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Liberalismo y Conservadurismo en el Siglo XIX
Versión libre y sintética de MOSSE, George, La cultura Europea del siglo
XIX. Ariel, Barcelona, 1997.
El liberalismo en Francia
Mientras que el liberalismo alemán luchó contra obstáculos
insuperables desde el principio, el liberalismo francés surgió con fuerza de
la Revolución. Ya hemos visto que Constant, el más importante de sus
primeros teóricos, rechazó tanto la democracia como el ancien regime. La
Carta de 1815 parecía dar esperan- zas de un alborear de liberalismo, pero
la intransigencia borbónica empujó muy pronto a los liberales a la
oposición. Influyó en ellos Edmund Burke... no su "gracia no comprada de
la vida" de la sociedad aristocrática, sino su concepto del lento despliegue
de la libertad. El elemento históricamente orientado de ideolo- gía liberal
que se mencionó al principio de este análisis pasó a ocupar el primer
plano. Sin embargo, en 1830 estos liberales fueron instrumentos eficaces
en la revolución que expulsó a los Borbones. La monarquía burguesa de
Luis Felipe (1830-1848) habría de introducir la era liberal.
Lo hizo así concediendo el derecho al voto a unas 250.000 familias,
abriendo un poco más las puertas del poder político... pero no lo
suficiente. La revolución ignoró a la inmensa mayoría del pueblo, lo mismo
que los liberales que hicieron la Ley de Reforma inglesa de 1832 sólo
permitieron que se incorporase al sufragio una clase limitada de la
población. Tanto en Francia como en Inglaterra esta iniciativa liberal
señaló el principio no de una era de paz y satisfacción, sino de un período
de gran agitación política y social. Esto se debió a la puesta en práctica de
la idea liberal de que si el ancien regime era malo, también, lo era el gobierno
de la democracia. Sin embargo, la ascensión de Luis Felipe significó, al
menos de momento, una victoria liberal. El primer ministro del rey y el
teórico de este liberalismo triunfante era Francois Guizot. Este creía
firmemente en un máximo de libertad individual que permitiese la mayor
libertad de autodesarrollo.
¿Qué podía garantizar el predominio del espíritu de la religión de la
libertad? En esto Guizot retrocedía más allá de Bentham y de Mill, hasta
una teoría de un laisser faire casi absoluto. Él llamaba a esto la "gran
tranquilidad". El gobierno debe ser armonioso, lo que significaba a su vez
mantener un "justo medio", un "just milieu".
Este "justo medio" entrañaba la preservación deliberada del statu quo.
Esto significaba, en teoría, no tomar ninguna iniciativa en cuestiones
sociales y políticas, con el fin de conservar la "gran tranquilidad" que
permitía la libertad más completa. La biografía de Oliver Cromwel de
Guizot ejemplifica ese repudio de todas las acciones extremas, un repudio
que equivalía, en teoría, a una abstención completa por parte del estado de
actuaciones trascendentales. Cromwel había introducido la libertad en
Inglaterra una vez obtenido el poder, decía Guizot, sólo a través de su
moderación. Pero no fue capaz de mantener esa libertad. ¿Por qué? "Dios
no otorga a estos grandes hombres, que echan sus cimientos en el
desorden y la revolución, el poder de regular a su gusto, y para las
generaciones sucesivas, el gobierno de las naciones". La misma
observación se podía aplicar al régimen del que Guizot era el espíritu
inspirador, pues, ¿no había echado sus cimientos en la revolución? Pero
Guizot creía que 1830 se podía superar a través de la moderación. Quizá
acertase en su valoración, pero no se podría dejar a un lado tan fácilmente
las tensiones sociales de la Revolución Industrial.
Para la agitación a favor de más reformas sociales, en favor de una
amplia- ción del derecho del sufragio, Guizot tenía una solución. Él no era
el tribuno de una clase que simplemente quería conservar el poder,
excluyendo a todas las demás. La interpretación marxista de toda la
ideología mesocrática se equivocaba en esto. Para Guizot, como para todos
los liberales, la "gran tranquilidad" no tenía por qué paralizar la movilidad
social. La doctrina del laisser faire liberaría al individuo de trabas artificiales
fomentando su progreso social y económico. A través del tipo adecuado de
moralidad (es decir, de actitud hacia la vida) todos podían hacerse ricos y
calificar para el voto. Esto estaba implícito en todo el liberalismo inglés y
Guizot creía también en este tipo de progreso individual. Su famoso
consejo a los banqueros de Francia fue "enriqueceos", pues así se benefi-
ciarían todas las clases de la población. No era un consejo cruel o cínico,
pero sólo puede entenderse dentro del contexto liberal. Guizot temía a la
democracia, por supuesto. Pero este miedo cristalizó en oposición a los
que propugnaban el prog reso social y político sin considerar las
actitudes morales; no significaba oposición a la movilidad económica y
social en cuanto tal.
Guizot era enemigo, por una parte, de todos los privilegios asentados, y
por otra parte, de los "alborotadores", de los que querían utilizar el Estado
para imponer lo que ellos llamaban justicia social, destruyendo así la
libertad individual que él, como liberal, consideraba el máximo bien. Pero
el régimen de Luis Felipe se desmoronó en 1848. No hay que olvidar, sin
embargo, que el gobierno liberal duró en Francia dieciocho años; no fue
ningún experimento transitorio condenado al fracaso. El que acabase
desmoronándose significaba sólo que el tipo de liberalismo de Guizot estaba
desacreditado. No había sido capaz de afrontar los problemas a largo plazo
de las aspiraciones políticas y sociales crecientes. Los liberales ingleses
enfrentados en el mismo tiempo con la agitación "cartista", no fueron
capaces tampoco de afrontar esas demandas. El liberalismo francés sólo
sacó a la luz de una forma más espectacular el problema inherente a toda
ideología liberal.
Tocqueville escribió su Ancien Régime precisamente con el telón de fondo de
la caída de Luis Felipe y el coup d’état de Luis Napoleón. Este autor, el más g
rande de los liberales franceses, veía sus ideales aplastados por la
dependencia francesa de la autoridad, la centralización institucional y el
odio a la desigualdad. Veía ya a Francia oscilando siempre entre el
despotismo y la revolución. Los ideales de Tocqueville eran diferentes de
estas dos alternativas. Él creía que la actividad política libre era el máximo
bien para hombres y gobiernos. Esta actividad libre no depositaba
ninguna confianza en el Estado. Su organización política extraía su
vitalidad de las unidades de gobierno locales más que de las centrales.
Tocqueville era un gran admirador del sistema inglés de gobierno local a
través del juez de paz, y también de la aristocracia inglesa. Se trataba de
una aristocracia que jugaba un papel crucial en el libre intercambio de la
expresión política y no estaba aislada de la política y del gobierno, como lo
estaba la aristocracia francesa.
En opinión de Tocqueville, las instituciones libres se basaban, no sólo
en la vitalidad política del gobierno local, sino también en la garantía de la
propiedad privada. En sus escritos anteriores imaginaba una sociedad
construida sobre pequeñas propiedades rurales como la más firme
garantía de la vida política. Pero cuando el régimen de Luis Felipe
demostró que los medios económicos no garantizaban necesariamente la
libertad perdurable, fue asignando progresivamente mayor importancia a la
administración pública. En Francia esta administración era opresiva, y
fomentaba la dependencia de todas las clases de la burocracia, mientras
que en Inglaterra no parecía ser así. Lo que había en Inglaterra, según
Tocqueville, no era una interacción entre todas las clases de la sociedad,
sino algo que era el resultado de una libertad política continuada que él
remitía, lo mismo que Burke, a la Edad Media. Él, que había resaltado la
riqueza de la aristocracia inglesa, resaltaba ahora los contactos de esa
aristocracia inglesa con la masa de la población debido a la vaguedad de
las fronteras de clase. Su ideal era Inglaterra, y Estados Unidos como
prolongación de los hábitos políticos ingleses y de la libertad política
inglesa. El liberalismo de Tocqueville estaba mucho más minuciosamente
argumentado que el de Guizot. Su fundamento de- bía ser un gobierno
local fuerte y la estabilidad de las relaciones de propiedad, pero el remedio
definitivo de todos los males de la sociedad era el libre juego de la actividad
política. A Tocqueville le interesaba más en último término la con- ducta
política y social que edificar sistemas de gobierno. Era un agudo observa-
dor de las políticas dentro de los límites de su liberalismo, que ignoraba
las fuerzas cataclísmicas de las nuevas clases trabajadoras. Así, analizaba
el escena- rio inglés sin mencionar el movimiento cartista. El ideal de la
acción política libre resolvería todos los problemas, los políticos y los
económicos. Desgracia- damente, el liberalismo de Tocqueville, y en
consecuencia, sus análisis de la so- ciedad, demostraron ser vulnerables a
aquéllas fuerzas que estaban minando len- tamente el propio liberalismo.
Aunque el liberalismo de Guizot llegó al poder, no fue el único tipo de
liberalismo. La tradición de la Gran Revolución fomentó un concepto de
libertad orientado hacia la democracia social y política, un liberalismo que
ignoraba la condición previa de moralidad liberal. Es sorprendente que
Lamennais, su principal representante, no dijese nada sobre la
inviolabilidad de la propiedad priva- da y si dijese mucho sobre la libertad
política y social. Lamennais, lo mismo que John Stuart Mill en su
evolución final, desechó la idea de la propiedad como principal soporte
ético y político de la libertad. Su liberalismo no exigía una moralidad
mesocrática sino, por el contrario, la máxima libertad para el "alma del
pueblo". Lamennais era antimateralista y este hecho de que otorgase
tanta importancia al "alma del pueblo" se debía a un respeto al pasado
romántico y católico; no glorificaba al pueblo francés como único o
superior a cualquier otro. El gobierno, garantizando un máximo de libertad
para su pueblo a través, tanto de la democracia social y política como de la
económica, iluminaría por medio de esta libertad, a las almas individuales
de todos los miembros del pueblo.
Lamennais no era socialista. Los métodos que se utilizasen para
obtener la libertad eran para él intrascendentes en comparación con el
bien inconmensurable que traería esta libertad para todos. Se trataba de
un liberalismo muy alejado del "enriqueceos" de Guizot. Sin embargo,
también Lamennais fracasó en 1848. No obstante, su definición de libertad
como democracia tanto social como política habría de ejercer un cierto
atractivo sobre futuros liberales. Pero sería el liberalismo de Guizot el que
habría de tener mayor interés para las clases medias, y para las clases
trabajadoras habría de aportar técnicas más concretas de progre- so social
y político el socialismo.