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Apuntes sobre la solidaridad y el egoísmo: insumo para el semillero de Gestión de lo

propio
Sebastián Londoño Urrea
Desde la perspectiva de las economías solidarias de Razeto (2023), la cooperación y
la solidaridad son dos elementos descuidados por las ciencias económicas que, si se
tuviesen en cuenta, podrían ayudar a solucionar problemas que ni los mercados ni el Estado
serían capaces de solucionar por sí solos. En estos apuntes buscaré examinar si realmente
son elementos descuidados por los estudiosos de la economía o si, más bien, fueron
elementos descartados.
Para lograr este objetivo, primero, revisaré el egoísmo desde una perspectiva moral
en la doctrina del Egoísmo ético encabezada por la filósofa Ayn Rand, la misma que decía
que «el capitalismo es un sistema económico moralmente superior» (Rand en Rachels,
2007, p. 133) y otros pensadores en la historia; en un segundo momento, expondré uno de
los límites de la solidaridad; y, en un tercer momento, intentaré aproximarme a una
concepción clara y suficiente del concepto de la solidaridad.
1. El Egoísmo ético
¿Somos malas personas por no ayudar a toda persona que se nos presenta y que
necesita de nuestra ayuda? Me refiero a la persona que pide limosna, a los niños y niñas
guajiras que mueren de inanición y a toda persona que podemos ayudar, aunque sea con
una moneda, pero que decidimos hacerlo de vez en cuando. ¿Realmente es nuestro deber?
Más allá de ser nuestro deber o no, es claro y evidente que es imposible ayudar a
todas las personas que se nos presentan; además, ayudar a una persona y no a la otra es algo
arbitrario. Por tanto, pregunto: ¿es moralmente aceptable poner nuestras necesidades e
intereses por delante de las de los demás? El Egoísmo ético sugiere que, si cada quien
busca su propio interés, entonces el bienestar general de la humanidad aumentará debido a
que nadie sabe cuáles son las necesidades e intereses de una persona mejor que ella misma.
Si no sabemos con precisión los intereses y necesidades de una persona entonces podemos
terminar haciéndole más mal que bien al intentar ayudarla. En definitiva: debemos
ocuparnos exclusivamente de nuestros intereses y necesidades siempre y cuando estos no
impliquen atentar de cualquier modo contra otra persona. Además, según argumenta Rand,
una sociedad enfocada al altruismo termina siendo egoísta frente a la persona altruista:
«una sociedad que lo trata como un animal que se puede sacrificar y lo penaliza por sus
virtudes con el fin de recompensarlos por sus vicios» (Rand en Rachels 2007, p. 134).
¿Por qué parece que Rand piensa que siempre habrá alguien que se aproveche de la
persona altruista? Según me parece a mí (y sin intención de decir que es así), habría que
fundamentar sus ideas sobre las ideas de la economía política clásica del siglo XVIII. A
propósito, dice Hopenhayn (2001):
La vida económica, fundamento material de la sociedad, tiene, según Smith, un
orden interno que "regido por leyes naturales, cuyo normal desenvolvimiento,
movido por el interés individual, que es naturalmente bueno, resulta el mejor de los
órdenes posibles y produce instituciones benéficas para toda la sociedad"(p. 111,
cursiva propia).
Y es que, como evidencia Hopenhayn, el egoísmo es una condición necesaria en la
economía política clásica: «al obrar en pro de su propio beneficio promueve, con
frecuencia, el beneficio de la sociedad con más eficacia de lo que realmente quiere
promoverlo» (Smith en Hopenhayn, 2001). Esta no es una visión exclusiva de Smith, sino
casi que un axioma necesario del liberalismo económico sustentado por varios autores y
teniendo como base la idea del comportamiento humano del homo œconomicus: «Más
tarde, filósofos políticos como Hobbes, Locke y Petty pondrían los pilares filosóficos para
el concepto del homo œconomicus (hombre racional, productivo, egoísta y hedonista)»
(Hopenhayn 2001, p. 115, cursiva propia).
Con esto, queda aclarado (aunque no de manera suficiente) el primer propósito de
estos apuntes: la solidaridad no ha sido descuidada, sino directamente descartada por la
filosofía que fundamentó la economía política clásica. No obstante, y volviendo al Egoísmo
ético, ¿realmente hay un fundamento válido para ser egoístas? Para responder a este
interrogante, más que dar una opinión traeré a colación el tercer argumento en contra del
egoísmo del profesor James Rachels: el argumento de que el egoísmo ético es
inaceptablemente arbitrario.
Rachels dice que existe un principio general que se debe tener en cuenta para
emprender esta argumentación sobre la arbitrariedad del egoísmo: «podemos justificar el
tratar a las gentes de modo diferente solo si podemos demostrar que hay alguna diferencia
fáctica entre ellas que sea pertinente para justificar la diferencia de trato» (2007, p.p. 144-
145). Tratar con predilección a una persona blanca frente a una persona negra; preferir a
una persona antioqueña antes que a una guajira; apoyar a los israelitas porque son de la
religión en la que creo y no a los palestinos; permitir que una pareja heterosexual se bese en
un parque, pero no permitírselo a una pareja homosexual: todas estas situaciones (racismo,
xenofobia, antisemitismo, homofobia) comparten una misma dificultad que aclararé con un
ejemplo: si dos personas presentan el examen de admisión a una universidad y sacan el
mismo puntaje pero una se graduó de bachiller con honores y altas calificaciones, ese sería
un criterio suficiente para permitir que una pase a la universidad mientras que la otra no.
Sin embargo, si las dos personas se graduaron como bachilleres con honores y obtuvieron
altas calificaciones, ¿por qué debería pasar una y no otra? ¿Por qué son más importantes las
necesidades e intereses de la gente blanca, de los antioqueños, de los israelitas y de los
heterosexuales? En general, el color de piel, la nacionalidad, la religión y la orientación
sexual no son elementos determinantes de una discriminación válida.
El egoísmo, dice Rachels, no se escapa de esta crítica, pues
quiere que cada uno de nosotros divida el mundo en dos categorías de personas
─nosotros mismos y los demás─. Pero ¿cuál es la diferencia entre mí mismo y todos
los demás? ¿disfruto más de la vida? ¿son mis logros más grandes? ¿tengo
necesidades diferentes a todos los demás? (p.p. 145-146).
¿Acaso las niñas y niños que mueren de inanición en la guajira tienen menor
importancia que nosotros? ¿sienten menos hambre que nosotros? Todas nuestras
necesidades e intereses, dice Rachels, son tan importantes como las de los demás porque
son comparables a las nuestras, y por esto afirma que la doctrina del Egoísmo ético «fracasa
como teoría moral» (p. 146).
2. Los límites de la solidaridad
En este apartado todavía no definiremos el concepto de solidaridad, sin embargo,
considero que, al ser un concepto de uso común, tenemos una imagen de lo que significa.
Por esto, invito a que pensemos en este instante con esa concepción convencional de la
solidaridad. Imaginemos, si se quiere, ser solidario como el opuesto de ser egoísta (aunque
más adelante veremos que no es estrictamente así).
¿Es, acaso, solidaria aquella persona que da sin esperar nada a cambio? o ¿es
solidaria porque busca algo a cambio? Esta última pregunta puede interpretarse de dos
formas: la persona que busca algo a cambio desde la perspectiva egoísta que usualmente
pensamos o la persona que busca algo a cambio en beneficio de ella, su comunidad y su
territorio (a fin de cuentas, las dos entran en la generalización de buscar algo a cambio); no
obstante, a la que yo hago referencia es a esta última. Pero ¿diremos que las personas
solidarias actúan porque no esperan nada a cambio, porque buscan algo a cambio desde la
perspectiva egoísta o porque buscan algo a cambio en beneficio de ellas, su comunidad y su
territorio? Sobre el primer argumento no hay que explayarnos, pues quienes actúan sin
esperar nada a cambio son las personas altruistas, no las solidarias. Frente al segundo y
tercer argumento si será necesario ahondar un poco más debido a que entran en la misma
generalización.
2.1. La solidaridad como dar algo a cambio de algo
Frente a la pregunta anterior de si ¿es solidaria aquella persona que actúa a cambio
de algo? surge el panorama de que, si la respuesta es sí, primero, las empresas que hacen
colusión (cartelización) serían solidarias; y segundo, las personas que actúan en pro de su
comunidad también lo serían. ¿cómo diferenciar entonces qué es solidaridad y qué no? En
el primer ejemplo, dos empresas se ayudan mutuamente para dominar un sector del
mercado para que de ese modo ambas estén mejor; en el segundo, una persona se ayuda
mutuamente con otra persona/organización para que su comunidad esté mejor y la otra
persona u organización buscará estar mejor también. Antes de seguir, vale la pena advertir
que la definición de la Real Academia Española no solucionará este conflicto, pues las
definiciones que brinda son: «adhesión circunstancial a la causa o la empresa de otros» y
«modo de derecho u obligación in solidum» (2022). Sin embargo, parece que estuviese
definiendo la solidaridad como un proceso de colaboración mutua donde las partes
involucradas buscan estar en una posición mejor que en la que se encontraban, y esto
terminaría haciendo la solidaridad como un sinónimo de colusión (por ejemplo). Entonces,
pregunto: ¿es esto así? Al respecto dice Razeto (1999) que
¿No es manifestación de solidaridad el sacrificio de mayores ganancias que algunos
empresarios hacen a veces manteniendo empleos de los que podrían prescindir,
preocupados por los efectos del despido en personas y familias que han llegado a
conocer y apreciar? Se dirá que esto sucede rara vez, o que las motivaciones no
siempre son genuinamente humanitarias, y es cierto. Pero el hecho es que sucede.
Por lo demás, la solidaridad tiene grados y sería un error reconocerla solamente en
sus manifestaciones más puras y eminentes (p. 2 del capítulo 7, cursiva propia).
Si bien es cierto que deben existir grados de solidaridad, esta parte, la de que
«muchas veces las motivaciones no siempre son humanitarias» define, por lo menos desde
esta cita de Razeto, que la solidaridad sí sería ese proceso de colaboración mutua sin
importar los fines que tenga. Yo creo que debe haber un límite en la concepción de la
solidaridad que debe tener en cuenta la complejidad del tejido social y natural. No debería
decirse que dos personas que se intercambian carne y arroz para comer dignamente son
solidarias si la carne la obtienen robándosela a alguien que también la necesita.
Creo que ilustré mi punto, sin embargo, habrá que discutirlo más para poder poner
un límite claro y distinto al concepto de solidaridad.
3. Solidaridad

Referencias
Cárdenas G. (2004) Diccionario de ciencias económico-administrativas
Razeto L. (1999) De la economía popular a la economía de solidaridad en un proyecto de
desarrollo alternativo
Razeto L. (2023) Conferencia: La economía solidaria entre la dominación tecnológica y la
sociedad del conocimiento.
Rachels J. (2007) Introducción a la filosofía moral. Fondo de Cultura Económica.
Hopenhayn M. (2001) Repensar el trabajo

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