor y la manera en
que la propia venida se insinúa en los asuntos más corrientes. Yo concibo que es muy
importante tomar nota de la mezcla indirecta de esa verdad con los diversos elementos
de la vida cristiana al leer la palabra de Dios. El apóstol la asume como una verdad que
está constantemente ante los ojos de los santos. Lejos de ser un asunto discutible o incluso
si se me permite una teoría poco influyente, ella era por el contrario la gran esperanza
viva que los creyentes que padecían tenían y necesitaban para sostenerlos que los llenaba
de gozo, paciencia, triunfo y separación celestial. Ustedes pueden consultar las siguientes
Escrituras: Hechos 3: 19-21; Romanos 8: 18-25; Filipenses 1: 6, 10; Filipenses 2: 16;
Colosenses 3: 4; 1ª Timoteo 6: 14; 2ª Timoteo 1: 18; 2ª Timoteo 4: 1, 8; Tito 2: 13;
Hebreos 9: 27-28; Hebreos 10: 25, 37; Santiago 5: 8-9; 1ª Pedro 1: 5, 7, 13; 1ª Pedro
4: 7, 13; 1ª Pedro 5: 4; 1ª. Juan 2: 28; Judas 14, 24).

Quizás ustedes me dirán que Pablo y los primeros cristianos se equivocaron al


esperar así a Cristo día a día. (1ª Corintios 15: 51, 52; 2ª Corintios 5: 1-4; 1ª
Tesalonicenses 4: 17; Filipenses 3: 20, 21; Filipenses 4: 5) con respecto a la afirmación
al comienzo de este párrafo, ¿acaso es posible que un lenguaje tal pueda salir de labios
de un cristiano? ¿El apóstol equivocado? No; pero él cosechaba la bendición de su
esperanza en su alma cada día. ¿Su poder de ser piadosamente paciente y de separarse
del mundo fue también un error? No; ustedes que hacen la afirmación son los que están
equivocados. Y yo estoy seguro de que ustedes no cosechan bendición alguna de su
esperanza pues de lo contrario ustedes sabrían que el alma nunca se equivoca al esperar
a Cristo. ¿Acaso insinúa el apóstol en alguna parte que Cristo venía en alguna fecha en
particular? En la palabra de Dios no hay ninguna fijación de años o de días para Su venida
a tomarnos a Sí mismo. Ningún sistema está en lo correcto si da por cierta una fecha.
Pero, ¿es incorrecto por tanto esperar a Cristo? ¿Objetan ustedes que Cristo no viniera
mientras Pablo estuvo vivo? Pero esto no debilita la esperanza. El apóstol sólo ha cambiado
su lugar de espera. Él no espera menos (quizás más) a Cristo porque ahora él está con
Cristo. No ha renunciado a su esperanza. Aquel bienaventurado varón de Dios no cometió
ningún error en aquel entonces, ninguno en absoluto con respecto a esto. Nosotros hemos
visto que la única diferencia es que él espera ahora en el cielo la venida de Cristo en lugar
de esperarle en la tierra; y ¿quién puede dudar de que aquel es mucho mejor lugar de los
dos lugares de espera? Ustedes ven así que en vez de que el apóstol haya errado el único
error es por parte de la incredulidad que se aventura a juzgar allí donde Dios nos llama a
deleitarnos en una verdad preciosa y purificadora. No, Cristo aún viene y viene en breve
y en esta esperanza el apóstol vivió y murió.

¿Y por qué el Señor no ha venido? ¿Es porque Él retarda Su promesa? El Espíritu de


Dios ha refutado el baldón con firmeza, amorosamente, solemnemente. (2ª Pedro 3) pues
sólo Sus propósitos de gracia la obstaculizan por el momento. Él está resuelto a salvar
almas. Él se abstiene, por así decirlo, de cambiar la actual obra de salvación por la extraña
obra del juicio. Él quiere llenar el cielo con los huéspedes de la gracia que son aptos para

17
el cielo pero Él no retarda Su promesa. Digan lo que digan los burladores el día del Señor
vendrá como ladrón.

El poder eminentemente práctico de la esperanza de la venida del Señor para


purificar el corazón y los modos de obrar es mostrado en 1ª. Juan 3: 3, "Todo aquel que
tiene esta esperanza en él" (es decir, fundamentada en Cristo), "se purifica a sí mismo,
así como él es puro". La Escritura nunca utiliza la venida de Cristo para debilitar la
responsabilidad actual ante el Señor en cuanto a santidad. Con demasiada frecuencia
oímos a las personas decir hoy en día: «Oh, usted no puede esperar que una iglesia sea
perfecta; cuando Cristo venga Él lo arreglará todo.» Tal lenguaje, tales pensamientos
nunca vinieron del Espíritu de Dios. ¿Creen ustedes que Cristo puede venir en cualquier
momento? y teniendo esa esperanza como algo presente ante ustedes, ¿pueden ustedes
seguir con lo que ustedes saben que está mal? ¿Creen ustedes que cuando Cristo venga
Él no sólo corregirá lo que está mal sino que autorizará y aprobará el hecho de que
ustedes lo permitan? ¿Es este el modo de obrar de una desposada como una virgen pura
con Cristo? (2ª Corintios 11: 2). Yo hubiese pensado que si la esposa que vivía y esperaba
al esposo era consciente de cualquier cosa no apropiada a los ojos y al corazón del amado
ella estaría animada por el poder de su amor y su esperanza lo suficiente como para no
dejar nada sin hacer para complacer a aquel que ella esperaba que viniera, — si bien ella
no sabía cuán pronto él vendría. Y si esto es válido en las relaciones terrenales, ¿no es
también cierto acerca del santo en la perspectiva de la venida de Cristo? El modo de obrar
de la indulgente incredulidad es rehuir la cruz y rehuir todo deber actual con el pretexto
de que cuando Cristo venga Él lo arreglará todo; pero ello es abusar ,y no creer la verdad.
La indiferencia a Su voluntad ahora en presencia de la plena revelación de Su pensamiento
en la Palabra es la clara evidencia de que el corazón no está lleno de la esperanza, la
esperanza verdadera y bienaventurada de Su venida sino de nuestras propias vanas
imaginaciones acerca de ella. Ello es la demostración de que nos estamos alimentando de
algarrobas, de un mero fantasma o sombra y no de la verdad misma.

De manera similar podríamos referirnos minuciosamente a las epístolas y de hecho


a todas excepto Gálatas, Efesios y Filemón pero el tiempo no alcanzaría ni para vislumbrar
mucho de lo que nos es presentado. El último libro del Nuevo Testamento trata
esencialmente estos dos temas, —a saber, la palabra profética en las partes centrales del
mismo y la esperanza cristiana después que las visiones han terminado. (Apocalipsis 22:
7, 12, 16, 17, 20). Yo sólo señalo esto de manera general pues no es necesario decir más
en la presente ocasión. Si a Dios le complace otras oportunidades se presentarán en las
que podamos reunirnos y examinar lo que las Escrituras nos revelan acerca de las
ramificaciones más importantes de este amplio tema. Que Él se digne bendecir Su verdad
ahora y preparar corazones para la comprensión y el disfrute más plenos de Su palabra
por medio del Espíritu Santo "para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien
pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos".

William Kelly

Traducido del inglés por: B.R.C.O. – Noviembre 2022

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Versión Inglesa:
https://www.stempublishing.com/authors/kelly/5_2comg/l1_hope.html

www.graciayverdad.net

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