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Sami Ali M El Espacio Imaginario
Sami Ali M El Espacio Imaginario
imaginario
M. Sami-Ali
Amorrortu editores
El espacio imaginario M. Sami-Ali
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El espacio imaginario M. Sami-Ali
Índice
Prólogo ............................................................................................ 5
Primera parte...................................................................................7
El problema................................................................................... 8
La clínica.....................................................................................15
La teoría...................................................................................... 27
Segunda parte................................................................................ 43
El espacio de la percepción.........................................................44
El espacio de la fantasía .............................................................57
El espacio del sueño.................................................................... 92
Tercera parte...............................................................................116
La convergencia visual..............................................................117
Cuarta parte.................................................................................146
«Lo inimaginable». A propósito de La caza del Snark, de Lewis
Carroll.......................................................................................147
Conclusiones................................................................................175
Apéndices..................................................................................... 181
Apéndice 1. Piaget y el concepto de proyección .......................182
Apéndice 2. TAT y Rorschach de Blaise.....................................184
Referencias bibliográficas............................................................193
Biblioteca de psicología................................................................197
Obras en preparación...................................................................198
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Prólogo
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5
Bachelard, G., La formation de l'esprit scientifique, París, Vrin, 1947, cap. II.
6
Freud, S., Nouvelles conférences sur la psychanalyse, París, Gallimard, 1936, pág. 37.
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Primera parte
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El problema
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7
Es bien conocida la importancia que Melanie Klein otorga a esta temática de las imágenes del cuerpo,
que la autora articula alrededor del concepto de identificación proyectiva. Véase Klein, M. y otros,
Développements de la psychanalyse, París, PUF, 1966, pág. 282. Véase también Sami-Ali, De la
projection. Une elude psychanalytique, París, Payot, 1970, cap. 3, «Projection et polarité dedans
dehors».
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10
G.W., X, pág. 143 (Adición metapsicológica a la teoría de los sueños).
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cuerpo cuya plena justificación depende de una teoría general del espacio
imaginario.
Por el momento, solo se trata de demostrar la posibilidad de tal
teoría. Por lo tanto, no desarrollaré esta línea especulativa que amenazaría
culminar, según palabras de Nietzsche, en el «azul del cielo». ¡Es preferible
retornar al «gris» de la experiencia clínica!
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La clínica
Observación 1
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I I I I I
I I I I I
I I I I I
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20 — 14 = 14 (1)
¿Por qué camino se obtuvo este resultado? Ahmed empieza por querer
restar a la izquierda, pero termina por confundir, además de la derecha y la
izquierda —es decir, la suma y la resta—, lo grande y lo pequeño. En efecto:
quita 1 a 2, lo que da 1, y después cero a 4, lo que da 4. De aquí 20 — 14 =
14, resultado que repite simétricamente una cifra que se coloca al otro lado del
signo de igualdad. Sin detenerme a presentar otras operaciones similares, citaré
ejemplos de división donde el procedimiento, muy diferente a primera vista, se
ajusta a las mismas reglas de estructuración de las relaciones espaciales en
general.13
21 ÷ 4 = 1 (2)
12
Huelga decir que estas dificultades que se producen en un con texto trasferencial son inseparables
del temor a ser castigado por el analista, inconscientemente asimilado al padre (superyó). Este aspecto
neurótico no explica las dificultades específicas de estructuración del espacio, las cuales son del
orden de lo actual.
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Si la multiplicación está a cubierto de ilusiones especulares se debe a que la tabla de multiplicar
confiere al pensamiento una autonomía hecha de automatismo.
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27 ÷ 4 = 7 (3)
27 ÷ 4 = 17 (4)
36 ÷ 4 = 14 (5)
16 ÷ 6 = 6 (6)
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Observación 2
A los seis años, Marc, algo atrasado de acuerdo con los resultados de
los tests, es un niño menudo, que sacó poco provecho de sus dos años de
escolaridad; capaz de reconocer algunos números o letras, no sabe,
empero, contar ni leer. Presenta perturbaciones del esquema corporal, a las
cuales se agregan estados ansiosos y depresivos difusos, que se traducen en
una lateralización deficiente, la tendencia a la zurdera y la confusión de la
derecha y la izquierda, tanto en su propia persona como en los demás. Sufre
una carencia de amor materno y no parece haber traspasado jamás la
etapa de la primera infancia, ni renunciado al deseo de buscar una relación
de lactancia.
Es el segundo hijo varón de una familia pobre, donde reina
generalmente una atmósfera tensa. No fue deseado por la madre, quien
hubiera preferido tener una hija. El trato que recibe en el hogar es muy duro:
reprimendas, castigos corporales y sometimiento a exigencias
contradictorias. El padre parece ser una persona indiferente y se interesa
poco por el hijo, a cuyo lado desempeña un rol apenas distinto del materno.
Por este motivo, Marc tropieza con una importante dificultad, que consiste
en diferenciar las imagos parentales y en desprenderse del universo fusional
de las relaciones tempranas con la madre.
16
Sami-Ali, «Etude de l'image du corps dans l'urticaire», Kevue Vranqaise de Psychanalyse, 33, 1969.
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interesa por los seres y las cosas. Finalmente, es capaz de jugar. Y, sin duda para
agradar a la madre, dibuja una casa que aparece, por primera vez, en
perspectiva: un pequeño rectángulo coronado por un techo triangular con dos
ventanas simétricas, la puerta en el medio y una escalera visible: el todo
evoca un rostro en la lejanía, visto de frente. De este modo, se ahonda entre el
sujeto y sus proyecciones una distancia infranqueable en el plano de lo
imaginario. Todo cuanto Marc hará en lo sucesivo se situará en el interior
de este campo mágico donde los objetos convertidos en irreales se ofrecen
a la vista para ocultarse mejor. El hecho de que este cambio en la forma
de representar el espacio, concomitante con una evidente expansión
personal, se vincule a las vicisitudes de las relaciones entre la madre y el
hijo, no excluye en absoluto la posible acción de los procesos de maduración,
inseparables del clima afectivo con el prójimo. Por ello es posible expresar
claramente las distintas formas espaciales de organización —según que
impliquen o no la noción de profundidad— de acuerdo con las modalidades
de la relación madre-hijo. En el caso especial de Marc se destacan dos
factores. Desde el punto de vista genético, en el momento en que, hacia los
dos años de edad y gracias a la iniciación de una intensa actividad motriz,
debe instaurarse el proceso de diferenciación del niño con su madre, 17 esta,
ya rechazante, empieza a ausentarse. Por lo tanto, la necesidad de
constituirse como cuerpo autónomo choca con la amenaza de perder por
completo un objeto parcialmente perdido. Es como si el propósito agresivo, al
cual incumbe alejar el objeto dando origen a la tercera dimensión, fuese la
causa de su destrucción real. De aquí resulta la inhibición en bloque de una
agresividad cuyas repercusiones se hacen sentir tanto en el plano psíquico
cuanto en el somático, así como la incesante regresión hacia una relación
fusional. El cuadro se completa considerando los trastornos precoces y la
situación en que se halla este lactante débil y vulnerable por causa de una
madre secretamente hostil. En consecuencia, tenemos una introyección
insuficiente de la imago materna, que viene a reforzar el movimiento
retrógrado. Ahora bien: esta situación general, idéntica, en cuanto a su
significación inconsciente, a la del caso anterior, se modifica poco a poco en
el curso de la enfermedad de la madre, como si el proceso de diferenciación
pudiera, al fin, reanudarse sin poner en peligro la existencia misma del
objeto. Este puede ser agredido pero no destruido, puede desaparecer y
reaparecer. Subsiste más allá de la ausencia. Esto explica la súbita abertura
de la estructura bidimensional hacia la profundidad del espacio, donde los
objetos dibujados reflejan la distancia puesta por el niño entre él y ese otro
que es la madre.
17
Véase Freud, A., Normality and pathology in childhood, Londres, Hogarth Press, 1966; trad. al francés,
Le normal et le patbologique chez l'enfant, París, Gallimard, 1968.
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La teoría
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Además de la introducción del punto de vista genético, que no se debe confundir con la psicología
genética, la historia misma del concepto de espacio proporciona una segunda consideración
«relativista». Mitológica o filosófica en la Antigüedad y hasta el siglo XVII, a pesar de algunos audaces
teóricos solitarios, la esencia del espacio parecía residir en la particularidad de ser una «superficie».
La tercera dimensión, que con Newton se desembarazó por vez primera del imperio del concepto
cartesiano de extensión, cuantitativa, es una adquisición reciente cuya justificación filosófica (se trata de
la teoría del espacio absoluto) debía aguardar la «revolución copernicana» de Kant. Véase Jammer, M.,
Concepts of space, Nueva York, Harper, 1960.
Este argumento vale, mutatis mutandis, para el espacio pictórico y la formación de la perspectiva
racional en profundidad, cuya teoría fue elaborada recién en el siglo xv por Alberti. Véase Ten Doesschate,
G., Perspective, Nieuwkoop, De Graaf, 1964, y Merleau-Ponty, M., L'oeil et l'esprit, París, Gallimard,
1964.
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Véase nota 31.
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justo antes del sexto año de vida; período fecundo si los hay, puesto que
permite seguir las vicisitudes de un acontecimiento capital, que influyó en
toda la evolución del niño.
Al año y medio, este niño, que no mostraba un desarrollo precoz en
ningún sentido, era capaz de pronunciar algunas palabras y de servirse de
cierto número de sonidos comprensibles para las personas de su entorno. Era
dócil, sabía dominarse, se le había enseñado a respetar las prohibiciones pa-
ternas y jamás lloraba cuando la madre, a la que estaba muy apegado, lo
abandonaba por varias horas. Pero este niño «juicioso» tenía la manía de
recoger los pequeños objetos que estaban a su alcance para arrojarlos lejos
de sí, mientras profería con expresión interesada y complacida un prolongado
sonido «o-o-o-o» (fort, «¡fuera!»). Este juego de «desaparición» o de
«partida» que practicaba con objetos se concretó de la forma más
significativa en la siguiente situación.
El niño tenía un carrete de madera, atado a un hilo, que arrojaba con
gran habilidad sobre su cuna, teniéndolo sujeto por el extremo de la cuerda.
Lanzaba entonces su «o-o-o-o» y tiraba luego del hilo, saludando la aparición
del carrete con un alegre «da» («¡acá!»). Se trataba, pues, de un juego com-
pleto de desaparición y reaparición, relacionado con el desgarramiento que
debía experimentar cuando dejaba partir a la madre sin protestar.
En la renuncia a la satisfacción instintiva inmediata, bajo la forma de
dominio voluntario, reside indudablemente el resorte oculto de esta actividad
lúdica. En consecuencia, el juego del carrete admite tres interpretaciones
diferentes y complementarias. Es posible ver en él, ante todo, una forma de
consuelo fantaseado, puesto que es el niño mismo quien pone en escena
objetos capaces de «partir» y «regresar» según los caprichos de su fantasía.
Es difícil comprender entonces cómo una experiencia tan penosa en sí (la
desaparición de la madre) puede repetirse con arreglo al principio del
placer, tanto más cuanto que el «fort» se produce más a menudo que el
«da», y que en ese caso el displacer no es mitigado por el retorno del objeto
que el niño hace desaparecer y, sin embargo, desea volver a encontrar.
La segunda interpretación hace hincapié, sobre todo, en el componente
agresivo anal y en la necesidad de dominio que lo acompaña, responsables
uno y otra de que la pasividad realmente sufrida se trasforme en actividad
en el plano del juego. «El niño representaba un papel pasivo, recibía una
vivencia; pero ahora adopta un papel activo repitiendo lo mismo, a pesar de
que es penoso para él, como juego». 20 En esta observación se discierne un
motivo diferente, que constituye el tema de la tercera y última
interpretación. ¿No será el juego del carrete la expresión de un deseo de
venganza que el niño, abandonado por la madre, tiene derecho a
experimentar? En este caso, sería un desafío: «Y bien, te puedes ir. ¡No te
necesito! ¡Soy yo mismo quien te echa!». 21 Sea como fuere, llama la atención
que ninguna de las interpretaciones propuestas sea capaz de zanjar esta
cuestión fundamental que toca muy de cerca la problemática de las pulsiones
de muerte. ¿La experiencia penosa se reitera en el juego por un proceso de
repetición primaria, independientemente de cualquier búsqueda de placer,
o, por el contrario, la repetición se rige por la búsqueda de un placer que
deriva de un instinto autónomo de dominio?
20
G.W., XII, pág. 13 (Más allá del principio del placer).
21
Ibid.
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25
GW., II-III, págs. 463-64 (La interpretación de los sueños).
26
G.W., XII, pág. 14.
27
Ibid.
28
Ibid., pág. 12.
29
Ibid., pág. 13.
31
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30
Esta descripción no deja de evocar el proceso que Winnicott sitúa en el origen de los «objetos
transicionales», los cuales solo se corporizan en el mundo exterior ¡porque la madre fue previa
mente introyectada como pecho bueno. (Por lo tanto, el objeto transicional puede reemplazar al pecho
«externo», pero de manera indirecta reemplazando a un pecho «interno».) Véase 'Winnicott, D. W.,
«Transitional phenomena», Yearbook of Psychoanalysis, 10, 1954.
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asimila al niño que él es, ya que arroja el carrete a su propia cuna. En suma,
el niño está «aquí» y «allá» a la vez, en la cuna y afuera, lo que determina
un estado de cosas muy complejo, que podríamos resumir en estos
términos.
De donde:
Carrete = Niño
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B, así como el carácter cíclico del juego del carrete, sustentado por la doble
identificación del niño con la madre ausente y presente.
Sin embargo, conviene hacer notar que las dos situaciones que
acabamos de analizar corresponden exclusivamente al primer momento del
juego en que se afirma el propósito de hacer desaparecer el carrete («fort»).
Al interrumpir el juego en este estadio, como lo hace a menudo, el niño
busca adueñarse de la situación identificándose con la madre e iden-
tificándola a ella con él. De este modo, la ausencia materna es doblemente
negada («Mi madre no me abandona», «Yo no soy abandonado por ella»).
Más adelante veremos la importancia de esta doble negación para el
problema de la constitución del objeto imaginario.
34
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Puede sorprender la interpretación según la cual el juego del carrete desemboca en la problemática
del espacio. No obstante, después de haber analizado largamente este ejemplo, Freud habla de un
«tema que merecería ser tratado de la manera más radical» (G.W., XIII, pág. 27): ¡se trata,
precisamente, de la teoría kantiana del espacio y del tiempo! Esto basta para demostrar que la
interpretación que proponemos no altera el texto. Por otra parte, es notable que, para demostrar que el
espacio es una simple forma de nuestra intuición sensible, Kant invoque la paradoja de las imágenes
especulares idénticas a los objetos, pero que no coinciden con ellos. «¿Puede haber algo más semejante,
más enteramente igual a mi mano o mi oreja, que su imagen en el espejo? Sin embargo, no puedo sustituir
la imagen primitiva por esta mano vista en el espejo, ya que, si era mi mano derecha, en el espejo
aparece una mano izquierda, y la imagen de la oreja derecha es una oreja izquierda .que de ningún modo
puede sustituir a la otra [... ] Por eso, no se puede hacer entender la diferencia de las cosas semejantes
e iguales y, empero, no coincidentes (p. ej., las volutas inversamente enroscadas) por medio de un
concepto, sino únicamente por medio de la relación con la mano derecha y con la mano izquierda, que
descansa en la intuición». Prolégoménes, a toute metaphysique future, París, Vrin, 1965, págs. 48-49.
Acerca del papel del cuerpo propio en la intuición filosófica del espacio, véanse las Conclusiones de esta
obra.
32
Esta es una crítica implícita a la teoría fenomenológica de lo imaginario. En efecto; desde el punto
de vista psicoanalítico, lo imaginario comienza allí donde Sartre lo ha dejado: la imagen de Pedro no es,
contrariamente a la tesis expuesta en L'imaginaire, Pedro en imagen, ni el objeto de la imagen dado a la
conciencia una vez por todas. Dicho de otro modo, el ser de la conciencia no es la conciencia del Ser:
«Hemos visto que ni la creencia, ni el placer, ni la alegría pueden existir antes de ser conscientes; la
conciencia es la medida de su ser.. .». L'étre et le néant, París,
Gallimard, 1943, págs. 117-18. Es significativo, por otra parte, que el único caso que Sartre omite
considerar, orientado como lo está hacia la conciencia imaginante, sea aquel donde el andogon no
representa algo exterior, sino el sujeto mismo (sin que él lo sepa, evidentemente). Más adelante veremos
las consecuencias que trae aparejadas esta concepción en lo que concierne al problema del espacio
imaginario. Véase la nota 50.
33
Doble identificación estructurante que, sin embargo, se dibuja en negativo en una joven esquizofrénica:
«Mi madre no me quiere» —dice—. «Se aferra a mí como yo 'me aferró a ella [... ] Mi padre no se da
cuenta de que yo no soy yo misma. Al identificarme con mi madre, yo no soy yo prisma y ella tampoco es
ella misma».
34
G.W., XII, pág. 12.
35
Véase pág. 48.
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Dialéctica, y no solamente gradual, como dijo Ferenczi, puesto que aquello que se modifica por la
influencia de lo real, lejos de desaparecer, se conserva en el inconsciente con esta forma modificada. De
aquí lo Que él llama, no sin cierto toque de humor, «la megalomanía casi incurable del ser humano».
Cf. Ferenczi, S., «Le développement du sens de la réalité et ses stades», Psychanalyse, París,
Payot, 1970, vol. II.
37
Freud no describe en esos términos este tercer momento dialéctico. Sin embargo, acerca de dos
puntos esenciales (la actividad fantaseada se prolonga en el ensueño y el placer diferido por las
consideraciones de la realidad), subraya la tenacidad del placer frente a lo real. Empero, no aborda la
clase de relación que vincula lo imaginario con lo real allí donde lo imaginario no deja de prevalecer. A
fin de llenar esta laguna he dado a la teoría freudiana la interpretación que se acaba de leer, sin la
cual no se comprendería nunca, independientemente del papel tardío y limitado que se adjudica a la
censura, que el sueño deba tener, por necesidad interna, un contenido manifiesto. Toda la
metapsicología del sueño depende de ello.
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38
G.W., VIII, pág. 234 (Los dos principios del suceder psíquico).
39
«La asunción jubilosa de su imagen especular por ese ser sumergido aún en la impotencia motriz y
en la dependencia de la crianza que es el hombrecito en el estadio infantil nos parecerá manifestar,
por consiguiente, en una situación ejemplar, la matriz simbólica en la que el yo se precipita en una
forma primordial, antes que se objetive en la dialéctica de la identificación con el otro y que el lenguaje
le restituya en lo universal su función de sujeto» (las bastardillas son mías). Lacan, J., «Le stade du miroir
comme formateur de la fonction du Je», en Ecrits, París, Seuil,
1966, pág. 94.
40
En el plano biológico, el espejo constituye un erzats experimental y, por lo tanto, accidental, destinado a
materializar para la langosta o la paloma, puesto que de ellas se trata en la teoría lacaniana, la presencia
de un miembro de la misma especie. Es esta presencia visual simulada, y no la imagen especular de sí,
lo que actúa como factor de maduración. En efecto: privado de reflexión, el animal no se aprehende
como es; aprehende a otro en su puesto y lugar.
41
Esta no es universal; no existe en otras culturas que aquella que permite a Wallon, por ejemplo,
describir sus coordenadas. Lo universal es, en cambio, la relación madre-hijo; el niño encuentra al nacer,
dice Michelet, una madre que se encarga inmediata mente de él. Véase Wallon, H., Les origines du
caractere chez l'enfant, París, PUF, 1949, pág. 171 y sigs.
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Segunda parte
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El espacio de la percepción
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Por su poder oculto y sin límites que alcanza los objetos más
inaccesibles, el gesto puede, cuando ello es necesario, crear una presencia
tan próxima y palpable como cualquier otra realidad material. Volveré a
considerar la significación que conviene dar a este conjunto de hechos.
46
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59
Ibid., pág. 121.
60
Ibid., pág. 144.
47
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48
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65
Ibid., págs. 183-84.
66
Ibid., pág. 14.
67
Cf. Laurendeau, M. y Pinard, A., Les premieres notions spaliales de l'enfant. Examen des bypothéses de
]ean Piaget, Neuchátel, Delachaux, 1968.
68
Piaget, J., op. cit., pág. 130.
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frota como si fuera jabón y después elige con acierto entre cuatro
modelos, pero luego elige igualmente la elipse para el triángulo, del cual
explora una parte del contorno, frotando las puntas contra la palma de su
mano. Dice que el triángulo es "algo plantado", y cuando tiene de nuevo la
elipse entre las manos repite: "Es también algo plantado", golpeando
contra uno de sus extremos.
»Al principio asimila al círculo el semicírculo que debe identificar;
luego lo reconoce, después de haber apoyado el dedo en una punta y a
continuación en la otra. »Un anillo: Ani introduce el dedo en la abertura y la
reconoce enseguida. Distingue como lleno el círculo de las mismas
dimensiones. Reconoce igualmente el medio anillo (abierto), después la
superficie irregular atravesada por un agujero, luego la superficie con dos
agujeros y, por último, dos anillos entrelazados (que distingue de dos anillos
separados)».69
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la mirada y con la mano, rodear, separar, acercar, arreglar.74 Son otros tantos
acontecimientos corporales destinados a borrarse tras la realidad que hacen
nacer.
Por consistir en acciones concretas que se refieren a objetos que no lo
son menos, «las operaciones constructoras del espacio» —observa Piaget—
«son de carácter infralógico y no lógico (esto en modo alguno excluye,
huelga decirlo, que entes espaciales puedan someterse a operaciones
lógicas)».75 La actividad sintética de la inteligencia debe partir de la intuición
sensible y vuelve a ella a lo largo de su elaboración. Al mismo tiempo, la
inteligencia modela lo percibido, que a su vez confiere a las operaciones
abstractas su peso de realidad. Más acá de toda axiomatización, algo
persiste, irreductible, de este origen en el que se hace sentir la presencia
opaca del cuerpo propio. Así se explica la paradoja de una «cantidad
intensiva» subyacente en las operaciones constitutivas del espacio topológico,
que «son espaciales sin ser matemáticas».76 La aparente contradicción da la
medida de lo que, pasando por el cuerpo propio, lleva para siempre su
impronta indeleble.
Teniendo en cuenta este origen que tiende a hacerse olvidar, el
espacio se define como «la actividad misma de la inteligencia, en tanto esta
coordina los cuadros exteriores unos con otros».77 Pero esta coordinación no
deja de acompañarse por una «desubjetivación» progresiva de los procesos
formadores del espacio, alternativamente «prácticos», «subjetivos» y
«objetivos». «En suma, la desubjetivación y la consolidación correlativas del
espacio consisten en una eliminación gradual del egocentrismo inconsciente
inicial y en la elaboración de un universo dentro del cual se sitúa en fin de
cuentas el sujeto mismo». 78
Esta evolución, en cuyo trascurso la experiencia sensorial pasa por
trasformaciones cada vez más complejas, reposa enteramente en la existencia
de unidades primordiales, estructuradas y estructurantes: los esquemas.
Estos «constituyen simultáneamente especies de conceptos motores
susceptibles de disponerse en juicios y razonamientos prácticos, y sistemas de
relaciones que permiten una elaboración cada vez más precisa de los objetos
mismos a los que se refieren estas conductas».79 El esquema, concebido
según el modelo del reflejo, es «una totalidad organizada que tiene la
propiedad de conservarse funcionando y, por consiguiente, de funcionar
tarde o temprano por sí misma (repetición), incorporando a ella los objetos
favorables a este funcionamiento (asimilación generadora) y discriminando
las situaciones necesarias para ciertos modos especiales de su actividad
(reconocimiento motor)».80 Al especificarse dentro de un campo de actividad
cada vez más extenso, los esquemas se modifican y modifican la imagen que
el sujeto se forja del mundo exterior.
Por otra parte toda evolución de la vida psíquica está gobernada por
dos procesos que actúan en sentido inverso y tienden hacia un equilibrio
74
Ibid., pág. 60.
75
Ibid., pág. 543. Véase Piaget, J. y otros, L'épistémologie de l'espace, París, PUF, 1964, pág. 11.
76
Piaget, J. e Inhelder, B., op. cit., pág. 546.
77
Piaget, J., op. cit., pág. 185.
78
Ibid., pág. 186.
79
Ibid., pág. 84.
80
Piaget, ]., La naissance de l'intelligence chez l'enfant, Neuchátel, Delachaux, 1970, pág. 39. Cf. Flavell,
J. H., The developmentd psychology of Jean Piaget, Princeton, D. Van Nostrand, 1967, pág. 52 y sigs.
52
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81
Piaget, J., La naissance..., op. cit., pág. 12. Ibid., pág. 13.
82
Ibid., pág. 13.
83
Piaget, J., La construction..., op. cit., pág. 189.
84
Ibid., pág. 312.
85
Ibid., pág. 183.
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que oculta a ese otro que se sitúa un poco más lejos y que el niño puede
alcanzar por medio de una serie de desplazamientos. Es también ese
espacio que se crea a partir de los gestos de manipulación, los trazos
interrumpidos y recomenzados, y los diversos movimientos de exploración.
Es, sobre todo, el «otro» que el niño reconoce y a través del cual se
reconoce a sí mismo. Es cierto que en el interior de esta totalidad que no
resulta de una suma de reflejos fragmentarios es lícito distinguir, en el plano
del análisis clínico, «esquemas motores expresivos».93 Inversamente, es
imposible alcanzar al sujeto en su realidad corporal inmediata si no se
empieza por postular en el origen, bajo la forma más rudimentaria que
exista, que el cuerpo propio posee una unidad y que esta proporciona a la
representación su condición a priori. Sin embargo, esta condición solo podría
deducirse a posteriori.
Ello explica que las figuras geométricas puras que los niños dibujan a
pedido del experimentador estén saturadas, en el más alto grado, de
vivencia corporal. «Así» —observa Piaget—, «el círculo está representado en
forma de una curva cerrada, sin regularidad métrica, pero los cuadrados y los
triángulos no se diferencian del círculo, es decir que están igualmente
representados por curvas cerradas que llevan solo a veces algunas
indicaciones simbólicas (filamentos que salen del círculo para representar los
ángulos, etc.)».94 ¡Se trata, curiosamente, del esbozo de un renacuajo! De
manera análoga, el dibujo del rombo pasa también por extrañas meta-
morfosis: «En el nivel intermedio entre los subestadios I-B y II-A, el rombo
adquiere ángulos y lados rectilíneos, pero sin que pueda determinarse aún la
inclinación de estos: se confunde, entonces, sea con los cuadrados o
rectángulos, sea con los triángulos. Pero tanto el ángulo agudo cuanto las
inclinaciones determinadas por él son indicadas de diversas maneras: un
segmento de recta que forma un ángulo de 45° desde una de las puntas del
cuadrado, o un triángulo (pico, sombrero, etc.) apoyado sobre el cuadrado;
o bien los ángulos obtusos son los que están señalados en forma de
pequeños triángulos o aun de curvas (orejas, etc.) a ambos lados del
cuadrado o del rectángulo».95 Lo que, desde cierto punto de vista, parece así
una torpe tentativa de compensar, por medio de agregados más o menos
afortunados, una «incapacidad sintética» fundamental, demuestra ser,
cuando se lo examina, el índice de un proceso de proyección que trasforma
estos objetos en otras tantas imágenes del cuerpo. Lo esencial se disfraza,
una vez más, con accidentes marginales. La introducción del concepto de
proyección sensorial permitirá, además, comprender mejor el
encadenamiento genético de las diferentes formas de organización espacial.
Sin duda, Piaget concibe este encadenamiento como un proceso continuo en
el curso del cual las estructuras se implican, se complican y se jerarquizan,
el espacio topológico engendra el espacio proyectivo, y este el espacio
euclidiano. La misma descripción es válida para la génesis del objeto, que
del simple fenómeno regido por la omnipotencia de la magia toma
progresivamente sus distancias con respecto al sujeto, convirtiéndose en
otro para poder ser él mismo (fórmula igualmente aplicable al sujeto). En
93
Véase Sami-Ali, Le hascbisch en Egypte. Essai d'anthropologie psychandytique, París, Payot, 1971,
pág. 124.
94
Piaget, J. e Inhelder, B., op. cit., pág. 78; las bastardillas son mías.
95
Ibid., pág. 97; las bastardillas son mías.
55
El espacio imaginario M. Sami-Ali
consecuencia, todo ocurre como si, siendo lineal la evolución, los primeros
esbozos que sirven para la construcción de lo real debieran desaparecer,
una vez acabada la síntesis final. Sin duda, se puede comprobar, acá y allá,
la presencia de ciertos «residuos»96 de estadios anteriores, una «confusión»97
entre dos niveles diferentes de organización, y aun movimientos de regresión
que llegan hasta el egocentrismo integral de los «grupos subjetivos».98 Pero
esta verificación no deja de estar afectada por un signo negativo, por cuanto,
según Piaget, no constituye la regla, sino la excepción.
Y, sin embargo, es una regla lo que se entrevé en estos
acontecimientos de los cuales se destaca su carácter aberrante. He aquí su
enunciado: las formas primitivas del espacio y del objeto, al mismo tiempo
que dan nacimiento a estructuras orientadas hacia lo real, permanecen
intactas en el inconsciente. El inconsciente, es decir, la realidad psíquica
primordial, y no esta sombra sin consistencia que, según sostiene Piaget, está
destinada a ceder ante la claridad definitiva de la inteligencia operatoria. Por
consiguiente, hay a un tiempo superación y conservación, 99 así como un
juego dialéctico que se instaura entre los niveles consciente e inconsciente
de la experiencia del espacio. Se llega, de este modo, a la conclusión
formulada al final de la primera parte, pero este rodeo habrá permitido, al
plantear la primacía genética de la topología con relación a la geometría
proyectiva, dar a los resultados de nuestra investigación una base más
amplia. Sin embargo, la psicología no podría comprender que una relación
topológica, como la inclusión, pueda a la vez ser recíproca.
96
Piaget, ]., La construction..., op. cit., pág. 314.
97
Ibid., pág. 315.
98
Ibid., pág. 320.
99
¿La omnipotencia del pensamiento infantil es tan ajena al proyecto científico empeñado en reducir
el conjunto de la realidad a sus coordenadas racionales? ¿El solipsismo de las edades tempranas (el
egocentrismo, si se quiere) no fundamenta el idealismo crítico, al que Piaget parece adherir a través de
las tesis de Léon Brunschwig (véase La construction..., op. cit., nota 1, pág. 160) y según el cual «el
mundo es mi representación»? Es la conciencia
trascendental que habla, o, dicho de otro modo, la inteligencia de la psicología genética a la que
incumbe la misma tarea de construir la imagen del mundo.
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El espacio de la fantasía
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Figura 1
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Observación 1
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El espacio imaginario M. Sami-Ali
Observación 2
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Figura 2
62
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63
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Con la mano derecha poco segura traza una línea vertical (el tronco), y
empieza a representar las ramas con pequeñas líneas apretadas que
quieren ser simétricas pero se curvan hacia un costado. Esta particularidad
se debe al balanceo que Hannouna, absorta en una actividad cercana a la
ensoñación, imprime a todo su cuerpo y sobre todo a su pierna izquierda, y
que arrastra en su movimiento a la mano con la que dibuja. Por eso el árbol
parece una proyección espacial del cuerpo propio a la vez simétrico y asi-
métrico, fijo y animado, y recorrido de un lado a otro por un ritmo lento,
curvilíneo y repetitivo.
Empero, Hannouna, súbitamente liberada del peso de la realidad, da
vuelta la hoja, colocándola en posición vertical, y dibuja con trazo más
amplio algo que recuerda a un árbol por su estructura simétrica: «Un frasco
para suero terminado en una aguja» ( b ) . La joven recuerda, en efecto,
haber visto este ramificado dispositivo sobre una mujer que acababa de tener
un aborto; luego, y sin transición, cambia nuevamente la orientación de la
hoja y dibuja un «niño» (c) cuyo cuerpo lleno 1 contrasta dramáticamente
con los grandes ojos redondos y vacíos como una boca hambrienta. Da vuel-
ta la hoja de nuevo, dibuja un «racimo de bananas» (d) y una «vid» ( e ) , y,
volviendo a la posición anterior, un «animal» (f), «sapo» o «lobo», que divisó
un día en pleno desierto estando en compañía de su hermana.
Una imagen animada de una intención cómica viene a romper,
finalmente, esta serie de dibujos cercanos al cuerpo y. a sus efectos.
Cambiando el color azul por un anaranjado brillante, Hannouna dibuja en
toda una hoja (g) la casa de una famosa pareja de actores, una enorme
harpía y su minúsculo y grotesco marido (irrisoriamente llamados «Dama
Frágil» y «Monseñor León»), y coloca en ella, como en un rincón del
comedor, una mesa y dos sillas.
Retomemos desde el punto de vista del espacio imaginario los
elementos sucesivos de esta observación. Es notable, aparte de un
contenido simbólico que depende directamente del conflicto oral, que todas
las figuras sean trasposiciones del motivo original del árbol, él mismo
proyección inmediata del cuerpo propio erotizado. Por consiguiente, objetos
y personas, llevados por una actividad fantaseada cercana al sueño, son
creados a partir de una realidad corporal primordial que define la relación de
estar, a la vez, dentro y fuera: frutas (bananas) que invitan a que se las
coma, niño expulsado del vientre de la madre (aborto), lobo que amenaza
con devorar, esposa (madre) que devora a su marido (padre), comedor
visible en el interior de la casa, como si el lugar en que se absorbe el
alimento fuese a su vez absorbido. Estamos, pues, en presencia de una serie
indefinida de lugares imaginarios que ponen en marcha una sola y misma
relación de inclusión recíproca y que descansan en la identificación del
continente y el contenido, por una parte, y de lo grande y lo pequeño, por la
otra. De ahí una estructura espacial sin profundidad, que coincide con la
superficie de la hoja y que gira, a medida que se despliega, alrededor de un
centro invisible. Recordemos que son estos los rasgos característicos del
espacio imaginario considerado en su forma más arcaica.
Empero, la prevalencia de las fantasías de oralidad caracterizadas por
el deseo y la angustia de ser alimentado deja aparecer, en una situación
trasferencial ejemplar, una problemática edípica a la cual el padre frutero
agrega un matiz simbólico. Esto es confirmado, entre otros, por el siguiente
64
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Observación 3
65
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Figura 3.
66
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Observación 4
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El espacio imaginario M. Sami-Ali
Figura 4
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El espacio imaginario M. Sami-Ali
Observación 5
69
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Figura 5
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El espacio imaginario M. Sami-Ali
Observación 6
71
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Figura 6
72
El espacio imaginario M. Sami-Ali
A Adleia le resulta difícil usar el lápiz. Por eso, en lugar del edificio que
debe representar, modifica el escorpión para convertirlo en una «alfombra»
(e). «Es poca cosa, pero esto debe bastar», dice. No obstante, es
extraordinario que a pesar de sus insuficiencias técnicas haya sabido
conservar la hoja en su posición vertical primitiva y orientar el espacio de la
representación sin vacilaciones. Señal de dominio, sin duda, que es capaz de
ejercer dosificando sus confidencias y sus disimulos. Al estar conmigo, no
obstante, vuelve a vivenciar la misma frustración, el mismo desencanto, la
misma experiencia emponzoñada y emponzoñante que caracteriza en
profundidad su comercio con los hombres. Opone al símbolo fálico
«serpiente» —de todos ellos, el más cargado de angustia— ese prototipo de
la mujer malévola e intrigante «escorpión», cuyo equivalente en el dialecto
egipcio es utilizado en este sentido casi siempre en femenino («akraba»).
De aquí, tanto en el plano trasferencial como en el sueño de la
serpiente, esta actitud, que consiste en no vacilar ante el agresor con el cual
uno ¡se identifica.
La ausencia de la figura humana no es aquí obra de alguna debilidad
motriz de Adleia, sino el signo de su dificultad fundamental para estar en su
cuerpo, puesto que ella lucha contra los hombres. El vacío que aparece en
varias partes de la hoja, cargado de sobrentendidos, delata negativamente
este trasfondo que se oculta a las miradas.
Por último, existe una conexión entre la verticalidad del espacio
gráfico y el control intelectual que Adleia ejerce con humor: tanto en uno
como en otro caso, la parte de «arriba» del cuerpo propio es catectizada en
detrimento de la parte de «abajo».
Observación 7
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Figura 7
74
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Observación 8
75
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Figura 8
77
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Observación 9
101
Rank, O., Don Juan et le double, París, Payot, 1973, págs. 86-87.
78
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Figura 9
79
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El espacio imaginario M. Sami-Ali
Observación 10
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Figura 10
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Observación 11
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Figura 11
Figura 12
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El espacio imaginario M. Sami-Ali
Observación 12
Observación 13
85
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103
Este proceso determina, por otra parte, la relación de Nathalija con el «aparato de perseguir» en la
observación clásica de Tausk, V., «On the origin of the "influencing machine" in schizophrenia»,
Psychoanalytic Quarterly, 11, 1933.
86
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Figura 13
87
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Observación 14
En los dibujos que Nawal ejecuta con sentido del humor se observa el
mismo proceso de proyección geométrica del cuerpo propio. El primero
representa a «una guardiana de la cárcel» [figura 14(a)], que asimila a su
propia madre. La intención de venganza es evidente en esta cara
exageradamente redonda, salpicada de mechones de pelo y apoyada sobre
dos piernas filiformes. Aparece después la imagen de un «hombre» (b): un
falo encima del cual hay un rostro barbudo. El equívoco en cuanto al sexo
de la persona se introduce cuando Nawal empieza a adornarla con largas
pestañas y pendientes. Escudándose en lo cómico, en realidad apunta a la
madre como al padre, de los cuales Nawal ignora hasta la existencia.
Sin embargo, un detalle atrae mi atención: ¿Qué significan esos
ligamentos terminados en pequeños redondeles que cuelgan de esta figura
sexualmente ambigua? ¡Son, explica Nawal, dedos con uñas! Como se han
suprimido las manos y los brazos, los dedos parecen salir de la cara.
Empero, por insólito que sea, el dibujo sorprende por su carácter literal:
¿No es la reproducción textual de la imagen del cuerpo mientras se
efectúa el acto de dibujar? ¿Y qué se ve cuando se dibuja con una mano y se
tiene la hoja con la otra, sino los diez dedos que rodean a un rostro invisible
proyectándose delante del sujeto para constituir su campo de visión?
Es esta percepción inmediata la que el dibujo concreta en una extraña
imagen en que vienen a coincidir lo más manifiesto y lo más oculto.
Al tomar el atajo del cuerpo propio, lo fantaseado se une a lo real.
El espacio de la fantasía se presenta bajo dos formas complementarias.
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Figura 14
89
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90
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106
Luquet, G.-H., op. cit., págs. 134-35.
107
Ibid., pág. 153.
91
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92
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109
Ibid.
93
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110
Ibid.
94
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asociadas con el dolor de muelas son las que se convierten ahora en el lugar
en que se despliega la extraña fantasía. La alusión al acto de mamar, por el
cual el niño ingurgita un líquido que tiene la misma temperatura que la boca,
revela el origen precoz de las imágenes así reactivadas. Estas imágenes
describen un movimiento circular al final del cual el sujeto se reúne con el
espacio de afuera, al mismo tiempo que está rodeado de una cosa que ya no
está limitada por nada.
111
Ibid.
95
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96
El espacio imaginario M. Sami-Ali
115
Ibid.
116
Ibid.
117
Lewin, B., The psychoanalysis of elation, Londres, Hogarth Press, 1951, pág. 129 y sigs.
118
Lewin, B., «Sleep...», op. cit.
119
Véase pág. 20 y sigs.
97
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98
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125
Ibid., pág. 197. Por medio de esta distinción, Lewin procura evitar la contradicción, señalada por Rado,
que consiste en afirmar, por una parte, que la pantalla del sueño «es el dormir mismo» y, por la otra,
que «la sobrecatectización de la pantalla del sueño o de su equivalente se correlaciona con el deseo
primitivo de dormir y de reunirse con la madre» («Reconsideration...», op. cit.). En efecto: teniendo en
cuenta esa sobrecatectización, el deseo de dormir no debe conducir a crear una imagen del dormir,
aunque estuviera reducida a una pantalla uniforme, sino al dormir efectivo sin imagen.
Al adoptar la solución de compromiso propuesta en el texto (la pantalla del sueño es la «fantasía» del
dormir, no el «dormir real»), la finalidad de todo el proceso desaparece, puesto que apenas se
comprende por qué, a priori, el hecho de dormir debe estar representado en el sueño.
126
Ibid.
99
El espacio imaginario M. Sami-Ali
relatado, se extiende bajo sus ojos como «un tapiz o un boceto»,127 pero
que, súbitamente, en el momento en que quiere iniciar el relato, se enrolla
sobre sí mismo, se aleja y desaparece por el otro extremo del campo
perceptivo. ¿Hay algo más natural, teniendo en cuenta nuestro modo de
percepción corriente, que aplicar a este conjunto de fenómenos el esquema,
tan explícito, de una proyección de imágenes sobre la pantalla? En el
discurso que se debe descifrar, todo se presta maravillosamente: la
distancia entre el sujeto y su sueño, la inscripción de las imágenes del sueño
en una superficie cuasi material, el hecho de que el soñador, convertido en
espectador, ve huir ante él el espectáculo. Pero todo esto, aislado de la
problemática general a la que remite, es un engaño, puesto que es
imposible comprender la experiencia del sueño en el espacio sin la otra
experiencia, complementaria, del espacio en el sueño. Por lo demás, es lo
que Lewin trata de hacer. «Un segundo sueño de la misma paciente» —
escribe— «nos ofrece otra apreciación de la pantalla del sueño. Ha soñado
con un enorme armazón de ballenas de acero que aparece entre ella y el
paisaje. En el análisis se demostró que este armazón representaba el marco
metálico de la almohadilla que usaba su madre después de la ablación de
los pechos. La operación se realizó cuando. la paciente tenía siete años, y
buena parte de su análisis giraba en torno de ese intervalo de tres años
que se inicia con la operación y termina con la muerte de la madre. La
paciente había sufrido una amnesia excepcionalmente tenaz para todo
cuanto se refiriera a la madre durante esos tres años. Su vida onírica, en
cambio, se centraba casi exclusivamente en ese lapso, de suerte que cuando
olvida su sueño —puesto que este se enrolló sobre sí mismo alejándose de
ella— se ha cumplido el deseo de evitar y olvidar el tema de la madre, así
como el del pecho».128
Por lo tanto, de objeto parcial proyectado en el espacio («tapiz» o
«boceto»), el pecho se trasforma en un inmenso objeto coextensivo con el
paisaje, que contiene y envuelve al sujeto mismo, tendiendo uno a lo
infinitamente pequeño a medida que el otro se aproxima a lo infinitamente
grande, y viceversa. Esta singular experiencia del espacio, en la que sujeto y
objeto son simultánea y absolutamente diferentes e idénticos, es la que
sustenta a la vez la producción onírica y la situación trasferencial. Por eso,
cuando el sueño surge en la trasferencia con la forma tangible de una
pantalla, asistimos a la metamorfosis de la estructura fundamental del
espacio y no, como lo entiende Lewin, a un incidente que se produce sin otra
modificación dentro del marco perceptivo habitual: el espacio de tres
dimensiones. En realidad, la pantalla del sueño, desde el momento en que
se vuelve perceptible, señala el retorno a una organización bidimensional del
espacio, tanto real como onírico. Esta es la razón por la cual, en la
variedad de sueños que consigna Lewin, se anula toda distancia entre el
sujeto y la pantalla, así como la tercera dimensión deja de existir allí donde
la paciente empieza a «mirar» su sueño proyectado frente a ella. Proyección
que se opera en un espacio imaginario estructurado en función de la relación
adentro-afuera. Por eso, cuando el sueño se aleja y desaparece («Se
enrolló lejos de mí»), esto no implica de ningún modo un distanciamiento
del objeto, sino simplemente su absorción por el espacio asimilado a una
127
Lewin, B., «Sleep...», op. cit., pág. 15.
128
Ibid.
100
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129
Sami-Ali, De la projection. Une étude psychanalytique, París, Payot, 1970, pág. 172 y sigs.
101
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130
Esto corresponde poco más o menos a lo que Schilder denomina espacio del ello, por oposición al
espacio del yo. childer, P., «Psychoanalysis of space», International Journal of Psychoanalysis, 16, 1935.
131
Cf. Schilder, P., «The body image in dreams», Psychoanalytic Review, 29, 1942; Federn, P., «The
awakening of the ego in dreams», en Ego psychology and the psycboses, Nueva York, Basic Books, 1955,
pág. 90 y sigs.
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través de las imágenes del doble impide al espacio del sueño concentrarse
en un solo punto, como lo requiere la tercera dimensión para organizarse.
Sin duda, es en la pesadilla donde se puede captar mejor esta brusca
desaparición de la distancia que separa al sujeto y al objeto, al mismo
tiempo que la reaparición de un espacio enteramente corporal. Perdiendo de
pronto sus distancias, el mundo se hace presente y, a fuerza de acumular
características contradictorias, las cosas sobre las cuales el soñador no tiene
en adelante ningún dominio se vuelven equívocas: cercanas e inaccesibles,
dóciles y rebeldes, familiares e irreconocibles. El más pequeño intervalo no se
puede recorrer por más esfuerzos que se hagan, mientras que se franquean
en un momento distancias inconmensurables. Todo es desmesurado. Sin
embargo, la cualidad de pesadilla por excelencia reside en la imposibilidad en
que se halla el durmiente de distanciarse de sus percepciones y de
desprenderse de una realidad en la cual se ha enviscado poco a poco.
D, víctima de una pesadilla que la hace volver a la casa de su infancia,
está en el cuarto de baño. Bajo la mesa, su perro muerde una pila de
lencería que pertenece a la madre; cerca del perro hay un cachorro vivo y
los restos de otro que acaba de devorar. D advierte, horrorizada, que el
vientre semiarrancado de su perro no es más que un agujero abierto. Al
parecer, el animal fue devorado a su vez. Temiendo correr la misma
suerte, D se despierta cubierta de sudor. El despertar señala, por lo tanto,
el momento en que el sujeto se confunde con un espectáculo que ya no es
capaz de situar como una realidad exterior. Pero, de golpe, la pérdida de la
distancia imprime al espacio una nueva organización regida por la relación
de la inclusión recíproca: devorar, ser devorado por lo que uno ha
devorado y que uno devorará nuevamente ad infinitum.132
De este modo, poniendo en jaque al principio de identidad que exige
que la cosa sea lo que ella es, el sueño, particularmente cuando vira hacia la
pesadilla, revela la no-constancia de los objetos y la no-conservación de las
distancias. Esta determinación enteramente negativa se explica, del lado del
sujeto, por la presencia obsesionante del cuerpo propio en todo el espacio,
lo que excluye que pueda existir —postulado de toda perspectiva real— un
solo y único punto de vista. En ausencia de esta perspectiva privilegiada, el
espacio del sueño es susceptible de convertirse en una extensión cuya
inmensidad sugiere erróneamente la existencia de la tercera dimensión,
mientras que, en forma imprevista, lo infinitamente grande se trasforma en lo
infinitamente pequeño, y viceversa. Esto no se produce sin modificaciones
impresionantes de la imagen del cuerpo.
La siguiente observación hará resaltar la diferencia que existe entre la
ilusión de profundidad y la verdadera estructura del sueño.
105
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106
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133
Según los criterios de la psicología genética, este género de dificultades corresponde a una edad
inmediatamente superior a los 5 años. Como dijo Piaget a propósito de la horizontalidad del agua en
una botella que está inclinada de costado: «En el curso del estadio II, por el contrario, las direcciones
del espacio se determinan en función de la configuración considerada, pero no aún de un sistema de
referencia exterior a ella: por lo tanto, no
hay todavía descubrimiento de la horizontal ni de la vertical». La représentation de l'espace chez
l'enfant, París, PUF, 1948, pág. 452.
134
Sami-Ali, op. cit., pág. 191.
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por un cono divergente». Y como estas dos figuras son la imagen invertida
una de otra, el «encierro» es total dentro de este universo en que se repite
en negativo y en positivo, hasta el vértigo, la misma forma.
Por consiguiente, es imposible «franquear el entorno», pasar más allá
de una superficie deformable capaz de darse vuelta como un «dedo de
guante» para crear la ilusión de alteridad. Pero esta imposibilidad expresa un
prejuicio en el que puede reconocerse un rechazo masivo de lo real: «La
realidad no me conviene» —dice Jean, y agrega—: «En el punto de contacto
entre yo y mi entorno, mi conciencia consiste simplemente en tropezar con
algo». A través de este acto primordial de negación («Nada existe para mí,
pero yo tampoco existo: yo niego todo») se perfila una apariencia de sujeto
y de objeto. Y, sin embargo, el rechazo de la realidad no se limita a la
existencia de los otros, sino que engloba también la presencia corporal del
sujeto, el cual, ante el espejo, se reconoce como otro. «No estoy metido en mí
mismo; por lo tanto, no puedo estar metido en la imagen que veo de mí
mismo. Y, sobre todo, el reflejo me dijo: ¡Ah, otra vez alguien! ¡No quiero!».
El origen de este estado de cosas se remonta a la primera infancia,
cuyo recuerdo no parece haber sufrido los estragos del tiempo. A falta de
una madre «afectuosa», «cariñosa» («Mi madre nunca manifestó ningún
sentimiento hacia mí»), Jean ¡se refugia junto a una niñera que asume admi-
rablemente el rol de madre sustituía. En esa época feliz, el niño «vivaz y
pleno del mundo exterior» se constituye alrededor de esta «imagen de
erección» que Jean llama «mi tótem». Sin embargo, cuando Jean tiene casi 5
años la niñera se va de la casa y deja al niño «como una piedra en caída
libre»: «Nunca he dejado de serlo desde entonces. Era preciso que mi madre
me recuperara en ese momento o inmediatamente antes o después». Sigue
un período de desorganización psicosomática, caracterizado por una serie de
enfermedades graves, que se extiende hasta los 10 años. Entonces se
produce la puesta entre paréntesis de la realidad, para que la ausencia de la
figura materna sea dominada, negándola. Es imposible que se cumpla el
trabajo de duelo si la experiencia sensorial se empeña en volver
imperceptible esa ausencia originaria. Esto explica la impresión de muerte
que se desprende de este mundo petrificado en torno de un vacío que
impidió la constitución de la situación edípica («Era incapaz de
impregnarme de la presencia de mi padre porque yo ya estaba
completamente impermeabilizado»).
Los sueños de Jean, sobre todo al comienzo de su análisis, participan de
esta misma imposibilidad «de imaginar algo que no sea en dos
dimensiones». Las imágenes oníricas, leves, inconsistentes y desprovistas de
densidad, ocupan un «espacio de una o dos dimensiones», como si fueran
«imágenes bajo vidrio». Esta representación plana se trasformará en un
espacio «enteramente en profundidad» a medida que el paciente vuelva a
encontrar, en contacto con el analista, el primer objeto perdido. Desde ese
momento, todo sucede como si, habiéndolo recuperado, el sujeto fuera capaz
de proyectarlo (en el sentido de ponerlo a distancia) sin exponerse al peligro
de verlo desaparecer para siempre. La tridimensionalidad del espacio onírico
concreta la puesta en marcha de un proceso de introyección-proyección
trabado, durante largo tiempo, por la pérdida temprana de la figura materna.
Pero soñar es, igualmente, recobrar un poder ilimitado de imaginación del
que el paciente gozaba cuando la niñera todavía estaba en la casa. La
110
El espacio imaginario M. Sami-Ali
« [ . . . ] Las relaciones con los padres eran siempre una terrible huida,
una presencia mortalmente aburrida, por así decirlo. Por lo tanto, un
rechazo total, porque yo ya no percibía nada. En todo momento intento
evocar a la gente que he conocido en esa época pero me es imposible. No
puedo volver a ver la cara de mi padre, ni la de mi madre. Reconozco quizá
ciertos ruidos, pero soy incapaz de recrearlos, y eso desde siempre.
Entonces, el único lazo directo... estoy ausente del mundo exterior... el
único lazo directo es ciertamente la pintura. Cuando he realizado un dibujo,
de pronto, que ha creado ante mis propios ojos y aun a través de mí mismo
algo1 que me ha parecido real, día sido un choque terrible. Al mismo
111
El espacio imaginario M. Sami-Ali
tiempo, creo que sólo puedo hacer eso en presencia de alguien. Una vez
hice el dibujo de un cuarto donde me encontraba, en X..., Esa vez también
fue una conmoción. Cuando veo pintar un cuadro, me siento atrapado de
golpe por la realidad y pienso "Tengo que hacer esto algún día". . . En mis
garabatos, pongo una hoja de papel en blanco ante mí, y corto la esquina
izquierda; lo que está delante de mí no lo quiero; hago flechitas, pequeños
trazos, cositas. Después, escribir es para mí una mierda. Todo es mierda;
todo es desechable porque sólo me expreso por el rechazo. No sé qué hacer
con todo lo que está ante mí; tengo un velo ante mí, no veo nada. Tengo
la impresión de que este velo se remonta a la época de la partida de mi
niñera. A pesar de todo, tengo un vago recuerdo... Cuando era chico, antes
de esa época, yo soñaba bien, me despertaba temprano. Cuando me des-
pierto temprano después de haber soñado, me siento exactamente como
antes: un verdadero reencuentro. Siento que ya conocí eso; puedo decir
que el choque fue demasiado brutal. Yo seguía corriendo, recordaba
muchas cosas, estaba sumamente impregnado del mundo exterior. Vivía
con eso, llevaba sus huellas...
» [ . . . ] Cuando procuro recordar a mi padre, ¿qué tengo? Un vago
recuerdo de cabriolas, de cerezas en el tren al regresar de. . . cosa, después,
se acabó. Si, cuando miraba por el ojo de la cerradura para ver a mi madre
en el asiento del inodoro, apareció, yo ya no era un chico, pero, ¿qué edad
tenía? ¿Quince años? Cuando estaba en el colegio, pensar que podía perder
a mi padre me hacía llorar; siempre estaba bañado en lágrimas. Por la
noche lloraba en mi cama; era ya la idea de la muerte, la idea de la
ausencia. Toda mi vida consideré a mi padre inmortal porque efectivamente
vivió largo tiempo, pero . .. cuando murió me dije: "Ya está. Se fue al diablo.
Ya no hay nada, no me queda nada"... Había pensado mirarlo, pensaba: "Es
preciso que lo sienta, que me impregne"; era incapaz de dejarme impregnar
porque yo estaba completamente impermeabilizado. Mi madre, es lo mismo;
es inútil que yo me diga: "Mira". Tengo una idea de mi madre, tengo una
idea de mis hermanos y hermanas de antes. . . El único recuerdo que tengo
es la infancia. Después, no sé lo que ha sido' de mí, ya no existo. Para mí
eran modelos antes; luego no eran modelos. Eso se ha esfumado,
desvanecido...
» [ . . . ] Sin embargo, cuando estoy en el baño veo bien, recuerdo bien,
y una vez que he digerido todo eso, ¡bah! Ya no sé, no sé lo que he hecho,
pero... hubo algo... como burbujas de aire que revientan y se acabó...
»[...] Y, finalmente, la ¡dualidad de los esfínteres, es atracarse,
morder, devorar algo o cagar. Atracarse rompe el hechizo, cagar también,
y entre esas dos cosas no hay nada. Es como una especie de fuego artificial
cuyos petardos van en sentido inverso...
» [ . . . ] Entonces, cuando hablo de diábolos, de nudos, de torsiones,
eso expresa que vivo siempre en un túnel cuyo extremo está retorcido. Y
cuando veo que al final puede haber un rostro, es un gran descubrimiento
para mí. En una exposición había un grabado que tenía eso. Reconocí de
pronto que al final del túnel podía haber... El dibujo se presentaba así: se
veía a un hombrecito en un gran túnel, y en el extremo del túnel, en lugar
de una abertura que daba afuera, había una cara. Por lo tanto, al final de
mi túnel puede haber alguien. Eso me parece extraño, porque en realidad
no reconozco a nadie. Sé que puede haber alguien y no puedo tener
112
El espacio imaginario M. Sami-Ali
conciencia de que eso existe... Entre los dos, estoy yo; tengo la impresión
de no estar en mi piel, de querer rajarme: una especie de supositorio que
sale de su cono».
«Hubo una ausencia que no fue recuperada, por otra parte. Hubo una
desaparición que ha implicado físicamente cierto enclaustramiento, un
encerramiento. El hecho de ir a Pasteur, estuve allí mucho1 tiempo, eso creó.
. . lo recreo ahora, lo imagino. Me siento a gusto cuando imagino eso; corres-
ponde a algo. .. Habría tenido que retomarlo antes, enseguida, o a la vez.
Cuando estaba enfermo, ya era demasiado tarde. Por otra parte, a los veinte
años, me enrolé, me enviaron a O. . . En un momento dado, no sé lo que me
dio, fui a casa de una tía y dije que estaba enfermo. Me quedé en cama, me
metí en mi capullo. Finalmente, cuando volví a O... se sorprendieron de que
no hubiera avisado. Lo que quiero decir es que la ausencia, bueno, está
aviada. Pero creo que es importante que yo lo perciba bien. En ese
momento, estoy extraordinariamente bien... Cuando evoco este punto
doloroso, siento un estremecimiento. Tengo ese estremecimiento cuando
trato de evocar una realidad y pienso: "¡Ah!" Veo algo, cierro los ojos y
procuro ver. A veces la imagen puede aparecer, pero esto me atrapa como
si yo fuera... con un reflejo desordenado...».
113
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Tercera parte
116
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La convergencia visual
117
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138
«Recordemos que en la teoría de la perspectiva geométrica la imagen se identifica con el "corte",
en un punto cualquiera de la "pirámide", de los rayos que van del objeto representado al ojo del
espectador. Depende, por lo tanto, de la posición relativa del objeto, del ojo y del corte, o taglio». Klein,
R., La forme et l'intdligible, París, Gallimard, 1970, págs. 281-82.
118
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139
Sami-Ali, Be la projection. Une étude psychandytique, París, Payot, 1970, pág. 217.
119
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140
Freud, S., Inhibition, symptóme et angoisse, París, PUF, 1951, pág. 5.
141
G.W., VIII, pág. 100. (Concepto psicoandítico de las perturbaciones psicógenas de la visión).
142
Freud, S-, Inhibition..., op. cit., pág. 38.
143
Abraham, K., Oeuvres completes, París, Payot, 1966, vol. II, pág. 9 y sigs.
144
Ibid., pág. 33.
120
El espacio imaginario M. Sami-Ali
145
Ibid., pág. 17.
146
Ibid., pág. 19.
147
Ibid., pág. 40.
148
Ibid., pág. 32.
149
Ibid.
150
Ibid.
151
Ibid., pág. 34.
152
Ibid., pág. 26.
153
Ibid., pág. 27. Las intuiciones de Groddeck acuden natural mente a la mente: «Consideremos el
ojo. Cuando ve, es el teatro de una serie de procesos diversos. Pero cuando le está vedado ver y sin
embargo ve, no se atreve a trasmitir sus impresiones al cerebro. ¿Qué puede entonces suceder en
él? Si mil veces por día se ve obligado a omitir lo que percibe, ¿no sería acaso conveniente que
terminara por cansarse y se dijera: "Podría arreglármelas más cómodamente, puesto que no digo la
verdad; me volveré miope, alargaré mi eje y, si eso no basta, provocaré
un derrame de sangre en mi retina y me quedaré ciego"? ¡Es tan poco lo que sabemos sobre los
ojos! ¡Déjenme tener el placer de recurrir a mi imaginación!». Le livre du ca, París, Gallimard,
1974, pág. 158.
121
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123
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162
Las bastardillas son mías.
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126
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165
En el apéndice 2 damos los protocolos completos.
166
Lewis Carroll, Altee in Wonderland, en Gardiner, M., ed., The annotated Altee, Penguin, 1965, pág.
121.
127
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128
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129
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Figura 15
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168
Sami-Ali, op. cit., pág. 216.
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Figura 20
Figura 21
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169
En la última sesión Blaise lleva consigo una novela, Le voleur d'enfants, de Superviene.
140
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Figura 22
143
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170
El niño puede empezar a bizquear —síntoma transitorio que no tiene nada de específico— en
momentos de crisis, lo cual indica el principio de una psiconeurosis, como ocurre en el caso de ese
hijo único de 8 años que, como reacción al nacimiento de un hermanito, se vuelve neurótico,
insomníaco, intratable. Bizquea únicamente cuando está solo, absorto en sus ensoñaciones en las que
reaparece el lactante que fue.
171
Véase Spitz, R., De la, naissance a la parole, París, PUF, 1968. «Después del tercer mes, el niño
muestra en sus respuestas que distingue una guestalt de tres dimensiones de la proyección de la
misma guestalt de dos dimensiones». Véase también Hugon nier, R. y Hugonnier, S., op. cit., pág.
128.
172
Ibid., pág. 129.
173
Freud, S., Inhibition..., op. cit., pág. 11.
144
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174
Samí-Alí, op. cit., pág. 136, nota 1.
175
Freud, S., Abrégé de psychanalyse, París, PUF, 1950, pág. 9; lasbastardillas son mías.
176
Desde el punto de vista clínico, el estrabismo, como el glaucoma, delata la existencia de una
agresividad que se podría calificar de originaria y que sigue siendo muy mal elaborada. Esta
observación es aplicable a todo el campo psicosomático.
145
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Cuarta parte
146
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A. El cuerpo
177
Aventuras de Alicia en el País de las Maravillas, trad. al castellano por Eduardo Stilman, Buenos
Aires, Editorial Brújula, 1971, pág. 26. [En la edición original, el autor remite a las traducciones al
francés de las obras de Lewis Carroll, que para comodidad del lector hemos reemplazado por las versiones
casto llanas correspondientes. En las Referencias bibliográficas podrán encontrarse las versiones citadas
por Sami-Ali. (N. del T.)]
178
Ibid.
147
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179
Ibid.,pág. 27.
180
Ibid.,pág. 26.
181
Ibid.,pág. 27.
182
Ibid.
183
Ibid.,pág. 25.
184
Sami-Ali, De la projection. Une étude psychanalytique, París, Payot, 1970, págs. 173-74.
185
Aventuras de Alicia..., op. cit., pág. 27.
186
Ibid., pág. 28.
187
Ibid.
148
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149
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195
Ibid., pág. 38.
196
Ibid., pág. 61.
197
Ibid., pág. 69.
198
Ibid., pág, 81.
199
Ibid., pág. 75.
150
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151
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152
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153
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En este mundo donde los personajes son otros tantos dibujos provistos
de un anverso y un reverso, las metamorfosis materiales, aprovechando toda
la gama de una morfología imaginaria, hacen nacer objetos que son, sin
embargo, cuerpos o partes de cuerpos. Aquí, la analogía se convierte en
realidad.
«Alicia pensó que nunca en su vida había visto un campo de croquet
tan extraño: estaba cubierto, de lomas y zanjas, las pelotas eran erizos
vivos, los palos eran flamencos y los soldados se doblaban sobre sí mismos,
apoyando manos y pies en el suelo, para formar los arcos».209
Por lo tanto, Aventuras de Alicia ilustra una temática de la imagen del
cuerpo orientada hacia la exploración del arriba y del abajo, de la derecha y
de la izquierda. Doble simetría que determina, en primer lugar, el espacio
del cuerpo propio, antes de fundar por medio de su trasposición proyectiva
los fenómenos de desdoblamiento de sí, de los objetos y de las palabras.
Por ello, parecen insuficientes y tan parciales esas interpretaciones
«simbólicas» que no tienen absolutamente en cuenta la arquitectura de la
obra, sino que se contentan con asimilar «hija» y «falo»,210 «madriguera» y
208
Ibid., pág. 123.
209
Ibid., pág. 125.
210
Greenacre, P., Swift and Carroll, Nueva York, International Universities Press, 1955, pág. 217.
154
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B. El espacio
211
Grotjahn, M., «About the symbolization of Alice's adventures in Wonderland», en Phillips, R., ed.,
Aspeets of Alice, Londres, Gollanz, 1972, pág. 315.
212
Goldschmidt, A., «Alice in "Wonderland psychoanalyzed», en ibid., pág. 280.
213
Roheim, G., «From "Further insights"», en ibid., pág. 333.
214
215
Burke, K., en ibid., pág. 341.
Skinner, J., «From "Lewis CarroU's Adventures in Wonderland"»,
en ibid., pág. 297. Cf. también Empson, W., «Alice in Wonder
land: The child as swain», en ibid., pág. 356.
Para paliar esta insuficiencia se recurre a marcos de referencia distintos del psicoanálisis: a la psicología
genética de Piaget (J. Gattégno, Lewis Carroll, París, Corti, 1971), así como a la filosofía (G. Deleuze,
Logique du sens, París, Minuit, 1969).
155
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216
Alicia a través del espejo, trad. al cast. por Jaime de Ojeda, Madrid, Alianza, 1973, pág. 46.
156
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157
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una colección inverosímil de objetos: una colmena, una trampa para ratones
(«supongo que los ratones espantan a las abejas, a menos que sean las
abejas las que alejan a los ratones»),221 brazaletes de hierro con puntas
(para «proteger al caballo contra los mordiscos de los tiburones»),222
manojos de zanahorias, hierros de chimenea, etcétera.
«Tengo un considerable talento para inventar cosas»,223 le confía a
Alicia, y poco después agrega: «Cuanto más baja tengo la cabeza, más
invenciones se me van ocurriendo».224
He aquí algunos especímenes selectos: un método físico para impedir la
caída del cabello (haciendo que el pelo suba por un palo, ya que «nada
puede caer hacia arriba») 225 una nueva manera de pasar por encima de
una cerca («coloco primero la cabeza por encima de la cerca... y así queda
asegurada esta a suficiente altura... y luego me pongo cabeza abajo, y
entonces son los pies los que quedan a suficiente altura...») ,226 un yelmo en
forma de pan de azúcar («con aquel yelmo puesto, si me caía del caballo,
daba inmediatamente con el suelo»), 227 un budín de papel secante que se
vuelve comestible «al mezclarlo con otras cosas, como pólvora y pasta de
lacrar».228 Al llegar al término de su trayecto, el Caballero le propone a Alicia
cantar una larga y muy hermosa canción para reconfortarla porque la cree
triste.
221
Ibid., pág. 143.
222
Ibid.
223
Ibid., pág. 147.
224
Ibid., pág. 149.
225
Ibid., pág. 144.
226
Ibid., pág. 147.
227
Ibid.
228
Ibid., pág. 150.
229
Ibid., págs. 150-51.
158
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230
Cf. Holmes, R., «The philosopher's Alice in Wonderland», en Phillips, R., ed., Aspects of Alice,
Londres, Gollanz, 1972, pág. 159 y sigs.
231
231A mí no me encanta ningún insecto —explicó Alicia—, porque me dan algo de miedo... Al menos los
grandes. Pero, en cambio, puedo decirte los nombres de algunos.
»—¿Por supuesto que responderán si se los llama por su nombre? —inquirió descuidadamente el
Mosquito. »—Nunca me lo ha parecido.
»—Entonces, ¿de qué sirve que tengan nombres, si no responden cuando los llaman?
»—A ellos no les sirve de nada —explicó Alicia—, pero sí les sirve a las personas que les ponen los
nombres, supongo. Si no, ¿por qué tienen nombres las cosas?
»—¡Vaya uno a saber! —replicó el Mosquito—. Es más: te diré que en ese bosque, allá abajo, las cosas no
tienen nombre» (Alicia a través del espejo, op. cit., pág. 71).
232
Ibid., pág. 152.
159
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Una vez más repite la misma pregunta, sacudiendo al viejo como para
obligarlo a hablar.
233
Ibid.
234
Ibid.
235
Ibid.
236
Ibid., pág. 153.
237
Ibid., pág. 154.
160
El espacio imaginario M. Sami-Ali
«De todas las cosas extrañas que Alicia vio durante su viaje a través
del espejo, esta fue la que recordaba luego con mayor claridad. Años más
tarde podía aún revivir toda aquella escena de nuevo, como si hubiera
sucedido apenas el día anterior [...] Los suaves ojos azules y la cara
bondadosa del Caballero [...] Los rayos del sol poniente brillando por entre
sus pelos venerables y destellando sobre su armadura, con un fulgor que
llegaba a deslumbrarla [...] El caballo moviéndose tranquilo de aquí para allá,
las riendas colgando del cuello, paciendo la hierba a sus pies...». 239
238
Ibid.
239
Ibid., pág. 151.
161
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Sin embargo, los tres momentos en que el espacio del otro lado del
espejo revela su organización bidimensional —la canción de Zanco Panco; el
nombre de la canción del Caballero Blanco, y la canción de este— anuncian
una verdad final: que la perspectiva en profundidad es una ilusión que la
existencia de una superficie subyacente de proyección hace posible. Como
toda estructura plana, esta se funda en la relación de la inclusión recíproca,
que en este caso reviste una forma de rara complejidad.
162
El espacio imaginario M. Sami-Ali
163
El espacio imaginario M. Sami-Ali
164
El espacio imaginario M. Sami-Ali
El país de las maravillas, así como el otro lado del espejo, son
horizontes de sueño donde lo imaginario se hace pasar por realidad. La
ilusión persiste mientras la conciencia se mantiene fascinada por el
espectáculo en el cual está atrapada. Pero hemos visto que el despertar,
lejos de arrancar al sujeto de los espejismos en que está cautivo, es
también capaz de prolongar, en un plano donde la vida se confunde! con el
sueño, el laberinto que acaba de dejar. De todos modos, entre nosotros y la
fantasía no deja de estar el sueño, al la vez materia prima y vía de acceso a
ese otro mundo que continúa fascinándonos de lejos, como un recuerdo de
nuestra infancia.
En La caza del Snark, en cambio, esta distancia se anula por el hecho
mismo de que ya no se trata de volver a la infancia, sino de dirigirse hacia la
muerte. Lo imaginario a través del lo cual se realizó aquel regreso
desaparece de aquí en más ante lo inimaginable.
La caza del Snark, poema en ocho partes o agonía en ocho
paroxismos, en el que las palabras «fit» (paroxismo) y «agony» (agonía)
que aparecen en el subtítulo tienen cada una este doble sentido, pertenece
a los «viajes irónicos» de los cuales el siglo XIX nos ha dejado relatos
extraordinarios.246 Esta obra, sin embargo, plantea de manera específica el
problema del vínculo que une al cuerpo propio con le límites de lo
imaginario que son los de lo decible.
Todo se desarrolla, en la superficie, como está previsto en este
género de narración, donde la búsqueda de la aventura empuja a unos y a
otros hacia playas desconocidas. Desde el punto de vista racional, la intriga
se resume en unas cuantas palabras. Un navío con una tripulación de lo más
heteróclita consigue milagrosamente atravesar el mar y ancla frente a un
paraje rocalloso y agrietado, aparentemente propicio para la caza del Snark.
Cuando esta se halla a punto de comenzar, poco después del desembarco, se
nos previene acerca del peligro mortal de confundir a los inofensivos Snarks
con otra temible variedad, los Bujums. Pero, ¿cómo distinguir unos de
otros? A continuación se detallan extensamente las características del Snark,
así como el método exacto preconizado para su captura. De toda la
tripulación, únicamente el capitán, llamado el Hombre de la Campana, y el
Panadero están en posesión de estas preciosas informaciones. En el curso
de la expedición sobrevienen algunos incidentes, que provocan el encuentro
con dos monstruos fabulosos, el Jubjub y el Bandersnatch, mientras que el
Banquero pierde la razón por efecto del terror. Esto prepara la escena final
en que el Panadero, trepado en la cumbre de un peñasco, grita a voz en
cuello que acaba de descubrir un Snark, que por desgracia resulta ser
precisamente un Bujum.
246
Adams, R. M., Nil-episodes in the literary conquest of void during the nineteenth century, Nueva
York, Oxford University Press, 1966.
165
El espacio imaginario M. Sami-Ali
166
El espacio imaginario M. Sami-Ali
252
Alicia a través del espejo, op. cit., pág. 116.
253
Ibid., pág. 48.
254
Ibid.
255
Confróntese Gardiner, M., ed., The annotated Snark, op. cit., pág. 18.
256
Objeción con la que tropiezan todas las interpretaciones analíticas clásicas (principalmente la de
Greenacre, quien ve en el Snark una exploración sexual orientada hacia la escena primaria). Cf.
Greenacre, P., op. cit., pág,. 187 y sigs.
167
El espacio imaginario M. Sami-Ali
»La cuarta es su pasión por las casillas de baño, que arrastra consigo
en cualquier ocasión. Las cree una contribución a la belleza de los paisajes,
y sujeta a caución.
»La quinta es la ambición [...]». 257
168
El espacio imaginario M. Sami-Ali
261
Ibid-, págs. 26-29.
169
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Y otro:
170
El espacio imaginario M. Sami-Ali
265
265 «Bellman» (Hombre de la Campana), «Boots» (Camarero, Lustrabotas), «Bonnet-maker»
(Vendedor de Bonetes y Capelinas), «Barrister» (Abogado), «Billiard-marker» (Apuntador de Billar),
«Banker» (Banquero), «Beaver» (Castor), «Baker» (Panadero), «Butcher» (Carnicero). A propósito de
esto, es significativo el hecho de que Lewis Carroll tuviera la costumbre de firmar con las inicíales «B.
B.» algunos de sus primeros poemas, sin que se conozca la razón que lo impulsaba a hacerlo. Véase
Gardiner, M., ed., The annotated Snark, op. cit., nota 17, pág. 53.
Señalemos, por otra parte, que para ilustrar en El juego de lógica la función del juicio el autor da, como
ejemplos de cosas, «Babies» (niños), «Beetles» (escarabajos), «Battledores» (raquetas), y como ejemplos
de atributos, «baked» (cocido al horno), «.beautiful» (hermoso), «black» (negro), «broken» (roto). ¡Es
exactamente el problema del Snark reducido a sus componentes lógicos! Véase Lewis Carroll, The
game of logic, Nueva York, Dover, 1955, pág. 2.
266
La caza del Snark, op. cit., pág. 72.
267
Ibid., pág. 45.
268
Lewis Carroll, Pillotv problems and a tangled tale, Nueva York, Dover 1968, pág. xv.
171
El espacio imaginario M. Sami-Ali
una amistad tan firme que «nunca podía encontrarse al uno sin el otro»; 269
el sueño del Abogado, en el cual el Snark, sucesivamente Abogado, Juez y
Jurado, aparece como una pura proyección del sujeto que sueña, y, por
último, el combate de trágicas consecuencias entre el Banquero y el
Bandersnatch. Por consiguiente, vemos en todas partes la misma simetría
especular, cuya huellas es posible encontrar hasta en los detalles.270
Pero lo inimaginable, cuya presencia repercute de este modo j en el
espacio múltiple de La caza del Snark, está, desde el origen, ligado a la
palabra. ¿No desapareció el Panadero justo en medio de la palabra que
intentaba decir?271 Si, por otra parte, se tiene en cuenta el orden inverso de
composición del poema, el vínculo establecido entre el decir y lo que no se
podría imaginar adquiere de pronto una importancia decisiva. ¿Por qué esta
conjunción, y cuál puede ser su significado?
Lo inimaginable, por menos que uno pueda expresarlo, es identificado
ante todo con el sinsentido. Por eso, desde las primeras líneas de la
introducción, Lewis Carroll procura decir «prosaicamente», a propósito del
bauprés que a veces se confunde con el timón, cómo el sinsentido llega a
serlo. La explicación es sorprendente.
172
El espacio imaginario M. Sami-Ali
«Así, cuando Pistol pronunció las célebres palabras: "¿De qué rey, di,
Piojoso? ¡Habla o muere!", de suponerse que el juez Shallow hubiera tenido
por seguro que era, o William o Richard, pero sin estar, sin embargo, en
condiciones de especificar cuál de los dos, de tal suerte que no hubiera
posibilidad de decir uno de los nombres antes que el otro, no dudamos un
instante de que, antes que morir, habría gritado: "¡Rilchiam!"». 278
173
El espacio imaginario M. Sami-Ali
279
En Silvia y Bruno, última novela de Lewis Carroll, las rela ciones entre sueño y realidad cambian
completamente. Ya no son dos términos que se contienen recíprocamente (como el sueño dentro del
sueño dentro del sueño), sino grados de ser dispuestos según la -vertical, a los que dan acceso estados
de conciencia particulares que van de la percepción clara al trance. Al abrirse, el espacio pierde, sin
embargo, toda posibilidad inherente a su forma concéntrica primitiva de regresar eternamente al
punto de partida. Por esta falla se introduce el tiempo «oscuro e irresistible» de la vida que se acaba,
cuando la infancia se pierde irrevocablemente («manos paralizadas que se inmovilizan sobre el seno
de una madre muerta»).
En esta nueva óptica, los sueños, en vez de impulsar la repetición, «eluden la posesión frenética del
soñador». Véanse los dos poemas liminares de Sylvie and Bruno y de Sylvie and Bruno concluded, en The
Works of Lewis Carroll, Londres, Hamlyn, 1965, págs. 379 y 536, respectivamente. Estos dos textos
aparecen sin traducción en la edición francesa de F. Deleuze, Sylvie et Bruno, París, Seuil, 1972.
280
Lo mismo vale para el discurso lógico-matemático. En El juego de lógica, Lewis Carroll consigue reducir
el cálculo de proposiciones a movimientos de fichas rojas y grises que se desplazan sobre un tablero
para jugar a las damas especialmente ideado para este uso (denominado «armario»). Gracias a este
ardid, las nociones fundamentales de universal y de particular, de positivo y de negativo, se trasforman al
instante en arriba-abajo y derecha-izquierda, lo que constituye una imagen proyectada de la
lateralidad del cuerpo propio e introduce en el corazón mismo de este universo abstracciones de
conflictos directamente ligados al espacio corporal.
Un solo ejemplo: «Supongamos ahora que ustedes deban representar con las fichas lo contrario de
"Ninguna torta está recién hecha", es decir, "Algunas tortas están recién hechas" o, reemplazando las
palabras por letras, "Algunas tortas son X". ¿Qué harían? Creo que se quedarían algo perplejos. Es
evidente que tienen que poner una ficha roja en alguna parte de la mitad X del armario, puesto que
saben que hay algunas tortas que están recién hechas. Pero no deben colocarla en el casillero de la mano
izquierda, puesto que no saben si las tortas son ricas, y tampoco pueden ponerla en el de la mano
derecha, porque no saben que no son ricas». The game of logic, op. cit., pág. 8.
281
Bretón, A., Signe ascendant, París, Gallimard, 1968, pág. 175.
282
La del Sombrerero Loco, por ejemplo: «¿En qué se parece un cuervo a un escritorio?». Aventuras
de Alicia en el País de las Maravillas, op. cit., pág. 106.
174
El espacio imaginario M. Sami-Ali
Conclusiones
175
El espacio imaginario M. Sami-Ali
176
El espacio imaginario M. Sami-Ali
287
Freud, S., Nouvelles conférences sur la psychanalyse, París, Gallimard, 1936, págs. 36-37.
288
Ibid., pág. 37; las bastardillas son nuestras. Véanse supra los sueños de Jean, sobre todo la pág.
153.
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292
El primer tema parece, pues, particularmente apto para situar el tiempo y el espacio con relación a los
niveles de organización del aparato psíquico. En cuanto al segundo tema, merece mencionarse, a mi
juicio, un solo punto: el vínculo que une el superyó con la experiencia del tiempo que se posee, que
se pierde y que se puede dominar. Es la angustia del tiempo, con cebido como una exigencia
implacable impuesta por la imagen interiorizada del progenitor del mismo sexo, cuyas huellas se
encuentran en «la angustia ante las fuerzas del Destino en cuanto
proyección del superyó». Freud, S., Inhibition, symptóme et angoisse, París, PUF, 1951, pág. 68.
Cf. Yates, S., «Some aspects of time difficulties and their relation to music», International Journal of
Psychoanalysis, 16, 1935. Lewis Carroll da a este aspecto del problema su expresión definitiva. «¡Ah! ¡Eso
lo explica todo! —dijo el Sombrerero—. El Tiempo no soporta que lo marquen. Si estuvieras en buenos tér-
minos con él, haría lo que quisieses con la hora. Por ejemplo, imagina que son las nueve de la
mañana, justo el momento de empezar la clase: sólo tendrías que susurrar una insinuación, ¡y allá
giran las agujas, en un santiamén! ¡Una y media: hora de almorzar!». Aventuras de Alicia en el País de
las Maravillas, trad. al castellano por Eduardo Stilman, Buenos Aires, Editorial Brújula, 1971, págs. 109-
10.
293
Jones, E., «La théorie du symbolisme», en Jones, E., Théorie et pratique de la psychanalyse, París,
Payot, 1969, pág. 97.
294
Ibid., pág. 99.
295
« [ . . . ] existe una relación perfecta entre los movimientos oculares y las imágenes de los sueños,
como si el sujeto que sueña viera o hiciera la misma cosa en el estado de vigilia». Dement, W. C,
«Psychophysiologie du réve», en Caillois, R., Von Grunebaum, G. E. y otros, Le réve et les sociétés
humaines, París, Gallimard, 1967, pág. 77. Cf. el capítulo 9 («Le corps du dormeur»), en Luce, G. G. y
Segal, J., Sleep and dreams, Londres, Panther Book, 1969. Cf. Jones, R. M., The new psycbology of
dreaming, Nueva York y Londres, Gruñe & Stratton, 1970. Cf. también Bourguignon, A., «Phase paradoxale
et métapsychologie freudienne», en Wertheimer, P., ed., Réve et conscience, París, PUF, 1968.
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Apéndices
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1.- ¿Entonces invento según esto? ¿Cuento cualquier histo ria según
esto?
Un chico que no comprende un ejercicio. Reflexiona sobre su escritorio.
Como el profesor no quiso explicarle su deber, el niño tarda mucho. «¿Lo
conseguirá?» (Rambaud). «No creo» (Blaise).
5.- Una mujer en una casa pobre salió a pasear sola por el
jardín. No recordaba que había fumado y que no había apa gado bien el
cigarrillo.
Cuando regresa, la casa estaba incendiada, pero vinieron los bomberos
y el incendio le hizo perder uno de los libros más hermosos que poseía en
esta casa tan pobre.
6.- Una mujer cuyo único hijo, estudiante y que pensaba mucho en la
guerra, parte para reunirse con sus camaradas. Esta mujer, que se quedó
sola esperando junto a la ventana y mirando si alguien volvía, no se había
apartado nunca de la ventana. Al oír un ruido de pasos cerca de ella, se
volvió bruscamente y vio a su hijo.
7.- Dos detectives privados, uno de los cuales era el jefe, partieron
para comprar material, y (el jefe) había confiado a su ayudante el lugar
donde se encontraba el material. Este no se daba cuenta de que estaba por
declararse un incendio. No sospechaba nada. Cuando el jefe llegó, se puso
297
Test administrado y analizado por la señorita Rambaud.
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a gritar porque poco faltó para que muriera a causa del fuego y nunca
más hubiera sido detective privado.
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hacer ruido y le impidió reparar ese desbarajuste que por poco causó la
muerte del cine.
Pero por suerte un agente hizo que la población no se enoje, que el
director no se enoje (dice cualquier cosa).
18.- Un personaje que se paseaba muy alegre por la calle sintió que
algo le tocaba por detrás, tiró de los cartones y vio que había un...
[incomprensible] provista de dedos sobre su brazo y su espalda, y eso
lo hizo dormir para siempre, y después ya no veo nada.
Análisis
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K Test de Rorschach.298
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Test administrado y analizado por la señorita Rambaud.
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F+ A
F+ A Trivialidades.
F+ Objeto
F+ Agua
F- Ad
Una manzana arruinada, bastante redonda DF.
F+ Objeto —Objeto. Verifica el sentido ordenando las
láminas.
Trivialidades.
FC A
Adornado con dientes.
CF Fuego
F+ Objeto
F- Objeto
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Psicograma
F+ = 17 CF = 1
F- = 7 CF = 3 Trivialidades
A % = 53
F+ % = 70 o e K / 2,5 e C
F % = 85 osk/o6E
8 + 9 + 10 = 39
12 A
3 Ad.
2 Ant.
2 Bot.
1 Paisajes
2 Elementos
6 Objetos
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