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Monterrey
ISSN: 1405-4167
claudia.lozanop@itesm.mx
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores
de Monterrey
México
Oliver, Felipe
Después de García Marquez: tres aproximaciones a la novela urbana colombiana
Revista de Humanidades: Tecnológico de Monterrey, núm. 23, 2007, pp. 41-56
Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey
Monterrey, México
Felipe Oliver
Pontificia Universidad Católica de Chile
pues más temprano que tarde las historias se conectan por la presencia
común de un mismo actor, o por un guiño intertextual o quizá por la
simultánea emisión del mismo comercial en dos canales diferentes.
Pero en este caso, las biografías que configuran la red bogotana tienen
algo más en común: la fatalidad. Para Mario Mendoza, la ciudad es
un espacio que humilla, segrega y, finalmente, asesina al individuo.
La esperanza ha desaparecido: Satanás reina en Bogotá, como el
mismo título de la obra lo indica.
Perder es cuestión de método (1997) de Santiago Gamboa es, sin el
menor lugar a dudas, una de las mejores novelas policiacas
latinoamericanas de los últimos años. Fiel al modelo, la narración
comienza con el hallazgo de un cadáver empalado en las afueras de
Bogotá. La identificación del cuerpo y la búsqueda del(os) culpable(s)
poco a poco irá desmadejando una compleja estafa económica que
envuelve a policías corruptos, políticos, empresarios, mafiosos y
organizaciones naturistas privadas. Respecto al tópico de la ciudad,
quisiera destacar las palabras del capitán de policía Aristófanes
Moya:
pero lamenta con espanto la pobreza léxica del joven. Sin embargo,
la desilusión es sólo aparente; el mismo Fernando Vallejo se esfuerza
por parecer un escritor descuidado. El desorden que gobierna sus
textos, esa especie de anarquía verbal, es una estrategia que pretende
imitar la espontaneidad de la locución improvisada, como si el
narrador escupiera su relato de una vez y para siempre y sin tomarse
la molestia de revisar el borrador para corregir errores o depurar el
lenguaje. El conflicto no es el del maestro de la lengua versus el joven
que sólo habla jerga, sino el del autor abrumado por las obras
monumentales de la tradición letrada que busca una salida en la
frescura de la oralidad.
Por otro lado, el narrador de Vallejo, y he aquí lo más importante,
se distingue por su franco nihilismo con relación a todos los relatos
occidentales. Mientras recorre la ciudad de Medellín, absorbe
diferentes discursos para posteriormente desmontarlos, como el
héroe dostoiesvkiano descrito por Bajtín. Partiendo por el
catolicismo, relato al que destina sus principales ataques, el narrador
reproduce los lugares comunes de la política latinoamericana, tanto
de la derecha como de la izquierda; analiza con ácida ironía los efectos
socioeconómicos de la guerrilla y el narcotráfico en su país y, en un
ataque de paroxismo, arremete contra las mujeres embarazadas por
el simple hecho de condescender a la reproducción de la especie. El
nihilismo de Vallejo no es una opción, es una conclusión. Después de
que todos los relatos políticos, religiosos, económicos, etcétera, han
ido cayendo uno detrás del otro, ¿no es acaso un acto de necedad
creer en algo que no sea la extinción de la especie? Se trata de una
postura desde luego radical, pero en esta exageración reside el
encanto de Vallejo.
Rosario Tijeras, por su parte, se compone como un conjunto de
conversaciones que el narrador, en una noche de frenesí, reconstruye
mentalmente. El mismo texto evidencia su principio de construcción
basado en la oralidad:
Esas historias que Rosario le contó al narrador son las mismas que
éste le cuenta al lector. Lo conversacional, el diálogo, permite agilizar
bastante la narración, le imprime la velocidad que necesita una
película de acción. Pero también, un relato ambientado en una
metrópoli súper poblada funciona mejor con un estilo que logre
plasmar la histeria colectiva que genera la multitud, el tráfico, la
contaminación y el crimen. Vivimos de prisa, por lo que la literatura
igualmente debe leerse de prisa. Aunque en esta novela la oralidad
pesa más en la forma que en el fondo, ciertamente se produce un
enfrentamiento de clase. La obra gira en torno al triángulo amoroso
compuesto por Emilio, Rosario y el narrador. El primero de ellos
ostenta una posición privilegiada:
1.3 El kitsch
Quisiera, por último, dedicar unas líneas al kitsch. Después de
todo, citando una vez más a Fuguet y a Gómez, McOndo como una
alegoría de Latinoamérica es
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