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La corrupción e impunidad como modelos anti


liberadores: El caso guatemalteco.
Juan Pablo Pons Castillo

Introducción

Durante los últimos tres años, en Guatemala se han destapado varios casos relacionados con corrupción
e impunidad. Para nadie es un secreto que ambos males afectan principalmente a los pobres, las
mujeres, los niños, los ancianos, los indígenas, los migrantes y, en general, a toda la sociedad. Desde la
perspectiva teológica, pareciera ser como el deja vú de las denuncias de los profetas o las denuncias de
Jesús. Vale decir que los guatemaltecos en el año 2015, denunciaron y se unieron ante estas
atrocidades y, después de varias jornadas cívicas, lograron la renuncia de quien fuera en ese entonces
Presidente de la República. Sin embargo, los efectos permanecen en el tiempo; en trámite se
encuentran muchos procesos judiciales por casos de corrupción e impunidad: La Línea, Construcción y
Corrupción, IGSS-Pisa; Bufete de la Impunidad; Agüita Mágica, y otros más. El presente ejercicio
pretende analizar como la corrupción e impunidad durante los tres últimos años y en general, son
modelos anti-liberadores y violentan el proyecto de Jesús.

Objetivos

Ambos fenómenos son analizables desde distintos puntos de vista; desde el jurídico, pasando por el
sociológico, el político, el teológico. Esté último punto de vista es el que nos interesa. En ese
contexto, el abordaje será desde un relectura de algunos profetas y de los Evangelios, principalmente
los sinópticos. Sin embargo, por la misma naturaleza del problema a analizar, resulta pretensioso
formular un plan pastoral, no así formular una propuesta de práctica social, con el objetivo de crear
conciencia entre los ciudadanos de la importancia de actuar moral y éticamente correcto. Derivado de
lo anterior, los objetivos son los siguientes:
a. Analizar la corrupción e impunidad en forma paralela con los textos de los profetas Amós y
Oseás;
b. Analizar la corrupción e impunidad desde la mirada de Jesús
c. Proponer un programa de práctica social.
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Perfil de quien escribe

Soy un guatemalteco comprometido con la justicia, la paz, la igualdad y el respeto a la dignidad


humana. Cuando decidí estudiar Teología, lo hice con el afán de seguir mi proceso de formación; sin
embargo encontré que junto a mi formación como jurista, son ciencias que se integran perfectamente.
Mi único interés radica en la indignación que causa ver que la corrupción e impunidad se roban los
sueños y las oportunidades de los guatemaltecos; los que ya dieron lo mejor de si por Guatemala y, los
que vienen atrás de mi generación. Si no hacemos algo, las generaciones venideras encontrarán
únicamente rescoldos de un país en arrapos de cucaracha; de una sociedad corrompida, amoral y sin
ética, capaz de comerse uno a otro porque no hemos sido capaces de mostrar el proyecto de Jesús.

La corrupción e impunidad como modelos anti liberadores

Ambos fenómenos, la refiriéndose a la corrupción e impunidad, siempre han existido en la historia de


la humanidad. En distintas etapas, quienes han ostentado el poder, han abusado del mismo. De esa
cuenta, la célebre frase de Lord Acton, encuentra cabida en la historia: “El poder corrompe y el poder
absoluto corrompe absolutamente.” Para ponernos en contexto y saber de qué hablamos, la corrupción
en su acepción más sencilla, señala el Diccionario de la Real Academia lo siguiente: “(…)
en las organizaciones, especialmente en las públicas, práctica consistente enla utilización de las funcio
nes y medios de aquellas en provecho, económico o deotra índole, de sus gestores.” (Real Academia
Española, 2018); en lo que respecta al término impunidad, el mismo documento lo define como:
“Cualidad de impune; Que queda sin castigo.” (Real Academia Española, 2018).

Teniendo clara las definiciones de ambos fenómenos, y comprendiendo que ambos tienen una
interrelación directa e íntima, es posible iniciar la profundización del problema en Guatemala. Los
primeros meses del año 2015, fueron el escenario para que saliera a luz pública el primer caso a gran
escala de corrupción e impunidad dentro del Organismo Ejecutivo guatemalteco. Dicho caso fue
nombrado como “La Línea” y tenía, entre los sindicados al Presidente de la República, así como a la
Vice Presidenta de la República. En palabras de la periodista Paulina Peinado, del sitio
www.noticias.com el caso La Línea es:
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“(…) un caso de corrupción en Guatemala, en el que están involucrados altos


funcionarios del país y de la Superintendencia de Administración Tributaria (SAT). Se trata de
una sofisticada red de contrabando en las aduanas de este país, quienes fueron acusados
de defraudación aduanera.” (Peinado, 2015).

Bajo esta óptica, el caso en mención resulta ser un verdadero caldo de cultivo. Lo es porque las
acciones de quienes están implicados, violentan como ha sido mencionado en párrafos anteriores, el
proyecto de Jesús. Y es que tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo Testamento, este tipo
de acciones han sido severamente denunciadas. No es posible que los gobernantes, bajo la figura real o
subliminal del absolutismo, pretendan hacerse de los recursos que tienen como objetivo y fin, la
búsqueda y construcción del bien común. Por otro lado, autores contemporáneos, han sido y son duros
críticos de este tipo de acciones.

El autor Marciano Vidal García, en su libro “Moral Social” señala en referencia a la justicia,
aplicándolo al tema de la corrupción y la impunidad, lo siguiente:

“En el Antiguo Testamento aparece la justicia como una responsabilidad hacia el


prójimo considerado como ‘miembro de la comunidad de la Alianza’. Es una actitud en el
interior de una relación concreta entre los que participan de la Alianza.” (Vidal, 1995).

De esa cuenta, y para demostrar que, la justicia durante el Antiguo Testamento no estaba ceñida a su
acepción actual, sino tal y como lo refiere Vidal, en los siguientes términos:

“En resumen, la justicia humana, en los profetas pre exílicos, no es tanto una conducta
según una norma, cuanto un comportamiento fraternal en la Alianza. Es una situación: el
hombre está en justicia más que la justicia está en el hombre.” (Vidal, 1995).

Queda claro que, la corrupción y la impunidad como tal, desvía la atención del Estado en el
cumplimiento de sus fines que, para fines prácticos están dirigidos a la construcción de una sociedad
más justa y equitativa o, dicho en términos teológicos, la construcción del Reino de Dios; ese en el que
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el ser humano trasciende por sobre todo en dignidad, en derechos y en protección. Así, en el Antiguo
Testamento ya era de alguna manera denunciada las acciones contrarias al Pacto de la Alianza.

Del Antiguo Testamento se cita a Amós cuyo centro de sus denuncias giraban en torno a las injusticias:
El profeta Amós denuncia y se refiere, en palabras de Rafael González Blanco, a la “(…) defensa de los
oprimidos y los pobres, reivindicando el concepto bíblico de justicia.” (González, 2004). Según
refiere González Blanco, el profeta no sólo denuncia la situación de injusticia, sino que también
anuncia la esperanza, la salvación o el camino que hay que seguir para cambiar la situación.
(González, 2004). Amós, sobre el tema de la justicia, expresa que en relación con la justicia y la
búsqueda de Dios lo siguiente:

“(…) 7 ¡Ay de los que cambian en ajenjo el juicio y tiran por tierra la justicia, (…) 12
¡Pues yo sé que son muchas vuestras rebeldías y graves vuestros pecados, opresores del justo,
que aceptáis soborno y atropelláis a los pobres en la Puerta! 14 Buscad el bien, no el mal, para
que viváis, y que así sea con vosotros Yahveh Sebaot, tal como decís. 15 Aborreced el mal,
amad el bien, implantad el juicio en la Puerta; quizá Yahveh Sebaot tenga piedad del Resto de
José. (…).” (Jerusalen, 1976).

Es evidente que la denuncia es clara. Varios puntos deben ser considerados dentro del contexto del
Antiguo Testamento así como el texto de Amós. El primer punto es que Amós intenta con esas
afirmaciones que buscar a Dios se identificaba con la búsqueda de justicia (González, 2004); el
segundo es que en el mundo antiguo y para Amós, tal y como lo expresa González, esa búsqueda de
Dios estaba íntimamente relacionada, desde la visión de Amós, con la “(…) vivencia práctica y
concreta del bien y su consiguiente rechazo del mal.” (González, 2004). En ese contexto, menciona
González, “(…) gracias a este profeta, el valor de la Ética donde se proclama que Dios no acepta la
esclavitud, la crueldad, el odio, la avaricia, etc.” (González, 2004).

Pero las denuncias de Amós aplicadas a la realidad guatemalteca, no tiene cabida. La actividad estatal
lejos de justa y ética, se ve menguada y apagada por un lado; y por el otro, la justicia en su sentido
estricto no encuentra cabida y luz para sancionar a los responsables de actos de corrupción. Habida
cuenta de lo anterior, la denuncia y la acción de parte del pueblo es necesaria; es una forma de liberarse
contra esas formas anti-liberadoras que hoy en día están de moda en Guatemala.
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En cuanto al Nuevo Testamento, Jesús en varios pasajes del Evangelio dejó plasmada su posición con
respecto a la justicia desde todas sus acepciones. El evangelista Mateo en el capítulo 5 lo expresa en
los siguientes términos:

“(…) 3 «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los


Cielos. 4 Bienaventurados = los mansos =, porque = ellos poseerán en herencia la tierra. = 5
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. 6 Bienaventurados los que
tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados. (…).” (Jerusalen, 1976).

Por su parte, Lucas en su capítulo 4 lo expresa en los siguientes términos:

“(…) 18 = El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a
los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la
vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos = 19 = y proclamar un año de
gracia del Señor. =” (Jerusalen, 1976).

El mensaje de Jesús en ambos pasajes bíblicos es claro y contundente. La justicia en todas sus formas,
debe predominar. El trato justo y digno para todos, es parte del proyecto de Jesús. Así lo señala José
Antonio Pagola, cuando se refiere a Jesús y su proyecto a su paso por Galilea y como primer ejercicio
del anuncio del Reino:

“(…) En estas aldeas de Galilea está el pueblo más pobre y desheredado, despojado de
su derecho a disfrutar de la tierra regalada por Dios; aquí encuentra Jesús como en ninguna otra
parte el Israel más enfermo y maltratado por los poderosos; aquí es donde Israel sufre con más
rigor los efectos de la opresión. (…).” (Pagola, 2013).

A semejanza de lo que ocurrió en tiempos de Jesús, en Guatemala sucede lo mismo. El pueblo


guatemalteco, al igual que los galileos, han sido oprimidos, maltratados y violentados. Aquí en
Guatemala, el bien común es un sueño; es un sueño porque los fondos son desviados a la satisfacción
de necesidades personales de los gobernantes.
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De esa cuenta, la corrupción y la impunidad son modelos anti-liberadores porque no permite anunciar
la Buena Nueva, porque no nacen desde las necesidades del pobre, porque el la liberación no es parte
del proyecto del gobierno. Por lo tanto no son modelos liberadores pues no tienen como fundamento y
objetivo el proyecto de Jesús, la construcción del Reino de Dios y el anuncio de la Buena Nueva. En
palabras de Pagola, el Reino de Dios al que se hace alusión, solo puede ser anunciado desde “(…) el
contacto directo y estrecho con las gentes más necesitadas de respiro y liberación.” (Pagola, 2013). Por
lo tanto, acertadamente Pagola señala que:

“La buena noticia de Dios no puede provenir del esplendido palacio de Antipas en
Tiberíades; tampoco de las suntuosas villas de Séforis ni del lujoso barrio residencial de las
elites sacerdotales de Jerusalén. La semilla del reino solo puede encontrar buena tierra entre los
pobres (…).” (Pagola, 2013)

En esa misma línea de abordaje, es interesante la propuesta de Jon Sobrino sobre el antirreino y su
relación con la liberación del pueblo, como formo modelo liberador y su relación directa con la justicia,
pues todos los conceptos se integran con el tema que estamos analizando. Sobre ese aspecto Sobrino
señala que:

“El antirreino o es la ausencia o el todavía-no del reino sino su formal contradicción.


Construir el reino es destruir el antirreino, salvar a los seres humanos es liberarlos de sus
esclavitudes. Es el aspecto liberador de la práctica de Jesús contra los opresores históricos (los
ricos, los escribas, los fariseos, los gobernantes) (…).” (Sobrino, 2013).

Es necesario resaltar que el fenómeno de la corrupción e impunidad afecta a todos los sectores. En
cuanto al primero, limita muchos de los derechos humanos de la primera y segunda generación. Y en
cuanto a la impunidad, sus efectos abarcan distintas visiones: en cuanto a los pobres, su condición es
estigmatizada por el hecho de serlo; en cuanto a los ricos, su condición se ve atenuada ya que ellos en
muchos casos pueden optar a medidas sustitutivas económicas o bien, su estancia en centros de
detención preventiva es relativamente cómoda. En ambos casos, los primeros se ven en una situación
de cumplir una pena anticipada y en el caso de los segundos, únicamente sirve para retenerlos pero en
condiciones, como ya ha sido mencionado, relativamente con comodidades.
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En ese contexto, corrupción e impunidad, son fenómenos enraizados en la sociedad guatemalteca. No


es hasta hace tres años que el pueblo despertó parcialmente; sin embargo, únicamente se platearon
soluciones emergentes. De esa cuenta, las soluciones deben ser profundas, con sentido de
responsabilidad y compromiso.

¿Cómo actuar ante esa realidad?

Es necesario recordar que la corrupción e impunidad abarcan toda la realidad; no se refiere únicamente
a aspectos sociales, sino también a derechos de segunda y tercera generación. El autor Carlos Cabarrús
expresa y sugiere formular un llamado a la solidaridad, pues lo que hoy existe es una sociedad
fragmentada sin interés en procesos de transformación social, derivado de los procesos antirreino. Es
necesario generar condiciones de subalternidad y a ello, sumar procesos de integración entre los
incluidos y los excluidos, tal y como lo dice Cabarrús. Mientras no se haga, los excluidos irán en
aumento y con ello, la perpetuación de la pobreza y su consiguiente aumento, así como la corrupción
en campante crecimiento. En todo caso, la apuesta debe ser porque todos puedan alcanzar una vida
digna, entendiéndolo como:

“Todo aquello que permite la reproducción material subjetiva y espiritual, pertinente.


Esto supone que se respete y se cuide la seguridad, que se garantice la equidad social y
económica, que se promueva y reconstruya un ambiente sano y sustentable. Que se cuente
además, con un Estado de derecho robusto, subsidiario y redistributivo, con capacidad de
mediación, arbitraje y sanción. Que todo ello provoque sinergias y evitar fragmentación social,
que históricamente ha roto los tejidos sociales y provocado aún más caos en la región
centroamericana, una de las más empobrecidas de la Tierra.” (Cabarrús, 2014).

Entonces, desde una plataforma de espiritualidad civil propuesta por Carlos Cabarrús, de cara a un
proceso que busque y tenga como objetivo la Inclusión Social, bajo la óptica de los derechos humanos
y un modelo económico acorde a la realidad, debe fundamentarse en cuatro aspectos básicos que, en
forma integral, puedan apoyar el proceso.

El primero se refiere al respeto de la dignidad de la persona y de la Tierra. Bajo esta propuesta,


Cabarrús señala que la persona es el valor (Cabarrús, 2014). Según el autor, este valor orientara a los
otros tres, desde la perspectiva que, la persona no subsiste a no ser que haya un hábitat que le dé vida
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digna. De allí que ambos elementos estén íntimamente entrelazados. (Cabarrús, 2014). Finalmente y
en referencia a este valor, Cabarrús afirma que, la libertad es el gran emblema de esta dignidad.

El segundo valor que sirve para fundamentar esta propuesta, se refiere a la tolerancia, entendiéndolo
como que lo que es diferente a lo propio no es amenaza, sino todo lo contrario. (Cabarrús, 2014). En
ese contexto, el gran emblema de la tolerancia es el respeto.

En cuanto al tercer valor, la justicia, hay que entenderla desde la visión evangélica y no desde la visión
jurídica. En ese orden de ideas, se debe entender como “(…) proveer a cada quien lo que necesita.”
(Cabarrús, 2014, pág. 21). Este valor tiene como emblema la honestidad, entendiéndola como:

“(…) vivir, expresarse y actuar con coherencia y sinceridad siempre, sobre todo en lo
que toca a la transparencia de las actuaciones que implican derechos de los demás. (…).
Impide de raíz los comportamientos que se aprovechan de los otros, del sacar partido para
intereses personales bajo falsas apariencias. (…).” (Cabarrús, 2014).

Finalmente Cabarrús señala que la solidaridad se puede captar y saborear desde el mismo ejercicio de
la solidaridad. (Cabarrús, 2014). Asimismo Cabarrús señala que la solidaridad tiene cuatro momentos:
la preparación, que implica la creencia que el otro necesita algo; la entrega, que implica el ofrecer u
ofrecimiento en concreto; el agradecimiento, que es la respuesta a lo ofrendado; y la gratificación
inmensa para el supuesto benefactor. De esa cuenta, la solidaridad encuentra su emblema en la
“responsabilidad servicial”. En palabras de Cabarrús:

“Es una forma de responsabilidad expresada en servicio. Lleva implícito ese servicio
que genera el hecho de sentirse responsable de las personas en situación de necesidad y
limitación, con quienes se experimenta una persuasión de ser lo mismo. Ese sentimiento coloca
al responsable en el mismo nivel de que está sufriendo.” (Cabarrús, 2014).

Entonces, la propuesta es un llamado a regenerar los valores en la sociedad, arriesgándose. En tanto los
valores no sean tomados en cuenta dentro de la sociedad. No porque sea una profecía en sentido
negativo. Las políticas públicas deben ser redirigidas hacia el respeto a los derechos humanos en su
conjunto y además, las políticas públicas en materia económica deben dar un giro hacia la realidad
nacional. Debe privilegiarse el ejercicio de los valores y castigarse el exceso en acciones que generen
antivalores. Debe fomentarse la hermandad y la solidaridad, y dejar de lado la polarización, la
confrontación y la violencia entre los incluidos y los excluidos. En todo caso, como sociedad, estamos
llamados a ser justos y no egoístas. En todo caso, el llamado es seguir al Dios de Jesús, desde
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cualquier posición institucional. Es recordar que la moral social no es parte de los convencionalismos
sociales, sino es un conjunto de afirmaciones categóricas que en definitiva, tienen por objeto recordar
que, el cristianismo como movimiento social busca la equidad, la fraternidad, la solidaridad, la justicia
y la paz no como norma, sino como principio y valor humano que, sin lugar a dudas, son las
herramientas necesarias para la construcción del Reino de Dios.

Bajo las anteriores premisas, la propuesta va dirigida a sensibilizar. Esa sensibilización, bajo la
propuesta de Cabarrús, debe dirigirse focalmente a jóvenes y jóvenes adultos. Es necesario recordar
que somos un país con población relativamente joven y por lo tanto, son ellos quienes en algunos años
asumirán los puestos de dirección estatal.

Este ejercicio debe ser replicado tanto en comunidades eclesiales, independiente del credo, las
universidades, institutos, colegios e incluso en las casas familiares. El proyecto deberá ser dirigido a
fomentar la ética y la moral en el actuar diario, de cara a continuar con el proyecto de Jesús.

Referencias
Cabarrús, C. (2014). Espiritualidad Civil, establecimiento de redes sociopolíticas para la
transformación del mundo . Lección Inaugural. Ciclo Lectivo 2014. URL, (pág. 32). Guatemala.
González, R. (2004). Los profetas, traductores de Dios. Salamanca: Imprenta Calatrava, S. Coop.
Jerusalen, E. B. (1976). Biblia de Jerusalen.
Pagola, J. A. (2013). Jesús. Aproximación Histórica. Madrid: PPC.
Peinado, P. (21 de agosto de 2015). http://www.noticias.com. Obtenido de
http://www.noticias.com/sucesos/caso-linea-guatemala-cronologia-resumen.html
Real Academia Española. (2018). Diccionario de la Real Academia Española. Obtenido de www.rae.es
Sobrino, J. (2013). Jesucristo Liberador (Quinta reimpresión ed.). San Salvador, El Salvador: Uca
Editores.
Vidal, M. (1995). Moral Social . Madrid: Fareso, S.A.

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